
El Tila - El Psicópata de La Dehesa
- Clasificación: Asesino
- Características: Violador en serie - Canibalismo - Descuartizamiento
- Número de víctimas: 1
- Fecha del crimen: 8 de mayo de 2002
- Fecha de detención: 12 de junio de 2002
- Fecha de nacimiento: 19 de abril de 1976
- Perfil de la víctima: Maciel Zúñiga Pacheco, de 16 años
- Método del crimen: Apuñalamiento
- Lugar: La Dehesa, Santiago, Chile
- Estado: Se suicida ahorcándose con la cinta de su máquina de escribir en su celda de Colina II, el 14 de diciembre de 2002
Índice
Roberto Martínez Vásquez – El diario secreto de «El Tila»
Noelia Zunino, Constanza Cristino, Daniela Rosales y Fernando V – Latercera.com
14 de agosto de 2010
En junio de 2002, el país se conmocionó con la serie de crímenes cometidos por Roberto Martínez Vásquez. El sistema judicial y las policías fueron puestos a prueba ante la figura de un delincuente que escapaba a los cánones convencionales: seguía un patrón de brutalidad y ausencia total de compasión para con sus víctimas. A ocho años de su suicidio en una celda de Colina II, cuatro periodistas lanzan un libro que ayuda a desentrañar su historia.
La madrugada del 13 de diciembre de 2002 algo salió mal en el Módulo Alfa de la cárcel Colina II. Un momentáneo corte de luz arrojó de la oscuridad a Roberto Martínez Vásquez, el mediático «Tila», muerto. El cuerpo del sicópata de La Dehesa yacía junto a su celda sólo vestido con ropa interior.
Personal del Samu intentaba reanimarlo con masajes cardíacos, luego de que los gendarmes lo hallaran colgando en la ventana de la celda. Aún en su cuello se podían notar las marcas del cable de la máquina de escribir que usó para suicidarse. Faltaba un par de semanas para que conociera su condena.
Los medios no dejaban de hablar de él y aumentaba el temor a caminar de noche por las calles. Martínez estaba detenido desde junio de 2002. Había cometido una serie de asaltos en el sector oriente de Santiago, en varios de los cuales había violado a las mujeres frente a sus parejas.
La noche de su muerte fue poco usual para diciembre. Lluvia y truenos se habían hecho presentes en Colina. En el lugar, los abogados vinculados al caso, Héctor Musso y Carlos Quezada; el juez Carlos Carrillo y otras personas cercanas al caso trataban de entender lo ocurrido.
El juez Carrillo revisó minuciosamente la celda en busca de una carta de Martínez. Algo que explicara el porqué del suicidio. Nada de eso encontró. En su lugar sólo halló un montón de recortes de prensa que hablaban sobre el psicópata de La Dehesa y los crímenes. También había canciones, escritos y cartas redactadas a mano y en la máquina de escribir eléctrica, la misma de donde sacó el cable.
Ocho años después de la muerte de «El Tila», periodistas de la Universidad Diego Portales tuvieron acceso a esos textos y recortes, en una investigación periodística de más de seis años. El resultado: El Tila, un sicópata al acecho.
El trabajo no sólo habla de los últimos días de la vida de Martínez Vásquez en Colina II, sino que hace un recorrido por su vida, escarbando en detalles desconocidos del delincuente. Los abandonos que sufrió durante la infancia, sus parejas y los infructuosos pasos por distintos hogares del Sename y cárceles. Una verdadera radiografía del sistema penitenciario para menores.
«Escribir sobre uno mismo puede llegar a ser apasionante y divertido para un ser humano que tenga un amor propio muy elevado. Pero lamentablemente ese no es mi caso. No puede hablar de amor propio alguien que está en mis condiciones, salvo que esté más cagado de la cabeza que yo. Por mi parte, trato de ser algo centrado, aunque me cuesta me esfuerzo», escribió a máquina en su celda cuando se encontraba a la espera de su condena.
