Yiya Murano

La envenenadora de Montserrat

  • Clasificación: Asesina
  • Características: Envenenadora
  • Número de víctimas: 3
  • Fecha del crimen: Febrero - Marzo 1979
  • Fecha de detención: 27 de abril de 1979
  • Fecha de nacimiento: 20 de mayo de 1930
  • Perfil de la víctima: Nilda Gamba / Lelia Formisano de Ayala / Carmen Zulema del Giorgio de Venturini
  • Método del crimen: Envenenamiento (cianuro)
  • Lugar: Buenos Aires, Argentina
  • Estado: Condenada a reclusión perpetua el 28 de junio de 1985. Puesta en libertad el 20 de noviembre de 1995
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Yiya Murano

Wikipedia

María de las Mercedes Bernardina Bolla Aponte de Murano (20 de mayo de 1930) más conocida como Yiya Murano (la envenenadora de Monserrat) es una asesina y estafadora argentina. Condenada por tres homicidios, estuvo presa durante dieciséis años. Su caso policial es uno de los más famosos en la historia argentina, tomando mucha repercusión y manteniéndose a lo largo de los años.

Historia

Se mostraba como una persona culta y pudiente, aunque carecía de educación y tenía muchos problemas económicos ya que gastaba dinero que no tenía para comprar joyas y prendas importadas.

El 24 de marzo de 1979, Carmen Zulema del Giorgio de Venturini, prima de Murano, sufre una caída y muere en la escalera del edificio de la calle Hipólito Yrigoyen donde vivía. Los médicos diagnosticaron paro cardíaco.

La hija de Zulema, Diana María Venturini, se percató de que entre las pertenencias de su madre faltaba un pagaré por un valor de 20 millones de los entonces pesos ley. El portero del edificio dijo que mientras la Sra. de Venturini agonizaba en el interior del edificio, la Sra. Murano había llegado a visitarla con un misterioso paquete en mano (que luego se descubriría que eran masas -petits fours-, una especie de galletas dulces muy comunes en Argentina), y de la manera más natural le había pedido una copia de las llaves del departamento de su prima, justificando su intromisión con un «necesito su libretita para avisar a los parientes». Había entrado en la vivienda de la mujer y luego había salido rápidamente con unos papeles y un frasquito en la mano. Se lamentaba en voz alta «Dios mío, es la tercera amiga que se me muere en poco tiempo».

Se realizó una nueva autopsia. Los peritos descubrieron cianuro en el cadáver, los investigadores relacionaron el veneno con el supuesto frasco mencionado por el encargado. Entonces se supo que Nilda Gamba, vecina de Yiya, había muerto el 10 de febrero de 1979. Pocos días después, un infarto mató a Lelia Formisano de Ayala, otra amiga de Yiya. Murano les debía dinero a ambas mujeres y ambos cuerpos presentaban signos de haber sido envenenados con cianuro.

El 27 de abril de 1979 la policía detuvo a la señora Murano en su hogar, en la calle México. En 1980, fue encontrada desmayada en el penal donde estaba presa (Ezeiza); luego de eso, se le extirpó un tumor. En el mes de junio de 1982 el juez de sentencia Ángel Mercardo la absolvió de todos los cargos y la dejó en libertad.

A mediados de 1985, en pleno juicio a los generales de la Junta Militar que había gobernado Argentina entre 1976 y 1982, Yiya había sido casi olvidada. Hasta que fue condenada. Ella insistía en que era inocente: «Nunca invité a nadie a comer», fueron sus palabras.

Por reducción de la condena y la famosa ley del «dos por uno», salió de prisión después de 16 años. Se supo que a los jueces que intervinieron en su puesta en libertad les había enviado, como señal de agradecimiento, una caja de bombones. No se sabe si alguien los probó. Su marido había muerto; su hijo, Martín, escribió un libro difamándola.

En el año 1998 se sacó una espina, la de declararse inocente delante de una buena parte de la población en uno de los almuerzos del programa televisivo de Mirtha Legrand, en donde tuvo récords de audiencia.

A Yiya se la recuerda con una especie de cariño y es motivo de bromas en determinadas conversaciones. Su imagen de abuela bromista y sencilla continúa confundiendo a la población, que frecuentemente fantasea con su inocencia.

