Remedios Sánchez

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Remedios Sánchez

La Asesina de Ancianas

  • Clasificación: Asesina en serie
  • Características: Robos
  • Número de víctimas: 3
  • Fecha del crimen: Junio - Julio 2006
  • Fecha de detención: 5 de julio de 2006
  • Fecha de nacimiento: 22 de julio de 1957
  • Perfil de la víctima: Josefa Cervantes, 83 / Adelaida Geranzani, 96 / María Sahún, 76
  • Método del crimen: Estrangulación
  • Lugar: Barcelona, España
  • Estado: Condenada a 144 años y 7 meses de prisión el 2 de julio de 2008
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Remedios Sánchez – La asesina compulsiva

Mónica Ceberio Belaza – ElPais.com

7 de agosto de 2011

Remedios Sánchez fue condenada a 144 años de prisión por matar a tres desvalidas mujeres en 2006. Sembró tal terror en Barcelona que los Mossos d’Esquadra barajaron pedir a las ancianas que no salieran de casa. ¿Cuál fue la espoleta de un frenesí asesino que le hizo pasar de una vida normal a estrangular a mujeres indefensas? La pregunta sigue sin respuesta.

Dolores preparaba unas albóndigas para su nieto cuando sonó el telefonillo. Era Mari, que quería subir un momento a contarle algo. La mujer no tenía ganas de nada, así que le dijo que estaba ocupada con el guiso.

Cuatro días antes, su mejor amiga, Josefa Cervantes, Pepita, había aparecido estrangulada con un tapete de ganchillo en el salón de su casa. Dolores no había salido a la calle desde entonces. Tenía miedo y una inmensa tristeza. Mari insistió, nerviosa. Serían solo cinco minutos. Después preguntó por Pepita. «La han matado, a la pobre», le respondió la temblorosa voz al otro lado del portero automático. «Ha sido horrible, horrible… ¿Quién ha podido hacerle algo así, a ella, que nunca molestó a nadie?», sollozó Dolores.

Mari se mostró muy sorprendida y se marchó. Dijo que volvería más tarde, pero no lo hizo. Era ella quien había matado a Pepita. Las dos amigas la habían conocido tan solo una semana antes. Se paró a hablar con ellas en la calle, junto al café Sidney del paseo de Maragall, en el barrio del Guinardó (Barcelona). «Era una mujer de unos 50 años. Nos dijo que no se sentía bien y que no encontraba las llaves de su casa, así que la invité a la mía a tomar una manzanilla», recuerda Dolores, aún estremecida con los acontecimientos de aquel verano de 2006. «Como tenía comida de sobra, se quedó a almorzar. Era muy amable, me contó que tenía dos hijos». A los postres llegó Pepita. Se cayeron tan bien que Mari le pidió su dirección para ir a visitarla alguna vez.

Las dos ancianas sobrepasaban los 80 años, eran viudas y, aunque tenían familiares que las visitaban a menudo, vivían solas. Un poco de compañía nunca estaba de más. Pepita, menuda, rubia y muy coqueta, se casó mayor, a los 70 años, pero el marido falleció poco después. Solía ir con Dolores a bailar tangos, a jugar a la petanca o de viaje a Mallorca o Benidorm. Eran como hermanas. Dolores ya no deja que nadie entre en su casa. Por eso espera a la periodista sentada en un banco de la calle.

-Me han pasado tantas cosas, ¿sabe? Me dejaron sin mi amiga del alma. Fue la cuñada de Pepita quien me avisó de lo que le habían hecho. Fue el 10 de junio. La pobre tenía la nariz rota y su cabecita llena de rizos rubios estaba encajada en el sofá.

-¿No sospechó de la desconocida Mari al enterarse de la noticia?

-¿Cómo iba a pensar que esa mujer tan amable era una ladrona y una asesina? Parecía una buena mujer, sencilla, de pueblo. Iba algo desarreglada y toda vestida de negro. Mi amiga y yo éramos muy confiadas. Cuando me enteré, me temblaron las piernas. Menos mal que no la dejé entrar de nuevo en casa cuando lo intentó. No he vuelto a ser la misma desde que pasó aquello.