Martínez quería relatar su biografía. Motivado por el sacerdote Rafael Ramírez, quien lo visitaba regularmente en su celda, hizo varios intentos por contar su historia. En eso lo ayudaron el juez Carrillo y Gendarmería, al permitirle tener una máquina de escribir perteneciente al Poder Judicial. «Comencé a escribir en el colegio, sin darle mucha importancia. Sin saber que a la postre la escritura sería y será por mucho tiempo mi compañera en la lucha contra el aburrimiento», narró.
«Tengo una máquina Olympia AEG Compact 5DM, necesito un cartridge de tinta», redactó en una carta. Y es que en los seis meses que Martínez vivió encerrado en la celda de Colina II, los escritos se acumularon en el recinto de 2×2.
Estaba obsesionado con Evelyn García, la mujer que se encontraba junto a él al momento de su detención. Se conocían hacía pocos meses, sin embargo, Martínez se aferraba a ella. Abundan cartas destinadas a Evelyn y las letras de canciones románticas. «Aunque te hayan causado prejuicios en mi contra, estoy seguro que recordarás, como dice una canción de Chayanne, «Siempre te di lo que pude dar». O que al menos «un poquito, yo me hice querer». ¿Cierto? Respóndeme ¿ya?…», escribió a Evelyn.
Además, la transcripción de canciones de diferentes músicos completaba el arsenal amoroso de «El Tila», desde Marco Antonio Solís, pasando por Los Iracundos, hasta Chayanne.
No saber de Evelyn García lo tenía complicado y triste, sin embargo, eso no era lo único. Hacía listas de las cosas que lo atormentaban: «Llevo 48 horas despierto, o un poco más. Si tuviera reloj podría precisarlo. Ni siquiera sé la hora, sólo sé que la noche se hace larga y que mi meta son 96 horas, o sea, que me faltan dos días. Ojalá lo logre, ya me empezaron a pesar los párpados. Maldita costumbre la de dormir, te trae sueños, fantasías, anhelos que no te dejan satisfecho…», escribió con letra imprenta, clara y ordenada.
«El Tila» no podía dormir, y no porque lo afligiera la culpa por sus delitos, entre ellos el asesinato y descuartizamiento de Maciel Zúñiga, quien fuera su pareja. Desde que ingresó al cubículo del Módulo Alfa en la cárcel Colina II -la más segura de esos años en el país-, lo único que Martínez podía consumir eran cigarrillos y fármacos recetados por el psiquiatra del penal.
Esto hacía que las crisis de abstinencia por la pasta base se le hicieran cada vez más intolerables y, entre otras cosas, le impedían conciliar el sueño. Pateaba la puerta y se quejaba por los fuertes dolores de estómago que le provocaba el no consumir la droga.
Aparte del síndrome de privación, parecía agobiarlo el asedio de los medios de comunicación. El impacto en la sociedad que provocó el nivel de violencia de sus crímenes no podía producir otro efecto. «Espero que entiendas que la mitad de las cosas que se dijeron sobre mí en la prensa es verdad y no todas esas recreaciones de los hechos que hicieron para magnificar las cagadas que en sí mismas ya eran grandes», escribe Martínez en una carta dedicada a una «amiguita».
En ninguno de los textos encontrados en el calabozo hablaba de pedir perdón o mostraba señales de arrepentimiento. «Hay algunos como el ministro del Interior que juran de guata que soy extranjero o extraterrestre, porque les conviene pensar eso a reconocer que soy el producto de las represiones», redactó.
Lo que sí parecía aterrarlo era la idea de pasar el resto de su vida en una cárcel. Había calculado y sabía perfectamente las penas a las que se exponía. «Tengo más que claro lo que será de mi futuro, no me quedo chupando candados 120 años o más. Es un consuelo saber que, al menos por una vez en mi vida, me merezco algo. Pero de ahí a que apechugue es otra cosa», decía en sus cartas.
