
- Clasificación: Asesino
- Características: Parricidio - Fingió su propio suicidio
- Número de víctimas: 2
- Fecha del crimen: Julio de 1986
- Fecha de detención: 16 de agosto de 1986
- Fecha de nacimiento: 1949
- Perfil de la víctima: Su esposa, Greeba Healey, de 40 años, y su hijastra, Marie Walker, de 13
- Método del crimen: Golpes con un rodillo - Estrangulación
- Lugar: Hazel Grove, Inglaterra, Gran Bretaña
- Estado: Fue condenado a cadena perpetua el 1 de abril de 1987
Índice
Robert Healey
Última actualización: 6 de abril de 2015
LA PISTA – Ahogado
Desesperado por las circunstancias de su matrimonio, un hombre se adentra en el mar y desaparece. Su hija y su mujer también se desvanecen. ¿Qué había detrás de la evaporación de toda una familia, suicidio o crimen?
Miércoles, 30 de julio de 1986. Oswald Brodie echó un vistazo por la ventana de la caravana al estuario de Chester, en Clwyd, al norte de Gales. Ante su mirada se extendía la hermosa y desangelada playa de Prestatyn. El tiempo era frío, el cielo estaba cubierto. Le llamó la atención un hombrecillo de mediana edad, en bañador, que caminaba hacia el agua, ya que no era un buen día para salir a dar unas brazadas. Después se fijó en que el bañista echaba al mar una pelota de playa, volvía sobre sus pasos y desaparecía.
Al día siguiente un montón de ropas empapadas se encontraron en la playa junto a una nota metida en una cartera para protegerla del agua del mar. Se trataba del último capítulo de una tragedia familiar que había empujado a Robert Haeley a suicidarse el miércoles 30 de julio de 1986.
El bañista era profesor de una autoescuela propia y contaba 37 años. La mañana anterior había ido en el coche plateado de su mujer desde su casa de Longmead Avenue, en Hazel Grove, Stockport, hasta la costa. La nota de la playa, y otras que fueron halladas posteriormente en su casa, hacían pensar que era tan desgraciado en su matrimonio, que la desesperación le impulsó a optar por la muerte como último recurso.
Uno de los mensajes estaba dirigido a su mujer y empezaba diciendo: “Querida Greeba, parece imposible que yo te ame como tú lo deseas… -y terminaba con un lacónico-. Espero que los cangrejos y los peces se coman mi cuerpo”. Otra carta, esta vez escrita por la señora Healey, insistía en el mismo tema: la infelicidad de su matrimonio. La nota de la playa estaba dirigida a su madre. En ella le decía que no merecía la pena seguir viviendo así.
A pesar de todo, la policía no aceptó sin más el suicidio de Robert Healey. Prefirieron esperar hasta encontrar el cadáver para pronunciarse sobre su muerte, y mientras, surgió otro elemento extraño: la mujer y la hija del ahogado no pudieron ser localizadas y para notificarles su supuesta muerte y tomarles declaración.
La policía encontró manchas de sangre en la casa de los Healey y cuando apareció el coche plateado, hallaron más manchas de sangre en el maletero. Las sospechas de los agentes aumentaron tras averiguar que el vehículo lo llevaron hasta un aparcamiento de Birmingham el día después del supuesto suicidio.
Los exámenes forenses de la sangre dieron como resultado el grupo “O”: el de las dos mujeres desaparecidas. De forma que en vez de investigar un suicidio, el comisario Clive Atkinson se encontró ante el problema de buscar a un hombre vivo. Así lo declaró ante los periodistas: «En todos los sentidos, se trata de la investigación de un asesinato.»
Aún se supo más: Healey acababa de vender unos días antes su propio coche por 2.000 libras, y también había solicitado una copia del certificado de nacimiento de su cuñado. La policía barajaba la posibilidad de que intentase ocultarse bajo una nueva identidad para poder abandonar el país.
El 9 de agosto, diez días después del misterioso suicidio, una patrulla descubrió un edredón manchado de sangre en la cuneta de la carretera A 5117, cerca de Chester. El grupo sanguíneo coincidía con el de la esposa y la hija del desaparecido. La policía redobló sus esfuerzos para encontrar los cadáveres y se llegaron a utilizar helicópteros de la RAF con equipos de detección térmica pero, no se obtuvo ningún resultado.