La muerte de Pepita apenas mereció una escueta nota en los periódicos: «Una anciana, hallada muerta con signos de violencia». Pero fue el primero de una larga lista de ataques a ancianas en Barcelona. Ocho días después, una mujer entró en casa de Rosa Rodríguez pidiendo una tirita. Una vez dentro, la pateó y agarró por el cuello hasta que perdió el conocimiento. Tres días más tarde, la siguiente víctima fue Rosario Márquez, apaleada y asfixiada hasta el desmayo, que al recuperar el conocimiento vio que habían desaparecido todas sus joyas.

Los días sucesivos fueron atacadas Pilar Solà, Alicia Latre, Adelaida Geranzani, María Sahún, Montserrat Figueras, María Salud Mateu, Isabel Medina… mujeres de 70 a 96 años cuya buena voluntad les llevó a dejar entrar en sus casas a una mujer afable que una vez dentro se convertía en un demonio. Pasaba de charlar con ellas amistosamente a golpearlas y a coger cualquier toalla o trozo de tela para ahogarlas. Tres de ellas -Pepita, Adelaida y María- murieron. Las demás salvaron la vida de milagro.

La homicida era una mujer de unos 50 años, con acento gallego, que se acercaba siempre de forma similar a las víctimas: pedía una botella de agua, decía que llevaba un paquete para alguna vecina, que necesitaba ayuda. Después del tercer asalto, los Mossos d’Esquadra se dieron cuenta de que no era una casualidad: había una asesina en serie de ancianas que atacaba compulsivamente. Cada día que tardaran en encontrarla podía suponer otra víctima más.

Los investigadores trabajaban a contrarreloj. La situación era tan grave, y las pistas tan pocas, que José Luis Trapero, el jefe de investigación criminal de los Mossos, convocó a la prensa para hacer un llamamiento público a las mujeres mayores de su ciudad: no debían dejar entrar a ninguna desconocida en su casa hasta que la asesina no fuera atrapada.

Más de 50.000 ancianas de más de 70 años vivían solas. «Pensamos incluso en pedir que no salieran de casa, pero con el calor del verano y al ser un colectivo tan vulnerable era peligroso inducirlas a quedarse encerradas durante días porque podía pasarles cualquier cosa», recuerda Trapero. «Había que detener de inmediato a la mujer que estaba sembrando el terror».

Dolores puso a los agentes sobre la pista de Mari. La videocámara de una sucursal de Caja Duero las grabó al lado de un cajero el día que se conocieron. Fue la primera imagen que manejaron los Mossos. La misma persona quedó registrada en una estación de metro después de otro ataque, con un hematoma en la cara por el puñetazo que le había propinado el marido de la víctima.

La tal Mari era la asesina en serie. Pero había que encontrarla. Los investigadores llegaron a ella casi por casualidad. Los robos de joyas y dinero les hicieron pensar que quizá jugaba. Miraron en bingos y billares cercanos a las zonas de los asaltos, por probar. Y dieron con una que encajaba: Remedios Sánchez, sin antecedentes penales.

Era ella. Pero no vivía donde constaba en su DNI. La prolija investigación de los Mossos les llevó a su lugar de trabajo, el bar Cebreiro, muy cerca de una comisaría, y a su casa. Pero se había evaporado. Gracias a las señales de su teléfono móvil localizaron la zona en la que se movía. El 4 de julio, más de 200 agentes peinaban las calles para cazarla. Quizá había salido a matar de nuevo.

Trapero estaba ya cansado de dar vueltas cuando se fijó en los neones luminosos de un bingo en la calle de Provenza, junto al paseo de Gracia. Entró con un compañero. Vieron a una mujer morena en una tragaperras. «No tendremos tanta suerte…», pensaron. La tuvieron. Era La Reme quien metía compulsivamente monedas en la máquina.

Les acompañó con una sonrisa angelical, diciendo que no entendía nada. Pero en su bolso apareció una agenda con la dirección de Pepita, y en su domicilio había collares, anillos, pendientes, dinero, relojes, monedas antiguas y libretas bancarias de las víctimas. El subinspector Josep Porta, que dirigió un registro que duró más de seis horas, recuerda que Remedios Sánchez ya no estaba tan tranquila: «Chillaba, gritaba, pedía explicaciones, tuvo varios ataques de nervios».

