
Las descuartizadoras de Hidalgo
- Clasificación: Asesinas
- Características: «Brujería» - Descuartizamiento - Quemaron parte de los restos
- Número de víctimas: 2
- Fecha del crimen: 30 de junio de 2008
- Fecha de detención: Mismo día
- Fecha de nacimiento: 1985
- Perfil de la víctima: Su cuñada, Beatriz Sánchez López, de 17 años, y su bebé de tres meses
- Método del crimen: Estrangulación con una venda - Asfixia por sofocación
- Lugar: El Coyuco, Hidalgo, México
- Estado: Condenadas a 80 años de prisión
Índice
Las hermanas Rodríguez Olvera
Thewomanwhokill.blogspot.com
En julio de 2008 las gemelas Dulce y Rosa Rodríguez Olvera de 23 años de edad, fueron detenidas por ser quienes asfixiaron, descuartizaron y calcinaron a su cuñada Beatriz Sánchez López y el hijo de ésta de tres meses de edad.
A decir de las homicidas oriundas de la comunidad El Coyuco, en el Estado de Hidalgo, aquí en México, acudieron a la oficina de una adivina esotérica, quien les aseguró que su cuñada las tenía embrujadas y era la responsable de la reciente muerte de su progenitora.
Conforme a la declaración, las gemelas planearon con una semana de anticipación el homicidio y ninguna de las dos se arrepintió de las acciones, aunado a que detallaron que alrededor de las 11 horas de el [del] lunes 30 de junio atacaron a la ahora occisa.
Para lograr su asesinato utilizaron una faja para ahorcar a la mujer y su hijo, además de una hacha y tijeras, para cortar por la mitad el cuerpo de la cintura hacia debajo de Beatriz Sánchez, el cual fue hallado en una bolsa, y el resto (parte superior) junto con el del infante en las brasas de un fogón.
Juventino Sánchez López, hermano y tío de los ahora occisos, expuso que al percatarse de la situación, alrededor de las 20:00 horas de ese día, dio parte a las autoridades, quienes al llegar al lugar encontraron los restos de los cuerpos calcinados.
El acto delictivo enojó a los habitantes de la zona quienes pretendían linchar a Dulce y Rosa Rodríguez, mismas que fueron trasladadas a las instalaciones de Seguridad Pública de la localidad, y en las primeras horas del martes, fueron conducidas al Ministerio Público con sede en Tulancingo donde rindieron su declaración preparatoria.
Terrorífico doble asesinato
Concepción Ocádiz – El Sol de Tulancingo
2 de julio de 2008
Terrible doble crimen se cometió en una comunidad de Cuautepec, municipio colindante con Tulancingo.
Joven mujer y su bebé, de tres meses, fueron echados a la hoguera por las cuñadas de aquélla, unas gemelas. Acusaron a la mujer de practicar brujería.
Primeramente, los estrangularon y a ella la descuartizaron para poder meter su cadáver a la reducida entrada del fogón, junto con el cuerpo de su bebé.
El aberrante caso pareciera una película de terror.
Hubo algunos lugareños que catalogaron el hecho como un acto satánico.
En El Coyuco, poblado de Cuautepec, cerca de El Paredón, estado de Puebla, se perpetró el escalofriante doble homicidio.
Sus habitantes, enardecidos, quisieron hacerse justicia al conocer quiénes eran las responsables del acto.
Estuvieron a punto de linchar a las gemelas, de 24 años, pero policías preventivos de Tulancingo y Cuautepec las rescataron para ponerlas tras las rejas.
Macabro hallazgo
Este lunes, casi al mediodía, familiares de Beatriz Sánchez, de 16 años, y policías municipales la encontraron muerta, literalmente en pedazos.
Estaba la parte superior de su cuerpo, junto con el de su bebé, dentro del fogón que utilizan para calentar los alimentos.
Hallaron el cadáver dentro de un costal, de la cadera hacia abajo.
Todos buscaban a la madre e hijo, reportados como desaparecidos, ya que en ese pequeño poblado, desde horas antes, no sabían nada de ellos.
La joven mujer había quedado de ir a ayudar a lavar trastos a una de sus hermanas para luego hacer tortillas, pero nunca llegó.
Gemelas planearon matarlos
Las hermanas Rosa y Dulce Rodríguez, se sabe, ya habían planeado matar a su cuñada y a su sobrino.
Creían que Beatriz le hacía brujería a su hermano, con quien procreó al bebé, nacido hace apenas tres meses.
Todo hace suponer que, bajo engaños, llevaron a la mujer y a su hijo hasta el domicilio de las gemelas.
