
La muerte de Edmond Safra
- Clasificación: Homicida
- Características: Maher dijo que su intención era accionar la alarma de incendio, conseguir ayuda, y de esa manera posar como un héroe ante Safra
- Número de víctimas: 2
- Fecha del crimen: 3 de diciembre de 1999
- Fecha de detención: 3 días después
- Fecha de nacimiento: 9 de junio de 1958
- Perfil de la víctima: El banquero Edmond Safra, de 67 años, y su enfermera Vivianne Torrente
- Método del crimen: Fuego
- Lugar: Montecarlo, Mónaco
- Estado: Condenado a 10 años de prisión el 4 de diciembre de 2002. Puesto en libertad en octubre de 2007
Índice
- 1 Ted Maher – El asesinato del millonario misterioso
- 2 El enfermero de Edmond Safra admite haber provocado el incendio que asfixió al banquero
- 3 Homenaje internacional
- 4 Condenado a 10 años el responsable de la muerte de un banquero libanés
- 5 Huye de cárcel de Mónaco asesino de millonario
- 6 Detenido en Francia el asesino de un multimillonario que se había fugado anoche
- 7 Edmond Safra y los orígenes de la lista Falciani en España
Ted Maher – El asesinato del millonario misterioso
José Luis Barbería – El País
4 de diciembre de 1999
Edmond Safra, uno de los banqueros más ricos del mundo, muere al ser incendiado su palacio en Montecarlo.
El banquero Edmond Safra, propietario del Republic National Bank of New York y del Safra Republic Holding, falleció ayer en Mónaco, junto a su ama de llaves, víctima de un incendio criminal provocado en su vivienda del palacio La Belle Époque, uno de los edificios más destacados del Principado.
Según fuentes de la Fiscalía de Mónaco, dos encapuchados armados irrumpieron a las cinco de la mañana en las estancias de Edmond Safra y dieron fuego al inmueble, tras apuñalar a un guardaespaldas que les salió al paso.
Las llamas se extendieron con gran rapidez en la planta de los dormitorios, cerrando el acceso a las escaleras y al ascensor. Cercados por el fuego, el millonario y su empleada buscaron refugio en uno de los baños del piso, donde fallecieron asfixiados. La esposa del banquero y su hija salvaron la vida porque lograron alcanzar la planta baja.
La noticia de la muerte de Safra, una de las mayores fortunas del planeta, según la revista Forbes, y ex presidente de American Express, corrió como la pólvora en los medios financieros internacionales y abrió un abanico de interrogantes que la policía monegasca no estaba ayer en condiciones de despejar.
La aparente obviedad de que los asesinos trabajaron ayer por encargo en el suntuoso edificio La Belle Époque apenas ayuda a las pesquisas, dada la nutrida lista de enemigos potenciales de la víctima, su grueso listado de conflictos y odios acumulados, la extensión misma del imperio logrado por Safra.
Para las autoridades monegascas, el crimen tiene visos de catástrofe en la medida en que deshace de buenas a primeras la idea cuidadosamente construida que presenta al Principado como el hogar seguro de las grandes fortunas y refugio blindado contra toda intromisión.
El lujoso dúplex que domina el puerto de Mónaco era un búnquer dotado de los más modernos sistemas de seguridad, y el área en la que está enclavada La Belle Époque es un territorio celosamente vigilado.
«Él sabía que había un contrato de asesinato contra él y por eso había contratado a guardaespaldas», comentaron ayer fuentes de la City londinense, que apuntan preferentemente a la mafia rusa.
Pese a su proverbial prudencia y su intuición en asuntos de dinero, la víctima trabajó muy activamente en el mercado ruso, hasta el punto de que fue uno de los grandes perjudicados de las crisis financieras del último verano. Tampoco la profesionalidad de los asesinos, que se descolgaron desde el tejado del edificio hasta ganar las estancias de Safra y burlaron todas las medidas de seguridad, invita a la policía monesgasca al optimismo.
Su muerte se produce en el momento en que el banquero había comprometido la venta del Republic National Bank al grupo bancario británico HSBC, cuyas acciones acusaron inmediatamente el golpe en el mercado bursátil londinense.
La operación debía cerrarse el 3 de enero por 10.300 millones de dólares, después de una serie de aplazamientos y negociaciones derivadas de la gigantesca estafa a inversores japoneses en la que está implicada una filial de la Republic National Bank.
Los problemas parecían resueltos, hasta el punto de que la Reserva Federal norteamericana había previsto reunirse pasado mañana para dar el visto bueno a la operación, aprobada el martes por una asamblea general extraordinaria de HSBC.
