
- Clasificación: Homicidas
- Características: Menores de edad - Querían saber «qué se sentía al matar a una persona» y «hacerse famosas»
- Número de víctimas: 1
- Fecha del crimen: 27 de mayo de 2000
- Fecha de detención: Mismo día
- Fecha de nacimiento: Iria Suárez González, 16 años / Raquel Carlés Torrejón, 17 años
- Perfil de la víctima: Klara García Casado, de 16 años
- Método del crimen: Apuñalamiento (32 veces)
- Lugar: San Fernando, Cádiz, España
- Estado: Condenadas a ocho años de internamiento más otros cinco años de libertad vigilada 21 de marzo de 2001
Índice
- 1 Las asesinas de San Fernando
- 2 La policía detiene a dos menores de Cádiz por el asesinato a puñaladas de otra adolescente
- 3 Las menores acusadas de matar a su amiga dicen que lo hicieron «como experiencia y para ser famosas»
- 4 Tres niñas frente a dos caminos opuestos
- 5 Las supuestas asesinas de la joven de Cádiz «ensayaron» el crimen con una desconocida
- 6 El brazo herido de una de las supuestas asesinas de San Fernando desbarató la coartada
- 7 La fiscalía pide que se impute asesinato a las dos menores acusadas del crimen de Cádiz
- 8 Ocho años de internamiento para las asesinas de la joven Klara García
- 9 La sentencia afirma que las asesinas de Klara no se ensañaron
- 10 Condenados los padres de las asesinas de Klara a indemnizar con 246.145 euros
- 11 Las dos asesinas de Klara García disfrutan de libertad desde 2006
Las asesinas de San Fernando
Última actualización: 28 de enero de 2016
Iria Suárez González tenía 16 años y Raquel Carlés Torrejón, 17. Eran aficionadas al ocultismo y al rock satánico y querían saber «qué se sentía al matar a una persona» y «hacerse famosas». El día 27 de mayo de 2000, llevaron a Clara García, de 16 años, a un descampado y allí le asestaron 32 puñaladas y la degollaron.
La policía detiene a dos menores de Cádiz por el asesinato a puñaladas de otra adolescente
El País
28 de mayo de 2000
Las dos jóvenes se fueron de copas tras el crimen y se declararon culpables horas después.
La policía detuvo ayer a dos chicas de 16 años en San Fernando (Cádiz) como supuestas autoras del asesinato a cuchilladas de otra adolescente, de la misma edad, Clara G.C. Ambas prestaron declaración ayer como imputadas ante el juez de guardia.
Las jóvenes se declararon culpables en el momento de ser detenidas, sobre las 13.15 en sus domicilios. Tras cometer el crimen, las dos adolescentes se cambiaron de ropa y salieron de copas. La policía encontró después el arma y la vestimenta ensangrentada en sus viviendas.
La joven gaditana apuñalada, hija de un suboficial de la Armada en la reserva, no acudió a dormir a su casa la noche del viernes, por lo que sus padres denunciaron su desaparición ayer por la mañana.
Pocos minutos después, a las 10.00, un ciudadano informaba mediante una llamada telefónica a la policía del hallazgo de un cadáver en un parque situado en la zona conocida como El Barrero, cercana a unas instalaciones militares.
La víctima estudiaba en el Instituto de Enseñanza Secundaria Isla de León de San Fernando, al igual que las detenidas, que conocían a la víctima y «con la que se llevaban muy mal», según fuentes policiales.
Hasta el momento no se ha informado ni de su identidad ni del móvil del asesinato al estar el caso bajo secreto del sumario. No obstante, los investigadores descartan que se trate de un ajuste de cuentas. El cuerpo de Clara fue hallado por un vecino que paseaba a su perro por la zona del crimen. La víctima presentaba hasta 18 cuchilladas y el cuello seccionado por arma blanca.
Tras el hallazgo del cadáver, la policía comenzó las investigaciones en el entorno de la joven. Un amigo de la víctima declaró ayer en Canal Sur que, tras una discusión de Clara con un chico, ésta se quedó en El Barrero con las dos detenidas. Según la policía, el ataque se produjo en este momento. Las dos amigas, con las ropas manchadas de sangre, regresaron a su casa, donde se cambiaron de vestimenta y volvieron a salir para reunirse con amigos en una zona de bares.
Los amigos de las dos detenidas se quedaron extrañados de la ausencia de Clara, pero no sospecharon hasta la mañana siguiente, cuando supieron que los padres de la joven habían denunciado la desaparición.
Los amigos de Clara -que aseguraron que la joven no tenía problemas con las drogas- pusieron a la policía sobre la pista. Los agentes se dirigieron de inmediato a las casas de las dos detenidas, donde encontraron el arma y las ropas ensangrentadas. Fuentes policiales confirmaron que las dos jóvenes, en presencia de los agentes y ante las evidencias halladas, se derrumbaron y se declararon culpables.
Las numerosas cuchilladas asestadas a Clara obligaron a la Policía Judicial, a la Policía Científica y la autoridad judicial a demorarse varias horas en proceder al levantamiento del cadáver. La zona de El Barrero, donde fue hallado el cuerpo, se encuentra en el casco urbano de la localidad y es una zona donde habitualmente se concentran los jóvenes durante la noche.
Vecinos de la zona afirmaron que un hombre que paseaba con su perro encontró el cadáver junto a restos de botellas de alcohol y refrescos e inmediatamente llamó a la policía. Fuentes policiales informaron de que la fallecida estaba «cosida a navajazos» y «degollada».
El teniente de alcalde de San Fernando, Manuel María de Bernardo, declaró que, según la información de que disponía, las detenidas eran «nuevas amigas extrañas que se había echado en el instituto» la fallecida.
Las menores acusadas de matar a su amiga dicen que lo hicieron «como experiencia y para ser famosas»
Fernando Pérez Monguió – Elpais.com
30 de mayo de 2000
Las dos jóvenes detenidas en Cádiz admiraban al adolescente que mató a su familia con una «katana».