En apariencia, primero ahorcaron, con una venda, a la mujer, y después a su sobrino.
Con la finalidad de borrar evidencias del doble asesinato, decidieron deshacerse de los cuerpos.
Pensaron que quemándolos nadie se daría cuenta, pero como el cuerpo de su cuñada no iba a caber en la hoguera, optaron por descuartizarlo.
Utilizaron un hacha y unas tijeras para cortar pollo.
En seguida metieron, casi a presión, la parte superior del cuerpo de su cuñada y también a su bebé. Prendieron fuego y, con el mismo, calentaron la comida.
Es posible que cuando la lumbre consumiera los restos, echarían la otra parte del cadáver.
Las gemelas no se imaginaron que familiares de sus víctimas y policías entrarían buscando a ambos.
A las hermanas no les quedó más remedio que aceptar su culpa.
Querían linchar a las gemelas
La noticia sobre la doble ejecución corrió como reguero de pólvora en la comunidad.
También que las hermanas eran culpables y estaban dentro de su casa, donde hallaron los cuerpos de madre e hijo, el primero descuartizado.
En cuestión de minutos, llegaron vecinos que, enardecidos, quisieron linchar a las jóvenes.
Rosa y Dulce fueron protegidas por oficiales de Seguridad Pública de Cuautepec.
Los preventivos pidieron refuerzo de compañeros, destacados en la Estatal de Tulancingo, porque los vecinos estaban a punto de hacerse justicia.
Familiares y algunos vecinos expresaron que ya había viejas rencillas entre la joven mujer y sus cuñadas.
Lamentaron el crimen de Beatriz y de su pequeño, quien aún no tenía nombre.
«Ese angelito era inocente de todo», dijo, sollozando, Juana López Castelán, madre de la víctima.
Los celos de Rosa y Dulce, y hasta la creencia de que Beatriz le hacía brujería a su hermano, fueron, sin duda, causa para que planearan la atrocidad.
Interviene personal de la PGJ
Personal de la Procuraduría de Justicia de Hidalgo acudió, después de las 21 horas, para realizar las diligencias de rigor.
Policías preventivos instrumentaron un dispositivo, coordinado por Matías Pérez y Juan José Hernández, delegados de Seguridad y Tránsito de Tulancingo y Cuautepec, respectivamente.
Uniformados actuaron a tiempo y evitaron que vecinos lincharan a las hermanas que todo el tiempo mostraron calma y dijeron no estar arrepentidas.
Hasta la madrugada concluyeron las labores del personal del MP investigador.
Las homicidas confesas fueron llevadas, primero, a Tulancingo y, después, a las oficinas centrales de la PGJ en Pachuca.
Dolor y coraje entre la comunidad
En un rictus de dolor, familiares de Beatriz no daban crédito a lo sucedido. Juana López Castelán lamentó no haber estado con su hija para defenderla.
De la pareja sentimental de Beatriz, nada se supo hasta pasada la media noche. Al parecer, no se encontraba en el lugar.
Vecinos divulgaron que a El Coyuco llegarían familiares y varios habitantes de Santa Elena a fin de hacerse justicia.
Si así ocurrió, las gemelas ya estaban en la capital del estado, en el área de retención primaria de la Policía Ministerial.
Se espera que la PGJ continúe las diligencias.
«Nos embrujaba y la matamos»
Concepción Ocádiz y Felipe Vega – El Sol de Tulancingo
3 de julio de 2008
Dulce y Rosa Rodríguez Olvera, de 24 años, sin muestra de arrepentimiento, narraron cómo asesinaron, con saña inaudita, a su cuñada y a su sobrino.
«Mi cuñada Beatriz Sánchez quería acabar con la familia. Practicaba la brujería, por eso decidimos matarla junto con su bebé», expresó Rosa Rodríguez Olvera, de 24 años.
Apoyada de su hermana Dulce, de los mismos apellidos y edad, cometieron terrorífico doble crimen en agravio de una mujer de 16 años y su bebé de tres meses.
Sin mostrar dolor, ni arrepentimiento, las ahora presas narraron cómo ejecutaron a la que fue pareja sentimental de su hermano Bernardino Rodríguez, de 40 años.
Los hechos, que causaron conmoción, se cometieron en la comunidad de El Coyuco, perteneciente a Cuautepec, municipio vecino de Tulancingo.
Entrevistadas minutos después de que policías municipales las rescataron de ser linchadas por enardecidos vecinos, Rosa y Dulce contaron qué sucedió el pasado lunes.
«La culpa de todo la tiene el curandero Mario «N», también policía preventivo», dijo Rosa, quien acudió a consulta con él a Almoloya y le ordenó que matara a su cuñada y al bebé.
