
- Clasificación: Homicida
- Características: Parricidio - Satanismo
- Número de víctimas: 3
- Fecha del crimen: 1985 / 1986
- Fecha de detención: 6 de marzo de 1986
- Fecha de nacimiento: 18 de mayo de 1969
- Perfil de la víctima: Robert Bower (dependiente de un supermercado) / Su madre, Vonda Bellofatto, y su padrastro, Leo Bellofatto
- Método del crimen: Arma de fuego
- Lugar: Varias, Estados Unidos (Oklahoma)
- Estado: Fue ejecutado por inyección letal el 4 de febrero de 1999
Índice
Sean Sellers
Última actualización: 6 de abril de 2015
SATANISMO – El sueño eterno
Satán le «ordenó» matar. El adolescente eligió a su madre y a su padrastro como víctimas del sacrificio, y disparó contra ellos a sangre fría mientras dormían.
Poco después de la medianoche del martes 4 de marzo de 1986, Sean Sellers, un joven de dieciséis años, apagó dos velas, una blanca y otra negra, que ardían en su habitación del dúplex en que vivía en la ciudad de Oklahoma y salió sigilosamente al vestíbulo. Descalzo y vestido sólo con los calzoncillos para poder moverse lo más deprisa posible, sostenía entre las manos una pistola Smith and Wesson del 44 que pertenecía a su padrastro, Paul Bellofatto.
Abrió la puerta de la habitación en que Paul y Vonda, su madre, descansaban, y se detuvo lo suficientemente cerca de la cama de agua como para asegurarse de que estaban profundamente dormidos. Entonces, levantó el arma tranquilamente y efectuó un disparo en la cabeza de Bellofatto.
Vonda Sellers se despertó confusa al oír el tiro y alargó la mano para tocar a su marido justo cuando su hijo volvía la pistola hacia ella y disparaba de nuevo. A diferencia de su marido, ella no murió instantáneamente. La primera bala le atravesó la mejilla y se desplomó aturdida sobre la cama tratando de identificar entre las sombras al asesino. Tras el segundo disparo la sangre brotó de un lado de la cabeza y quedó inmóvil sobre la almohada.
Después de ducharse y vestirse, el joven regresó al cuarto de su madre y lo saqueó. Quitó el pestillo de seguridad de la puerta del patio y la abrió para que pareciera que alguien la había forzado desde fuera. Entonces cogió el coche y recorrió 16 kilómetros hasta llegar a la casa de un amigo del colegio, Richard Howard, donde escondió el arma. Los dos compañeros charlaron toda la noche sobre lo que había sentido al disparar. A las 8,30 de la mañana se marchó a la pizzería en la que trabajaba su madre y dijo que quería hablar con ella. Explicó que iba a llegar tarde al colegio, que se había quedado a pasar la noche en casa de un amigo, y que necesitaba que ella le escribiera una nota para el profesor justificando el retraso. Pero no la esperaban hasta las nueve, así que Sean se marchó diciendo que seguramente la encontraría en casa.
Media hora más tarde, los vecinos del tranquilo barrio de Summit Place vieron al joven Sellers corriendo por la calle de arriba a abajo gritando algo sobre sangre. Pasaron unos minutos antes de que alguien consiguiera tranquilizarle para que hablara con algún sentido. Lo primero que hizo fue pedir una ambulancia.
Aquella misma mañana el detective Ron Mitchell, del Departamento de Policía de la ciudad de Oklahoma, interrogó a Sean. Enfrentándose a las preguntas del detective con sus cándidos ojos azules y una voz tranquila y educada, el muchacho pudo dar cuenta de todos sus movimientos. Accedió a que tomaran sus huellas dactilares y dio el consentimiento para que registraran la casa.
La vivienda presentaba indicios de un robo desastroso, y al principio no había nada que corroborara la corazonada de Mitchell de que aquel joven no era tan inocente como parecía. Pero las personas que llevan a cabo este tipo de robo no suelen agredir a gente dormida y, tras investigar más detenidamente, se descubrió que la puerta del patio fue abierta desde el interior.
