
- Clasificación: Suicidio colectivo
- Características: Fanatismo religioso - Las autoridades federales estadounidenses acusaron a David Koresh, el líder de una secta conocida como la Rama Davidiana, de posesión de armas ilegales y abusos sexuales a menores. La redada de la ATF y el posterior asedio del FBI al rancho de los davidianos desencadenaron la tragedia
- Número de víctimas: 80 +
- Fecha del crimen: 28 febrero 1993 / 19 abril 1993
- Perfil de la víctima: Hombres, mujeres y niños de la Rama Dividiana / Agentes del Departamento de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF)
- Método del crimen: Arma de fuego / Incendio
- Lugar: Waco, Estados Unidos (Texas)
- Estado: Once supervivientes davidianos fueron juzgados en 1994 por la muerte de los cuatro agentes de la ATF. El jurado los exoneró de la acusación, pero ocho de ellos fueron condenados por posesión ilegal de armas
Índice
- 1 El holocausto de Waco
- 2 Obsesionados por el fin del mundo
- 3 La obsesión por el fuego bíblico del Apocalipsis
- 4 El ‘Mesías’ de Tejas y 86 de sus seguidores perecen en un «suicidio masivo», según el FBI
- 5 51 días de sitio en una llanura de Tejas
- 6 Los supervivientes de la tragedia del rancho del ‘Mesías’ tejano rechazan el suicidio colectivo
- 7 Un esqueleto con un tiro en la frente
- 8 Absueltos de asesinato los 11 supervivientes del ‘apocalipsis’ davidiano en Tejas
- 9 EE UU reabre la investigación por la matanza tejana de Waco
- 10 Una investigación independiente da la razón al FBI en el ‘caso Waco’
- 11 18 años después de Waco, davidianos aún creen que Koresh era Dios
El holocausto de Waco
Teresa Amiguet – Lavanguardia.com
18 de abril de 2013
«Si el FBI trata de penetrar en el rancho del Apocalipsis sus agentes serán consumidos por el fuego». David Koresh, «mesías» de los davidianos, profería esta amenaza como reacción a la posible acción de los agentes en el intento de evacuarles. Un grupo de 95 de sus miembros, incluidos mujeres y niños, llevaban 51 días atrincherados en el recinto. Los davidianos se habían atrincherado después de que el 28 de febrero el Departamento de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego (ATF) de Estados Unidos llevara a cabo una redada en sus instalaciones alertados por la presunta presencia ilegal de armas de en el recinto.
Los orígenes de la secta se remontaban a 1934. Los davidianos de Waco, eran una rama escindida de la Iglesia Adventista del Séptimo día. Su fundador, Victor Houteff, un inmigrante búlgaro, había sido expulsado de la misma tras ser acusado de disidente por los santones de dicho culto. Un año después, se instaló en Waco, donde estableció su corte suprema y se entregó en cuerpo y alma a la difusión de su particular interpretación del libro de las revelaciones del Apocalipsis.
Vernon Howell, alias David Koresh, se hallaba al frente de la secta desde 1984, tras un tiroteo con el hijo del anterior dirigente de la secta, George Roden. Desde 1988 se había convertido en su líder absoluto. Convencido de ser la reencarnación de Jesucristo, Koresh había recorrido un largo camino: hijo natural de un carpintero, había dedicado su solitaria infancia a memorizar el Antiguo Testamento. Estudiante mediocre y solitario, hizo de la secta adventista su hogar. Y la historia quiso que se convirtiese en su único líder. Fracasado guitarrista, era un empedernido bebedor de cerveza y logró convencer a sus adeptos de que era el hombre elegido por Dios para desencadenar el fin del mundo. Aprovechando su autoproclamada condición de «mesías», subyugaba a sus discípulos con su profundo conocimiento de la Biblia, y lograba seducir a las mujeres convenciéndolas para que mantuviesen relaciones sexuales con él porque «esa era la voluntad de Dios». A los 33 años, su teoría de la poligamia le permitía tener 15 esposas.
Un periódico de Texas estaba a punto de desvelar su licenciosa conducta: fue acusado de haber convertido el rancho de Monte Carmelo en un harén y de abusar de niños, habiendo mantenido relaciones sexuales con menores.
Algunos desencantados habían dejado la secta y denunciado sus irregularidades en el mes de marzo, pero «el mesías» logró retener a sus 95 fieles seguidores bajo su influjo con mano firme. La fortaleza-templo resistió firmemente el asedio del FBI durante 51 días. Finalmente el 19 de abril, la secta fue pasto de las llamas. Koresh logró convencer a sus fieles para que se inmolaran. Dos agentes de la policía federal vieron a través de las miras telescópicas de sus rifles cómo dos sectarios desataban el incendio en dos extremos del rancho.
«Sentaos y esperad sencillamente hasta ver a Dios», decía Koresh a sus seguidores mientras las llamas devoraban las estancias. La tragedia se inició a las 5:30 de la mañana, tras la notificación telefónica por parte del FBI a Koresh del inminente asalto del complejo, exigiendo su rendición inmediata. Media hora después, al no recibir respuesta, se moviliza un tanque M-728 hacia el extremo oeste del complejo, que perfora las paredes y arroja gases lacrimógenos en su interior.
Los davidianos responden disparando, pero los agentes no contestan al fuego. Tras unas horas se producen tres explosiones a las que sigue un incendio.
A las 12:08 del mediodía el humo empieza a salir del rancho del Apocalipsis. En menos de una hora, el fuego está fuera de control. Las cámaras de televisión, a tan solo un kilómetro y medio de distancia, retransmiten en directo los atroces acontecimientos. Los bomberos tardan tres cuartos de hora en llegar. Más tarde justificarían su tardanza alegando que no se encontraban de retén junto al rancho, insistiendo en que nada podrían haber hecho en caso de hallarse presentes, dado que no tenían suministro directo de agua. Las autoridades habían cortado el suministro hacía semanas a fin de forzar la salida de los davidianos. El FBI argumentaría, además, que a estos profesionales no se les pagaba para apagar incendios cuando podían ser alcanzados por disparos de ametralladoras de 50 milímetros.
El balance final de la tragedia se salda con 86 muertes entre hombres, mujeres y niños, aun cuando no existe un balance oficial final preciso.
Solo siete hombres y una mujer lograron sobrevivir. Los forenses que trabajaron en la identificación de los cuerpos calcinados rescatados creyeron haber dado con el cuerpo de Koresh. Un tiro en la cabeza indicaba que podía haberse tratado de un suicidio o bien que había sido ajusticiado por uno de sus fieles.