Tuvo una muy breve relación amorosa con el ex presidente Arturo Frondizi. «Demasiado breve», según sus propias palabras.

La autora argentina Marisa Grinstein la incluyó en su libro Mujeres asesinas con su caso, titulado «Yiya Murano, amiga» y en el año 2006, el programa de televisión de Canal 13 Mujeres asesinas, rindió una especie de homenaje al episodio, recreándolo en la serie, siendo Yiya interpretada por la actriz Nacha Guevara. Al final del episodio, se ve a la verdadera Yiya Murano añadiendo un comentario al respecto y defendiendo su supuesta inocencia, brindando pruebas a su favor.

En la segunda temporada de la adaptación mexicana de la serie, hay un capítulo recreando el caso titulado «Tita Garza, estafadora», interpretado por Patricia Reyes Spíndola.

En 2008 nuevamente volvió una denuncia contra Yiya, esta vez denunciada por su hijastra, quien dice que su madrastra la quiso envenenar con un plato de fideos con manteca, a los que les habría puesto veneno, según denuncia su hijastra. Esto no se pudo comprobar.

En ese mismo año, fue invitada al programa de Mirtha Legrand a almorzar teniendo mucha repercusión, ya que como obsequio Yiya le dio una bandeja de masitas de confitería a Mirtha frente a las cámaras. Luego de dudarlo durante todo el programa, finalmente Mirtha Legrand probó una de ellas y no le sucedió nada. La situación se llevó a cabo en un marco de humor, aunque ella de nuevo insistió con su inocencia.

Durante los últimos años residió en el barrio porteño de La Boca, y actualmente vive en una residencia geriátrica para ancianos y a veces da entrevistas para la televisión cuando se hacen especiales recordando su caso.


Yiya Murano, la envenenadora que pasó a la historia

Paulo Kablan – DiarioPopular.com.ar

Hay crímenes que son silenciosos y pueden pasar desapercibidos, incluso delante de avezados investigadores. En ese rubro está la utilización del veneno. Es una forma tan cruel de matar que en el Código Penal, el homicidio por envenenamiento tiene una sola pena posible: perpetua.

María de las Mercedes Bernardina Bolla Aponte seguramente sabía a lo que se arriesgaba. Estaba casada con un abogado, quien aportó el apellido que la haría tristemente famosa: Murano. «Yiya», tal como se la conoció en las crónicas policiales, nació un 20 de mayo, hace ya 81 años. Alta, rubia y buena nadadora, así la describían sus vecinos del departamento de la calle México, en el barrio porteño de Monserrat.

Yiya Murano decía tener buenos contactos e información porque era hija de un militar. Y a finales de los ´70 y en medio de la más brutal dictadura, esa familiaridad, para muchos, valía más que el dinero. La mujer les había dicho a sus amigas, una de ellas su prima, que sabía cómo duplicar rápidamente los ahorros. Martínez de Hoz era ministro de Economía del dictador Jorge Rafael Videla y la expresión «bicicleta financiera» se había puesto de moda.

Carmen Zulema del Giorgio Venturini, la prima, y las amigas Nilda Gamba y Lelia Formisano de Ayala le habían dado en total unos 300.000 dólares. Yiya les había firmado pagarés y les había prometido pagarles en cuotas mensuales los intereses del negocio financiero que, según les había prometido, iba a ser millonario. No era más que un fraude; una típica estafa que, en este caso, terminaría de una manera diferente.

En los primeros días del año 1979, las amigas estaban preocupadas. O más que ello: temían que Yiya Murano, que les contestaba con evasivas y había comenzado a ponerse nerviosa por la plata, se quedara con sus ahorros. Ya hacía un tiempo que no recibían las cuotas mensuales que les había prometido.

El 24 de marzo de ese año, Venturini se desplomó de la escalinata de su edificio. La llevaron de urgencia al hospital, donde finalmente murió de un paro cardíaco. Las hijas de Carmen Zulema sospecharon. Lo hicieron cuando no encontraron un pagaré por 20 millones de pesos ley, que la mujer tenía en su casa. La deudora era su prima, Yiya, quien ese día estuvo visitando a su parienta. Y más aún intuyeron algo malo cuando el portero del edificio recordó que Yiya había llegado con un paquete de masas y se había ido llevándose un papel y un frasquito. La operación de autopsia fue concluyente: envenenamiento con cianuro.