Posteriormente, aquel mismo día, ocurrió algo decisivo para el caso. El detective recibió una llamada telefónica del director del colegio de Sean, el Puttnam City North High. El día anterior el muchacho había entregado una alarmante redacción que comenzaba con una cita de un manual de un culto californiano llamado La Biblia Satánica. «Fíjate en el crucifijo -decía-. ¿Qué simboliza? ¡La pálida incompetencia colgando de un árbol!» A continuación, el joven describía su conversión al satanismo: «El satanismo me enseñó a ser mejor persona en mi propio provecho, no en el de los demás… ¿Por qué no debería disfrutar del sexo o adorar a otros dioses? Yo no trato a los demás como creo que deberían tratarme, sino igual que ellos me tratan a mí.» Después hablaba de un modo siniestro de los frutos de su nueva fe. «Soy libre. Puedo matar sin remordimientos. He visto y experimentado horrores y placeres indescriptibles en un papel.»
Cuando el policía oyó esto recordó inmediatamente el asesinato, todavía sin resolver, del dependiente nocturno de un supermercado local. Entonces, tuvo la certeza absoluta de que había dado con el asesino de Paul Leon Bellofatto y su mujer, Vonda Sellers.
El colegio se puso en contacto con la madre de Sean, en el que iba a ser el último día de su vida, para hablar con ella sobre la redacción. Al darse cuenta de que había descuidado mucho a su hijo, se sentó a escribirle una larga y reconfortante carta. «Yo siempre te querré -decía-. Si me dejaras entrar en tu corazón, yo te ayudaría. Siempre estaré aquí cuando me necesites. Puedes contar conmigo para lo que sea hasta el día en que me muera.” Dejó la carta en la habitación del muchacho; ya estaba casi dormida cuando él volvió a casa aquella noche. Sin embargo, no se molestó en leerla.
Al final, lo que le traicionó fue una chiquillada, una fanfarronada. La policía centró su atención en la escuela y se encontraron con que varios estudiantes le habían oído decir que sabía lo que se sentía al matar a alguien.
Pero fue Richard Howard quien proporcionó la información crucial. Contó que Sean había ido a su casa después de matar a Bellofatto y a su madre y condujo a los agentes hasta el arma del crimen. También confesó que, el 7 de septiembre de 1985, estuvo en el supermercado «Circle K», y vio a su amigo matar al dependiente nocturno de un disparo. El jueves, 6 de marzo de 1986, Sean Sellers fue acusado de tres cargos de asesinato en primer grado.
En una ocasión le preguntaron sus amigos qué haría si le cogieran; el joven respondió fríamente: «Alegaría demencia.» El fiscal se enteró de esta conversación y la utilizó en el juicio contra el acusado. Sin embargo, un psicólogo le diagnosticó como sociópata, lo que quería decir que estaba en sus cabales, pero era incapaz de sentir el menor remordimiento (el criminal más peligroso de cuantos se conocen).
El juicio comenzó el 24 de septiembre de 1986 en el palacio de justicia del condado de Oklahoma; presidía la sala el juez Charles Owens. Sean se declaró inocente de todos los cargos. El asesino rubio de los ojos azules permaneció callado el resto del proceso, guardando, quizás, el código de silencio satánico.
La estrategia de la acusación, dirigida por el fiscal del distrito, Robert Macy, consistió en demostrar un móvil racional para los crímenes. A medida que iban subiendo al estrado los amigos del acusado, Macy hacía hincapié en la actitud de éste hacia su madre. Sellers había comentado a menudo que su madre no aprobaba a sus amigas y que todo iría mejor si ella no estuviera siempre en medio. Un día, quejándose del modo en que ella le «trataba», le comentó a una amiga: «He matado a gente por menos de eso.» Se refería al asesinato del dependiente que Richard Howard, que lo había presenciado, describió a la sala con todo detalle.