El éxito de la operación llegó el día 15 de agosto. William Douglas, un anciano de setenta y dos años había estado dando un paseo por un bosque cerca de la carretera A 55, en Caerwys, Gales. A unos treinta metros de un apacible sendero la tierra parecía estar como removida, el anciano se acercó y de una patadita apartó un montón de hojas, escarbó con el zapato en la arena, y aparecieron una mano y un pie humanos. Ante tan horrible descubrimiento el señor Douglas corrió a la comisaría a notificar su hallazgo.
La policía desenterró dos cuerpos en avanzado estado de descomposición sepultados en una zanja poco profunda. Eran la señora Healey y su hija. El examen forense reveló que la causa de la muerte de la esposa habían sido las múltiples fracturas que presentaba en la cabeza, en cambio la hija había muerto asfixiada. Ambas fueron violentadas poco antes de morir.
Las especulaciones sobre el señor Healey terminaron repentinamente el día en que entró por la puerta de Scotland Yard y le dijo al agente de servicio: «Creo que ustedes desean verme.»
Había estado viviendo en unos apartamentos de Kensal Green bajo el curioso nombre de Morris Davies Beach, y como su foto se publicó en todos los periódicos, para no ser reconocido, se había dejado crecer la barba y se había mandado cartas, para su nueva identidad.
Cuando supo que la policía había encontrado los cuerpos, no pudo aguantar más; confesó que tras el doble asesinato le rondó por la cabeza en varias ocasiones la idea de entregarse, que una vez había paseado por la calle Downing con la esperanza de ser reconocido y que en otra ocasión estuvo siguiendo a dos policías en la calle Fleet, ya que su vida se había convertido «en un infierno». Healey fue detenido y acusado del homicidio de su esposa e hija.
El caso recibió el sobrenombre de «El asesinato de Reginald Perrin» por estar calcado de una serie televisiva. El juicio comenzó en el Tribunal de Liverpool, el 24 de marzo de 1987, presidido por el juez Justice McNeill.
El acusado se declaró inocente con estas palabras: «Yo no lo planeé. No sabía lo que iba a pasar.» Aunque admitió haber matado a las dos mujeres. Al entregarse a la policía les facilitó su diario, un cuaderno barato de color rojo, en que describía los homicidios y las circunstancias que le llevaron a cometerlos con la esperanza de que le sirvieran de atenuante.
En el cuadernillo, Healey contaba que su mujer le ridiculizaba por su forma de hacer el amor, echándole en cara que solo buscaba el sexo. Una noche, tras haber sido menospreciado, se quedó en la cama, despierto, frustrado, y muy molesto. Bajó a tomarse una copa y fue entonces cuando le asaltaron los pensamientos violentos. “Miraba alucinado los objetos, las cosas. Primero cogí una gran botella. Parecía un rodillo y lo agarré. No sabía lo que estaba haciendo”.
Regresó al dormitorio y atacó a su esposa. La golpeó hasta morir dándole quince golpes con el rodillo. En ese momento, entró Marie en la habitación, Healey la empujó fuera del cuarto para que no viera a su madre muerta en el suelo, pero después la atrapó y la mató.
Robert mantenía que la niña murió enseguida; el patólogo Donald Wayte declaró que las heridas eran iguales a las que presentaban las víctimas de un atropello. El doctor sostenía que la joven Marie agonizó como mínimo durante cinco minutos hasta que cesó el salvaje ataque de su padrastro.
Al día siguiente, el homicida intentó embaucar a los amigos de la familia y a la policía simulando un suicidio. Posteriormente, se deshizo de los cadáveres, limpió las paredes de la casa, colocó en su sitio los muebles y alfombras, cambió la ropa de cama que estaba manchada de sangre, y metió los cuerpos de sus víctimas en el maletero del coche de su mujer. Robert Healey negó en todo momento que la idea de suicidarse la hubiera sacado de la serie televisiva «La caída y ascensión de Reginald Perrin».
Healey declaró que su hijastra era «una muchacha por la que hubiera hecho cualquier cosa. Todo para complacerla». Insistió en que nunca la hubiera matado deliberadamente.
El juez, Justice McNeill, se dirigió al jurado para aclarar que no se estaba discutiendo si el acusado había causado las muertes mediante una «violencia directa e ¡legal», sino que debían dar un veredicto de homicidio o asesinato.
