Robert Thompson

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  • Clasificación: Homicida
  • Características: Menor de edad - Secuestro - Tortura
  • Número de víctimas: 1
  • Fecha del crimen: 12 de febrero de 1993
  • Fecha de detención: 18 de febrero de 1993
  • Fecha de nacimiento: 23 de agosto de 1982
  • Perfil de la víctima: James Patrick Bulger, de 2 años
  • Método del crimen: Golpes con ladrillos, piedras y una barra de metal
  • Lugar: Liverpool, Inglaterra, Gran Bretaña
  • Estado: Condenado a una pena de reclusión por tiempo indefinido el 25 de noviembre de 1993. Fue puesto en libertad en junio de 2001
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Asesinato de James Bulger

Wikipedia

James Patrick Bulger (16 de marzo de 1990 – 12 de febrero de 1993) fue un niño de dos años oriundo de Merseyside, Inglaterra, que fue secuestrado, torturado y asesinado por dos chicos de diez años: Robert Thompson (nacido el 23 de agosto de 1982) y Jon Venables (nacido el 13 de agosto 1982). Bulger desapareció el 12 de febrero de 1993 en el centro comercial New Strand mientras acompañaba a su madre. Su cuerpo mutilado fue encontrado en una línea férrea cerca de Walton el 14 de febrero. Thompson y Venables fueron acusados de secuestro y asesinato el 20 de febrero de 1993.

El 24 de noviembre de 1993, Thompson y Venables fueron declarados culpables de la muerte de Bulger, convirtiéndose en los asesinos convictos más jóvenes en la historia moderna de Inglaterra. Los dos fueron sentenciados a pena de cárcel hasta que alcanzaran la edad adulta, inicialmente hasta los dieciocho años, siendo liberados en junio de 2001.

El asesinato

Las imágenes de las cámaras de seguridad del centro comercial New Strand, captadas el 12 de febrero de 1993, mostraban a Thompson y a Venables observando niños de manera distraída, aparentemente buscando un objetivo. Los chicos se habían ausentado de la escuela, actitud que era habitual en ellos. Durante ese día, Thompson y Venables fueron vistos robando varios objetos, como caramelos, un muñeco troll, unas baterías y un bote de pintura azul para maquetas. Más tarde, uno de los chicos reveló que su intención era secuestrar a un niño, llevarlo a la calle ubicada a un costado del centro comercial y empujarlo hacia los automóviles en movimiento para causar un accidente.

Esa misma tarde, James Bulger, nacido en Kirkby, acompañó a su madre, Denise, al centro comercial New Strand. Mientras estaba en una carnicería a las 15:40, Denise se dio cuenta de que su hijo había desaparecido. James Bulger estaba en la puerta de la tienda mientras su madre compraba cuando fue interceptado por Thompson y Venables. Estos se le acercaron, le hablaron y se lo llevaron de la mano hacia las afueras del recinto. Esta escena fue captada por las cámaras de vigilancia a las 15:42.

Los chicos caminaron junto a Bulger unos cuatro kilómetros a través de Liverpool, hasta que llegaron al canal Leeds and Liverpool, donde lo dejaron caer de cabeza, causándole heridas en el rostro. Thompson y Venables bromearon acerca de lanzar a Bulger al torrente de agua. Bulger tenía un chichón en su frente y estaba llorando, pero la mayoría de los testigos no hicieron nada para intervenir, asumiendo que los tres eran hermanos. Dos personas se acercaron al trío de niños, pero los mayores les dijeron que Bulger era su hermano menor o que habían encontrado a un niño extraviado y lo llevaban a la comisaría. En un momento dado, los chicos llevaron a Bulger a una tienda de mascotas, de la que fueron expulsados. Finalmente, los tres llegaron a una vía férrea cerca de la abandonada estación de Walton & Anfield, tras alejarse de la comisaría de Walton Lane, próxima al Cementerio Anfield, donde comenzaron a torturarlo.

Durante el juicio se estableció que en ese lugar uno de los chicos lanzó pintura azul para maquetas, que habían robado previamente, en el ojo izquierdo de Bulger. Le dieron patadas, lo golpearon y le tiraron ladrillos y piedras. Le introdujeron pilas en la boca y la policía sospechó que también en el recto, aunque no fue encontrada ninguna en esa cavidad. Finalmente le arrojaron una barra metálica de diez kilogramos, identificada en el juicio como una eclisa, que le provocó diez fracturas craneales. Alan William, el patólogo del caso, indicó que Bulger sufrió tantas heridas que ninguna pudo ser identificada como el golpe letal.

La policía sospechó que hubo un elemento sexual en el crimen, ya que a la víctima le habían quitado los zapatos, las medias, el pantalón y los calzoncillos. El informe del patólogo que se leyó durante el juicio detalló que el prepucio del niño también había sido manipulado. Cuando los detectives y la psiquiatra infantil Eileen Vizard le preguntaron a los acusados sobre este tema, ellos se rehusaron a dar detalles al igual que haber insertado pilas en el recto de Bulger.

Antes de marcharse del lugar del crimen, los chicos dejaron a Bulger acostado en el riel y taparon su cabeza con escombros con la esperanza de que un tren lo golpeara e hiciera que su muerte pareciera un accidente. Una vez que los muchachos se fueron del lugar, el cuerpo fue seccionado en dos por un tren. Los restos de Bulger fueron hallados dos días después, el 14 de febrero. Un patólogo forense testificó que el niño había fallecido antes de ser arrollado por el tren.

La policía rápidamente obtuvo las imágenes en baja resolución del secuestro de Bulger en el centro comercial. Mientras se esclarecían las circunstancias del asesinato, los periódicos denunciaron a los testigos que habían visto a Bulger sin haberlo ayudado mientras el terraplén donde fue encontrado el cuerpo de Bulger fue ataviado con cientos de flores por la gente del lugar.

El crimen generó una gran ira en Liverpool. La familia de uno de los asesinos fue detenida para realizarles un interrogatorio, pero posteriormente fueron liberados y tuvieron que huir de la ciudad. El hallazgo de los culpables se dio cuando una mujer vio las imágenes ligeramente mejoradas de los dos chicos por televisión y reconoció a Venables, porque sabía que se había ausentado de la escuela ese día. Se puso en contacto con la policía y los muchachos fueron arrestados. El hecho de que ambos chicos fueran tan jóvenes sorprendió a los investigadores, encabezados por el detective superintendente Albert Kirby, de la policía de Merseyside. Los primeros informes de prensa y las declaraciones de las autoridades indicaban que Bulger había sido visto acompañado por dos jóvenes (sugiriendo que los asesinos eran adolescentes), ya que era difícil conocer la edad de los chicos a través de las cámaras de seguridad.

Las pruebas forenses confirmaron que ambos muchachos tenían en su ropa la misma pintura azul encontrada en el cadáver de Bulger. Si bien ambos tenían sangre en sus zapatos, fue la de Thompson la que coincidió con la de Bulger en la prueba de ADN.

