Westley Allan Dodd

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Westley Allan Dodd
  • Clasificación: Asesino
  • Características: Pederasta - Secuestrador
  • Número de víctimas: 3
  • Fecha del crimen: Sep. - Oct. 1989
  • Fecha de detención: 13 de noviembre de 1989
  • Fecha de nacimiento: 3 de julio de 1961
  • Perfil de la víctima: William Neer, de 10 años, y su hermano Cole, de 11 / Lee Iseli, de 4
  • Método del crimen: Apuñalamiento
  • Lugar: Clark, Estados Unidos (Washington)
  • Estado: Ejecutado en la horca en la Penitenciaría de Walla Walla el 5 de enero de 1993
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Westley Allan Dodd

Grotesqueandarabesque.blogspot.com

4 de febrero de 2012

Sin el afán de ser amarillistas, Westley Allan Dodd fue reconocido por algunos especialistas como «uno de los homicidas más malvados de la historia». Convicto por tres asesinatos, Dodd demostró una frialdad inaudita en sus declaraciones posteriores a su arresto. Además de sus terribles crímenes, la actitud que mantuvo durante todo el juicio ayudó bastante a que el jurado no dudara un segundo en condenarlo a muerte.

Westley Allan Dodd nació en Richland, Washington, en 1961. Criado en una familia de clase acomodada y que nunca tuvo carencias o problemas de abuso. Si bien jamás sufrió un maltrato o trauma, sí aseguró que nadie se dirigía palabras de afecto o cariño, lo que provocó en Westley un temple frío. A pesar de todo, era una familia unida y feliz.

En el colegio, se le reconocía como un chico brillante y muy meticuloso en todo lo que hacía; pero también como un niño solitario, frío y con una mirada despectiva.

Desde pequeño, Dodd mostró ciertas conductas exhibicionistas. Mostraba sus genitales por la ventana de la casa o salía a andar en bicicleta desnudo. Estos actos generalmente son un indicador de un sadismo latente; en menor grado claro está. Sin embargo, muchos psicólogos piensan que el exhibicionismo es forzar a otro a ver algo que hubiese preferido ahorrarse. Ese acto es el génesis del sadismo.

Obviamente, en el caso de Dodd (un chico pequeño, menudo y de rostro infantil) pasaba a ser más llamativo que grotesco y nadie lo tomó como algo realmente grave. Pero también cometía actos de masoquismo sin que nadie sospechara, como introducirse varas de madera por el recto o agujas por el pene, para ver hasta donde podía soportarlo.

En su adolescencia, Westley se dio cuenta que sentía una enorme atracción sexual por chicos de menor edad que él. Bastaba con mirar cómo mudaban a un bebé, para tener una erección en el pantalón. Es así como Dodd comienza a abusar de menores a corta edad (a partir de los 13 años) Como en todos los casos de depredadores sexuales, las fantasías irían en aumento y se volverían cada vez peores.

Sus primeras víctimas fueron sus propios primos pequeños. Las sospechas de sus familiares eran constantes; pero no podían creer que estuviera ocurriendo dentro de su propia familia. Luego de unos años, se ofrecería a cuidar a niños y bebés de sus vecinos en el barrio, de los cuales también abusó constantemente, convirtiéndose a la corta edad de 15 años en un violador de niños consumado.

Su padre comenzó a tener serias dudas sobre el comportamiento de Westley, sobre todo por los comentarios de cercanos; pero jamás supo cómo reaccionar ante sus actos. Trató de advertirle en un par de ocasiones; pero no supo abordar la situación y se vio sobrepasado.

Ya con 17 años, Dodd se inscribió como guía de los Niños Exploradores, lugar donde podía estar más cerca de ellos y buscar la instancia para sodomizarlos. También solía entrar a los cines en los que se exhibían películas para menores de edad, en donde se sentaba tranquilamente a esperar a que un niño fuera al baño. Entonces lo seguía, lo violaba y huía. Hasta entonces, Dodd no usaba la violencia. Se aprovechaba de que eran niños muy pequeños (de 2 a 8 años) para engañarlos, ofreciéndoles dulces, juguetes o dinero. Y es que Dodd no parecía una amenaza ni de lejos.