A sus 67 años, y enfermo de Parkinson, «el hombre misterioso de las finanzas», como le caracterizó el semanario norteamericano Business Week, parecía decidido a retirarse y cerrar la etapa de banquero que inició con 16 años en Milán. Nacido en Beirut, en una familia siria originaria de Alep, el joven banquero mostró desde el principio una habilidad natural para el negocio.
Suya fue la idea de regalar televisores a los buenos impositores que alimentaban su entonces modesta banca. Después entraría también en el mercado del oro y se convertiría en uno de los protagonistas de la banca neoyorquina.
La propia American Express tuvo que tragarse las acusaciones de «blanqueo de dinero sucio» vertidas contra su antiguo presidente y terminó pagando los gastos de la violenta pelea desatada por la conflictiva compra de una sociedad suiza propiedad de Safra.
Ayer, tras mostrarse consternado por el asesinato del banquero, el presidente de HSBC, John Bond, se comprometió a «mantener la tradición bancaria y la integridad que han caracterizado la vida de Edmond», dando por supuesto que la desaparición del banquero no impedirá a su grupo cerrar la compra de la Republic National Bank.
El enfermero de Edmond Safra admite haber provocado el incendio que asfixió al banquero
José Luis Barbería – El País
7 de diciembre de 1999
Ted Maher reconoce ante la policía monegasca que inventó la historia de los dos asaltantes.
El incendio que acabó el viernes con la vida del banquero Edmond Safra y de su enfermera Vivianne Torrente no fue provocado por encapuchados armados profesionales del crimen, especialistas de la mafia rusa, enviados a Mónaco con la orden de matar al dueño de una de las mayores fortunas del planeta.
Como en las novelas del género, el criminal ha resultado ser una supuesta víctima de los muy fantasmales agresores: el enfermero norteamericano Ted Maher, de 41 años, que apareció ante la policía herido de sendos navajazos en el vientre y en un muslo.
Ayer, el fiscal general de Mónaco, Daniel Serdet, anunció que Maher ha terminado por reconocer que fue él quien prendió fuego a las suntuosas estancias del banquero e «imaginó» la historia de los encapuchados que habían irrumpido en el palacio Belle Époque descolgándose por el tejado.
Serdet indicó que el enfermero «simuló una agresión para hacerse pasar por un héroe ante su patrón y contestar los métodos de trabajo que le imponía la jefa de enfermeras». Él mismo se habría herido para dar credibilidad a su agresión.
Además de los médicos y enfermeras del hospital Grace de Mónaco que vigilan la evolución de sus heridas -no muy graves, por lo visto-, Maher cuenta desde el domingo por la noche con la compañía de varios policías. El fiscal le ha comunicado que se encuentra detenido por «homicidio voluntario con resultado de muerte».
Aunque las explicaciones del herido resultan sumamente confusas, las autoridades monegascas acogieron sus confesiones con alivio. No hubo ataque exterior, nada de contrato de asesinato ejecutado por mercenarios capaces de desbaratar las férreas medidas de seguridad, de burlar el exhaustivo dispositivo de vigilancia policial.
El Principado sigue siendo un refugio seguro para los multimillonarios del planeta. El célebre triángulo de oro formado por los palacios Monte-Carlo, Belle Époque y el Casino, donde el metro cuadrado se cotiza a 2,5 millones de pesetas, no tiene razones para inquietarse. En efecto, ninguna policía del mundo puede protegerte contra el atentado doméstico, contra el crimen de los tuyos.
Maher es un enfermero muy peculiar que fue boina verde antes de dedicarse al oficio. En realidad, todo el caso de la muerte de Edmond Safra sigue resultando sumamente extravagante, y no puede decirse que las confesiones del presunto responsable hayan permitido despejar todas las incógnitas.
Según el acusado, el móvil del crimen fue la venganza contra la jefa del equipo de enfermeras de la casa, una mujer de nombre Sonia, con la que «tenía cuentas pendientes que arreglar».
Según el acusado, en ningún momento tuvo intención de atentar contra la vida de su patrón ni contra su compañera Vivianne Torrente, de 38 años, norteamericana de origen filipino. De acuerdo con su declaración, Maher habría prendido fuego a una papelera «para sembrar la alarma» en la casa.
El asunto dista mucho de estar totalmente aclarado, pero al menos la policía ha estrechado en torno al palacio Belle Époque un círculo de sospecha que de otra manera se extendería en torno al imperio de las finanzas y la poderosa red de relaciones construida por el misterioso banquero.