Los dos muchachos fueron acusados por el asesinato de Bulger el 20 de febrero de 1993 y comparecieron ante la Corte Juvenil de South Sefton dos días después, permaneciendo bajo custodia policial a la espera de juicio, hasta que fueron sentenciados a detención indefinida.

Jon Venables es encarcelado de nuevo

El 2 de marzo de 2010 el Ministerio de Justicia reveló que Jon Venables había vuelto a la cárcel por una violación no especificada de la libertad condicional. El secretario de Justicia, Jack Straw, dijo que Venables había vuelto a prisión por «acusaciones extremadamente graves» y afirmó que era «incapaz de dar más información acerca de las razones para el regreso de Jon Venables bajo custodia, porque no era de interés público».

El 21 de junio de ese mismo año Venables fue acusado de posesión y distribución de pornografía infantil. La policía encontró 57 imágenes de pornografía infantil en su computadora. El 23 de julio fue condenado a dos años de cárcel por descargar y distribuir imágenes indecentes de niños. Durante el juicio se comprobó que Venables integraba una sala de chat online haciéndose pasar por una mujer casada -Dawn «Dawnie» Smith, de 35 años, residente en Liverpool-, quien se jactaba de la violencia infligida sobre su hija de 8 años, con la esperanza de conseguir más pornografía infantil.

Para julio de 2011, Venables contaba con el derecho de petición de libertad condicional, pero unos días antes -el 27 de junio- la Junta de Libertad Condicional decidió que permanecería bajo custodia, y que la aplicación de dicho derecho podría ser considerada nuevamente al año siguiente.

El 4 de julio de 2013 la «Parole Board for England and Wales» decidió que Venables sería puesto en libertad. El 3 de septiembre fue finalmente liberado de la prisión.


Los dos niños de Liverpool, declarados culpables del asesinato de James Bulger

Enric González – El País

25 de noviembre de 1993

El niño B, Jon Venables, lloró en silencio. El niño A, Robert Thompson, permaneció impasible. Ambos niños, de 11 años, fueron declarados ayer culpables del secuestro y el asesinato del pequeño James Bulger, de dos años, por un jurado de Preston (noroeste de Inglaterra). Los padres de la víctima, los de Venables y la madre de Thompson estaban presentes en la sala cuando se leyó el veredicto, el más severo entre todos los posibles. Thompson y Venables serán internados hoy en un centro penitenciario juvenil de máxima seguridad «por tiempo indefinido». Aunque no se fijó límite para la duración de la condena, en medios jurídicos se estimó que podría rondar los 10 años.

El jurado se puso de acuerdo para la tercera y menor de las acusaciones, intento de secuestro. El juez Morland decidió archivar la acusación, y acabar así con el «terrible caso». Agradeció al jurado su «Fuerza moral» y condenó a Thompson y Venables a una pena técnicamente equivalente a la perpetua por su «malvada y brutal acción». Los dos niños -de 10 años el pasado 12 de febrero, cuando secuestraron y mataron a golpes y pedradas en Liverpool al pequeño James- se convirtieron en los más jóvenes asesinos británicos del siglo. Hace 25 años, una joven de 11 años fue condenada por asesinar a dos muchachos. Tras 10 años de cárcel la justicia no supo más de ella. Ello permite intuir el futuro de Robert Thompson, llamado A desde su detención, y Jon Venables, llamado B.

Un asistente social que tuteló a los dos niños en el proceso señaló ayer que en la cárcel juvenil los psiquiatras se ocuparían de que Venables y Thompson comprendieran la gravedad de su acción. «Se trata de que sientan un arrepentimiento sincero, y además hay que evitar que su delito les persiga siempre y destroce su futuro», explicó. Desde su detención, los dos niños permanecieron separados. El Ministerio del Interior anunció que la separación se mantendrá.

Aunque la culpabilidad de Thompson y Venables quedara establecida, sus motivos del asesinato permanecen, tras la sentencia, incomprensibles. El propio juez sólo opinó que la visión de películas violentas «podría haber influido». Según Albert Kirby, el policía que les detuvo y les interrogó, sólo cabía lo más terrible: «Eliminadas todas las demás posibilidades, queda una, la de matar por matar».

El pasado de Thompson y Venables no era diferente del de cientos de críos de los barrios deprimidos de Liverpool o de cualquier otra ciudad. Sin embargo, con sus muy distintas personalidades y entornos, en ambas biografías podía haber detalles significativos. Thompson, A, pertenecía a una familia muy desordenada, con seis hijos de un padre que se fue de casa en 1990 y un séptimo hijo de padre desconocido, y vivía sin apenas control materno. Poco después de desaparecer su padre, la casa familiar fue totalmente destruida por un incendio. En el colegio era considerado un matón por sus compañeros y un mentiroso compulsivo por sus profesores. Su personalidad, fría y autocontrolada, reflejaba quizá una prematura madurez. Antes de ser detenido tuvo calma para depositar, con otros niños, un ramo de flores en la vía férrea donde, dos días antes, él mismo había matado a James Bulger. La policía siempre le consideró inspirador del asesinato. Venables había crecido en un ambiente más acomodado y estable, aunque sus padres vivían separados y él, segundo de tres hermanos, mostraba desde hacía algún tiempo un temperamento violento. Sus padres y maestros coincidían en verle como chico muy influenciable. En 1991 fue expulsado de un colegio por agredir a un compañero. Antes, había sufrido arrebatos de rabia e intentado autolesionarse. En el colegio al que le llevaronn sus padres, en busca de «más atención de los maestros», Venables conoció a Thompson. A diferencia de éste, Venables hizo una confesión completa ante la policía.

La madre de James

Denise Bulger, la madre de la víctima, embarazada de casi ocho meses, asistió ayer por primera vez al juicio. Su presencia elevó la tensión e influyó, tal vez, en el ánimo del jurado, que necesitó poco más de cinco horas para un veredicto unánime en las dos principales acusaciones. El abogado de Venables comentó que el veredicto de asesinato «era inevitable». «Las declaraciones de no culpabilidad fueron un formalismo técnico», agregó.

Antes de retirarse a deliberar, el jurado había recibido del juez una lista de 20 preguntas, para encauzar la discusión. El juez Morland quería que la implicación de Thompson y Venables en la muerte del pequeño James fuera abordada por separado, y que las diferencias entre homicidio y asesinato quedaran muy claras. Los 12 miembros del jurado se mostraron, al final, completamente de acuerdo con el fiscal: hubo intención de matar, hubo acción conjunta y hubo perfecto conocimiento de la maldad del acto. No era posible otro veredicto que el de asesinato.


Robert y Jon inician su condena sin límite

Enric González – El País

26 de noviembre de 1993

Robert Thompson y Jon Venables, ambos de 11 años, dieron comienzo ayer al resto de sus vidas. Sentenciados a cadena perpetua y unánimemente vilipendiados por la sociedad británica, los dos asesinos del pequeño James Bulger cumplieron el primer día de confinamiento casi solitario, mientras empezaba a percibirse que Thompson, el llamado A durante el juicio, iba a tenerlo mucho más difícil que Venables, el llamado B, a causa de las muy negativas evaluaciones psiquiátricas y la opinión forjada por la policía. Para médicos y policías, Thompson fue el instigador del crimen y la personificación perfecta del asesino en miniatura. Los políticos, a su vez, intentaron terciar en la tragedia con un debate sobre la violencia en el cine y su influencia sobre los niños.