El agente del FBI a cargo de la operación, Bob Ricks, se apresuró a testimoniar que el plan consistía en obligar a los davidianos a salir del complejo, y que en dos horas ello hubiese sido posible.
Lo cierto es que el Gobierno Clinton había perdido la paciencia y que el presidente había aprobado el domingo anterior, día 18, el plan del asalto presentado por la ministra de justicia Janet Reno.
El trágico desenlace conmovió a la opinión pública internacional y el presidente Clinton se vio obligado a asumir la responsabilidad del trágico final del suceso, cuyo desenlace erosionaría su presidencia indefectiblemente.
Dos años después, Timothy McVeigh, veterano del ejército conmemoraba la tragedia. Obsesionado por la acción policial en el rancho de Texas, expresa su «extrema rabia» contra el gobierno explosionando un camión bomba en Oklahoma que destruye el edificio de la Oficina de Alcohol, Tabaco y Armas (ATF). El atentado se salda con 168 muertos, el más sangriento hasta la fecha.
La sombra del 11-S planeaba sobre EE.UU.
Obsesionados por el fin del mundo
Emma Roig / Los Ángeles Times – El País
2 de marzo de 1993
Cientos de agentes del FBI se preparaban ayer, como si de una batalla se tratara, para el asalto de la granja de una secta religiosa en el centro de Tejas. Las fuerzas de seguridad trasladaron tanques y otro armamento pesado ante la granja enclavada en un lugar llamado Monte Carmelo, a 16 kilómetros de Waco, en el centro del Estado sureño de Tejas, donde unos 80 fanáticos religiosos retaban con sus fusiles a las autoridades. Esta nueva edición de la más pura violencia estadounidense había estallado la mañana del domingo en un enfrentamiento en el que han perdido la vida cuatro agentes del FBI y dos seguidores de la secta conocida como Rama de los Davidianos. El líder del grupo, David Koresh, que se cree Jesucristo, se hizo fuerte en el interior de su granja fortaleza y exige a las autoridades que se retransmitan por radio sus mensajes religiosos para acceder a liberar a los hijos de sus seguidoras.
El enfrentamiento de la comuna de Waco conjuga dos de las peores pesadillas norteamericanas: el derecho constitucional norteamericano a poseer armas de fuego y la proliferación de sectas extremistas. Sin embargo, la Rama Davidiana que ha teñido con sangre la llanura de Tejas nació con un propósito pacifista. Un emigrante búlgaro decidió en 1934 escindirse de la Iglesia Adventista del Séptimo Día y trasladarse de California a Tejas, porque así creía interpretar a través de las propias sagradas escrituras.
El grupo encontró numerosos seguidores que entregaron sus tierras y posesiones a la iglesia que les iba a salvar del fin del mundo. En 1959 llegó a tener 1.400 fieles en Estados Unidos que contribuían a las actividades de los davidianos. En 1984 una agria disputa por el liderazgo de la secta entre David Koresh (Vernon Howell) y el hijo de la anterior cabeza espiritual, George Roden, se saldó con un tiroteo.
David Koresh y otros siete miembros de la comuna fueron acusados de homicidio frustrado aunque, finalmente, se les declararía inocentes. El oponente de David Koresh, George Roden, permanece internado desde 1989 en un centro psiquiátrico después de ser acusado de matar a un hombre. El enfrentamiento por el poder de la década de los 80 dio paso a la creación de un arsenal.
Fue en la segunda escisión del grupo cuando Koresh se convirtió en cabeza de la rama de los davinianos [davidianos], el grupo instalado en Waco y que se ha visto implicado en el tiroteo con agentes federales el pasado domingo.
La rama de los davidianos ha vivido obsesionada, desde sus orígenes, por el inminente advenimiento del fin del mundo. Los adventistas esperaban que el fin del mundo se produjera en 1844. Hoy, la Iglesia del Séptimo Día sigue defendiendo la inminencia del jucio final, pero ha preferido no fijar una fecha concreta.
Cuando empezó la 11 Guerra Mundial, Victor Houteff, que gestó la ruptura con los adventistas, decidió modificar el nombre de su grupo por el de Adventistas Davídicos del Séptimo Día. Houteff acusó a los adventistas de no practicar la pasividad con suficiente convicción porque permitieron que algunos de sus miembros se enrolaran en el Ejército.
La obsesión por el fuego bíblico del Apocalipsis
The New York Times – El País
21 de abril de 1993
(NYT) «Si la Biblia existe, yo soy Cristo», decía David Koresh en una cinta grabada destinada a sus seguidores, a los que fascinaba con su sorprendente facilidad para recitar extensos pasajes del Nuevo Testamento y recurrir a las citas bíblicas para apoyar sus puntos de vista. Su verdadero nombre era Vernon Howell, tenía 33 años y sus dificultades escolares le habían impedido acabar el bachillerato. Pero con su dominio en la interpretación literal de las profecías apocalípticas del Libro de las Revelaciones, este fracasado guitarrista de rock había atraído a Waco, Tejas, a devotos de Israel, Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda y Filipinas que creían ciegamente que él era el Mesías.
David Koresh estaba obsesionado por el fuego, especialmente por el fuego bíblico del Apocalipsis, informan Michael Kennedy y Louis Sahagun, de Los Angeles Times. Conocido también como el Libro de las Revelaciones, el Apocalipsis relata una historia del fin del mundo en la que una serie de cataclismos, en los que «los gritos y el fuego se mezclaron con la sangre», preceden al fin del mundo.
Según el texto que fascinaba al jefe de los davidianos, los hombres son atormentados «con fuego y azufre ante la presencia de los santos ángeles y en presencia del Carnero». Koresh estaba convencido de que él era el Carnero, el Mesías que iba a desencadenar el juicio final y en sus profecías solía aludir al martirio de los davidianos y su propio asesinato en un asedio en el que el fuego de su tormento, cómo dice el Apocalipsis, «los ascenderá para siempre» al paraíso. De hecho, lo que hizo Koresh el lunes fue desencadenar el fin de su propio mundo mezclando el fuego y la sangre.
Según relata su madre, Bonnie Haldeman, el fervor religioso de Koresh se remontaba a mediados de los años setenta. «Cuando volvía a casa se iba al granero y allí rezaba durante horas» explica la mujer, que añade que fue a la edad de 17 años cuando su hijo entró a formar parte de la secta de los davidianos, una oscura rama de la Iglesia Adventista del Séptimo Día creada en 1934 a raíz de las disensiones surgidas entre los adventistas sobre la interpretación del Apocalipsis.