«Me dijo que Beatriz nos estaba haciendo brujería y que cuando todos muriéramos se quedaría con las casas y el terreno. En las cartas, ella aparecía con dinero», añadió.
Dulce Rodríguez manifestó que ayudó a su hermana y responsabilizó a su cuñada de la muerte de su mamá Alicia Olvera, pero ésta, aparentemente, pereció por cirrosis.
Tras pleito, ejecutan a madre e hijo
El citado día, como a las 11 horas, precisaron, estaban en su casa cuando llegó Beatriz cargando a su bebé y, tras acostarlo en una cama, comenzó a ofender a Rosa.
«Me dijo que ya estaba cansada y que me iba a morir. Luego se me abalanzó a golpes, y aunque me defendí, me iba ganando», refirió.
Justo en esos momentos entró Dulce, quien había ido por leña y, sin pensarlo, ayudó a su hermana.
Entre las dos le dieron tremenda golpiza a Beatriz y terminaron ahorcándola con una venda.
«No sé qué me sucedió, pero le dije a Dulce que también matáramos al bebé cuando empezó a llorar», indicó Rosa.
Como el papá de ambas, Trinidad Rodríguez, de 60 años, estaba laborando en el campo, decidieron alcanzarlo, pero antes escondieron los cadáveres dentro de un ropero.
Las hermanas regresaron en la tarde, mientras que su progenitor permaneció en ese sitio, ya que por lo regular retorna hasta que anochece.
Querían deshacerse de los cadáveres
Dulce y Rosa comentaron que estuvieron viendo la forma de deshacerse de los cadáveres y optaron por descuartizar a su cuñada y quemar los cuerpos en el fogón.
Con sangre fría, explicaron que cortaron el cuerpo utilizando un hacha y unas tijeras para cortar pollo.
La parte superior del cuerpo de Beatriz la metieron al reducido espacio, junto con su bebé, para ser consumidos por las llamas.
La otra parte del cadáver la echaron en un costal. De no quemarlo, lo arrojarían en un despoblado a fin de borrar toda evidencia.
Para ese entonces, familiares de la joven mujer y el bebé ya los buscaban, en forma desesperada, apoyados por policías municipales.
Parientes de Beatriz estaban preocupados de su desaparición, junto con su pequeño hijo.
Justo cuando Dulce y Rosa quemaban los restos, llegó su hermano Celso, de 28 años, esposo de Angela Sánchez, hermana de Beatriz.
Al darse cuenta del aterrador cuadro, les preguntó por qué lo habían hecho. Le respondieron que su cuñada tenía embrujada a la familia.
El hombre, por temor a verse involucrado, salió en seguida y poco después llegaron familiares y policías al domicilio de las hermanas.
También observaron el dantesco cuadro, pero las culpables ya habían huido y estaban escondidas en un cerro.
Doble crimen causó indignación
La noticia del terrorífico y doble crimen se expandió en la comunidad como reguero de pólvora.
En minutos, decenas de vecinos llegaron al lugar y algunos catalogaron el hecho como un acto satánico.
Familiares de las víctimas, apoyados por conocidos, se dedicaron a buscar a las hermanas, señaladas como culpables de los homicidios.
Juventino Sánchez, hermano de la ahora finada, las encontró minutos después.
El mismo comenzó a agredirlas en forma severa y azuzó a los vecinos para que de una vez las lincharan.
Por fortuna, policías municipales, apoyados por estatales, intervinieron y las trasladaron a la cárcel, en la cabecera municipal de Cuautepec. Ya de madrugada, el martes, fueron conducidas a las instalaciones de la Procuraduría de Justicia, en Pachuca, debido al temor de que los vecinos indignados fueran a Cuautepec o a Tulancingo para hacerse justicia.
Ni drogadas, ni ebrias, al cometer los crímenes
Tanto Rosa como Dulce estaban en sus cabales al perpetrar los escalofriantes crímenes.
Afirmaron que no ingieren bebidas etílicas ni drogas.
Rosa insistió que mató a Beatriz porque le hacía brujería.
Después enseñó el hombro con huellas de resequedad en la piel, diciendo que ahí estaba el mal.
Su hermana Dulce añadió que hasta la limpió con huevos, pero no desaparecieron las manchas.
Rosa, quien frecuentemente iba a consulta con el curandero en Almoloya, afirmó que éste la puso al tanto del mal que hacía Beatriz a toda su familia.
Argumentó que él mismo le ordenó que acabara con su cuñada, y ella también decidió hacerlo con el bebé, hijo de su hermano.
