El caso Susana Ruiz

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Susana Ruiz
  • Clasificación: Crimen sin resolver
  • Características: Tenía los pantalones y las bragas bajadas pero no había sido violentada sexualmente
  • Número de víctimas: 1
  • Fecha del crimen: 9 de enero de 1993
  • Perfil de la víctima: Susana Ruiz, de 16 años
  • Método del crimen: El avanzado estado de descomposición impidió determinar la causa del fallecimiento
  • Lugar: Madrid, España
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El caso Susana Ruiz – Un misterio sin aclarar

Arturo Luna Briceño

El 9 de enero de 1993 había luna llena. La influencia de la luna en los desaparecidos es algo que deberíamos tener en cuenta. En los días de Plenilunio se producen más desapariciones que en los otros. Al igual que sucede en los movimientos de las mareas, el magnetismo lunar parece influir en las decisiones de perderse o en la adopción de actitudes agresivas.

Susana Ruiz vivía en el Instituto de Formación Profesional de Las Musas, donde su padre es conserje. A Susana, como a la mayoría de sus compañeros, a sus dieciséis años le gustaba pertenecer o seguir la filosofía de una tribu urbana.

Catalogarla de acuerdo con sus gustos musicales y su forma de vestir era fácil. Pertenecía a la tribu de los seguidores del rock duro y disfrutaba yendo el domingo por la mañana al Rastro para juntarse con los grupos de ocupas. Nada extraño en una ciudad como Madrid, donde los jóvenes gustan de exhibir sus inclinaciones y aficiones en su forma de vestir.

Aquella tarde pidió permiso a su padre para asistir a un concierto de rock duro que se celebraba en la Sala Argenta, y su progenitor la dejó salir hasta las tres de la madrugada.

Al otro lado de la autopista de circunvalación M-40 se encuentra Coslada, una ciudad-dormitorio con 75.000 habitantes procedentes en su gran mayoría de la inmigración. Ciudad obrera, los fines de semana se convierte en lugar de cita de gentes que viven en poblaciones cercanas de menores dimensiones. Las tribus urbanas tienen sede y local en esta población, donde la vida se realiza, con cierto ritmo frenético, las noches de fin de semana.

Cecilio cumplía ese día veintiún años y su panda le quiso dar una fiesta. José, su hermano Raúl, Fernando, César y la novia de éste eran los componentes de la pandilla. Decidieron comprar cerveza, Coca-Cola y vino tinto y marcharse a una casa abandonada que se encontraba situada junto a unas minas de sepiolita en el camino viejo de Coslada a San Blas.

Antes de dirigirse hacia la citada casa decidieron ir a Las Musas para estar un rato con los colegas de ese barrio. Allí se encontraron con Susana, a la que conocía José de haberla acompañado algunos domingos en sus visitas al Rastro.

En un principio todos estaban dispuestos a ir al concierto de la Sala Argenta, pero la maltrecho economía que les había dejado la compra de bebidas obligó al grupo de Coslada a celebrar la fiesta exclusivamente en la casa del descampado. Susana aceptó la invitación del grupo y se marchó con ellos.

La fiesta consistía en beber y oír música en torno a un fuego que prendieron delante de la fachada. Así estuvieron hasta las dos de la mañana, hora en que César hubo de llevar a su novia a casa. Volvió de nuevo a la fiesta, y a las tres de la mañana Susana dijo que tenía que volver. Los chicos se excusaron diciendo que estaban demasiado pasados de bebida como para acompañarla, y Susana decidió irse andando campo a través. El grupo le informó de que, por el descampado, apenas había un kilómetro de distancia desde donde estaban a su casa. Susana, chica valiente no se lo pensó y se marchó andando camino de Las Musas, orientándose por las luces de los bloques que rodean al Instituto de Formación Profesional.

Desde ese momento, nada más se supo de ella.

Después de una larga noche de espera, Angel Ruiz inició la búsqueda de su hija. Buscó a los chicos de Coslada, pero éstos se habían marchado a una carrera de motos en Paracuellos del Jarama y no regresaron hasta bien entrada la tarde. Al enterarse de la desaparición, se mostraron muy confundidos, y nadie atinaba a dar una explicación lógica al suceso. ¿Dónde estaba Susana?

Se procedió a rastrear el descampado, e incluso el padre lo recorrió con sus perros.

Al día siguiente, el lunes, el instituto en pleno volvió a dar otra batida por la zona sin obtener resultado alguno, y posteriormente se realizó otro ojeo destinado a ser grabado por las cámaras del programa. En ninguna de estas operaciones se logró encontrar ningún rastro, ninguna pista.

