Los hermanos Hosein

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Los hermanos Hosein
  • Clasificación: Asesinos
  • Características: Los secuestradores confundieron a Muriel McKay con Anna, la esposa de Rupert Murdoch
  • Número de víctimas: 1
  • Fecha del crimen: 29 de diciembre de 1969
  • Fecha de detención: 7 de febrero de 1970
  • Fecha de nacimiento: Arthur - 1936 / Nizamodeen - 1948
  • Perfil de la víctima: Muriel Freda McKay, de 55 años
  • Método del crimen: El cuerpo no fue encontrado
  • Lugar: Stocking Pelham, Gran Bretaña
  • Estado: Fueron condenados a cadena perpetua el 6 de octubre de 1970
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Los hermanos Hosein

Última actualización: 1 de abril de 2015

El secuestro de la señora McKay

Unos secuestradores chapuceros que llegaron a convertirse en asesinos.

A finales de los años 60, Muriel McKay se convirtió, por error de identificación, en la víctima de un secuestro siniestro y cruel. Después de varios fracasos, la policía descubrió en una granja solitaria el atroz secreto de dos hermanos.

EL SECUESTRO – La casa vacía

Inmediatamente después de las Navidades de 1969 la mujer de un ejecutivo australiano del mundo de la prensa fue secuestrada en su casa de Londres. La policía tuvo que enfrentarse con un crimen desconocido en Gran Bretaña durante cientos de años.

El Rolls-Royce azul estaba aparcado a la puerta de las oficinas del News of the World, cerca de Fleet Street, el corazón de la industria británica de la prensa. Alick McKay, un amable y laborioso australiano, consejero de la empresa, bajó las escaleras de entrada del edificio de la calle Bouverie, saludó a Bill, el chófer, y entró en el automóvil. Serían aproximadamente las siete de la tarde del lunes 29 de diciembre de 1969.

Fleet Street estaba en ebullición. A esas horas los reporteros charlaban en los bares, tomaban una copa en la taberna «El Vino» e intercambiaban noticias y rumores. McKay, por su parte, tras su vuelta al trabajo después de las fiestas navideñas, sabía que se acercaba una época de tranquilidad. No habría noticias sensacionales en las portadas de los periódicos del día siguiente.

El Rolls-Royce arrancó en dirección al hogar de los McKay, en Wimbledon, al sur de Londres. Tenían previsto pasar juntos la velada viendo la TV. A sus 60 años, McKay estaba semirretirado. A partir de aquellas Navidades no tenía horario fijo en el News of the World. Su esposa, Muriel, de 55 años, y él mismo estaban encantados de que esta situación les permitiese visitar con mayor frecuencia a su familia australiana.

McKay tenía también otra prerrogativa. Como Rupert Murdoch, el joven australiano propietario del Rolls-Royce matrícula ULO 18 F estaba fuera del país desde primeros de diciembre, él, en su calidad de consejero de la compañía, tenía asignado el uso del automóvil.

Cuando el Rolls-Royce aparcó a la puerta del número 20 de Arthur Road en Wimbledon ya era de noche. La casa, de ladrillo rojo y falso estilo georgiano, era igual que todas las de la vecindad. McKay despidió el coche. En el amplio porche de entrada encontró unos restos de papel de periódico que empujó hacia un lado. Entonces llamó a la puerta: tres timbrazos breves y uno largo, la señal habitual que Muriel esperaba para abrir.

McKay advirtió sorprendido que la puerta de la casa no estaba cerrada. Subió la escalera del pequeño porche de entrada y pasó al hall llamando: «¡Muriel, Muriel!» No obtuvo respuesta. Ya dentro de la casa encontró una serie de objetos desconocidos.

Un ejemplar atrasado del periódico People, que el matrimonio no leía nunca, aparecía tirado sobre la alfombra; un trozo de cordel encima de una silla, un rollo de esparadrapo en la mesa y el bolso negro de su esposa, la cartera y las llaves esparcidas al pie de la escalera. El teléfono estaba volcado en el suelo con el cable desenchufado. Faltaba el disco blanco donde figuraba el número.

Lo más desconcertante era una herramienta de hoja curvada, una especie de machete para recortar setos, abana.

Los McKay se trasladaron a Inglaterra en 1957, instalándose en el nº 20 de Arthur Road, en Wimbledon. Muriel se rodeó de amigos en seguida, aunque no estaba de acuerdo con los criterios de la “sociedad permisiva” de los años 60. Tomaba clases particulares de arte y muchos de sus cuadros adornaban las paredes de su hogar.

Las últimas horas

Muriel McKay había estado bastante ocupada el 29 de diciembre, pero no más que cualquier otro día hasta la última hora de la tarde.

Por la mañana recogió a la asistenta, la señora Margery Nightingale, en su Ford Capri; después fue a una tienda de ropa de la zona. Se compró un conjunto de vestido y abrigo por valor de 60 libras para sus ansiadas vacaciones en Australia, que pensaban disfrutar a primeros de año. La propietaria del establecimiento dijo que la señora McKay dejó la ropa para hacer algunos arreglos y que se había mostrado muy cordial.

Después estuvo en una zapatería, almorzó en casa con Magery Nightingale y antes de las tres salió hacia Londres para ir al dentista. La asistenta la esperó trabajando y después de tomar juntas el té, la señora McKay la condujo a su casa a eso de las 5,15.

De vuelta, compró el periódico de la noche. Dos horas antes de que su marido, al volver a casa, la encontrara vacía.

Testigos locales

Cuatro personas declararon haber observado hechos desacostumbrados en los alrededores de la casa de los McKay el día de la desaparición de Muriel.

Entre las 3 de la tarde y las 4,20, June Maxwell Robinson, vio a un joven de color apoyado contra un contenedor en Arthur Road. Aunque llevaba una escoba o pala, la mujer consideró que iba demasiado bien vestido para ser un obrero manual.

Alfred Anderson, un motorista, advirtió que un turismo Volvo circulaba lentamente por las proximidades de Winbledon Common. Cuando lo adelantó vio en su interior a dos hombres que le parecieron árabes.

Una hora después, aproximadamente cuando se supone que Muriel McKay volvía a su casa, el vecino Janszen Zarzycki vio a dos hombres paseando frente a la casa. Creyó que eran hindúes.

A las 6, Mona Lillian, otra vecina, observó un turismo de color oscuro en la entrada de coches del nº 20 de Arthur Road.

El magnate de la prensa

Rupert Murdoch, cuya mujer, Anna, de 23 años, había sido la víctima elegida inicialmente para el secuestro, era un magnate de la industria periodística británica. A principios de 1969 compró el News of the World y el Sun, periódicos que hacían llegar hasta sus lectores las más sensacionales e inquietantes noticias.

En la época del secuestro McKay, Murdoch era ya un personaje muy conocido. Su fama aumentó tras la brillante entrevista que mantuvo con David Frost en el mes de octubre de 1969. El programa le dio a conocer como un millonario casado con una hermosa joven.

Comenzó a construir su imperio periodístico en Australia cuando tenía 21 años, a principios de los 50. En 1990 era el dueño de los periódicos The Times y del Sunday Tíznes, y de la cadena de TV británica SKY, además de tener intereses en gran número de mass-media de los Estados Unidos.

DEBATE ABIERTO – Un delito poco conocido

El secuestro con rescate es uno de los crímenes más difíciles de resolver. En Gran Bretaña era prácticamente desconocido hasta entonces.

El secuestro de Muriel McKay, acaecido en 1969, fue el primer caso registrado en Gran Bretaña en 776 años. En 1193, Leopoldo, duque de Austria, capturó al rey Ricardo I -Ricardo Corazón de León-, quien solamente obtuvo la libertad y consiguió volver a Inglaterra tras pagar un enorme rescate en marzo de 1194. Los delincuentes británicos no acostumbraban a cometer este tipo de delito. Era más frecuente un crimen italiano, sobre todo del sur del país, donde actúa la Mafia.

Para llevar a cabo un secuestro con éxito, la víctima debe desaparecer sin dejar rastro y permanecer oculta bajo vigilancia mientras se inician las «negociaciones» para devolverle la libertad. Por otra parte, el secuestrador es consciente de que la policía le busca mientras se efectúan dichas negociaciones y de que el tiempo juega en contra suya. El cambio del dinero por el rehén, el momento más peligroso del secuestro, debe llevarse a cabo con el tiempo suficiente para que el criminal pueda escapar.

El equipo de detectives encargado del caso de Muriel McKay no tenía experiencia en resolver secuestros. Cuando en los primeros momentos de la investigación se pregunta al superintendente Smith, encargado de dirigirla, si la policía tiene la certeza de que se trata de una auténtica petición de rescate, replica: «¿Cómo vamos a saberlo? Nunca nos hemos enfrentado con un caso igual.»

Por otra parte, los informes oficiales de otros países expertos en el tema indican que los primeros días de cautiverio son los más peligrosos para la vida del rehén. Las bandas de secuestradores, por razones de seguridad, suelen ser reducidas. Puede ocurrir que en los momentos iniciales uno de sus componentes llegue a plantearse la magnitud del delito y atemorizarse. Y esto ocurre frecuentemente cuando se rechaza la petición inicial de la suma.