Robert y Jon permanecerá en distintos centros especiales del noroeste de Inglaterra al cuidado de psicólogos y asistentes sociales, hasta cumplir los 14 años. Entonces serán trasladados a correccionales de máxima seguridad y, cuatro años más tarde, si es necesario, irán a parar a una cárcel para adultos. Sus casos serán revisados por primera vez en cuestión de siete años, pero lo más probable es que cumplan un mínimo de 10. Si a los 21 años el Ministerio del Interior les considerara aún un peligro para el público, podrían seguir en prisión hasta cumplir la treintena, y, en teoría, hasta su muerte. El juez Morland, que les sentenció a prisión, según la fórmula británica, «hasta que Su Majestad se diera por satisfecha», abrió la caja de los truenos al señalar en su sentencia que la visión de vídeos violentos por parte de los niños «podría ser parte de la explicación» del incomprensible crimen.

La prensa sensacionalista se agarró inmediatamente a la frase para esgrimir que Neil Venables, padre de Jon, había alquilado poco antes del crimen en el videoclub del barrio la película Juego de niños 3. Se trataba de un gancho perfecto: en la película, un muñeco se convertía en asesino y, tras diversas atrocidades, recibía una muerte especialmente sangrienta junto a una vía de tren. La conclusión era obvia: Thompson y Venables se habían inspirado en Juego de niños 3.

Exigir responsabilidades

Fue inútil que los niños, los psiquiatras que les examinaron, los policías que les interrogaron y el propio Neil Venables manifestaran que ni Robert ni Jon habían visto la película en cuestión. También fue inútil que la policía y los psiquiatras dieran por completamente marginal la influencia cinematográfica. Ayer, la cuestión era exigir responsabilidades. Un diputado liberal-demócrata de Liverpool exigió un debate nacional inmediato sobre el cine violento, y Mary Whitehouse, célebre defensora de la censura, entonó airadamente el «ya lo decía yo». Esto ocurría en un país donde la pornografía dura está prohibida y donde el nivel de violencia en televisión es risible comparado con, por ejemplo, el de las cadenas españolas.

El propio ministro del Interior, el thacherista Michael Howard, tuvo que pedir calma en la Cámara de los Comunes. «Comparto la preocupación general, pero no es bueno tomar decisiones precipitadas, y mi ministerio no emprenderá ninguna acción sobre el asunto (la violencia en las pantallas) hasta oír la opinión del juez y de los psiquiatras que han colaborado en el juicio».

Mucho más lógica fue la reacción de Denise Bulger, la madre del niño asesinado, que expresó su odio inextinguible hacia los dos condenados y hacia sus familias. «Deberían meterlos para siempre en una cárcel de adultos, y aun así no pagarían lo que hicieron», declaró.

Un hermano de Denise y tío de la víctima fue igualmente expresivo el miércoles, en los juzgados de Preston, cuando el juez Morland acabó de dictar sentencia: «¿Cómo os sentís ahora, pequeños bastardos?», gritó desde su asiento.

El nuevo hijo de los Bulger, cuyo nacimiento está previsto para dentro de un mes, contribuirá seguramente a calmar la ira y el dolor de la familia. El futuro niño se beneficiará probablemente, a su vez, del dinero generado por la venta de entrevistas exclusivas por parte de los padres (a revistas como Hello!, filial británica de ¡Hola!, por ejemplo) y el que generará el libro que está escribiendo Denise Bulger sobre su drama personal. Al menos, otros dos libros sobre el caso Bulger, escritos por periodistas, se publicarán en las próximas semanas.

Las familias de los dos convictos no estaban ayer menos destrozadas que los Bulger. Los Venables, gente estimada por sus vecinos y cuya actuación fue calificada como «ejemplar desde el principio hasta el final del proceso» por un portavoz policial, anunciaron que respaldarían a su hijo durante el encarcelamiento, durara lo que durara. Jon era hasta este año el normal de sus tres hijos: los otros dos, uno mayor y una niña menor que Jon, sufren un ligero retraso mental.

El retrato efectuado por los psiquiatras sobre la debilidad del carácter de Jon (no muy distinta a la de su padre, un conductor en paro siempre a la sombra de su enérgica esposa Susan), y su obvio arrepentimiento, permiten a la familia concebir la esperanza de una condena no muy larga, no superior a los 10 años.

Aún peor era la situación de Ann Mary Thompson, la madre de Robert, detestada por la mayoría de sus vecinos y aún incapaz de asumir que su hijo pudiera asesinar a alguien. Robert Thompson, líder indiscutible del dúo, fue definido por psiquiatras y policías como «un niño con terribles problemas de conducta» y con «muchas de las características del criminal adulto». Su estancia en prisión podría ser larga y complicada.

Ann Mary Thompson, abandonada hace años por su marido y cuyos cinco hijos mayores están a cargo de la asistencia social (por delitos menores y, en un caso, por deseo expreso del chico, incapaz de seguir viviendo con su madre) se definió ayer como «una mujer sola contra el mundo».

Las dos familias recibieron ayer mismo nuevos domicilios, secretos, proporcionados por el Gobierno. Asimismo, se les ofreció la posibilidad de cambiar sus nombres y adquirir una nueva identidad para reconstruir sus vidas.

La situación en que quedaron los Thompson y los Venables, viviseccionados hasta el último detalle por la prensa y señalados con el dedo por la sociedad, suscitó una polémica secundaria sobre la decisión judicial de suprimir la orden de anonimato. Uno de los abogados defensores opinó que la publicación de los nombres no hacía bien a nadie, y ponía en cambio en situación muy difícil a personas inocentes.


El Tribunal de Estrasburgo condena a Londres por el juicio a los niños asesinos de Liverpool

Isabel Ferrer – El País

17 de diciembre de 1999

El Tribunal Europeo de Derechos Humanos, con sede en Estrasburgo, removió ayer los cimientos del sistema judicial británico. Los magistrados decidieron que Jon Venables y Robert Thompson, los dos niños de 10 años que en 1993 asesinaron en Liverpool al pequeño Jamie Bulger, de apenas dos años, no recibieron un juicio justo porque se les trató como si fueran adultos. El fallo no implica su puesta en libertad, ni exonera a los condenados de su responsabilidad por el crimen, pero sí obligará al Reino Unido a juzgar en el futuro a los niños atendiendo a «su edad, madurez y capacidad intelectual y emocional».

