Alexander KEITH

Después de la explosión, uno de los pasajeros, William King Thomas, apareció en un charco de sangre en su camarote, en lo que aparentemente era un suicidio. Pronto se supo que no usaba su verdadero nombre y que, en realidad, se llamaba Alexander Keith. Su padre era propietario de una fábrica de cerveza de Halifax, en Nueva Escocia.

Uno de los alias por los que posteriormente ha sido conocido Alexander Keith, The Dynamite Fiend, el Diablo de la Dinamita. Durante muchos años, fue el peor asesino en masa que hubo en Alemania, con un número de víctimas entre 81 y 86, según la fuente consultada.

En realidad, Keith era más que un asesino un buscavidas, un estafador que había hecho del engaño su modo de vida; lo que lo empujó a convertirse voluntariamente en un asesino en masa fue su afán de conseguir dinero rápido a través de las compañías de seguros.

Un esquema diseñado por el hábil relojero Fuchs, de Bernburgan der Saale, de la maquinaria infernal que debía detonar la dinamita después de 12 días de travesía en alta mar, sin dejar testigos y así poder cobrar el seguro. Según las palabras del propio Fuchs: «En abril se me presentó ese hombre, que reconozco bien por la fotografía. […] Dijo que había visto en el Museo Imperial un reloj hecho por mí. Era un reloj para barcos, con cuerda para ocho días, impermeable e inalterable a las oscilaciones de la temperatura. El reloj gustó mucho al extranjero. Pretendía otro semejante que debería tener cuerda para doce días y funcionar completamente silencioso. Debía soltar una palanca que dejase en libertad un muelle, que debía dar un fuerte golpe de retroceso. […] Al día siguiente, empecé la construcción del encargo».

Dos imágenes de Alexander Keith (William King Thomas), a la izquierda en vida, y a la derecha su cadáver, después de pasar cinco días de agonía tras intentar suicidarse.

Uno de los libros publicados sobre Keith: The Dynamite Fiend (El Diablo de la dinamita).

Un dibujo que recrea el momento posterior a que estallara la bomba de Alexander Keith, en el Mosel, después de que la cadena de la grúa se desprendiera del barril donde se encontraba alojada. Cabe preguntarse cuántos barcos no se habrán hundido de una manera semejante sin que tengamos datos sobre ello. El atentado de Keith dejó entre 81 y 86 víctimas mortales y más de 200 heridos.