El secuestro más famoso del siglo XX tuvo lugar en Estados Unidos, cuando desapareció de su casa un niño de 19 meses hijo de Charles Lindbergh, el primer hombre que cruzó el Atlántico en solitario. Aunque sus padres pagaron la suma exigida, 50.000 dólares, la criatura apareció muerta cuatro meses después.

Bruno Hauptmann, un inmigrante alemán, fue juzgado y ejecutado por ese crimen aunque siempre ha existido la duda de si actuó solo o de si fue únicamente cómplice del hecho.

Mark Bles, un inglés experto en Seguridad, escribe en su libro: «El negocio del secuestro»: «Los criminales tienen escasa y a veces ninguna experiencia sobre el modo de llevar a cabo una negociación, de cómo evaluar el potencial económico o la capacidad de sus víctimas para conseguir la suma exigida a través de sus relaciones. Son inflexibles, a menudo gratuitamente brutales y siempre peligrosos.»

Cuanto más logre vivir el secuestrado, más posibilidades tiene de alcanzar la libertad. Por muy empedernido que sea el criminal, puede resultarle muy duro matar a alguien con quien ha mantenido una relación personal.

Esto se demostró claramente en el caso del atraco a un banco en Estocolmo, capital de Suecia, en el año 1974. Los rehenes llegaron a mantener una curiosa amistad con sus secuestradores y salvaron sus propias vidas negándose al enfrentamiento con sus raptores. Hablaban de ellos con gran compresión y se comportaban como si mantuvieran un compromiso común.

En aquel mismo año, el secuestro de la heredera Patty Hearst, en Estados Unidos, dio lugar a una imprevista relación amistosa entre los raptores y su víctima.

La señorita Hearst, hija del editor multimillonario Randolph Hearst, fue secuestrada por un grupo radical autodenominado Ejército Simbiótico de Liberación. Exigían una suma aproximada de tres millones de dólares destinados a alimentar a la población indigente. Nunca se supo si obtuvieron el dinero, pero la joven, que no había mostrado tendencias radicales hasta entonces, anunció que se unía a sus secuestradores.

Secuestro

El secuestro es un delito cometido por grupos terroristas en muchos países a partir de comienzo de los años 70, como instrumento de propaganda política y autofinanciación. En septiembre de 1977 la banda “Baader-Meinhof” secuestró al empresario Hans Martin Schleyer. Su cuerpo apareció un mes después.

En Irlanda del Norte, el Ejército Republicano Irlandés ha cometido distintos delitos de este tipo como el secuestro del hombre de negocios alemán Dr. Tiede Herrema en 1975. La Policía le liberó tras rodear una casa en el condado de Kildare y el jefe de la banda fue sentenciado a 20 años de cárcel.

Durante 1980 varios grupos políticos libaneses secuestraron a una serie de individuos, entre ellos algunos profesores norteamericanos y a un periodista inglés. En aquellos casos el trato incluía concesiones diplomáticas por parte de los gobiernos de las víctimas más que las exigencias económicas.

EL RESCATE – Amenazas por teléfono

Los siniestros raptores atormentaban a la familia de su víctima con peticiones imposibles de atender. Por fin llegaron al acuerdo de dejar en libertad al rehén a cambio de una fuerte suma. Sin embargo, no existían pruebas de que Muriel continuara con vida.

El hombre que se identificó como miembro del M3 durante la llamada telefónica tuvo que solicitar la ayuda del operador para obtener el número de McKay. Después de establecer la comunicación, el empleado Terence Underwood oyó voces irritadas a través de la línea. Se puso de nuevo los auriculares y escuchó la petición de un millón de libras.

Los detectives que aguardaban en el interior del número 20 de Arthur Road sospechaban que aquella identificación era falsa. La Mafia es una poderosa organización de alcance mundial y los policías encontraron absurdo el hecho de que los secuestradores se pusieran en contacto con McKay a través de un operador.

El superintendente Wilfred Smith se dio cuenta de que la BBC no había nombrado a Alick McKay en las noticias de la una de la madrugada. Se habían referido a «la mujer de un consejero del New of the World, ya que él no era un personaje conocido. Este detalle y el hecho de que los secuestradores conocieran el número de teléfono de la víctima convencieron al policía Smith de que la petición de rescate no era una farsa.

Mandó instalar una grabadora en el teléfono de la vivienda con objeto de registrar las futuras llamadas del M3.

Al día siguiente, martes 30 de diciembre, Ian, el hijo de McKay llegó en avión, procedente de Melbourne, acompañado de su esposa, Lesley. A las cinco de la tarde de aquel mismo día, M3 llamó de nuevo. Una voz suave, profunda, anunció a Alick que pronto recibiría carta de su esposa. Dicha carta llegó a la mañana siguiente, día de Año Nuevo, procedente de la Oficina de Correos de Tottenham, al noroeste de Londres. Llevaba sello de urgencia y el matasellos correspondía a las 6,45 de la tarde anterior.

La carta, escrita de puño y letra de Muriel, decía así:

«QUERIDO ALICK, estoy asustada y tengo frío. Sólo hay una manta. Por favor, haz lo que sea para que pueda volver pronto a casa. Por favor, coopera o no lo podré resistir. Muriel.»

Después de la firma, la carta continuaba:

«Pienso continuamente en ti, en nuestra familia y en los amigos. Siempre hemos vivido tranquilos, cariño mío. ¿Qué he hecho yo para pasar por este trance? ¿Podrás arreglarlo en seguida?»

La carta pasó inmediatamente a manos de Scotland Yard para su estudio. La policía y la familia discutieron la conveniencia de publicarla en la prensa. Existía la posibilidad de que, al darla a conocer, aumentara el peligro para la vida de Muriel. Por otra parte, el marido era hombre de prensa y su yerno David Dyer dirigía una empresa propia; es decir, eran personas acostumbradas a tomar decisiones tajantes. Por fin, decidieron darla a conocer suponiendo que la publicidad asustaría a los miembros del Mafia Tres.

La carta apareció al día siguiente en la mayoría de los periódicos del país. David Dyer convocó una rueda de prensa: «Estamos convencidos de que la señora McKay está prisionera en alguna parte», dijo. Después hizo una llamada a los raptores: «Seguimos esperando que se pongan en contacto con nosotros.» Les pidió «instrucciones definitivas» sobre el pago del rescate, aunque la cantidad en discusión, un millón de libras, no llegó a mencionarse.

La familia estaba de acuerdo en intentar un procedimiento para rebajar la cifra exigida por los delincuentes. Se trataba de exagerar la enfermedad de Alick, que había sufrido un ataque muy grave en 1967 y de hacerles saber la necesidad que tenía Muriel de seguir un tratamiento de inyecciones y pastillas con objeto de cuidar una artritis que en realidad padecía sólo ligeramente.

Mientras tanto, la Oficina de Investigación Criminal de Scotland Yard se adentraba en los bajos fondos de la ciudad intentando obtener alguna información a través de sus confidentes.

No había ni siquiera un rumor. Se ignoraba quién o quiénes eran los responsables. Aparentemente habían llevado a cabo el secuestro con pericia, pero aparecían como unos aficionados chapuceros presentándose como mafiosos, exigiendo el rescate en una llamada a través de operadora y admitiendo haberse confundido de rehén. Habían supuesto que como McKay estaba relacionado con Rupert Murdoch por razones de trabajo, en un momento de crisis ellos tendrían acceso a la fortuna del magnate, pero no era así y su posición económica era solamente acomodada.

El día de Año Nuevo, M3 volvió a llamar exigiendo el rescate. No hubo más noticias de los secuestradores hasta el 10 de enero; ese día Stafford Somerfield, director del News of the World, recibió una carta de los secuestradores. En ella protestaban porque el teléfono de Arthur Road estaba «pinchado» y así era. Los McKay recibían gran cantidad de llamadas en las que se les ofrecía ayuda o se les gastaba bromas.

Somerfield advirtió que algunas palabras tenían faltas de ortografía. En la carta amenazaban con «deshacerse» de Muriel a menos que la familia pagara el millón de libras.

El News of the World publicó dicha carta al día siguiente. Por primera vez se daban a conocer las condiciones para la liberación de la señora McKay. El 14 de enero, M3 volvió a llamar. «Diga a McKay que quiero un millón», dijo la voz.

La llamada se repitió aquel mismo día en la casa de la víctima. El tono empleado por M3 iba siendo cada vez más agresivo.

-Coopere y volverá a tener a «madame» en casa -dijo el secuestrador. Y añadió que el tratamiento de Muriel les estaba costando «una fortuna».

Alick McKay no pudo soportar la tensión y durante la conversación telefónica que mantuvo cinco días más tarde con los secuestradores perdió los nervios. M3 le exigía un anticipo de 500.000 libras esterlinas.

-¡Traiga un arma y máteme aquí mismo en vez de imponerme condiciones imposibles de cumplir -dijo Alick-. ¡Deberían matarme ahora!

Mafia Tres continuó atormentándolo:

-Si no coopera, la culpa de no volver a ver a su mujer será sólo suya… y es una persona encantadora.