La investigación continuó cuando se supo que otras dos mujeres, Nilda y Lelia, habían fallecido poco antes. Ambas también eran acreedoras de Yiya Murano. Por eso se ordenaron las exhumaciones de los cadáveres y las respectivas autopsias. El informe médico fue el mismo: restos de cianuro.

El 27 de abril de 1979, una comisión de la Policía Federal llegó al departamento de la calle México. Yiya atendió amablemente como siempre lo había hecho. Sabía que iban a llevarla presa. Sólo pidió unos minutos para arreglarse y buscar un pulóver, lo que le permitió el comisario a cargo del operativo. Ella, cabe aclararlo, siempre se declaró inocente, aunque no le creyeron. Ese mismo día se conocía la historia policial de la «Envenenadora de Monserrat», lo que se transformaría casi en un mito.

En 1980, cuando estaba alojada en la cárcel de Ezeiza, sufrió una descompensación, por lo que fue derivada a un hospital. Tenía un tumor, el que le fue extirpado en el Pirovano. Ya recuperada, recibió una noticia mientras corría el año 1982: el juez de sentencia Ángel Mercado la declaró inocente y ordenó su inmediata libertad.

Por entonces, el sistema judicial era escrito, no había juicios orales, por lo que la causa seguía su curso con apelaciones y presentaciones que se manejaban en el más absoluto hermetismo.

La Sala Tercera de la Cámara del Crimen porteña, finalmente, el 28 de junio de 1985 notificó el fallo final del caso Yiya Murano. En rigor, los jueces rechazaron un recurso extraordinario de apelación, por lo que la pena de reclusión perpetua quedaba firme.

Los diarios informaron con lujo de detalles el caso que, una vez más, conmovía al país. Y aunque cueste creerlo, también se destacaba en los noticieros que Yiya estaba prófuga. Concretamente, la Policía no la había encontrado ni en su domicilio ni en los lugares que frecuentaba.

Yiya Murano estuvo unos pocos días prófuga, hasta que se presentó y fue directamente a la cárcel, donde permaneció alojada varios años. Primero fue una conmutación de la pena de reclusión por prisión perpetua y después la aplicación de la Ley del dos por uno. Por esas razones, en la década del 90 a Yiya Murano le dieron por cumplida la pena. Cuentan que los jueces y empleados del Tribunal de Ejecución Penal que hizo el cálculo recibieron, como atención, una bandeja de masas finas que nadie atinó a probar. Hay quienes aseguran que se trató de una broma de mal gusto, de la que la envenenadora no tuvo nada que ver.

Yiya Murano contó de todo. Dijo que tuvo más de cien amantes, que entre ellos había un ex ministro y un sindicalista muy importante. Y también, al insistir con su inocencia, aportó un argumento nuevo: un médico que había sido amante de ella por muchos años, al dejarlo, le había jurado venganza, culpándolo de los envenenamientos.

Pero aún habría un capítulo más en la historia de Yiya Murano. Se casó por tercera vez y se fue a vivir con él y con la hija de su nuevo marido, quien la echó de la casa cuando sospechó que la estaba envenenando. Yiya terminó en un geriátrico, debido a que ni su propio hijo, que se mudó al interior del país, creyó en la inocencia de su madre.


Mujer envenenadora: Yiya Murano

Emujer.com

23 de junio de 2007

El caso de la envenenadora Yiya Murano dejó sin aliento a más de uno. Si alguien alguna vez dudó de la frialdad de la mujer ante la necesidad de dinero, indudablemente fue Yiya quien logró enterrar cada una de esas dudas y hacer notar que el sexo femenino es capaz de cualquier cosa para lograr su objetivo.

La serie Mujeres Asesinas de la productora Pol-Ka, representa el éxito televisivo del momento en Argentina. El programa hace ficción con los casos más espeluznantes de los últimos años en dicho país, y en cuyas protagonistas reales encontramos solamente mujeres. El caso de María de las Mercedes Bolla Aponte de Murano abrió la nueva temporada de la serie y el papel de Yiya Murano fue interpretado por la actriz Nacha Guevara.

Marisa Grinstein, periodista egresada de la Universidad Nacional de la Plata, no dudó un segundo la idea de publicar los terribles asesinatos en papel. Sus dos libros, titulados «Mujeres asesinas» y «Mujeres asesinas 2» (al igual que la serie) nos hacen erizar cada centímetro de piel a medida que los vamos repasando con la vista y nos despiertan ciertos interrogantes, esos que solamente aquellas que han cometido el ilícito podrán contestar.