No habló más. Tan solo repetía que todo era un error. Oriunda de Dormea, un pueblo de A Coruña, llevaba muchos años en Barcelona. Tenía 48 años, dos hijos gemelos de 23 y un ex marido. Cuando vivía con ellos, ya jugaba a las tragaperras. Mantuvo después una relación con un taxista, Rafael, que acabó mal, y ella, despechada, empezó a beber y a tomar tranquilizantes. Era una buena cocinera, cumplidora en su trabajo, obsesionada con no volver a pasar las penurias que padeció en su aldea gallega.

Remedios le dijo a su abogado, Jordi Colomines, que la asesina era una tal Mari, a la que había alquilado una habitación en su casa y que desapareció dejando las joyas. Pero la Audiencia de Barcelona la condenó a 144 años de cárcel. ¿Cuál fue la espoleta de un frenesí asesino que le hizo pasar, a los 48 años, de una vida normal a estrangular a ancianas indefensas? No hay respuesta.


Remedios Sánchez, La Asesina de Ancianas

Labitacoradelmiedo.wordpress.com

17 de mayo de 2010

El 22 de julio de 1957 nació en Cristovo de Dormeá, provincia de La Coruña, Remedios Sánchez. Hermana de 11 varones, la situación económica de la familia la empujó a emigrar hacia Barcelona, donde llegó con 16 años y la esperanza de prosperar.

Remedios Sánchez, madre de dos hijos gemelos, se separó de su marido por problemas derivados de su afición al juego. Su última pareja sentimental, un taxista, también la dejó por el mismo motivo. La Reme, como solían llamarla, de 50 años y natural de San Cristovo de Dormeá, se negó a declarar ante los Mossos d’Esquadra y el titular del Juzgado de Instrucción número 16 de Barcelona, pero los indicios recabados por los investigadores permitieron acusarla y el juez decretó su prisión provisional en julio de 2006.

Las investigaciones practicadas permitieron determinar que Remedios Sánchez, que trabajaba como cocinera en un bar de la calle Balmes situado en las proximidades de una comisaría de Policía, seguía siempre el mismo patrón: ganaba la confianza de sus víctimas, todas mujeres de edad avanzada, en las plazas, iglesias y mercados.

Logrado este objetivo, y una vez conseguía entrar en sus casas, aprovechaba para robarles dinero y joyas, varias de las cuales fueron encontradas en su domicilio. Esta gallega golpeaba y estrangulaba a sus víctimas con lo que encontraba (trapos o toallas) y en ocasiones abandonó sus casas creyendo que estaban muertas, por lo que algunas sobrevivieron a sus ataques.

Remedios Sánchez solo rompió su mutismo a través del escrito de su defensa, en el que aseguraba que la autora material de los crímenes era una mujer llamada Mari (el mismo nombre con el que se presentó a algunas de sus víctimas), a quien realquiló una habitación de su ático, situado en el barrio barcelonés de Sant Andreu, alquiler que, según su versión, le pagaba con joyas.

El 10 de junio de 2006, y según el escrito de la Fiscalía, Remedios Sánchez asesinó a Josefa C.V., de 83 años, en su domicilio de la Vía Julia, a quien había conocido en casa de ésta pocos días antes. Ya en la vivienda, Remedios Sánchez cogió un cuchillo e intentó apuñalar a la anciana que, por las heridas que presentaba en los brazos, intentó defenderse.

Remedios, más joven y “con una fortaleza física importante”, redujo con facilidad a su víctima, le puso un tapete alrededor del cuello y la estranguló mientras le tapaba las vías respiratorias empujándola la cabeza contra el sillón con tanta fuerza que le rompió la nariz. Después de matarla, le robó joyas y dinero como hizo en el resto de casos.

Ocho días después, Remedios Sánchez entró detrás de Rosa R.C., de 80 años, en el edificio en el que vivía y le contó que era la novia de un vecino y le pidió referencias sobre su supuesta pareja. Cuando se ganó su confianza, le pidió una tirita y al entrar en su vivienda, empezó a darle puñetazos y patadas y la estranguló hasta que perdió el sentido.