A raíz de esta conversación decidieron que, en adelante, el interlocutor de M3 sería el hijo. Ian fue, desde el comienzo, el miembro de la familia que reaccionó con más serenidad ante los acontecimientos. Consideraron que era la persona más capacitada para mantener el contacto telefónico con los secuestradores.

-Era patente que no estábamos tratando con profesionales -afirmó el comandante Guiver, quien dirigía la investigación desde Scotland Yard-. Para ellos era como una pelea entre indios y cow-boys.

El 22 de enero llegó otra carta de Muriel dictada obviamente por M3. Insistía en que’mantuvieran a la policía «al margen del asunto». El sobre contenía también una nota dirigida a Dianne Dyer, la hija mayor. En ella decía Muriel: «Te vi en la TV». Sin embargo, la joven no apareció en TV hasta el 9 de enero.

En el sobre encontraron también un plano detallado para el pago del rescate. El intercambio se fijaba para el domingo 1 de febrero. Daba la impresión de que el M3 se encontraba profundamente alterado. El viernes 23 de enero les llamaron en tres ocasiones. Los secuestradores insistían en su amenaza de asesinar a la señora McKay si no se obedecían sus órdenes.

El lunes 26 de enero llegaron dos cartas de Muriel dictadas de nuevo por el M3. Acusaban a Alick de traición por recurrir a la policía y por no cooperar «con la banda». Dentro del sobre enviaban dos muestras de la ropa que vestía la señora McKay en el momento de su desaparición: un traje verde y una chaqueta de cuadros. Incluían también un trozo del charol de los zapatos de Muriel.

Además, había una nota que decía así: «Le envío la última nota que puede retrasar la ejecución de su mujer. A menos que usted arregle nuestro asunto el 1 de febrero, la liquidaremos sin falta el 2 de febrero de 1970. Y exigimos el millón de libras completo.»

La primera llamada de los secuestradores a Alick McKay se efectuó desde una cabina situada en el exterior del hotel Bell Motor en las proximidades de Epping Forest, Essex. Al día siguiente, 31 de diciembre, la prensa nacional publicó una fotografía de dicha cabina en un intento por localizar a algún testigo que hubiera visto a la persona que hizo la llamada.

Poderes psíquicos

Cuatro días después del secuestro, la familia McKay se puso en contacto con el famoso vidente alemán Gerard Croiset, cuyos poderes psíquicos habían sido aprovechados con éxito en decenas de casos criminales en todo el mundo.

Un amigo de la familia hizo un viaje a Utrecht con una composición fotográfica de Muriel y un mapa de Londres y sus alrededores.

Después de concentrarse, Croiset habló de «un granero blanco… hay árboles y otro granero verde». Mencionó otros detalles como el de que los raptores habían tomado una carretera norte-noroeste al salir de Londres. «si no aparece dentro de 14 días es que ha muerto», les previno.

La policía siguió aquella pista hasta llegar a una granja desierta en el límite de Essex-Hertfordshire pero no encontró nada sospechoso. La granja en cuestión estaba situada al sur de Bishop’s Stortford, en Hertfordshire.

La última petición

En su última carta exigiendo un millón de libras por el rescate, el M3 intentaba aparecer como un grupo internacional formado por criminales despiadados.

“Este es nuestro cuarto chantaje”, decía la carta. “Ya hemos obtenido tres millones y medio de libras sin matar a nadie: fueron lo suficientemente listos como para pagar…”

La nota amenazaba cruelmente a McKay señalando a su hijo Ian como la próxima víctima. “Nuestra organización va a tener la suerte de continuar sus actividades en algún lugar de Australia, donde intentará también localizar a su hijo Ian…”

Este escrito confirmó la impresión del comandante Guiver de que el M3 estaba jugando a indios y vaqueros. La carta continuaba: “Esto es un ultimátum y por lo tanto no consentimos que Ian McKay nos diga lo que tenemos que hacer. Nosotros mandamos y ustedes obedecen”.

La carta llevaba la firma del M3.

Últimas cartas

Las últimas noticias que Alick McKay tuvo de su mujer fueron dos cartas manuscritas que recibió el 26 de enero de 1970. El sobre era igual al que M3 había usado cuando envió la segunda petición de rescate e incluía algunos trozos de la ropa de Muriel.

Las cartas iban garabateadas en un papel barato y en algunos lugares mostraban manchas de tinta. La primera decía así:

«Querido Alíck… Si pudiera volver a casa… No puedo creer que esto me esté ocurriendo a mí… esta noche… pienso en ti… te veo… Pero no tengo ninguna esperanza… esto es todo lo que puedo decirte. Me has traicionado acudiendo a la policía y no cooperando con la banda M3… Con todo cariño de Muriel”.

La segunda carta estaba escrita precipitadamente y un extremo del papel aparecía rasgado.

“Querido Alick… No parece que me estés ayudando. Te suplico de nuevo que cooperes con la banda M3”.

El sobre traía matasellos de Wood Green, al noreste de Londres. Nunca llegó a saberse en qué momento fue escrita.

PUNTO DE MIRA – La carretera solitaria

La policía no obtenía resultados en la búsqueda de la señora McKay. Por fin, atravesando Londres, se internaron en los inhóspitos páramos de Hertfordshire.

A pesar de las afanosas pesquisas realizadas por cientos de agentes durante varios meses, la policía no encontraba rastro de la señora McKay. En un principio las únicas pistas sobre su paradero procedían de las cartas y las llamadas de los secuestradores y de sus intentos por conseguir el dinero del rescate en determinados lugares. Las investigaciones iniciales se llevaron a cabo en enero y primeros de febrero en la zona de Wimbledon Common, cerca de la casa del matrimonio y en ciertos puntos del norte de Londres y de Epping Forest.

Cuando posteriores investigaciones les condujeron a Rooks Farm, la policía creyó haber conseguido algo definitivo. Sin embargo, las pesquisas resultaron infructuosas y los Hosein no confesaron nunca. Quizá fuera este el aspecto más siniestro del caso: la desaparición de la señora McKay sin dejar ninguna huella.

Los alrededores de la granja eran extraordinariamente frondosos. Los oficiales colocaban sus cascos en unos postes improvisados antes de iniciar la búsqueda. Esta se prolongó durante siete meses.

AL ACECHO – La espera en la oscuridad

Scotland Yard no tenía intención de permitir el pago del secuestro. Se preparó una trampa, pero el primer intento fracasó. La segunda parecía también destinada a fallar cuando una sencilla pista condujo hasta los secuestradores.

El domingo 1 de febrero de 1970 cuatro policías armados montaban guardia en el exterior del número 20 de Arthur Road. En el interior se encontraba una elevada suma en billetes de banco impresos especialmente para la ocasión y destinados a pagar el primer plazo del rescate de Muriel McKay. Aquellos billetes eran falsos. El Banco de Inglaterra accedió a imprimirlos con la condición de que fueran destruidos inmediatamente después de la operación. Los policías eran conscientes de que si aquel dinero llegaba a manos de la banda, la suma podía desvanecerse. Los ladrones profesionales eran capaces de convertir la moneda falsa en bienes inmuebles inmediatamente.

M3 exigió que Ian McKay fuera el encargado de entregar la suma sin ningún acompañante; finalmente, consintió en que un chófer le condujera a la cita. Sin embargo, el jefe Guiver y el superintendente Smith no tenían la menor intención de permitir que ningún miembro de la familia llevara a cabo la gestión. Eligieron al detective Roger Street para sustituir a Ian McKay y al inspector jefe Minors para actuar como chófer.

El Rolls-Royce de Murdoch con los billetes falsos guardados en un maletín colocado en el suelo del coche, se puso en marcha a las nueve de la noche. A lo largo del recorrido se les unieron unos turismos normales que se situaron delante y detrás del automóvil. Había 200 policías en situación de alerta y muchos de ellos estaban armados.

Poco antes e la medianoche, Street y Minors llegaron al primer punto indicado en el plan del M3, una cabina telefónica en Church Road, Tottenham. A las 10,05 sonó el teléfono.

-¿Quién habla ahí? -preguntó una voz masculina-. «Ian McKay» -contestó Street-. Su interlocutor le ordenó dirigirse hacia el norte por Cambridge Road y esperar una nueva llamada en la cabina de Southbury Road.

-Cualquier error puede ser fatal -amenazó la voz.

En Southbury Road, Street y la banda volvieron a ponerse en contacto. Estos dijeron que las instrucciones estaban escritas en un paquete de cigarrillos Piccadilly tirado en el suelo. Obedeciendo las indicaciones del paquete, Street y Minors continuaron hacia el norte por la A-10 hasta High Cross en Hertfordshire y se detuvieron delante del poste indicador de Dane End, el pueblo siguiente.

Allí debían dejar el maletín, en el punto exacto que señalaban unas flores de papel.

Street y Minors, después de obedecer aquellas instrucciones, dieron la vuelta dirigiéndose a la primera cabina de Tottenham donde debían aguardar. El superintendente Smith, que había seguido al Rolls-Royce hasta el poste de Dane End, se introdujo en la cabina de un camión de café a unos 800 metros del lugar de la entrega y apagó los faros.

