
- Clasificación: Asesino
- Características: Parricidio - Para heredar 10.000.000 de dólares
- Número de víctimas: 2
- Fecha del crimen: 9 de julio de 1985
- Fecha de detención: 22 de agosto de 1985
- Fecha de nacimiento: 26 de julio de 1951
- Perfil de la víctima: Su madre, Margaret Benson, de 63 años, y su hermano, Scott Benson, de 21
- Método del crimen: Explosión de una bomba casera
- Lugar: Naples, Estados Unidos (Florida)
- Estado: Fue condenado a dos cadenas perpetuas (mínimo 50 años) y una adicional de 37 años por intento de asesinato e incendio el 2 de septiembre de 1986
Índice
Steven Benson
Última actualización: 6 de abril de 2015
LA EXPLOSIÓN – El coche bomba
Decidió volar en pedazos a su madre en un coche bomba. Estaba tan convencido de que el método era infalible, que no le importó acabar con toda su familia. Había tanto dinero en juego, que valía la pena eliminar a todos los herederos.
La mañana del martes 9 de julio de 1985, Steven Benson, un hombre de negocios de treinta y tres años, se marchó de su casa de Fort Myers, en Florida, y condujo 32 kilómetros hacia Naples, en el golfo de México. Se dirigía a desayunar con su madre, hermana y hermano menor, pero cuando llegó a la lujosa casa de estilo español en que vivían en Quail Creek, su familia le recibió con recelo.
Aquella mañana tenía un buen motivo para querer evitar a su madre, Margaret. Iba a tener que responder a preguntas un tanto delicadas sobre un dinero que ella le había prestado. Aun así, la noche anterior le había dicho a su hermana mayor, Carol Lynn, que les ayudaría a marcar con estacas la distribución de una casa que Margaret quería construir cerca de allí; después, insistió en que Scott, su perezoso hermano de veintidós años, les acompañara.
Al llegar a la cocina, Steven les saludó efusivamente. El abogado de su madre, Wayne Kerr, estaba en la casa, y al verle, se ofreció a salir a comprar café para el desayuno. Esta actitud contrastaba con su reciente propensión al mal humor. Sabía que su madre había llamado al letrado para que investigara su negocio, la Meridian, S. A, en el que había invertido, en tan sólo un año de funcionamiento, cerca de 250.000 dólares del dinero familiar.
Aunque en ir y volver de la tienda no se tardaba más de diez minutos, Steven regresó al cabo de una hora diciendo que se había detenido a charlar de negocios con un conocido. También mencionó que la furgoneta en la que llegó tenía poca gasolina, por lo que tuvo que coger el coche de Scott, un pequeño Chevrolet Suburban.
Poco después de las nueve de la mañana, los cuatro miembros de la familia Benson salieron de la casa con la cuerda y las estacas que necesitaban para marcar el terreno en el que iban a construir la nueva casa. Wayne Kerr se quedó para trabajar en la contabilidad de Margaret. Como la furgoneta apenas tenía combustible, iban a coger de nuevo el coche de Scott el cual, molesto porque le hubieran sacado de la cama, se sentó al volante del Chevrolet y se dio cuenta de que su hermano había quitado la llave de contacto. Mientras tanto, Steven abría la otra puerta delantera para acomodar a su madre, aunque ella aseguraba que prefería viajar atrás. Carol se colocó detrás del conductor, aunque sabía que en la parte trasera solía marearse. Antes de que nadie pudiera protestar por el sitio que Steven les había adjudicado a cada uno, el joven recordó que se había olvidado la cinta métrica en casa. Le pasó las llaves del coche a Scott y se alejó del automóvil andando rápidamente hacia la vivienda.
Carol Lynn dejó su puerta abierta para que circulara el aire, y ese pequeño detalle le salvó la vida. Mientras esperaba que Steven volviera con el metro y se sentara junto a ella, vio a su hermano menor inclinarse hacia adelante para poner en marcha el motor; después, todo se volvió naranja.
Una fuerza impresionante la empujó contra el asiento. Tenía la sensación de estar retrocediendo a toda velocidad por un túnel de fuego. Lo primero que pasó por su cabeza fue que se estaba electrocutando, entonces se dio cuenta de que el coche estaba ardiendo. Bajó la cabeza y contempló con horror cómo sus manos parecían consumirse bajo las llamas. No cesaba de preguntarse cómo podría salir del coche sin manos, pero sin darse cuenta lo consiguió. Tumbada en el suelo junto al coche, pudo ver a Scott; era evidente que estaba muerto. Steven estaba junto al porche, mirándola a través de las llamas. Cuando le llamó gritando, pidiendo ayuda, él se dio la vuelta y corrió al interior de la casa.