El 21 de junio, subió en el ascensor con Rosario M.M., de 87 años, y cuando ésta abrió la puerta de su casa, la cogió por el pelo, la empujó dentro del domicilio y empezó a pegarla. Durante la agresión, la acusada fue al baño a curarse una quemadura que tenía en el brazo, un instante que la víctima aprovechó para intentar escapar, aunque la procesada la alcanzó, la golpeó de nuevo y la estranguló hasta que perdió el conocimiento.

Tres días más tarde, Remedios Sánchez entró en el inmueble de Pilar S., de 83 años, y, haciéndose pasar por una vecina, le explicó que se había producido un escape de gas y que su piso era el único que no habían revisado, por lo que la anciana la dejó entrar. Una vez dentro, le pidió ir al servicio del que salió con una toalla con la que estranguló a la anciana hasta que ésta se desvaneció.

Al día siguiente, se puso a hablar con Alicia L·L., de 70 años, y le pidió un poco de agua. La anciana abrió la puerta y Remedios S.S. se escondió hasta que la mujer regresara para abalanzarse sobre ella e intentar estrangularla, pero se vio sorprendida por el marido de la víctima y huyó.

El segundo asesinato tuvo lugar el 28 de junio, atacó a Adelaida G.C., de 96 años, en su casa de la calle Villarroel. Supuestamente la golpeó de forma reiterada para anular sus escasas fuerzas y después la estranguló con una toalla. Tras cometer el crimen, Remedios Sánchez se apoderó de unos pendientes y de unos 1.200 euros en efectivo y se marchó a un local de juegos recreativos.

El tercer asesinato que se le imputó tuvo lugar el 1 de julio, cuando, tras ganarse la confianza de María S.R., de 76 años, la estranguló valiéndose de un trapo y una toalla en su casa de la calle Muntaner. De allí se llevó joyas, 500 euros, monedas antiguas y libretas bancarias de las que no consiguió sacar dinero.

El 3 de julio, Montserrat F., de 85 años, dejó entrar en su casa a la procesada, quien le dijo que llevaba un paquete para una vecina y que la intentó estrangular con un paño de cocina. Tras robar joyas y dinero, Remedios Sánchez se fue a jugar a un bingo cercano.

Una tarde, en la plaza 11 de Septiembre, la procesada se acercó a Isabel M.H., de 79 años, y empezaron a hablar de su trabajo como cocinera en un bar de la calle Balmes –cercano a una comisaría de Policía– y de la herida que se había hecho. Aprovechando la distracción, Remedios Sánchez le robó un monedero con cinco euros, una estampa religiosa y un carné de la Asociación Virgen de Fátima.

Remedios Sánchez, la asesina de ancianas de Barcelona, guardaba en diversas dependencias de su domicilio particular más de 250 joyas de todo tipo y enseres de valor que supuestamente había sustraído a sus víctimas.

El informe elaborado por los Mossos d’Esquadra describía al detalle el resultado de la entrada y registro realizado en el domicilio de Remedios Sánchez. En todas las habitaciones, la policía autonómica encontró algún objeto de valor, bien fuera esparcido encima de una mesa, como ocurrió en el comedor de la vivienda, o en la encimera, donde en el momento del registro se encontró un anillo y tres juegos de pendientes.

En la cocina se encontraron un total de seis cajas con joyas. En ellas se guardaban media docena de relojes, en un caso, pendientes e imperdibles de oro en otro, o bien anillos, pulseras, cadenas, brillantes o agujas doradas de corbata. En la misma cocina la policía también encontró tres libretas bancarias y dos tarjetas de crédito de Maria S., una de las mujeres asesinadas por Remedios Sánchez.

También en el baño había una decena de joyas variadas, aunque la inmensa mayoría del botín se halló en un mueble que estaba en la habitación de matrimonio. En uno de los cajones aparecieron 22 monedas antiguas, en otro una bolsa de plástico con 12 joyas, otra caja de cartón guardaba seis joyas más y en un monedero de piel se halló un llavero con el número 50. Probablemente fuera un recuerdo de un aniversario de bodas de Jordi y Sònia, cuyos nombres aparecían en el reverso con una fecha del año 1997.