Estos cálculos lo hacían pensar en una única solución: el suicidio. «Quizás en algún tiempo y también en su profundo significado fue sencillo vivir. Ahora, aquello es sólo un ideal que no se puede llevar a cabo entre tanta responsabilidad», escribió.
Martínez no estaba dispuesto a seguir en la cárcel, y en su mente ni siquiera figuraba la opción de escapar. Era un hombre tan inteligente como despiadado y sabía que una fuga era un plan difícil de ejecutar en su situación, al estar en el medio de un complejo caso judicial por el salvajismo de los ataques que había protagonizado. Incluso, lograr quitarse la vida lo veía como una hazaña compleja. Vigilado las 24 horas del día, con una cámara en su celda y medio Chile pendiente de él, aprovechó la primera y única oportunidad que se le presentó: un corte de luz.
«Me pesa la estupidez / de seguir viviendo / sin tener una razón / pero ya no me asustan las sombras / porque ya soy parte de la oscuridad / tampoco mis viejos demonios / porque en mi propio infierno se quemarán», escribió.
Cronología
19 de abril de 1976 – Nace Roberto Martínez Vásquez, el tercer hijo de Matilde Vásquez, todos de padres diferentes.
Noviembre de 1990 – Luego de irse a los cinco años a vivir con su abuela materna y su tía Ruth a Reumén, cerca de Valdivia, Roberto Martínez regresa a Santiago. Tenía 14 años.
17 de marzo de 1994 – Roberto Martínez y otros dos menores de edad asaltan la casa de un exgerente de El Mercurio, ubicada en Lo Curro. Tenía 17 años.
Julio de 2001 – Martínez sale en libertad tras permanecer cinco años preso en la exPenitenciaría de Santiago y Colina I. Tiene 25 años.
6 de agosto de 2001 – A menos de un mes de salir libre, ingresa al departamento de un matrimonio chileno-argentino en Vitacura, cerca de la medianoche. Permanece hasta la madrugada. Amarra a las víctimas, violar [viola a] la mujer y se queja de la desigualdad social.
12 de agosto de 2001 – Toma un taxi en el centro de Santiago. Encañona al chofer y huye en el auto.
8 de mayo de 2002 – En un sitio eriazo cerca de la población José María Caro es encontrado el cuerpo de Maciel Zúñiga (16), pareja de Martínez. Estaba descuartizado y quemado.
16 de mayo de 2002 – Entra a un departamento de calle Rosal. Amarra a una pareja y ultraja a la mujer frente a su pololo.
5 de junio de 2002 – Tercer ataque. Entra a un condominio de El Huinganal, en Lo Barnechea. Es de noche. Fuma pasta base y, según declaró, se baña en una piscina del edificio. Escala un segundo piso, ultraja a madre e hija y golpea brutalmente al niño. Se va de madrugada tras drogar a sus víctimas.
12 de junio de 2002 – La BH detiene a Roberto Martínez por el crimen de Maciel Zúñiga.
9 de julio de 2002 – Las víctimas de El Huinganal reconocen a Martínez como su agresor.
14 de diciembre de 2002 – Durante un corte de luz, Roberto Martínez se suicida en su celda de la cárcel de Colina II, colgándose del cuello desde una ventana.
Roberto Martínez Vásquez – «El Psicópata de la Dehesa»
Asesinosenseriebios.blogspot.com
Roberto Martínez Vásquez, fue apresado en julio del año 2002, luego de ser acusado del asesinato de Maciel Zúñiga, de 15 años, cuyo cadáver fue mutilado e incinerado en un tambor en las cercanías de un vía ferroviaria, ubicada en la comuna de Pedro Aguirre Cerda.
Tras su detención, admitió haber sido el autor del crimen de la adolescente, a quien asesinó para luego descuartizar su cuerpo, devorar parte de sus entrañas y quemar el cádaver.
También confesó ser el autor de tres robos con violación que afectaron a propietarios de departamentos -siempre ubicados en el segundo piso- de distintos sectores de la capital.