Sin duda, la policía monegasca espera un momento más idóneo para solicitar el testimonio de la familia Safra y volver a la carga con todos aquellos miembros del servicio, desde los guardaespaldas, supuestamente antiguos agentes del Mosad israelí, hasta las enfermeras y criados.
Según la primera versión, facilitada por la viuda, Lyli, de 65 años, y corroborada por su hija, fruto de un matrimonio anterior (Edmond Safra no tenía hijos), el banquero pudo haber salvado la vida si hubiera accedido a desbloquear las puertas blindadas de seguridad cuando se desató el incendio. La esposa del banquero ha indicado que ella misma le pidió por un teléfono portátil que abriera las puertas en el momento en que llegaban los bomberos. Queda la duda de por qué Safra, enfermo de Parkinson, prefirió atrincherarse en el baño.
Homenaje internacional
AFP Ginebra
7 de diciembre de 1999
Un Premio Nobel de la Paz, grandes nombres de las finanzas, un ministro israelí y algunas cabezas coronadas rindieron ayer, en la sinagoga Hekhal Haness de Ginebra, su último homenaje a Edmond Safra, uno de los más poderosos banqueros del planeta, fallecido el pasado viernes en el incendio de su apartamento en Mónaco.
Durante la ceremonia religiosa, en presencia de varios grandes rabinos, incluidos los de Francia, Ginebra e Israel, el escritor Elie Wiesel, muy conmovido, evocó este fin «brutal» y dijo esperar él mismo despertarse después de «una pesadilla».
Entre los presentes estaban el ministro israelí de Asuntos Exteriores, David Lev; el príncipe Saddrudin Agha Khan; el pretendiente al trono de Italia, Victor Manuel, y el modista francés Givenchy.
Al finalizar la ceremonia, se trasladó el cuerpo del difunto al cementerio judío de Veyrier, un barrio de Ginebra, que el financiero consideraba como su «segunda ciudad natal» al haber fundado allí su imperio en los años sesenta.
Los familiares de Safra planearon en un primer momento enterrar al banquero en la ciudad santa de Jerusalén, lo que no se logró organizar pues Safra falleció en la víspera del sabbat.
Condenado a 10 años el responsable de la muerte de un banquero libanés
AFP Mónaco
3 de diciembre de 2002
El enfermero estadounidense Ted Maher fue condenado ayer a 10 años de reclusión por el tribunal criminal de Mónaco por haber provocado el incendio en el que pereció el banquero libanés Edmond Safra y de su enfermera el 3 de diciembre de 1999.
Huye de cárcel de Mónaco asesino de millonario
Reuters
22 de enero de 2003
Un enfermero norteamericano condenado por el asesinato del banquero Edmond Safra, fue capturado en el sur de Francia tras huir de la cárcel durante la noche, dijeron las autoridades.
Ted Maher, un ex «boina verde» oriundo de Auburn, Maine, fue capturado en la localidad vacacional de Niza luego de huir de una cárcel del principado de Mónaco.
Maher había comenzado a cumplir una condena de 10 años de prisión por causar en 1999 un incendio en la vivienda de Safra que provocó también la muerte de otra enfermera del multimillonario, Vivian Torrente.
Maher habría huido durante la noche de su cárcel en Mónaco junto con otro preso, tras aserrar los barrotes de su celda, dijo la policía.
Safra, de 67 años, propietario del Banco Republic National, de Nueva York, sufría del Mal de Parkinson y requería constante atención. El salario de Maher era de 600 dólares diarios.
Durante el proceso, Maher confesó haber causado el incendio. Según dijo, el incendio formó parte de un extraño plan para congraciarse con Safra, que murió el 3 de diciembre de 1999 en su apartamento de Mónaco.
Durante su testimonio, Maher dijo que inició el fuego en un pequeño cesto de papel. Su intención era accionar la alarma de incendio, conseguir ayuda, y de esa manera posar como un héroe ante Safra.
Detenido en Francia el asesino de un multimillonario que se había fugado anoche
El País
22 de enero de 2003
Ted Maher cumplía diez años de condena por matar al banquero Edmond Safra y a su enfermera.
La policía francesa ha detenido en un hotel de Niza al enfermero estadounidense Ted Maher que se había fugado la pasada noche de una cárcel de Mónaco. Maher había sido condenado el pasado diciembre a diez años de prisión por el incendio que mató al banquero multimillonario de origen libanés Edmond Safra.