«Ya lo hicimos, y de nada sirve aunque nos arrepintamos», aseveró Rosa, quien, junto con su hermana, seguramente pasarán muchos años tras las rejas.
Las homicidas confesas se encuentran en el área de retención primaria de la Policía Ministerial, en Pachuca
El martes en la noche rindieron sus declaraciones ante personal del Ministerio Público en relación con los crímenes.
Se espera que en las próximas horas sean consignadas al juzgado penal y recluidas en algún Centro de Readaptación Social para Adultos.
Las descuartizadoras de Hidalgo recibirán hasta 80 años de cárcel
José A. Naciff – Cronica.com.mx
3 de julio de 2008
Podrían ser condenadas dos mellizas hasta 80 años de prisión tras asfixiar, desmembrar y quemar a su joven cuñada y a su bebé de tres meses de edad, a quienes señalaban de cometer en su contra «actos de brujería».
La noticia motivó a los habitantes de la comunidad de El Coyuco, perteneciente a la cabecera municipal de Cuautepec -al nororiente de la capital de Hidalgo- a que intentaran linchar a las autoras del doble homicidio, Rosa y Dulce Rodríguez Olvera, quienes debieron ser rescatadas por policías de la localidad con apoyo de sus homólogos de Tulancingo.
Sobre los hechos y las responsabilidades que a las consanguíneas se les imputan, el procurador de Justicia en Hidalgo, Alberto Rodríguez Calderón, sostuvo que las mujeres deberán responder por los delitos de homicidio calificado, contra el respeto a los muertos y contra las normas de inhumación.
En Hidalgo este hecho de violencia ha originado un clamor de indignación, al conocerse el plan malévolo que con antelación calcularon las mellizas -de 23 años de edad- para «deshacerse» de su «pariente político».
De acuerdo a sus versiones asentadas ante agente del Ministerio Público, los homicidios fueron cometidos a «sugerencia de un brujo», quien afirmó que su cuñada Beatriz Sánchez López -de 17 años- y su bebé de escasos tres meses de edad querían embrujarlas para quedarse con los bienes de su suegro.
Puestas de acuerdo «el domingo por la noche se presentaron en el humilde domicilio de las víctimas, donde primero las asfixiaron y posteriormente los cuerpos fueron guardados en un ropero», refirió el procurador.
Horas más tarde y apoyadas con un hacha y unas tijeras propias de confección, cortaron el cuerpo de la joven madre a la mitad y el del bebé en pequeños trozos, de los que se intentaban deshacer quemando sobre el comal de una estufa de leña.
Sin embargo, agregó el funcionario, no contaban con que uno de sus propios hermanos las descubriera e iracundo la emprendiera a golpes contra ellas por el homicidio, y luego diera parte a la autoridad cuya oportuna intervención evitó se ejecutara un linchamiento público. «La dependencia consignó este mismo día a las hermanas Rodríguez Olvera, por lo que corresponderá al Tribunal Superior de Justicia del Estado, continuar con el proceso de este caso», finalizó.
Hermanas homicidas, arrepentidas
Concepción Ocádiz – El Sol de Tulancingo
30 de octubre de 2008
Ahora, les cabe el arrepentimiento y se refugian en Dios; apenas hace 4 meses odiaban a muerte.
La condena penitenciaria aún no la tienen, pero, la del alma estará para siempre
Ellas, originarias de El Coyuco, en Cuautepec, muy cerca de El Paredón, Puebla, asesinaron a su cuñada, refieren: en defensa propia. Aunque de paso, también, al hijo de ésta, de 3 meses de edad.
Son Rosa y Dulce Rodríguez Olvera de 23 años de edad, recluidas en el Centro de Readaptación Social de Tulancingo.
Llegaron al Cereso luego de haber cometido un acto que aún recuerda la colectividad: el doble homicidio de quien en vida llevara el nombre de Beatriz López Sánchez [Beatriz Sánchez López] de 17 años, pareja sentimental de su hermano y también de un bebé.
Las cuatas tienen remordimientos de conciencia y Rosa se pregunta a cada rato ¿Por qué Dios no me iluminaste? ¿Por qué hice eso?
Aunque le llegan las respuestas cuando recuerda al brujo Mario García, aquél que le decía que estaba siendo víctima de santería. Lo iba a ver seguido a Almoloya.
Mientras, Dulce recuerda a su hijo de un año que la espera afuera. Quien sabe por cuánto tiempo, pero la espera.
La sentencia pudiera ser la máxima por el tipo de crimen que cometieron. Aberrante para muchos y para ellas.
Lloran sin cansancio, cruzadas de manos, miran de frente. No evaden ninguna pregunta.
