Juliet Hulme
  • Clasificación: Homicida
  • Características: Menor de edad (15 años) - El cuerpo de la víctima tenía 45 heridas en la cabeza y otras muchas en las manos
  • Número de víctimas: 1
  • Fecha del crimen: 22 de junio de 1954
  • Fecha de detención: 23 de junio de 1954
  • Fecha de nacimiento: 28 de octubre de 1938
  • Perfil de la víctima: Honora Rieper (la madre de su amiga Pauline Parker)
  • Método del crimen: Golpes con un ladrillo metido dentro de un calcetín
  • Lugar: Christchurch, Nueva Zelanda
  • Estado: Fue condenada a permanecer en prisión hasta obtener el beneplácito de Su Majestad, el 28 de agosto de 1954. Posteriormente quedó en libertad en 1959
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Pauline Parker y Juliet Hulme

Última actualización: 10 de abril de 2015

Las asesinas del chándal

En 1954, en un silencioso parque de Nueva Zelanda, dos quinceañeras golpearon a la madre de una de ellas hasta causarle la muerte. El juicio constituyó uno de los acontecimientos más señalados del país.

El día 22 de junio de 1954 la quinceañera Pauline Parker salió a dar un paseo por la tarde en compañía de su madre y una compañera, Juliet Hulme por los alrededores de Christchurch, Nueva Zelanda. Juliet se adelantó y entonces Pauline asió con fuerza la maza improvisada que guardaba en su bolsillo.

En un momento determinado, Pauline se colocó detrás de su madre, sacó la maza –un ladrillo metido dentro de un calcetín- y lo lanzó sobre la cabeza de la señora Parker. La víctima cayó al suelo sin conocimiento y Pauline continuó haciendo llover los golpes sobre ella, mientras Juliet volvía precipitadamente para ayudarla a cumplir su propósito.

Pauline Parker tenía 16 años y Juliet Hulme, 15; ambas eran alumnas de la Escuela Superior Femenina de Christchurch. Hacían una rara pareja: Juliet era alta, delgada y rubia; Pauline baja, morena y regordeta. En el colegio eran inseparables, pues habían descubierto el talento que ambas tenían para la fantasía, lo que las hacía capaces de escapar a determinados convencionalismos de la zona suburbana en que vivían. Estaban convencidas de que eran únicas y de que estaban destinadas a empresas mayores que los deleites domésticos que se les ofrecían tras los cuidados jardines de Christchurch. Pasaban juntas cada vez más tiempo, reuniéndose en casa de una o de otra.

Ambas escribían novelas, poesía y llevaban un diario. Una de sus fantásticas ilusiones era la de convertirse en famosas escritoras. Para conseguir su objetivo, habían decidido huir de Nueva Zelanda e instalarse en los Estados Unidos.

De aquella amistad surgió una relación sexual que llevó al crimen. Aunque no era algo desacostumbrado entre adolescentes del mismo sexo, en los años 50 la estricta sociedad de Christchurch no estaba preparada para reconocer que dichas relaciones eran bastante frecuentes.

Cuando los padres se dieron cuenta de sus actividades lesbianas, se alarmaron tanto que decidieron separarlas. La señora Hulme descubrió que las jóvenes “proyectaban marcharse a América para publicar sus obras”. En aquellos momentos el padre de Juliet, un renombrado académico y conocido personaje público, estaba a punto de emprender un viaje a Inglaterra. Entonces la familia decidió apartar a Juliet de su amiga y trasladarse con ella a Sudáfrica para visitar a unos parientes. La madre de Pauline y su padrastro se mostraron satisfechos con el proyecto, que pretendía terminar con aquella relación entre las niñas.

Aquella satisfacción estaba aminorada por un cierto sentimiento de culpa, de modo que Pauline obtuvo permiso para pasar 10 días con Juliet antes de que ésta emprendiera el viaje a Sudáfrica. En este periodo las muchachas concretaron los detalles definitivos del plan ideado para matar a señora Parker.

El 28 de abril de aquel año Pauline manifestaba en su diario el creciente odio que hervía en su interior en contra de su madre. “Es uno de los principales obstáculos de mi camino. De repente se me ocurrió el procedimiento para eliminar aquel obstáculo. Si muriera…”, escribió en su diario.

Otro párrafo del diario, fechado el 19 de enero, habla de un plan para “arreglar” a su madre: “Lo tenemos estudiado cuidadosamente y temblamos ante la idea. Como es natural nos sentimos un poquito nerviosas. Pero el placer de los preparativos es muy grande”.