El primero de estos asaltos lo realizó el 6 de agosto de 2001, atacando a un matrimonio en un departamento de Vitacura. Tras ultrajar a la dueña de casa, robó un terno para vestirse bien. En mayo del 2002 atacó con idéntico patrón de violencia a una pareja en la calle Rosal de Santiago Centro. Finalmente, los primeros días de junio de ese año, robó a una familia de La Dehesa, violando a la dueña de casa y a su hija.
El 14 de diciembre del 2002, «El Tila» se suicidó tras ahorcarse al interior de su celda del módulo Alfa en el Penal de Colina. Poco tiempo después, el magistrado del Trigésimo Primer Juzgado del Crimen de Santiago, Carlos Carrillo, sobreseyó los procesos en que estaba acusado Roberto Martínez Vásquez.
Un día después de terminar de escribir su autobiografía y de anunciarle a sus abogados y confesores espirituales su decisión de autoeliminarse, Roberto José Martínez Vásquez, «el psicópata de La Dehesa», acabó sus días colgándose de los barrotes de la ventana de su celda de máxima seguridad en el módulo Alfa del penal Colina II. Para ello usó el cable de la máquina de escribir eléctrica que le había regalado el juez Carlos Carrillo, quien lo había sometido a proceso por sus crímenes.
Con la muerte de «El Tila» resulta inminente el sobreseimiento definitivo de todos los procesos seguidos en su contra: robo con violación, secuestro calificado, homicidio calificado, homicidio frustrado y lesiones graves. Martínez, de 26 años, se convirtió en el delincuente más buscado por la policía al descubrirse que se trataba del atacante serial que estaba detrás de tres brutales asaltos con violación en Vitacura, calle Rosal y un condominio de departamentos en Camino el Huinganal, en La Dehesa.
Para lograr su anunciado objetivo de quitarse la vida, «El Tila» aprovechó un corte de luz que afectó al penal donde estaba confinado en espera de recibir su condena en las próximas semanas.
Montanares admitió que Gendarmería manejaba la posibilidad de que «El Tila» quería suicidarse. En septiembre protagonizó dos frustrados intentos para autoeliminarse colgándose al interior de un carro celular y de su celda.
«Se tomaron todas las medidas humanas y técnicas para evitarlo», aseguró el oficial penitenciario.
Montanares agregó que debido al corte de luz, se tuvo que reforzar la vigilancia perimetral y efectuar rondas en las celdas de aislamiento dispuestas en el módulo Alfa. En este procedimiento, según señaló, se chequeó en cuatro oportunidades la celda de Martínez Vásquez. La última, en la cual se constató que «El Tila» contestaba el llamado de sus custodios, tuvo lugar a las 23.50.
Sin embargo, cinco minutos después, ante una nueva revisión, «El psicópata de La Dehesa», no contestó al llamado de los gendarmes. Se dio aviso a la guardia interna que hizo ingreso a la celda, aún sin luz. Sólo entonces los centinelas se percataron, a la luz de sus linternas, que el reo se había ahorcado colgándose por el cuello con el cordón de su máquina de escribir eléctrica desde uno de los barrotes de la celda que ocupaba. Martínez vestía sólo una polera y calzoncillos. Toda la secuencia quedó grabada en el circuito cerrado de televisión del penal y registrada por la cámara ubicada dentro de la celda.
La grabación, puesta a disposición del magistrado Carrillo, quien se constituyó en el penal para verificar en terreno la muerte, muestra sólo la penumbra que aprovechó «El Tila» para suicidarse y registra el momento en el que las luces de las linternas de los gendarmes alumbran el cadáver suspendido en el aire.
Respecto de la aparentemente tardía intervención del personal penitenciario, Montanares aseguró que resultaba extremadamente peligroso ingresar a oscuras a la celda de un reo de alta peligrosidad como Martínez Vásquez. Aclaró que los sistemas de iluminación de emergencia del penal funcionaron, aunque sólo abarcaban el sector perimetral del recinto carcelario y algunas zonas de uso colectivo de los reos.