La violación de los derechos humanos de los dos menores homicidas se agravó, según el tribunal, cuando el entonces ministro del Interior, el conservador Michael Howard, aumentó a 15 años la pena de 10 impuesta por la Corte Suprema a partir de la inicial de 8 años fijada por el magistrado local. La decisión de Estrasburgo fue casi unánime (16 votos contra 1) y los jueces hicieron público el fallo de forma contundente. Según ellos, sentar en el banquillo de los acusados a dos chicos de 11 años (Venables y Thompson tenían 10 en el momento del crimen) para juzgarles como adultos con plena responsabilidad penal «viola el artículo 6, párrafo primero, de la Convención Europea de Derechos Humanos», que trata sobre el derecho a un juicio justo.

El órgano judicial europeo reprocha al tribunal que juzgó a los niños el no haber realizado las sesiones a puerta cerrada, al tratarse de menores. Una medida que, según la sentencia, tiene como objetivo «reducir lo más posible la intimidación y la inhibición de unos niños acusados por una infracción grave de la que se hicieron un eco considerable los medios de comunicación y el público».

El fallo añade que «la formalidad y terminología propias de los tribunales para mayores de edad debieron resultarles además abrumadoras e incomprensibles». Los jueces otorgan una indemnización de 7,7 millones de pesetas a Venables y 4 millones a Thompson.

El fallo de Estrasburgo supone también un duro revés para el Gobierno británico, ya que califica de «inadmisible» el hecho de que un político «que no es manifiestamente independiente del Ejecutivo», «y no un jurista imparcial», pueda modificar al alza las condenas establecidas por un tribunal. El titular de Interior disfruta de dicha facultad en el Reino Unido.

Una vez hallados culpables de la tortura y asesinato a golpes del pequeño Bulger, Jon Venables y Robert Thompson recibieron una pena de ocho años de cárcel. Aumentada a 10 años por la Corte Suprema, Howard decidió endurecerla hasta los 15, haciéndose eco del sentir popular, según reconoció sin tapujos. La fórmula aplicada en la decisión del ministro fue: «Estarán encerrados hasta que Su Majestad quede satisfecha». Por ello, en teoría podían seguir aislados de la sociedad el resto de su vida. En medios jurídicos se suponía ayer que los dos chicos, a punto de cumplir 17 años, podrían estar libres tras los 10 años establecidos por el Supremo.

El fallo de Estrasburgo provocó la inmediata reacción de dos de las tres partes afectadas por el mismo: el Gobierno británico y los padres de Jamie Bulger. Las familias de los asesinos guardaron silencio. Jack Straw, actual responsable laborista de Interior, pasó uno de los peores momentos de su vida política. Como el Gobierno había acatado ya la sentencia de Estrasburgo, optó por enumerar lo que los jueces europeos no habían modificado.

«Este fallo no anula el veredicto de 1993, que halló culpables de asesinato a Venables y Thompson. Tampoco les exonera en modo alguno de su responsabilidad por la atrocidad cometida. En ningún momento exige, por otra parte, su inmediata puesta en libertad. Eso lo decidirá la justicia británica», dijo Straw ante una silenciosa Cámara de los Comunes.

Los efectos de las sentencias del Tribunal de Estrasburgo varían, según los derechos humanos violados, desde la anulación del juicio, como en el caso Bultó, en el que fue condenada España, hasta la mera indemnización, pasando, como sucede en este caso, por la modificación de la normativa nacional.

Cambio de leyes

Lo que Straw no explicó, los términos de la próxima modificación forzosa del sistema judicial de Inglaterra y Gales (Escocia tiene sus propias normas), sí mereció el comentario de Allan Levy, uno de los mayores expertos en derechos del niño: «El Gobierno tendrá que cambiar ahora la forma en que son tratados los menores delincuentes por dos motivos. El primero es el veredicto mismo de Estrasburgo. Y el segundo es la Convención Europea de Derechos Humanos, firmada por el Reino Unido, y que será incorporada a nuestra legislación en octubre de 2000».

En su opinión, una vez cumplido dicho trámite, el siguiente paso consistiría en arrebatarle al ministerio del Interior el poder de fijar penas de cárcel también para los adultos. «Informaré del resultado de mis consideraciones al Parlamento tan pronto como sea posible», indicó Straw, al subrayar que necesita tiempo para estudiar el veredicto, de 120 páginas, y considerar sus implicaciones para el sistema judicial británico. El responsable de Interior matizó que dependerá del Parlamento «acordar cualquier cambio al marco legislativo para tratar con los delincuentes juveniles en estas circunstancias».

Indignación

Lo que no quedó claro ayer es si el Reino Unido se verá obligado asimismo a aumentar la mayoría de edad penal de los delincuentes -10 años en estos momentos- o bien tendrá que asegurarles sólo un juicio apto para menores, sea cual fuere el delito cometido.

Semejante perspectiva le resultó inconcebible a Ann Widdecombe, antigua secretaria de Estado conservadora de Interior. «Este ministerio ha retenido desde los tiempos de la pena de muerte la facultad de establecer las penas de los reos. La medida sirve para garantizarle a la ciudadanía que el castigo se adecuará al delito», subrayó.

Denise Fergus, la madre del fallecido Jamie, fue menos diplomática. No sólo le pidió al ministro Straw que no se doblegue ante las exigencias del tribunal europeo. Para ella, la indemnización para los asesinos de su hijo es «una vergüenza repugnante». «Los asesinos tienen abogados muy astutos y siempre consiguen que se les trate con guante de terciopelo, pero el Gobierno británico no debería permitir que el Tribunal Europeo le dicte cómo tiene que funcionar nuestro sistema judicial», declaró Denise Fergus a una cadena de televisión.

Ralph Bulger, su ex marido, dijo sentirse vindicado en parte por la sentencia. «Al menos reconoce que los asesinos de Jamie eran responsables del crimen», señaló con el rostro desencajado. Los abogados de John Venables y Robert Thompson ya habían dejado claro antes del fallo que sus familias no pedirían la celebración de un nuevo juicio.


Los asesinos del niño James Bulger quedan en libertad vigilada de por vida

Isabel Ferrer – El País

23 de junio de 2001

Adoptada por la Junta para la Libertad Condicional, formada por un juez, un psiquiatra y un experto independiente, la decisión de liberar a Thompson y Venables fue confirmada en una nota remitida a la Cámara de los Comunes por el nuevo ministro de Interior, David Blunkett. Consciente de lo delicado del caso, éste subrayó en su escrito que los muchachos no salen a la calle como personas libres. «Serán vigilados el resto de sus vidas y tendrán que rendir cuentas de lo que hacen si no desean volver a ser recluidos. De considerar que constituyen un riesgo para sus semejantes serían arrancados de nuevo de la sociedad a la que regresan con condiciones», afirma Blunkett.