Eran las 11,45, cuando éste vio un turismo Volvo azul oscuro que giraba en redondo en dirección a Londres. Dentro viajaban dos hombres de color. Smith se dio cuenta de que uno de los faros traseros no funcionaba.

Durante varias horas Smith y una docena de policías escondidos esperaron en vano que alguien acudiera a recoger el maletín. Por fin lo hicieron Street y Minors, regresando con el dinero al número 20 de Arthur Road.

M3 volvió a llamar el 3 de febrero. La misma voz profunda ironizó:

-Al jefe le hizo gracia ver a todos aquellos coches rodeando el punto de encuentro.

El portavoz de la banda increpó a McKay y advirtió que se iba a reunir con un grupo de intelectuales, semiintelectuales y rufianes, «quienes decidirán el momento de la ejecución de Muriel». Daba la impresión de que el jefe formaba parte del grupo intermedio porque M3 dijo:

-Voy a interceder por su «mamá» ante los semiintelectuales. Me gusta su «mamá»,¿sabe? Me recuerda a mi «mamá».

Volvieron a llamar en seguida para anunciar un retraso en la ejecución. Iban a hacer un último intento para obtener el dinero del rescate. Daban los detalles del plan trazado para depositar la suma y fijaban la fecha del viernes 6 de febrero, dos días después de que Muriel cumpliese 56 años.

Aunque M3 no demostró haber reconocido a los policías tras sus disfraces, los secuestradores decidieron que aquella vez los encargados de entregar el dinero serían Alick McKay y Dianne Dyer. En esta ocasión el encargado de sustituir a McKay fue el detective Minors y Joyce Armitage, una oficial de policía, cubierta con una larga peluca rubia y vistiendo un abrigo rosa, iba a representar el papel de Dianne Dyer. En el conjunto de la investigación, ésta era, probablemente, la última oportunidad de dar con los secuestradores.

La policía decidió no poner coches de seguimiento al Rolls-Royce; así pues, el inspector John Bland se agazapó en el maletero del automóvil con un revólver, una bombona de oxígeno y varias botellas de agua.

El Rolls-Royce partió de Arthur Road a las cuatro de la tarde del día 6 de febrero. El primer punto de contacto fue de nuevo una cabina telefónica al noreste de Londres, en Church Street, Edmonton. Desde ella, «Alick y Dianne» se dirigieron directamente a otra situada en Bethnal Green Road, al este de Londres.

-Si vemos a un policía por los alrededores, mataremos a Muriel -dijo M3 a Minors.

La pareja, siguiendo instrucciones, aparcó en Theydon Bois, al este de Londres, donde tomó el metro en dirección a Epping. Bland salió del coche sigilosamente y viajó cerca de ellos.

A las 7,45 de la tarde, ya en Epping, una nueva llamada telefónica les obligó a tomar un taxi hasta Bishop’s Stortford, una ciudad ferias a 60 kilómetros de Epping, en el condado de Essex. M3 dijo a Minors (McKay) que en Bishop’s Stortford se encontrarían con una gasolinera llamada Gates Garage. A continuación estaba la tienda de Coches Usados Gates. Una minifurgoneta con matrícula UMH 587 F estaba aparcada en el patio. Los dos maletines que contenían el dinero del rescate deberían quedar apoyados junto al seto, en frente del coche.

El detective era consciente de que los secuestradores esperarían una actitud hostil por parte de McKay.

-¿Dónde está mi mujer? -preguntó a voces por teléfono. M3 respondió que Muriel le llamaría a la cabina de Epping una vez que ellos tuvieran el dinero en su poder.

-Usted deje el dinero y confíe en nosotros; ya sabe que contamos con rifles telescópicos de gran precisión.

Minors alquiló un coche. Él y la mujer policía ocuparon los asientos delanteros mientras Bland se ocultaba silenciosamente en el maletero. Cuando llegaron a Coches Usados Gates, se deslizó fuera, escondiéndose tras el seto de un jardín contiguo. Minors y Armitage colocaron los maletines frente al Mini. Debajo de éste se agazapaban, inmóviles, dos policías armados. A un kilómetro aproximadamente, el superintendente Smith esperaba en el interior de un coche patrulla. También había una helicóptero preparado para despegar con agentes armados a bordo. Ambos policías regresaron a la estación de metro de Epping.

Poco después de las 9 un Volvo azul oscuro, matrícula XGO 994 G del que solamente funcionaba un faro trasero, apareció lentamente y se detuvo junto a los maletines. Lo ocupaban dos hombres. El conductor, un joven de color, se asomó, pero al oír el sonido de un claxon, arrancó rápidamente. Volvieron a pasar otras cuatro veces junto al dinero. En tres ocasiones estuvieron a punto de recogerlo. La cuarta ya fue demasiado tarde. Un transeúnte vio los maletines y después de avisar a la policía local, se quedó vigilándolos. Cuando llegaron los agentes, el Volvo había desaparecido.

Inmediatamente se conoció la identidad del propietario del vehículo. Al día siguiente, Smith, acompañado de varios policías, se presentó en Rooks Farm, una pequeña finca del pueblo de Stocking Pelham, cerca de Bishop’s Stortford. El propietario de la granja era Arthur Hosein, de 33 años, nacido en las Indias Occidentales. Su hermano Nizamodeen, de 22 años, vivía con él. Hosein negó conocer el caso de la señora McKay y propuso a los policías que registraran la granja.

Rumores de venganza

Uno de los rumores que se extendió con mayor insistencia fue el de que el secuestro de Muriel McKay fue un acto de venganza contra el News of the World, la empresa en la que trabajaba su marido. El periódico había recibido fuertes críficas por haber comprado las memorias de Christine Keeler, la joven comprometida con el escándalo Profumo, un caso de espionaje descubierto en 1963.

El rumor aumentó en intensidad a raíz de la publicación de una carta anónima dirigida el día de Año Nuevo al Hornsey Journal del norte de Londres. «Escribo a ese periódico porque no intenta corromper a la juventud como el News of the World», decía la carta. «¿Cómo es que esa deleznable empresa me cree capaz de asesinar a la señora McKay?»

La carta fue distribuida y publicada en muchos periódicos. La policía descubrió al autor pero no presentó cargos contra él.

La dama disfrazada

La mujer detective ayudante Joyce Armitage representó el papel de Dianne Dyer, la hija menor de los McKay en el segundo encuentro con los raptores. Tenía una amplia experiencia en el trato con los más empedernidos delincuentes.

Armitage era miembro de la Brigada Volante de Scotland Yard. Había nacido en Linthwaite, Yorkshire, y solía disfrazarse para representar determinados papeles. Se negaba a ser fotografiada o a dar información sobre su vida privada.

Muchas de sus actividades en la Brigada Volante consistían en actuar como una vulgar ama de casa para vigilar sospechosos, como compradora de artículos robados o como esposa del comprador. Cuando se produjo la llamada a la cabina de Bethnal Green Road, la detective fue requerida por los secuestradores. «Estoy muy trastornada», sollozó haciendo una imitación perfecta de la voz de Dianne Dyer, «por favor, hable con papá». Le quedó el consuelo de saber que había engañado al M3.

El investigador

El detective jefe superintendente Wilfred Smith dirigió toda la operación que culminó con la detención de los secuestradores. Había ascendido al cargo en noviembre de 1969, un mes antes del suceso, pero su carrera como detective se inició en 1952.

Smith nació en Burnley, Lancashire, en 1922, era hijo de un mecánico y en 1940 se enroló en la RAF. Intervino en acciones en Oriente Medio y en el Sudeste de Asia, volando en los bombarderos Wellington. A los 22 años obtuvo la categoría de oficial.

Después de entrar en la Policía Metropolitana Londinense en 1947, Smith ascendió rápidamente en el escalafón y unos años antes del secuestro de la señora McKay ya había resuelto varios complicados casos de asesinato. En el mes de agosto de 1968, Smith detuvo a un estudiante de bioquímica acusado del asesinato de un camarero que lo había expulsado del bar. En septiembre de 1969 resolvió el caso de una anciana de 78 años degollada por una hija trastornada.

PRIMEROS PASOS – Afán de respetabilidad

Los hermanos Hosein crecieron en las Indias Occidentales enfrentados con la vida. Emigraron a Inglaterra en busca de riqueza y de prestigio social.

Arthur y Nízamodeen Hosein nacieron en la comunidad musulmana de Dow, un pueblo de Trinidad cercano a Puerto Príncipe, capital del país. Aquella comunidad estaba compuesta en su mayor parte por viejos obreros hindúes. El padre de los secuestradores, Shaffi, un prestigioso sastre, era el más anciano de la mezquita local. Él y su mujer, Siffiram, educaron a sus siete hijos según los preceptos del Corán. Shaffi Hosein era también el delegado local del Partido Demócrata del Trabajo.