La explosión rompió el silencio del vecindario. Algunos hombres de negocios retirados que habían salido a dar el paseo matinal corrieron hacia allí alarmados. A través de los arbustos del jardín pudieron ver un coche ardiendo y el cuerpo mutilado de Margaret Benson tumbado sobre un matorral. La onda expansiva le había arrancado el brazo izquierdo y parte de la cabeza. Cerca de lo que quedaba del vehículo estaba su hija, con la parte derecha de la cara abrasada e intentando ponerse de pie. Uno de los vecinos se acercó para ayudarla, y en ese momento se oyó el estruendo de una segunda explosión.
Dentro de la casa, Wayne Kerr corría hacia el exterior, hacia el lugar del siniestro. Steven se cruzó en su camino con una expresión de horror en el rostro. «Llama a una ambulancia», le dijo. Entonces volvió a salir y, mientras cundía el pánico a su alrededor, se sentó a contemplar la masacre.
Los agentes del departamento del sheriff local llegaron quince minutos después de la primera explosión. Los bomberos habían apagado el fuego, y en el suelo, debajo de los restos del coche, podían verse dos grandes agujeros. Era evidente que se trataba de un caso para el Departamento Estatal de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego, más conocido como el ATF, la brigada con más experiencia en explosivos de todo el país. Un equipo de la ATF se puso a trabajar inmediatamente en el vehículo siniestrado y en la zona afectada por la onda expansiva; un total de 182,44 metros se rastrearon con cribas, rastrillos y guantes, con las palmas recubiertas de placas imantadas. Aquel mismo día encontraron suficientes fragmentos de tubos ennegrecidos por pólvora como para deducir que el siniestro fue producido por dos bombas de tubo de fabricación casera.
El teniente Harold Young, del departamento del sheriff del condado, interrogó a Steven Benson poco después sobre quién podía haber colocado el artefacto. El joven sugirió la posibilidad de que el culpable fuera uno de los individuos que negociaba con Scott. Le preguntó por qué había tardado tanto en ir a la tienda en el Chevrolet a comprar café, a lo que respondió que se había detenido a charlar con alguien de una firma local, pero que no podía recordar su nombre. Parecía estar demasiado nervioso, incluso para encenderse un cigarro.
La novia de Scott, Kim Beegle, también estuvo presente aquella mañana. A pesar de su aflicción, se dio cuenta de que había algo extraño en la ansiedad de Steven. Poco después, cuando la policía la interrogó sobre quién creía que podía ser el responsable de aquello, ella mencionó a Steven; luego le preguntaron por el motivo que pudiera tener para hacer una cosa así, ella respondió: «Motivos económicos.» Carol Lynn, sometida a varias intervenciones de cirugía plástica, no estuvo en condiciones de ser interrogada hasta tres semanas después de los asesinatos. En el hospital mantuvo una conversación con George Nowicki, un agente de la ATF que dirigía la investigación en colaboración con Young. Sus sospechas estaban claras: «Mi madre me dijo que no la extrañaría que mi hermano intentara deshacerse de ella… Mi hermano Steven, quiero decir.»
A medida que se iban acumulando comentarios sobre la culpabilidad de Steven, se iban reuniendo pruebas contra él. Pronto dejó de cooperar con Young y Nowicki. Cerca de la oficina de su sociedad, la Meridian, los dos investigadores encontraron la ferretería en la que se habían comprado los tubos empleados en la fabricación de las bombas. Era de vital importancia comprobar las huellas de las palmas de las manos del presunto asesino con las de los recibos de la tienda. Sin embargo, él se negó a que se las tomaran.
Mientras tanto, los periódicos hablaban del «blanco misterioso» que había entrado a comprar a la ferretería, y el Miami Herald daba con el paradero de un viejo conocido de Steven que aseguraba haberle visto en 1981 explosionar bombas de tubo caseras en la cancha de tenis de su casa.
Poco después, la prensa y los equipos de televisión se apiñaban alrededor de su casa de Fort Myers, donde vivía con su mujer y sus tres hijos. El arresto parecía inminente. Pero hasta que no se pudiera establecer comparación entre sus huellas dactilares y las de la persona que compró los tubos, la policía no podía hacer nada más.