La razón primera del crimen fue que, cuando se planeó el viaje a Sudáfrica de Juliet y su padre, las niñas propusieron que Pauline los acompañara. En seguida comprendieron que tanto la señora Parker como el resto de la familia se oponían a la idea.

El 21 de junio Pauline declaraba: “Decidimos usar una piedra dentro de un calcetín mejor que un saco de arena. Discutimos el “arreglo” en su menores detalles. Me siento tan ilusionada como cuando se prepara una fiesta. Mi madre ha destruido toda la belleza, y el feliz acontecimiento se producirá mañana por la tarde. La próxima vez que escriba mi madre habrá muerto. ¡Qué extraño sentimiento de placer!”

Después de pasar diez días en casa de Juliet, las chicas volvieron a la de Pauline. Era la mañana del día señalado para el crimen. Durante la comida, antes de salir a pasear con la señora Parker por la zona de Cashmere Hills, ambas reían y bromeaban.

Después del crimen, Pauline y Juliet se pusieron histéricas. Entraron cubiertas de sangre en el salón de té de Agnes Ritchie, cerca de Victoria Park. “Mamá está terriblemente malherida”, gritaba Pauline.

Cuando la policía localizó el cuerpo de la señora Parker descubrió que tenía 45 heridas en la cabeza, y otras muchas en las manos. A su lado apareció un ladrillo cubierto de sangre.

Pauline y Juliet aseguraban que la señora Parker yacía herida como resultado de haber caído por un declive de la colina. Las heridas de la cabeza se las habían producido ellas mismas al intentar trasladarla.

Los policías no les convenció aquella declaración. Después de advertir a Pauline que estaba bajo sospecha del asesinato de su madre, el inspector le preguntó:

-¿Quién atacó a tu madre?

-Yo misma -respondió tajante.

El 24 de junio Pauline Parker y Juliet Hulme fueron acusadas del asesinato de la señora Honora Parker.

El juicio se inició en Christchurch el 23 de agosto de 1954. Las pruebas más concluyentes se obtuvieron de los diarios, donde las chicas hacían múltiples referencias a su proyectado crimen; expresaban además sus fantasías, sus ambiciones y la intensidad de sus mutuos sentimientos.

Al comenzar el juicio, el fiscal leyó una declaración de Juliet. En ella manifestaba que Pauline deseaba ir a Sudáfrica con ella, pero que creía que su madre no lo iba a permitir. Decidieron hablar con ella durante el paseo por Cashmere Hills. Sin embargo, Juliet admitió que habían decidido llevarse un ladrillo embutido en un calcetín.

“Yo no sabía lo que iba a ocurrir cuando salimos hacia el parque”, decía Juliet en su declaración. “Pensé que la señora Parker se iba a asustar cuando viera el ladrillo y que daría permiso a Pauline para hacer el viaje conmigo. Después del primer golpe comprendí que no teníamos más remedio que matarla. Yo estaba aterrada e histérica”.

El tribunal, a raíz de su declaración, trató de comprobar si las jóvenes estaban en su sano juicio, ya que el 24 de agosto la defensa presentó un recurso basado en enfermedad mental.

El psiquiatra, a preguntas de la defensa, manifestó ante el tribunal que había un “trastorno en el orden moral” de ambas muchachas. Describió su comportamiento como una forma de paranoia, un estado de frustración, de un aspecto conocido como folie à deux o “locura recíproca”.

El abogado de la defensa insistió en que las jóvenes no eran “unas criaturas de mente sucia” como las había descrito la acusación, sino una enfermas mentales que no eran responsables de sus actos. Al día siguiente, el doctor R. W. Medlicott, superintendente médico del Hospital Psiquiátrico de Ashburn Hall, afirmó que ambas acusadas podían ser consideradas enfermas y que, aunque conocían la ley, no podían comprender la maldad de sus actos.

La acusación preguntó que, en ese caso, por qué habían intentado negar su culpabilidad. Medlicott respondió: “Porque tenían un plan y sabían que si las detenían no podrían llevarlo a término. Se consideraban a sí mismas como unas auténticas genios…”

A continuación se produjo un curioso incidente. El psiquiatra había declarado que la “exaltada” poesía descubierta en el diario de la joven Parker era una prueba de su enfermedad. Entonces, el fiscal recitó una serie de fragmentos poéticos al doctor sin decirle quién era el autor, con objeto de que diagnosticara si podía tratarse de un loco.

Las obras eran de poetas conocidos, entre otros, Walter de la Mare y Shakespeare. También leyó la descripción de un sueño, solicitando la opinión de Medlicott. Este respondió que no creía que el autor de la descripción fuera un enfermo mental. Se trataba de un párrafo del Apocalipsis de San Juan.

