
Monster Butler
- Clasificación: Asesino en serie
- Características: Ladrón de joyas
- Número de víctimas: 5
- Fecha del crimen: 1977 - 1978
- Fecha de detención: 16 de enero de 1978
- Fecha de nacimiento: 17 de julio de 1924
- Perfil de la víctima: 4 hombres y 1 mujer (1 matrimonio, 2 cómplices y su hermanastro)
- Método del crimen: Varios
- Lugar: Varios lugares, Gran Bretaña
- Estado: Condenado a cadena perpetua en 1978. Murió en prisión el 1 de noviembre de 2002
Índice
- 1 Roy Fontaine
- 1.0.0.1 El impostor
- 1.0.0.2 Presas y prisiones
- 1.0.0.3 Las joyas de la corona húngara
- 1.0.0.4 PRIMEROS PASOS – El artista estafador
- 1.0.0.5 Una amenaza para la sociedad
- 1.0.0.6 El encuentro con la reina
- 1.0.0.7 EL ROBO – El enemigo en casa
- 1.0.0.8 El marginado
- 1.0.0.9 Pico de oro
- 1.0.0.10 Arriba y abajo
- 1.0.0.11 LA TRAICIÓN – Alianza asesina
- 1.0.0.12 Informes falsos
- 1.0.0.13 La boda del mayordomo
- 1.0.0.14 EL ARRESTO – La búsqueda del cuerpo
- 1.0.0.15 Las confesiones
- 1.0.0.16 Mente rápida
- 1.0.0.17 Sin detenerse ante nada
- 1.0.0.18 EL JUICIO – Culpable de norte a sur
- 1.0.0.19 Drama final
- 1.0.0.20 Vender secretos
- 1.0.0.21 Conclusiones
- 1.0.0.22 Las víctimas
- 1.0.0.23 Fechas clave
Roy Fontaine
Última actualización: 13 de marzo de 2015
Era un catador de vinos selectos, un experto en antigüedades y un actor consumado. Después de emplear la mayor parte de su vida en robar joyas, decidió buscar un cómodo refugio para la vejez. Pero sus tendencias asesinas se convirtieron en la causa de su destrucción.
El impostor
Una terrateniente escocesa necesitaba mayordomo. Contrató a un hombre inteligente que no cobraba demasiado, pero que era al mismo tiempo un ladrón despiadado, capaz de matar a sangre fría.
El 31 de mayo de 1977 una mujer madura con traje de mezclilla estaba sacando el billete de acceso a la estación de Carlisle mientras hacía su entrada el expreso Inter-City. Era lady Peggy Hudson, una robusta viuda, con gafas, de setenta y dos años y propietaria de la accidentada finca Kirtleton Hall, a unos cuarenta kilómetros en el norte de la agreste Escocia.
Lady Hudson pasaba la mayor parte de su vida en el campo cazando y haciendo correr a sus galgos. Como se trataba de una mujer educada, decidió recoger en la estación a su nuevo mayordomo. Su nombre era Roy Fontaine. Lady Hudson lo había contratado a través de una prestigiosa agencia de colocaciones, a la que pagó 10 libras. Los informes de Fontaine eran excelentes y lady Hudson quedó sorprendida al saber que solamente cobraba 20 libras semanales.
Un hombre de unos cincuenta años, elegantemente vestido, se bajó del tren con el equipaje en la mano. Era de baja estatura, el pelo oscuro peinado hacia atrás, contextura fornida y una sonrisa ligeramente altiva.
Kirtleton Hall era una finca que databa de doscientos años atrás, cercana al pueblo de Waterbeck y limitando con Kirtle Water, a unos 32 kilómetros al este de Dumfries. A lo largo del recorrido por la frontera anglo-escocesa, lady Hudson y el nuevo mayordomo empezaron a charlar. Ella le contó que su último marido, sir Austin Hudson, muerto en 1956, había sido diputado conservador y un joven ministro durante la II Guerra Mundial. Fontaine, con su marcado acento escocés, habló a su vez de joyería antigua. Se mostraba especialmente conocedor de la platería y dijo que había trabajado en una ocasión como anticuario.
Lady Hudson se quedó impresionada por sus modales refinados y por su aspecto inteligente. Fontaine se instaló en su apartamento amueblado de Kirtleton Hall. La casa, edificada entre los árboles, estaba rodeada por campos ondulantes; en una zona acristalada y techada con tejas tenía una piscina. En seguida quedó patente que el mayordomo era un experto en vinos, además de un lector voraz.
Lady Hudson permitió a Fontaine hacer uso de su biblioteca y le preguntó con curiosidad por qué no buscaba trabajo en Londres, donde podría ganar mucho más. Fontaine repuso que prefería vivir en el campo y que con el tiempo quería montar un pequeño bar. En realidad, estaba estudiando las posibilidades de robar a lady Hudson: había decidido que sus bienes eran lo suficientemente valiosos como para correr el riesgo.
Al cabo de unas semanas, Fontaine dijo a su señora que había recibido carta de un amigo de Birmingham que estaba buscando empleo de jardinero. Lady Hudson aceptó la recomendación del criado y contrató al joven David Wright. Le gustó aquel hombre de unos treinta años, de buena apariencia, amante del aire libre, y que compartía su afición por la caza y la pesca, además de ocuparse de sus perros.
Wright, que andaba escaso de dinero, observó que Fontaine lo derrochaba alegremente en Kirtle Inn, en la localidad de Kirkpatrick Fleming. Invitaba generosamente a las rondas y dejaba el cambio en la hucha para beneficencia.
En seguida Wright empezó a pedir a Fontaine dinero prestado; el mayordomo nunca se lo negó. Le daba cada vez un billete de 10 libras y en ocasiones el sueldo de una semana. Si no lo hacía así, el jardinero explicaría a lady Hudson dónde se habían conocido: en una celda de Long Lartin, en Worcestershire, el año 1974.
Por esas fechas Fontaine cumplía una condena de dos años y medio por ocultar documentos robados y por tenencia ilícita de armas. Ambos hicieron una gran amistad. Wright sabía que el delito de ocultar documentos robados era una excepción en la carrera criminal del mayordomo. Su especialidad era el robo de joyas.
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Uno de los últimos días del mes de agosto de 1977 Wright sugirió a Fontaine la idea de robar a lady Hudson. Este la rechazó, pues tenía sus propios planes sobre Kirtleton Hall. Al poco tiempo advirtió que una sortija perteneciente a la herencia de su señora y valorada en varios miles de libras había desaparecido de la colección de joyas. Wright negó su relación con el hecho.
Después de algunas discretas pesquisas, Fontaine recuperó la joya, en poder de una amiga del jardinero que vivía en el pueblo. La volvió a colocar en su lugar antes de que lady Hudson regresara de su viaje a Londres. El mayordomo se enfrentó de nuevo con su compañero, quien abandonó la cocina enfurecido.
Aquella misma noche, el sonido de un disparo dentro de su dormitorio despertó a Fontaine. La bala se había incrustado en el cabecero. Wright estaba junto a la cama, borracho, y apuntándole con un rifle del 22. «Ya te dije que teníamos que robar a lady Hudson», le increpó. Tratando de calmarle, Fontaine le propuso hacerlo mientras ésta estuviera fuera. «Eres un condenado loco», estalló Wright. «Cuando se marcha, se lleva con ella las mejores piezas, así que tenemos que esperar a que vuelva.» Exigió la mitad del botín.
Fontaine se levantó y se acercó a su amigo, quien, agarrando el rifle por un extremo, le golpeó con él en la nariz. Aturdido por la sangre que manaba copiosamente del rostro de Fontaine, tiró el rifle y comenzó a lamentarse: «¿Qué he hecho? ¿Qué he hecho?» Una vez que el mayordomo se hubo recuperado y detenido la hemorragia, ambos limpiaron la sangre de la cama. El criado extrajo la bala del cabecero, rellenó el agujero con yeso y lo cubrió luego de barniz oscuro.
Estaba amaneciendo. Fontaine mandó a Wright a la cama con cajas destempladas. Explicó a los otros criados que se había herido la noche anterior al golpearse contra la escalerilla de la piscina.
Cuando Wright reapareció somnoliento a última hora de la mañana, Fontaine le propuso salir a cazar algunos conejos para dar de comer a los perros de lady Hudson. Wright eligió una escopeta de dos cañones con seis cartuchos. Fontaine cogió el rifle del 22 con el que el otro le había amenazado la noche anterior y siete cartuchos.
En el interior del bosque el jardinero disparó los dos tiros de su escopeta, la cargó de nuevo y se dirigió a recoger la pieza muerta. Cuando preguntó a Fontaine por qué no había tirado, éste respondió: «Yo sólo me dedico a piezas mayores.» Wright le señaló otro conejo y dijo a Fontaine que disparase. El mayordomo accedió, apuntó al animal y luego volvió el arma hacia su compañero, que esperaba a poca distancia. Le dio cuatro tiros; el último de ellos le causó la muerte. Fontaine ocultó el cuerpo bajo unos arbustos y lo cubrió con ramas de helecho. Volvió a la casa y colocó las armas en su sitio. Compró unas botellas de champán para reponer el que se había bebido Wright. Cuando recogió a lady Hudson en la estación de Carlisle, le explicó que el jardinero había encontrado otro trabajo en Torquay.
Después de cenar, Fontaine se deslizó hacia el bosque, arrojó el cuerpo de Wright a una torrentera y lo cubrió con piedras y rocas. Al día siguiente volvió para completar la faena.
Sin embargo, lady Hudson no quedó satisfecha por las explicaciones de su mayordomo en relación con las heridas de la piscina y la súbita desaparición de Wright. Comenzó a sospechar y concertó una entrevista con Alex Campbell, inspector jefe de Dumfries y Galloway.