Arthur Hosein nació el 18 de agosto de 1936; siempre fue un muchacho fanfarrón y dominante, aunque muy trabajador y dispuesto a todo con tal de conseguir sus propósitos. «Arthur fue un aventurero desde niño», comentó su hermano Charles, maestro de escuela en Dow. «Tenía el afán de llegar a ser alguien y le gustaba destacar.» Cuando acabó sus estudios en la Escuela P Esperanza, buscó consejo sobre el modo de hacer realidad sus proyectos. Se veía atrapado por la escasez de oportunidades en su país natal. «Me preguntó lo que tenía que hacer para llegar a ser un hombre de una vez», recordaba el director de la escuela, David Beharry. «Yo le dije que en primer lugar debía ser siempre sincero.» Antes de hacerse cargo del negocio de su padre trabajó en el local comercial de la escuela.

Sin embargo, el hecho de triunfar en la isla de Trinidad no le satisfacía. Deseaba irse al extranjero, hacer fortuna y regresar como un héroe.

En septiembre de 1955 se trasladó a Gran Bretaña, donde trabajó en primer lugar como escribiente en un despacho y después en la ICI de Bimingham en calidad de inspector de depósitos de fuel, con un sueldo que no llegaba a las 10 libras semanales. Desalentado ante esta falta de progresos, decidió volver al negocio de sastrería y se trasladó a Londres, donde alquiló un local para su taller en Mare Street, Hacimey. Allí entró en contacto con los sastres de «baratillo» del East End.

En seguida comenzó a ganar unas 100 libras semanales como cortador en una de las más famosas sastrerías de la zona. Alardeaba de su éxito por las tabernas del barrio, invitando a beber lo mismo a conocidos que a desconocidos pagando unas cuentas que solían ascender a 10 libras cada vez. La gente le llamaba «Arthur el chiflado» a sus espaldas.

El servicio militar vino a interrumpir esta época triunfal. Acabó en una prisión militar tras desertar del Royal Pioneer Corps en 1960.

El 18 de mayo de aquel mismo año Arthur contrajo matrimonio con Elizabeth, una mujer alemana diez años mayor que él. Cuando le licenciaron, se trasladaron a Ongar, en Essex. Tuvieron una hija, Fareed, y un hijo, Rudeen. La familia de Trinidad recibía continuas noticias sobre sus «negocios en la ciudad» y sobre Rooks Farm, la «casa de campo» que había adquirido en el pueblo de Stocking Pelham en 1968.

El menor de los siete hermanos Hosein, Nizamodeen, más conocido por Nizam, estaba impresionado por los éxitos de Arthur. Buscaba en su hermano mayor ayuda y protección. Nunca había sido un niño feliz y sufría frecuentes depresiones. Cuando terminó la High School Excelsior, su padre le contrató como chófer, lo que le convirtió en el hazmerreír de la escuela. Durante un año no encontró un trabajo propiamente dicho hasta que se colocó de cronometrador.

En su juventud Nizam se vio envuelto en dos episodios de violencia. En diciembre de 1967 atracó e hirió a su hermano Charles con una navaja, aunque en el juicio se desestimó el cargo de premeditación. En marzo de 1969 su padre le denunció por asalto y agresiones, pero el caso no llegó a los tribunales. En aquella época Arthur le animó para que se reuniera con él en Inglaterra y estudiara contabilidad. Nizam llegó en mayo de 1969, instalándose inicialmente en Surrey con su otro hermano, Adam, que vivía allí hacía varios años. En agosto de 1969 se trasladó a Rooks Farm.

Sin condecoraciones

Arthur y Nizam Hosein fueron declarados inútiles por las Fuerzas Armadas británicas. Arthur cumplió el servicio militar en el Royal Pioneer Corps, de donde se ausentaba continuamente sin permiso, por lo que en 1960 le declararon desertor. «Era con gran diferencia el peor soldado que he tenido la desgracia de padecer a mis órdenes», manifestó un oficial. Arthur fue condenado a seis meses de prisión. Se dirigió a la celda gritando: «¡Un día tendré un millón!»

Nizam entró en Gran Bretaña con un visado de turista en mayo de 1969. No disponía de más medios que el dinero para sus gastos que recibía en Rooks Farm a cambio de cuidar los animales. Intentó alistarse en la RAF pero se presentó en Northolt, Middlesex, para la entrevista vestido con vaqueros y una camisa raída. En cuanto pidió un cigarrillo al presidente del tribunal entrevistador le comunicaron que no era apto para el cuerpo.

El reaccionó acusando a los mandos de prejuicios raciales.

LA BÚSQUEDA – Revolviendo el terreno

Los expertos buscaron en la granja solitaria durante meses sin encontrar rastro de la mujer desaparecida. Sin embargo, las pruebas eran tan evidentes que ambos hermanos fueron acusados de secuestro.

Rooks Farm distaba unos 60 kilómetros de Londres. Constaba de dos edificios del siglo XVII unidos en una sola construcción con las dependencias situadas en las cinco hectáreas de tierra que comprendía la finca. Los alrededores eran fríos y estaban escasamente poblados. El pueblo de Stocking Pelham estaba formado por una serie de casas edificadas a ambos lados de la carretera. Rooks Farm era una de las más alejadas.

Los detectives iniciaron su tarea por las habitaciones. En el cuarto de los niños hallaron unas flores de papel fabricadas con el mismo material que las que habían servido de señal en el primer intento de pago del rescate.

La cuestión prioritaria era encontrar a la señora McKay, de la que no había ni rastro. En el primer registro no se encontraron pruebas que demostraran que hubiera estado en Rooks Farm. Sin embargo, las circunstancias que implicaban a la familia Hosein en el secuestro, o por lo menos en la petición de rescate, eran evidentes.

John Bland, el oficial que había estado escondido en el jardín próximo a Coches Usados Gates identificó a Nizam Hosein como el conductor del Volvo. John Quarry, uno de los agentes que se ocultó debajo del Mini durante la noche reconoció a Arthur como su acompañante.

En el dormitorio del primero encontraron un cuaderno rayado en azul. El papel era sensiblemente igual al que había usado Muriel McKay para garabatear sus cartas. En un bolsillo de los pantalones de Nizam apareció una nota con el número que Coches Usados Gates había adjudicado al Mini. En otro lugar de la casa los agentes descubrieron un rollo de esparadrapo como el que quedó en el cuarto de estar de Arthur Road y unos cigarrillos Piccadilly, la marca del paquete tirado en el suelo de la cabina telefónica cuando los raptores trataron de hacerse con el dinero por primera vez.

En la cocina había una herramienta curvada, una especie de machete empleado en el campo, igual al que encontró Alick McKay en su cuarto de estar.

Arthur, el más hablador de los dos hermanos, explicó:

-Me la ha prestado un amigo granjero. Quería despedazar un becerro, pero lo hizo Nizam.

El superintendente Smith interrogó a éste sobre el becerro muerto.

-Se lo echamos a los perros -repuso el joven con su voz serena y apagada.

Los Hosein fueron trasladados a la comisaría de Kingston en distintos coches. Los policías consideraban vital aquella separación en el caso de que tuvieran que detener a alguno de ellos.

El jefe Smith estaba convencido de que los hermanos eran los autores del secuestro y petición de rescate. Pero era consciente de que no existía la menor pista que relacionara directamente a Muriel McKay con Rooks Farm.

Durante el recorrido hasta la comisaría, Arthur parecía empeñado en impresionar a Smith hablando incesantemente de sí mismo, asegurando que provenía de una familia pudiente, que su hermano era una especie de «santo» y que él mismo iba a presentarse a candidato local.

En la comisaría de Kingston, Nizam Hosein estuvo a punto de derrumbarse. En dos ocasiones intentó el suicidio. Durante el interrogatorio exclamó de repente: «Pero ¿qué ha hecho Arthur conmigo?» Cuando indagaron sobre sus actividades el día 29 de diciembre, fecha del secuestro, replicó: «¿Dónde dice Arthur que estuvo? Yo estaba con mi hermano Arthur.» Entonces le preguntaron directamente si el 29 de diciembre estaba en Wimbledon. Él se desmoronó, susurrando: «Mátenme. ¿Qué he hecho? Arthur siempre me ha causado problemas.»

Una vez y otra, el callado y temeroso hermano menor pareció a punto de confesar, pero siempre se arrepentía en el último instante, demostrando así el miedo que le inspiraba Arthur.

Este, por su parte, en el interrogatorio que se efectuó en una dependencia distinta adoptó una actitud completamente diferente. Se mostró vanidoso, charlatán y engreído. Parecía tener respuesta para todo a pesar que se detectaron sus huellas dactilares en las notas de petición de rescate, en los paquetes de tabaco Piccadilly y en el periódico People que Alick encontró en el hall de su casa.

Estos hechos le implicaban en el secuestro de la señora McKay, así como en las peticiones de rescate. Sin embargo, cuando el jefe Smith intentó presionarle, Arthur Hosein adoptó una actitud de arrobo y dijo: «Tienen ustedes un caso muy difícil entre manos . Le ayudaré en todo lo que pueda.»

El martes 10 de febrero de 1970 los Hosein fueron acusados del secuestro y asesinato de la señora McKay y de exigir un millón de libras con amenazas de muerte. Al día siguiente se produjo la primera de las 17 comparecencias que tendrían lugar ante los magistrados de Wimbledon antes del juicio. Ambos hermanos permanecieron en silencio. Nizam se negó a colaborar con sus abogados durante seis semanas. Arthur, al contrario, disfrutaba dictando largas declaraciones a sus defensores.