El titular del juzgado de instrucción número 2 de San Fernando, Juan José Parra, ordenó ayer el ingreso inmediato en prisión de las dos adolescentes detenidas como supuestas autoras del asesinato el pasado viernes de Clara G. C., de 16 años.
Tras actuar dos días ante la policía con absoluta frialdad, ayer, tras más de ocho horas de interrogatorio, las detenidas, I. S. G y R. C. T, de 16 y 17 años, se derrumbaron ante el juez y se mostraron arrepentidas. Las acusadas declararon al instructor que el asesinato de Clara «era una experiencia nueva» que les hacía «sentirse bien» y que les permitiría «hacerse famosas».
Clara era según el testimonio de las adolescentes «una víctima débil porque era fácilmente impresionable». Respecto a la relación de las detenidas con la víctima, sobre la que había versiones contradictorias entre sus conocidos, la policía aclaró que no mantenían ya una amistad estrecha, aunque seguían yendo al mismo instituto, y que el pasado viernes por la noche las dos adolescentes invitaron a Clara a quedar con ellas para charlar. Se dirigieron a un solar en una zona conocida como El Barrero, donde fue hallado el cuerpo de Clara el sábado por la mañana con 18 puñaladas.
Dos militares que estaban en una garita próxima han declarado que oyeron «jaleo» esa noche. Nada raro en un lugar donde suelen reunirse jóvenes a beber. La autopsia del cadáver ha desvelado que pudo haber ensañamiento por parte de las presuntas agresoras y que la primera puñalada no causó la muerte a Clara, cuyo cuello estaba prácticamente seccionado.
Ni satanismo ni rol
Las dos menores rechazaron de plano ante el juez que su acción esté relacionada con un juego de rol o con la práctica de ritos satánicos, aunque reconocieron su atracción por los temas esotéricos.
La primera conclusión de la investigación policial es que actuaron movidas por su afición a las novelas de terror (la policía halló numerosos títulos de Stephen King y Din Kuntz en sus dormitorios, entre otros autores) y por su admiración por J. R. P., el joven de su misma edad que asesinó a sus padres y a su hermana pequeña afectada por el síndrome de Down el pasado abril en Murcia, utilizando una katana (sable japonés).
Las investigaciones descartan de plano que la joven asesinada compartiese estas aficiones con las acusadas.
El móvil que ha establecido la policía es que las adolescentes intentaban imitar el argumento de novelas o películas gore (de terror, crueles, macabras y violentas). A este gusto por lo truculento se sumó la admiración por J. R. P. Los agentes hallaron en los cuartos de las jóvenes recortes de prensa y textos escritos por ellas mismas sobre el joven murciano en las que expresaban una profunda admiración por su conducta. Entre las pertenencias de ambas chicas, la policía halló numerosas fotografías del adolescente, actualmente encarcelado, y referencias periodísticas del crimen que cometió.
Según fuentes de la investigación, los padres de las presuntas asesinas no eran conscientes de que sus hijas consideraban a este joven como «un héroe» ya que este material no estaba expuesto en las paredes de sus habitaciones sino guardado en cajones y armarios.
Otras afinidades que ha detectado es que una de las detenidas lucía el mismo corte de pelo que J. R. P. Sin embargo, estas mismas fuentes descartan casi por completo que las acusadas hayan mantenido algún tipo de contacto con este joven, aunque este extremo no está cerrado aún.
Durante los dos días que permanecieron bajo custodia policial ambas menores actuaron con la frialdad que caracterizó al acusado en el caso de la katana tras su detención, según fuentes de la investigación.
Ayer, tras pasar a disposición judicial y declarar durante ocho horas ante el instructor, se derrumbaron y se mostraron arrepentidas, según relató el propio juez. Anoche ingresaron en el módulo de mujeres del centro penitenciario preventivo de Puerto II, en El Puerto de Santa María.
Durante toda la jornada se había vivido un clima de tensión en el Palacio de Justicia de San Fernando. Medio centenar de personas lanzó gritos de «asesinas» a las jóvenes cuando eran conducidas al interior de las dependencias judiciales. Las acusadas entraron con gesto serio, no intentaron ocultar su rostro y tan sólo una de ellas cubría su pelo con una capucha. Los padres de las adolescentes vivieron este episodio en medio de la multitud, con evidentes gestos de dolor y numerosos llantos, sin que se les permitiese acceder al juzgado y sólo una de las acusadas mantuvo un breve contacto con su familia.
Una de las jóvenes confiesa ser la autora material
El juez instructor del asesinato de Clara G. C. decidió ayer levantar el secreto de sumario para las partes y compareció ante la prensa dada la «alarma social formidable» que ha suscitado este caso. Juan José Parra eludió pronunciarse sobre el móvil del crimen porque todavía no ha encontrado uno «claro» . El magistrado pidió «precaución» en todas las especulaciones sobre los motivos del crimen, dado que las dos detenidas son menores de edad, tienen 16 y 17 años, y la investigación continúa abierta.
Se descarta por el momento que se produzcan más detenciones, según el juez, quien aseguró que una de las dos chicas se ha inculpado como la autora material de las 18 puñaladas que acabaron con Clara. No obstante, ha dictado orden de prisión comunicada y sin fianza para las dos detenidas, a las que se les imputan sendos delitos de asesinato y para las que ya se han encargado informes psiquiátricos. El magistrado ha decidido que la instrucción siga mediante el procedimiento de tribunal-jurado.
El interrogatorio fue muy meticuloso y las dos implicadas fueron asesoradas por sendos abogados designados por sus familias. Un tercer letrado ejerce la acusación particular.
Más de un millar de personas acude al entierro de la víctima del crimen
Más de un millar de personas acudió ayer al entierro de Clara G. C. en el cementerio municipal de San Fernando (Cádiz). Compañeros del instituto Isla de León, donde estudiaba la víctima, profesores, familiares, vecinos, amigos, una representación municipal encabezada por el alcalde, Antonio Moreno, y muchos ciudadanos participaron en un multitudinario sepelio. Las exequias comenzaron a las 12.00 en la parroquia de San José Artesano donde, desde horas antes, se concentraron alumnos del centro escolar que intercambiaban abrazos y comentarios a la espera de que comenzase el funeral.