El doctor Medlicott señaló otros dos fragmentos del diario de Pauline Parker en apoyo de su tesis. El 6 de junio escribió que Juliet y ella habían estado hablando durante toda la noche sobre los motivos de su próxima actuación. “Es que estamos locas. Ambas estamos claramente, rematadamente, delirantemente locas. No tenemos duda alguna y este pensamiento nos hace temblar de espanto”.

El doctor Francis Bennet, otro perito de la defensa, declaró que después del asesinato Hulme le había dicho que no sentía remordimientos al respecto. También informó al tribunal que las chicas habían copiado en una ocasión los Diez Mandamientos y tenían apuntados los que habían desobedecido.

El fiscal solicitó la presencia de tres peritos, doctores en medicina, que rechazaron la hipótesis de locura. El más destacado fue el doctor James Edwin Saville, médico oficial del hospital mental Sunnyside, quién reveló que las jóvenes habían tratado de hacerse pasar por locas cuando las interrogó. Ellas calculaban que a los 18 ó 19 años podrían salir de un manicomio, pero que si las declaraban sanas la condena sería de mayor duración.

El 29 de agosto de 1954 Pauline y Juliet fueron declaradas culpables del asesinato de la señora Parker. En la recapitulación de los hechos el juez Adams recordó el diagnóstico de locura emitido por dos doctores y el de salud mental emitido por otros tres. Apuntó que en cierto modo y en determinados aspectos las mentes de las dos jóvenes eran anormales. Sin embargo, ambas eran conscientes de que sus comportamientos eran perversos y opuestos al código moral de la comunidad.

Las condenó a prisión hasta obtener el beneplácito de Su Majestad, la única sentencia que podía dictarse en Nueva Zelanda legalmente para convictos menores de 18 años por un crimen castigado con la muerte. Las jóvenes no manifestaron la menor emoción al escuchar la sentencia.

El 1 de septiembre el ministro de Justicia decretó que Pauline y Juliet cumplieran sus condenas en diferentes instituciones. Juliet ingresó en la prisión de Auckland y Pauline en Borstal, al norte de Wellington. El mayor castigo que ambas podían sufrir era el de permanecer separadas.

Juliet Hulme pasó su condena escribiendo, tejiendo y estudiando idiomas. Pauline Parker continuó sus estudios para obtener el certificado graduándose en una Escuela Superior en 1953.

Ambas mujeres recibieron un profundo tratamiento psiquiátrico en la prisión desde finales de 1953. El éxito conseguido, así como la inutilidad de mantener prisioneras a aquellas dos mujeres por un crimen cometido en su juventud, fueron las razones de peso que les permitieron obtener la libertad solamente cuatro años después.

Una pareja problemática

Parece increíble que pudiera incubarse un delito criminal en el refinado ambiente que rodeaba las vidas de Juliet Hulme y Pauline Parker. Por otra parte, eran simplemente unas adolescentes soñadoras. Sin embargo, unidas y aisladas en su mundo privado, eran perversas.

Juliet Marion Hulme procedía de un eminente y respetable ambiente inglés. Su padre había sido director de investigaciones del Almirantazgo después de trabajar como profesor en la Universidad de Liverpool, ayudante jefe del Real Observatorio de Greenwich y asesor científico del Ministerio del Aire.

Juliet nació en 1939; según las declaraciones de su madre ante el tribunal, desde los dos años estaba traumatizada por los bombardeos. En el transcurso de su época escolar padeció frecuentes pesadillas y enfermedades que le impidieron asistir al colegio durante dos años. En 1948 la familia Hulme emigró a Nueva Zelanda, donde su padre desempeñó el cargo de rector del College de la Universidad de Canterbury, en Christchurch, mientras Juliet estudiaba en la Escuela Superior Femenina.

Debido a su frágil constitución, la joven tuvo que interrumpir sus estudios en 1953 durante los cuatro meses que pasó en un sanatorio antituberculoso. A lo largo del juicio surgió la impresión de que la infancia de Juliet había sido solitaria, alejada siempre de los niños de su edad. Se había dejado llevar por los sueños de su imaginación, en medio de una familia donde el padre estaba tan embebido en su propio trabajo que ni sospechó las necesidades de su hija. Además, su madre estaba complicada en un asunto de adulterio. Este vacío lo llenó Pauline Parker.

Pauline había nacido en Christchuch, donde su padre era dueño de un almacén de pescado al por mayor. Era una chica obstinada, que se marchaba de casa cuando no conseguía sus propósitos. Al igual que Juliet, había tenido una infancia enfermiza. De pequeña contrajo una enfermedad ósea que le dejó como secuela una ligera cojera. A causa de ella -y de nuevo como Juliet-, no participaba en los juegos del colegio. Juliet era la compañera perfecta en su mundo de fantasía, el medio de evadirse de su monótona existencia; y la turbia sensación de su “amistad” creaba un vínculo que suponía la muerte para el que la amenazara. Este caso de la historia del crimen pone en evidencia las relaciones estrechas entre el desorden sexual y la violencia.