Las deliberaciones del jurado duraron tres horas. El veredicto fue unánime. Robert Healey fue considerado culpable de homicidio.
El condenado procuró ocultarse del gentío al ser conducido a los calabozos. Se llevó a la cara sus manos temblorosas y rompió a llorar. El aguerrido bañista de la playa de Prestatyn pasaría en la cárcel el resto de su vida.
La libreta roja
Healey compró un cuaderno rojo barato para utilizarlo de «diario mortal». En él escribía sobre el fracaso de su matrimonio, decía que se sentía como un mueble en su casa, como si su mujer lo moviese de un lado a otro a su capricho sin darle ninguna importancia. Greeba tenía mal carácter; una vez, durante una disputa familiar, le había tirado encima la comida y una lata de cerveza. La vida de Robert se redujo a su trabajo de profesor de autoescuela y a pagar las facturas: «Sentía como si la cabeza me fuera a estallar. Solía dar golpes con la cabeza en las paredes.»
Sobre la noche de las muertes, el asesino escribía: «Tenía un rodillo en la mano. Me decía a mí mismo ¿qué haces? ¡Vuelve a dejarlo en su sitio! Pero mi cuerpo seguía subiendo las escaleras. Había sangre por todas partes. No sé explicar lo que me impulsó a hacerlo. Era como un sueño.» A pesar de dar estas muestras de remordimiento, la acusación le atacó durante el juicio diciendo que no era sincero, que simplemente estaba tratando de ganarse las simpatías de la gente.
Vacaciones en familia
Un mes antes de los apodados «Asesinatos de Reginald Perrin», los Healey pasaron unas vacaciones en Mallorca con una amiga íntima, Sandra Bailey.
Durante el juicio ésta declaró que le dio la impresión de que entre Healey y su hijastra existía un cariño “desnaturalizado”, de que le prestaba más atención de lo normal. En la playa, Robert le dijo algo a Marie que Sandra no pudo oír, pero la niña respondió: ¿Por qué yo? Siempre me toca a mí. ¿Por qué no a mi madre?” La testigo también se fijó en que cada vez que la jovencita se adelantaba a darse una ducha al hotel, Healey la seguía dejando que su mujer llevase todos los objetos de playa sola.
A la señorita Bailey, Robert no le caía simpático, pero no le contó a Greeba sus preocupaciones por si las interpretaba al revés. Más tarde lamentaría no haberlo hecho.
DEBATE ABIERTO – De carácter tímido
El joven mecánico se echaba a llorar cuando cometía errores en el trabajo, y se sentía más hombre en compañía de chicas. Su cobardía y sus temores se transformaron en odio rabioso.
Desde su más tierna infancia, Robert Healey fue un muchachito vergonzoso e introvertido, un poco «cobardica», uno de esos que no saben arreglárselas por sí solo. Estudió en la Reddish Vale Secondary School en Stockport y en 1966 se enroló en la marina mercante.
El primer período terminó en 1973 y firmó un contrato por otros veintidós años. Pero su carrera en la marina acabó lastimosamente en 1978, debido a una crisis nerviosa. Volvió a Stockport con su primera mujer y allí encontró empleo de mecánico en un garaje.
Como mecánico no demostró poseer habilidades sobresalientes. Una vez, trabajando para Anderson Motors, arrancó un coche mientras estaba subido en un elevador. El vehículo y él se estrellaron. Uno de sus compañeros comentó después que vio a Robert lloriquear. Por la tarde le mintió al jefe de talleres respecto al incidente.
Tras abandonar el garaje, trabajó desde 1979 como operario técnico de las refinerías petrolíferas Amoco, en Milford Haven, pero el empleo y su matrimonio se fueron al traste en 1982. Ese año fue condenado por exhibicionismo y por tratar de convencer a una escolar de trece años de cometer actos indecentes con él.
Healey regresó a Stockport para rehacer su vida y fundó una autoescuela privada. Puso anuncios en los periódicos para buscar pareja; y así conoció a Greeba, la mujer con quien se casó en noviembre de 1985 tras diez meses de noviazgo.
