Luis Fernando Iribarren

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Luis Fernando Iribarren

El Carnicero de Giles

  • Clasificación: Asesino en masa
  • Características: Según los psiquiatras forenses el móvil fue económico
  • Número de víctimas: 5
  • Fecha del crimen: 1986 / 1995
  • Fecha de detención: 31 de agosto de 1995
  • Fecha de nacimiento: 1965
  • Perfil de la víctima: Su padre, Luis Juan Iribarren, de 49 años; su madre, Marta Langebbein, de 42; su hermano Marcelo, de 15, y su hermana María Cecilia, de 9 / Su tía abuela, Alcira Iribarren, de 63 años
  • Método del crimen: Arma de fuego (carabina calibre 22) / Golpes con un hacha
  • Lugar: San Andrés de Giles, Argentina
  • Estado: Condenado a reclusión perpetua el 21 de agosto de 2002
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Luis Fernando Iribarren – El Carnicero de Giles

Paulo Kablan – Diariopopular.com.ar

12 de febrero de 2012

Los vecinos estaban preocupados porque hacía varios días que no sabían nada de la dueña de la casa, sólo veían al sobrino que entraba y salía como si nada hubiese ocurrido. El hombre, primero, les contó que la mujer estaba muy enferma y, como había empeorado su estado de salud, la había tenido que llevar a un hospital de Buenos Aires.

Después les contaría que su tía había fallecido, que el cáncer le había ganado la batalla. Los vecinos sospechaban que algo extraño había ocurrido en esa casa de la calle Cámpora 1.768 de la ciudad bonaerense de San Andrés de Giles, a 100 km de la Capital Federal. Corría el año 1995 cuando la policía, luego de demorar preventivamente al sobrino, ingresó en esa vivienda porque alguien había llamado para contar que percibían olores nauseabundos.

Alcira Iribarren, de 63 años, efectivamente había fallecido. Pero no era una muerte causada por una enfermedad, sino que había recibido dos golpes mortales con un hacha en el cráneo. Los agentes de la comisaría de Giles llegaron cuando todo estaba preparado para que los restos fuesen enterrados en los fondos de la casa.

La conmoción fue inmediata. El sobrino, Luis Fernando Iribarren, era el autor de aquel horrendo homicidio. El motivo lo confesó ante el comisario del pueblo: estaba muy enferma, no soportaba verla sufrir, por eso decidió ponerle fin al dolor. Al menos, eso fue lo que contó. Y además, ante el juez, dijo: «Quería ayudarla a terminar con su sufrimiento y procedí a asfixiarla pero como no pude busqué otra forma. Recorrí la casa y encontré el hacha. Le pegué dos golpes en la cabeza».

Luis Fernando dijo que quería mucho a su tía abuela, y que se había convertido en su sostén cuando ella había enviudado. Él desde chico se quedaba en esa casa, lo hacía para ir al colegio porque sus padres y hermanos vivían en un campo, en la zona rural de Giles, en un paraje conocido como Tuyutí.

Luis para entonces tenía poco más de 30 años. Pero había algo que no le cerraba a los investigadores: ¿dónde estaban sus padres y sus dos hermanos? Primero, él contó que se habían ido a vivir a Paraguay porque tenían una deuda con un prestamista. Fue lo mismo que había repetido durante mucho tiempo, cuando en el pueblo le preguntaban por su familia. Pero después, tras varios titubeos, decidió contarle la verdad al juez de Mercedes Eduardo Costía. Los había matado a todos en 1986 porque «les tenía bronca».

El relato de Iribarren fue escalofriante. Recordó que fue en una noche lluviosa, que se había peleado con su padre. «Salí a la puerta a fumar y pensar como hasta las tres de la madrugada», confesó. En ese momento ingresó de nuevo a la casa rural, donde fue directo a buscar una carabina calibre 22 que utilizaban para cazar vizcachas. «Maldito el momento en el que entré y vi esa carabina», le diría al juez nueve años después.

Primero fue a la habitación donde descansaban Luis Juan Iribarren (49), Marta Langebbein (42) y María Cecilia (9). Los mató a tiros y golpes. Salió nuevamente al patio, donde fumó otro cigarrillo y pensó. Ya había parado de llover cuando regresó a la casa y entró en el otro cuarto, en el que dormía su hermano Marcelo (15), a quien mató de dos disparos. «Como quedó con los ojos abiertos, me senté en la cama, le cerré los ojos y le dije: Negro, ¿por qué te hice esto si yo te quería?», declaró en la indagatoria que prestó ante el juez de instrucción.