Casualmente, ese mismo día lady Hudson y la policía recibieron unas llamadas anónimas en las que les prevenían contra un tal Roy Hall. Tras algunas comprobaciones, el 7 de septiembre de 1977 Fontaine quedó despedido y abandonó Kirtleton Hall con un mes de sueldo como indemnización.
Habían descubierto que Roy Fontaine era el seudónimo de Archibald Thomson Hall, uno de los más famosos ladrones de joyas británicos. Sin embargo, el cuerpo de Wright no había sido todavía descubierto. El 8 de septiembre de 1977 Fontaine tomó el tren que se dirigía a Londres y comenzó a buscar trabajo como mayordomo.
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Presas y prisiones
Roy Fontaine consiguió su primer trabajo como mayordomo en 1951, pero se pasó diecinueve de los veintiséis años siguientes en la cárcel. Era una presa fácil para un chantajista como David Wright, quien como antiguo camarada de cárcel conocía su colección de condenas. Fontaine era un ladrón profesional de joyas que había cometido tal cantidad de robos y de estafas, que, en 1956, fue sentenciado a treinta años de prisión preventiva. La prisión preventiva permitía a los jueces meter en la cárcel a aquellos granujas cuya delincuencia eran incapaces de controlar.
Fontaine era un ejemplo típico. En marzo de 1963 lo pusieron en libertad, pero menos de diez meses después, en enero de 1964, fue encarcelado por otros diez años tras una nueva serie de robos de joyas.
Hasta el asesinato de David Wright, Fontaine no había cometido delitos con violencia, aunque en dos ocasiones fue acusado de tenencia ilícita de armas de fuego. En la cárcel de Long Lartin, Fontaine y Wright iniciaron su amistad.
Roy llevaba la voz cantante y no pareció seriamente afectado por el chantaje de su compañero hasta el momento de la desaparición del anillo de lady Hudson.
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Las joyas de la corona húngara
El robo de joyas más espectacular lo cometió en abril de 1953 en Edimburgo. Dos de sus cómplices, luciendo gorras de galones y hablando con acento sudamericano, entraron en Mowbray House, la antigua firma, famosa en el mundo entero, propiedad de Esta Henry. Mientras examinaban las piezas sonó el teléfono. Era Fontaine actuando como un despistado comprador extranjero.
Mientras la paciente señora Henry iba respondiendo a sus preguntas, los cómplices se guardaron un estuche que contenía piezas únicas de valor inestimable, algunas de las cuales habían pertenecido a la corona húngara. Tiempo atrás Fontaine había sustraído de la misma joyería un reloj de platino, antigua propiedad del duque de Windsor.
Fontaine se marchó a Torquay con uno de sus cómplices. Allí, representando el papel de acaudalados americanos, fueron invitados a un almuerzo de la alcaldía con otros VIPS. Cuando entraron los dos ladrones la orquesta tocó el himno nacional americano, Barras y Estrellas. Roy Fontaine fue detenido finalmente y en julio de 1953 sentenciado a tres años de cárcel.
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PRIMEROS PASOS – El artista estafador
Nacido en un suburbio de Glasgow, Fontaine adoptó el nombre de una famosa actriz cinematográfica y puso su propio talento de actor al servicio de sus instintos criminales.
Roy Fontaine -o mejor Archibald Thompson Hall- nació en Glasgow el 17 de julio de 1924. Sus padres, Archibald, funcionario de Correos, y Maisie, vivían en un pequeño apartamento en McLean Street, al este de la ciudad. Archibald hijo asistió a un jardín de infancia en el distrito de Jordanhill. Finalmente, la familia se trasladó a una zona mejor situada en los alrededores de Albert Street, cerca de Queen’s Park.
Cuando Fontaine tenía siete años, sus padres adoptaron una niña, Violet. La cuidó durante la infancia como un hermano mayor y, según el testimonio de Violet, la familia estaba muy unida. «Mi hermano aburría a mis padres reprochándoles que le hubieran bautizado con el nombre de Archibald», recordaba. «Insistía en que su amigos le llamaran Roy». Añadió a este nombre el apellido de su actriz favorita, Joan Fontaine.
Cuando eran pequeños, Fontaine se entretenía adornando a su hermana con flores y sedas de la casa y poniéndole collares y broches de su madre. «Tenía un gran sentido artístico», decía Violet. «Cuando yo tenía siete u ocho años, mostraba una paciencia infinita empleando gran parte de su tiempo libre en hacer vestidos para mis muñecas».
Le gustaban todos los aspectos de la elegancia. Solamente quería dormir entre suaves sábanas nuevas y siempre llevaba limpias las uñas. Fontaine era también un amo de casa incómodo. Cuando su madre caía enferma, se empeñaba en guisar para toda la familia y procuraba que la casa estuviera adornada con flores.
Por otra parte, comenzaban a surgir subrepticiamente ciertas tendencias en el carácter de Fontaine. En casa se encontraba siempre disgustado consigo mismo. Violet le recordaba como habitualmente malhumorado. «Sólo le recuerdo luchando consigo mismo». A los trece años fue apercibido por la magistratura de Glasgow, acusado de «comportamiento pernicioso».
Fontaine tuvo el primer disgusto serio con su padre a los 16 años. Entonces mantenía relaciones con una mujer casada y veinte años mayor que él, que exhibía a su peripuesto y garboso amante por los hoteles más elegantes de Glasgow.
En 1940, al comienzo de la II Guerra Mundial, la familia vivió durante una breve temporada en los barracones de Catterick, en Yorkshire. Un día la policía encontró unos documentos robados en la habitación de Fontaine. En la pared había esvásticas y fotografías de Adolf Hitler. Fontaine manifestaba abiertamente ante los soldados su veneración por el líder germano.
Archibald Hall padre, herido en Francia durante la contienda, fue licenciado honrosamente unos meses después. La familia volvió a Glasgow. Fontaine era ahora un artista de la delincuencia y un ladrón escurridizo. En una ocasión se quedó con el dinero de una colecta para la Cruz Roja y se aprovechó de otra. Entregaba lo que recogía en los barrios pobres y se embolsaba el producto de la cuestación realizada en las zonas de gente adinerada. Poco después robó el maletín de un médico que visitaba a la familia y que contenía medicamentos de uso restringido. Más tarde se le encontró derrochando dinero en un hotel. Se negó a decir lo que había hecho con las drogas.
En mayo de 1941, Maisie Hall dio a luz a su segundo hijo, Donald. El 11 de agosto de aquel mismo año el hermano mayor ingresó en prisión por primera vez. Fontaine fue condenado por un Tribunal de Glasgow por robo y por vender documentos falsificados. Desde aquel momento dedicó su vida a la delincuencia, excepto un corto intermedio en el que trabajó en un comercio de antigüedades.
Violet era la única persona de la familia que demostraba una profunda lealtad a Fontaine. Los padres, avergonzados por sus continuas detenciones, se mudaban constantemente para evitar encontrarse con los vecinos. Pero su hermana permaneció a su lado a pesar de sus delitos, agradecida por haberla enseñado a comportarse como una «señora», a usar los cubiertos adecuados y a seleccionar la ropa. «Ya sé que ha hecho cosas diabólicas», dijo en una ocasión, «pero, curiosamente, le gustaba ocuparse de las personas».
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Una amenaza para la sociedad
Antes de cumplir 23 años, Fontaine fue diagnosticado tres veces como enfermo mental, y recluido en otras tantas ocasiones en una institución.
En enero de 1943 le declararon incapacitado para juzgarle por hurto y le enviaron a Hawkshead, Hospital Mental de Glasgow, de donde se fugó el 13 de marzo. Las leyes escocesas dejaban en libertad a los locos que huían de los hospitales si no se les encontraba en un plazo de 28 días. Fontaine lo consiguió, pero en febrero de 1944 volvió a ser juzgado por asalto y enviado Hospital Mental de Woodilee. Allí, los psiquiatras declararon que era «una amenaza para la sociedad». Volvió a fugarse el 25 de abril de 1944 y de nuevo consiguió esconderse durante los 28 días siguientes.
El 28 de diciembre de 1944, tras una nueva denuncia por robo con escala, el Departamento para Criminales Lunáticos de Perth lo declaró loco y lo condenó a prisión perpetua. El 22 de noviembre de 1946 obtuvo la libertad condicional. Al cabo de un año, volvió a la cárcel, en Londres, por falsificación y asalto. ¡Pidió al tribunal que tomara en cuenta sus 51 condenas!
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El encuentro con la reina
El terrateniente que proporcionó a Fontaine su primer trabajo como mayordomo fue William Warren-Connel, propietario de Park Hall, una finca en Balfrom, Stirlingshire. La policía local le advirtió que Fontaine tenía antecedentes criminales y que, según sus informes, él y sus amigos londinenses eran autores de algunos robos recientes en casas de campo.
La tarde siguiente la señora Warren-Connel le hizo subir al cuarto de estar y le invitó a sentarse.
«Roy, ¿ha venido usted a esta casa para robarnos?»
«No, señora», replicó Fontaine.
Entonces la señora le pidió que le hablara de sus delitos. Después de escuchar el relato, le dijo que podía quedarse con ellos, porque si se marchaba volvería a crearse problemas. Los Warren-Connel ignoraban que Fontaine abría su correspondencia al vapor y que les había robado una invitación para una recepción de la Reina en Edimburgo. Alquiló un traje y se presentó en la fiesta bajo el nombre de William Warren-Connel.
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EL ROBO – El enemigo en casa
En un elegante barrio londinense, un anciano parlamentario retirado y su esposa veían transcurrir sus últimos años rodeados de valiosas antigüedades. Contrataron confiadamente a un criado que parecía compartir con ellos sus gustos refinados.