En un par de ocasiones, ya siendo mayor de edad, fue detenido por conductas sospechosas con menores. Incluso, en una ocasión, intentó raptar a dos niñas pequeñas para violarlas, y a pesar de ser detenido, fue puesto en libertad a las pocas horas.

La segunda detención registrada, explica cómo había ofrecido 50 dólares a dos menores para ir a un motel a jugar strip-póker. El mismo Dodd reconoció que su deseo era violarlos; pero de forma incomprensible volvió a salir a la calle.

Con el tiempo, las fantasías de Dodd comienzan a tornarse más macabras, y empieza a contemplar la idea de la tortura y el asesinato. Incluso, en sus numerosos diarios (en donde iba registrando cada uno de sus perturbados planes) reconoce sentirse excitado con la idea de violar, torturar, matar e incluso canibalizar los genitales de los niños. Es así como la retorcida cabeza de Dodd comienza a proyectar sus próximos pasos.

Se muda a Vancouver y recorre las plazas para verificar lo que él mismo llamaría más tarde «zona de caza». En ella, cientos de chicos jugaban diariamente, y Dodd comienza a buscar la oportunidad para raptar una víctima sin ser visto. Finalmente se topa a dos hermanos de 11 y 10 años, Cole y William Neer. Los engaña para que lo sigan en las inmediaciones del parque, en donde los viola reiteradas veces antes de matarlos a puñaladas.

Su siguiente víctima fue Lee Islei, de sólo 4 años. Dodd se lo llevó de un patio de juegos de una escuela y lo violó en su departamento. Para tranquilizarlo, lo llevó a un K-Mart y le compró un juguete. El chico rompió en llanto y un empleado le preguntó si todo estaba bien. Dodd sonrió y dijo que era su sobrino, y que el niño sólo quería irse a casa.

Luego fueron a comer a un McDonalds y volvieron al departamento, donde lo dejó viendo dibujos animados, mientras Dodd registraba todo en su diario: «No sospecha nada por ahora. Probablemente lo mate mañana por la mañana. Así, su cuerpo estará fresco cuando vuelva de mi trabajo, y así poder experimentar con él». Las fantasías sádicas de Dodd crecían aceleradamente. La idea de violar y matar ya le parecían aburridas. Sobre todo quería prolongar más la experiencia de la tortura.

A la mañana siguiente, después de violarlo casi toda la noche, Dodd estranguló a Lee Islei y lo dejó colgando por el cuello, dentro de su clóset. Tomó varias fotografías del cadáver, las cuales serían una prueba irrefutable de su culpabilidad durante el juicio.

Dodd diseñó un potro de torturas con el fin de comenzar a experimentar con tormentos un poco más elaborados. Cuando terminó de construirlo, salió en búsqueda de su cuarta víctima. Sin embargo, esta vez, la suerte no le sonreiría.

El asesino intentó robar un chico desde un cine, en donde se exhibía la película Querida, encogí a los niños. Sin embargo, fue descubierto mientras huía con él por un callejón, perseguido por el novio de la madre del chico y unos dependientes. El niño había gritado y pataleado cuando Dodd se lo llevaba, y Westley trató de calmarlo diciéndole «Cállate, hijo… cálmate» pero quienes presenciaron la escena armaron un alboroto, pues no creyeron que se tratara del padre del menor.

Después de ser reducido, la policía comenzó a interrogarle y Dodd negó todo en un principio; pero luego terminó revelando sus oscuros planes con una frialdad pavorosa.