Ya antes, a los 12 años, Vernon había demostrado su extraordinaria capacidad para memorizar textos de la Biblia, lo que contrastaba con un historial de inadaptación escolar que le llevó a abandonar los estudios sin haber acabado el bachillerato.
Líder a tiros
Fue en 1987 cuando Vernon, guitarrista de rock frustrado, logró hacerse con el control de la secta tras una larga batalla, que culminó en un tiroteo, con otro aspirante al liderazgo, George Roden. A partir de entonces, Vemon cambió su nombre por el de David Koresh, más adecuado con sus tesis proféticas, e imprimió un cambio a las directrices de la secta. Su temor a ver su liderazgo arrebatado por las armas fue quizás lo que impulsó a Koresh a convertir Waco en una fortaleza, armar a sus seguidores, incluidos los niños, y someterlos a un escrupuloso entrenamiento militar.
La secta davidiana se financiaba con los ahorros de sus miembros, las ganancias en trabajos ocasionales de los jóvenes y las pensiones correspondientes a las jubilaciones y a la Seguridad Social, en el caso de los ancianos. Las mujeres se encargaban de la cocina y la enseñanza de los niños. Los hombres se concentraban en las obras para perfeccionar la construcción del cuartel general y trabajaban, en el estudio de grabación profesional de Koresh, en la elaboración de 150 canciones melódicas de rock que debían transmitir el confuso mensaje de su profeta.
En el cuartel general de Wacó, hombres, y mujeres vivían separados, de acuerdo con las normas de estricta moral y desprecio por los placeres de la carne y el alcohol que habían caracterizado a los davidianos desde los años treinta. Sin embargo, Koresh, empedernido bebedor de cerveza, introdujo una variante respecto a sus antecesores al constituirse en excepción y atribuirse el derecho a tomar como esposa a todas las mujeres de la secta que se le antojaban, incluidas varias menores.
El ‘Mesías’ de Tejas y 86 de sus seguidores perecen en un «suicidio masivo», según el FBI
Agencias – El País
20 de abril de 1993
El infierno se desató en la mañana de ayer en el rancho Monte Carmelo, cerca de Waco, una ciudad de Tejas, donde David Koresh, un iluminado de 33 años, que se creía Jesucristo, se había atrincherado hace 51 días. La jornada empezó con la decisión del FBI de poner fin al asedio con un blindado que abrió un boquete en uno de los edificios para introducir gases lacrimógenos. Cinco horas y media más tarde, dos miembros de la secta, prendieron fuego al edificio. Las llamas crecieron rápidamente y el rancho quedó arrasado. Nueve davidianos, la secta dirigida por Koresh, se pusieron a salvo. Todos los indicios apuntan a que el Mesías de Tejas y unos 86 seguidores, entre ellos 17 niños, han muerto. Para el FBI, se trata de un «suicidio masivo».
Un carro de combate Abrams, provisto de un brazo mecánico, avanzó hacia la fortaleza del supuesto Jesucristo a las seis de la madrugada (la una de la tarde en la España peninsular) y realizó varios agujeros en los muros de la finca. En otro asalto tres horas más tarde se introdujeron los gases lacrimógenos por los boquetes realizados antes en el edificio. «Los gases no son mortales. Salid ahora con las manos en alto», gritaron a lo largo de la mañana por los altavoces los miembros del FBI a los seguidores de Koresh. Todos los adultos de la granja poseían máscara antigas. Desde el interior de la fortaleza religiosa davidiana, la respuesta fue el martilleo de las balas disparadas contra los agentes del FBI, pero ninguno de ellos resultó herido. Después estalló el incendio.
Diversas explosiones confirmaron la existencia de grandes cantidades de explosivos y armas de fuego en el interior y convirtieron en una bola de fuego el refugio. El enorme viento que soplaba en la zona facilitó también la extensión del incendio cuyas llamas devoraban ante las cámaras de televisión, acantonadas a cuatro kilómetros del rancho desde hace más de siete semanas, los edificios donde se refugiaban 96 personas, 17 de ellas niños menores de 10 años.
Un portavoz de los bomberos que fueron llamados para luchar contra el incendio declaró que estaba «totalmente fuera de control» y que sería muy difícil encontrar supervivientes.
Los que prendieron fuego
Posteriormente, el FBI informó de que siete de los nueve davidianos que sobrevivieron a la tragedia sufren quemaduras de distinto grado. Según el FBI el fuego se inició en tres puntos diferentes del rancho y los agentes observaron cómo dos miembros de la secta portaban una especie de antorcha antes de que las llamas cubrieran los edificios en unos minutos. Entre los que se salvaron se encuentran los autores directos del incendio.
La fiscal general de EE UU, Janet Reno, asumió la responsabilidad de lo ocurrido y descargó de culpa al presidente Bill Clinton, que ayer se mostró «entristecido» por el desenlace de un asedio que tuvo a la policía en vilo durante 51 días. Reno dijo en una conferencia de prensa: «Yo aprobé el plan y soy la completa responsable de ello».
«Mi pensamiento y mis plegarias están con las familias de las victimas de David Koresh», señaló por su parte el presidente norteamericano, que subrayó que «los servicios policiales implicados en el cerco de Waco recomendaron el plan de acción llevado a cabo hoy [por ayer]». «La fiscal general me informó del análisis de los expertos y recomendó la acción para no seguir estancados con la política adoptada hasta ahora», aseguró Clinton.
Vivo o muerto
Bob Ricks, portavoz del FBI, informó que hubo «una masiva pérdida de vidas humanas», y agregó que le extrañaría que hubiera sobrevivientes. Todavía no se sabe si el líder de la secta, Koresh, está vivo o muerto.
Ricks reveló que uno de los supervientes de la secta explicó que en el momento del incendio los niños se encontraban en una planta superior y no se descarta que pudieran haber sido envenenados previamente para evitarles sufrimientos.
El portavoz del FBI dijo que ya sabían que Koresh tenía intenciones de suicidarse y que incluso hace unas semanas estuvo a punto de entregarse cargado de granadas de mano para hacerlas estallar y morir ante las cámaras de televisión.
Bonnie Haldeman, madre de Koresh, responsabilizó al FBI del trágico final del cerco y señaló que los agentes federales fueron «demasiado lejos».
Antiguos miembros de la secta de los davidianos indicaron que en el rancho había cámaras subterráneas pero no conocían los sistemas de ventilación. Según los expertos, sólo un sistema muy avanzado de ventilación permitiría que salvaran la vida los que tomaran refugiados en esas cámaras.