Sin titubear hablan de la pena que llevan en la espalda, la que mostró Rosa la noche de su aprehensión, diciendo que era víctima de brujería.
Eso, es lo que les había hecho creer Mario en cada limpia que le hacía y que no le resultaba nada barata.
Pues por sesión de rameada con ruda, el paso del huevo y la lectura de cartas además de untarle aguas «milagrosas», pagaba Rosa 600 pesos.
La protección dice, le salía cara.
Y, lo peor, a lo que las llevó este hombre, fue para siempre.
«Ahora pienso diferente, no creo en esas cosas, y le digo a la gente que eso no existe, que nada más lleva a la destrucción de las familias».
Su vida antes de la cárcel
El trato que reciben dentro del penal es igual que al del resto de los presos.
Y antes, cuando estaban afuera, recuerdan estas hermanas, era de tranquilidad hasta que Beatriz, narran, comenzó a hacerles la vida imposible.
La ahora difunta se relacionó con su hermano Bernardino y con él tuvo un hijo. Aunque Rosa refiere «la mamá de Beatriz decía que no era de él».
Sin embargo, pese a ello, comenta en entrevista, nunca dijeron nada. No atendían provocaciones.
«Mis papás nos educaron a que no nos metiéramos con la gente; que si nos decían cosas que no hiciéramos caso».
-¿Desde cuándo empezaron los problemas?
«Cuando pasábamos Beatriz nos insultaba, no nos bajaba de p… Desde hace muchos años».
Agrega: «A mí me daba coraje y yo le decía a mi hermano Bernardino y a Celso por qué nos tratan así».
Ellos, estaban casados con Beatriz y Ángela, respectivamente. Es decir, «dos hermanos con dos hermanas».
Vivían cerca. Y eso hacía que el problema aumentara todos los días.
Ya era insoportable, comenta Rosa.
«Yo hasta me quería ir de mi casa, le había dicho a mi patrona que tal vez me iría y claro con mi cuata Dulce».
Ella trabaja en un taller y con lo poco que ganaba llevaba sustento a la familia y a Dulce quien es mamá soltera.
Además subsistían con la comercialización de ropa que compraban para revender.
Mientras, la hermana guarda silencio, con la vista perdida, vaga, retoma los recuerdos, esos, que le asaltan todos los días.
Sobre todo el de su hijo que aguarda afuera y que no ha visto desde que está en el Cereso.
«Yo no quiero que mi hijo pise la cárcel como yo».
Se pone una coraza a prueba de sentimientos; trata de bloquear querer ver a su pequeño hijo, que ahora, es cuidado por una de sus hermanas.
Su padre aún las espera afuera; su madre, Alicia, está muerta y por cierto, creían anteriormente, que había sido víctima de la mala suerte y hasta de salación.
-¿Rosa, de qué murió tu mamá?
«Pues según de cirrosis, pero los médicos no supieron bien de qué por eso la llevamos con el brujo Mario para que la sanara».
-¿Dónde está él?
«Afuera en Almoloya, él ha estado viniendo pero lo niega».
-¿Qué niega?
«Que me conocía. Tuvimos un careo y dijo que no, que nunca me atendió y que menos me dijo que Beatriz nos hacía brujería».
-¿Entonces?
«Yo pido que él esté en la cárcel, porque él nos llevó a que cometiéramos eso, a asesinar».
Se cubre la boca y toma el cabello una y otra vez, lo echa hacia atrás. Y tiene las manos metidas en la chamarra deportiva que trae.
Viste al igual que su cuata, sencilla, dice que tiene poca vestimenta y que para tener un dinero lavan ropa ajena dentro del Penal.
Además, orgullosas, y solo en este momento les cambia el rostro, manifiestan: «Estamos en la escuela aquí».
Dulce poco a poco empieza a hablar. Mucho más desconfiada.
Le cuesta trabajo, pero finalmente de manera voluntaria al igual que Rosilla, -como le dice desde que eran pequeñas- accede.
Se le truena la voz y se le doblan las ganas.
Sus ojos se le nublan y lloran.
Es un cuadro completamente diferente al de la noche del lunes 30 de junio.
«Siempre teníamos que pasar frente a su casa para llegar a la nuestra. Desde siempre hubo pleitos. No me explico por qué nos odiaban, si nunca les hicimos nada».
Pero añade: «La mamá de Beatriz, doña Juana, decía que no era hijo de mi hermano».
-¿Es difícil recordar lo sucedido?
Se quedan calladas…
-¿Están arrepentidas de lo que hicieron?
«Sí», contestan ambas. Siguen llorando.