Durante el juicio, se mostró como evidencia el allanamiento del departamento; en donde Dodd tenía guardada la ropa interior de Spiderman de Lee Islei, fotos del niño en poses sexuales y en las que aparecía ahorcado dentro de su clóset.

También se encontró un maletín negro bajo su cama, en donde Dodd guardaba recortes de prensa acerca de sus propios crímenes, un álbum que decía «Recuerdos Familiares», en las cuales mantenía ocultas fotografías pornográficas de chicos de corta edad… incluida una imagen del Niño Jesús.

También se hallaron sus diarios, en los cuales rotulaba sus asesinatos como «Incidente 1», «Incidente 2» e «Incidente 3», acompañados de una larga y detallada descripción de todos ellos. El potro de torturas también fue encontrado dentro de su habitación… listo para ser usado con su próxima víctima.

Ni siquiera el juez se lo creía. Westley Dodd, un hombre pequeño, delgado, de corte regular, bigote recortado y aspecto juvenil, era en realidad el monstruo que había comenzado a horrorizar la ciudad. El jurado se declaró literalmente «incapacitado» para seguir leyendo los diarios en donde el acusado describía sus fantasías, sus planes y los asesinatos cometidos. Esto nos demuestra, una vez más, que un cruel asesino no necesariamente luce aterrador ni sale echando espuma por la boca.

Por su parte, Dodd disfrutaba cada vez que hablaba de los horribles crímenes cometidos. Ante la pregunta sobre qué se suponía que debían hacer con él, Westley dijo que deberían ejecutarlo o mataría a los guardias en la primera oportunidad que se le presentara, todo con tal de salir de la cárcel, sin importar cómo. Entonces le preguntaron para qué querría salir de la cárcel, y él respondió «para violar y matar niños».

Dodd fue condenado a muerte y no quiso apelar. De hecho, solicitó ser ejecutado en la horca, cosa que no ocurría en EE.UU. desde 1965. Esto causó polémica y Dodd se aprovechó. Publicó un panfleto, dirigido a los padres, para cuidar a sus hijos de los pedófilos. Este documento salió a la luz por medio de la prensa y fue tremendamente cotizado. Dodd volvía a complacerse de forma exhibicionista. Incluso fue entrevistado por un canal de televisión.

Por suerte, Dodd fue detenido cuando comenzaba con su carrera como asesino serial. De no haber sido así, seguramente sus víctimas se habrían multiplicado de forma rápida y en muy poco tiempo.

Al final, y después de unos meses tras las rejas, Dodd cambió su actitud y se convirtió al cristianismo. Aseguraba que moriría, iría al cielo y estaría junto a los tres chicos que mató para «amarlos de verdad». Fue ejecutado el 5 de enero de 1993, a las 12:03 a.m. en la Penitenciaría Estatal de Washigton, Walla Walla.

Sus últimas palabras fueron: «Una vez me preguntó alguien, no recuerdo quién, si existía una forma de detener a los delincuentes sexuales. Le dije que no. Evidentemente me equivoqué… sí hay esperanza. He encontrado tanto en el Señor Jesucristo… Puedes buscar al Señor y encontrarás la paz».


Un asesino de tres niños, primer ejecutado del año en Estados Unidos

Elpais.com

6 de enero de 1993

El acusado eligió la horca, que no se utilizaba desde hace 28 años.

Westley Allan Dodd, de 31 años, condenado a muerte por el asesinato de tres niños en 1989, fue ahorcado ayer en una cárcel del Estado de Washington, en la costa norteamericana del Pacífico. Allan Dodd, el primer ejecutado de 1993, se había negado a apelar contra la sentencia de muerte, alegando que, de salir en libertad, volvería a matar y eligió la horca como modo de terminar con su vida. El de ayer es el primer ahorcamiento que se celebra en Estados Unidos en los últimos 28 años.