Quienes tuvieron el agrado (?) de conocer a María de las Mercedes, afirman que por alguna extraña razón ella lograba que todos creyeran cada palabra que emitía de su boca. Yiya Murano era la mejor embaucadora de todas, ya que toda la evidencia que presentaba al momento de inventar relatos, era su poder de convencimiento.

Si bien se mostraba como una persona pudiente y culta, la realidad de Yiya Murano era totalmente opuesta a esa. Era una mujer que carecía de una educación fuerte y sus problemas económicos iban en aumento, ya que derrochaba el dinero que no tenía para comprar prendas importadas de las mejores y más reconocidas marcas y joyas. El ruido que representaba la presencia de Yiya en un lugar, era sin lugar a dudas el sonido producido por el agite de todas sus pulseras.

Compartía su deprimente vivienda de dos ambientes llena de muebles viejos y paredes húmedas con su marido, un abogado civilista. Sus amigas, a manera de chiste, solían criticar a Yiya en su ausencia a razón de sus excesivos gastos. Pero Yiya, con su poder de convencimiento, logró engañar a cada una de ellas haciéndoles creer que era una genia para invertir dinero y que tenía la fórmula secreta para incrementar los intereses de manera sobrenatural, más de lo que puede dar un simple banco.

Así consiguió que tres de sus amigas más íntimas pusieran todo su dinero en sus manos. Ahora Yiya Murano era la inversora de sus allegadas (que habían quitado todos sus ahorros del banco para confiárselo a cambio de pagarés).

Yiya solía salir asiduamente con su prima, Carmen Zulema del Giorgio de Venturini, quien tiempo atrás había enviudado. El marido de Carmen era un importante empresario de YPF que había dejado, tras su muerte, una importante suma de dinero para que a su viuda y a su hija (quien vivía con ella) no les faltara nada.

La viuda y Murano solían intercambiar regalos: Carmen le regalaba plantas a Yiya, quien a cambio le ofrecía unas suculentas masitas de crema que ella misma preparaba. Solían frecuentar juntas diferentes lugares, hasta que un enero de 1979 Yiya convenció a su prima para que le confíe la suma de veinte millones de pesos (de aquella época) que le daría a «su amigo abogado de Mar del Plata» para que se los multiplique de manera rápida y ventajosa. Según el pagaré que Murano firmó, el 27 de marzo del mismo año, le devolvería cada centavo incluidos los intereses.

El 24 de marzo, Carmen Zulema del Giorgio de Venturini, comenzó a sentir un imparable malestar que la hizo salir de su departamento rápido para pedir ayuda. El dolor pudo más y la hizo caerse y rodar por las escaleras del edificio golpeándose cada una de las partes de su cuerpo. José Gonzales, el encargado del edificio, no dudo en llamar a una ambulancia.

Mientas todos los vecinos alterados salieron a ver que ocurría, Yiya de la manera más natural le pidió a José una copia de las llaves del departamento de su prima, justificando su intromisión en un «necesito su libretita para avisar a los parientes».

Días después mientras el portero declaraba, afirmó delante de los policías que la Sra. Murano había ingresado al departamento y que al salir llevaba consigo un frasquito y unos papeles, y que mientras buscaba se lamentaba en voz alta «Dios mio, es la tercera amiga que se me muere en poco tiempo».

El certificado de defunción de Carmen indicaba un paro cardíaco no traumático. Pero la hija de Venturini se presentó días después en la comisaría para denunciar que su departamento, el día del fallecimiento, había sido revuelto, asegurando que faltaba un pagaré que le acreditaría un dinero el día 27 de marzo. La denuncia logró que la carátula del caso fuera cambiada de muerte natural a muerte dudosa. Tras pedir la exhumación del cadaver, se detectaron restos de cianuro alcalino en las papilas del estómago de Carmen.

La primera sospechosa fue Yiya Murano y los policías comenzaron a investigarla. Descubrieron que en el departamento 20, contiguo al de Yiya, vivía su amiga Nilda Gamba, quien había muerto de manera imprevista el 11 de febrero de ese mismo año. El 10 de febrero, Nilda, había ido a cenar a la casa de los Murano, donde se quedó hasta la una de la mañana. Nunca más fue vista con vida.