-¿Qué pensaban cuando cometieron el homicidio?
«No lo íbamos a hacer, nunca lo planeamos» dice Dulce, «solo que vi a mi hermana Rosa en peligro. Beatriz la estaba agrediendo, pensé que la mataba».
Llegó el día del asesinato
Narran lo sucedido.
Ese doble homicidio que hoy las tiene tras las rejas.
Eran como las 10 u 11 de la mañana, señala Rosa.
«Estaba tendiendo mi cama, siempre de espaldas a la puerta, ya hasta me habían dicho en la familia que no fuera tan confiada, pero no me daba miedo, escuché que alguien entró, pero no di importancia hasta que escuché a Beatriz decirme de cosas, volteé y la vi con el bebé».
Lo dejó en una cama, narra, mientras, seguía insultándola.
«Me dijo que ya estaba harta y que me iba a morir».
Concreta que Beatriz llevaba una venda en las manos, la aventó al piso y le tomó la cabeza para «azorrajarla» contra la base de la cama que era de tabiques.
«Era más fuerte que yo», añade.
«Hasta me dijo haber a quien se la carga más rápido la ch…»
En ese momento entró Dulce, quien había ido por leña al campo y, sin pensarlo, ayudó a su hermana.
La sangre la animó a defenderla. «Rosa estaba en peligro», dice, con lágrimas.
«Sólo la defendí».
Dulce se muestra como «ida» pero está consciente de la plática, contesta puntual, pero su mirada se pierde en el espacio.
Siguen narrando.
Fue cuando comenzaron a vencer a Beatriz y con la misma venda que llevaba, terminaron ahorcándola.
-¿Qué pasó por tu cabeza Rosa? ¿Se piensa en algo en esos momentos?
«No sé qué me sucedió. No piensas en nada».
Luego de asesinar a su cuñada, dice Rosa, mató a su sobrino.
-¿Cómo?
No dice nada, solo respira y aprieta los ojos…
-¿Podrías recordarlo?
«Así…» (toma sus manos simulando asfixia)
Agrega: «Le tapé la boca y la nariz».
El doble homicidio ya se había dado. No había nada que pudiera resucitar a madre e hijo.
Pasaron las horas. Se fueron con su papá Trinidad Rodríguez, de 60 años.
Él trabajaba la parcela.
Las hermanas regresaron en la tarde, mientras que su progenitor permaneció en ese sitio, pues retornaba hasta que anochecía a la humilde morada.
Ya en la casa, comenzaron a idear qué harían con el cuerpo.
La mitad al fogón junto con el pequeño, la otra: descuartizada en un costal.
-¿Pero cómo la metieron si la entrada del fogón era muy estrecha?
«Pues con mucha fuerza», continúa Rosa.
Las víctimas sufrieron estrangulamiento y más tarde, a fin de borrar evidencias, los introdujeron al fogón y con sus cenizas, calentaron la comida del día.
Sin duda, querían borrar evidencias. Hoy, se arrepienten.
-¿Cómo las descubrieron?
«Fue mi hermano Celso y nos dijo que la pagaríamos, nos echamos a correr pero ya se había dado parte a la policía».
Manifestaron: «Pasaron varios minutos y la policía ya llegó muy tarde, fue cuando nos detuvieron. Ellos, los elementos, nunca nos vieron, sino quien nos sorprendió con la muerte de Beatriz y su hijo fue mi hermano».
Ya en la parte de debajo de la comunidad, cerca de la iglesia, mucha gente se les abalanzó y golpeó con piedras. Casi las linchan. Hasta que fueron trasladadas por los elementos de Seguridad Pública.
La brujería la causante de todo
Cuando las detuvieron, no mostraban dolor y su comportamiento era frío como la muerte.
Rosa y Dulce Rodríguez Olvera de 23 años referían que la brujería de Beatriz era la causa para que decidieran acabar con la vida de ella y del pequeño.
«Nunca provocamos nada, solo actuamos en defensa propia».
Cuando se les entrevistó en las instalaciones de la Policía de Cuautepec, sin el menor remordimiento, sentadas, hablaron despacio, apenas si se escucharon murmullos.
Pero, sus rostros, golpeados horas atrás por habitantes de El Coyuco, lucían sin expresión alguna de tristeza, dolor, o angustia.
-¿Y la supuesta brujería que me enseñaste en la espalda aquella noche del asesinato cuando las detuvieron?
Se baja la blusa, enseña el hombro y ya no hay huellas de resequedad.
Ahora, sabe, que eso que tenía, no era sinónimo de «maldad», sino una infección en la piel.
«Mario me decía que mi hermano estaba dormido».