Los registros en Rooks Farm no daban resultado. Más de cien policías se dedicaron a escudriñar el terreno palmo a palmo durante el fin de semana siguiente al arresto. La zona estaba casi cubierta de nieve y Elizabeth Hosein servía té a los investigadores continuamente. Había pasado las vacaciones de Navidad en Alemania con sus hijos y no regresaron hasta el 3 de enero.

En la búsqueda intervinieron gran número de perros policías y se hicieron indagaciones en los locales del pueblo. Un agente se introdujo mediante una polea en el pozo abandonado de la granja sin resultado.

Empezaban a circular los rumores más disparatados. Algunos llegaron a decir que la señora McKay había servido de alimento a los cerdos y varios granjeros escribieron a la policía asegurando que tal hecho era muy posible y que además no dejaba huellas.

Durante la primavera y el verano de 1970 continuaron los registros exhaustivos en la granja sin obtener ningún rastro que confirmara la estancia de Muriel McKay en ella. No se consiguieron nunca.

Las pistas en las peticiones de rescate

Los comunicados de los secuestradores procedían del norte de la ciudad o de condados norteños. La primera carta fue depositada en un buzón de Tottenham y la segunda cerca de Wood Green. La primera llamada se efectuó desde una cabina en la A-11 cerca de Epping.

El primer intento de entrega condujo a la policía a una cabina telefónica de Tottenham y a otra de Southbury Road, Enfield, después. Las instrucciones aparecidas en el paquete de cigarrillos les llevaron al cruce de Dane End Road.

El segundo intento se llevó a cabo a través de las cabinas de Edmonton y de Bethnal Green Road. La pareja tomó el metro desde Theydon Bois a Epping y después un taxi hasta Coches Usados Gates,

Decoración de la granja

Arthur Hosein alardeaba de su buena posición económica y trató de decorar la granja de acuerdo con ella. En el salón de la planta baja instaló una barra de bar semicircular blanca y dorada y disfrutaba sirviendo bebidas a sus invitados, que se acomodaban en los altos taburetes. El cuarto de baño estaba revestido de paneles de madera y la bañera era de color coral.

Arthur convirtió una de las dependencias en taller de sastrería, pero la cochiquera y los demás cobertizos estaban sucios y descuidados.

Según los vecinos de Stocking Pelham, los perros guardianes revelaban el auténtico carácter de los Hosein. Eran dos feroces alsacianos, Rex y Reggie. Cuando posteriormente Rooks Farm se puso a la venta, los agentes declinaron toda responsabilidad ante los visitantes de la finca mientras los animales permanecieran en ella.

«El rey Arturo»

El presuntuoso comportamiento le hizo merecedor del apodo de “Rey Arturo” por parte de sus vecinos. Le gustaba alardear de su riqueza imaginaria y confesaba: “Soy un caballero inglés terrateniente y un snob”. Sin embargo, dos incidentes acaecidos en 1969 le demostraron su escaso prestigio en la zona.

A primeros de año, algunos habitantes del pueblo, irritados por su arrogancia, llegaron a escupir dentro de su vaso de whisky. Hosein, indignado, abandonó el local y no volvió jamás. Una noche de octubre visitó al Jefe de Rehalas, capitán Charles Barclay, dirigiéndose a él como “Charlie”. Discutieron sobre la caza de la zona y el 5 de noviembre Arthur y Nizam hicieron que las piezas se refugiaran en un paraje extremo asustándolas con sus disparos.

Después de vengarse así de la pelea, Arthur describió al capitán Barclay diciéndole: “A pesar de todo, tengo la seguridad de que usted es todo un caballero”. El capitán aceptó tácitamente la petición de éste para unirse a los cazadores, aunque creía que el peticionario no sabía montar a caballo.

Las pistas de la desaparición

Los investigadores encontraron abundantes pruebas en Rooks Farm y en sus alrededores después de la detención de los Hosein. Pero aunque dichas pruebas reforzaban las sospechas contra Arthur y Nizam, no obtuvieron la que demostrara irrevocablemente que Muriel McKay había estado en la granja.

Se removió gran parte del terreno, aunque solamente hallaron el esqueleto de un zorro. Dragaron los pantanos e interrogaron al arquitecto que había rehecho las viviendas antes de que Arthur comprara la granja. Él aseguró que no existían habitaciones ocultas o tabiques falsos. También desmontaron las chimeneas sin resultado.

La policía averiguó inmediatamente que los Hosein compraban el People todos los domingos; en el porche de Alick McKay aparecieron restos de ese periódico el día de la desaparición de Muriel. Esto parece indicar que los secuestradores lo usaron para envolver la herramienta que les permitió entrar en casa de la víctima.

En uno de los sobres que contenían las peticiones de rescate enviadas a McKay aparecen las huellas dactilares de Arthur Hosein, así como las de la palma de su mano en la página del periódico People abandonado en casa de la víctima.

MENTE ASESINA – Ocultar la verdad

Nadie ha podido saber cómo murió Muriel McKay. Los hermanos Hosein guardan el secreto.

Arthur y Nizam Hosein presentaban sorprendentes contrastes en su carácter y en su apariencia. Arthur, bajito y rechondo, era un conversador locuaz, siempre pendiente de sus interlocutores, fanfarrón y deseoso de halagos. Nizam, doce años menor, era flemático y callado. Hablaba poco y demostraba una tranquilidad que los periodistas que asistieron al juicio calificaron de irritante. Era imposible de todo punto adivinar sus pensamientos.

Ambos hermanos mostraban tendencias agresivas. El mayor compró dos perros salvajes alsacianos como guardianes de su finca y montaba en cólera ante la sospecha del más leve desaire hacia su persona. El menor había sido denunciado dos veces, antes de llegar a Inglaterra, por agresiones con navaja. Pero continúa el misterio sobre el tipo de violencia, si la hubo, que emplearon en el secuestro al comprobar que se trataba de una persona equivocada. Su propósito era raptar a Anna, la mujer de Rupert Murdoch.

El proyecto fue, casi con toda certeza, obra de Arthur. Murdoch representaba todo lo que él ansiaba llegar a ser y se consideraba con derecho a conseguirlo.

El plan para secuestrar a la señora Murdoch tenía como objeto aparente el de conseguir una fuerte suma de dinero, pero estaba aumentado por la envidia y el despecho de Arthur Hosein. El rapto iba a provocar una batalla entre la mente privilegiada de Murdoch y la suya propia, dándole la oportunidad de demostrar que él era el más inteligente.

En cuanto identificó a la víctima como Muriel McKay, una persona desconocida socialmente, debió encolerizarse. Si la tuvieron oculta en alguna de las dependencias de Rooks Farm custodiada por los dos feroces alsacianos, la mujer pudo morir por una mezcla de pánico, de frío y de acobardamiento.

William Cooper, el novelista que siguió el proceso y a continuación escribió el libro ¿Se llegará a saber?, basado en el caso, afirmaba que, de los dos hermanos, Nizam era, más que Arthur, capaz de la violencia más extremada. «Si alguno de ellos, el primero voluble, extrovertido, escurridizo e inquito, el segundo siempre callado distante y sosegado, es un esquizoide, lo más probable es que lo sea el callado, distante y sosegado. Y es sabido que el tipo esquizoide asesina sin ningún escrúpulo.»

Cooper manifestó que la mayoría de los reporteros estaban de acuerdo en que Nizam había sido el autor de casi todas las crueles y torturantes llamadas telefónicas. Durante los interrogatorios éste sollozó, trató de suicidarse y suplicó que lo mataran. Pero cada vez que se acercaba al límite del agotamiento reaccionaba y continuaba resistiendo.

Su hermano Arthur actuaba de modo distinto. Cuando se veía acorralado caía en la incoherencia, prometiendo a la policía colaborar a través de sus comunicaciones con el más allá.

Aun en los careos, los hermanos Hosein daban la impresión de estar de acuerdo. Las insinuaciones que hacía cada uno de ellos sobre los contactos del otro con personajes siniestros, carecían de peso. Nadie creía que hubiesen ignorado sus respectivas actividades viviendo juntos en Rooks Farm.

Nizam llegó a Gran Bretaña cuando su hermano Arthur había perdido la esperanza de convertirse en un terrateniente integrado en su entorno. Aunque ansiaban aquella aceptación, ambos sospechaban que el color de su piel era un inconveniente para lograrla. Por fin, el secuestro se convirtió en un último y desesperado intento.

Es posible que el asesinato de Anna Murdoch no entrara en sus cálculos y Muriel McKay murió porque sus defraudados secuestradores se habían confundido de rehén.

A finales del año en que se produjo el secuestro de Muriel, Arthur Hosein estaba arruinado. En el mes de mayo había pagado 14.000 libras por Rooks Farm. Aunque aún no se había producido la impresionante subida de los años 70 en los precios de la tierra, la compra le supuso un considerable desembolso. Él ganaba unas 8.000 libras anuales, de las que había ahorrado las 5.000 que entregó al contado. El resto lo iba a pagar a plazos.