La llegada del féretro a la iglesia se produjo en medio de un respetuoso silencio, sólo interrumpido por los repetidos llantos y sollozos de los más allegados a la joven asesinada y de los compañeros que conocían a Clara, que tuvieron que ser consolados por sus profesores.
Al finalizar la ceremonia, el ataúd fue transportado a hombros por algunos familiares, que recorrieron a pie los 200 metros que separan la parroquia del cementerio de la localidad.
Los padres de la víctima, que recibieron numerosas muestras de cariño y mensajes de condolencia, iban justo detrás del féretro blanco que transportaba el cuerpo sin vida de su hija. El entierro concluyó a las 12.50 horas. En ese momento, un vehículo de la Policía Nacional trasladó a los padres al domicilio familiar.
Suspensión de clases
El consejo escolar del instituto Isla de León, donde se declaró una jornada de luto oficial, decidió a primera hora de la mañana suspender las clases. El director, José María Fernández, declinó efectuar declaración alguna y se limitó a dar lectura al comunicado oficial: «La Comunidad escolar del Instituto de Enseñanza Secundaria Isla de León de San Fernando quiere expresar su más profundo pesar por la muerte violenta de nuestra alumna y compañera Clara G.C., a la vez que se une al dolor de su familia.»
En el escrito se detalla la buena conducta de la estudiante fallecida: «La alumna Clara G.C., durante los años que permaneció en este centro, obtuvo siempre con su comportamiento el respeto tanto de compañeros como de profesores. No podemos recordar otra cosa de ella que su educación y actitud respetuosa e interesada».
El comunicado aclara por qué los profesores y alumnos han decidido eludir comentar el suceso. «Las terribles circunstancias que rodean su muerte [la de Clara] están siendo objeto de investigación. Esta comunidad, solicita a todos sus miembros, a la opinión pública y a los medios de comunicación el respeto a la memoria de nuestra alumna y compañera».
«Cualquier hipótesis o cábala realizada en estos momento, además de trasladar un dolor mayor a sus familiares, no contribuye más que a añadir confusión en unos hechos ya de sí difícilmente explicables», concluye el escrito.
Tres niñas frente a dos caminos opuestos
Santiago Fernández Fuertes – Elpais.com
31 de mayo de 2000
Clara y las que habían sido sus amigas se fueron convirtiendo en figuras antagónicas al hacerse mujeres
Clara tenía cuando niña a dos amigas con las que iba al instituto y salía en pandilla. Un grupo de tres que a veces podía ser de cuatro, cinco o cuantos se presentaran. Uno de tantos grupos de chavales de una localidad entre pueblo y ciudad. Compartir colegio había acercado a estas tres niñas.
Tenían cosas en común, pero cada vez más diferencias.
Clara era hija de un suboficial, ahora retirado, y tenía una vida plácida en un barrio de clase media de San Fernando, muy cerquita del centro. El padre de una de sus amigas también es militar, aunque con rango de oficial, y actualmente está destinado en Bosnia. La familia reside en unos bloques de pisos de color blanco, en la nueva zona de expansión de San Fernando, y a tiro de piedra de la zona de copas en boga para los más jóvenes, en la zona de La Ladrillera.
La tercera se diferencia de las otras en el perfil social. Es hija de un marisquero y reside en una casa bastante humilde, en el mismo borde de la plaza de Las Vacas y a unos 100 metros escasos de La Venta Vargas donde empezó a cantar Camarón. Pero no fue en el modelo familiar, que coincide en lo grueso con el de las hijas de los militares, por donde se rompió el nexo entre ellas.
Mientras las otras dos sufrían algunos traspiés académicos, las notas de Clara eran bastante buenas, según aseguran algunos de sus compañeros, y según se hacían mujeres empezó a haber menos cosas que compartir. Las dos primeras comenzaban a tornarse en las típicas adolescentes que se sienten distintas, especiales e incomprendidas. Lo clásico. Y les dio por vestir de negro riguroso, a usar guantes con los dedos cortados, vestidos largos y botas. Clara, entretanto, cantaba en una coral.
A la vestimenta diferente y diferenciadora se unieron intereses exclusivos, con una aura de secreto, para compartir entre unos pocos, como el espiritismo, el mundo del más allá y la atracción por personajes siniestros u odiados por la sociedad normal. Así, comenzaron a recopilar recortes sobre el joven que en abril mató a sus padres y su hermana en Murcia con una espada japonesa o katana.
Las dos adolescentes se estaban acercando a un precipicio peligroso. La alienación, no tan infrecuente a esa difícil edad, se iba convirtiendo en desconexión total con el mundo. El monstruo, el diferente, se convierte entonces en algo atractivo e incluso cercano, con el que se comparte algo. Una inclinación que no es especialmente llamativa en adolescentes, como la afición desmedida hacia películas, literatura o simbología demoniaca: simple búsqueda de la diferencia.
De ahí, nadie sabe aún cómo, al mal. El proceso pasó prácticamente desapercibido en sus familias. El marisquero se quejó el sábado del «espiritismo» que practicaba su hija en casa. Pero nadie en su entorno parecía sospechar las truculencias que pasaban por sus cabezas adolescentes y acabaron llevando a cabo en sus vidas.
La de Clara llevaba un rumbo diferente. Hace tres meses se echó un novio de esos que gustan a las madres: jugador de balonvolea y alumno de primero de Bachillerato de la Escuela San José, un centro privado y estricto situado en el mismo centro de San Fernando.
Los mundos de las tres chicas se distanciaban cada vez más. Ya no es que no salieran juntas, como sucedía desde hacía algún tiempo, sino que se habían convertido en sus opuestos. Ellas tan aficionadas al gore, Clara tan «fácilmente impresionable», según la describieron ante el juez. Poco a poco, las dos adolescentes ahora encarceladas se fueron acercando al límite. Hasta sobrepasarlo.