La noticia recorrió rápidamente el país. Todos hablaban de «El carnicero de San Andrés de Giles». Iribarren, incluso, habría intentado «jugar» con los sabuesos policiales. Primero les dijo que los cadáveres los había arrojado en un lugar, después en otro, hasta que finalmente les indicó un sector a metros del chiquero, el corral para los chanchos. En una fosa común había enterrado los restos de toda su familia. Un equipo de antropólogos forenses tuvo que trabajar varios días en ese sector de la finca.

En el año 2002, luego de varios años de un proceso que incluyó estudios psiquiátricos para determinar si era imputable, Iribarren comenzó a ser juzgado en Mercedes por la Sala III de la Cámara de Apelaciones. En esa oportunidad, optó por no declarar: sólo tomó apuntes y le hizo algunas preguntas a un par de testigos.

Ocho de los diez profesionales psiquiatras y psicólogos que declararon en el juicio arribaron a la conclusión de que Iribarren era consciente de lo que hacía. Es más, concluyeron que el asesino pudo haber planeado cada una de las muertes.

Los jueces Mario Alberto Bruno, Francisco Lilo y Héctor Barreneche lo encontraron culpable y lo condenaron a «reclusión perpetua más accesoria por tiempo indeterminado». Iribarren, considerado uno de los asesinos más despiadados de la historia penal argentina, fue alojado en un complejo carcelario de la Provincia de Buenos Aires.


El Carnicero de Giles

Matías D’ambrosio – Escritosimprudentes.blogspot.com

26 de abril de 2008

100 kilómetros al noroeste de la Capital Federal podemos encontrar mucha tranquilidad. Para los porteños es un escapar al smog, a la filarmónica de bocinazos y al bacilo del nuevo mileno que algunos doctores suelen llamarlo stress. San Andrés de Giles es una posible de todas las variantes que ofrecen las páginas de internet. Muchas hectáreas de verde, caballos, queso de campo y algún trago de ferro-quina en alguno de los viejos bares.

Fue un fin de semana largo que decidimos junto a mi mujer irnos para Giles. Nos tomamos un micro y emprendimos el viaje que duró nada más que cuatro horas. Encontramos lo que buscábamos: tranquilidad, aire puro y un lugar diferente. Nos hospedamos en un hotel familiar y salimos a caminar. Luego de almorzar ella se fue a dormir una siesta y yo me fui a tomar un café a un bar. Hablando con un hombre de unos 60 años que dijo llamarse Enrique me enteré de un horrible crimen.

Luis Fernando vivía con sus tíos mientras que estudiaba en el colegio Nuestra Señora de Luján. En sus ratos libres jugaba a la pelota con sus amigos y era un alumno normal. Sus padres vivían en las afueras de Tuyutí y por eso se quedaba en lo del hermano de su papá. Sus progenitores eran dos personas muy laburantes, ella era directora en la Escuela de Tuyutí y él se dedicaba a las tareas rurales.

A los 30 años Luis Fernando decidió irse a vivir con su tía Alcira de 59 años. Viuda y con un gran amor por su sobrino, dejó que se quedara junto a ella ya que sus padres se habían ido a vivir a Paraguay por unas deudas que tenían con varios prestamistas.

Alcira estaba enferma de cáncer y a su sobrino le molestaba verla sufrir. Cuando escuchaba sus quejas de dolor se enfurecía y quería hacer algo para apaciguar ese fuego interior. Una noche, mientras la tía dormía, fue hacia el galpón de la casa y agarró una vieja hacha. Por un momento sintió una fuerte vibración en su cuerpo. Era algo inexplicable, como si estuviera a punto de agarrarle un ataque de epilepsia. Con el hacha en sus manos fue a dónde la tía y le asestó un hachazo certero en el parietal izquierdo. El piso de la habitación se había convertido en un estero sanguinolento. A posteriori fue al patio y con una pala preparó el lugar para darle cobijo a su queridísima tía.

Los vecinos del lugar notaban la ausencia de Alcira y por eso le preguntaron al muchacho qué le había pasado. «Quédense tranquilos. La tuve que llevar a Capital Federal porque la enfermedad se complicó un poco». Pasó una semana y Luis Fernando les comunicó que Alcira había fallecido. Pero los vecinos del fondo sospechaban del muchacho. Empezaron a sentir ráfagas de olores nauseabundos y dieron aviso a la Policía. El 31 de agosto de 1995, Luis Fernando Iribarren, 31 años de edad, es detenido. Peritos policiales excavaron en el fondo de la casa y finalmente encontraron al cuerpo de la tía.