Tomás Arribas, un instalador de aire acondicionado que cursó estudios en el Instituto de F. P. de Las Musas, amigo de la familia y que conocía a Susana desde los cuatro años, la vio el lunes día 11 por la mañana en el barrio de Simancas, le hizo un gesto con la mano desde lejos y ella le devolvió el saludo con un movimiento de cabeza.

La aportación de este dato daba un giro de ciento ochenta grados a la búsqueda. Susana estaba viva, y si se tenía en cuenta el relato del testigo, se trataba de una fuga voluntaria. Se emitió el reportaje de su primera búsqueda el miércoles siguiente, y desde el restaurante El Rincón de la Paella, muy cerca de San Blas, comunicaron haberla visto acompañada de unos chicos y chicas. Los camareros que estaban viendo en ese momento el programa se percataron de que la cara de la foto que en esos instantes estaba mostrando la televisión era la de una persona que se encontraba en la puerta del local intentando hacer una llamada de teléfono.

Comenzaron a señalarla y mirarla, y el grupo de jóvenes, al percibir esta actitud, salió corriendo y se subió a una furgoneta Ford Transit de color rojo con matrícula de Soria. Desde entonces no hubo ni una sola pista más de la presencia de Susana.

Desde que ocurrieron los hechos, Angel Ruiz, el padre de la chica, no paró ni un momento de buscar a su hija. Cada rato que tenía libre se marchaba a comprobar cualquier pista que le llegara, por muy improbable que fuera. Cogía sus perros y, acompañado unas veces de su cuñado y otras de su mujer y sus otros hijos, recorría una y otra vez el descampado de Coslada en busca de un rastro o de algo que demostrara la presencia de su hija en aquel lugar.

Los días pasaban y la angustia crecía. Nosotros emitíamos la foto cada semana en busca de alguna pista. Los locales y portales de toda la zona mostraban una foto de Susana en la que se indicaban los datos identificativos de la chica. Pero nadie sabía nada y nadie había visto nada.

Los compañeros de la fiesta y el testigo que la vio estaban herméticamente aislados y protegidos por la Policía para que no accedieran a los medios de comunicación, cosa bastante inusual en un caso de desaparición. Esto demostraba que las investigaciones sobre el caso se llevaban con sigilo. ¿Dónde estaba Susana? ¿Quién sabía algo de lo ocurrido? Otro caso más de una persona que parecía haber sido tragada por la tierra.

¿Qué fue de aquella chica?

Angel no cejaba en su afán de encontrar a su hija. No daba su brazo a torcer y seguía buscando. Cualquier llamada que recibía, cualquier sospecha de que había sido vista, por muy poco de fiar que fuera, era comprobada inmediatamente por este hombre que no perdía la esperanza de encontrarla con vida.

El camino que por lógica debía haber recorrido Susana desde la vieja casa abandonada hasta su casa de Las Musas era una línea recta que sólo era cortada por el muro insalvable de la M-40. Angel estaba obsesionado con el descampado. No era posible que en un lugar despoblado, donde no se encuentra un solo árbol entre los viejos caminos de la Mesta rodeados de escombros y cascotes depositados de manera ilegal, se pudiera perder nadie. Y menos cuando se podía percibir que aquellos depósitos de materiales de derribo eran antiguos.

Angel revisaba una y otra vez los vericuetos de los caminos y las veredas que accedían a las minas o iban a desembocar a la casa abandonada donde se hizo la fiesta.

Observaba si había tierra removida. No quería, no debía dejar nada sin mirar a conciencia.

Los compañeros de la fiesta se reafirmaban en sus declaraciones. Mantenían que Susana se marchó campo a través al filo de las tres de la madrugada. La Policía, con la prudente cautela que se tiene cuando sólo hay sospechas y no aparece el cuerpo del delito, vigilaba de cerca a los componentes del grupo de ocupas que aquella noche, por motivos económicos, decidieron montar una fiesta en la casa abandonada.

Jueves trágico

Las minas de sepiolita, mineral también conocido como espuma de mar, se encuentran situadas entre Coslada, San Blas y Vallecas. Este silicato de magnesio tiene la propiedad de absorber los olores, y por eso su máxima aplicación es la de la tierra que se pone en cajas para que los animales domésticos hagan sus necesidades dentro del hogar. Estas minas son unas de las más grandes del mundo, y entre ellas se mueven enormes camiones de más de setenta toneladas de carga que se dedican a trasladar tierra de un lado para otro. Para evitar rodeos, el encargado de la obra había decidido limpiar un viejo camino en desuso con un tractor oruga. Cuando éste se encontraba en un cruce de caminos, hubo de orillarse para dejar paso a un camión. Con su pala tocó una viga que se desprendió y dejó al descubierto una de las botas militares que calzaba Susana.