El sábado 16 de octubre de 1977, Fontaine alquiló un chalet en Newton Arlosh, cerca de Carlisle, por la suma de 40 libras mensuales. Dijo al propietario, un contable de la localidad, que era divorciado y que necesitaba un lugar donde instalarse por algún tiempo. Se mudó inmediatamente y durante unas semanas fue cliente habitual del bar local Joiner’s Arms. Se había desvanecido, no obstante, su actitud extrovertida y derrochadora: estaba preocupado por el asunto de Wright.
A finales de octubre Fontaine contestó a un anuncio de la revista The Lady, en el que se ofrecía un puesto de mayordomo en Londres. Presentó sus falsos informes, que nuevamente fueron aceptados, y se convirtió en el mayordomo de Walter Travers Scott-Elliot, de ochenta y dos años, antiguo diputado del partido laborista, y de su esposa, Dorothy, en Sloane Street, Richmond Court, un barrio de Chelsea.
Scott-Elliot y el nuevo criado parecían llevarse muy bien. Ambos eran exigentes en lo que se refería al aspecto personal y disfrutaban haciendo frecuentes visitas a Harrods y a otros almacenes, así como comiendo juntos en restaurantes italianos. Fontaine admiraba extraordinariamente la valiosa colección de antigüedades indias de los Elliot.
El matrimonio poseía una fortuna considerable -Dorothy Soott-Elliot procedía de una acaudalada familia de Calcuta y su marido había sido un próspero comerciante- y eran dueños de fincas en Italia y en Francia. Estaban en trámites para vender una valiosa propiedad cerca de Langhohn, en Dumfriesshire, y tenían cuenta en varios bancos internacionales.
El dúplex del n.º 22 de Richmond Court estaba decorado con muebles franceses y objetos heredados de ambas familias. La señora Scott-Elliot, de sesenta años, sufría de artritis, pero tenía una mente despierta. Su marido era propenso a momentos de agotamiento y de confusión. En seguida Fontaine empezó a abrir el correo del matrimonio y a calcular el valor de las antigüedades indias.
El 8 de diciembre Fontaine salió a tomar unas copas con Michael Kitto, un ladrón de poca monta que había conocido unas semanas antes por intermedio de Mary Coggle, una amiga común. Kitto estaba perseguido por robar 1.000 libras en un bar.
Fontaine y Kitto habían estudiado un plan para estafar a los Scott-Elliot y aquella noche Fontaine volvió al piso con su compinche para calcular el valor de las antigüedades. Llegaron a las 11,30. El señor estaba durmiendo en su cuarto. Su esposa había ingresado en una clínica para tratarse la artrosis y el mayordomo esperaba encontrar vacío el dormitorio. Cuando abrió la puerta, la señora Scott-Elliot apareció frente a él preguntándole qué hacía allí y qué significaba la presencia del otro hombre en la vivienda. Fontaine la empujó y la señora cayó al suelo. Kitto trató de contener y acallar sus gritos pero no lo consiguió. Entonces Fontaine le puso una almohada contra la cara y la mantuvo así durante un par de minutos. Kitto le ayudaba. Instantes después la señora Scott-Elliot quedó inmóvil.
Los dos hombres estaban aturdidos. Después de reflexionar en silencio, colocaron el cuerpo de la anciana en la cama, metido entre las sábanas en actitud de dormir. El ruido había despertado al señor. El criado oyó sus pasos y le impidió entrar en el dormitorio. Le dijo que la señora había tenido una pesadilla, pero que ahora dormía plácidamente. El señor Scott-Elliot se volvió a la cama. Fontaine y Kitto se metieron en el cuarto del mayordomo para estudiar sus futuras acciones.
A la mañana siguiente, el día 9 de diciembre de 1977, Fontaine y un descompuesto Kitto recogieron a su amiga Mary Coggie, limpiadora, de cincuenta y un años, en una central de teléfonos cerca de la estación de Ferrocarril de King’s Cross. Esta se quedó impertérrita ante el relato de la muerte de la señora Scott-Elliot, aunque se mostró interesada por la perspectiva de usar sus pieles y joyas. Se puso de acuerdo con los dos hombres para ayudarlos a deshacerse del cuerpo.
A última hora de la mañana, el señor salió y preguntó por su mujer a Fontaine. El mayordomo respondió que había salido temprano a hacer unas compras y que se encontrarían en el Reform Club para el almuerzo. Hasta la hora de la cita el anciano estuvo paseando con paso rápido de estilo militar.
Mientras estaba en la calle, Fontaine y sus cómplices alquilaron un Ford Cortina en Victoria, empleando para ello un nombre falso. Pidieron que les entregaran el automóvil gas plateado en Richmond Court. Para entonces Scott-Elliot ya había regresado. Estaba agotado y mentalmente ausente, así que no mencionó la cita con su esposa. Le obligaron a firmar el cheque por el alquiler del vehículo. El estado del señor Scott-Elliot se había agravado por las drogas que tomaba como medicación.
Aquella noche, Fontaine, Kitto y Coggle, ocultos bajo la escalera trasera de la vivienda, envolvieron el cuerpo de la señora en una sábana y lo introdujeron en la maleta del Cortina. Fontaine engañó de nuevo a su señor diciéndole que su esposa había salido. Después de meter algunas pequeñas antigüedades en el coche, Fontaine suministró a Scott-Elliot una dosis doble de somnífero y le dijo que se iban todos a hacer un largo viaje.
El adormilado anciano ocupó el asiento trasero del coche, donde creía que su mujer, de cabeza canosa, estaba esperándole. Kitto se sentó al volante y Fontaine a su lado.
Scott-Elliot vio junto a él a una mujer con abrigo de visón. La miró con expresión confusa, pero no hizo el menor comentario. La mujer empezó a charlar sobre los muebles y la casa y Scott-Elliot se adormeció sin darse cuenta de que había estado hablando con una tal Mary Coggle, quien se cubría con una peluca.
Durante el viaje, el anciano se despertó con frecuencia, mostrando una sorprendente capacidad para reconocer los pueblecitos y los paisajes que atravesaban. Pero no pareció darse cuenta de que su mujer no estaba junto a él.
Llegaron muy tarde al chalet de Fontaine en Newton Arlosh y metieron a Scott-Elliot en la cama. El sábado 10 de diciembre de 1977 condujeron durante toda la mañana a lo largo de la frontera escocesa, deteniéndose en Lanark para comprar una azada y en Crieff, en Perthshire, para almorzar en el hotel Drummond Arms. A estas alturas, Scott-Elliot ya estaba tan confuso que no comprendía nada de lo que estaba ocurriendo.
Después de abandonar el hotel, Kitto condujo al grupo hacia Comrie, en el oeste; luego giró hacia el sur por la B 827. Después de recorrer más de 25 km, paró el coche por orden de Fontaine. Había una tapia entre la carretera y los campos cubiertos de nieve. Kitto arrojó el cuerpo de la señora Scott-Elliot por encima de la tapia. Fontaine le esperaba al otro lado junto a una zanja.
Usando el azadón que habían comprado en Lanark, cavaron una tumba superficial, donde depositaron el cuerpo cubierto con helechos, hojas y ramas. Mientras hacían su faena, Coggle estaba sentada en el coche con el señor Scott-Elliot junto a la carretera, atiborrándole de píldoras.
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El marginado
Michael Kitto nació en Battersea, al sur de Londres, en 1938. Era hijo natural de una mujer que trabajaba en una droguería. Vivió con sus padres adoptivos hasta los diez años y pasó los tres siguientes en un hogar juvenil. En 1951 volvió a casa de sus padres adoptivos y acudió a una avanzada escuela secundaria. En octubre de 1953 se enroló en la Marina Real, aunque en 1954 le licenciaron por «inadaptable» a cualquier servicio.
Kítto pasó por un trabajo tras otro y cometió pequeños delitos aún después de alistarse en la Brigada Armada en 1956. Aquel mismo año pagó una multa de 20 libras en el Tribunal Municipal de la ciudad de Winchester, tras ser sentenciado por asalto y fractura. Durante su estancia en Alemania Occidental con la Brigada Armada fue condenado a un año de cárcel por asalto y robo, aunque en su hoja de servicios constaba el calificativo «bueno» en relación con su comportamiento cuando, en 1960, regresó a la vida civil. A esto siguieron diversas sentencias por varios delitos.
Se casó y tuvo una hija, pero el matrimonio se deshizo y Kitto se introdujo en el turbio mundo del Soho londinense, entre canallas más inteligentes que él. En 1976 el Tribunal de Chichester, en Sussex, le condenó a seis meses de cárcel por robo. Cumplió aún dos condenas más antes de conocer a Mary Coggle en una taberna de King’s Cross a primeros de noviembre de 1977.
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Pico de oro
Fontaine era un actor genial, cuyos timos constituían auténticas obras maestras de audacia. En 1956 alquiló ropajes árabes, se dio un maquillaje oscuro y llegó a un hotel de Londres en un Rolls Royce conducido por su chófer. Tras inscribirse, solicitó la presencia de un joyero. Con un pretexto cualquiera cogió algunas piezas y huyó con ellas a través del cuarto de baño.
Tenía también una excelente memoria fotográfica. Su truco favorito era observar una pieza, declarar que no le alcanzaba el presupuesto y hacer una copia exacta que sustituía por el original en una visita posterior.
El mayordomo ladrón representaba el papel de «caballero» una y otra vez. En la recepción del hotel se presentaba como lord Fulano, pero indicaba que prefería permanecer en el anonimato. Un cómplice comentaba en voz alta en el bar «Mira, ahí está lord Fulano», de un modo que daba a entender que el noble en cuestión era par del reino, Fontaine pagaba finalmente la elevada cuenta del hotel con un cheque falso y desaparecía.
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Arriba y abajo
La edad dorada de los mayordomos ha terminado. A diferencia de Fontaine, que se apoyaba en las falsas referencias para obtener sus empleos, un mayordomo victoriano estaba obligado a prosperar desde los niveles más bajos.