Cuando se mudaron a Stocking Pelham, Elizabeth buscó trabajo como peluquera, ya que Arthur tenía problemas para pagar los plazos y para financiar su extravagante modo de vida, que consistía en invitar a beber a diestro y siniestro.

Por otra parte, invertía muy poco en la granja, donde solamente criaba algunos cerdos, terneros y pollos. Los granjeros de los alrededores estaban convencidos de que no iba a hacerse rico con la finca.

EL JUICIO – Se descubre la trama

Los hermanos Hosein se revelaron durante el juicio como dos seres crueles y peligrosos. El uno, extrovertido e inquieto; el otro, tranquilo. Ambos de acuerdo, cometieron un crimen espantoso.

El juicio contra Arthur y Nizamodeen Hosein, acusados de asesinato, secuestro y extorsión, se abrió el lunes, 14 de septiembre, en el juzgado n.º 1 de Old Bailey.

El proceso se inició el día 16 ante Su Señoría Sebag Shaw, juez de la vista. El fiscal general, Sir Peter Rawlinson, llevaba la acusación contra la pareja. Barry Hudson representaba a Arthur y Douglas Draycott, a su hermano.

Los dos se declararon inocentes de los siete cargos que se les imputaban. El hermano mayor, vestido con traje oscuro y chaleco, se mantenía erguido, con las piernas separadas, una mano a la espalda y la otra en la barbilla. El más joven, de azul marino, miraba de hito en hito al jurado, compuesto por nueve hombres y tres mujeres, mientras prestaba juramento.

El fiscal general inició la acusación enérgicamente: «La noche del 29 de diciembre, la señora McKay desapareció de su casa en el n.º 20 de Arthur Road, Wimbledon. No se la ha vuelto a ver.» Las acusaciones de asesinato se basaban en pruebas circunstanciales y no en evidencias. «Fue el secuestro de un ama de casa proyectado de un modo brutal y despiadado… y podemos inferir que quienes amenazaron con matar, mataron.»

Sin elevar el tono, Sir Peter Rawlinson leyó las cartas escritas por Muriel a su familia y las peticiones de rescate de M3. El jurado escuchó también los amplios resúmenes de las llamadas de los secuestradores. Desde que los Hosein fueron arrestados «M3 ha mantenido un completo y profundo silencio», afirmó.

Cuando a las cinco y media terminó el informe del fiscal, el abogado de Nizam manifestó que su cliente deseaba «admitir» ciertos hechos que por supuesto no implicaban la aceptación de ninguno de los cargos.

En la declaración que leyó Draycott, Nizam admitía haber llevado a cabo ciertas investigaciones sobre el Rolls-Royce de Rupert Murdoch, haber colocado las flores en el poste de Dane End y haber conducido el Volvo a Coches Usados Gates con objeto de recoger los dos maletines. También admitió que tenía apuntado en su agenda el número del Mini en los ficheros de Coches Usados Gates.

Las huellas digitales de Arthur Hosein aparecían en el periódico People hallado en casa de McKay, en las notas de petición de rescate y en el paquete de cigarrillos Piccadilly. Esto le implicaba en todos los puntos a los que se referían los cargos excepto al de supuesto asesinato.

El 18 de septiembre, cuarto día del juicio, el tribunal pudo escuchar de labios de un testigo la descripción de la vida en Rooks Farm durante la época que siguió al secuestro.

La novia de Nizam, Liley Mohammed, enfermera, declaró que había abandonado la granja el 26 de diciembre tras producirse una discusión entre los dos hermanos por su causa. El 29 de diciembre, el mismo día del secuestro, había intentado ponerse en contacto con su novio por teléfono.

Liley Mohammed declaró que no había obtenido respuesta ni a las 8 ni a las 9 de la noche. A las 10,30 Arthur contestó a la llamada pero dijo que Nizam había salido. Ella volvió a la granja el día de Año Nuevo. «Estuve con ellos hasta el 2 de enero y durante esos días no vi más que a Nizam y a Arthur», contestó ante las preguntas del fiscal general. Dijo también que había dejado en el Volvo unas flores de papel que le había regalado un paciente como un obsequio para los hermanos Hosein.

Hudson, el defensor de Arthur, interrogó a la señorita Mohammed:

-Durante su estancia en la granja, ¿sospechó usted en algún momento que hubiera una persona escondida?

-No -declaró firmemente.

-¿Podía usted visitar sin inconvenientes las dependencias de la granja?

-Sí -afirmó ella.

Draycott, el defensor de Nizam, la interrogó sobre la muerte del ternero. Durante los últimos meses había circulado el rumor de que no era precisamente un becerro lo que los hermanos Hosein habían descuartizado.

-¿Qué impresión le produjo a Nizam la muerte del becerro? -preguntó Draycott. 

-Estaba muy alterado -repuso ella. 

Las preguntas del fiscal fueron encaminadas a averiguar los hechos que se produjeron a continuación.

-¿Con qué descuartizó al becerro? -preguntó.

-Con un cuchillo grande, como los que usan los carniceros.

-¿Visitó en alguna ocasión la jaula de los perros?

-No -respondió la joven-. Nunca.

El 22 de septiembre, séptimo día del juicio, Arthur Hosein ocupó el asiento de los testigos. Su defensor se dirigió al jurado en estos términos: «La defensa insiste en que el acusado no tiene nada que ver con este terrible delito.»

Arthur, vestido con un traje oscuro, chaleco y corbata de lazo, manifestó que la tarde del secuestro, después de trabajar en Rooks Farm dio un corto paseo en coche por los alrededores.

-¿Hizo usted alguna llamada a Wimbledon? -le preguntó su abogado.

-Yo no llamo nunca por teléfono -respondió Arthur.

-¿Qué quiere usted decir con eso? ¿Y sus llamadas de negocios?

-De esas llamadas se ocupa mi mujer.

Según transcurría el proceso se mostraba cada vez más temperamental, exponiendo sus opiniones políticas y repitiendo las acusaciones de los malos tratos sufridos durante el interrogatorio al que le sometió el superintendente Smith. Dirigiéndose al juez, Arthur exclamó agriamente: «Espero que Su Señoría se entere de estas cosas.»

Cuando Draycott, el defensor de su hermano, le interrogó a su vez, empleó una frase muy peculiar. El abogado pretendía demostrar que era el hermano dominante y le preguntó si era cariñoso con Nizam. 

-Intento ser indulgente y semiindulgente -repuso Arthur. Aquella frase sonó como un eco de otra que se escuchó entre las amenazas vertidas por teléfono. M3 aseguró que iba a asistir a una reunión de «intelectuales, semiintelectuales y rufianes».

Según iban aumentando las evidencias, Arthur se mostraba más tenso. En un momento determinado, el fiscal le hizo varias preguntas incisivas sobre las pruebas que le acusaban. El testigo extendió las manos y exclamó: «Estas manos están hechas para el arte y no para la destrucción. Yo soy un artista, no un asesino.»

Nizam Hosein ocupó el asiento de los testigos el 25 de septiembre, décimo día del juicio. Hablaba con voz inaudible y hubo que ponerle micrófono. El juez le amonestó por expresarse con murmullos.

-¿Tiene usted conocimiento de que la señora McKay estuviera alguna vez en la granja? -preguntó a Nizam.

-No, señor.

-¿Podría haber estado allí sin que usted lo advirtiera? -continuó el juez Sebag Shaw.

-Lo habría sabido -replicó Nizam-. La clave de su defensa consistía en hacerle aparecer como un joven sometido a la tiranía de su hermano. «Arthur había llegado a señalarle» encargándole las acciones que él ya había admitido ante el tribunal, pero desconociendo todo lo relacionado con el secuestro y el destino final de la señora McKay.

Las respuestas de éste eran evasivas y llegaron a convertirse en un muro infranqueable. El fiscal general le preguntó si el deseo de morir que había manifestado frecuentemente durante su detención se debía a «haber hecho algo que pudiera calificarse de espantoso».

-Prefería morir a verme acusado de asesinato -dijo Nizam.

Las conclusiones definitivas comenzaron el 29 de septiembre. El fiscal general preguntó: «¿Tuvieron alguna vez la intención de liberarla?… Una vez que se ha confirmado la identidad del M3, el motivo del asesinato es obvio y el veredicto inexorable.»

Los abogados defensores insistieron enérgicamente en que el jurado debería separar el hecho del secuestro del de un posible asesinato. Hudson indicó al jurado que no debía especular sobre el lugar y el momento de la muerte de McKay.

A pesar de que cientos de hombres llevaron a cabo unas exhaustivas pesquisas a través de zanjas y campos, no ha sido posible encontrarla -añadió.

Draycott, por su parte, se dirigió al jurado:

-Yo no voy a discutir con ustedes si llegan al veredicto de que alguien asesinó a la señora McKay… Pero están entrando en un terreno de relaciones muy peculiares. Insistió en que la influencia de Arthur sobre su hermano era patente y habría podido explicar a la policía lo que sabía sobre el caso si no hubiera sido por el temor que le inspiraba éste.

-Nizam les ha dicho la mayor parte de la verdad -afirmó el defensor.