A todo esto mi celular sonaba sin parar y tuve que interrumpir a Enrique para atender a mi mujer. Le dije que estaba todo bárbaro. Que me estaban contando una de las mejores historias que había escuchado. Enrique siguió hablando y me dijo que no todo terminaba ahí. Que Luis Fernando, luego de confesarles la autoría del asesinato de su tía también les confesó otro asesinato.

A mediados de 1986, Luis Fernando estaba en el campo de sus padres junto con su hermano Marcelo de 15 y su hermana María Cecilia, de 9 años. Él sentía bronca por ellos. Y por eso los mató. Primero fueron sus padres. El arma; una carabina del 22 que usaban para vizcachear. Luego siguió María Cecilia. Un poco confuso y agotado con lo que había hecho, se fue al patio a fumar un cigarrillo. Giró su cabeza y miró al cielo. Estaba lleno de estrellas. Miró firme lo que le quedaba del cigarrillo y lo aplastó con el pie derecho. Agarró nuevamente la carabina y sin vacilar se ocupó del último sobreviviente.

Lo llamativo del caso fue que a la hora de encontrar a los cuerpos los especialistas tuvieron que hacer una búsqueda del tesoro. Primero les dijo que los había arrojado en el interior de un viejo aljibe: tiraba un cuerpo, una capa de escombros y cemento, otro cuerpo y así sucesivamente. Antropólogos y peritos policiales no encontraron nada en ese lugar. Fue una especia de juego. Darles pistas falsas y entretenerse con ellos mientras buscaban el tesoro. Finalmente los cuerpos estaban en una fosa común a unos metros de un chiquero. El trabajo de los peritos fue extraordinario. Cavaron minuciosamente y con el máximo de los cuidados para no alterar la evidencia.

Alguno de los psiquiatras que se ocuparon de su caso alegaron una especie de trastorno esquizoparanoide y una personalidad de base y estructura narcisista con mecanismos de defensa psicopáticas. Los abogados quisieron defender lo indefendible pero no pudieron contra el fiscal mayor de los casos: la evidencia.
Los vecinos de Tuyutí no quisieron creer todo lo que había hecho este individuo. Tan bueno con sus amigos, sus exparejas, sin embargo la gente de Giles sintió por un momento estar en el pueblo Holcomb. Esa locación norteamericana donde el magnífico Truman Capote gestó al precursor de los libros de la non fiction novelle.

El 21 de agosto de 2002, Luis Fernando Iribarren fue condenado a reclusión perpetua más la accesoria de reclusión por tiempo indeterminado.

Le di un fuerte apretón de manos a Enrique y le agradecí por la historia que me había contado. Cuando volví al hotel mi mujer me estaba esperando con una cerveza bien helada y una picadita.


Iribarren detalló a los psiquiatras como cometió los crímenes

La-libertad.com.ar

20 de agosto de 2002

Ocho profesionales lo consideraron con rasgos narcisistas y paranoides, con graves trastornos de la personalidad, pero consciente de sus actos. Tres psiquiatras dijeron que no comprendió lo que hizo.

El pasado lunes 12 de agosto de 2002 comenzó el Juicio Oral y Público a Luis Fernando Iribarren, en la actualidad de 37 años, acusado de quíntuple homicidio doblemente agravado por alevosía y por el vínculo por haber asesinado a su padre Luis Juan Iribarren de 49 años, su madre Marta Langevin de 42, su hermano Marcelo de 15 y su hermana María Cecilia de 9, todos hechos ocurridos en julio de 1986. También por el homicidio de su tía Alcira Iribarren de 63 años, hecho ocurrido en agosto de 1995.

El juicio lo lleva adelante la Sala III de la ciudad de Mercedes, a cargo de los jueces Mario Bruno (Pte.), Francisco Lilo y Héctor Barreneche.

Después de las 10 de la mañana Iribarren (esposado) fue conducido por personal penitenciario al primer piso del Palacio donde se encuentra la Sala III.

Allí ya habían ingresado 46 testigos, la mayoría de nuestra ciudad, que de una u otra forma tenían que ver con la vida de Iribarren y el caso. Vecinos del campo de sus padres, amigos personales del imputado, alguna exnovia, su concubina con quien tuvo dos hijos y luego la gente que tuvo que ver con la investigación como el Comisario Santos, otros policías, el Dr. Alarcón médico policial de nuestra ciudad en ese entonces, personal de Bomberos, fotógrafa, personal municipal encabezado por el Ingeniero Casaretto, que ayudó a buscar los restos y unos 10 profesionales (psiquiatras y psicólogas) del cuerpo forense, de la Corte Provincial y el Servicio Penitenciario que lo entrevistó en numerosas oportunidades.