El apogeo del mayordomo inglés se produjo a mediados del siglo XIX. En aquella época, un hombre de origen humilde podía trabajar como empleado doméstico y ascender por etapas sucesivas si demostraba su pericia y su buen gusto. Antes de 1800 el encargado del servicio en las casas de los aristócratas solía ser el miembro más joven de su propia familia o miembros de familias de menor categoría.
Alrededor de 1850 el mayordomo de una prestigiosa familia aristocrática tenía a su cargo docenas de criados masculinos desde el lacayo al pinche, y se hacía responsable de sus negligencias. Según la Guía practica del sirviente, publicada en 1880, «un mayordomo que conoce sus obligaciones y las cumple con celo, honradez y eficacia, nunca será lo suficientemente apreciado por los juiciosos cabezas de familia».
Trabajaban en la antecocina, generalmente pintada en crema y marrón, bajo un retrato del monarca, la lista de los menús y un tablón de advertencias en la pared. A su lado tenía un cuenco de madera para fregar, un aparador con la porcelana y el cristal y todo el equipo que un mayordomo necesitaba para elaborar cerveza y embotellar el vino. Solía dormir en una habitación cercana a la antecocina para impedir el robo de la plata.
Esto era así en la época victoriana, de estricta moralidad y dominio de uno mismo. Se esperaba del mayordomo que enseñara buenos modales e hiciera trabajar con eficacia a los empleados más jóvenes.
Entre 1850 y el periodo anterior a la II Guerra Mundial los nobles preferían que sus mayordomos fueran solteros. «El cuidado y los gastos de una familia se oponen probablemente al correcto modo de vestir y al aspecto elegante de un sirviente soltero», afirmaba la Guía.
Parece improbable que Roy Fontaine mostrara el aspecto, la gracia y las maneras de un mayordomo del siglo XIX. La Guía práctica del sirviente explica claramente que algunos mayordomos victorianos, especialmente los casados, que necesitan sumas extras, empeñan la plata de sus señores esperando poder rescatarla antes de que se descubra su desaparición. «Esto no es una tentación imaginaria», afirma la Guía, «sino un hecho frecuente, como lo demuestran los informes de la policía».
La literatura victoriana nos demuestra que el esforzado mayordomo sufre un trato desdeñoso por parte de los señores. Existía la convicción de que un empleado no tenía la habilidad natural para manejar obras de arte y necesitaba unas cuidadosas instrucciones.
El convencimiento que las deficiencias de los criados no tenían que ver con la escasa educación, los bajos salarios o los vicios de los propios señores continuó a lo largo del siglo XX. Se esperaba que los criados aprendieran a practicar la virtud del mismo modo que tenían que recibir instrucción religiosa.
A finales de la II Guerra Mundial la rígida separación de las clases y el snobismo comenzaron a desaparecer en Gran Bretaña. La gente cargada de títulos o de riqueza comprendía que no era automáticamente superior a sus criados, sino que había sido privilegiada y recibido una educación más esmerada. Durante esta época, en 1951, la señora Warren-Connel se negó a despedir a Fontaine cuando éste le habló de su pasado delictivo, diciendo que ella se sentiría responsable si volvía a Londres y continuaba su vida criminal.
Poco más de diez años después la exigencia para contratar mayordomos se había relajado tanto que Fontaine ocupó durante seis meses ese puesto en casa de Nigel Law, primer secretario retirado del Cuerpo Diplomático; en la de sir George y lady Aylwen; y en 1963 en la del financiero Sir Charles Clore. Sólo este último fue lo suficientemente desconfiado como para comprobar el pasado de Fontaine y despedirle, aunque lo hizo cuando ya llevaba algunos días en la casa.
Valiéndose de su carrera como mayordomo, Fontaine jugaba astutamente con algunos mitos que sustentaban los ricos terratenientes británicos. Sabía que si se habla inteligentemente sobre arte y sobre champagne, se refiere uno elocuentemente a su humilde ambición y dice «señor» o «señora» con suave reserva, se puede decir que tiene clase.
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LA TRAICIÓN – Alianza asesina
El asesinato resultó fácil para Fontaine y Kitto. Parecía natural que la vida de un anciano enfermo pendiera de un hilo. Ahora, en el camino del mayordomo nadie estaba a salvo, ni siquiera su hermano.
El pueblo de Newton Arlosh, en Cumbria, a pocos kilómetros de Solway Firth hacia el interior, tenía una población de trescientos cincuenta habitantes. La mayoría eran granjeros. Conocían a Fontaine desde su tranquila y solitaria estancia en Middle Farm antes de que se empleara con los Scott-Elliot, pero probablemente no se dieron cuenta de la llegada del grupo a primera hora del sábado 10 de diciembre.
Pero otras miradas curiosas pudieron observar que dicho grupo volvía a Comrie tras su recorrido de casi 480 km, por la tarde del mismo día. El anciano Scott-Elliot, completamente drogado, tuvo que ser ayudado a cruzar el umbral de la puerta. Fontaine, Kitto y Coggle lo metieron en la cama y se prepararon la cena.
Mientras cenaban discutieron los planes para la estafa que Fontaine quería llevar a cabo. Él consideraba que el robo de las antigüedades tenía menos importancia que la serie de fraudes que podrían proporcionarles al menos 100.000 libras esterlinas -o quizás el doble- procedentes de las distintas cuentas bancarias y de las acciones.
Al no tener posibilidad de conseguir la auténtica firma de la señora Scott-Elliot, debían prescindir de una parte del plan. Fontaine se mostraba preocupado por el momento en que empezaran a surgir sospechas entre los amigos del matrimonio. El día en que volvían de buscar un lugar para enterrar el cuerpo de la anciana señora se detuvieron en el restaurante Royal Stewart, en Crieff, donde bebieron dobles de whisky y Bacardí. Explicaron que el anciano caballero del coche era su abuelo.
Scott-Elliot tenía parientes en Aberdeenshire, pero Fontaine comprendió que la visita del anciano despertaría su curiosidad sobre el paradero de su esposa. Al acabar la cena, él, Kitto y Coggle, que ahora lucía una peluca rubia, se pusieron de acuerdo sobre el siguiente paso de su plan.
El grupo estuvo dos días descansando. El señor Scott-Elliot dormía en la vivienda mientras Fontaine, Kitto y Coggle bebían en el Joiner’s Arms. El tabernero, Jack Fyrth, comprendió que Fontaine, el bebedor de cerveza y de licor de whisky, era el jefe del cotarro. Este había recuperado su amabilidad e invitaba a las rondas. Dijo a Fyrth que había trabajado en la alimentación, pero que ahora se dedicaba a las antigüedades.
El martes 13 de diciembre los tres compinches introdujeron a Scott-Elliot en el Ford. Kitto tomó de nuevo el volante y condujo hacia el norte. El viaje que había planeado Fontaine fue largo. Era de noche cuando llegaron al hotel Tilt, en Blair Atholl, Perthshire, después de un recorrido de 320 kilómetros. Mary Coggle, luciendo el abrigo de visón de la señora Scott-Elliot, se dirigió a recepción para encargar las habitaciones.
Les proporcionaron tres chalets. Fontaine y Kitto recuperaron sus papeles de chófer y mayordomo e instalaron al señor Scott-Elliot en uno de ellos; después pidieron una comida para él. Más tarde, acompañados por Coggie, comieron en el comedor de¡ hotel, representando siempre sus papeles de criados. Después de que ella se fuera a la cama, los dos hombres bebieron tan abundantemente que se emborracharon y contaron a los otros huéspedes que estaban al servicio de un antiguo miembro del Parlamento y que Coggie era su esposa.
A la mañana siguiente, miércoles 14 de diciembre, los cuatro desayunaron juntos en el comedor. La mujer, con su peluca rubia, guardaba silencio, mientras que Fontaine y Kitto se dirigían a Scott-Elliot tratándole de «señor». El anciano caballero no parecía a disgusto ni protestaba porque el personal de servicio compartiera su misma mesa.
Después de desayunar, Seott-Elliot pagó una cuenta de sesenta y una libras con un cheque que firmó como Scott. Dio las gracias al encargado Malcolm McNaught por «una agradable estancia» y el grupo se marchó.
Kitto dirigió el coche hacia Inverness, en el norte, donde se detuvieron a almorzar; bajaron luego en dirección sudoeste por la carretera A 831, desde Tomich, hasta que alcanzaron las solitarias y salvajes Highlands de Glen Affric, a lo largo de Loch Affric. Scott-Elliot, somnoliento, les pidió que detuvieran el coche para satisfacer una necesidad. Kitto detuvo el automóvil en medio de un espeso bosque.
Fontaine sugirió a su señor que saltara sobre la tapia de piedra paralela a la carretera de modo que nadie que pasara por allí pudiera verle. Al volver al coche, Fontaine propuso un descanso. Scott-Elliot aceptó; apoyándose en un árbol, preguntó dónde estaban y luego se sentó.
Entonces el mayordomo y el chófer levantaron al anciano y trataron de empujarlo entre los arbustos. Este se resistió y Fontaine intentó estrangularlo con un pañuelo. Pero su señor, luchando ahora por su vida, daba muestras de una energía extraordinaria. Por fin, el criado cogió la azada y ordenó a Kitto que la usara para matar a Scott-Elliot. El cómplice obedeció inmediatamente.
A continuación Fontaine y Kitto cavaron una tumba superficial entre los mismos arbustos, a escasa distancia de la carretera, e introdujeron el cuerpo. Lo cubrieron con ramas y hojas y volvieron al coche, donde Mary Coggle les aguardaba. Encendieron unos cigarrillos y charlaron durante unos momentos. Los tres se dirigieron a Inverness y luego al sur, pasando la noche en un hotel de Aviemore, al oeste de Grampian Mountains.