En ese mismo mueble se descubrieron también dos monederos, uno de ellos con 41 joyas, así como una caja metálica de galletas con 17 joyas. Y 21 monedas, billetes antiguos, agujas de oro y collares. En el atestado de los Mossos figuraba la identidad de dos personas que afirmaban haber comprado joyas a Remedios Sánchez, aunque ésta se identificaba con otro nombre.

Finalmente la Audiencia de Barcelona condenó a 144 años, cinco meses y 29 días de prisión a la mujer que asesinó y robó a tres ancianas e intentó matar a otras cuatro en Barcelona entre junio y julio de 2006. También deberá indemnizar a los familiares de las fallecidas y las víctimas que sobrevivieron con 442.130 euros.


Condenada a 144 años de cárcel Remedios Sánchez, la ‘mata viejas’ de Barcelona

Rtve.es

3 de julio de 2008

La Audiencia de Barcelona ha condenado a 144 años y 7 meses de prisión a Remedios Sánchez, conocida como la ‘mataviejas’, por el asesinato de tres ancianas, por cinco delitos de asesinato en grado de tentativa, siete delitos de robo con violencia y uno de hurto.

La sentencia, hecha pública, condena también a Remedios Sánchez a pagar indemnizaciones a las familias de las víctimas que oscilan entre los 19.000 y los 120.000 euros y le absuelve de otro delito de asesinato en grado de tentativa.

Los hechos ocurrieron entre el 10 de junio y el 3 de julio del año 2006 en Barcelona, cuando en menos de un mes Remedios Sánchez cometió todos sus ataques y asesinatos, que fueron «especialmente violentos y contra ancianas que no podían defenderse», y a las que intentaba asfixiar o estrangular con diversas prendas.

El tribunal indica que los delitos juzgados merecen «una gran repulsa social» porque «todas las víctimas eran ancianas, especialmente vulnerables, por las limitaciones físicas y psíquicas propias de su edad» -una de ellas tenía 96 años-, razón por la que fueron elegidas por Remedios Sánchez, que «aprovechó la bondad e ingenuidad de las mismas para acceder a sus domicilios y realizar los hechos».

La Sala entiende que Remedios Sánchez «asumió conscientemente que podía causar la muerte de las tres ancianas, con los agresivos ataques que desarrolló», y que «conocía el peligro concreto que creó con su conducta para la vida de las víctimas, a pesar de lo cual ejecutó la acción, aceptando la producción del resultado».

Testigos y joyas como pruebas

Los jueces condenan a «la Reme» basándose en las abundantes pruebas presentadas contra ella, tanto con el reconocimiento de testigos como por los objetos y joyas robadas halladas en su poder.

El tribunal la condena por delitos de asesinato o tentativa de asesinato al apreciar que la acusada «buscó deliberadamente a sus víctimas y planeo sus agresiones con el fin de eliminar cualquier defensa y asegurar la ejecución de su propósito», lo que configura la circunstancia agravante de la alevosía.

Por contra, el tribunal descarta que sufra ninguna enfermedad mental ni trastorno de la personalidad, y subraya que los peritos pusieron de manifiesto que Remedios Sánchez presenta una inteligencia dentro de la normalidad sin ninguna alteración psíquica. La Sala ni siquiera aprecia la existencia de una ludopatía, pese a que la procesada, tras alguno de los crímenes, acudió sin más tardanza a gastarse el dinero en bingos o salas de juego.

Lo único que apreciaron los peritos fue «algunos rasgos de su personalidad negativos, como la dureza emocional, la impulsividad y la dificultada para asumir su responsabilidad», que no pueden considerarse como un trastorno de la personalidad.

Por esta razón, la Sala considera que «está justificado imponer las correspondientes penas en su mitad superior» y castiga a Remedios Sánchez con 19 años de cárcel por cada uno de los tres delitos de asesinato, 13 años por cuatro delitos de tentativa de asesinato, 7 años por una quinta tentativa, y 4 años por 7 delitos de robo con violencia, además de dos meses de multa por un hurto.

Remedios Sánchez intentó durante el juicio dirigir las sospechas de los crímenes hacia una supuesta inquilina suya, llamada «Mary», una versión que el tribunal considera «inverosímil y que ha sido desmontada» en el juicio oral por «la abundante y contundente prueba de cargo».