Un oficial de policía veterano que intervino en el caso apodado «Reginald Perrin» describió al homicida de la siguiente manera: «Era un hombre inseguro, emocional, con un tinte agresivo muy pronunciado. Se dejaba dominar fácilmente por las mujeres. No daba la impresión de pasarlo bien en compañía de hombres.»
En la época de los homicidios, su matrimonio no marchaba bien, pero es poco probable que lo escrito en el cuaderno-diarío fuera toda la verdad.
Robert relataba su torturada vida con Greeba, y cómo se fueron degradando las relaciones que mantenía con su hijastra Marie Walker. Se entristeció mucho cuando, durante unas vacaciones en Mallorca, Marie procuró evitar su compañía. «Los días en que me dejaba una preciosa notita diciéndome que me quería estaban bien lejos… Dejé de tener importancia en su vida.»
Lo que Healey no contaba eran los abusos que cometía con su hijastra. Es casi seguro que obligó a la pequeña a relacionarse sexualmente con él, y es justo pensar que su mujer estuviera a punto de abandonarle. Si la verdad de sus relaciones con Marie hubieran llegado a oídos de la policía, podía haber acabado en prisión por acoso sexual a menores de edad.
Durante el juicio, el acusado rechazó -tildándola de absurda- la posibilidad de haber abusado de la pequeña. No obstante, el juez instructor del sumario hizo constar que tanto la madre como la hija tuvieron relaciones sexuales poco antes de morir.
Reginald Perrin
“La caída y ascensión de Reginald Perrin” fue la serie de televisión que, según creía la policía, inspiró a Healey la escenificación de su “suicidio”.
Al principio de cada episodio se repetía una escena en la que el protagonista dejaba sus ropas abandonadas en una playa para simular su muerte. Sus amigos y familiares así lo creían y él empezaba una nueva vida.
Tras encontrar las ropas de Healey en la playa, la policía fue a su casa, donde encontró una colección de videocasetes de la serie. Los detectives consideraron desde un primer momento que estas grabaciones eran una de las claves más significativas para entender el carácter del asesino.
Conclusiones
Tras escuchar el veredicto en el llamado caso «Perrin», el juez le dijo a Healey que la ley “sólo señala una posible sentencia”, y después fue condenado a cadena perpetua por cada uno de los homicidios.
El padre de Robert Healey declaró después de que su hijo fuera enviado a prisión que este le había traicionado. Pero añadió que su hijo «siempre había sido un hombre tímido, asustadizo… Desde luego, no era un misógino». Y aún dijo más: «Mi primera mujer me dejó, su primera mujer también… La crisis era inevitable.»
El padre de la hija de Greeba sufrió una doble pérdida y más tarde comentó que cuando las dos desaparecieron, soñó que Marie moría asfixiada en su habitación. También habló de la pena que le produjo el no poder dar el último adiós a su hija. No se le permitió ver el cuerpo a causa de su avanzado estado de descomposición.
Las víctimas
- Greeba Healey. Tenía 40 años y llevaba casada ocho meses con Robert cuando éste la mató. Antes había estado casada con Leslie Walker y un tal Edward Malkin. Los dos matrimonios terminaron en divorcio.
Conoció a su tercer marido después de responder a un anuncio del Stockport Express Advertisser a principios de 1948. Desde el comienzo, su relación fue tormentosa y salpicada de riñas y separaciones. Por esta época, Greeba bromeó con un amigo sobre sus matrimonios, y le juró que esta vez la cosa iba a funcionar “aunque muera en el intento”. - Marie Walker. Tenía trece años y era hija del primer matrimonio de Greeba. En el momento de su muerte, estudiaba en la Hazel Grove High School y acababa de empezar a trabajar como repetidora de periódicos para el Stockport Messenger. Sus aficiones preferidas eran el patinaje sobre hielo y el cine.
Fechas clave
- 30/07/86 – Healey finge suicidarse.
- 31/07/86 – Hallazgo de sus ropas en la playa de Prestatyn.
- 01/08/86 – Se localiza el Chevette en Birmingham.
- 09/08/86 – La policía encuentra el edredón manchado de sangre.
- 15/08/86 – Descubrimiento de los cadáveres de Greeba Healey y Marie Walker.
- 16/08/86 – Healey se entrega en Londres.
- 24/03/87 – Inicio del juicio de “Reggie Perrin”.
- 01/04/87 – Healey es condenado a dos cadenas perpetuas.