Iribarren, mientras era trasladado al banquillo de los acusados dialogó en exclusivo con el Multimedio La Libertad y expresó: «No estoy nervioso, estoy tranquilo… gracias a Dios se me dio (el juicio)… voy a tratar de defenderme por mí mismo sin prescindir de la defensora por supuesto…».

La defensa de Iribarren está encabezada por la Dra. Susana Pérez y su asistente (ambas de la defensoría oficial). La acusación corresponde al Dr. Pisoni.

La opinión de los psiquiatras

Los primeros en declarar fueron dos psiquiatras que opinaron junto a un tercero que Iribarren sufría un trastorno de la personalidad con reacciones psicóticas.

Técnicamente lo definieron como «esquizoparanoide» y que cuando cometió los asesinatos no estaba en condiciones de comprender sus actos. Además agregaron: «Esta situación psicótica no lo hace comprender sus actos más allá del detalle minucioso que hizo de los hechos». «Iribarren tenía una vivencia paranoide con la familia (pensaba que la familia lo perseguía) y tiene un equilibrio psíquico precario además de sentimientos ambivalentes y frialdad afectiva».

«Iribarren sentía mucha hostilidad del grupo familiar sumado a la vivencia persecutoria y por eso los ejecutó».

«Iribarren cuenta que después de la última cena con su familia salió afuera para fumar un cigarrillo y allí pensó si mataba o no a su hermano de 15 años. Finalmente lo hizo». Expresó uno de los médicos psiquiatras.

El fiscal preguntó: ¿Cómo puso ocultar 9 años los hechos?

El psiquiatra respondió que: «Precisamente ese es el trastorno esquizo-paranoide, tuvo una crisis psicótica y luego se vuelve a armar (psicológicamente) para seguir funcionando con una cantidad de coartadas y mentiras.

Ante la pregunta de cuál es el desencadenante respecto a la tía el médico dijo: «Iribarren expresó que quería evitar el sufrimiento para él y para la tía (tenía un cáncer terminal) y terminar con una situación que los hacía sufrir a los dos.

Creemos que es un gravísimo trastorno de la personalidad», concluyó.

Si los magistrados aceptaran este posición Iribarren sería inimputable porque tendría una enfermedad mental y no comprendió lo que hizo.

Estaría encuadrado dentro del artículo 34 del Código Penal que dice:

«No son punibles: 1. El que no haya podido en el momento del hecho, ya sea por insuficiencia de sus facultades, por alteraciones morbosas de las mismas o por su estado de inconsciencia, error o ignorancia de hecho no imputable, comprender la criminalidad del acto o dirigir sus acciones.»

»En caso de enajenación, el Tribunal podrá ordenar la reclusión del agente en un manicomio, del que no saldrá sino por resolución judicial… previo de dictamen de peritos que declaren desaparecido el peligro…».

Uno de estos psiquiatras dijeron que Iribarren no es recuperable y no se puede garantizar que no vuelva a suceder otro hecho similar.

Ocho profesionales (psiquiatras y psicólogas) dijeron que Iribarren es imputable y supo lo que estaba haciendo.

Es conocido el comentario de que en derecho sobre un mismo hecho, la mitad de la Biblioteca puede contener libros que opinan de una manera y la otra mitad que opinen en contra. El juicio de Iribarren quedó demostrado que en Psiquiatría también hay opiniones encontradas sobre un mismo hecho.

Ocho profesionales entre psiquiatras y psicólogas que también actuaron como peritos manifestaron que Iribarren comprendió los hechos que cometió y consideraron que el imputado tiene «un trastorno de la personalidad con rasgos narcisistas y paranoides que no implica alteración morbosa de las facultades mentales y que no tuvo una reacción psicótica.»

Lo fundamentan en que Iribarren ocultó lo que hizo porque sabía que estaba mal. También consideraron que tuvo voluntad y discernimiento cuando contó, por ejemplo, que después de cenar salió de la casa a fumar un cigarrillo y ahí decidió la ejecución de los homicidios. Incluso dudó si mataba o no al hermano. A estos hechos los psiquiatras agregaron que además de los homicidios existieron en la vida de Iribarren estafas y mentiras y por todo esto descartan una reacción psicótica.