Según confesaron con total frialdad a los policías que les interrogaron, llegó un momento en el que tenían que matar. Prepararon entonces un minucioso plan y pensaron en un tipo de víctima: una mujer joven. Y débil. Lo ensayaron sin éxito en un centro comercial. Pero Clara coincidía en todo y un día la invitaron a pasar un rato a un descampado, para disgusto del novio de ésta. Tras un rato charlando tranquilamente, la mataron con saña. Como en los relatos de terror, el monstruo acabó devorando a su reverso.
Las supuestas asesinas de la joven de Cádiz «ensayaron» el crimen con una desconocida
Fernando Pérez Monguió / Antonio Hernández-Rodicio – Elpais.com
31 de mayo de 2000
Las jóvenes esperaron con una navaja a una «víctima débil» en los servicios de un centro comercial.
Las dos supuestas asesinas de Clara G.C. ya habían ensayado con anterioridad un posible crimen. A las adolescentes, R. C. T. e I. S. G., de 17 y 16 años, respectivamente, les rondaba la idea por la cabeza desde hacía tiempo. Según declararon ayer ante la policía y el juez, hace un mes, en los servicios de señoras del centro comercial Bahía Sur, un concurrido establecimiento de compras de San Fernando (Cádiz), probaron cómo cometer un asesinato semejante al que supuestamente cometieron el pasado viernes en la zona de El Barrero.
Las jóvenes, que pasaron ayer su primera noche aisladas y separadas del resto de las reclusas en el módulo de mujeres de Puerto II, en El Puerto de Santa María (Cádiz), decidieron actuar con una chica de características similares a Clara, la compañera del instituto con la que habían tenido bastante relación.
Habían pensado elegir una víctima «débil» y desconocida, una chica que, por azar, fuera al cuarto de baño, según fuentes de la investigación. Una de ellas permaneció fuera del servicio, a la espera de que apareciera alguien con el perfil propicio. La otra aguardaba dentro empuñando una navaja, la misma que, según aseguraron ante el juez, utilizaron el pasado viernes para asestar las 18 puñaladas que acabaron con la vida de Clara. Esa navaja fue hallada por la policía clavada parcialmente en una maceta del domicilio de R. C. T.
Pero en el centro comercial un vigilante de seguridad abortó el ensayo de las dos jóvenes, según han reconocido ellas mismas. El guarda consideró extraña la conducta de las adolescentes y les pidió la documentación. Luego las dejó marchar. Otras fuentes confirman la declaración de ambas, pero aseguran que aquellos hechos fueron más «un juego inexplicable» que un intento de asesinato.
En su declaración ante el juez, las detenidas admitieron haber lamentado el «fracaso» en el centro comercial, y afirmaron que decidieron planificar meticulosamente el crimen. Aunque no se preocuparon de ocultar el arma del crimen ni las ropas ensangrentadas, sí se dedicaron a hilvanar una coartada.
La policía halló en las habitaciones de ambas varias cuartillas de papel, a modo de ficha, en las que habían detallado las explicaciones que debían dar en caso de ser interrogadas. Cada una había memorizado, en tramos de 15 minutos, la cronología de sus supuestas acciones la tarde y noche del crimen.
Las fichas desarrollan una coartada para cada una de ellas, con justificaciones, en la mayoría de los casos, complementarias. A juicio de algunos investigadores, este procedimiento denota una mentalidad «fría y calculadora».
Pero las macabras cuartillas no les sirvieron de nada, ya que la policía las cogió a «contrapié», según fuentes cercanas a la investigación, en sus casas el sábado por la mañana. Y no tardaron nada en confesar. La policía confirmó ayer que las jóvenes no estaban bajo los efectos de ninguna droga.
Según el relato de las presuntas asesinas, sólo una de ellas, R. C. T., asestó todas las puñaladas a la víctima, mientras la otra, I. S. G., supuestamente se limitó a sujetarla. Presuntamente hubo ensañamiento y Clara opuso resistencia hasta el final, como lo prueban los navajazos que recibió en sus brazos y manos.
La autopsia revela que ninguna de las puñaladas -la navaja tiene una hoja de un solo filo, de 11 centímetros, y está poco afilada- asestadas en la espalda y en el tórax fue mortal, por lo que la víctima habría fallecido desangrada tras el corte que le seccionó la vena carótida y la arteria yugular.
El cadáver fue hallado por el novio de Clara en la mañana del sábado ya que, tras recibir la llamada de los padres de la joven, alarmados porque ésta no había dormido en casa, se dirigió al descampado de El Barrero, donde la chica le había comunicado que había quedado con las dos presuntas asesinas el viernes.
Las investigaciones han descartado la participación de otras personas en los hechos, al igual que lo hizo el lunes el juez, Juan José Parra.
Los abogados de las acusadas piden que pasen a un centro de menores
Los abogados que representan a las dos jóvenes acusadas por el asesinato de Clara G. C en San Fernando (Cádiz) han decidido recurrir el auto de prisión dictado por el juez instructor y que, si no se las pone en libertad, se las traslade a un centro de menores.
Los letrados pretenden que se utilice el mismo criterio que aplicó la Sala Segunda de lo Penal del Tribunal Supremo, que el pasado abril apostó por la sustitución de una pena de prisión de 21 meses para un joven de 17 años por algunas medidas alternativas que recoge la Ley de Responsabilidad Penal de los Menores. Esta norma está ya promulgada, aunque no entrará en vigor hasta el 14 de enero de 2001.
La Audiencia de Huelva había condenado a J. A. V. R., de 17 años, a 21 meses de prisión por atracar con una navaja y robar una pequeña cantidad de dinero a un niño de 15 años. El ponente de la sentencia del Supremo, José Antonio Martín Pallín, considera que la ejecución de la sentencia dictada por la audiencia onubense, que ya es firme, puede conmutar la pena de prisión por el internamiento del menor en un centro especializado.
Los abogados de las detenidas consideran que en este caso se puede aplicar el mismo criterio, que supone adelantar la aplicación de la ley.
Por otra parte, los padres de Clara G. C. anunciaron ayer que recurrirán a medidas legales para «limpiar» la memoria de su hija, sobre la que consideran que se han vertido «muchas falsedades».