El ministro quiso dejar claro que comprende los sentimientos de la familia de James Bulger, a la que ofreció su apoyo. «Nadie ha olvidado lo ocurrido con James y las repercusiones de su muerte dentro y fuera del Reino Unido, pero el interés general no puede servirse a base de seguir persiguiendo a los autores de tan horrendo crimen», concluye su nota. Confinados desde hace ocho años en dos centros distintos para menores, Thompson y Venables se llevaron a James Bulger de la mano del centro comercial de la localidad de Bootle, al noroeste de Inglaterra en febrero de 1993. Después de una larga caminata le torturaron hasta la muerte junto a las vías del tren. Luego dejaron su cuerpo en las traviesas para que pareciera un accidente. Cuando la policía lo encontró, el cadáver estaba destrozado porque había sido arrollado por un tren. En manos de expertos en la rehabilitación de menores, la pareja ha venido preparándose para su liberación desde hace meses. No sólo cuentan con un nombre distinto. Su pasado ha sido reinventado de común acuerdo con sus cuidadores y nunca podrán verse. Tienen también prohibido el contacto con la familia Bulger.

Poco después de conocerse la decisión oficial, Denise Fergus, la madre del niño asesinado, hizo saber a través de sus portavoces que estaba desecha y asombrada. «No se trata de vengarse por lo ocurrido. Ella sostiene que se le ha negado la justicia más esencial. Unos criminales así deberían haber permanecido encerrados entre quince y veinte años», dijo su representante, Norman Brennan. Para Ralph Bulger, padre de James, la liberación es «horrible, falta de sentido y nunca podrá llegar en un buen momento». A estos reproches de la familia del pequeño asesinado, se unió también ayer la crítica de Ann Widdecombe, portavoz conservadora de Interior. «Si se les quiere ahorrar a estos chicos la terrible experiencia de las cárceles de adultos, a las que irían dada su edad y que truncaría su proceso de reinserción social, tiene que haber una tercera posibilidad. Un lugar seguro y oculto, por ejemplo, donde puedan seguir encerrados hasta cumplir los 15 años de reclusión impuestos sin éxito en 1994 por el entonces ministro tory de Interior, Michael Howard», afirmó.

La decisión de Howard modificaba la pena mínima de ocho años, luego aumentada a un máximo de 10, decidida por los jueces británicos en 1993. Los abogados de Thompson y Venables consideraron que un político no debía interferir en las condenas judiciales y su opinión fue corroborada en 1999 por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. De carácter vinculante, esta última decisión ha precipitado al final la liberación de la pareja que, según los juristas europeos, fueron juzgados además como si fueran adultos y no fueron protegidos del acoso de los medios de comunicación.


Robert Thompson y Jon Venables «El Asesinato de James Bulger»

Grotesqueandarabesque.blogspot.com.es

11 de julio de 2012

El asesinato de James Bulger es, sin duda alguna, uno de los episodios más espantosos de la criminología moderna. La pesadilla de toda madre se convertía en realidad. El secuestro de un niño de dos años tenía conmovida a toda Inglaterra, y movilizó a la policía y a la ciudadanía, para dar con el paradero del chico. Cuando se encontró el maltrecho cadáver y se descubrió a los asesinos, la opinión pública quedó perpleja ante un caso que dio la vuelta al mundo y que fue portada de muchos diarios a principios de los noventa.

Denise Bulger, la madre del pequeño James Bulger, estaba desconsolada. Se encontraba comprando carne en un conocido centro comercial de New Strand, en Liverpool, Inglaterra, el 12 de febrero de 1993, cuando en un leve descuido perdió de vista a su pequeño hijo. Sólo pasaron dos o tres minutos; pero fueron suficientes para que el niño, de sólo dos años, desapareciera del lugar sin dejar rastros.

La policía comenzó una búsqueda exhaustiva, y amigos y familiares de los Bulger también recorrieron las calles. La última vez que Denise vio a su hijo, fue justo frente al escaparte de una tienda donde ella entró para realizar unas compras. Al voltearse, el chico ya no estaba. El miedo de que James hubiese sido secuestrado por un abusador de menores, representaba el mayor temor de los padres. Los investigadores le pidieron a los Bulger estar atentos a un posible llamado telefónico, ya que en caso de que se tratara de un secuestro, el o los secuestradores deberían tratar de mantener contacto con la familia; pero nada ocurrió durante ese primer día. La única pista con la que contaba la policía, era la versión de varios testigos que aseguraban haber visto a tres niños de la mano, uno pequeño y otros dos de unos 10 años de edad, caminando por la calle. El menor lloraba, y alguien se les acercó para preguntar si todo estaba bien. Los chicos respondieron que si, que su hermano pequeño se había caído en los juegos del parque y que ya lo llevaban a casa. El niño mostraba un chichón en la cabeza y no había, en realidad, nada sospechoso en ello.

Dos angustiosos días pasaron, hasta que el hallazgo de un pequeño cuerpo, cerca de una solitaria estación ferroviaria de Walton & Anfield, dio la alarma a la policía. El cadáver era el de James Bulger. Había sido partido en dos por el tren; sin embargo, se descubrió que había muerto a merced de una brutal golpiza y que había sido puesto sobre las vías a propósito. Dentro de las múltiples contusiones que mostraba el cadáver, se podían ver marcas de botas o zapatos, además de quemaduras eléctricas. Las lesiones más graves correspondían al cráneo, el cual estaba fragmentado en diez partes. Sin lugar a dudas, el chico había sido torturado y, a primera vista, también parecía haber sido violado, debido a que se encontró el cuerpo sin pantalones ni ropa interior.

La noticia produjo una enorme tristeza en la opinión pública, y los detalles de la muerte del niño causaron una particular sensación de horror en todas las familias británicas. Todos querían que se atrapara al sádico asesino de James Bulger.

Los investigadores comenzaron a notar algunas irregularidades en el crimen; pero decidieron no aventurarse a nada y esperaron el análisis completo de la cinta de video del centro comercial donde desapareció el pequeño Bulger. Cuando se recuperaron las imágenes, tras largas horas de acucioso trabajo, se pudo observar a quienes se había llevado a James Bulger, segundos después de que su madre se volteara para comprar en una tienda. Por lo que se lograba ver en la borrosa cinta, se trataba de dos adolescentes de baja estatura, los cuales tomaron al niño de la mano y salieron tranquilamente del centro comercial. La imagen que dio la vuelta al mundo mostraba exactamente las 15:42 Hrs.

Algunos comenzaron a suponer que estos chicos podrían haber sido engañados y enviados por algún adulto, a cambio de golosinas y dinero, para que le trajeran al menor y luego huir con él. Una revisión completa de las cintas de seguridad del centro comercial, mostró a los dos chicos que habían raptado a James Bulger, observando a otros niños de menor edad en varias ocasiones antes de actuar. Ambos parecían estar decididos a salir de allí con un niño pequeño, hasta que lo lograron. Las controversiales imágenes se difundieron por televisión, con la esperanza de que alguien reconociera a los dos chicos que huyeron con Bulger y aclarar qué había ocurrido en realidad.
Liverpool se encontraba de luto por el cruel asesinato de Bulger, y la vía férrea (en donde se encontró el cuerpo) se convirtió en un improvisado jardín de flores, las que fueron depositadas por los ciudadanos, días después del crimen.