51 días de sitio en una llanura de Tejas
El País
20 de abril de 1993
El pasado 28 de febrero, un centenar de agentes federales responsables del Control de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego se acercaron al rancho del Monte Carmelo, próximo a la localidad tejana de Waco. Su objetivo era detener a David Koresh, líder de la secta denominada de los davidianos, por tenencia ilícita de armas. Cuando se acercaban al edificio central del rancho, los agentes federales fueron tiroteados sin contemplaciones y sin previo aviso desde el interior del complejo. Cuatro policías y varios davidianos, entre ellos un niño, murieron. Se inició entonces un asedio que culminó ayer con el incendio del rancho.
La operación policial había sido cuidadosamente planeada durante nueve meses. Un agente se había infiltrado en la secta de los davidianos y abandonó el edificio sólo una hora antes del asalto. Todo parecía tranquilo. Pero el efecto sorpresa se frustró. Se baraja el hecho de que la operación se desarrollara a plena luz, pero no se descarta la posibilidad de que alguien pusiera en guardia a los davidianos.
Convencido de que es la reencarnación de Jesucristo, David Koresh, de 33 años, se atrincheró en el edificio con más de un centenar de seguidores. Algunas informaciones aseguraron que había resultado herido en el estómago en el primer tiroteo. Durante años había acumulado gran cantidad de armas y parecía llegado el momento de utilizarlas. Centenares de agentes federales rodearon la casa donde se alojaba. Carros de combate y armas pesadas cedidas a la policía por el Departamento de Defensa han mantenido en su punto de mira el edificio del rancho durante casi ocho semanas.
Los ‘siete sellos’
Varios niños fueron liberados en los primeros días de asedio de la fortaleza en que Koresh había convertido el rancho Monte Carmelo. El 3 de abril, Koresh anunció su rendición a cambio de que se emitiera un mensaje apocalíptico a través de la radio. Sin embargo, sólo dos mujeres y 16 niños abandonaron el edificio. Las mujeres comentaron que en el interior de la casa había varios heridos, pero los seguidores de Koresh izaron una bandera de David en uno de los pabellones del rancho y permanecieron junto a su padre espiritual. Koresh explicó que no debía entregarse porque había recibido órdenes directas de Dios. Sus fieles le acompañaron a la espera de que Jesucristo les revelara el contenido de los siete sellos, revelación que les permitiría el acceso directo a la eternidad.
La presunta grave herida de Koresh llevó a los agentes federales a prever un rápido desenlace de los hechos. Pero David Koresh estaba decidido a resistir. Las autoridades accedieron a proveer a los sitiados de leche y cereales y asistieron impotentes a la entrada en las instalaciones de dos nuevos miembros de la secta que sortearon el sitio impuesto por las fuerzas de seguridad.
Las negociaciones parecían estancadas. Ante la evidencia de que el asedio iba para largo, el Buró Federal de Investigación (FBI) decidió cambiar de táctica. La nueva estrategia pretendía desenmascarar la dimensión trascendental de Koresh; se trataba de demostrar que el líder de la secta no era Jesucristo. La casa fue rodeada con focos y potentes altavoces que cada noche emitían sin cesar música tibetana y todo tipo de irrelevantes cancioncillas. Los agentes federales buscaban minar la resistencia y la paciencia de los davidianos.
La llegada de la Semana Santa y la celebración de la Pascua judía llevó al FBI -cuya eficacia fue puesta en duda desde el fracaso de la operación inicial y el prolongado asedio- a abrigar esperanzas. Pero Koresh, en una de sus últimas conversaciones con los sitiadores, explicó que estaba escribiendo un libro. sobre la inminencia del fin del mundo en el que revelaría el contenido de los siete sellos. El fuego desatado ayer seguramente convirtió en cenizas su obra.
Los supervivientes de la tragedia del rancho del ‘Mesías’ tejano rechazan el suicidio colectivo
Emma Roig – El País
22 de abril de 1993
Pasarán semanas hasta que las autoridades tengan pruebas para establecer cómo se inició el fuego en el rancho del llamado Mesías de Tejas, pero tres de los nueve supervivientes de la tragedia negaron tajantemente que las llamas hubieran sido provocadas desde dentro y que existieran planes para un suicidio colectivo. Sin embargo, el Departamento de Justicia indicó ayer que de los 40 cadáveres localizados hasta el momento algunos presentan impactos de bala, dos de ellos en la cabeza. «Esto puede suponer que se disparó contra los miembros de la secta que trataban de escapar», dijo Jeffrey Jamar, que dirigió el asalto al rancho en el que murieron 86 personas.
Vestido con un mono naranja y esposado de manos y pies, el británico Renos Avraam gritó a los periodistas que esperaban a la puerta del Tribunal de Waco, donde acudió a declarar: «Nadie de dentro provocó el fuego». Avraam dijo que las llamas eran una consecuencia accidental del asalto iniciado el lunes por el FBI y que se produjo cuando al derribar los muros del hogar de los davidianos, tiraron las lámparas de queroseno de la casa. Otro de los supervivientes que se encuentra bajo la custodia de las autoridades como testigo, Derek Lovelock, negó en una entrevista radiofónica desde la cárcel la veracidad de la versión oficial que asegura que el líder de la secta David Koresh llevó a sus seguidores hacia el suicidio colectivo. «El FBI nos había prometido negociar y faltaron a su palabra. Destrozaron el edificio con sus tanques y dejaron la casa reducida a añicos». Lovelock confirmó la tesis de su compañero de secta para explicar cómo se inició el fuego. «Teníamos lámparas de queroseno porque nos habían cortado la luz».
Durante los 51 días de asedio, los agentes federales cortaron la electricidad y el agua de la finca para instar a sus ocupantes a que salieran.
Fuentes del FBI aseguraron ayer que antes del asalto habían recibido dos cartas de Koresh en las que amenazaba con provocar una explosión masiva y decía que estaba dispuesto a utilizar a los niños que se encontraban en el rancho como rehenes para protegerse.
Jeff Kearney, abogado del único de los supervivientes que ha sido acusado de conspiración para el asesinato de un agente federal, Jaime Castillo, de 24 años, explicó que su cliente le dijo que era difícil escapar de las llamas. «El fuego sorprendió a Jaime y a los que estaban a su alrededor, que saltaron por la misma ventana que él utilizó para escapar». Según el relato del abogado, los tanques que rompieron los muros de la granja el pasado lunes para introducir gases lacrimógenos inhabilitaron en su embestida la escalera principal y algunas de las salidas.