Agrega: «A mi papá, Bernardino, le decía que nosotros no teníamos derecho de estar en la casa, nos insultaba».
Rosa continúa con la voz quebrada.
«Él (refiriéndose al supuesto brujo) me decía ahorita les está haciendo eso, les voltea a su familia, pero Beatriz junta muchas cosas de tu casa, y te ponen otras malas en la ventana».
-¿Notabas algo raro en tu vivienda? ¿Creías en lo que te decía?
«Pues sí en algún momento le creí, porque a mí se me perdió ropa interior y una blusa, nunca las encontré».
Manifiesta: «Yo le platiqué eso a Mario y él me contestó que ella tenía mis cosas y que ella sí sabía de brujería y muy bien y se está dando cuenta de que te está curando y ella te va a acabar más».
«Nunca planeamos nada, nunca pensamos en matarla», insistieron.
Saben que no son inocentes. Y también esperan la condena.
Buscan la paz
Hoy, el dolor se les filtra por los poros.
Anhelan la serenidad, aquella, que se les fue de las manos. Arrebatada por las creencias de la brujería.
No hay peor condena que la que llevarán estas dos hermanas, todo el resto de su vida. Por ello se refugian en Dios y dicen que también quien las orilló a hacer eso, que pague.
También él es culpable.
Las Brujas
Gerardo Ugalde
19 de junio de 2013
Una turba iracunda se reúne en el Coyuco para quemar a las hermanas Rodríguez Olvera. Rosa observa los rostros de sus jueces y ejecutores, todos los que están ahí las conocen. Sin importar esto a ella y a su hermana las tomaron del cabello, arrastrándolas como si fueran las dos un par de perras rabiosas.
En el trayecto de la casa de su papá hasta el atrio de la iglesia, sufrieron de patadas, palos y piedras; hasta algunos escupitajos. Esperando el veredicto del sacerdote (quien atemorizado observaba la escena desde el campanario) la gente ya empezaba a decidir el castigo de Rosa y Dulce Rodríguez Olvera.
Ambas eran acusadas de haber asesinado a su cuñada Beatriz y también de hacer lo mismo con el bebé de ésta, el cual sólo tenía tres meses de haber nacido. Para colmo de males los dos cadáveres fueron encontrados en fragmentos, mientras intentaban borrar huella de su crimen, quemando los restos.
El viejo que dio el grito de alarma era el principal promotor de que ambas debían morir ahí, en camposanto, devoradas por las llamas, purificando las almas de los verdugos que llevarían a cabo tal acción.
-Son unas brujas- gritó una señora, persignándose después.
Al escuchar esto Rosa miró a su hermana Dulce; gemelas, una era más gorda que la otra. Dulce comenzó a negar con su cabeza.
-La bruja era Betty -intentaba justificar su acción- nosotras la matamos para quitarle la maldición a nuestro papá; la bruja era Betty -luego, de su boca comenzaron a emitirse una serie de gritos y chillidos terroríficos. Los niños presentes huyeron inmediatamente al escucharlos. La señora que les había llamado brujas, tomó la cabeza a Dulce para golpearla con fuerza, obligándola a callar.
Luces rojas y azules resplandecían, entrando al pueblo, la policía llegaba justo a tiempo. La gente huyó, quedando algunos, sujetando a las hermanas y reportando a los oficiales lo ocurrido. En la patrulla iban calladas, mirándose los pies. El policía que conducía la unidad las observó, notó que eran gemelas. Había cubierto ya muchos reportes de asesinatos, pero ninguno como éste; francamente sólo deseaba dejarlas en la Procuraduría, le importaba poco lo que les pasara.
Ocultos detrás de sombras, los investigadores ante cuales Rosa se encontraba, poseían una voz casi demoniaca. Dos hombres y una mujer comenzaron a formular las preguntas de rigor.
-¿Nombre? -comenzó la mujer, que a pesar de su genérica condición no mostraba ninguna simpatía por la acusada.
-Rosa Rodríguez Olvera, para servirle señorita -uno de los policías al escucharla, pensó: «ni para coger me sirves pinche india».
El otro policía harto las mismas preguntas, interrumpe el interrogatorio, golpeando la mesa y exclamando:
-¿Qué chingados fue lo que usted hizo, de qué la acusan?
-Pues mire señor mi hermano, que vive en Pachuca…
En la otra habitación, completamente iluminada, Dulce se encontraba sola, esperando a reunirse con su hermana o a que llegara un policía. Sin embargo tuvo que conformarse con una voz proveniente de un altoparlante, la cual, le ordenaba desvestirse. Petrificada a causa de la indicación Dulce creyó una broma lo que le acababan de decir.