Por estos descampados suelen merodear gentes de diferentes clases: ancianos que gustan de ver cómo trabaja la maquinaria de las minas, andarines, corredores, buscadores de chatarra, todo un tropel de ciudadanos hartos del cemento y el asfalto que buscan en los espacios abiertos la libertad que la ciudad-dormitorio les roba. Uno de ellos fue el que descubrió el cuerpo. Se lo dijo al conductor de la máquina y éste bajó y comprobó que se trataba de un cadáver.

Desde la oficina de la mina se dio aviso a la Policía, que no tardó en llegar al lugar. Debajo de un panel de muro de cemento, cubierto con un plástico negro y una columna triangular de metro y medio de larga, que fue la que desplazó la máquina, estaba el cuerpo sin vida de la joven de Las Musas.

A estas alturas aún no se conoce el paradero del merodeador, a pesar de haber sido buscado por la Policía.

Nadie encontraba una explicación lógica para justificar que después de tantas batidas por el lugar no se hubiera localizado antes el cuerpo inerte de Susana.

Un misterio se estaba cerniendo en torno al hallazgo.

La autopsia fue muy lenta e incompleta. Al escribirse estas líneas, una segunda operación forense con un extenso análisis de las vísceras no ha terminado de hacerse.

Ningún signo que delatara violencia se encontró en el cuerpo de la joven, que a pesar de tener los pantalones y las bragas bajadas no había sido violentada sexualmente. ¿Qué le provocó la muerte? Como ocurre siempre en estos casos, a la falta de información se le echa un cuarto de imaginación.

Las hipótesis escuchadas por uno u otro sitio se daban por ciertas, y desde la asfixia mecánica hasta la muerte natural, se contemplaba todo un abanico de causas posibles.

Los ocupas

En el programa se apostó por una Susana que aparecería viva. Por este motivo, cuando se recibió en el contestador la llamada de una chica que afirmaba ser Susana y encontrarse bien, se decidió pasársela a los padres para que procedieran a identificar la voz. Las comprobaciones que se hicieron e incluso los familiares indicaron, aun con ciertas reservas, que podría ser su auténtica voz. De nuevo, como ocurrió en el caso de Alcácer, las adolescentes utilizaban los contestadores automáticos para dar rienda suelta a unas malsanas fantasías sin calibrar el daño que podían hacer.

Tomás, el testigo y vecino de la familia que conocía a Susana desde que ésta tenía cuatro años, se acercó de nuevo al instituto para ratificar su declaración al padre de Susana: «Angel, yo me reafirmo en lo que te dije. A Susana la vi en Simancas tres días después de su desaparición, la saludé con la mano y ella me respondió con un movimiento de cabeza.»

Hasta ese momento, nosotros no habíamos entrevistado a ningún testigo. El retraso se debía al hermetismo de la Policía y a la reticencia que mostraban los padres de la chica a que accediéramos a ellos.

Filtrando el censo de vecinos de Coslada tratábamos de localizar a alguien que cumpliera años el día 9 de enero, y así encontramos a Cecilio, que celebró su veintiún cumpleaños ese día. Por medio de él nos comunicamos con sus amigos, los hermanos José y Raúl, y supimos que César y su novia también eran vecinos de Coslada y que Fernando, el último invitado, vivía en el barrio de San Blas.

Cuando me encontraba frente al portal de la vivienda de los hermanos Raúl y José, esperando a que llegara la hora de la cita, un motorista se paró delante de mí. Llevaba un casco rojo que había rematado con un penacho, que no era otra cosa que el mocho de un cepillo de barrer de plástico. Mi instinto me dijo que era uno de ellos, y efectivamente se trataba de Raúl. Subí con él a su casa, donde ya estaba su hermano.

José es un chico fuerte que trabaja de pocero. Habla un idioma mitad cheli, mitad castizo, aunque se expresa fluidamente. Se quejaba de lo publicado en torno al caso.

«Yo nunca he sido novio de Susana, ni siquiera he tenido rollo con ella. Nos conocíamos de ir los domingos al Rastro y de vernos en San Blas, pero de ahí a afirmar lo que se ha escrito hay mucho trecho.»