El viernes, 16 de agosto, Young consiguió vencer las defensas legales del sospechoso. Para ello, empleó un procedimiento poco habitual: Se hizo con una orden de registro para poder obtener las huellas. Hubo que esperar unos días para que el laboratorio forense diera los resultados, pero, las huellas de Steven Benson coincidieron con las del cliente de la ferretería.
Le arrestaron en Fort Myers el 22 de agosto. Young y Nowicki le llevaron a Naples, donde fue acusado de dos cargos de asesinato en primer grado y uno de intento de asesinato, y se le negó una fianza. El padre de Margaret Benson, Harry Hitchcock, envió una carta al juzgado en la que decía: “Temo por mi seguridad si Steven queda en libertad. Cualquier persona capaz de asesinar a su madre es capaz de asesinar a su abuelo por la misma razón.»
Oveja negra
La compra efectuada por Steven de una furgoneta Chevrolet hecha de encargo fue un típico ejemplo de cómo estafaba a su madre. Ella le dio los 25.000 dólares que costaba el vehículo, pero él también pidió un crédito bancario por la misma cantidad para comprar un coche de la compañía. Luego ingresó el dinero concedido por el banco en el Meridian Marketing y se las arregló para que Margaret cubriera el préstamo, con lo que la señora Benson perdió 50.000 dólares más intereses. De un modo parecido, se las ingenió para malversar 250.000 dólares del pago inicial de su casa soñada. La auditora Diana Galloway demostró en el juicio que Benson había cogido personalmente unos 85.000 dólares del dinero de su madre durante el año que la Meridian estuvo en funcionamiento. En total, Margaret perdió inútilmente 247.000 dólares en la improductiva compañía de su hijo.
Steven Benson dependía excesivamente del apoyo económico de su madre y siempre permitió que ella le controlara. Hasta su vida matrimonial caía bajo el dominio materno. La enorme fortuna de la familia Benson fue la causa de muchos de los problemas de Steven, Carol Lynn y Scott. En el caso del primero, fue el origen de una envidia sin límites hacia sus hermanos y de una necesidad desesperada de conseguir cada vez más amor y más dinero de su progenitora.
Cuando los auditores amenazaron con revelar la cantidad exacta que le había robado, él no tuvo fuerza moral para asumir su responsabilidad. En lugar de hacerlo, prefirió castigar a su madre por tenerle «manía». Carol Lynn y Scott no se merecían nada, así que podían desaparecer también. No «castigó» a su madre en un arrebato de locura, fue algo premeditado con el furor de un odio concentrado.
EL JUICIO – Cuentas pendientes
La muerte de su madre podía haberle liberado de muchas obligaciones económicas además de hacerle rico. Pero tenía una cuenta pendiente. La ley le exigió un precio más alto que el que hubiera podido pagar con dinero.
En 1984, un año antes de que muriera su madre, Steven Benson fundó un negocio en el que podía aplicar su talento en el manejo de aparatos y mecanismos. Seguridad Meridian, instalaba alarmas antirrobo electrónicas en los hogares de la gente pudiente de la zona de Naples. Por fin había conseguido empezar a ganar su propio dinero.
Pero por esta época la ambición desmedida ya había acabado con su sentido común. Cuando su madre se ofreció para invertir en la compañía, él organizó una juerga de autopromoción con su dinero, encargó un elegante logotipo para la Meridian, colocó lujosos expositores en todas las ferias de muestras de la localidad y contrató un gran anuncio en las páginas amarillas. Margaret comenzó a presumir orgullosamente ante sus amigos diciendo que la sociedad era de su propiedad.
Benson también creó varias compañías dedicadas al negocio inmobiliario, al marketing y al asesoramiento legal y financiero, bautizadas todas con el grandilocuente nombre de Meridian Grupo Mundial. La gigantesca organización de la Honeywell se alarmó y encargó a su oficina de Florida que investigara todos los movimientos del que parecía ser un nuevo rival.
En realidad, Steven sólo vendió unas pocas alarmas antirrobo. Las otras sociedades permanecieron inactivas y la Meridian no salió adelante. Su madre le daba un sueldo de director que ascendía a 36.000 dólares anuales y pagaba todos los gastos comerciales sin revisar jamás las facturas. Paradójicamente, esta generosidad fue llenándole de resentimiento, ya que parecía simbolizar su impotencia y el tremendo poder que su progenitora tenía sobre él. Entonces planeó una pequeña venganza: el desfalco.