Kitto y Coggle bebieron en abundancia durante la tarde y pasaron la noche juntos, mientras Fontaine permanecía silencioso y pensativo, consumiendo sus bebidas solo en un bar diferente. A la mañana siguiente, jueves 15 de diciembre, los tres se marcharon a Perth, donde buscaron compradores para algunas de las antigüedades de los Scott-Elliot. Al día siguiente vendieron más mercancía cerca de Edimburgo.
La tensión surgió cuando Fontaine vio a Mary Coggle luciendo los brillantes de la señora Scott-Elliot, los collares, el abrigo de visón y el bolso de piel de cocodrilo. Iba exageradamente vestida y Fontaine temía que aquello pusiera su seguridad en peligro; además, se sentía avergonzado en su compañía. Desde que enseñara a su hermana Violet a comportarse como una dama, mantenía unos puntos de vista muy estrictos sobre el tema. En una ocasión, durante su estancia en Edimburgo, los dos hombres, ante la irritación de Coggle se fueron solos a un bar.
Cuando volvieron a Middle Farm Cottage, en Newton Arlosh, el viernes 16 de diciembre, las cosas habían empeorado. Fontaine y Coggle discutían sobre la posibilidad de vender el visón de la señora Scott-Elliot y sus joyas. Ella estaba decidida a conservarlos, pero él se daba cuenta de que, si se los ponía en Londres, la gente empezaría a hacer preguntas. Kitto estaba de acuerdo con Fontaine. Le ofrecieron la suma que obtuvieran de la venta, pero ella estaba dispuesta a renunciar a las joyas, no al visón.
A primeras horas de la mañana del día siguiente, sábado, Mary sugirió a Fontaine pasar un rato juntos encima del abrigo de visón. Él aceptó con la esperanza de poder convencerla después para que se desprendiera del abrigo. La mujer se negó nuevamente.
A última hora del día, Fontaine le dijo llanamente que tenían que vender o quemar el abrigo. Encendió la estufa eléctrica del cuarto de estar de la vivienda para demostrar así su determinación. Ella se puso furiosa y Fontaine la golpeó con un atizador una vez y otra, mientras Kitto la sujetaba. Coggle perdió el sentido, aunque aún respiraba. Los dos hombres la ahogaron y se fueron después a tomar una copa en el Joiner’s Arms.
El domingo 18 de diciembre los dos cómplices volvieron en el coche hacia el norte, junto a la frontera escocesa. Encontraron una desviación desierta en la carretera, ahora en Middlebie, cerca de Dumfriesshire, ciudad de Lockerbie. Dejaron el cuerpo de Mary Coggle en una torrentera conocida como Back Burn.
La quincena siguiente los dos hombres se instalaron en Newton Arlosh, derrochando grandes sumas en el Joiner’s Arms, mientras hacían frecuentes escapadas al piso de los Scott-Elliot. Fontaine envió un telegrama firmado con los nombres del matrimonio a los amigos de Aberdeenshire, donde la pareja pensaba pasar las fiestas de Navidad. Se apoderaron de los más valioso de la vivienda y lo vendieron a través de una serie de contactos que mantenían en Londres y en Middlands.
Los dos hombres pasaron las fiestas navideñas en la cercana casa de su hermana Violet y de su marido, John Harvey. La mañana de Navidad, un joven se encontró en el transcurso de un paseo con el cuerpo de Mary Coggle, en una torrentera, a cientos de kilómetros de distancia.
El viernes 13 de enero de 1978 Donald Hall abandonó la prisión de Haverigg, Cumbria, donde había cumplido una sentencia de tres años por robo con escala. Donald, que contaba diecisiete años menos que su hermano Roy, había cometido delitos menores en su juventud. Aunque Fontaine le consideraba un patán, Kitto y él lo recogieron en Lytham St. Annes, al norte de Newton Arlosh, el día 14 de enero, y se volvieron a Middle Farm en Cottage.
Fontaine y Kitto habían devuelto el Ford Cortina gris plateado a la agencia de Edimburgo y alquilaron en otra compañía un Ford Granada con matrícula YGE 999 R. A Fontaine le preocupaba este hecho, pues las cifras 999 corresponden al número de teléfono de emergencia de la policía, así que sustituyó la placa por una falsa.
Los tres hombres pasaron el resto del día comiendo y bebiendo en Carlisle, mientras planeaban los detalles del robo que pensaban cometer en una casa de campo. Fontaine y Donald llamaron por teléfono a Violet para felicitarla por su cumpleaños.
Los años de cárcel no habían ayudado a Donald a comportarse con tacto. De vuelta a Middle Farm Cottage, la noche del domingo, se dedicó a importunar a Kitto y a Fontaine con sus preguntas sobre sus, al parecer, ilimitados fondos. Tenía la impresión de que hacía poco tiempo que habían logrado dar un golpe de suerte
Cuando Fontaine insinuaba que su próximo trabajo implicaría matar a alguien, Donald se jactó de su habilidad para hacerlo solamente usando los pulgares. Fontaine, que vivía con la tensión de los asesinatos ya cometidos, comprendió el peligro que suponía la participación de su hermano en tales proyectos. Este se ofreció a hacerles una demostración de su sistema adoptando la posición de la víctima «en paro». Fontaine y Kito le gastaron bromas, hasta que Donald se echó en el suelo de la vivienda. Kitto entonces le aplicó un paño empapado en cloroformo sobre la nariz y la boca hasta que murió. Tuvo el gran honor de ser la primera víctima asesinada con cloroformo en la historia británica.
A la mañana siguiente, lunes 16 de enero de 1978, Fontaine y Kitto atravesaron de nuevo la frontera escocesa con un cadáver en la maleta del coche. A la caída de la tarde alquilaron dos habitaciones individuales en el hotel Blenheim House de North Berwick.
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Informes falsos
Fontaine no consiguió referencias satisfactorias de ninguno de sus empleos como mayordomo. Entonces decidió falsificarlas, imitando a la perfección el estilo y el acento de las clases elevadas.
En 1951 Fontaine se entrevistó con un propietario de Stirhngshire, al que presentó unas referencias inmejorables, aunque todavía no había trabajado nunca como mayordomo. Pero el entrevistador observó que uno de los informes llevaba la firma de un caballero cuya ceguera le impedía escribir y le despidió.
Sin arredrarse, Fontaine se dirigió a la finca de William Warren-Connel, cerca de Park Hall, en Balfrom. Allí necesitaban mayordomo y le contrataron sin preocuparse de comprobar las referencias.
Un ejemplo de la sofisticación que empleaba en la elaboración de sus informes lo tenemos el 4 de octubre de 1963, cuando se presentó, con su compañera Phyllis Nye como cocinera, en casa del alcalde de Londres, sir George Aylwen. Después de ofrecerse para el puesto de mayordomo, volvió a su trabajo en Buckinghamshire, residencia del diplomático retirado Nigel Law. Cuando lady Aylwen telefoneó, Fontaine, imitando el acento de su señor, dio unas referencias excelentes sobre sí mismo y así consiguió el empleo.
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La boda del mayordomo
Fontaine era demasiado inquieto como para asentarse durante largo tiempo y su único intento de matrimonio fracasó a los pocos meses. En la primavera de 1972 conoció a una rubia y elegante mujer escocesa, Ruth Holmes, que poseía todo cuanto Fontaine deseaba en una mujer. Este estaba en libertad bajo palabra desde enero de 1972, después de haber permanecido en la cárcel durante seis años.
Ruth Holmes, de treinta y nueve años, trabajaba en una casa de modas de Londres mientras Fontaine lo hacía en Preston bajo libertad condicional. A pesar de todo la pareja contrajo matrimonio en el juzgado de Preston el 13 de septiembre de 1972.
Sin embargo, él comenzó en seguida a dirigir sus atenciones hacia una antigua amiga de Preston, Hazel Patterson. El matrimonio fracasó por culpa de los profundos sentimientos que el marido sentía hacia un joven que había conocido en el cárcel y al que continuaba tratando. Cuando en septiembre de 1973 Fontaine fue encarcelado, Ruth continuaba visitándole en Wandsworth. Él le dijo que haría mejor quedándose al margen y divorciándose y ella abandonó la prisión anegada en lágrimas.
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EL ARRESTO – La búsqueda del cuerpo
La suerte abandonó a Fontaine cuando la policía escocesa descubrió que el número de su matrícula era falso. Le detuvieron y tras un intento de huida, volvieron a detenerle. Por fin colaboró con la policía reconstruyendo su ruta criminal.
El hotel Blenheim House está situado en el Firth of Forth, a 23 km. al este de Edimburgo. Es un sólido edificio de piedra con columnas en la entrada y orientado hacia el mar. En él se alojan generalmente golfistas, corredores y nadadores. Aquella noche de lluvia y nieve solamente se hospedaba un viajante de comercio. Entonces apareció el Ford Granada rojo que Fontaine había alquilado.
El hotelero, Norman Wight, que dirigía el hotel Blenheim House con la ayuda de su esposa, Margaret, observó a los dos hombres desde el mostrador de recepción. Viajaban ligeros de equipaje. Únicamente llevaban un maletín para los dos, una percha con una chaqueta, una camisa y un abrigo. Kitto firmó el registro bajo el nombre de Compton y dio una dirección de Mill Hill, al norte de Londres.
Fontaine estaba muy locuaz y parecía llevar la voz cantante. Comentó que estaban haciendo un corto recorrido por Escocia antes de emigrar a Australia, pero parecía evitar inscribirse. Wight encontraba algo extraño en la pareja, aunque no sabía qué.
Observó discretamente a sus nuevos huéspedes mientras éstos bebían brandy en el bar. Acostumbraba estudiar minuciosamente las rutinarias circulares de la policía sobre criminales buscados, pero aquellos hombres no coincidían con las que Wigth había leído recientemente; sin embargo, continuaba inquieto. Los dos hombres pasaron al comedor y encargaron el almuerzo. El hotelero habló con su mujer y ésta le dijo que se sentía incómoda.