Según fuentes cercanas al caso, Roberto Martínez dejó, además de su libro -un conjunto desordenado de papeles escritos a máquina- más de 20 cartas, dirigidas a algunas de las parejas que tuvo, a los abogados querellantes, al juez y a su defensor, Carlos Quezada. Ayer fueron infructuosos los esfuerzos por ubicar a los abogados que presentaron acciones legales en su contra, Juan Pablo Hermosilla, en representación de la familia atacada en Huinganal, y Héctor Musso, del Ministerio del Interior.
Llamó particularmente la atención una de las misivas en la que señala: «No pido perdón porque sé que lo que hice es imperdonable (…) admito que soy un resentido social». Aún así, según las fuentes, en sus misivas demuestra lo que parece ser un profundo arrepentimiento.
Martínez dejó varios dibujos a mano alzada que muestran fetos y representan los dos abortos a los que se sometieron sus exparejas, entre ellas la propia Maciel Zúñiga. En uno de los bocetos se muestra a sí mismo con el índice estirado intentando alcanzar el dedo de un bebé que lo mira.
Su abogado, Carlos Quezada, señaló ayer que «no tiene sentido endosar lo sucedido a Gendarmería. Todos sabían que era un riesgo que podía pasar. La única forma de evitarlo hubiese sido tener un gendarme las 24 horas del día en la celda de Roberto, lo que es imposible».
Aún así, Quezada sostuvo que la muerte de Martínez demuestra que «fallaron todos los organismos de control social, fallamos los abogados, y Gendarmería falló en la asistencia, ya que el objetivo era mantenerlo con vida».
En tanto, ayer el capellán de Gendarmería, Nicolás Vidal, narró a La Tercera que Martínez le había expresado su deseo de suicidarse. «Lo traté de disuadir. La vida humana tiene futuro, pero el suicidio lo corta todo», expresó el religioso.
Familiares de Martínez Vásquez que pidieron no ser identificados, anunciaron la presentación de una querella en contra de Gendarmería debido a la muerte.
Durante la tarde, el cuerpo de «El Tila» fue velado en la población José María Caro. Los vecinos amenazaron con piedras a los medios de comunicación que llegaron al lugar y bloquearon, además, los pasajes con carretones y un automóvil para impedir el acceso a la casa de la madre de Martínez.
¿Pensó en matarlos?, le preguntó a Roberto José Martínez Vásquez, «El Tila», uno de los psiquiatras designados por el juez de dedicación exclusiva, Carlos Carrillo, para practicarle un acabado perfil psicológico a mediados de octubre. «Sí, pero no quise hacerlo… se dieron las condiciones… Quizás si lo hubiera hecho, no estaría preso», respondió, recordando el brutal asalto en el que mantuvo secuestrada durante 12 horas a una familia completa en La Dehesa. A continuación parte del relato de las confesiones de «El Tila» de los ataques de Vitacura, calle Rosal, y La Dehesa, el homicidio de Maciel Zúñiga y el testimonio de sus víctimas.
6 de agosto de 2001. Calle Bartolomé de las Casas 1751, departamento 12, Vitacura. En esta ocasión Martínez Vásquez atacó a un matrimonio chileno-argentino que dormía en su dormitorio. «En ese tiempo trabajaba vendiendo La Segunda en Rodrigo de Araya con Bilbao y luego en Camino El Inca. La primera idea que tuve fue sustraer un vehículo, pero no para venderlo ni nada de eso, sino que con la idea de chocarlo, de hacer una carrera en la Kennedy para sentir desahogo. Quería quitarme la vida (…) Subí escalando, fue muy fácil por las rejas de protección (…) pensaba que el departamento estaba solo. Ya estaba como relajado cuando se me ocurre abrir la puerta de un dormitorio con la tranquilidad de que no había nadie».