Westley Allan Dodd eligió la horca para poner término a sus días, la fórmula más dolorosa, porque su última víctima, Iseli, murió estrangulada. El ejecutado no dudó en reconocer que había torturado, violado y apuñalado hasta la muerte a dos hermanos de 10 y 11 años -William y Cole Neer- en Vancouver. Su tercera víctima, en Portland, Estado de Oregón, fue un niño de cuatro años, Lee Iseli, a quien atacó sexualmente, torturó y colgó de un armario.

Desde su celda en Washington, Allan Dodd se burló de quienes se manifestaron en contra de la aplicación de la pena de muerte. En las cercanías de la penintenciaría [penitenciaría] del Estado en Walla Walla, manifestaciones a favor y en contra de ejecución se celebraron antes de que la soga se cerrara en torno al cuello de Allan Dodd el pasado martes.

La pena de muerte no suscitó un gran debate en la pasada campaña electoral que llevó a la presidencia al demócrata Bill Clinton. Como gobernador del Estado de Arkansas, Clinton se negó, en enero del pasado año, a conceder el indulto a Rickey Ray Rector, de 40 años y raza negra, condenado y ejecutado por la muerte de un oficial de policía.

En estos momentos 37 Estados incluyen la aplicación de la pena de muerte.

Sólo doce de estos Estados norteamericanos no ejecutan a los criminales con menos de 18 años, y los estados de Georgia y Maryland no condenan a la pena capital a condenados que padezcan enfermedades mentales.


Westley Dodd: seductor de niños

José Luis Durán King – Operamundi-magazine.com

31 de diciembre de 2009

El nombre de Westley Dodd es sinónimo de maldad humana pura. Sus presas eran niños, a los que engatusaba con dulces y juegos antes de acabar con sus vidas.

Amaba a los niños, los amaba a morir. Westley Allan Dodd pasaba varias horas en su habitación, ideando formas para atraerlos, seducirlos y después torturarlos. Al principio sólo eran ensoñaciones inofensivas; más adelante los sueños de su razón se convirtieron en monstruos (Goya, dixit). Al llegar a la adolescencia ya no pudo, no quiso ocultar la atracción que sentía por los menores, convirtiéndose en la peor pesadilla de los padres.

Todo sucedió en episodios. A los 13 años descubrió la excitación sexual que le producía exhibirse desnudo cuando los colegiales pasaban frente a su casa. Al ser acusado con sus padres decidió cambiar de escenario. Montaba su bicicleta y daba vueltas por el barrio hasta que descubría algún grupo de niños (sobre todo niños, porque ellos no lo acusaban, como sí sucedía con mayor frecuencia en el caso de las niñas); en cuanto sabía que había capturado su atención, abría su bata y mostraba su desnudez.

Los padres de Dodd nunca tuvieron respuesta a por qué su hijo tenía esa conducta, si nunca sufrió abusos sexuales o físicos por algún miembro de su familia, tampoco ingería drogas o bebía.

La exposición pública era una de las tantas aficiones de Westley Allan Dodd. Tenía otras, algunas de las cuales las sufrieron sus familiares pequeños en carne propia. Su primo de ocho años, su hermano de seis e incluso los hijos de una de las novias de su padre sufrieron abusos por parte del predador doméstico.

Al llegar a los 16 años descubrió que podía ganar dinero y satisfacer sus necesidades sexuales al mismo tiempo. Todo era cuestión de encontrar padres incautos que pagaran por sus servicios de cuidador de niños.

Nuevos métodos, viejas compulsiones

Al llegar a la mayoría de edad, Dodd apenas si podía contenerse. Vagaba de un lugar a otro en busca de sus preciados tesoros. Los desnudaba en los bosques, los introducía en moteles baratos, jugaba a la botella con algunos de ellos. Por su conducta fue detenido en varias ocasiones pero, extrañamente, siempre logró eludir la prisión.