El temor a que estalle la munición que supuestamente permanece enterrada en las cenizas, todavía calientes, de lo que fue el rancho del apocalipsis de la Rama de los Davidianos, está retrasando la recolección de pruebas.
Relevo del FBI
El FBI, que el pasado martes traspasó los poderes de la investigación al veterano cuerpo de policía estatal, los Texas Rangers, desmintió el relato de los supervivientes y reiteró que tiene pruebas en vídeo de cómo el fuego se inició en tres focos diferentes, y que incluso uno de sus agentes presenció cómo uno de los miembros de la secta iniciaba uno de los fuegos. Mike Fox, portavoz de los Texas Rangers, declaró ayer que, en contra de las informaciones difundidas, no se ha levantado ningún cadáver, y que no se levantará ninguno hasta que no haya sido fotografiado, medido y tomado en vídeo hasta el último milímetro.
Según Fox, «es demasiado pronto para hablar de suicidio colectivo». Los Texas Rangers contarán con la colaboración del FBI -cuyo prestigio ha sufrido un mazazo por el desenlace del sitio de Waco-, pero dirigirán la investigación.
Las autoridades federales aseguran que introdujeron micrófonos ocultos en el interior del rancho a través de los cuales escucharon los planes de David Koresh para conducir a la secta a la catástrofe.
Un esqueleto con un tiro en la frente
Antonio Caño – El País
4 de mayo de 1993
Un esqueleto abrasado, partido en varios pedazos y con un orificio de bala en la frente es todo lo que se ha encontrado de David Koresh, el hombre que, creyéndose Jesucristo, arrastró a la muerte a más de 70 de sus seguidores y protagonizó cerca de Waco (Tejas) una de las mayores tragedias presenciadas nunca en Estados Unidos.Los restos de Koresh fueron hallados en una habitación próxima a la cocina de la granja en la que los seguidores de la llamada Rama Davidiana soportaron durante 51 días el cerco de la policía. Desde esa habitación, que Koresh llamaba el cuartel general de sus instalaciones, este personaje había conducido las larguísimas negociaciones que acabaron el pasado 19 de abril con el intento de asalto de la granja por parte de la policía y el posterior incendio en el que perecieron los hombres, mujeres y niños que allí vivían.
El cadáver encontrado entre las cenizas pudo ser identificado como el de David Koresh por el análisis de la dentadura y por la comparación con rayos X de lo que quedó del esqueleto. Los investigadores no han podido todavía determinar si Koresh murió como consecuencia del balazo que se le encontró en la cabeza o por el fuego que consumió rápidamente la granja. Tampoco se ha podido establecer si alguien disparó contra Koresh o él mismo trató de quitarse la vida.
El cadáver de Koresh fue uno de los primeros en ser encontrados cuando la policía entró en las instalaciones de la Rama Davidiana y es también uno de los siete en los que se han hallado restos de disparos. En ninguno de los casos la policía ha podido todavía asegurar si esas personas fueron disparadas al tratar de escapar de la granja, se quitaron ellos mismos la vida o murieron en el primer intento de asalto por parte de la policía, el pasado 28 de febrero. En aquella ocasión se estableció un largo tiroteo entre seguidores de Koresh y agentes de la Oficina de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego en el que murieron cuatro policías y un número indeterminado de miembros del extraño culto.
El hallazgo del cuerpo de Koresh pone fin a insistentes rumores que circulaban en Waco sobre la posibilidad de que el pretendido jefe religioso hubiera conseguido escapar al fuego por un laberinto de túneles supuestamente cavados desde hacía meses por los integrantes de la secta. Sin embargo, el mayor interrogante -¿por qué se decidió el asalto ese día tras haber esperado durante tanto tiempo?- no ha podido todavía ser convincentemente despejado pese a la comparecencia de los principales responsables ante el Congreso. Otra investigación independiente sobre los hechos, ordenada por el propio presidente Bill Clinton, está todavía en marcha.
En todo caso, éste es el fin de un hombre de 33 años nacido en Houston como Vernon Wayne Howell, expulsado del colegio antes de acceder a la enseñanza media y dedicado toda su vida a una labor que lo enloqueció, la interpretación del Libro de las Revelaciones. Koresh decidió hace poco más de cinco años que necesitaba proteger sus ideas y a su gente por las armas, y gastó cientos de miles de dólares en reunir un arsenal junto al que, al final, ardieron él y sus profecías.
Absueltos de asesinato los 11 supervivientes del ‘apocalipsis’ davidiano en Tejas
José Manuel Calvo Roy – El País
27 de febrero de 1994
Los 11 miembros de la secta de los davidianos que sobrevivieron al cerco y al incendio final del rancho Monte Carmelo de Waco (Tejas), el pasado abril, fueron ayer declarados inocentes de la acusación de conspiración para el asesinato de cuatro policías. El jurado del caso declaró culpables a ocho de los seguidores de David Koresh, quien se hacía pasar Jesucristo, de un delito de posesión ilegal de armas y otros menores. Tres de los miembros de la secta salieron completamente absueltos del proceso que empezó hace mes y medio en San Antonio (Tejas).
La tesis de la acusación era que los miembros de la secta seguían una especie de «teología de la muerte» diseñada por su líder, David Koresh, que murió junto a más de 80 de sus seguidores en el incendio que se declaró en el rancho cuando la policía, después de 51 días de cerco, trataba de desalojar el recinto. La defensa ha conseguido convencer al jurado de que no se puede culpar a los 11 supervivientes de las responsabilidades exclusivas del líder de la secta. El jurado llegó a su conclusión en el tercer día de deliberaciones, casi un año después del comienzo del cerco. El viernes, los miembros del jurado solicitaron revisar de nuevo una pieza clave en la estrategia de la defensa: las cintas de las conversaciones telefónicas del 28 de febrero de 1993, el día del frustrado ataque de los agentes federales, y la grabación del día final del incendio apocalíptico que arrasó el rancho. En las cintas se escucha a uno de los davidianos gritar: «!Nos están disparando! !Hay 75 hombres alrededor del edificio y están disparando sobre nosotros! !Decidles que hay mujeres y niños aquí y que dejen de disparar!».
Según uno de los abogados defensores, los que gritaban así no eran capaces de conspirar para asesinar ni de matar a cuatro agentes.