Una mujer, al ver nuevamente la cinta por televisión con los dos niños llevándose al pequeño James Bulger de la mano, creyó reconocer a uno de ellos. No estaba muy segura. La cinta de video era bastante difusa; pero llamó a la policía sin dudarlo. Dijo que uno de los niños que acompañaba a Bulger, parecía ser Jon Venables, un niño de 10 años a quien ella conocía. El niño había faltado al colegio el día de la desaparición de James Bulger, aunque ya varias veces lo había hecho, siempre en compañía de su amigo Robert Thompson. La policía reconoció que el hecho resultaba sospechoso y se acercó a la familia Venables, para interrogarlos. Finalmente descubrieron que el niño Venables estaba involucrado en el asesinato de Bulger, al igual que su amigo Robert Thompson. Se descubrieron manchas de sangre en los zapatos de Thompson y el análisis comparativo con el grupo sanguíneo de Bulguer [Bulger], dio positivo. La terrible historia comenzaba a tomar ribetes insospechados.

Jon Venables era un chico problemático. Venía de una familia disfuncional con problemas de alcoholismo y malos tratos. En el colegio, era distraído y no prestaba atención a sus maestros, además de mostrarse muy antisocial. También se le calificó como un niño demasiado influenciable, sobre todo por su amigo, Robert Thompson. A pesar de que este último tenía antecedentes familiares similares, se le describió como un muchacho con actitudes sospechosamente maduras, serio e introvertido; pero que en la compañía de Venables, se relajaba y daba rienda suelta a un comportamiento más delictivo. No era extraño que faltraran [faltaran] al colegio y se dedicaran a realizar pequeños robos en tiendas cercanas. Ciertamente iban por mal camino, pero ¿qué motivo los llevó a cometer tan terrible asesinato?

Una vez detenidos, los chicos comenzaron a contar lo que había ocurrido. Ambos habían visto, días antes, la tercera entrega de la película «Chucky, el muñeco diabólico». Según ellos, ésta les habría dado la idea de raptar y asesinar a un niño menor. Antes de secuestrar a James Bulger, Jon y Robert realizaron un par de hurtos en distintas tiendas, entre lo que se encontraba un tarro de pintura azul para maquetas y unas baterías eléctricas. Entraron al centro comercial de New Strand, y aprovechando la distracción de la madre, tomaron la mano del pequeño James Bulger, quien los acompañó inocententemente, y salieron de allí sin llamar la atención. Un minutos después, la madre de James recorría desesperada el centro comercial buscando a su hijo.

Un total de treinta y ocho testigos vieron a James, Robert y Jon, caminando por la calle, y a pesar de que el pequeño ya estaba asustado y lloraba, nadie los detuvo. Nadie podía imaginar que dos niños de 10 años tramaban uno de los crímenes más monstruosos cometidos en Gran Bretaña.

Luego de caminar por unos minutos y maltratar a James por el camino, se dirigieron a un lugar baldío, cerca de las vías del tren. Allí, torturaron salvajemente al niño, pisoteándole los dedos hasta quebrárselos. También le lanzaron ladrillos y piedras, además de producirle quemaduras con la batería eléctrica que habían robado. Pintaron su cara de azul con la pintura que habían hurtado y le introdujeron las baterías eléctricas por la boca y el ano, además de saltar repetidas veces encima de su cuerpo, quebrando huesos y reventando varios órganos. Finalmente, dejaron caer sobre la cabeza del pequeño James, un barra metálica de diez kilogramos que le rompió el cráneo. Cuando se aseguraron de que el niño estaba muerto, lo colocaron en las vías del tren con el fin de que todo aquello pareciera un accidente. Luego, se marcharon comentando lo que habían hecho, entre risotadas.

La noticia dio vuelta al mundo. La fotografía de los jóvenes asesinos, Jon Venables y Robert Thompson saliendo del centro comercial de la mano del pequeño James, resultaba tan incomprensible como espantosa. El crimen que habían cometido había acaparado todos los medios de comunicación, y a pesar de que los motivos que explicaban los menores ya se habían filtrado a la prensa, la opinión pública seguía preguntándose por qué lo habían hecho.
La prensa británica, y el resto de Inglaterra, especulaban con respecto a las medidas que se tomarían con Venables y Thompson, pues a pesar del terrible asesinato, seguían siendo unos niños.

El juicio se llevó a cabo bajo ciertos parámetros. Quedaba en evidencia que los menores habían actuado con premeditación e inusual crueldad; pero, ciertamente, eran muy pequeños y quizá no estaban conscientes de que este delito les arruinaría la vida para siempre. Mientras tanto, la histeria colectiva se apoderó de Gran Bretaña y miles de mujeres dejaban sus empleos para dedicarse al cuidado de sus hijos. Nadie quería que sus hijos fuesen víctima de un caso similiar, ni tampoco los padres de un potencial asesino. La sociedad británica se vio profundamente afectada.
Finalmente, Jon Venables y Robert Thompson fueron condenados a permanecer bajo estricta vigilancia en prisión, con todas las medidas de seguridad posibles. Había mucho temor de que alguien tratara de asesinarlos. La sociedad exigía la cadena perpétua para los asesinos; sin embargo la decisión fue la de rehabilitarlos y liberarlos cuando fueran mayores de edad. Cientos de manifestaciones en contra de esta medida se realizaron en Inglaterra, muchas de ellas encabezadas por los padres de James Bulger, quienes terminaron separándose durante el proceso.

En el año 2001, y ante la furia de miles de manifestantes, se dio a conocer que Venables y Thompson habían sido liberados, y que sus identidades habían sido cambiadas, con el fin de protegerlos. Los especialistas aseguraban que ya se habían rehabilitado, y la actitud pasiva e indiferente que habían demostrado durante todo el juicio, había cambiado a un arrepentimiento verdadero y honesto. Lo cierto es que nadie creyó esa historia y se ejerció gran presión para que se diera a conocer su paradero. No existían fotografías de cómo lucían los asesinos, años después de haber sido encarcelados, y nadie se sentía seguro. La pesadilla había vuelto a emerger en las familias británicas.

Varios retratos robot trataron de simular la apariencia actual de los asesinos de James Bulger, con el fin de dar la alarma si eran vistos en el país. Se intentó, en un momento, enviarlos a Nueva Zelanda; sin embargo el país se negó a albergar a Venables y Thompson. Por su parte, la madre de James, realizó una verdadera cruzada en contra de los asesinos de su hijo, jurando que los encontraría. Critcó duramente a la justicia birtánica, los cuales habían dejado en libertad a «dos monstruos», y que si ella no acababa con ellos, alguien más lo haría.

Como si fuera poco, la polémica volvió a estallar cuando en un juego de video basado en la serie televisiva «La Ley y el Orden», se incluyó la nefasta imagen de Thompson y Venables raptando a James Bulger desde el centro comercial, como parte del decorado de un escenario de investigación criminal. Esta imagen había resultado tan estremecedora y perturbadora para los británicos, que muchos aun la tenían en la retina, y se exigió retirarla del videojuego inmediatamente.