La ‘mata viejas’ acusa como autora de las muertes a una antigua inquilina suya

Rtve.es

17 de junio de 2008

La acusada de asesinar y robar a tres ancianas en Barcelona e intentar matar a otras seis entre junio y julio de 2006 ha roto este martes el silencio en el que ha estado sumida desde que fue detenida y ha acusado como autora de los crímenes a Mari, una auxiliar de enfermería argentina a la que había realquilado una habitación.

«Yo sería incapaz de hacer algo así», ha asegurado la acusada, Remedios Sánchez, quien sostuvo que si las víctimas que sobrevivieron a los ataques la reconocieron como la agresora fue porque salió en la televisión y, según dijo, ella y Mari se parecen mucho.

Sin embargo, el testimonio de la acusada ha sido rebatido por las mujeres que sobrevivieron a los ataques y por otros testigos. Todos han reconocido delante del tribunal que Remedios Sánchez es la mujer que atacó a las ancianas en sus domicilios.

Así, Dolores C., una de las testigos, ha reconocido a la acusada y ha explicado que, aunque en un principio dijo llamarse Mary, después le aseguró que su nombre era Remedios. Además, otra de las declarantes, Rosa R.D., ha explicado que el día 18 de junio de 2006 se encontró a la acusada a la entrada de su edificio, donde le pidió que le dejase entrar a su casa para curarse una herida.

Tampoco la testigo Montserrat F., que sobrevivió a las agresiones, ha tenido dudas a la hora de identificar a Remedios Sánchez como la culpable. Según ha explicado, es la mujer que que se encontró herida en su portal el día 3 de julio de 2006, el mismo día en que la propia Montserrat apareció con heridas.

Piden 172 años de cárcel

La Fiscalía solicita 172 años de prisión para la acusada y una indemnización de 423.675 euros para los familiares de las fallecidas y las víctimas que sobrevivieron.

El Ministerio Público le imputa tres delitos de asesinato, otros seis en grado de tentativa, siete delitos de robo con violencia, otros dos en grado de tentativa y una falta de hurto por la que pide una multa de 900 euros.

La procesada, una gallega de 50 años, ha explicado que si sólo se encontraron sus huellas y no las de Mari fue porque ésta siempre llevaba guantes de látex. «Ahora me doy cuenta de que quería dejar mis huellas y no las de ella», ha añadido.

La acusada, nacida en A Coruña, se negó a declarar ante los Mossos d’Esquadra y el Juzgado de Instrucción número 16 de Barcelona, pero los indicios recabados por los investigadores permitieron acusarla y el juez decretó la prisión provisional en julio de 2006.

El modus operandi de la «mata viejas»

De la investigación practicada, se desprende que la acusada, que trabajaba como cocinera en un bar de la calle Balmes, cerca de una comisaría de Policía, seguía siempre el mismo patrón: se ganaba la confianza de ancianas en las plazas, iglesias y mercados.

Cuando conseguía entrar en sus casas, supuestamente aprovechaba para robarles dinero y joyas, varias de las cuales se encontraron en su domicilio. También llegó a golpearlas y a estrangularlas con lo que encontraba, como un trapo o una toalla, y después de marchaba, a veces creyendo que las ancianas ya estaban muertas, por lo que algunas de ellas sobrevivieron al ataque.

Hace dos meses, Remedios Sánchez rompió su mutismo y, en el escrito de defensa, aseguró que la autora material de los crímenes es una mujer llamada Mari, a quien realquiló una habitación de su ático de la calle Mossn Quintí Mallofr, del barrio barcelonés de Sant Andreu.

La procesada dijo que Mari le pagaba el alquiler con joyas, y se da la circunstancia de que el nombre ofrecido coincide con el que la acusada se presentó a una de sus víctimas. Ahora queda por ver si ratificará su versión ante la Sección Séptima de la Audiencia de Barcelona o si se sumará de nuevo en el mutismo.

Todos los asesinatos

El 10 de junio de 2006, Remedios Sánchez presuntamente mató a Josefa C.V., de 83 años, en su domicilio de la Via Júlia. La acusada conoció a la víctima unos días antes en casa de una amiga y se ganó su confianza y, tras intentar acuchillarla, la estranguló antes de hacerse con «multitud» de joyas y dinero, según la Fiscalía.