El fiscal planteó que los 11 acusados no eran pacíficos estudiantes de la Biblia, sino elementos peligrosos que sabían lo que hacían y que pertenecían a un grupo que había almacenado un arsenal de 300 armas, incluidas ametralladoras y granadas de mano.
El intento inicial de registro del rancho fue una catástrofe. Un chivatazo alertó a Koresh y los grupos especiales de asalto perdieron su mejor arma, el factor sorpresa. El intercambio de disparos terminó con cuatro policías y cinco davidianos muertos. Después de negociaciones delirantes con Koresh, que se presentaba como el Mesías, el cerco concluyó el 19 de abril.
EE UU reabre la investigación por la matanza tejana de Waco
Javier Valenzuela – El País
3 de septiembre de 1999
El fantasma de la matanza de Waco se está convirtiendo en una grave amenaza para la credibilidad del FBI y la fiscal general de Estados Unidos, Janet Reno. Seis años después del asalto policial del rancho de la secta de los davidianos, nuevos documentos, incluidas grabaciones en vídeo y audio, confirman que las fuerzas federales emplearon granadas incendiarias. Perecieron en el asalto 80 personas, incluido David Koresh, el líder de la secta; la mayoría de ellas, carbonizadas. Ahora, hasta la Casa Blanca se declara partidaria de la creación de una comisión de investigación independiente dirigida por el Congreso. Las sospechas que pesan sobre el FBI y la fiscalía general son dobles. Por un lado, el empleo en sí de granadas incendiarias militares, lo que constituye un uso desproporcionado de la fuerza. Por otro, el posible encubrimiento durante seis años de este hecho por las autoridades federales.
Desde abril de 1993, Reno y el FBI han negado haber empleado granadas incendiarias para terminar con el cerco del rancho de los davidianos en la localidad tejana de Waco. Y han afirmado que no existía la menor prueba que sustentara las acusaciones de que sí lo hicieron. Ahora aparecen esas pruebas, lo que sugiere la existencia de un delito muy grave en Estados Unidos: el encubrimiento.
Las grabaciones que acaban de reaparecer muestran cómo los funcionarios que dirigieron el cerco del rancho discutieron y aprobaron el lanzamiento de granadas militares, que eran tanto lacrimógenas como incendiarias. El asalto final, el 19 de abril de 1993, provocó un pavoroso incendio en las instalaciones de madera del santuario de la secta milenarista que dirigía Koresh. Hasta ahora, la versión oficial en Washington aseguraba que los davidianos, en un impulso suicida, prendieron fuego al rancho.
Reno, titular de Justicia y fiscal general desde hace siete años, vuelve a estar en el centro del huracán. Dice no haber sido informada jamás del uso de materiales inflamables en Waco y expresa su «indignación» por haber sido engañada durante seis años. La mayoría republicana del Congreso pone en cuestión su competencia para ocupar la cartera de Justicia.
Una investigación independiente da la razón al FBI en el ‘caso Waco’
Reuters – El País
22 de julio de 2000
Un investigador independiente exoneró ayer, en su informe final, a la Fiscal General de Estados Unidos (cargo que equivale a ministro de Justicia), Janet Reno, al FBI y al Gobierno de ese país de toda responsabilidad en los tiroteos y posterior incendio ocurridos en el rancho ocupado por la secta davidiana, cerca de Waco, que en abril de 1993 terminó con la muerte de decenas de seguidores de este grupo.
El informe considera que esa responsabilidad corresponde, en todo caso, a los líderes davidianos. «No existe evidencia alguna de una actuación errada por parte de Reno, el actual o anterior director del FBI o cualquier otro alto cargo del Gobierno de Estados Unidos», aseguró el ex senador John Danforth, un republicano de Misuri.
Reno, con el objetivo de aminorar la presión del Congreso sobre este caso, nombró a Danforth hace 10 meses para que llevase a cabo esta investigación.
«Les entrego estas conclusiones», dijo anoche el ex senador, «con un 100% de certeza (…); en primer lugar, de que los agentes del Gobierno no fueron los que iniciaron el incendio; segundo, que los agentes federales no dispararon sobre los davidianos el 19 de abril de 1993; y tercero, que el Gobierno no trató después de cubrir sus responsabilidades».
18 años después de Waco, davidianos aún creen que Koresh era Dios
Ashley Fantz – Expansion.mx
18 de abril de 2011
«No espero que lo entiendas», dice, recargando su cuerpo pequeño en un carro de supermercado en la sección de artículos de bebés de un Walmart. Su playera rosa, zapatillas y bolsa combinan con los lirios, hortensias y los manojos de jazmín que está comprando.
«¡Oh, mira, tienen nomeolvides!». Ella acaricia los pétalos azules, como un niño, pone su nariz en la planta e inhala.
«Esto será perfecto para el monumento conmemorativo».
Este martes, Martin y un grupo de los otros sobrevivientes del grupo La Rama de los Davidianos se reunirán en un hotel en la autopista a mitad de este pueblo polvoriento de Texas, para recordar la persecución federal a su complejo religioso, un evento que se ha convertido sinónimo de la palabra Waco.
Ese día de 1993, un enfrentamiento de 51 días entre los davidianos armados, agentes de la Oficina de Control de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos y el FBI terminó en un incendio y la muerte de al menos 76 personas. Entre ellos estaban el esposo y cuatro hijos de Martin.
En el jardín, Martin acelera su paso, examinando cada planta, oliendo y tocando sus retoños, arrodillándose en el suelo.
Los recuerdos se agudizan cada año, no se desvanecen como hubiera esperado.
«Sólo no me gusta regresar», dice.
Durante días sin fin, estallaron granadas, dice, lastimando sus oídos como clavos metiéndose en sus tímpanos. Sus niños gritaban, corriendo por los pasillos afuera de sus recámaras cuando dispararon las primeras balas el 28 de febrero.
Las balas chocaron contra las paredes; y las atravesaron. Una rompió la ventana de la recámara y voló sobre la cabeza de su hijo de 6 años, Daniel. Ella volteó hacia arriba. Su cara estaba sangrando por los pedazos de vidrio.
Su hija Kimi de 4 años lloraba. El rugido de los helicópteros sobre el edificio le sonaba a una guerra.
Se toca el pecho. Todavía puede sentir la vibración en sus costillas de la estruendosa y horrible música que el FBI puso en sus bocinas, intentando sacarlos de ahí.
Su calma, en esos días, llegó cuando escuchó su voz, hablando con el negociador, en el alta voz.
«Ahora, sabes qué significa el nombre Koresh», resonó la voz.
«Significa muerte».