Wigth se deslizó a su despacho y llamó a la policía local. No tenían datos sobre el nombre de Compton, pero estuvieron de acuerdo en comprobar la matrícula del Ford Granada. El número que Fontaine había comprado, TUR 884 R, correspondía a un Ford Escort propiedad de un almacén del sur del país.
Mientras los huéspedes terminaban la comida y encargaban el postre, dos oficiales de la policía, los inspectores Michael Webster y Charles Tumer, procedentes de la comisaría de North Berwick, llegaron y comprobaron en el número del parabrisas que la matrícula original era la VGE 999 R. Investigaciones posteriores condujeron hasta la empresa de alquiler sin chófer de West Lothian que les había alquilado el Granada.
Fontaine y Kitto bebían brandy cuando los policías se acercaron a su mesa. Les dieron cuenta de la investigación que estaban llevando a cabo en relación con el coche y se llevaron a los dos hombres en el vehículo policial.
Entre tanto, al sur del país, se hacían investigaciones paralelas a las de North Berwick, aunque sin conexión entre ellas. Dos días antes, el sábado 14 de enero de 1978, mientras Fontaine y Kitto volvían con Donald Hall a Newton Arlosh, el inspector Andrew Martín, de Chelsea, en el centro de Londres, visitaba el bloque de pisos de los Scott-Elliot en Sloane Street. Algunos anticuarios habían denunciado a la policía que les habían ofrecido artículos de plata y objetos similares que creían ser propiedad del matrimonio.
El encargado de Richmond Court, Douglas Sutch, dijo a Martin que probablemente los Scott-Elliot estaban en Italia, pero que no habían dejado su dirección, a pesar de que acostumbraban hacerlo. El mayordomo iba y venía.
Los amigos de los Scott-Elliot, que vivían en Aberdeenshire, declararon haber recibido un telegrama firmado por «Walter y Dorothy», en el que les decían que pasarían las Navidades en Roma. El inspector Martin, acompañado por el señor Sutch, forzó la puerta del n.º 22 de Richmond Court en presencia de un representante del juzgado. Las investigaciones que llevaron a cabo en los bancos del matrimonio no mostraban instrucciones relacionadas con un viaje al extranjero.
Las indagaciones de la policía de Chelsea seguían su curso cuando, el lunes 16 de enero, Fontaine y Kitto fueron conducidos a la comisaría de North Berwick. Dieron los nombres de Roy Thomson Hall, de Lytham St. Annes, y John Blackmann, de Kilburn, al norte de Londres. Trasladaron el Granada desde el hotel Blenheim House a la comisaría, pero no registraron el maletero.
Fontaine obtuvo el permiso para ir a los lavabos sin escolta. Una vez allí se deslizó por la ventana y echó a correr desesperadamente bajo la lluvia. Detuvo a un motorista para que le condujera hasta el domicilio de un taxista de la localidad, explicándole que su esposa estaba enferma.
El taxista, John Hutchinson, recorrió con su pasajero un hospital detrás de otro durante tres horas. Fontaine le contó que su mujer había tenido un accidente, pero que no le habían dicho dónde estaba internada. Por fin se detuvieron ante un control policial.
-Deben de estar buscando a alguien -comentó Hutchinson.
-No tiene nada que ver conmigo, hijo -replicó Fontaine.
El joven oficial, William Cowan, le preguntó su nombre. Donald Stewart, respondió el pasajero. Cowan y su colega dieron por la radio la descripción del hombre, y desde la comisaría de Musselburgh les ordenaron que se lo llevaran. Uno de los oficiales subió al taxi. Cuando llegaron, Fontaine insistió en pagar la carrera.
A primeras horas del martes 17 de enero de 1978, los detectives informaron a Fontaine de que a las diez de la noche del día anterior hablan hallado un cadáver en el maletero del Granada. Le registraron. Llevaba en los bolsillos 326 libras, más 60 peniques de plata de la época Tudor y diez tabletas blancas. Fontaine dijo que eran tranquilizantes.
Sus guardianes le llevaron el vaso de agua que había pedido. En cuanto desviaron la mirada, el detenido, con pericia de contorsionista, se sacó una serie de fuertes sedantes que llevaba ocultos en el recto y se los tragó con el agua. Perdió el conocimiento al instante. Le llevaron rápidamente en una ambulancia al Edinburgh Royal Infirmary, a pocas millas de distancia, donde con un lavado de estómago le salvaron la vida.
El mismo día, por la tarde, el comisario jefe George MacPherson, de la policía de Lothian, y la de la frontera se reunieron en el Cuartel General de Edimburgo. Enviaron algunos agentes a Newton Arlosh. La policía londinense de Scotland Yard hizo una llamada interesándose por el Ford Cortina que Fontaine había alquilado en Londres y que dejó en el aparcamiento de la sucursal de la misma empresa en Edimburgo.
Entonces, la policía de Lothian informó de la detención de Fontaine, al que relacionaron con el asunto de los Scott-Elliot. En seguida los dos cómplices hicieron sus declaraciones tras el interrogatorio del inspector Tom McLean. Los forenses realizaron minuciosas pruebas en Newton Arlosh, donde habían aparecido huellas de sangre de Mary Coggle, y también en Richmond Court.
Apoyándose en estas pruebas, los especialistas dedujeron que Coggle y Donald Hall habían muerto en Newton Arlosh. El mismo día 17 de enero dos docenas de agentes registraron los bosques cercanos a Glen Affric buscando el cuerpo de Walter Scott-Elliot. Lo hallaron el miércoles 18 de enero.
A última hora de la mañana los agentes llevaron a Kitto a la zona de Braco para tratar de localizar el cuerpo de la señora Scott-Elliot. Este fue incapaz de encontrarlo, pero los investigadores sí lo lograron.
Al día siguiente, Fontaine intentó suicidarse de nuevo en su celda. Tenía escondidas otra serie de pastillas en el recto, pero le volvieron a salvar la vida en el mismo hospital de Edimburgo; entonces comprendió que no tenía nada que perder si relataba los hechos. Dos días más tarde convocó a los detectives junto al lecho del hospital.
«Deben ustedes saber que hay otro más», les dijo. «Para empezar, tendrían que haber buscado en Dumfries a uno del que no se sabe nada. Es un chico llamado David Wright, que está enterrado en un bosque cerca de la finca de lady Hudson. Yo lo maté de un tiro en la cabeza.» Fontaine se ofreció a localizar los cadáveres de Wright y de la señora Scott-Elliot. Los doctores le dieron permiso para viajar y, con la ayuda de los perros, encontraron el cuerpo del jardinero ese mismo día, sábado 21 de junio. El domingo el detenido guió a la policía directamente al punto de la carretera B 827, al sur de Comrie, donde yacía enterrada la señora Scott-Elliot.
Cuando exhumaron el cadáver del terreno cubierto de nieve, los policías de escolta observaron que el rostro de Fontaine no manifestaba sentimiento alguno.
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Las confesiones
Michael Kitto fue el primero de los dos sospechosos en revelar a la policía que estaban sobre la pista de una serie de crímenes, y no solamente del de Donald Hall, cuyo cadáver apareció en el Ford Granada. «Es una historia increíble, no se lo van a creer», dijo al inspector Tom McLean, de la policía de Lothian y de Frontera. «Quiero hablarle a usted de los otros tres cadáveres».
Hablando lentamente, confundiendo con frecuencia fechas y lugares, Kitto relató pausadamente la historia completa al inspector McLean. Era patente que nunca quiso convertirse en un asesino, pero no sentía el menor respeto por sus víctimas. De Scott-Elliot, dijo: «Yo no creía que había que matarlo. Pero Hall (Fontaine) dijo que había que matarlo y yo estuve de acuerdo. El viejo era un caballero muy bien conservado para su edad.»
Cuando Fontaine, que permanecía en una estancia aparte, se enteró de que Kitto había confesado, confirmó inmediatamente la historia. No parecía manifestar rencor contra su cómplice, pero después del juicio escribió a Violet, su hermana adoptiva: «Si estaba tan dominado por mi y me temía, ¿por qué no lo demostró?»
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Mente rápida
Mucho antes de que Fontaine se deslizara por la ventana de la comisaría de North Berwick, ya se había convertido en un experto de la fuga. En su juventud huyó en tres ocasiones de instituciones escocesas para enfermos mentales y, en 1956, estuvo a punto de escapar de la prisión de Parkhurst, de alta seguridad, en la isla de Wight. Fontaine y otro preso se arrastraron por una escotilla de la celda de castigo, donde hallaron algunos ladrillos rotos. Durante varios días picaron en dichos ladrillos, pero rompieron una tubería. Su plan fracasó por el olor del escape de gas.
En 1964, Fontaine y otros dos presos huyeron de la cárcel de Blundeston, en Suffolk, inaugurada el año anterior. Fontaine fabricó una llave que encajaba en la cerradura de una habitación provista de ventilación exterior. Los tres oyeron sonar la alarma, mientras descendían por el curso del río Waveney en un bote robado. Fontaine permaneció en libertad casi durante dos años.
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Sin detenerse ante nada
Roy Fontaine era esencialmente un soñador con el impetuoso deseo de cometer el robo perfecto. Ante aquella monomaníaca ambición, las vidas humanas eran meros obstáculos en su camino hacia el triunfo.
Roy Fontaine era un ladrón de joyas profesional de unos treinta y cinco años, que nunca había dado muestras de violencia hasta que, a los cincuenta y tres, se transformó en el brutal asesino de cinco personas.
Aquel experto, capaz de apreciar una pieza de plata cincelada, no mostraba compasión ante los desventurados restos de sus víctimas. El escrupuloso caballero, que gustaba de los acontecimientos solemnes y de rodearse de amigos selectos, enterraba a sus víctimas descuidadamente.