Esta fue la información previa presentada por la acusación en el caso Benson el día que comenzó el juicio en Fort Myers, Florida, el 14 de julio de 1986, donde Steven Benson se declaró inocente. El ayudante del fiscal del Estado, Jerry Brock, explicó que las relaciones familiares comenzaron a deteriorarse cuando, pasado el mes de diciembre de 1984, el abogado que Margaret tenía en Pennsylvania, Wayne Kerr, la advirtió que su fortuna, valorada en diez millones de dólares, se evaporaría en menos de siete años si no empezaba a economizar.
Desde que se trasladaron a Florida la señora Benson había comprado cuatro fincas y varios barcos y coches. Estaba pagando la formación de Scott para que alcanzara la categoría de tenista profesional, mientras se gastaba su dinero en alcohol, drogas y vestidos para sus amigas. Margaret comenzó a sospechar de su hijo Steven cuando Kerr revisó los libros de contabilidad de la compañía y le informó de que aquello era un completo desastre y las cuentas no estaban claras.
En el discurso de apertura, Brock describió detalladamente los sucesos del 8 de julio de 1985, el día anterior a los asesinatos, donde la investigación del abogado llegaba a un punto decisivo. Acababa de descubrir dos cosas sobre Steven. Por una parte, había activado en secreto una de las compañías dormidas, la Meridian Marketing, que operaba desde su propia oficina Fort Myers; por otra, se había comprado una casa en el mismo lugar. El 8 de julio, Margaret y Kerr se fueron a Fort Myers y se presentaron en las elegantes oficinas de la M. Marketing. Ella quería saber quién había financiado la reactivación de la sociedad y por qué nadie la había informado al respecto.
Siempre había exigido a sus hijos una lealtad absoluta a cambio de su generosidad. Sin embargo, su actitud dominante y posesiva acabó por destruir el primer matrimonio de Steven con sus intentos de controlar todos los aspectos de la vida de la pareja, desde la elección del hogar en que vivirían hasta el tipo de coche que conducirían o el animal que tendrían en casa.
Cuando fueron con Wayne Kerr a ver la nueva residencia del joven Benson, Margaret montó en cólera. Aquella era la casa con la que siempre había soñado y su hijo vivía en ella con una mujer a la que odiaba. Debbie, la segunda mujer de Steven, se había propuesto luchar contra el poder de su suegra y proteger a sus hijos del control matriarcal de la familia Benson. Para ello le prohibió a Margaret que viera a sus nietos. Sin embargo, su hogar estaba financiado con su dinero. Indignada, le dijo a Kerr que intentara obtener el derecho de posesión de la propiedad hasta que Steven le devolviera el dinero con que la había comprado, y más tarde habló también de desheredarle. El abogado, por su parte, estaba impaciente por enfrentarse a los libros de cuentas de la Meridian. Cuando volvieron a Naples, ella le dijo a su hijo que quería que tuviera toda la contabilidad preparada para una inspección al día siguiente.
Los libros en cuestión, actualizados precipitadamente, se encontraban en la furgoneta en la que Steven llegó a casa de su madre el día de la explosión. La aparcó tan cerca del Chevrolet que quedó cubierta de salpicaduras de sangre y restos de las víctimas.
Durante el juicio, se especuló con la posibilidad de que intentó que ardiera con la explosión, destruyendo así todas las pruebas financieras que había en su contra. También se insinuó que la segunda bomba, activada minutos más tarde, gracias a un reloj automático, iba destinada a Wayne Kerr, ya que calculó que sería el tiempo que tardaría en salir de la casa.
Al final, una auditora de la ATF, Diana Galloway, analizó las finanzas de Benson y apareció en el juzgado con gráficos que mostraban detalladamente el conjunto de las transacciones realizadas entre las diferentes cuentas del banco familiar, y puso de manifiesto la utilización de la Meridian Marketing, la empresa secreta de Steven, para desviar fondos de la empresa de su madre a las suyas. El testimonio de Galloway, junto al de Kerr y los de los miembros del personal de la compañía, consiguió demostrar que el joven tenía un buen motivo, de carácter económico, para asesinar a su madre. Además, el abogado defensor, Michael McDonnell, no pudo rebatir las pruebas forenses referentes a las huellas dactilares que le identificaban como el comprador del tubo empleado en la fabricación de las bombas.