Todos ellos contaron la misma versión de los hechos. Habían ido a la casa porque les gustaba, tenían previsto «ocuparla», arreglarla un poco y vivir allí. La mala conciencia que se aprecia en las gentes que ocultan algo no asomaba en estos muchachos. Sólo se lamentaban de haber estado demasiado borrachos para acompañar a la chica a su casa.

Dos días antes de que mantuviéramos la entrevista la Policía los había tenido durante nueve horas reconstruyendo en la casa abandonada lo que habían hecho aquella noche. Se prestaron a ello resignadamente, pero, a pesar de las muchas molestias que les estaban causando y que iban a tener que seguir soportando, les daba lo mismo, porque tenían la conciencia tranquila.

Tomás fue más difícil de localizar. Este joven, que decía haber visto a Susana con vida el lunes posterior a su desaparición, era un testigo a quien la Policía tenía en cuenta. Su testimonio daba al caso un giro que lo cubría de misterio.

Si Tomás estaba en lo cierto y realmente vio a Susana tres días después, ¿cómo apareció el cadáver allí?

En un mesón cercano a su casa celebramos la entrevista. Acababa de llegar de Oviedo, donde le había salido un trabajo. Se reafirmaba en sus declaraciones y así lo dijo ante la cámara.

Se prepara un misterio

La gran nevada caída por esos días en el norte de España dejó inaccesibles los caminos que conducían a Palacios de la Sierra. Por expreso deseo de sus padres, los restos mortales de Susana descansarían para siempre en este pueblo burgalés de la comarca de los Pinares.

Angel Ruiz, entre la rabia y el dolor, asistía atónito a todo cuanto se estaba publicando sobre la muerte de su hija. No entendía que se dijera que había fallecido por causas naturales, y le indignaba que se insinuara que había sido por fumar porros y beber vino con Coca-Cola. Aquello era más un disparate que otra cosa. Además, el cadáver apareció semienterrado, y una persona que se detiene para hacer sus necesidades no queda cubierta por plásticos, tierra y una viga. Si las cosas hubieran sucedido tal y como se estaban exponiendo, él podría haberlo descubierto días atrás en cualquiera de las muchas batidas que realizó por la zona con los perros.

La Policía revisó una y otra vez el material que habíamos grabado en las batidas. Trataban de encontrar alguna diferencia entre los escombros ilegales grabados el lunes 14 de enero y las imágenes tomadas el día de la aparición del cadáver de la joven. Nada había variado en el lugar, y curiosamente en los planos en que se veía a los compañeros del instituto de Las Musas buscando a Susana, aquéllos caminaban y miraban por el lugar donde apareció la chica.

Todos los indicios apuntaban a que Susana murió en otro lugar y alguien la depositó allí posteriormente.

Una zona poco tranquila

El hecho de que hubiera un intenso tráfico de camiones moviendo tierra de un lado a otro de las minas, la presencia de corredores aficionados, mirones y merodeadores, y, sobre todo, la existencia de una chabola a menos de cincuenta metros del punto donde apareció el cuerpo de Susana, cuyos habitantes poseen varios perros que bien pudieron barruntar la agonía de una persona aquella noche, daban unos tintes más misteriosos aún a este suceso.

Todo indica que la chica no estuvo enterrada allí desde un principio. Así lo cree su padre, que espera la autopsia y una aclaración de la muerte de su hija, y así lo creemos todos los que hemos estado ligados a la investigación del caso.

Los compañeros de la fiesta creen que alguien les quiere cargar el muerto, y dicen sin pudor que si ellos lo hubieran hecho, conociendo tan bien la zona como la conocen, no la habrían dejado allí. La hubieran enterrado en cualquier derramadero de la mina, donde se vierten diariamente cientos de toneladas de tierra. Por eso, mantienen la creencia de que nadie que conociera el terreno fue autor de este hecho. Teniendo en cuenta la publicidad que se dio al escenario de los hechos, alguien pudo llevar el cadáver allí con la idea de que la muerte se les achacara a los asistentes a la fiesta.

La hipótesis de que la muchacha sufriera un desvanecimiento y posteriormente un camión depositara sobre ella escombros ilegales no es muy creíble, considerando la ausencia de roturas de huesos en el cadáver, y magulladuras que sin duda se hubieran producido como consecuencia de los cascotes y materiales vertidos.

Se espera que los análisis de las vísceras arrojen alguna luz sobre este suceso. También sería importante determinar con precisión la hora en que Susana falleció. Mientras las piezas de este complicado rompecabezas no encajen, la muerte de Susana seguirá siendo un misterio.