Tras su detención, su hermana, Violet y su padrastro, John Wooton, fueron a visitarle a la cárcel de Saughton, en Edimburgo. Cuando le preguntaron por qué se había convertido de repente en un asesino, Fontaine se negó a desvelar sus sentimientos. «Bueno, ya está hecho, ¿no?», contestó gruñendo.
Fontaine se llegó a creer en alguna ocasión un delincuente genial. Basaba su creencia en el número y la facilidad de los robos que había cometido, más que en su habilidad para evitar las detenciones.
En su juventud fue partidario de Adolf Hitler, probablemente tomado como un símbolo de superioridad más que por razones políticas. Fontaine leía en la cárcel sin descanso. Las biografías de personajes famosos, los libros de etiqueta, y de pensamiento, así como sobre antigüedades y artesanía, eran sus lecturas favoritas durante los largos años que permaneció en prisión.
Desempeñaba el papel dominante, demostrando una descarada pericia y obligando a sus compañeros a que le sirvieran las comidas. Fontaine poseía el don de creerse sus propias fantasías. Como la de representar a un imaginario William Warren-Connel en una recepción real, o la de hacer creer a la administración de un hotel de lujo que era un jeque árabe.
La familia aseguraba que de niño fue siempre amable y cariñoso con los demás; y solamente mostraba un ligero desdén hacia la gente cuando estaba de malas.
Roy Fontaine fue también, durante la mayor parte de su vida criminal, un hombre fiel a sus propias ideas. Rehusó siempre delatar a sus cómplices, y en una ocasión emprendió una campaña en defensa de un joven compañero de prisión acusado de violencia. Él consideraba que había sido condenado injustamente.
Cuando salió de la cárcel, en la primavera de 1977, la seguridad en sí mismo había desaparecido. Había malgastado en la cárcel su primer cuarto de siglo, y se sentía profundamente herido por un amigo masculino que se había enemistado con él. Tenía cincuenta y tres años y no podía mostrar los frutos de sus «brillantes» delitos.
También daban señales de agotarse tanto su fértil imaginación o la rapidez de sus respuestas. Durante su estancia en Kirtleton Hall hacía un ligero esfuerzo para representar su papel de mayordomo refinado cuando salía a beber licor al pueblo más cercano, pero en el transcurso de una llamada telefónica, un empleado le oyó hablar sobre el «trabajo» que iba a llevar a cabo.
Desde entonces, fue víctima de su propia destrucción. Invitó a David Wright a Kirtleton Hall a sabiendas de que se estaba exponiendo al chantaje de un hombre cuya dureza y capacidad de violencia conocía muy bien
Unos momentos de reflexión le habrían hecho comprender que Mary Coggle, a la que él mismo había involucrado en el caso, pretendería quedarse con el visón y los brillantes. También fue un fallo el no asegurarse de que la señora Scott-Elliot estaba fuera cuando metió en el piso de Chelsea a Kitto; y otro más el de reunirse en el chalet alquilado de Newton Arlosh con su hermano Donald, en quien había confiado.
Por fin, tras varios años de representar con éxito el papel de una persona rica y culta en hoteles ostentosos, Fontaine provocó las sospechas de un modesto hotelero de North Berwick. A pesar de su huida de la comisaría local, pronto se resignó a la catástrofe; intentó suicidarse en dos ocasiones y confesó el asesinato de Wright cuando ni siquiera existía la sospecha de la muerte del jardinero.
A sus cincuenta y tres años, Fontaine ya no creía en sus propios sueños. Su vanidad estaba hecha jirones, y con ella su comprensión y su piedad por los demás.
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EL JUICIO – Culpable de norte a sur
Fontaine fue juzgado en Escocia y en Inglaterra; y en ambos juicios, esmeradamente vestido y rígido como un palo, escuchó sin aparente emoción el relato de sus siniestros crímenes. Y en ambas salas escuchó también su sentencia de cadena perpetua.
El juicio de Roy Fontaine por los asesinatos de Walter Travers Scott-Elliot y David Wright tuvo lugar en el Tribunal Superior de Edimburgo el martes 2 de mayo de 1978 ante Lord Wylie, en una sala atestada de público. La audiencia duró menos de dos horas.
Fontaine, acusado bajo su auténtico nombre de Archibald Thomson Hall, lucía un costoso traje gris con un pañuelo blanco en el bolsillo. Se declaró culpable de todos los cargos. Kitto, sentado junto a él en el banquillo, admitió haber participado en el asesinato de Scott-Elliot. Las muertes de la señora Scott-Elliot, Mary Coggle y Donald Hall caían bajo la jurisdicción inglesa.
Colin McEachran, el fiscal, dijo en el juicio que Fontaine, de cincuenta y cuatro años, había sido diagnosticado enfermo mental en dos ocasiones durante su juventud. Después de la detención por el caso Scott-Elliot, McEachran dijo que le habían examinado dos psiquiatras y ambos habían coincidido en su diagnóstico de personalidad psicópata. No sentía remordimientos por la muerte de sus víctimas, pero, según la ley, estaba cuerdo y luchaba por defenderse.
Al describir a los asesinados, el fiscal dijo de David Wright, el jardinero de lady Hudson en Kirtleton Hall, que poseía «un pasado de violencia». Fontaine declaró a la policía que, exhausto de medios a causa del chantaje de Wright, había decidido arreglar el asunto, pero que estaba en la cama cuando su compañero entró en su dormitorio y le disparó un tiro. «Entonces decidí que tenía que matarlo», había dicho Fontaine en una declaración leída en la sala.
McEachran reveló también que mientras Kitto y Fontaine enterraban el cuerpo de Scott-Elliot habían sido observados por una joven, que comunicó más tarde a la policía haber visto «unas criaturas diabólicas» en los bosques. «Puede que ella detectara el ansia de sangre en sus miradas en aquel momento», exclamó irritado.
El abogado de Kitto, Donald Macauley tentaba retratar a su cliente como un instrumento inútil en manos del dominante Fontaine. La defensa describió la «inesperada aparición» de la señora Scott-Elliot en el piso cuando el mayordomo creía que estaba en una clínica.
«El resultado final de esta peculiar experiencia fue la muerte de la señora Scott-Elliot», dijo Macauley. La implicación de su defendido empezó por un simple «robo con escala».
Sin embargo, la muerte de la señora Scott-Elliot no figuraba entre los cargos que se les imputaban en Escocia, y la acusación fue suavizada por una declaración sobre la muerte de la señora Scott-Elliot, que el mismo Kitto había hecho en Lothian y a la policía de la frontera.
En ella, leída en la sala, Kitto admitió abiertamente: «Por fin decidimos deshacemos del viejo. Encontramos un montón de arbustos, sacamos al viejo del coche y lo matamos.»
La lectura de las sentencias fue breve y sencilla. Lord Wylie condenaba a los dos hombres a cadena perpetua, sentencia establecida para el asesinato, y dijo que no podía fijar el número mínimo de años de prisión para Kitto antes de que se presentara un recurso solicitando la libertad bajo palabra.
«En su caso, Hall (Fontaine) -dijo Lord Wylie-, las circunstancias me parecen adecuadas para hacer una recomendación.» Ordenó que Fontaine permaneciera detenido durante quince años por lo menos.
Roy Fontaine, el hombre que amaba el estilo y la discreción, había terminado sus días de libertad sin un toque dramático en la sala del juicio. Mostraba cierto placer en aparecer impasible; como cuando, esposado, sonrió afectadamente a los bancos de la prensa.
Kitto hizo un gesto a los reporteros y exclamó: «La vida empieza a los cuarenta años.»
El miércoles 1 de noviembre de 1978, a los seis meses de la audiencia de Edimburgo, Fontaine y Kitto ocuparon uno junto a otro el banquillo de la sala de juicios en el Old Bailey de Londres, donde los informes de su descubierta alianza fueron dados a conocer por el fiscal de la ciudad de Londres, James Miskin.
El falso mayordomo apareció vestido con un terno azul marino de tres piezas y acompañado por el impecable pañuelo blanco en el bolsillo superior de la americana. Hubiera deseado contar con la presencia de Violet, su hermana por adopción y la única persona que le seguía siendo fiel. Pero ella manifestó que se sentía demasiado abrumada para asistir al juicio.
Fontaine, con voz serena, se declaró culpable de los asesinatos de Mary Coggle y de su hermano, Donald Hall. Negó la acusación del de la señora Scott-Elliot en el piso de Sloane Street. Kitto, que vestía un traje de mezclilla, reconoció haber asesinado a Mary Coggle, y se declaró culpable de homicidio involuntario, no de asesinato, en los casos de Donald Hall y de la señora Scott-Elliot.
El fiscal, Michael Corkery, informó durante una hora en la silenciosa y oscura sala, tan repleta de público como lo había estado la de Edimburgo. Describió el encuentro de Fontaine y Kitto y sus proyectos para robar las antigüedades de los Scott-Elliot. Insistió en la muerte de la señora Scott-Elliot -uno de los cargos negados-, y luego hizo un relato de la violenta discusión que Fontaine había mantenido con Mary Coggle en la vivienda de Newton Arlosh.
«Ella deseaba volver a sus lugares habituales de reunión en los alrededores de King’s Cross, luciendo el abrigo de visón de 3.000 libras, perteneciente a la señora Scott-Elliot.» Corkery continuó: «Aunque aquello llamaría la atención, se negó a devolverlo.»
El asesinato de Coggle fue el único cargo del que Fontaine y Kitto se declararon culpables en Old Bailey. Corkery describió la asociación de los dos hombres y la mujer con gran lujo de detalles, lo que complicó la cuestión de la responsabilidad en la muerte de la señora Scott-Elliot y de David Hall.
Corkery manifestó que los cargos negados iban a quedar al margen, para no incrementar innecesariamente los gastos públicos. La Audiencia había durando tres horas.
El juez de lo criminal Miskin preguntó a Fontaine y a Kitto si deseaban decir alguna cosa.
«No», respondieron ambos.