El último gran triunfo de la acusación fue la llegada a la sala de Carol Lynn con un sombrero de ala ancha, gafas oscuras, un traje sobrio y su privilegiada belleza destruida por un montón de feas cicatrices. El emotivo relato de cuanto sucedió la mañana del crimen decidió el destino de su hermano.
Los informes que se emitían por televisión sobre el juicio sustituyeron a los seriales de las emisoras locales y comenzaron a conocerse como «Las crónicas de los Benson». En ellos se especulaba con la posibilidad de que McDonnell, con su extravagante carácter sureño, organizara una defensa estrafalaria. En realidad, iba a culpar a Scott de todo el asunto.
Poco antes del juicio hubo un montón de habladurías y chismes sobre la muerte del joven a raíz de la revelación de Carol de que Scott no era su hermano, sino su hijo ilegítimo que tuvo en la adolescencia y que adoptaron Margaret y Edward. Para él, la vida había sido una historia de excesos y desenfreno. Adicto al óxido nitroso (también conocido corno el gas de la risa), sustancia que almacenaba en grandes bombonas escondidas bajo su cama, había derrochado grandes sumas en mujeres y le había costado a su madre adoptiva una fortuna en fiestas y clases de tenis. Despilfarró el dinero de su progenitora mucho más llamativamente que Steven, y además tenía un carácter violento. El personal de servicio de la familia testificó que en varias ocasiones había agredido a Margaret y a Carol Lynn.
McDonnell podía haber tenido una buena oportunidad de hacerle parecer el verdadero asesino, si Scott no hubiera sido una de las víctimas. Como de hecho lo fue, tan sólo pudo sugerir que la turbulenta vida que llevaba le había convertido en un enemigo acérrimo de la gente con la que se relacionaba en los bajos fondos de Florida. La frecuencia con que se cometían asesinatos relacionados con el mundo de las drogas en el estado era lo suficientemente elevada como para que esta teoría pareciera al menos plausible. Sin embargo, la llamada «defensa basada en la mala fama» fracasó rotundamente, porque lo único que consiguió fue dejar abierta la posibilidad de que una persona o personas desconocidas hubieran colocado los artefactos explosivos. Los ayudantes del abogado recorrieron las zonas de mayor incidencia en las drogas en busca de historias sobre gente con la que Scott hubiera podido tener problemas. Perdieron tiempo y dinero con personajes escurridizos que tenían mucho que contar. Pero no encontraron una sola prueba definitiva que le implicara en los hechos.
Hacia el final del juicio, el caso presentado por el ministerio fiscal era irrecusable. Aun así, el jurado necesitó once horas para emitir un veredicto de culpabilidad en todos los cargos. La mitad de los miembros recomendaron la pena de muerte, pero el juez Hugh Hayes impuso dos sentencias de cadena perpetua por asesinato, y treinta y siete años por intento de asesinato y atentado con explosivos. McDonnell salió del juzgado asegurando haber conseguido «una victoria», ya que todavía no habían enviado a ninguno de sus clientes a la silla eléctrica.
En la legislación de Florida existe un estatuto llamado «Ley de los Asesinos» (Slayers Act), que impone que un asesino no puede heredar dinero de sus víctimas. Sin embargo, este tipo de criminales parten de la base de que no les descubrirán y conseguirán su propósito: hacerse ricos. Steven Benson creía que jamás podrían relacionarle con las bombas, y se convertiría en un acaudalado heredero, no en un preso común.
Las huellas
El arresto de Steven Benson se retrasó varios días, mientras la policía conseguía una muestra de sus huellas para compararlas con las huellas dactilares existentes en los recibos de la ferretería en que compró el tubo empleado en la confección del artefacto explosivo. La negativa a que le tomaran las huellas no debía de haber supuesto obstáculo alguno, ya que suele haber muestras de las huellas dactilares en los archivos policiales o militares; sin embargo, la única impresión que quedó en los recibos estaba borrosa. Es raro que en los registros se incluyan las huellas de la palma de la mano, aunque a menudo son cruciales para la investigación forense. Los recibos tenían dos muestras de “las palmas del escritor”, aquéllas pertenecientes a las partes lateral e inferior de las manos que quedan impresas al firmar en un papel. Benson dejó las suyas cuando firmó el recibo del tubo.