A la sepiolita, que absorbe los olores, se la culpa de no haberse detectado el cadáver en descomposición, pero esta deducción no se ajusta a la verdad. La última tarde que estuvimos grabando en la zona había una oveja muerta que desprendía un tremendo olor, y se encontraba más cerca de la mina de lo que estuvo el cuerpo de Susana.

La familia y sus amigos, a pesar de que el cadáver no mostró signos visibles de violencia, no creen en la posibilidad de una muerte natural. El padre, desde la justa indignación de un hombre que no ha parado de buscar a su hija, clama justicia y pide que resplandezca la verdad. Por esta causa, no admite las versiones viciadas que sobre la muerte de su hija se están divulgando interesadamente.

Susana, la niña que se perdió una noche aciaga de enero bajo un cielo de plenilunio, va a entrar en la historia trágica de España como uno de sus más grandes misterios.


Las dos muertes de Susana Ruiz

José Antonio Hernández y Jan Martínez Ahrens – Elpais.com

11 de junio de 1995

Versiones enfrentadas de la familia y la policía sobre el fallecimiento de la joven de San Blas.

El 25 de febrero de 1993, un obrero descubrió bajo unos cascotes, en un descampado de Vicálvaro, el cadáver de Susana Ruiz, de 16 años, desaparecida la madrugada del 9 de enero. La última vez que la vieron con vida salía de un cercano caserón donde un grupo de jóvenes celebraba una fiesta de cumpleaños.

El hallazgo del cuerpo, poco después del asesinato de las tres niñas de Alcàsser, Valencia, alimentó la especulación. En los meses siguientes, la juez y la policía descartaron el homicidio y consideraron que Susana Ruiz murió sin violencia. La familia, en cambio, sostiene que la muchacha pudo ser estrangulada y considera que la investigación ha sido insuficiente y presenta muchas lagunas. Dos años y medio después de la muerte, y iras la reciente confesión de un rapado que la atribuye a un grupo neonazi, ambas partes mantienen posturas enfrentadas en puntos claves. Éstas son sus principales divergencias.

Muerte

Familia. La autopsia no permite precisar la fecha exacta de la muerte, e indica que existen signos de violencia en el cadáver, como el diente y la nuez rotos. El avanzado estado de descomposición ha impedido determinar la causa del fallecimiento. La autopsia no dice ni blanco ni negro, y abre muchas incógnitas. La parada cardiaca aludida por los forenses como causa tampoco explica nada: todo el mundo fallece por esta causa. Susana fue estrangulada y después arrastrada hasta el lugar del descampado donde fue hallado el cuerpo. La enterraron.

Policía. La autopsia no descubrió signos de violencia en el cadáver. Señala, en cambio, que la muerte sobrevino de una parada cardiaca en la que pudo influir un edema de pulmón, el frío y la posible ingesta de sustancias tóxicas. Estas causas, según los forenses, son «las más cercanas a lo que pudo ocurrir». En esta línea, el fallecimiento le sobrevino a Susana cuando, al volver de la fiesta, se apartó del camino, posiblemente por un. malestar con efecto estomacal -había bebido- Una vez en cuclillas, con los pantalones y las bragas bajados, sufrió, la parada. El cadáver seguía en la misma postura cuando fue descubierto. No fue enterrada al morir. Los cascotes le cayeron por acción de un camión que recogía escombros.

Itinerario

Familia. Susana pidió permiso a su padre, portero en el instituto de Las Musas, donde ella vivía, para salir la noche del 9 de febrero. Se marchó con sus amigos a celebrar un cumpleaños en un caserón situado en un descampado de Vicálvaro, a unos dos kilómetros de su casa. Sobre las tres de la madrugada abandonó sola el lugar. Es extraño que no utilizase el camino más corto y lógico para ir desde el caserón a su casa. Sobre el terreno, se puede demostrar que es imposible que, sola y a las tres de la madrugada, eligiese una ruta totalmente impracticable, con terraplenes y desniveles insalvables.

Policía. Tras varias horas de fiesta, la muchacha comentó a sus amigos que tenía que regresar a casa, donde la esperaba impaciente su padre. Salió sola y con prisa. Siguió el recorrido habitual de los chavales (uno por uno, se han reconstruido los pasos dados, desde la tarde hasta la madrugada, por cada asistente a la fiesta). Susana anduvo, como otras veces, campo a través, en dirección a Las Musas, hasta llegar a un camino que cruzaba la M-40. A 400 metros del caserón, antes de alcanzar la autopista, la joven se apartó del camino por el citado malestar o para hacer sus necesidades. Se introdujo entre los escombros para evitar ser vista al bajarse los pantalones. Allí sufrió la parada cardiaca.