La ausencia de Maher, que se evadió junto a otro reo condenado por atraco y que aún permanece huido, ha sido detectada esta mañana por el personal de la prisión, según han informado fuentes judiciales del Principado. Los primeros indicios de la investigación apuntan a que ambos serraron los barrotes de su celda común.
Maher, fue considerado responsable exclusivo de la muerte de Safra y de su enfermera Vivian Torrente en 1999. Además había sido condenado también a pagar las reparaciones del apartamento de Safra, por más de 79.000 euros. Safra, fundador del Republic National Bank de Nueva York, era uno de los hombres más ricos del mundo.
Durante el juicio, Maher aseguró que nunca quiso causar daño alguno a Safra, y que sólo buscaba quedar ante él como un héroe al salvarle del ataque de dos personas armadas que le querían asesinar. De hecho, para simular el ataque por él inventado, el enfermero se lesionó con un cuchillo.
Las contradicciones echaron por tierra esta historia y tres días después del suceso, ocurrido el 3 de diciembre de 1999, Maher admitió que prendió fuego a una papelera en el apartamento monegasco del banquero, de 67 años y enfermo de Parkinson.
Al declararse el incendio, el millonario y su enfermera se refugiaron en un cuarto de baño, donde los bomberos, que tuvieron que superar las sofisticadas medidas de seguridad de la vivienda, les encontraron asfixiados.
Edmond Safra y los orígenes de la lista Falciani en España
Nacho Cardero – Blogs.elconfidencial.com
13 de febrero de 2015
El banquero Edmond Safra falleció el 3 de diciembre de 1999 en extrañas circunstancias. Murió en Monte Carlo, en su ático del palacio Belle Époque.
El banquero Edmond Safra falleció el 3 de diciembre de 1999 en extrañas circunstancias. Murió en Monte Carlo, en su ático del palacio Belle Époque, joya arquitectónica valorada en cerca de 250 millones de euros. Un incendio provocado acabó con su vida. Safra y su asistenta trataron de evitar el fuego encerrándose en una habitación blindada. Ambos murieron asfixiados. Su esposa Lily y su hija corrieron mejor suerte.
Aunque la Fiscalía de Mónaco apuntó en un principio a las mafias rusas, finalmente el único condenado fue un enfermero, el estadounidense Ted Maher, al que sentenciaron a 10 años de prisión. Más tarde, Maher negaría la autoría del incendio e insistiría en que su confesión había sido arrancada bajo presiones.
El banquero tenía más de dos millones de clientes en el mundo. Muchos de ellos pertenecientes a la élite internacional. Muchos de ellos, españoles. Muchos de estos nombres son los que aparecen hoy en la lista Falciani.
La actividad de Edmond Safra (1932-1999), judío sefardí bautizado como Mistery Man por Business Week, comenzó en el triángulo comprendido entre Beirut –de donde era oriundo–, Tánger y Ginebra.
Procedente de una familia que había hecho fortuna financiando caravanas de camellos y traficando con oro, montó su primer banco en los años cincuenta, el Trade Development Bank (TDB), que luego vendió a American Express. La operación no estuvo exenta de problemas y la entidad norteamericana terminó acusando al financiero de blanquear dinero y estar involucrado en el escándalo Irán-Contra, afirmaciones que a la postre resultarían falsas.
Safra se centró entonces en otra de sus entidades, el Republic National Bank de Nueva York, un gigante de las finanzas con sede en Ginebra que comenzó con el menudeo del retail en Estados Unidos y acabó expandiéndose con un ambicioso entramado internacional en el que se incluía España.
Safra era un viejo conocido en nuestro país. Lo fue desde el principio, desde que eligió el norte de Marruecos como una de sus bases de operaciones. No resultaba difícil verle sentado a la mesa un día con Emilio Botín y al siguiente con Vilarasau y Fainé.
Los banqueros españoles lo tenían en alta estima y lo consideraban, por su perfil conservador, como un Luis Valls Taberner del Internacional. Con este pedigrí, consiguió arrastrar a grandes familias nacionales y a un nutrido grupo de la comunidad judía tales que Maxín, Toledano o Hatchwell, según desvela la investigación llevada a cabo por El Confidencial y laSexta junto a un consorcio de medios internacionales liderado por Le Monde y el ICIJ.
Algunos abrieron cuenta en Suiza para evitar pagar impuestos; otros, simplemente, lo hicieron por una cuestión de supervivencia. Era el caso del capital judío que, después de la Segunda Guerra Mundial, buscaba más la protección que la rentabilidad.