En el año 2010, los noticieros volvieron a tener noticias sobre Jon Venables, quien ya tenía 27 años, el cual había sido arrestado por nuevos cargos. La insistencia de los medios para conocer los motivos de su nuevo encarcelamiento, a pesar de la inicial negativa de las autoridades, finalmente dio furtos [frutos]. Jon estuvo consumiendo alcohol y drogas, poniendo en peligro su integridad. Sin embargo, lo más grave fue que se encontró gran cantidad de pornografía infantil en su computadora. Debido a este delito, Venables fue condenado a dos años de prisión. Como era de esperar, la opinión pública volvió a ejercer presión con respecto a las decisiones judiciales con respecto a Venables, las cuales parecían demasiado benévolas. La única respuesta que se obtuvo, fue que el proceso de adaptación de Jon, tras ser liberado, había sido bastante duro. Siempre mostró problemas de adaptación y durante su estancia en la cárcel, cuando aun era un adolescente, solía abstraerse de la realidad constantemente. Posteriormente, Venables habría dicho a su abogado que, en el fondo, se sentía aliviado de volver a prisión.
Thompson, por su parte, había mostrado grandes habilidades artísticas durante su encierro, pero se desconoce su actual paradero.


Condenados por mostrar fotos de dos niños que secuestraron y mataron a otro

Elmundo.es

26 de abril de 2013

Dean Liddle y Neil Harkins han sido condenados por la Corte británica a nueve meses de prisión por haber violado la orden judicial que impedía revelar las nuevas identidades de Jon Venables y Robert Thompson.

Liddle y Neil Harkins colgaron en Twitter y Facebook, respectivamente, fotos recientes de los precoces asesinos. Venables y Thompson, que entonces tenían 10 años, fueron condenados en 2001 por secuestrar, torturar y asesinar al pequeño James Bulger, de dos años de edad.

El crimen conmocionó a Reino Unido y el juez que condenó a los dos niños decretó que, además de cumplir condena en un centro de menores, jamás sería revelada la identidad de los dos niños para preservar su seguridad. Dar cualquier información respecto a su apariencia, localización o identidad, sería condenado.

Las imágenes fueron publicadas el 14 de febrero, dos días después de que se cumpliese el aniversario del asesinato del pequeño Bulger. Liddle compartió las imágenes con sus 915 seguidores pero la eliminó en menos de una hora.

Ese mismo día, Harkins, subió cuatro fotos en Facebook mostrando a los dos niños en 1990 y a finales de los 2000. A pesar de tener sólo 141 «amigos» en la red social, las imágenes fueron compartidas más de 24.000 veces, como recoge The Telegraph.

Las autoridades no han querido confirmar oficialmente si, en efecto, los que aparecían en las fotografías eran Venables y Thompson. Sin embargo, el Fiscal General, Diminic Grieve, ha explicado que su mera difusión puede suponer «un serio riesgo físico o incluso la muerte» para cualquier persona que se guarde parecido con los individuos mostrados en las imágenes, según informa Daily Record.


Robert Thompson y Jon Venables

Datos extraídos del programa radiofónico «La Noche» de Cadena COPE.

Hablamos de Robert Thompson y Jon Venables, ¿qué nos puedes contar sobre estos dos niños? [El presentador, Adolfo Arjona, al periodista José Manuel Frías]

Tanto Robert como Jon nacieron en Liverpool, en Inglaterra, en el mes de agosto de 1982. El primero, el día 23, y el segundo, el día 13. Y eran amigos porque tenían muchas cosas en común. Los dos convivían en familias en las que era frecuente la violencia, el alcoholismo, los malos tratos, incluso el divorcio. Y además, los dos chavales sufrían acoso escolar. Eso fue minando la autoestima de ambos. En el caso de Robert, por ejemplo, este chico tenía la costumbre de encerrarse en su mundo y perder el contacto con la realidad. Era su manera de escapar del caos que le rodeaba. Y por eso Robert y Jon hicieron buenas migas, se comprendían a la perfección.

Sorprende saber que quizá el detonante del asesinato que cometieron estos dos críos, Robert y Jon, pudo ser haber visto una película. Pocos días antes de cometer su crimen, habían visto la película El muñeco diabólico. Durante el juicio, confesaron que les inspiró a la hora de matar.

12 de febrero del año 1993. ¿Qué ocurrió ese día?

Ese día, aquellos niños de diez años habían decidido cometer una atrocidad para vengarse de la sociedad que les rodeaba, aunque fuera a costa de la vida de otro niño. Ya habían tenido un amago de secuestro unos días antes, pero la madre de la víctima apareció por suerte en el último momento y lo frustró. Nadie denunció nada. A fin de cuentas eran sólo un par de niños de apariencia inocente.

Pero aquel 12 de febrero, Robert y Jon se internaron en el centro comercial Strand, en la propia Liverpool. Su comportamiento excesivamente travieso llamó la atención de mucha gente. Por ejemplo, robaron varios objetos, entraron en un banco dando gritos y arrojando folletos al aire, tiraron al suelo algunos cómic en una librería y se burlaron de una anciana por el simple hecho de que caminaba mal.

La víctima escogida fue James Patrick Bulger, de sólo dos años. Este niño estaba con su madre en el centro comercial. Sobre las tres y media de la tarde, estaban en la carnicería y en ese momento aparecieron los dos jóvenes asesinos. ¿Cuál fue el siguiente paso que dieron?

El paso fue aprovechar que James estaba cerca de la puerta y que su madre estaba de espaldas hablando con el dependiente para extenderle una mano que el niño cogió con simpatía, acompañándolos inocentemente sin ningún reparo. Cuando la madre a los pocos segundos se giró, el niño ya no estaba. Robert y Jon lo habían sacado del recinto, como se pudo comprobar por medio de las cámaras de control, y aunque la mujer alertó a los encargados de seguridad, ya era tarde.

Los dos asesinos acompañaron al pequeño hasta una zona apartada, cerca de la vía del tren, justo al lado de un río. Y tuvieron que caminar mucho. Estamos hablando de casi cuatro kilómetros. Pero así evitaron ser vistos en el momento del crimen.

Ya durante ese largo camino, sintiéndose asustado, James no dejó de llorar. Incluso algunos testigos contarían después cosas tan terribles, tan aterradoras, como que vieron a Robert y a Jon, cada uno agarrando al chiquillo de una mano, balanceándolo hacia delante y hacia atrás, elevándolo a gran altura, o como en ocasiones lo arrastraron literalmente por el suelo.

Lamentablemente ninguno de esos testigos intervino. Y finalmente, James Patrick llegó a la vía del tren con sus secuestradores. ¿Qué pasó allí?

Aquello fue un auténtico infierno. Primero lo tiraron al suelo, pisoteándolo de tal manera que le fracturaron las manos, después le arrojaron piedras y le golpearon en la cabeza con una barra de metal, incluso Robert le dio tal patada en la cara que llegó a levantarle la piel. Y como, a modo de burla macabra, usaron inmediatamente un spray para pintar a la víctima de verde.