Shaw comenzó su exposición el 6 de octubre. Invitó al jurado a distinguir las acusaciones de asesinato de las de secuestro y extorsión. No apreció la declaración de Nizam según la cual había espiado el Rolls-Royce por encargo de su hermano sin enterarse de los motivos, ni la afirmación de Arthur que aseguraba que algún visitante de Rooks Farm habría empleado el papel rayado en azul para escribir las notas de petición de rescate.

-¿Cómo habría podido hacerlo a menos de que alguien hubiera mantenido las conversaciones telefónicas desde Rooks Fartn? -preguntó el juez.

Al día siguiente, Su Señoría el juez Shaw informó sobre la acusación de asesinato. Advirtió al jurado que si declaraban a alguno de los hermanos inocente del secuestro, entonces “no se les podría procesar por asesinato». Explicó que era posible dictar un veredicto de asesinato aunque no hubiera aparecido el cuerpo de la víctima y expresó su convicción de que la señora McKay estaba muerta.

El jurado se retiró a deliberar el día 6 de octubre a las 12,35. Regresó cuatro horas más tarde. Habían encontrado culpables de todos los cargos a los hermanos Hosein aunque recomendaban que Nizam fuera tratado con indulgencia.

Les preguntaron si tenían algo que alegar antes de oír la sentencia. Nizam guardó silencio, pero Arthur gritó que «el público presente en la sala había podido ver y oír la injusticia que se había cometido. Han sido ustedes testigos de las insinuaciones de Su Señoría y de su tremenda parcialidad».

El juez le replicó que jamás se había enfrentado con un caso tan cruel de chantaje. «Tuvo usted angustiada a la familia McKay durante semanas y meses, tratando de obtener el dinero por medio de sus monstruosas exigencias.»

Ambos hermanos fueron condenados a cadena perpetua por un delito de asesinato. Por el secuestro, Arthur Hosein fue sentenciado a 25 años y Nizam Hosein, a 15 años; además de a 14 por chantaje y a 10 más por el envío de cartas amenazadoras.

La acusación

Sir Peter Rawlinson, el fiscal general que llevó la acusación contra los hermanos Hosein, fue miembro del Partido Conservador en el Parlamento hasta 1955 por el distrito electoral de Epson, en Surrey. Ocupó su escaño hasta 1978, cuando le concedieron el título de par del reino.

Sir Peter nació en 1919 y sirvió en la Guardia Irlandesa entre 1940 y 1946, alcanzando el grado de mayor. Como defensor fracasó en el caso de Alfred Whiteway, el llamado «asesino del camino de sirga», en 1953; actuó como ayudante del fiscal en el proceso contra Ruth Ellis, la última mujer ahorcada en Gran Bretaña en el año 1955.

Fue condecorado en 1962 y ejerció como fiscal general a las órdenes de los dos Primeros Ministros desde 1962 hasta 1964. Cuando en 1970 su partido llegó al poder, Sir Peter fue nombrado fiscal general del Reino. El nuevo Gobierno decidió que, dada la gravedad de los cargos, los Hosein debían ser acusados por el fiscal general en persona, deber que recayó en Rawlinson. En 1986 se retiró de los tribunales.

La herramienta curvada que apareció en el hogar de los McKay fue una pista importante. La policía pensó que había llegado a la casa envuelta en una hoja del periódico People, un periódico que la familia no leía pero que se encontró en el interior de la casa. Las fotograffas de la herramienta se publicaron en la prensa, pero no se localizó al propietario hasta después de la detención.

Delirios de grandeza

Uno de los momentos más violentos del juicio se produjo cuando Arthur Hosein declaró que el editor Robert Maxwell, diputado del Partido Laborista y actual propietario del Daily Mirror y del Sunday Mirror, había visitado Rooks Farm a últimas horas durante el período del secuestro.

-“Bajé la escalera y vi a varios hombres con mi hermano -dijo Arthur-. Yo creo que uno era inglés, otro americano y había dos más como Maurice Chevalier (el cantante francés). Me parece que eran españoles. Mi hermano me dijo que eran muy influyentes en la Cámara de los Comunes”.

Cuando se pidió a Nizam que identificara a alguno del grupo, Arthur dijo: “Yo no soy rencoroso… Me parece que era Robert Maxwell, un miembro del Parlamento”.

Arthur pretendía describir a su hermano como un hombre influyente. En su afán por parecer un caballero inglés no era capaz de ver lo absurdo de aquellos comentarios, que demostraban su completa ignorancia del mundo de los negocios.

Risas en la sala

Durante el proceso de los Hosein se produjo un ligero alivio de la tensión durante la declaración de un vecino de ambos hermanos. Leonard Smith, un anciano del pueblo, fue requerido para identificar el machete curvo aparecido encima del escritorio de los McKay. Discutió la palabra «machete curvo» que empleó el Fiscal General.

-«Es un machete» -gruñó desde el asiento de los testigos. -«M-A-C-H-ET-E» -deletreó. -«Para los setos… Yo perdí éste… Me tuve que comprar otro». Después de hacer una demostración de su uso con rápidos movimientos del brazo, el granjero enarboló el aparecido en casa de McKay.

«Es mi machete curvo» -insistía, olvidando su propia disertación sobre el tema. -“A ver quién es capaz de decirme que no… es exactamente igual que el que me desapareció».

El granjero Smith hizo una exhibición del manejo del machete entre la hilaridad de los asistentes, incluidos los Hosein.

Conclusiones

Uno de los hechos más curiosos del juicio de los Hosein fue el silencio que ambos mantenían sobre el paradero de la señora McKay. En aquel punto, no tenían nada que perder al proporcionar información. Nizam Hosein, por el contrario, tenía mucho que ganar puesto que el jurado había solicitado cierta indulgencia para con él por parte del Home Office.

Aunque se encontraba en distinta prisión que Arthur y alejado de su poderosa influencia, Nízam permanecía callado. Confesó a un compañero de celda que su hermano le había advertido que si hablaba del secuestro, él tomaría represalias contra los niños del clan Hosein. Curiosamente, Arthur y Nizam se habían hecho pasar por miembros de la Mafia, cuyo código de silencio y lealtad es legendario.

A pesar de la valoración del jurado, algunos expertos mantienen que Nizam -el autor casi comprobado de las crueles y sarcásticas llamadas a la familia McKay- no era el más peligroso de los dos hermanos.

El 18 de noviembre de 1970, Rooks Farm y todo su contenido fueron subastados frente a una audiencia de 250 personas bajo una marquesina instalada junto a la casa. Postores y curiosos obtuvieron permiso para recorrer la vivienda. La única habitación que permanecía cerrada era el taller de sastrería de Arthur. La puja se inició en 5.000 libras. Noventa segundos después se había alcanzado un valor de 18.500. De hecho, la venta no llegó a efectuarse y un año después la adquirió un comprador desconocido.

Rooks Farm nunca reveló su secreto. Los detectives encargados del caso estaban convencidos de que el misterio de la muerte de Muriel McKay permanecía oculto en la granja. Les parecía imposible que unos aficionados como los Hosein fueran capaces de llevar a cabo la extremadamente difícil tarea de destruir toda huella de un ser humano. Alick McKay deseaba conocer el lugar donde se encontraba el cuerpo de su mujer para poder llevarle flores.

Fechas clave

  • 29/12/69
    – 5.15 – Muriel McKay lleva a la asistenta a su casa.
    – 5.45 – La señora McKay vuelve a Arthur Road.
    – 7.45 – Alick McKay encuentra la casa vacía.
    – 8.10 – Llegada de la policía.
  • 30/12/69
    – 01.00 – La emisora de radio BBC da la noticia de la desaparición.
    – 15.00 – Primera llamada de “Mafia Grupo Tres”.
  • 31/12/69 – Primera carta de Muriel desde su cautiverio.
  • 10/01/70 – News of the World recibe cartas del M3.
  • 14/01/70 – El M3 repite la petición de un millón de libras por el rescate.
  • 22/01/70 – El M3 fija la fecha de la entrega.
  • 26/01/70 – Alick McKay recibe la última carta de su esposa.
  • 01/02/70 – Falla la primera entrega del rescate.
  • 03/02/70 – M3 protesta de la trampa de la policía.
  • 06/02/70 – Falla la segunda entrega pero la Policía sigue la pista del Volvo.
  • 07/02/70 – La policía registra Rooks Farm.
  • 07/02/70 – Arresto de Arthur y Nizam Hosein.
  • 09/02/70 – Nizam intenta suicidarse en la comisaría.
  • 10/02/70 – Los Hosein se enfrentan con una acusación de asesinato y secuestro.
  • 11/02/70 – Primera de las 17 comparecencias ante los magistrados de Wimbledon.
  • 14/09/70 – Comienza en Old Bailey el juicio de los Hosein por secuestro y asesinato.
  • 22/09/70 – Arthur Hosein comienza a proporcionar pruebas.
  • 25/09/70 – Se confirman las pruebas contra Nizam Hosein.
  • 05/10/70 – El juez inicia su informe.
  • 06/10/70 – Los Hosein culpables de todos los cargos. Ambos ingresan en prisión para toda la vida.

 


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