El banquero libanés, cansado y enfermo de párkinson, decidió en 1999 vender el Republic National Bank al HSBC por 10.300 millones de dólares. Como si el destino estuviera escrito de antemano, Safra falleció apenas unos días antes de que se cerrara la operación, prevista para enero de 2000.
Su asesinato, además de convulsionar los mentideros financieros, hizo que la venta de la entidad se llevara a cabo sin el tutelaje del alma máter y dejando muchos cabos sueltos. Esto provocó que los clientes de Safra, cuyos números de cuenta parecían estar registrados únicamente en la mente del multimillonario, vieran peligrar su anonimato con tan luctuoso acontecimiento.
Safra no montaba estructuras locales. Tampoco en España. Al contrario que el HSBC, cuyas filiales estaban perfectamente comunicadas unas con otras y funcionaban como un engrasado reloj suizo –nunca mejor dicho–, lo del banquero libanés era un cartapacio virtual del que pocos tenían constancia.
Al culminar la compra del Republic, la entidad británica conectó estos «clientes escondidos» con sus miles de oficinas repartidas por el mundo y el entramado salió al descubierto. Después llegó Hervé Falciani y se los llevó en una lista.
En una conversación de El Confidencial con el abogado Jorge Trías Sagnier, este ponía negro sobre blanco el barullo producido tras la fusión y reconocía que, hasta que no vio su nombre en la lista Falciani, desconocía que hubiera tenido cuenta en el HSBC: «Llamé al banco en busca de una explicación porque yo jamás he abierto cuenta alguna en las oficinas del HSBC. Sí la tuve en Republic National Bank of New York, sucursal de Ginebra, que fue vendido por su propietario Edmond Safra –al que conocí– a HSBC en 1999, cuando yo ya no tenía relación alguna con esa entidad. Abrí esa cuenta para poder percibir unos honorarios profesionales, 30.000 euros, que fueron traídos y declarados oportunamente en España».
Decir que el listado se nutre únicamente de los clientes de Safra sería una conclusión demasiado simplista, además de falsa. Aparte de la comunidad judía y de los vips del multimillonario libanés, al HSBC también acudieron fortunas patrias en busca de una fórmula para proteger su capital de la inestabilidad y la devaluación de la peseta y, sobre todo, para ahorrarse impuestos.
A finales de los ochenta, los noventa y primera década del siglo XXI, años de pelotazos y corrupción, otros protagonistas de dudosa reputación trataron de levantar puentes con la suiza HSBC para ocultar lo que no querían que nadie viese: millones de euros camuflados bajo el manto de negocios legales e inversiones lucrativas.
Incluso hoy, ya destapado el escándalo, los representantes del mundo del dinero se muestran permisivos y se interesan por la «maléfica» lista en un tono condescendiente, no tanto para evitar que salga su nombre sino al contrario, preocupados por que no aparezca. Si no estás en la lista Falciani, deben pensar, no eres nadie.
La Hacienda española se ha valido de todo el arsenal que tenía a su alcance para «invitar» a regularizar a los evasores: burofaxes, cartas y llamadas telefónicas a oficinas y casas particulares. Si la mujer abría inocentemente la puerta al «cartero», cogía el sobre que estaba a nombre de su marido y estampaba la firma preceptiva pensando que se trataba de una tarjeta de puntos o del catálogo de una subasta de joyas, ya no había vuelta atrás.
Los «anónimos» evasores quedaban atrapados y el fisco se les echaba encima como tigres de bengala. La lista Falciani ha provocado auténticos dramas familiares, de herencias que, para no aflorar lo que no estaba bien visto, decidieron permanecer en los cajones de Ginebra.
Así hasta que Hacienda se hizo con el dosier y se desataron las hostilidades. Todo valía. Como en la guerra, los inspectores premiaban incluso la delación entre miembros de la propia familia para recuperar el dinero sustraído a las arcas del Estado.
La lista Falciani es algo más que una lista de evasores con cuenta en Suiza, más que una solitaria campaña de Hacienda para cazar defraudadores. La lista Falciani es el retrato de Dorian Gray de esa sociedad española de moral laxa que se creía impune.
Lo fue hasta que estalló la Gran Crisis de 2008, hito necesario para contextualizar lo sucedido y entenderlo en su verdadera dimensión. La lista Falciani es la lista de una España en recesión, de compañías en quiebra y corrupción, de esa España que se ocultaba entre cortinas, y presumía de ello.