«Clara no se merecía lo que han difundido algunos medios de comunicación, porque era una joven pura, buenísima y que nunca tuvo relación con actividades esotéricas, juegos de rol o ritos satánicos», explicó ayer su padre, José Antonio García.
El brazo herido de una de las supuestas asesinas de San Fernando desbarató la coartada
Antonio Hernández-Rodicio – Elpais.com
1 de junio de 2000
La policía vinculó el corte con el forcejeo que se produjo durante el apuñalamiento.
Se habían afanado en prepararlo todo: el escenario del crimen, el arma homicida y las excusas, pero el profundo corte que una de ellas tenía en uno de sus brazos fue determinante para que los policías se convencieran de que I. S. G. y R. C. T., de 16 y 17 años, mentían y podían estar involucradas en la muerte de Clara G. C. Hasta que los agentes vincularon la herida con el forcejeo que se produjo durante el apuñalamiento, la coartada fabricada por las dos chicas en la noche del crimen anterior a su interrogatorio no presentó fisuras.
Los investigadores creen que I. S. G. recibió en el antebrazo un navajazo que iba dirigido a la víctima. En otra muestra de sangre fría inaudita, fuentes cercanas a las pesquisas aseguran que, horas después del suceso, la joven se autolesionó en la misma zona del brazo con un cristal para justificar la lesión.
El relato de los hechos que habían elaborado en el domicilio de I. S. G. casi tres horas después de que supuestamente asestaran 18 puñaladas a su excompañera de clase y de la que habían sido buenas amigas en el pasado, funcionó inicialmente.
Las coartadas están manuscritas por I. S. G. en unas cuartillas que la policía halló entre los cajones de su habitación. En sus primeras declaraciones ante la policía antes de ser detenidas defendieron su historia ficticia. Después, ambas se autoinculparon.
Los hechos reales y los inventados comienzan a distanciarse hacia las 21.00 horas. Según la versión pergeñada por las jóvenes, antes de encontrarse con Clara compraron una litrona de cerveza en un establecimiento próximo al descampado de El Barrero, en San Fernando, donde ocurrieron los hechos y el novio de Clara encontró el cadáver el sábado por la mañana. En su coartada, aseguran que se vieron con la víctima hacia las 21 horas y que 15 minutos después, ésta y R.C.T. discutieron. Según su versión, la chica asesinada dejó el lugar poco antes de las 21.30 horas.
«Jaleo»
En realidad, se calcula que a esa hora estaban supuestamente perpetrando el macabro asesinato. Así lo confirma uno de los testigos: el soldado que hacía guardia en una garita del Observatorio de la Marina y que declaró haber escuchado «jaleo» a esa hora.
Fuentes de la investigación añaden que el soldado oyó decir a una chica: «¿Qué me habéis traído aquí, para matarme?». No vio nada pero alertó al oficial de guardia, quien restó importancia al suceso al tratarse de una zona habitualmente conflictiva.
En las cuartillas las jóvenes habían escrito que se quedaron en El Barrero hasta las 23.00 horas, con el objeto de «pillar» hachís para una amiga; que después se marcharon hacia la zona de copas para buscar a unos conocidos que celebraban un cumpleaños.
Pero lo que parece cierto es que entre las 22.00 y las 23.00 horas acudieron a sus casas para cambiarse de ropa. Los trajes sucios se los llevaron a casa de I. S. C., donde la policía los encontró al día siguiente, lavados y tendidos pero con restos de sangre. La navaja la dejaron clavada en una maceta en casa de R.C.T.
Una vez que creían eliminadas las pruebas, fueron a buscar a los amigos de fiesta. No los encontraron pero tomaron copas por su cuenta. La policía cree que esa parte de la versión es cierta: bebieron, pero después de haber segado la vida de Clara.
Cuando regresaron a casa de I.S.C. escribieron sobre el papel las explicaciones y las justificaciones que ofrecerían a la policía en el caso de ser interrogadas, una labor que se prolongó algo más allá de las 0.30 horas, cuando, en teoría, se habían echado a dormir en una cama nido.
«Yo no he sido»
Al mediodía siguiente, cuando ya había sido hallado el cadáver, a las 14.00 horas, en la Comisaría del Cuerpo Nacional de Policía de San Fernando el padre de Clara clavó su mirada en los ojos de R.C.T. y le espetó: «¿Qué le has hecho a mi hija?», a lo que la chica, que aún no estaba detenida, respondió: «Yo no he sido». La madre de la niña asesinada fue más allá y cogió a I.S.C. por los pelos en un ataque de rabia. La madrugada se había llevado por delante las coartadas inventadas.
El abogado Luis Pérez Matallana, letrado de R.C.T., informó de que agotará el plazo legal, en este caso el viernes, para recurrir el auto judicial de ingreso en prisión de su defendida.
Matallana declaró a Efe que ya le ha sido notificado el levantamiento del secreto del sumario, pero que aún no ha tenido acceso a la información sobre la autopsia efectuada a la víctima.
El abogado, designado para este caso por turno de oficio a diferencia del otro defensor, Fernando Serrano, contratado por la familia de la segunda menor detenida, aseguró que hasta el próximo viernes no presentará el recurso a la orden de prisión con la idea de «estudiarlo lo mejor posible».
La intención es que su defendida salga de prisión o sea trasladada a un centro de menores.
La «normalidad» de Clara irritaba a las dos menores acusadas
El enfriamiento paulatino de la relación entre la víctima y sus supuestas asesinas desembocó en un sentimiento creciente de odio -especialmente notorio en I. S. G.- hacia la que fue su amiga. En sus cuadernos del instituto se han hallado algo más que apuntes.
El odio hacia Clara parecía provenir del reciente noviazgo de ésta con un joven de su edad que no era del agrado de I. S. G. Buen estudiante, deportista y de comportamiento correcto. Lo tenían mal considerado porque creían que era «un niño normal», lo que alejaba a Clara de sus gustos y aficiones, un camino que, en realidad, ésta ya había recorrido hacía tiempo.