También dijeron que la peligrosidad existe y existe la posibilidad de que vuelva a cometer un delito aunque hayan pasado 7 años en la cárcel con un buen comportamiento.

Una médica psicóloga lo definió como una persona «soberbia, sobrevalorada en sí, con un agudo uso de la ironía y con un alto coeficiente intelectual».

¿Cuál fue el motivo de estos crímenes? Económico dijo un médico forense.

Estos 8 peritos consideraron que es imputable porque «comprende perfectamente».

La personalidad del Sr. Iribarren es de base y estructura narcisista con mecanismos de defensa psicopáticas con rasgos de exhibicionista y omnipotencia, con un criterio de la realidad absoluto, 100% concluyó.

Si los magistrados toman estas opiniones Iribarren tendría que ser condenado a reclusión perpetua o a la pena que en definitiva fijaran los camaristas en los próximos días.

Otros testigos

El comisario Santos fue quien detuvo a Iribarren el 31 de agosto de 1995. Está retirado de la policía desde diciembre del año pasado por haber cumplido 31 años de servicio y vive actualmente en Lincoln. Iribarren denunció días después de su detención que habría sufrido apremios ilegales.

La Libertad le preguntó: ¿Iribarren siempre sostuvo que la policía lo interrogó muy fuerte?

Santos: Y bueno, yo creo que está todo a la vista, hay que esperar que dispone el tribunal, mi conciencia está tranquila.

¿Ud. personalmente lo consideró a Iribarren como un posible loco?

No, de ninguna manera. Además de eso yo no estoy preparado para emitir una opinión al respecto. Mi función era otra y creo que actué conforme a la ley.

También declaró el oficial Córsico y el sargento Ravazzano.

El Tribunal autorizó a Iribarren a preguntar libremente a Santos y Rabazzano.

Iribarren intentó demostrar que tuvo algún tipo de apremio psicológico el día de su detención que lo hizo confesar 5 homicidios.

Ese mismo día se resolvió desistir de más de 20 testigos.

El martes 13 solo quedaron 6 testigos. El ingeniero Casaretto y el bombero Quevedo contaron cómo trabajaron en la búsqueda de los restos.

Luego declaró un señor que vive en la zona de San Alberto al que Iribarren le entregó, en parte de pago por una deuda, la carabina que se habría usado en el homicidio de sus padres y hermanos. El hombre consideró a Luis Iribarren una «buena persona».

Una mujer de 35 años que vive en Carmen de Areco dijo que fue novia de Iribarren en 1985. En una fiesta escolar Iribarren le presentó a su madre y de lejos le señaló al padre. Luego no los volvió a ver. Calificó al imputado como educado, muy amable y una excelente persona.

También declaró Isabel Arina su expareja con la que tuvo dos hijos. Convivió desde el año 91 al 93. Iribarren ya había comentado a estas personas que sus padres vivían en Paraguay debido a deudas que mantenía aquí e incluso porque habían atropellado a una persona con su auto y debieron exiliarse.

También declaró un amigo de Iribarren, a quien lo calificó de excelente persona y que jamás tuvo peleas o altercados violentos con nadie.

En estos dos últimos casos Iribarren preguntó libremente a los testigos sobre si él había sido violento o agresivo en alguna oportunidad. En todos los casos respondieron que no.

Los testigos habían terminado pero Iribarren le pidió a su abogada que intercediera ante el Tribunal para que subiera al estrado el director de este medio, el Dr. Pablo C. Memoli, el único periodista presente de San Andrés de Giles.

El fiscal manifestó que como testigo había presenciado todos los debates pero rápidamente accedió al pedido y el Tribunal entonces resolvió llamar a declarar al periodista.

Primero la abogada y luego Iribarren preguntaron sobre el día que lo detuvieron, cómo se había enterado la prensa, si la prensa había asistido a los procedimientos, si el juez estuvo presente incluso, si él estuvo en los procedimientos, entre otras cosas.

La audiencia finalizó y los magistrados fijaron el día 16 de agosto a las 10 hs. para los alegatos finales.

La semana próxima podría conocerse la sentencia final.


Reclusión perpetua por tiempo indeterminado

La-libertad.com.ar

21 de agosto de 2002

El pasado 21 de agosto de 2002 la justicia mercedina le dictó sentencia a Luis Fernando Iribarren por el crimen de sus padres y hermanos ocurrido en julio de 1986 y el de su tía Alcira, hecho producido en agosto de 1995.