Podría parecer que ahí terminó esta fiesta salvaje de estos salvajes, pero continuó…

Continuó. Ya con James Patrick medio inconsciente, los dos asesinos le quitaron la ropa y lo sodomizaron con diferentes objetos. Y como acto final lo pusieron mirando hacia arriba, y saltaron sobre él con todas sus fuerzas hasta reventarle los órganos internos y dejarlo muerto. Intentando simular que había fallecido atropellado por un tren, dejaron su cuerpo en la mitad de las vías.

Efectivamente, el tren partió en dos al pequeño James. Cuando su cuerpo fue encontrado tras cuatro días de intensa búsqueda, nadie dudó de que se tratara de un despiadado asesinato. Gracias a las cámaras de seguridad del centro comercial, se conoció la autoría del crimen y se identificó a los jóvenes asesinos. Además, el ADN de la sangre que había en los zapatos de Robert coincidía con el del niño asesinado. ¿Qué ocurrió tras el arresto?

Por suerte, no se tuvo en cuenta la edad. Era tan monstruoso lo que habían hecho, que fueron tratados en el juicio como si fueran adultos. Además, durante ese proceso los dos niños estuvieron impasibles, sin mostrar en ningún momento ni un sólo atisbo de arrepentimiento.

La defensa, por su parte, intentó hacer ver a los jueces que el asesinato, para Robert y para Jon, había sido un simple juego y que no tenían noción del daño que habían hecho. Esta tesis no sirvió de nada y finalmente los dos niños fueron condenados a cadena perpetua. Algo que se celebró tanto en la prensa como en la opinión pública.

¿Cómo transcurrieron para Robert y para Jon los primeros años de cárcel?

Ante todo, estuvieron separados y siempre controlados por fuertes medidas de seguridad, pero principalmente para no ser atacados por otros presos que condenaron con firmeza, como suele ocurrir en estos casos, ese crimen tan atroz que habían cometido. Y dicen que el Gobierno británico llegó a gastar tres millones de libras esterlinas, o sea estamos hablando de cuatro millones de euros, solamente en tratamientos psicológicos para intentar rehabilitar a Robert y a Jon. Eso permitió que algo después pudieran salir alguna que otra vez a la calle, pero siempre muy controlados. El caso de Jon es llamativo porque parece que en prisión, además de asumir su culpa en el crimen, comenzó a estudiar. Llegó a terminar Primaria y buena parte de Secundaria. Y Robert, por su parte, dedicó el tiempo libre a hacer manualidades, principalmente a pintar cuadros y algunos de ellos están expuestos en la sala de visitas de la cárcel.

En el año 2001, una comisión dirigida por David Blunkett, ministro del Interior británico, llegó a la conclusión de que Robert y Jon ya estaban rehabilitados. ¿Qué fue lo que expuso el ministro del Interior?

Hay un fragmento muy llamativo y muy categórico que dice lo siguiente:

«Nadie podrá jamás olvidar el caso de James y el dolor de su familia. El asesinato del niño James Bulger fue un suceso terrible para su familia y para toda la nación, pero no sería de interés público perseguir a los responsables ahora que la Junta de Libertad, bajo palabra, haya decidido que ya no es necesario para la seguridad pública que estén confinados.»

La opinión pública se levantó en armas y los padres de la víctima dijeron estar profundamente doloridos y conmocionados por la decisión. Incluso, la madre comentó lo siguiente:

«Estoy disgustada. Tanto por el Gobierno como por la Comisión. La vida de mi hijo fue robada de una manera inimaginable. Ahora tengo miedo. No me atrevo a mandar a mi hijo a la escuela. ¿Quién me puede asegurar que estos dos no estén al acecho?»

¿Es cierto que cuando recuperaron la libertad tuvieron que usar otro nombre o incluso inventarse un pasado sobre sus propias vidas?

Sí. Podían sufrir no solamente el acoso de la prensa sino las amenazas de los allegados a James Bulger. De hecho, el propio padre de la víctima declaró que no descansaría hasta dar con ellos. Por eso, las autoridades hicieron lo posible por darles una identidad falsa, incluso una vivienda segura, y existe por ahí un fallo judicial que prohíbe que nadie, sea particular o sea periodista, difunda ni fotografías ni detalles sobre ellos. Aunque eso no ha podido evitar, por supuesto, que hayan visto la luz en Internet algunas presuntas fotografías de los niños en la actualidad, ya en edad adulta, e incluso algún que otro retrato robot de sus rostros envejecidos. Por el lado contrario, a Robert y a Jon se les prohibió acercarse a la localidad en la que cometieron aquel brutal asesinato.

¿Cómo se supone que comenzó esa nueva vida, ya en libertad, de estos asesinos previsiblemente rehabilitados?

La primera idea del Gobierno fue alejarlos lo más posible de cualquier vengador, pero ningún país los aceptó, así que finalmente los trasladaron al norte de Inglaterra, siempre en ciudades separadas entre sí. Ellos tienen prohibido reencontrarse. Y allí fueron controlados durante un tiempo para evitar posibles recaídas en el mundo del crimen. A la vez, Robert y Jon siempre tuvieron cerca sistemas de alarma para alertar a las autoridades de cualquier intento de agresión. Y sobre este asunto la madre de James llegó a decir:

«Cada minuto que pase deberán vigilar sus espaldas. Aunque se vayan a vivir al fin del mundo, nunca podrán estar tranquilos. Alguien los matará y yo apoyaré a los asesinos en caso de que se celebre un juicio. El responsable será el Gobierno porque sólo apoya a los asesinos. Un día, una pistola apuntará hacia ellos, aunque no sea yo quien la sostenga.»

El 2 de marzo de 2010, una noticia estremeció al mundo. Jon Venables, ahora un hombre de veintisiete años, fue encarcelado de nuevo por un delito de tenencia de pornografía infantil. El secretario de Justicia Jack Straw aseguró que existían acusaciones extremadamente graves que empujaron a su detención. ¿Se sabe qué es lo que ocurrió realmente?

Al parecer, Jon se había dejado llevar desde un tiempo atrás por el alcohol y las drogas, pero lo peor es cuando descubrieron en su ordenador material de pornografía infantil. Eran fotografías, además, de violaciones a un niño de apenas dos años, la misma edad que el niño al que él mismo había matado.

Jon Venables fue llevado a juicio. Durante el proceso se mostró que usaba un perfil falso en los chat de Internet, y era el perfil de una mujer que presumía de practicar violencia a su propia hija, y el motivo de ese engaño era el de conseguir más material pornográfico de niños. Debido a ello, Jon fue de nuevo encarcelado. La madre de James Patrick Bulger, contenta con la noticia, declaró que el asesino había vuelto al lugar del que nunca hubiera debido salir. Pero sí salió. Salió a la calle de nuevo el 3 de septiembre de 2013.

Cuentan que una vez en la calle volvió a crear un perfil falso en Internet. Esta vez, masculino. Y entabló amistad con mujeres con hijos. Cuando esa amistad crecía, Jon les pedía fotografías de los niños. Una de aquellas madres descubrió tiempo después que se trataba de uno de los famosos asesinos, del que fue un niño asesino.

 

Más información en: «Jon Venables»

 

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