Sin embargo el altoparlante repitió la orden, era más enérgica. En ropa interior nada más, Dulce quedó de pie, cubriéndose con sus brazos los senos y su intimidad. Tres figuras alargadas, ataviadas con extraños trajes color rojo, entraron por la puerta. Presa del pánico la mujer se desmayó. Uno de los hombres la levantó, cargándola con suavidad, retirándola de la habitación.
El interrogatorio con la otra gemela continuaba en el ir y venir de preguntas y respuestas.
-Mi hermano por teléfono nos dijo que Beatriz tenía embrujado a mi papá. Que por eso, él nos había corrido de la casa. Y también que a ella le iban a dejar todo cuando se muriera.
-¿Por eso la mataron? ¿Y por qué al bebé?
-No la queríamos matar… al principio no. Mi hermana no creía en nada de lo que le decía. Decía que las brujas no existen. Pura invención. Entonces fue cuando vimos al diablo.
-¿Al diablo, lo vieron las dos? -el policía intentaba contener la risa. No era la primera vez que escuchaba una historia parecida; pero ésta vez, observando el rostro de la mujer, terminó de convencerse sobre la locura de ella.
-Una noche antes de matarlos, íbamos yo y Dulce por la calle, al pasar por la esquina; frente a la casa de mi papá. Mi hermana vio entonces una sombre [sombra] en la pared. Yo vi que se detuvo, temblaba de miedo, aunque también hacía frío. Yo vi lo que ella veía. Era la sombra del diablo en la casa de mi papá.
Entonces ahí Dulce me dijo: «Si decías la verdad, Betty es bruja»… Entonces al llegar a casa, decidimos que había que matar a Betty. Sabíamos que mañana, o sea hoy, mi papá iría a Pachuca a recoger una camioneta. Yo no pude dormir, pensando en lo que nos haría Beatriz al intentarla matar. Si era bruja sus poderes nos paralizarían o peor, convertiría en gallinas, para luego comernos -la risa de los tres investigadores estalló, retumbando en toda la habitación, a Rosa esto no le importó.
Segura ella de lo que contaba prosiguió su relato: «Dulce vigilaba la casa, esperando a que mi papá se fuera, luego me avisaría. Yo preparaba lo que necesitaríamos para matarla; en una funda de almohada metí una soga, un cristo, un rosario, agua bendita del templo y un libro de oraciones. Dulce llegó a la casa, estaba sudando, temblaba; le pregunté si tenía miedo, ella me dijo que sí, mucho miedo, que Betty era bruja y nos haría algo malo».
«Cuando llegamos a la casa sentimos mucho frío, como si estuviéramos a punto de morir. Todavía conservaba la llave para entrar a la casa. No había nadie en planta baja. Dulce por delante, escalón por escalón, subíamos al encuentro con la bruja. El corredor de la planta estaba vacío, el silencio era total. De pronto el llanto del bebé nos señaló donde estaba la maldita bruja».
«Ambas corrimos gritando hacia ellos. Dulce empujó a Betty, cayendo las dos al suelo, forcejeándose, jalándose el pelo, mordiéndose, rasguñando sus pieles; eran dos gatas matándose. Yo comencé a lanzarles agua bendita mientras rezaba un padrenuestro. Dulce se le encimó como pudo, entonces yo con el cristo, golpee la cabeza de la bruja hasta que ésta muriera; sonaba como una perra atropellada».
«Las manos de mi hermana cogieron su cuello, era tanta la fuerza con la cual la ahorcaba, que la lengua salió de la boca, como si fuera una serpiente. La matamos, pero aún quedaba su cuerpo en ésta vida. Fui al patio por las herramientas de mi papá, regresé con la segueta e intente cortar los brazos y piernas, pero la cuchilla se tronó».
«Dulce y yo cogimos el cadáver, íbamos a bajarlo, en eso el chiquillo comenzó a llorar muy fuerte. Dulce lo tomó para luego arrojarlo contra la pared. Bajamos las dos al patio, ahí fue que se me ocurrió quemarlos. Así el hechizo se le quitaría a mi papá… lo demás ya se lo saben… ¿dónde está mi hermana?»
-También la interrogan, para conocer su versión de los hechos.
Desnuda, encadenada a una pared, era torturada por los inquisidores. Sus senos había [habían] sido quemados con velas. Las uñas de sus pies arrancadas con tenazas de acero. Su espalda, cortada con el poder del látigo; sin embargo su respuesta a la pregunta era la misma:
-¡Betty era la bruja, Betty era la bruja!-
G. Ugalde