Diente y nuez

Familia. Cuando Susana se marchó de casa para ir a la fiesta no tenía ningún diente roto. Hay fotografias que lo demuestran. La fractura se produjo por una avulsión [arrancamiento traumático, indica la autopsia] de la pieza, de arriba abajo y de den tro hacia afuera. Al ser de dentro afuera, no pudo producirse por una caída, sino inevitablemente por la presión de una tercera persona. Además, la nuez de Susana apareció rota. La autopsia no concreta si la fractura se produjo antes o después de la muerte ni da una explicación convincente.

Policía. Cuando Susana estaba en cuclillas, sufrió el ataque y cayó de bruces. Su rostro se estrelló contra un bloque de hormigón. Este choque aflojó el diente. La caída de la pieza den tal se produjo durante la putrefacción, en parte por la presión ejercida por el peso del cuerpo y el maxilar inferior. Así se explica que el diente saliese, como señala la autopsia, «de dentro afuera» -algo, por lo demás, muy difícil de explicar con un golpe- Otra prueba reside en la marca que dejó el rostro sobre el hormigón -fueron 45 días de presión. Es cierto que la nuez sufrió un golpe, pero no se rompió. Ocurrió, según afirma la autopsia, después del fallecimiento. Mucho después. La nuez (hioides) se desprendió a causa de la manipulación del cadáver -durante su levantamiento o en el Instituto Anatómico Forense- El resultado fue un mero traumatismo, No hubo estrangulamiento.

Drogas

Familia. Dado el avanzado estado de putrefacción de la sangre, la autopsia no ha podido precisar si Susana consumió esa noche hachís. Los análisis practicados, según reconocen los propios forenses, son incompletos y no representativos.

Policía. Algunos asistentes a la fiesta afirmaron que Susana bebió alcohol y fumó porros. La autopsia no lo prueba ni lo considera causa de muerte.

Violación

Familia. Los pantalones y las bragas bajados, así como la postura en que quedó el cuerpo en el suelo, apuntan que pudo ser objeto de una agresión sexual. La autopsia no ha podido determinar si fue o no violada. «No se puede ser categórico respecto a la ausencia de líquido seminal» en el cuerpo, dicen los forenses.

Policía. No hubo violación. Ni hay rastros de semen ni de violencia que la justifiquen. La postura en que fue hallado cadáver, en cuclillas, muestra que se paró a hacer sus necesidades, lo que explica las bragas y los pantalones bajados.

Amigos

Familia. Existen múltiples contradicciones en los testimonios de los amigos de Susana sobre lo que ocurrió en la fiesta. Por ejemplo, la hora de la salida de Susana. No se ha practicado ningún careo para despejar las divergencias. Tampoco se ha tomado declaración a las personas que prepararon la fiesta en la casa abandonada para el cumpleaños. Algunas de estas personas no asistieron a la fiesta. ¿Qué interés tenían en preparar el festejo si luego no acudieron? Un amigo de Susana declaró haberla visto con vida después de que oficialmente se la diese por muerta.

Policía. Pese a que se trata de una muerte natural, el caso ha sido investigado como un homicidio. Todos los asistentes han sido interrogados. Se han reconstruido sus pasos de aquel día. Incluso se han pinchado teléfonos. No hay pruebas contra nadie, ni móvil, ni homicida.


Caso Susana Ruiz – Susana fue asesinada por dos hijos de personas relevantes, según, el testigo

José Antonio Hernández – Elpais.com

17 de enero de 1996

El preso Antonio Moreno, cabeza rapada, también atribuye el crimen a Bases Autónomas.

«En el caserón donde se celebró la fiesta hubo mucha gente», según las diligencias.

El preso dice que Susana fue golpeada con una piedra en la cabeza y estrangulada.

Susana Ruiz, de 16 años, fue asesinada en enero de 1993 por dos miembros del grupo ultraderechista Bases Autónomas, ambos hijos de personas relevantes, según testificó Antonio Moreno, recluso de la prisión de Guadalajara. Este preso señaló el lunes ante la juez Ana Ferrer, instructora del caso de Susana Ruiz, que él presenció el crimen y que hasta ahora ha callado por miedo a represalias, según fuentes de la investigación.