Entre las notas halladas entre las pertenencias de las jóvenes figuran repetidas expresiones, que los investigadores no dudan en tipificar como «violentas», en las que las adolescentes expresan malestar y «ciertos complejos» por su aspecto físico. En cambio, sus mismos escritos revelan un aprecio creciente por las virtudes del espíritu y «el poder» de la voluntad. El modelo fue J. R. P., el joven murciano que se encuentra encarcelado por el supuesto asesinato de sus padres y su hermana con una espada samurai.
A él le dedicaron una loa que nunca llegaron a enviarle en la que alababan su aspecto físico y aplauden su conducta y su «sangre fría». Tal es la admiración que las chicas parecen sentir, que dicen comprender «la violencia» que empleó en el crimen. Los expertos intentan ahora descifrar cómo pudo influir en el asesinato de San Fernando una ecuación que a las presuntas autoras les parece sugerente: a más violencia, más fuerza interior y más paz.
Aunque entre el material intervenido en los domicilios de las dos chicas se han hallado invocaciones escritas al diablo y un muñeco de trapo para prácticas de vudú, así como libros relacionados con esas creencias, los agentes siguen descartando cualquier influencia ritual en el crimen.
La fiscalía pide que se impute asesinato a las dos menores acusadas del crimen de Cádiz
Fernando Pérez Monguió – Elpais.com
3 de junio de 2000
La fiscalía y la acusación particular solicitaron ayer al juez que instruye el caso de la muerte de la joven Klara C. G., de 16 años, en San Fernando (Cádiz) que impute el delito de asesinato a las supuestas autoras del crimen. Estas dos adolescentes y antiguas amigas de la víctima prestaron ayer nuevamente declaración.
Los abogados de I. S. G. y R. C. T. presentaron el jueves un recurso contra el auto de prisión ya que, a su juicio, se les debe aplicar la Ley Penal del Menor, que entrará en vigor en enero próximo y que prevé para estos casos el internamiento en centros de menores.
Las dos chicas, de 16 y 17 años, abandonaron en un furgón celular de la Guardia Civil la prisión preventiva de Puerto 2, en El Puerto de Santa María, a las diez de la mañana. Apenas media hora más tarde, las jóvenes entraron en las dependencias judiciales de San Fernando. Lo hicieron, como en su primera declaración, con gesto serio y frío, y con las mismas ropas que vestían cuando fueron detenidas. A las 16.10 horas fueron nuevamente conducidas a la prisión.
Durante todo este tiempo, estuvieron en los calabozos del Palacio de Justicia y prestaron declaración ante el juez. El abogado encargado por la familia de la víctima de ejerce la acusación particular, José Ignacio Quintana, informó ayer que ha solicitado, al igual que la fiscalía, que se impute a las supuestas autoras del crimen el delito de asesinato.
Mientras, los abogados de I. S. G. y R. C. T., Fernando Serrano y Luis Pérez Matallana, respectivamente, informaron a su salida de los juzgados de que han pedido al magistrado que adecue la instrucción del caso a la Ley Penal del Menor, que entrará en vigor el 12 de enero de 2001, y que no contempla penas de prisión, sino reclusiones en centros especiales de menores.
La pena de privación de libertad sería de un máximo de cinco años, según la citada ley, que se podría aplicar con efecto retroactivo.
El abogado de los padres de la chica asesinada se mostró contrario a esta solicitud y exige que en este caso se aplique el Código Penal y la actual Ley de Enjuiciamiento Criminal porque son los textos vigentes. «No estoy de acuerdo con la petición de las defensas porque la nueva Ley del Menor no está vigente todavía», defendió ayer Quintana.
El juez les comunicó a las partes que fallará el recurso, la imputación y la petición de pruebas el martes próximo.
Por otra parte, el subdelegado del Gobierno en Cádiz, Miguel Osuna, informó ayer que la policía prestará una protección especial a los padres de las menores detenidas, que han denunciado que sufren un constante acoso de ciudadanos de San Fernando.
«Si te preocupan tus hijos tienes que saber cómo son», dice el padre de Klara
Antonio, el padre de la joven de 16 años asesinada hace una semana en San Fernando supuestamente a manos de dos compañeras de instituto, declaró ayer a la Cadena SER que él «sí sabía» lo que pasaba por la mente de Klara, como su hija quería que se la conociese y como la familia desea que se la recuerde.
«Cualquier adolescente puede mentir a los padres, pero pienso que un padre, en reglas generales, tiene que saber cuál es el carácter de su hija; si te preocupas lo más mínimo por la educación de tus hijos, tienes que saber cómo son», arguyó.
«Desde el primer momento en que faltó Klara, a los cinco minutos de pasar la hora de que llegara, su madre sabía que le había pasado algo, estuvimos toda la noche buscando a nuestra hija, porque sabíamos que algo le había ocurrido», dijo. Antonio se duele de las «noticias basadas en rumores o en declaraciones de personas ajenas» a la familia que «han incrementado notablemente la sensación de vacío, de impotencia».
Ocho años de internamiento para las asesinas de la joven Klara García
El País
22 de marzo de 2001
Las menores condenadas confesaron ante la policía y el juez instructor que engañaron a la víctima -una antigua amiga y compañera de instituto- para conducirla al descampado de El Barrero, donde le seccionaron parcialmente el cuello y le asestaron 18 puñaladas. El cadáver fue encontrado al día siguiente de su muerte. Las asesinas declararon posteriormente que cometieron el crimen para «experimentar qué es lo que se sentía» y porque querían hacerse «famosas».
La sentencia del juez Del Río atiende a la petición de la fiscalía, que solicitó la mayor medida correctora para las asesinas. Acepta también las razones expuestas por el abogado de los padres de la víctima, quien consideró que las chicas actuaron con «alevosía, premeditación y con plena conciencia» de lo que hacían.
El magistrado dictó ayer sentencia después de rechazar el viernes tramitar ante el Tribunal Constitucional las distintas cuestiones de inconstitucionalidad a la Ley de Responsabilidad Penal del Menor que le plantearon en el juicio los abogados defensores y el letrado de los padres de la víctima.
