Leonarda CIANCIULLI

Durante el juicio, la Saponificadora de Correggio intentó justificar sus asesinatos diciendo que se trataba de un tributo de sangre debido a la memoria de su difunta madre. Ella se le aparecía en sueños amenazándola con tomar la vida de sus hijos, si a cambio no se derramaba sangre fresca e inocente.

En un momento del juicio, un médico forense afirmó que era imposible que Cianciulli hubiera convertido en jabón el cuerpo de sus víctimas; ante tal afirmación, la Saponificadora gritó indignada: «¡Que alguien en este tribunal me dé un cadáver, de cualquier edad, y lo demuestro!»

Leonarda Cianciulli escucha con aparente tranquilidad el transcurso del juicio en su contra, en compañía exclusivamente de su hijo Giuseppe Pansardi.

Giuseppe Pansardi acompañó a su madre durante todo el juicio. Era el hijo mayor de Leonarda y el más querido.

La Saponificadora de Correggio después de su juicio, en una publicación de la época, quizás escribiendo sus memorias, que fueron publicadas posteriormente bajo el llamativo título de Confesiones de un alma amargada.

Uno de los muchísimos libros que han sido publicados sobre la Saponificadora de Correggio.

Leonarda Cianciulli. La Saponificadora. Nuevas investigaciones y revelaciones sobre el monstruo de Correggio.

Las herramientas utilizadas por Cianciulli para cometer sus crímenes junto a las fotos de sus víctimas, en el Museo Criminológico de Roma.

La olla usada por la Saponificadora para hervir los restos de sus víctimas junto a sosa caústica.

Leonarda hervía durante horas las partes seccionadas de los cadáveres de sus amigas, le añadía sosa caústica y colonia y con esta mezcla elaboraba jabón.

Las tres mejores amigas de Leonarda y sus víctimas: Virginia Cacioppo, Faustina Setti y Clementina Soavi.