Su ingreso a la marina en 1981 parecía ser el mejor antídoto contra sus deseos envenenados. Sin embargo, nunca hubo freno para este desenfrenado. Los niños de la base naval de Bangor, Washington, también sufrieron los embates de Dodd. Su presencia en los baños de los cines de Seattle fue cotidiana. De hecho, casi diez años después, cuando el asesinato ya era parte de su vida, sería detenido en un cine después de que trató de violar a un niño.

Su pedofilia fue la causante de que lo echaran de la marina. Solo nuevamente, sin un oficio en las alforjas y con un voraz apetito sexual, estaba listo para mayores empresas.

Dodd adivinaba que tarde o temprano asesinaría. Lo intentó en 1987, mientras trabajaba como guardia de seguridad en una construcción. Atrajo la atención de un niño de ocho años, al que invitó a caminar por el bosque. Pero el menor intuyó el peligro y decidió correr a casa, donde contó a su madre el incidente. De castigo, Dodd recibió 118 días de cárcel.

Cuando su vergonzosa fama le impidió acercarse a los niños de Seattle, decidió buscar un nuevo coto de caza. Lo encontró en 1989 en el parque David Douglas de Vancouver, Canadá. Fue ahí donde conoció a los hermanos William y Cole Neer, de diez y 11 años, respectivamente.

Despiadado

El 4 de septiembre, Dodd vio a dos niños que abandonaban el parque David Douglas rumbo a su casa. Casi brincó de gusto. Sus preparativos no habían sido en vano. Llevaba listo todo un equipo para cumplir sus fantasías: un puñal enfundado y amarrado a su muslo al estilo de los traficantes de pieles, además de agujetas para amarrar las manos de sus víctimas.

Dodd cortó [el] camino y se colocó frente a las bicicletas de los hermanos Neer. Los obligó a desmontar para conducirlos hacia un paraje solitario. Los amordazó, violó y finalmente los cosió a puñaladas, uno por uno. Los gritos de los niños contribuyeron a excitarlo más. William aún vivía cuando las autoridades descubrieron los cuerpos. Pero no pudo ofrecer información sobre su agresor, falleció al llegar al hospital.

Pese a haber actuado a sus anchas, Dodd se sentía insatisfecho por la experiencia. Necesitaba aumentar la dosis de su violencia. Sus fantasías en torno a la violación y asesinato ahora eran cosa del pasado. Deseaba practicar otras formas de depravación, incluida la del canibalismo.

Para lograr sus propósitos condujo a Portland, Oregón, en Estados Unidos. Un mes después de su primer ataque, Dodd estaba a punto de colocar otra piedra en el infierno.

Lee Iseli, de cuatro años, era la presa que Dodd había soñado para sus propósitos. Aunque jugaba en un parque acompañado por su hermano mayor, Lee subió por su propio pie al auto de Dodd, quien condujo hasta su departamento en Vancouver. Cuando las autoridades de Portland empezaron las investigaciones, Dodd estaba a punto de iniciar su festín.

Tras desnudar a Lee, el agresor lo amarró y tomó decenas de fotografías. De momento no lo violó, incluso salieron juntos a comprar un juguete a un supermercado. Al caer la noche, el niño se quedó dormido. Jamás despertó: Dodd lo estranguló en ese estado, para después tomar más fotografías al cadáver desnudo. Después de violar el cuerpo lo llevó al campo, donde lo enterró. La ropa del infante fue quemada por el asesino, excepto los calzoncillos, que Dodd conservó en una maleta.

La maleta, al ser recuperada por las autoridades, representa un testimonio irrefutable de maldad humana. Contenía ropa interior infantil, fotos pornográficas, imágenes en las que se ve a Dodd violando el cadáver de Lee, diarios del asesino, con pormenores de sus ataques y fantasías.

El 15 de julio de 1990, el estado de Washington sentenció a Dodd a morir en la horca. La cita con el verdugo fue el 5 de enero de 1993, reactivando un patíbulo que permanecía en estado latente desde 1965.

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