«No teníamos un plan para la muerte», dice Martin. «Me pregunté: alguien cambió el plan sin decírmelo».
El 21 de marzo, ella caminó del complejo davidiano, uno de 21 adultos y 14 niños que tomaron el riesgo de irse en esas semanas.
Tres de sus siete hijos salieron. Cuatro se quedaron su papá.
El 19 de abril, en un refugio del Ejército de la Salvación en donde mantuvieron a seguidores femeninas, vio en las noticias: un incendio. Era tan grande.
«Dije, ‘Oh, por favor Dios, sálvalos. Sálvalos’. Pero mi cabeza sabía que ya no estaban».
Martin no visita el campo en Waco en donde están enterrados. «No me voy a echar en la tierra a llorar», dice. «Nosotros no hacemos eso».
La Rama de los Davidianos cree que cuando la gente muere, sólo está «inconsciente», esperando a ser resucitada para que puedan viajar al reino y dejar a los ateos.
Lisa de 13 años; Sheila de 15; Anita de 18; Wayne Jr. de 20; y Wayne padre; ellos sólo están inconscientes. Ellos están esperando.
David Koresh le dijo a sus seguidores años antes que habría una batalla apocalíptica con Babilonia y hombres uniformados; que habría destrucción, fuego y muertes.
Así que Martin dice que David tenía razón. «David es el Mesías, y volverá», ella explica, mientras revisa un arbusto que en donde han empezado a crecer pimientos.
«Ahora sólo tenemos que esperar al paraíso».
Creyentes de verdad
Por más de diez años cada sábado, el Sabbath de La Rama de los Davidianos, Sheila Martin y Clive Doyle se han reunido para rezar y discutir la Biblia. Ellos afirman que David Koresh era Dios encarnado. Luego se van a comer o a hacer mandados.
Ellos no están juntando metralletas, la razón principal por la que la policía allanó su complejo. Entre ellos, Doyle y Martin ni siquiera tienen un rifle.
Martin y Doyle vivieron comunalmente en el complejo, pero ahora lo hacen en casas modestas a unas calles de Waco. Él trabaja en una tienda de segunda mano. Ella trabaja en una guardería cristiana. Sus jefes les han pedido que dejen su religión en casa; han sido tratados bien en el trabajo y por la gente de Waco que sabe de sus pasados.
Las llamadas agresivas que Doyle solía recibir han disminuido en los últimos años.
Cuando algunos reporteros le llaman para escribir notas sobre los «creyentes de verdad» de Koresh, no participan sin antes consultarse el uno al otro.
«Ya esperamos que mucha gente nos verá como dementes», dice Doyle, su voz cambiando a un tono tenebroso, inexpresivo. «Así que nos gusta que nos vean como un poco locos, es una mejora».
Paseando por Waco en la vieja minivan, ellos parecen una pareja extraña. Ella es de Boston y tiene 60 y tantos años, pero se ve, viste y mueve como una adolescente. Doyle es un australiano con humor oscuro que usa bifocales y le dijo a su madre, una adventista, cuando tenía 9 años, que el oficialmente era «un sirviente de Dios».
«Tengo 70 años», bromea. «Me gustaría saber en dónde está el reino de Dios».
Las piernas y brazos de Doyle parecen una colcha de injertos de piel, heridas que sufrió al saltar a través del fuego del complejo para escapar.
Las cicatrices son feas, dice, pero nada comparado con el año que pasó en prisión antes de ir a juicio, junto con los otros davidianos, que fueron acusados de asesinato, conspiración y otros cargos menores.
Junto con otros davidianos, cuatro personas con la Oficina de Control de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos murieron durante el enfrentamiento.
Doyle fue absuelto
La evidencia reunida por el gobierno, incluyendo grabaciones ocultas en el complejo antes del último allanamiento, mostraron a Koresh ordenando a sus seguidores que dispararan.
¿Así que lo hicieron?, pregunta Doyle.
«Digamos que el gobierno creó las circunstancias que llevaron a los disparos», comentó.
Aunque Martin y Doyle pueden ser cautelosos, siempre son corteses y pacientes pese a que la gente cuestione sus creencias religiosas o los tachen de locos.
«¿Qué voy a hacer? ¿Discutir con todos?», dice Doyle. «Cuando la gente me pregunta por qué todavía creo en David y lo que predicaba, después de todo, creo que me preguntan porque en verdad quieren entender. Lo que se puede, lo que se perdió hace años y resultó en la muerte de muchas personas, es que ninguno de nosotros quería convertir a las masas. Si te unías, bien, pero sino querías, entonces continuabas con tu vida».
«No tienes por qué creer lo mismo que yo».
Doyle se sienta en su sala llena de novelas policiales, tomos sobre teología y videos de Laurel y Hardy (El Gordo y el Flaco) en los libreros. El único objeto que tiene un espacio propio es la fotografía de su hija Shari, de 18 años.
Era una de las «esposas» de Koresh.
En la foto, Shari tiene el cabello rubio, está sonrojada y sonríe, abrazando al perro de la familia.
Que Koresh se haya acostado con su hija hace que Doyle se acomode en su asiento, mientras habla, y tensa su mandíbula.
Doyle dice que su hija empezó a tener relaciones sexuales con Koresh a los 14 años. Koresh tuvo al menos 13 niños con miembros de la secta y mantuvo relaciones sexuales con menores de edad, según el Departamento de Justicia, declaraciones juradas de los davidianos y numerosas entrevistas que CNN ha realizado con sobrevivientes.
La davidiana Kiri Jewel testificó en las audiencias frente al congreso en 1995 que Koresh dormía en una cama con una mujer y niños, y que creía que él había embarazado a una niña de 14 años. Koresh, dijo, solía hablar de cómo las niñas del complejo lo complacían sexualmente. Jewel describió con detalles gráficos como Koresh abusó de ella sexualmente. Ella testificó que no tenía miedo de embarazarse; era muy joven explicó. Ni siquiera había empezado a menstruar.
Doyle insiste en que su hija Shari, incluso a una edad joven, era capaz de decidir si quería tener sexo con Koresh. La adolescente estaba lúcida, dice, cuando decidió permanecer en el complejo, aún con la posibilidad de irse.
«Ella quería estar con David y escuchar y seguir el mensaje», dice su padre.
Hay un momento de silencio. Doyle sabe que intentar justificar a Koresh de tener sexo con niñas menores de edad sólo incita la furia de los ateos. Inicialmente, cuando David empezó a predicar el mensaje de que su semilla sagrada debía esparcirse a cualquier chica que quisiera, casada o con coletas, Doyle admite que se molestó.