Las víctimas de Martínez Vásquez en esa oportunidad recuerdan una versión muy diferente. «Alrededor de las 21.30 horas decidimos apagar las luces y el televisor y acomodarnos para dormir. En ese momento un hombre se tira a nuestra cama encima de los dos. Tiró el cordón del teléfono y ató a mi esposo (…) le pidió que no me hiciera nada, pero éste se acerca y le pone un cuchillo en el cuello y le dice que coopere o si no se podría desangrar (…) me pide que me ponga ropa interior y me obliga a ir al baño. lo único que me dice es que si no fuera por eso, él nunca me habría conocido».
16 de mayo 2002. Calle Rosal, Santiago. «El Tila» ataca a una pareja de pololos. «Me encontraba con mi pareja. En un momento le comenté que había mucho viento y fui hasta el baño», recuerda la joven atacada en esa oportunidad. Roberto Martínez relata que «de pronto apareció una mujer gritando, estaba como histérica (…) de pronto, al violentarme, siento que mi cuerpo se endurece». Su víctima, sin embargo, dijo: «En un momento dado se acercó a mi, hablándome en voz baja, diciéndome que cooperara o más se iba a demorar. Mientras me tocaba, pasaba el arma por mis brazos».
8 de mayo de 2002. Población José María Caro. Crimen de Maciel Zúñiga. Roberto Martínez confesó ante el juez Carrillo el 17 de septiembre de este año todos los pormenores del estremecedor crimen de la joven drogadicta de 16 años, a quien asesinó por haberse practicado un aborto de un hijo suyo. «Sé que matar a la Maciel fue gravísimo, pero lo que hice después fue mucho peor (…) fui caníbal. La única razón para comerme parte de la Maciel fue de rabia. Quería encontrar el feto, quería comerme el útero».
Camino El Huinganal, miércoles 5 de junio de 2002: «Salí de mi casa y me compré 10 mil pesos en pasta base. Además me habían dado un frasquito de éter… tomé una micro».
Esa noche, en el departamento escogido por Martínez para asaltar estaban presentes una madre, su hija adolescente, un niño de nueve años y una empleada. «Él movía la pistola, me dijo, vamos para la pieza, tu sabís lo que viene ahora», recordó una de sus víctimas. «Me persiguió y comenzó a hacerme los tajos (…) después me dijo: «ponte ropa sexy»».
De niño agredido a violador en serie
Roberto Martínez pasó gran parte de su vida entre los centros de readaptación de menores, su población y la cárcel.
En su casa, ubicada en la José María Caro, y con apenas tres años, sus tíos travestis lo dejaban amarrado cuando iban a trabajar. «Uno vez lloró tanto que un vecino tuvo que soltar sus amarras», recordó un vecino.
A los cuatro años fue retenido por vagancia, época en que ya había heredado el apodo de su madre, «El Tila». Allí comenzaría su ascendente carrera delictual, matizada con el compulsivo consumo de drogas.
Tras una prolongada estada en Valdivia, en noviembre de 1990, a los 14 años, Martínez y otros dos jóvenes asaltaron y violaron a una joven alemana en un departamento de calle Merced. En su breve paso por la cárcel se destacó por sus dotes artísticas.
En marzo del ’94, en compañía de otros sujetos, «El Tila» entró a la casa de un exgerente de El Mercurio en Lo Curro. Apuñaló en el cuello al ejecutivo.
En agosto de 2001, tras obtener su libertad, Martínez Vásquez asaltó a un matrimonio en su departamento de Vitacura. Agredió sexualmente a la mujer en varias oportunidades y robó algunas especies.
Ya en mayo de este año asesinó de una puñalada, descuartizó y quemó a la joven de 16 años Maciel Zuñiga Pacheco.
Seis días después del crimen, Martínez Vásquez atacó a una pareja en la calle Rosal de Santiago Centro y, los primeros días de junio, a una familia de La Dehesa. Al poco tiempo, se había vuelto el hombre más buscado y temido de Chile.