La sentencia decide que las dos adolescentes reciban tratamiento terapéutico durante el tiempo que dure su internamiento. Ésta es una de las medidas que solicitaron los abogados que ejercen la defensa de las ahora condenadas, Fernando Serrano y Luis Pérez Matallana. Ambos anunciaron ayer que recurrirán la sentencia ante la Audiencia Provincial de Cádiz.
En un comunicado de prensa emitido ayer, el abogado de I. S. G, Fernando Serrano, justifica la decisión de recurrir en «la celebración de un juicio paralelo» en la sociedad, en los medios de comunicación y en «altas magistraturas de la Nación».
En este sentido, el abogado criticó las declaraciones al respecto del ministro de Justicia, Ángel Acebes, y del fiscal general del Estado, Jesús Cardenal. «Hemos visto con asombro cómo han llegado a participar realizando declaraciones en las que se adelantaba sin recato alguno la condena que se les iba a imponer a nuestras defendidas, olvidando así el derecho fundamental que tiene toda persona a la presunción de inocencia».
Serrano se quejó: «Se permitieron [el ministro y el fiscal general del Estado] anunciar que la pena que les sería impuesta a las acusadas ascendería a ocho años de internamiento más otros cinco años de libertad vigilada. En total, trece años, la misma pena que efectivamente ha impuesto la sentencia».
Este abogado criticó además algunas decisiones que rodearon la celebración de la vista en los días 23 y 24 de febrero. Serrano lamentó que el juez Del Río decidiera que la vista se celebrara a puerta cerrada porque, a su juicio, «se vulneró el derecho al juicio público con todas las garantías».
Una pena insuficiente
Pese a que se aplica la máxima medida correctora, el padre de Klara, José Antonio García, tildó la pena de «insuficiente» y reiteró sus críticas a la Ley de Responsabilidad Penal del Menor. «Sigo pensando que las asesinas de mi hija eran personas maduras y tenían que haber sido juzgadas con el Código Penal vigente. De ocho años a los 25 a los que les podían haber condenado hay una gran diferencia». «Siento indefensión, porque no hemos podido presentarnos como acusación particular».
García, que ha convocado varias manifestaciones contra el texto legal, afirmó que seguirá luchando «para que la sociedad y los menores tengan una ley justa para todos». «Es injusto que los que cometen los delitos se vean beneficiados, incluso quitándole los derechos a las víctimas».
La sentencia afirma que las asesinas de Klara no se ensañaron
Fernando Pérez Monguió – Elpais.com
24 de marzo de 2001
El Juzgado de Menores de Cádiz considera que no hubo ensañamiento en la muerte de Klara García Casado, de 16 años, asesinada en San Fernando (Cádiz) el 26 de mayo de 2000 y por el que han sido condenadas dos compañeras suyas de instituto de 18 y 17 años.
Según la sentencia, «aun admitiendo, como declararon los forenses, que la víctima tuvo que sufrir unos minutos desde su degollamiento hasta la muerte, no consta acreditado que la intención de las autoras fuera otra que la de causar la muerte. Debe rechazarse que, de modo inhumano, pretendieran aumentar el sufrimiento de aquella».
El informe forense detalló que Klara recibió 32 heridas de arma blanca, 15 de ellas en el tórax y, entre otras, nueve en el cuello, la mayor de estas de 16 centímetros de longitud.
La sentencia, aunque descarta el ensañamiento, admite que existió alevosía: «La víctima fue llevada engañada a un lugar apartado, se esperó a la noche y la oscuridad para matarla y se le atacó de improviso, traicioneramente y sin darle la menor oportunidad de defenderse». Las dos menores han sido condenada [condenadas] a ocho años de internamiento y cinco de libertad vigilada. Sus abogados pedirán el internamiento voluntario para que reciban tratamiento terapéutico.
Condenados los padres de las asesinas de Klara a indemnizar con 246.145 euros
Fernando Pérez Monguio – Elpais.com
27 de noviembre de 2002
El Juzgado de Menores de Cádiz ha condenado Iria Suárez González y Raquel Carlet Torrejón, de 19 y 20 años de edad en la actualidad, respectivamente, y a sus padres a pagar una indemnización de 246.145 euros a la familia de Klara García, la joven de 16 años asesinada en San Fernando por las dos condenadas, compañeras de instituto, el 26 de mayo del 2000.
José Ignacio Quintana, el abogado de los padres de Klara, José Antonio García y Maria Casado, había solicitado 721.000 euros en el juicio civil, que se celebró el pasado 5 de noviembre.
El abogado de la mayor de las asesinas, Luis Miguel Pérez Matallana, confirmó ayer que el juez de Menores de Cádiz, Rafael del Río, condena a las asesinas, a la madre de Raquel y a los padres de Iría como responsables civiles del asesinato de las jóvenes a que «abonen solidariamente la suma de 246.415 euros».
La Ley de Responsabilidad Penal del Menor separa el procedimiento civil, que se acaba de fallar, del penal, que ya condenó a las adolescentes a ocho años de internamiento en un centro cerrado de menores y a cinco más de libertad vigilada, la máxima medida correctora que prevé esta ley por asesinato y conspiración al asesinato.
Las dos asesinas de Klara García disfrutan de libertad desde 2006
Antonio Atienza – Andaluciainformacion.es
23 de febrero de 2009
La muerte de Clara García Casado, en el mes de mayo de 2000 a manos de sus compañeras de clase, Iria y Raquel, consiguió la movilización de San Fernando pidiendo una reforma de la entonces incipiente Ley del Menor -las asesinas de la joven isleñas fueron las primeras juzgadas con esa Ley- e incluso un organizado movimiento reivindicativo a nivel andaluz con manifestación en Sevilla, unidos familiares de diversos casos ocurridos próximos en el tiempo.
El asesinato de la niña Mari Luz, en Huelva, recientemente, propició que sus padres y miles de onubenses, a los que se sumaron testimonios a favor de toda España, pidieran la pena de muerte para determinados tipos de delitos, con entrevista de los padres de la niña con el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero.