Unos días después, el 28 de junio, la presunta asesina atacó a Adelaida G.C., de 96 años, en su domicilio de la calle Villarroel. Supuestamente la golpeó de forma reiterada para anular sus «escasas» fuerzas y después la estranguló con una toalla. Tras cometer el crimen, la acusada se apoderó de unos pendientes y de unos 1.200 euros en efectivo y se marchó a un local de juegos recreativos.

El tercer asesinato del que se la acusa tuvo lugar el 1 de julio, cuando, tras ganarse la confianza de María S.R., de 76 años, presuntamente la estranguló valiéndose de un trapo y una toalla en su casa de la calle Muntaner. De allí se llevó «innumerables» joyas, 500 euros, monedas antiguas y varias libretas bancarias de las que no consiguió sacar dinero. Algunos efectos fueron recuperados en casa de la acusada.

Según relata la Fiscalía en su escrito de conclusiones provisionales, en otras seis ocasiones Remedios Sánchez intentó estrangular a ancianas en sus viviendas, aunque no consiguió matarlas, en uno de los casos por la intervención del marido de la víctima, que también evitó que la presunta asesina les robase.


Hablan amigos y familiares de Remedios Sánchez, la asesina de ancianas de Barcelona

Helena P. Llorca – Interviu.es

17 de julio de 2006

Aficionada al horóscopo y a las antigüedades. Sin suerte en el amor y agobiada por los pagos de una hipoteca. De ojos huidizos y manos fuertes. Y no creen que su pasión por el bingo y las tragaperras basten para explicar sus crímenes.

María tiene que interrumpir la conversación, desde una mesa del bar le piden dos cafés. Los sirve con rapidez, vuelve y dice: “Estoy intentando acordarme de sus ojos y no puedo, no me los imagino, no recuerdo cómo los tiene… Nunca me miraba a los ojos… En cambio, sus manos las recuerdo perfectamente, son muy fuertes, mucho”.

Juan, conserje de un edificio cercano al bar Cebreiro, en pleno barrio de Sant Gervasi, entra en el local. María le pregunta: “Oye, Juan, ven. ¿Tú te acuerdas del color de los ojos de la Reme?”. Él piensa. Tampoco los recuerda.

Todas las mañanas, Juan tomaba el café en la esquina de la barra, justo al lado de la cocina en la que trasteaba Remedios Sánchez. Mientras recorta para su nieto el cupón del balón que ofrece un diario deportivo, recuerda: “La Reme y yo mirábamos juntos el horóscopo cada día. Los dos somos Cáncer. Hace poco me contó que Rafa, el último hombre con el que había estado, le pedía cinco millones de pesetas por el piso que tenían a medias. Al final, la Reme sólo le dio uno y medio y se quedó con la escritura. También con los plazos de la hipoteca, claro”. Juan añade: “Le gustaban mucho las antigüedades, yo siempre se las guardaba: mesas, somieres…, lo que fuera”.

Nadie en el entorno de Remedios Sánchez se ha repuesto de la impresión que le produjo saber que ella es la asesina de ancianas de Barcelona.

Felisa y Ricardo tienen una frutería en el barrio de Sant Andreu, en la esquina de la calle Mossèn Quintí Mallofré, donde vivía Remedios. Hace tres años, ella les dijo que tenía un restaurante y les pidió que le hicieran un precio especial. Ricardo comenta que “se llevaba las patatas a sacos. Pero a veces cogía tan sólo dos kilos de alguna cosa y también regateaba. ¡Ya hemos discutido por los precios, ya!”.

Hace un año, Ricar do descubrió que Reme no era dueña de ningún bar, sólo la cocinera. “Supe que me había mentido cuando entré en aquel bar de la calle Balmes. Ella se asustó al verme. Estaba cocinando. La saludé y no me hizo ni caso. Su mirada me sorprendió; nada que ver con la mirada que tenía en la calle”, cuenta Ricardo, que añade: “Últimamente insistía en que le vendiera aún más barato. Se la veía un poco desesperada: miradas perdidas, cabeza agachada… Antes, cuando venía a la tienda con Rafa, él le daba codazos si me discutía los precios”.