La bomba de tubo
El tipo de bomba que utilizó Benson se puede fabricar en menos de una hora. Se trata de un tubo de acero galvanizado de unos treinta centímetros de largo, conocido como “bobina” (o tubo de unión) porque tiene rosca en los extremos para poder unirlo a otros de mayor longitud. La bobina empleada por Steven tenía diez centímetros de diámetro. En uno de los extremos colocó una tapa de acero que compró con el tubo. Después rellenó el cilindro con pólvora negra de combustión rápida, procedente, probablemente, de cartuchos de escopeta. Selló el tubo con una segunda tapa, de modo que cuando la pólvora ardiera, la presión provocara una explosión. La bomba pesaba doce kilos y estaba conectada por un cable de conducción eléctrica similar a los utilizados en los calentadores eléctricos, que salía al exterior por un pequeño orificio abierto en una de las tapas.
La Hoja de Lancaster
Harry Hitchcock, el abuelo de Steven Benson, fue una figura relevante en la industria tabaquera americana. Su carrera comenzó en 1927, cuando compró todas las tierras del condado de Lancaster, en Pennsylvania, y las distribuyó entre los fabricantes de cigarrillos de su compañía, la Hoja de Lancaster. A mediados de los años treinta, se había convertido en la empresa tabaquera más importante del mundo. Su nieto, Steven, solía fomentar en la gente la idea de que tenía algo que ver con la Benson & Hedges. En realidad, la compañía de su familia era mucho mayor que aquella, aunque menos famosa. Harry Hitchcock no fumó un solo cigarrillo en toda su vida. Siendo ya bastante mayor se convirtió al cristianismo, donó la mayor parte de su fortuna a sus hijos y se dedicó por completo a la jardinería.
PUNTO DE MIRA – Parricidio
El parricidio es uno de los crímenes más excepcionales. Es tan insólito, que los psiquiatras no han sido capaces de entender las motivaciones que pueden llevar a un hijo a matar a su propia madre.
Las leyendas de los antiguos griegos abarcan toda la gama de posibles sentimientos, pero tan sólo nos dejaron una basada en el parricidio. A su vuelta de la guerra de Troya, un joven llamado Orestes descubre que su madre, Clytemnestra, y Egisto, su amante, han asesinado a su padre, Agamenón, y fuera de sí, el afligido joven mata a su madre.
Los griegos demostraron gran compasión hacia la dolorosa confusión mental de Orestes, y no sólo no le sentenciaron a muerte, sino que le dieron la oportunidad de arrepentirse.
A diferencia de otras relaciones que pueden finalizar o interrumpirse bruscamente, un niño pequeño no puede ignorar la existencia de su madre. Cuando ésta es posesiva o sobreprotectora, el crío puede sentirse agobiado por su presencia, y es entonces cuando, confusamente, se verá poseída por el pánico y por una sensación de que aquello perdurará siempre como una «cadena perpetua». Llegado a este punto, la única forma de escapar del control materno es la muerte.
Hay situaciones en las que el pequeño se da cuenta de que el comportamiento de su progenitora es inmoral u ofensivo, y el hecho de sentirse decepcionado y herido puede causarle tal impresión, que, como en el caso de Orestes, prefiera tener una madre muerta que el vivo recuerdo del dolor. Otro ejemplo de decepción extrema podemos verlo en el llanto para llamar la atención o en el ansia insaciable de amor o de dinero materno. El niño, incapaz de soportar el no ser correspondido, encuentra más fácil vivir sin ella. Las madres son tan fundamentales en las vidas de sus hijos que sólo la distorsión emocional más grotesca podría llevarles a matar a la persona que les dio la vida. Estos sentimientos son tan insólitos, que difícilmente pueden juzgarse o imaginarse.
Fechas clave
- 9-VII-85 – Una bomba hace explosión en el coche de la familia Benson, en Naples, Florida. La madre y un hermano mueren, la hermana resulta herida.
- 16-VII-85 – La policía consigue las huellas dactilares de Steven Benson, pese a los esfuerzos de su abogado por impedirlo.
- 22-VIII-85 – Arresto de Steven Benson en Fort Myres, Florida.
- 14-VII-86 – Comienza el juicio contra Steven Benson en Fort Myres, Florida.
- 7-VIII-86 – El jurado le declara culpable y es sentenciado a dos condenas de cadena perpetua.