Ése fue precisamente el motivo por el que otro ex cabeza rapada, José Alberto Zamorano Orellana, huyó de su casa en noviembre de 1994 tras dejar grabada una cinta que debía entregarse a la policía en caso de que le ocurriera algo. Esa grabación, según se supo en mayo. de 1995, atribuía la muerte de Susana -como ahora lo hace el testimonio de Moreno- a ultraderechistas del grupo Bases Autónomas.

Moreno, de 22 años, no oculta su condición de ex cabeza rapada del grupo Bases Autónomas. Lo ha dicho a sus compañeros de prisión e incluso lo confesó el lunes ante la juez Ana Ferrer. Moreno cumple condena de un año de prisión por robo, pena que está próxima a expirar; es madrileño y vive por la zona de la carretera de Barcelona (próxima a San Blas, donde se celebró la fiesta).

El testigo eludió facilitar a la juez los nombres de las dos personas que asegura que vio cómo mataban a Susana. Interrogado para que facilitase sus nombres, se limitó a decir que estaba amenazado de muerte y que tenía miedo. El grupo ultraderechista Bases Autónomas está integrado por personas muy peligrosas que siempre cumplen sus amenazas, aseguró el testigo.

Por otro lado, Efe informó ayer que Moreno, al ser preguntado por los nombres de los autores del crimen, indicó que le sonaban «algunos motes» de personas vinculadas al caso. La agencia añadió, citando fuentes jurídicas, que el recluso contó a la juez qué Susana había sido estrangulada; y que la magistrada no otorgaba «excesiva credibilidad» a su relato.

Contradicciones

El mismo día en fue hallado el cadáver, el 25 de febrero de 1993, fuentes policiales informaron a este periódico de que Susana presentaba un golpe en la cabeza, «posiblemente con una piedra», aventuraron. Esta circunstancia, también constatada en la autopsia, se ha atribuido al posible hundimiento de parte de la cabeza debido al prolongado contacto del cuerpo con algún objeto.

En la fiesta de cumpleaños en la que se vio a Susana por última vez (celebrada en la noche del 9 de enero de 1993 en un caserón abandonado de San Blas) hubo más personas de las seis que se han dicho. «Fue mucha más gente la que se acercó aquel día al lugar, por uno u otro motivo», según fuentes de la investigación. «Hubo gente, por ejemplo, que estuvo por la mañana acondicionando el caserón para la fiesta, y que luego no acudió a ella, y otras que sólo acudieron por la noche», agregan.

Dos de los seis muchachos que estuvieron presentes en la fiesta declararon ayer que allí no había nadie más que los seis a los que interrogó en su día la policía. Indicaron que en su vida habían oído hablar de Antonio Moreno Piqueras (el testigo) y que jamás vieron a Susana con ningún cabeza rapada. «Ella les tenía asco», sentenció uno de ellos, informa Francisco Peregil.

Días después del hallazgo del cadáver (a 400 metros del caserón), la policía interrogó a los seis chicos que confesaron haber participado en la fiesta. Dos de éstos dialogaron con EL PAÍS el 1 de marzo de 1993. Expusieron versiones contradictorias: César E. indicó que llevó a su novia a casa sobre las doce de la noche, y que cuando regresó al caserón, Susana ya no estaba. Sin embargo, Cecilio F., quien también estuvo en el caserón, indicó que a esa hora Susana seguía allí.

Otro extraño dato que colisiona con la versión oficial y que, se suma a los muchos cabos que aún siguen sueltos en este misterioso caso es el que facilitó Tomás A. P. -amigo de Susana desde la infancia- Ángel Ruiz, padre de la víctima. La chica llevaba entonces dos días desaparecida. Tomás telefoneó al padre y le dijo: «He visto a tu hija con dos chavales por San Blas». Tomás también hizo esta confesión a la policía.

Uno de los párrafos de la cinta que dejó grabada el también ex rapado José Alberto Zamorano (grabación que dio lugar a la reapertura del sumario cuando éste ya había sido archivado por la juez) dice literalmente: «( … ) y aquí hay gen … ; eso, quiero decir que amigos suyos, por lo menos uno, ¡eh!, muy cercano al padre, lo sabe y no lo ha querido decir, y eso es cobarde, cobarde, !eh!, porque se podía dar cuenta un poquito. ( … ) Podían tener un poco de conocimiento y decir: bueno, si era nuestra colega, vamos por lo menos a decirlo, y punto, y que el padre siga, que siga adelante, porque ya sabe quiénes han sido».