Refiriéndose a Kitto en primer lugar, el juez reconoció que Fontaine había ejercido sobre él una influencia dañina. «A pesar de todo, usted desempeñó su perverso cometido», dijo. Después fue condenado a cadena perpetua, que sería efectiva durante quince años.
«Gracias, señor», contestó Kitto.
Entonces el juez se dirigió a Fontaine: «Teniendo en cuenta la sangre fría demostrada, su comportamiento, y su indudable liderazgo en estas espantosas materias -dijo el juez-, no dudo en recomendar al Ministerio del Interior que no le dejen en libertad bajo palabra salvo en caso de una grave enfermedad».
Fontaine, esposado, se inclinó ante el juez. Cuando, escoltado por los guardianes, se volvía para dejar el banquillo, le oyeron murmurar «Jesucristo». Un momento después, y una vez recuperado su dominio, dirigió a la prensa una sonrisa burlona.
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Drama final
Cuando Fontaine resultó convicto de asesinato en 1978, una de sus antiguas señoras comprobó que su intuición había sido acertada. Lady Aylwen, esposa del alcalde de Londres, lo había contratado como mayordomo en 1963. Su presencia en la casa le producía una sensación de peligro, y el 9 de noviembre de 1963, cuando llevaba un mes a su servicio, lo puso en la calle. Entonces se dedicó a escribir una obra de teatro sobre el siniestro mayordomo de una familia adinerada titulada «El castillo de mármol». No llegó a representarse.
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Vender secretos
El desprecio de Fontaine por el establishment británico le llevó en el verano de 1973 a ofrecer a la Embajada soviética en Londres algunos documentos secretos robados. Un contacto de los bajos fondos le dijo que obraba en su poder un maletín cerrado con un sello de oro, con la corona real y el nombre de un funcionario de alta categoría. Fontaine encontró en el interior unos documentos marcados con el «Altamente confidencial. Única copia para el Primer Ministro».
Fontaine hizo cuatro visitas a la Embajada rusa en un intento de vender los documentos. Le rechazaron cuatro veces. Fontaine ocultó los papeles en la casa de su señor de entonces, en Warwickshire, pero un compinche le denunció. Encontraron los papeles y le arrestaron. El 16 de septiembre de 1973 fue condenado a dos años y medio de cárcel por ocultar documentos robados.
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Conclusiones
Fontaine empezó a cumplir su condena de cadena perpetua en la prisión de Hull. Emprendió una aparatosa campaña solicitando su traslado a una cárcel escocesa, pero el Ministerio del Interior denegó reiteradamente sus peticiones.
El 10 de julio de 1979 Fontaine inició una huelga de hambre en señal de protesta en la prisión de Hull. De los 84 kilos que pesaba se quedó en 40, pero continuó con vida (a pesar de los pronósticos médicos) debido a que de vez en cuando tomaba algún pastel o bien chocolate. Le trasladaron a la cárcel de Wakefield, en Yorkshire, y sobrevivió porque desde las Navidades de 1979 se alimentaba de líquidos y comidas ligeras. El 27 de junio de 1980 abandonó definitivamente la huelga de hambre.
Lady Peggy Hudson, de Kirtleton Hall, se acostumbró a dormir con una pistola debajo de la almohada. Después de su condena, Fontaine describió la casa de Dumfries como el único lugar donde se había sentido completamente feliz, expresando su deseo de que esparcieran las cenizas por la finca después de su muerte.
Tras el juicio de Old Bailey circularon algunos rumores, según los cuales Fontaine había confesado dos asesinatos más en una carta que entregó en secreto a su ex esposa, Ruth, durante una de las visitas de ésta. Las investigaciones posteriores demostraron que la confesión era absolutamente falsa.
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Las víctimas
- David Wright.
Nació en 1945. Coincidió con Roy Fontaine en la prisión de Hull donde Roy sintió hacia él una auténtica pasión. Wright se enteró de todo lo que pudo acerca de su compañero con objeto de chantajearle después. No esperaba otro fruto de la depravación de Fontaine.
- Los Scott-Elliot.
Walter Travers Scott-Elliot nació el 9 de octubre de 1895. Hijo de terratenientes escoceses, se educó en Eton. Durante la II Guerra Mundial alcanzó el grado de capitán y después se trasladó a la India como director de la Compañía Bombay Ltd. Durante aquel período reunió una colección de antigüedades indias que adquirió prestigio internacional.
Scott-Elliot volvió a Gran Bretaña en 1930 y se afilió al Partido Laborista en 1937. Dos años después se casó con la baronesa Marla Alice von Groeller, que trabajaba en la Embajada alemana en Londres. El embajador, Joachim von Ribbentrop, que conocía la inminencia de la guerra con Gran Bretaña, intentó evitar el matrimonio, amenazándole con matarla y torturar a su familia en Alemania. El matrimonio se llevó a cabo a pesar de todo. Durante la guerra, Scott-Elliot estuvo destinado en el Ministerio de Trabajo y en 1945 salió elegido diputado del Partido Laborista por Accrington, Lancashire. Fue secretario privado del Parlamento en el Ministerio de la Guerra durante los años 1946-47.
Su primer matrimonio se rompió en 1948. Aquel mismo año se casó con Dorothy Alice Nunn, que era hija de un comerciante de Calcuta y veintidós años más joven que él. Scott-Elliot dimitió de su cargo de diputado en 1950. Desde entonces la pareja vivía plácidamente coleccionando antigüedades y relacionándose con su reducido grupo de amigos.
- Mary Coggle.
Nació en Larne, al norte de Irlanda, en 1926.
Se casó en Belfast con un soldado, Jim Patterson, del que tuvo un hijo, Peter. El matrimonio acabó en divorcio y Mary Coggle quedó condenada al ostracismo.
En 1955 se volvió a casar en Belfast con John Coggle. De su vida en común, primero en Larne y después en Preston, nacieron ocho hijos. En 1962 Mary recibió una medalla al valor por rescatar a varios niños que se estaban ahogando. Después del fracaso de su segundo matrimonio, se trasladó a Londres, donde se unió a lo peor de la Avenida Caledonia, cerca de la estación de King’s Cross; allí terminó alquilando un piso encima de una agencia de apuestas.
- Donald Hall.
El chico era una fuente de disgustos para su hermano mayor, Archibald, alias Roy Fontaine. Este insistía en que Donald era el fruto bastardo de la relación adúltera mantenida por su madre con un capitán del ejército que vivió con la familia en Yorkshire durante el año 1940. Donald, con su largo cabello grasiento y su peluda barbilla, era un ultraje para el cuidadoso y escrupuloso Fontaine. Lo despreciaba también porque sospechaba que el joven era un pervertido sexual y por la ramplonería de sus hurtos.
«Mientras Roy ejercía su carrera criminal robando cosas cuyo valor real conocía de antemano, Donald era muy torpe», llegó a decir Violet, su hermana adoptiva. «Yo no estoy de acuerdo con las actividades de Roy, pero por lo menos tiene valor; Donald, sin embargo, era un llorón y un fullero de poca monta».
Donald, que murió a los 36 años, había pasado su vida de adulto saliendo y entrando en la cárcel. Algunos años antes de su muerte se casó y tuvo un hijo, Robin. Pero el matrimonio se deshizo mientras él estaba en la cárcel y durante los últimos años de su vida se convirtió en un barco a la deriva. Hasta en el aspecto criminal había vivido siempre a la sombra de su distinguido hermano.
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Fechas clave
- 31/5/77 – Fontaine empieza a trabajar en Kirtleton Hall.
- 7/77 – David Wright se une al servicio en calidad de jardinero.
- 31/8/77 – Wright dispara contra Fontaine.
- 1/9/77 – Fontaine mata a Wright.
- 7/9/77 – Fontaine es despedido y abandona la zona
- 16/10/77 – Fontaine alquila una vivienda en Newton Arlosh.
- 1/11/77 – Los Scott-Elliot contratan a Fontaine como mayordomo.
- 8/12/77 – Fontaine y Kitto asesinan a Dorothy Scott-Elliot.
- 9/12/77 – Fontaine, Kitto y Coggle se marchan con el cadáver y con Scott-Elliot drogado.
- 10/12/77 – Entierran el cuerpo de la señora Scott-Elliot cerca de Braco.
- 13/12/77 – Fontaine, Kitto y Coggle vuelven a Escocia con Scott-Elliot.
- 14/12/77 – Fontaine y Kitto asesinan a Scott-Elliot y lo entierran cerca de Glen Affric.
- 17/12/77 – Fontaine mata a Coggle en Newton Arlosh.
- 18/12/77 – Entierran a Coggle cerca de Middlebie.
- 13/1/78 – Donald Hall queda en libertad.
- 15/1/78 – Fontaine mata a Donald Hall en Newton Arlosh.
- 16/1/78 – Fontaine y Kitto vuelven a Escocia.
- 16/1/78 – Detención de Fontaine y Kitto en North Berwick. Fontaine huye. Aparece el cuerpo de Donald en el maletero del coche. Fontaine detenido.
- 17/1/78 – Kitto confiesa. Fontaine intenta suicidarse.
- 18/1/78 – Descubrimiento del cadáver de Scott-Elliot.
- 19/1/78 – Nuevo intento de suicidio por parte de Fontaine.
- 21/1/78 – Descubrimiento del cadáver de David Wright.
- 22/1/78 – Descubrimiento del cuerpo de Dorothy Scott-Elliot.
- 2/5/78 – Fontaine es sentenciado a cadena perpetua por el Alto Tribunal de Edimburgo por los asesinatos de Walter Scott-Elliot y Wright. Kitto, sentenciado a cadena perpetua por el asesinato de Scott-Elliot.
- 1/11/78 – Fontaine sentenciado a cadena perpetua sin remisión por los asesinatos de Coggle y Hall. Kitto, cadena perpetua por el asesinato de Coggle.