El portero notó algo raro en la vida monótona de la víctima: todas las mañanas, si bien el diariero dejaba el periódico en su puerta, Nilda abría la puerta para recogerlo. Ese día se hizo tarde y nunca salió de su apartamento. El portero también recordó haber oído a Gamba llegar muy tarde a su casa. Un poco paranóico llamo a un vecino, Jesús García, y entre ambos intentaron abrir la puerta sin suerte. Más tarde, cuando la policía logró entrar al departamento de Nilda, la encontró tirada boca abajo apretando su estómago con la mano izquierda. El certificado de defunción describía un paro cardíaco.

Al exhumar el cadáver también, al igual que Carmen, se encontraron restos de cianuro alcalino y Murano le debía dinero. «Me parece que la Murano las envenena con sus masitas dulces. Ambas fallecidas tenían esas masitas en la heladera», sostuvo uno de los investigadores del caso.

Leila Formisano de Ayala, amiga íntima de Yiya, compartío un viaje con la misma a Mar del Plata. El día 19 de febrero de 1979 Murano pasó a buscar a Leila por su departamento de la costa, mientras salían se cruzaron con Carlos Alberto Zamora, el portero de dicho edificio. Una hora después, Yiya regresó sola al edificio buscando «desesperadamente» a su amiga.

Ante la ausencia del portero, le pregunto a la esposa del mismo, Matilde Elena Fuentes, si había visto por ahí a su amiga Leila. «Pero si salió con usted», le dijo la mujer. «Claro, ya sé, pero ella tuvo que volver porque no se sentía nada bien». Ante la propuesta de la mujer de Carlos Alberto Zamora de ir a tocar el timbre a Leila, Murano se negó «No, no la quiero molestar. Mejor que se quede descansando». Yiya volvió esa noche a buscar a su amiga para informarle que había comprado las entradas para el cine de ambas, pero no tuvo suerte.

Pasados 3 días de absoluto desconocimiento del paradero de Leila, los porteros llamaron a un vecino e intentaron abrir la puerta. Como había un pasador cerrado por dentro no tuvieron suerte. Horas más tarde, la policia ingresó por el balcón contiguo al departamento de Leila Formisano de Ayala, quien también había entregado a Yiya dinero para invertir, estaba muerta frente al televisor hacía tres días, y también tenía masitas de crema en la heladera. En su estómago también había restos de cianuro alcalino.

El 27 de abril de 1979, María de las Mercedes Bolla Aponte de Murano, fue detenida en su domicilio. No se negó ni puso resistencia. Su causa la estudiaba el juez de primera instancia Diego Peres. La carátula: homicidio en grado de reiteración.

En los interrogatorios, Yiya jamás admitió haber matado a sus amigas y su justificativo fue «Pero por favor, si yo no sé cocinar, ¿Cómo les voy a preparar masitas envenenadas?» Reconoció haberles pedido dinero, pero a manera de favor.

Yiya Murano fue alojada en la cárcel de Ezeiza. Tenía una excelente [relación] con todas las presidiarias que llegaron a adorarla y sostenían que era una buena mujer. En cambio el fiscal Mario de la Vega Pizarro tenía otra idea y pedía prisión perpetua para Yiya.

El 6 de mayo de 1980 una guardiacárcel encontró tirada a Yiya en su celda con un dolor insoportable. La trasladaron al hospital Pirovano donde la operaron por un derrame cerebral. Antes de operarse pidió lapiz y papel para contar su historia. Jamás admitió ser culpable. La operación resultó exitosa.

El 15 de junio de 1982 Murano, luego de 3 años y 45 días detenida, sale en libertad, a pedido de su abogado defensor. En 1993 se le conmutó la pena por 25 años de prisión por homicidio calificado por envenenamiento y estafas.

Fue puesta nuevamente en libertad el 20 de noviembre de 1995, luego de 16 años de encierro. Hasta el 3 de febrero del 2003 disfrutó de su libertad condicional. Martín Murano, hijo de Yiya, desmiente a su madre que sostiene incansablemente su inocencia. «Ella me dijo que era culpable, que había matado, lo cual conté en mi libro sobre ella. Pero no la vi desde que salió, ni pienso verla. No me interesa».

 


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