El juez decide cerrar el caso de Susana sin procesar a nadie por su muerte

José Antonio Hernández – Elpais.com

25 de febrero de 1997

El juez José Emilio Coronado ha decidido dar por concluida la investigación sobre la muerte de Susana Ruiz, la chica madrileña de 16 años cuyo cadáver fue hallado en una escombrera, semienterrado y con las bragas bajadas, en febrero de 1993. El magistrado tiene previsto, pues, cerrar la investigación, sin procesar a nadie, tras haber recibido los informes de los cuatro forenses que han practicado la segunda autopsia al cadáver, según fuentes jurídicas. El sumario será remitido en breve a la Audiencia Provincial de Madrid, para que sea este órgano el que finalmente decida si prosigue la investigación o se archiva el caso.

El cadáver de Susana Ruiz fue desenterrado hace un año en el cementerio de Palacios de la Sierra (Burgos) para que se le practicase una segunda autopsia, a petición de los padres, que sostienen que su hija fue asesinada. Tras casi un año de pruebas, fue inhumada el mes pasado.

Los cuatro peritos encargados de la segunda autopsia se reunieron en la mañana de ayer, antes de entregar sus respectivos informes en el juzgado, para confrontarlos y estudiar la posibilidad de presentarle al juez un único documento sobre las causas de la muerte. No se pusieron de acuerdo.

Tres de ellos sostienen que la muerte de la chica fue natural. En concreto, que sufría una dolencia cardiaca que se agravó hasta su fallecimiento debido a la ingesta de alcohol y al frío que sufrió la noche de su desaparición. Entre estos tres peritos se hallan los dos que practicaron la primera autopsia (los doctores García Nart y Perea), y el tercero es el director del Instituto Anatómico Forense de Madrid, José María Abenza.

El cuarto forense, el profesor de la Universidad Autónoma de Madrid José Ramón Civantos, discrepa de ellos y asevera en su informe que la muerte de Susana fue violenta, «homicida», según sus propias palabras.

Primera autopsia

La primera autopsia, practicada por los forenses García Nart y Perea, reveló que la muerte se debía a una parada cardiaca en la que habían influido varios factores: el frío, un edema de pulmón y la ingesta de sustancias tóxicas.

La juez Ferrer, basándose en el dictamen de los expertos, dio por concluida la investigación y la remitió a la Sección Sexta de la Audiencia de Madrid. Esta instancia judicial (integrada por tres magistrados) decidió reabrirla para que se investigase una cinta de casete grabada por un rapado antes de huir de su domicilio de Alcobendas. En ella, el rapado confesaba que había pertenecido al grupo de extrema derecha Bases Autónomas y dejaba entrever que la chica había sido asesinada por personas de esa organización.

La juez no dio credibilidad a la cinta y optó por cerrar el caso. La Audiencia, no obstante, ordenó que tomase declaración a las personas que el rapado citaba en la cinta. Cinco supuestos miembros de Bases Autónomas desfilaron por el juzgado y negaron cualquier implicación en la muerte de Susana. La magistrada también citó al rapado, pero éste se hallaba en paradero desconocido.

Entretanto, los padres de Susana habían contratado al forense sevillano Luis Frontela, quien emitió un informe, basándose en fotografías del cadáver, en el que indicó que la chica fue «estrangulada».

Tras casi un año de búsqueda, el rapado fue localizado por la policía en Castellón. Viajó a Madrid y señaló a la juez que la cinta era pura invención suya. Los padres de Susana habían solicitado reiteradas veces, sin éxito, que se practicase una segunda autopsia a la chica. La juez accedió finalmente a exhumar el cadáver, pero se negó a que la autopsia se celebrase en Sevilla y bajo la dirección de Frontela, como éste pretendía. Frontela renunció a participar en ella. Fue entonces cuando la familia buscó a José Ramón Civantos, actual forense.

En el informe que entregó ayer al juez instructor, Civantos descarta que Susana fuese estrangulada. Pero da por hecho que hubo un homicidio, y además sostiene que éste se produjo en un lugar distinto a donde se encontró el cadáver. Basa su afirmación en que la tierra encontrada en las botas del cadáver no existe en la zona en que fue hallada.

El cadáver fue desenterrado en el cementerio de Palacios de la Sierra, municipio burgalés del que procede su familia, el 29 de febrero de 1996 y, trasladado al Instituto Anatómico Forense de Madrid. Tras casi un año de pruebas y análisis, los forenses dieron por concluidos sus estudios y el cadáver fue enterrado de nuevo, hace apenas un mes, en el citado cementerio.

 


AUDIO: LA VOZ DE LAS SOMBRAS – SUSANA RUIZ


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