Iribarren, ya detenido, solía negar públicamente los hechos e inventó numerosas posibilidades sobre el destino final de sus padres. Finalmente el día de la sentencia se leyó su confesión de cómo mató a sus padres y hermanos. Manifestó que ya a los 15 años tenía diferencias con su padre en la forma de trabajar en el campo, y por eso se fue al pueblo a trabajar en un taller mecánico. Allí logró progresos que su familia no reconocía. Una noche de julio después de cenar con su familia, salió a las 22 hs. de la casa de campo y estuvo hasta las 3 de la mañana caminando varias veces hasta la portada. Cuando entró nuevamente vio que su familia dormía. También vio una carabina cargada debajo de la ventana, la tomó y disparó contra sus padres y hermanos. A su hermano Marcelo, una vez asesinado, le cerró los ojos y dijo haber exclamado «No sé por qué te hizo esto hermanito, yo te quiero mucho».

Los motivos, en definitiva, fueron económicos. Iribarren luego del hecho vendió muebles, aberturas y techo de la casa familiar y alquiló el campo.

En relación a su tía, que tenía cáncer terminal y que se encontraba postrada en su cama, Iribarren narró que la mató golpeándola con el ojo de un hacha porque él sufría por su tía enferma debido a la enfermedad. Luego la enterró en el fondo de la casa de Av. Cámpora, al lado de un árbol que le gustaba a su tía.

El Tribunal lo sentenció a reclusión perpetua por tiempo indeterminado. Es decir que con esa condena no saldría nunca más. Iribarren apelaría la sentencia a la Cámara de Casación Penal con sede en la ciudad de La Plata.


Perpetua para el autor de los crímenes de San Andrés de Giles

Lanacion.com.ar

21 de agosto de 2002

La Justicia condenó hoy a reclusión perpetua a Luis Iribarren por haber asesinado y enterrado en el patio de su casa a sus padres y sus hermanos, en 1986, en un crimen que se descubrió nueve años después, cuando también mató a la tía con la que vivía.

La Sala III de la Cámara de Apelaciones de Mercedes tomó la decisión esta tarde, luego de analizar los elementos que existen en la causa y de corroborar, a través de ocho peritos, que el acusado era «plenamente consciente» de sus actos y planeó detalladamente cómo matar a sus padres, a sus dos hermanos menores y a su tía.

Iribarren escuchó la condena a reclusión perpetua sin inmutarse, y ahora volverá a prisión, donde se encuentra desde 1995, cuando se conocieron los crímenes.

Es que fue en aquel momento cuando la Policía encontró, en la casa de Cámpora 1768, de San Andrés de Giles, el cadáver de Alcira Iribarren, de 63 años, la tía abuela de Luis Fernando Iribarren.

La mujer había sido golpeada en la cabeza con un hacha hasta la muerte y el llamado «carnicero de Giles» se predisponía a enterrarla en el patio de su casa.

En aquel momento, Iribarren le dijo a la Policía que la había ayudado a morir porque «tenía cáncer» y estaba sufriendo.

Pero la tranquilidad que usó Iribarren al relatar lo ocurrido hizo sospechar a los investigadores que, luego de profundizar en la historia de Iribarren, terminaron escuchando de su boca una noticia que los sacudió: nueve años antes había matado a toda su familia y la había enterrado en un campo del paraje Tuyutí, a 30 kilómetros de San Andrés de Giles.

No obstante, los cuerpos de su padre, Luis Juan Iribarren, de 49 años; su madre, Martha Lagebbein [Marta Langebbein], de 42; su hermano Marcelo, de 15, y de su hermana María Cecilia, de 9, fueron hallados en una fosa común en un chiquero de la vivienda.

Según se pudo establecer, Iribarren mató primero, a golpes y a tiros, con una carabina calibre 22, a sus padres y a su hermana menor. Luego, salió al patio de su casa, fumó un cigarrillo y regresó para rematar de dos tiros a su hermano.

La única explicación que pudo dar Iribarren ante el juez del caso para justificar tanta masacre fue: «Les tenía bronca».

En el juicio que comenzó el 12 de agosto último, en los tribunales de Mercedes, Iribarren prefirió guardar silencio a la hora de declarar y sólo se limitó a tomar nota y hacer algunas preguntas a los testigos que declararon en el proceso.

Hoy, los camaristas Mario Alberto Bruno, Francisco Lilo y Héctor Barreneche decidieron que Iribarren permanezca en prisión el máximo de la pena que impone el Código Penal: reclusión perpetua.

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