Siete meses atrás un sábado por la noche, Sean tomó prestada una pistola Magnum 357 que pertenecía al abuelo de Richard y los dos amigos se fueron con ella al supermercado «Circle K» cuyo dependiente, Robert Bower, se había negado en una ocasión a venderles un lote de seis latas de cerveza. Al llegar al mostrador, charlaron con él un momento mientras terminaba su café; entonces, sin previo aviso, Sean sacó el arma y le disparó en la cabeza. El fiscal calificó el suceso como un ensayo, a sangre fría, del posterior crimen de sus padres.
En respuesta, el ayudante del defensor público Bob Ravitz, el abogado de Sean, aseguró que su cliente era víctima de una posesión satánica. Curtis Jackson, un detective californiano, especializado en casos de ocultismo, estuvo presente.
¿Poseído por el demonio?
El caso de Robert Sartin tuvo lugar en Inglaterra y fue análogo al de Sellers. El 30 de abril de 1989, el joven, de veintitrés años, disparó contra diecisiete personas en Tyneside, un lugar de veraneo de Whitley Bay, y murió un hombre. Como Sellers, Sartin pertenecía a una secta satánica.
Estando aún en el colegio escribió una redacción sobre el satanismo y después trató de convencer a los adultos de que su interés en esta cuestión era mera curiosidad. También oyó una voz, procedente del asesino loco de la serie de películas tituladas Halloween, que le ordenaba insistentemente que matar a sus padres.
El 2 de mayo de 1980, un psiquiatra le diagnosticó esquizofrenia en el Tribunal Provincial de lo penal de Newcastle. El juez le declaró, por mayoría de diez a dos, incapacitado para someterse a juicio e ingresó en un hospital especial.
¿Hombre o niño?
Aunque legalmente Sellers era un adulto, durante una vista preliminar, Ravitz intentó que le declararan menor y le enviaran a un centro de tratamiento para delincuentes juveniles. El ayudante del fiscal del Distrito, Wendell Smith, replicó presentando un informe psicológico en el que se decía que era probable que Sean opusiera resistencia al tratamiento. Smith señaló, además, que estos centros ponen en libertad a los pacientes en dos años, incluso menos, tiempo más que insuficiente para mantener al asesino fuera de la sociedad. El juez Manville T. Burford estuvo de acuerdo con él y el acusado fue procesado como un adulto.
Dragones y Mazmorras
Dragones y Mazmorras es un videojuego en el que el jugador toma parte en una aventura épica ambientada en una tierra encantada y peligrosa. Según las reglas del juego, los participantes adoptan personajes como el demonio, el hechicero, la bestia o el adivino. La partida puede durar semanas, y la única salida es la muerte o el control absoluto sobre otros personajes cuando un jugador se convierte en el Amo de la Mazmorra. La entrega total al juego impide la vida normal; la ficción supera a la realidad. Uno de los testigos de la defensa, en el caso de Sean, perteneciente a un grupo de oposición a este videojuego, era un padre cuyo hijo se había suicidado después de perder una partida. Tras alcanzar el rango de Amo de la Mazmorra, Sean quiso saber más sobre el ocultismo y el dominio sobre los demás. En la década de los ochenta, se vinculó este juego con el aumento de satanismo.
MENTE ASESINA – Madres e hijos
Vonda Sellers Bellofatto abandonó a su hijo Sean, aunque decía que le quería, pero no vivía con él. Sean añoraba su amor y su comprensión, pero jamás los tuvo. Este enorme vacío emocional se llenó cuando se convirtió en miembro de una secta satánica.
Las reuniones secretas de los satanistas eran una expresión de desafío contra los adultos. El consumo de drogas y la ingestión de sangre eran actos de rebeldía contra el mundo “normal” representado por esos padres que abandonaban cruelmente a sus hijos.
La apasionada necesidad de amor materno le transformó en el severo juez de sus actos. Satán le “ayudaba”. Satán “impuso” la pena de muerte para ella. Sean le escuchaba.
Había sufrido una seria privación emocional, y la combinación de drogas “alucinógenas” y magia negra mermó trágicamente el poco sentido moral que pudiera tener. El valor de la vida era insignificante para él; cuando mató a su madre se puso a reír.