«Me pregunté, ‘¿Es Dios o sólo el caliente de David?».
Pero la preocupación de Doyle no duró mucho tiempo.
«No podía discutirle porque te mostraba en donde la Biblia lo decía».
Sheila Martin, también, perdona a Koresh por tener sexo con niñas menores de edad. «En la Biblia, si una niña tiene edad para menstruar, entonces puede ser una esposa», ella insiste.
Hay tres puntos cruciales para entender la religión de la Rama de los Davidianos.
Primero, Dios puede aparecerse como un hombre. Segundo, ese hombre no necesita ser una buena persona. Tercero, si cuestionas si ese hombre es Dios, estás cuestionando a Dios. En otras palabras, el diablo es responsable de tu duda.
«Ahora», Doyle pregunta, «¿Le vas a dar el control al diablo?»
Los nuevos residentes de Monte Carmelo
Hace unos días, Martin, Doyle y el compañero de cuarto de Doyle, Ron Gonis, también de davidiano pero no de Waco, abordaron la camioneta de Doyle y tomaron la carretera a Monte Carmelo, la propiedad en donde estaba el complejo.
El campo está lleno de flores silvestres, y Martin sale del carro, atraviesa el pasto, recogiendo flores amarillas, malezas y mariposas.
A la entrada ahora hay una reja, algo sobre lo que Koresh y miembros de su círculo más cercano bromeabam, pues decían que deberían haber construido una antes del allanamiento, dice Doyle.
En la reja hay varios buzones afuera. Al menos tres davidianos viven en la propiedad, incluyendo a Charlie Pace, uno de los primeros miembros que, según Martin y Doyle, nunca se llevó con Koresh. Dicen que gente de la iglesia le han pedido que deje el complejo.
«Ahora Charlie está de vuelta para reclamar lo que él cree», dice Doyle.
Pace le dijo a CNN que él está «iluminado» y que Dios lo escogió para buscar a nuevos creyentes.
En un camino de tierra en la propiedad está la capilla que construyeron los simpatizantes de la Rama Davidiana en 1999. En este día, las puertas estaban abiertas y partituras de música y panderetas están en sillas polvorientas. Una fotografía grande de Koresh con pelo largo, parecido a Jim Morrison, cuelga de la pared.
La capilla le recuerda a Sheila Martin la primera vez que el Mesías, un desertor de secundaria en jeans azules, la persuadió a seguirlo.
Era 1986. Ella y su marido, Wayne, un abogado entrenado en Harvard, pasaban un momento difícil. Ambos eran adventistas y vivían en Nueva York.
Ellos se conocieron en una función adventista; él le atrajo por su forma de tocar el piano.
Los nacimientos de sus primeros cinco hijos habían estado bien, pero su fe fue probada con su sexto, Jaime. Él tenía una meningitis potencialmente mortal, una enfermedad que le afectaría el resto de su vida.
«Rezaba todo el tiempo y le dije a Wayne que porque su fe no era tan fuerte como la mía, empezó a desviarse al mundo secular y nuestro bebé se estaba muriendo», recuerda.
Cuando Jaime lloraba en sus brazos, con un sufrimiento que era incapaz de aliviar, Martin pensó en su primer cita con su esposo. Ellos fueron a la presentación de el Mesías de Handel, el recuento de la victoria de Cristo por encima de la muerte y pecado.
«Mi esposo escuchó lo que sucedía en Waco», dijo.
La pareja pasó un par de horas hablando a la Rama de los Davidianos. Ellos siempre estaban motivados a escuchar, especialmente a un tipo que recién se había unido al grupo, David Koresh.
Koresh les mandó un video de él predicando. «Las escrituras fluían de su boca. Él tenía el espíritu de Dios», dice Sheila.
A Wayne Martin, el pianista, le gustó que Koresh tocara la guitarra. A la iglesia le hacía falta un líder con aire juvenil.
Y su hijo necesitaba todos los rezos que pudiera obtener.
La pareja se mudó a Waco.
En días, la familia Martin estaba segura de haber tomado la decisión correcta. Cuando Jaime lloraba en los rezos, y los otros los veían mal, Koresh fue directo al bebé.
«Lo levantaba y sostenía muy fuerta [fuerte] hasta que paraba de llorar», recuerda Sheila.
Koresh le dijo a los Martin que su hijo necesitaba más sanamiento.
Jaime y dos de los hijos sobrevivientes del incendio en Waco, Kimi y Daniel, pasaron días después del enfrentamiento con familiares mientras las autoridades federales interrogaban a su mamá.
Ahora Kimi y Daniel, de 22 y 24 años respectivamente, viven con su madre en Waco. No quisieron ser entrevistadas.
Martin dice que han rechazado la fe davidiana y que no la acompañan a eventos religiosos. Eso no le molesta, dice, porque ella sabe que Dios les cambiará su forma de pensar.
«Creo que un día se darán cuenta que todo bajo está bajo su orden y entenderán que no tienen otra opción».
Jaime Martin pasó su vida severamente minusválido. Murió en 1998.
Un día
A Sheila Martin le gusta parafrasear esta escritura: «Si te permiten beber del vaso de dolor, recuerda que un Dios benévolo es quien pone el vaso en tus labios», dice.
Con eso, toma un sorbo en un popote de su leche con chocolate, después de la comida.
«La gente quiere que la vida sea dulce, pero la vida no es dulce o fácil», dice ella. «No aquí, no ahora, pero lo será en el reino de dios».
¿Cómo se verá el reino?
Será un lugar físico, Doyle y Martin dicen, probablemente en otro país, tal vez Israel. Además de eso, no saben.
«Un día tendremos una mejor experiencia», dice Martin. «No tendremos que ver morir a todos».
Ella se imagina que será como lo que cantó Diana Ross en la película El Mago.
¿Te sabes la letra?, pregunta.
En cuanto llegue a casa, en cuanto llegue a casa
En un lugar diferente, en un tiempo diferente
Personas diferentes a mi alrededor
Me gustaría saber de ese mundo diferente
Y que tan diferente me encontrarán
«Diana Ross está cantando esas palabras y yo estoy pensando en Monte Carmelo y cómo la luz se reflejaría en la nieve, y cómo la nieve hace que todo parezca limpio ahí», dice Martin.
«Ella está cantando de estar solo luego de una gran tormenta que Dios creó y que no puede salirse de esa circunstancia».
«Voy a seguir rezando y deseando por ese lugar, por mí y Clive».