La muerte de Marta del Castillo, todavía sin aparecer su cadáver, ya ha desencadenado una oleada de protestas, manifestaciones, concentraciones y muestras de adhesión que piden un endurecimiento de las penas hasta la cadena perpetua, tal fue la última manifestación en Madrid.
Las peticiones tienen más eco en función de que las víctimas sean jóvenes y dobles connotaciones si tanto víctimas como asesinos son menores o jóvenes, no en vano porque esa Ley del Menor que ya en el año 2000 se pedía que se cambiara y que además se dotara de medios tanto a los Juzgados como a los establecimientos en los que los jóvenes tenían que cumplir las penas, sigue al día de hoy soportando importantes carencias mientras que no disminuyen los delitos con menores involucrados como protagonistas.
Una larga lista
Una muestra de ello es la lista que comenzando en el Barrero en el año 2000, sigue en Barcelona en diciembre de 2005, donde Orial Plana, de 18 años, Ricard Pinilla, de 18 y Juan J. M., de 17, queman viva a una indigente en un cajero de la ciudad condal. O en esa misma ciudad, en enero de 2006, donde un joven de 26 años golpea a los transeúntes y los graba como trofeo.
Un niño de 11 años es golpeado por varios compañeros en el Colegio Suizo de Alcobendas en junio de 2006 y en octubre de ese año, un exalumno del Instituto Haygón de Alicante propina una paliza a un profesor mientras su compañero grababa la escena. En febrero de 2008, un menor de 14 años mata de un escopetazo a su madre en Granada.
Como ejemplo genérico de esa otra violencia solapada por las propias familias hasta que el resultado es de sangre, está el centro de rehabilitación El Laurel, en Madrid, único en España para niños que agreden a sus padres. Está desbordado, de la misma forma que lo están otros centros para otras circunstancias específicas e igual que lo están los propios Juzgados que no encuentran colaboración de los ayuntamientos para que los jóvenes condenados por otros delitos no de sangre, puedan cumplir las penas a través del trabajo social.
A estas alturas de 2009, lo mismo que se pedía en el año 2000 en las manifestaciones en San Fernando y en Sevilla y en los muchos actos en los que los padres de Clara García Casado defendían esa reforma de la Ley del Menor, hay quienes están de acuerdo con rebajar la edad penal y quienes no -y se habla de especialistas, no de declaraciones viscerales-, mientras que cada uno de los delitos que se cometen, con menores como protagonistas o sin ellos, mueven a la gente a exigir más castigo.
De 25 a ocho años
Iria y Raquel se vieron beneficiadas de la Ley del Menor, recién aprobada, y se acogieron a ella. Los padres de la víctima ni siquiera pudieron asistir al juicio celebrado en Cádiz y se tuvieron que conformar con expresar su protesta ante los medios de comunicación de toda España que se dieron cita en la capital de la provincia.
La Fundación Klara García -Klara con K, que era como ella escribía su nombre- se movió durante unos años hasta que desapareció, aunque en el Instituto Isla de León, en el que estudiaban las asesinas y la víctima, se mantiene un día dedicado a su recuerdo, pero cada vez son menos los alumnos que recuerdan esa triste efeméride y la conmemoración se enfoca a un alegado contra la violencia.
Pero casi nada de lo que se hizo, las manifestaciones, las declaraciones, el trabajo de la Fundación, sirvió para nada. Es verdad que ha habido cambios en la Ley del Menor pero su aplicación sigue adoleciendo de falta de medios. Y nada más.
Iria y Raquel se enfrentaban a una pena de 25 años de prisión y gracias a la nueva Ley se quedó en ocho años de internamiento y cinco de libertad vigilada, el máximo que se podía aplicar. Hoy en día Iria tiene 25 años y Raquel 26 y viven en libertad desde 2006. Vigilada, pero en libertad.
Raquel estuvo en un centro de Madrid llamado Los Madroños, donde con el tiempo asumió la mostruosidad [monstruosidad] de lo que había hecho. Luego se interesó por la peluquería, encontró novio y trata de enderezar su vida, obviamente y si ella misma lo reconoció a los psicólogos, con el peso de su atrocidad a cuestas.
Iria también vive en libertad e incluso comenzó a estudiar Psicología, aunque tardó más en asumir lo que había hecho. Luego terminó afincándose en Vigo, donde parece que vive junto a su madre.
Nada ni nadie ha movido lo que dictaminó el juez en marzo de 2001. Ninguna manifestación ha cambiado las cosas ni posiblemente las cambie, lo que no quiere decir que sean baldías. Simplemente que la Ley se renueva de otra forma y jamás desde la visceralidad. Por muy subjetivamente justificada que esté
El 20% de los jóvenes justifica la violencia
Iria y Raquel asestaron 32 puñaladas a Clara García Casado en la mañana del 27 de mayo de 2000 en el ahora Parque del Barrero, antes un descampado. Lo hicieron simplemente para saber qué se sentía matando a una persona. Se dice que lo intentaron aleatoriamente en el centro comercial Bahía Sur pero sin suerte y al final fue su mejor amiga la víctima.
Se han escrito ríos de tinta sobre las motivaciones de este crimen, sobre cómo se llega a ese momento, qué camino se sigue para desembocar en una acción para el resto de las personas sencillamente incomprensible, pero lo seguro es que hay un camino por el que se llega a la barbarie y eso lo demuestran los peritos que se sientan en los juicios a explicar cómo comenzó y terminó el camino.
Hay más datos, oficiales, sobre ese 20 por ciento de jóvenes entre 12 y 16 años que justifica la violencia, según un informe del Centro de Estudios Reina Sofía. Casi un 13 por ciento de esa quinta parte de los jóvenes se considera agresor o utiliza armas intimidatorias; al 59 por ciento de los agresores les gustan las actividades de riesgo, el 41 por ciento consume viodeojuegos [videojuegos] violentos y el 39 por ciento siente miedo y rabia sobre los demás. ¿Caldo de cultivo? Quién sabe.