Rafa, el taxista que vivió con Remedios Sánchez hasta hace dos meses, cargaba en el maletero de su taxi los sacos de patatas que ella compraba. Felisa lo recuerda: “Según parece, se fue con otra mujer. A ella le afectó que la dejara”.

¿Por qué puede haber matado Remedios Sánchez a cuatro ancianas? ¿Sabe ella al menos por qué lo hizo? ¿Fue para costearse su adicción al juego? Los expertos lo descartan como único móvil. Felipe Pérez, psicólogo clínico de Barcelona, especialista en trastornos de la conducta, cree que “podría tratarse de un trastorno disocial, de una psicopatía. Una parte del cerebro puede disociarse y transgredir el pacto de no agresión, de respeto a la vida humana”.

Leopoldo Ortega Monasterio, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría Forense, asegura que “las causas por las que un psicópata mata son muy variables, pero siempre hay una necesidad de poder, ya sea material o simbólico: ánimo de lucro, fanatismo, celos… En muchos casos nos comportamos siguiendo un motivo del que no conocemos su causa”.

Las personas que conocen bien a Remedios están seguras de que hay otras razones para sus crímenes.

María, la propietaria del bar donde Reme trabajó los últimos tres años, también busca una respuesta, la necesita. Explica que Remedios quería a Rafa y que cuando él se fue, ella comentó: “Ojalá algún día él sufra lo que yo estoy sufriendo y se dé cuenta del daño que me ha hecho”. Con dolor en la mirada, María dice: “Me siento muy mal, ¿no me ves la cara? La gente no me entiende. ¿Qué debo decir? La verdad, ¿no? Pues la verdad es que ella era buena conmigo”.

Mientras sirve a una clienta, explica: “Jamás hablaba mal de nadie. De sus padres siempre hablaba bien. También de sus dos hijos. Incluso del padre de éstos, su ex marido. Decía que era un bonachón y que ella hubiera querido separarse antes, pero esperó a que los hijos tuvieran 18 años”.

Al preguntarle por su actitud en el trabajo, María responde: “Era limpia, ordenada y muy lista. Una vez, un cliente se dejó un monedero y yo lo guardé. Cuando volvió a buscarlo, yo no recordaba dónde lo había puesto. Fue la Reme quien me dijo dónde estaba. Desde la cocina, no sé cómo, lo controlaba todo”.

María recuerda más detalles cotidianos de la presunta asesina: “Ella comía mal, no comía verdura, no le gustaba. Creo que en la vida le he visto comer una ensalada. El pescado ni lo probaba. Eso sí, comía muchas patatas. Le gustan mucho las patatas fritas”.

En uno de los lugares donde más se extiende la consternación es en Boimorto, localidad gallega de uno de los caminos de Santiago, a sesenta kilómetros de Compostela. El 22 de julio de 1957 nació una niña a la que llamaron Remedios. Su madre parió a dos hijos antes que a ella, más tarde traería al mundo otros nueve. Ahora y allí, su prima Beatriz Montero, todavía golpeada por la noticia, la recuerda: “De pequeñas jugábamos juntas y Remedios era una persona cariñosa y amable. Siempre andaba haciendo bromas”. Dice que desconocía la relación que Reme tenía con su familia más íntima, con su padre, por ejemplo, un hombre que emigró a Alemania, o con sus numerosos hermanos, con los que pasó años de pobreza: “Yo sólo puedo hablar de lo que pasaba en la calle y en la escuela, que era sólo de niñas”.

Esta semana Remedios Sánchez cumplirá 49 años y lo hará en prisión. Se le acusa de matar a cuatro ancianas. Con otras cinco mujeres lo intentó sin conseguirlo. Las tiraba al suelo, les tapaba la boca y las estrangulaba con una toalla, una manta de plástico o lo que encontraba en la casa. Sus víctimas vivían solas. Ancianas que la dejaron entrar en sus casas porque la habían conocido en algún lugar de la ciudad, en un parque, en la iglesia, y confiaron en ella. Quizá porque nunca pudieron mirarla a los ojos.

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