El diario condenatorio

El extraordinario diario de Pauline resultó una prueba clave durante el juicio, y lo más curioso fue que tanto el fiscal como el defensor se apoyaron en él para sus alegatos. Según la acusación, demostraba evidentemente que se trataba de un crimen premeditado.

El diario mencionaba los motivos del asesinato, señalaba la fecha en que tomó cuerpo aquella idea, detallaba los días en que lo planearon, el estudio de las diferentes armas y fijaba el momento y el lugar en el que iba a tener lugar el crimen.

Según la defensa, el diario corroboraba plenamente el alegato de enfermedad mental. En él se manifestaban las fantasías de las niñas y sus salvajes proyectos. La imagen que surgía de su lectura era la de dos quinceañeras obsesionadas por sí mismas, inteligentes, orgullosas y con una alarmante falta de todo sentido moral.

El defensor intentaba demostrar que los exultantes poemas y las fantasías románticas probaban su desequilibrio mental. El jurado estaba más impresionado por el insensible planteamiento del crimen que por su misma brutalidad.

Infortunio

Honora Mary Parker, la madre de Pauline, había vivido con su marido, Herbert Rieper, normalmente durante 23 años. La hija mayor era muy cariñosa con ella, pero los demás la hicieron terriblemente desgraciada. Uno murió siendo un bebé y el otro, que nació deficiente, estaba internado en una institución. Pauline, entonces, hizo de Honora el objeto de su odio.

Folie à deux

El psiquiatra, doctor R. W. Medlicott, en su declaración como perito de la defensa en el juicio del tribunal de Christchuch, se refirió al caso de las muchachas como un “tipo de paranoia, una forma de quimera, un aspecto exaltado de la llamada folie à deux, término empleado para describir una “locura recíproca”.

No existe una definición académica de la folie à deux, ya que no se acepta la idea de una locura contagiada, pero Medlicott lo describía como un estado de la mente compartido por dos personas que suelen de algún modo apartarse, aislarse del resto de una sociedad incapaz de comprenderlas. Suele ser un sentimiento bastante común entre adolescentes solitarias, pero si dos de ellas se unen entre sí, pueden crear un intenso lazo emocional que refuerza la sensación de aislamiento y de individualidad.

Nathan Leopold y Richard Loeb, otros dos adolescentes, se consideraban intelectualmente superdotados y capaces de cometer el crimen perfecto. También les unía un lazo emocional de connotaciones homosexuales. Como Parker y Hulme, planearon su crimen con la mayor sangre fría y en el año 1924 estrangularon a un chico de 14 años “para conocer la sensación de cometer el crimen perfecto”.

Gracias a la brillante oratoria de su prestigioso abogado defensor, Clarence Darrow, Leopold y Loeb evitaron la pena de muerte y en su lugar fueron condenados a cadena perpetua.


Amantes lesbianas

Norman Lucas – Los asesinos sexuales

Durante la todavía no permisiva década de los cincuenta, cuando «homosexualidad» era una palabra rara vez pronunciada a través de los medios de comunicación, y el lesbianismo era pudorosamente disfrazado en el eufemismo de «amistad no-natural», el mundo fue sacudido al leerse del asesinato cometido por, en palabras del fiscal, «dos jovencitas de mentes sucias».

Aunque la obsesión sexual que proporcionó la fuerza motora sería hoy vista con un entendimiento inteligente y algún grado de simpatía, los hechos básicos del asesinato fueron en sí mismos tan terribles que es fácil entender la repugnancia aparecida hacia quienes llevaron a cabo este crimen.

Las chicas, de quince y dieciséis años, eran inteligentes, tenían una buena educación, aspecto atractivo, eran hijas de padres bondadosos y de ninguna manera estaban privadas de los beneficios materiales. Su víctima fue la madre de una de ellas, una mujer cuyo único crimen fue mostrar angustia por las insanas relaciones que se estaban estableciendo entre su hija y la otra chica. Fue muerta, de manera brutal, sangrienta y con premeditación, porque pensó que lo mejor sería separar a las chicas. Planearon el asesinato con una anticipación que las llenaba de gozo: «Es muy emocionante; como la noche antes de Navidad», escribió una de ellas en su diario. En ningún momento mostró alguna de ellas un vestigio de remordimiento por su crimen.

La más joven de ellas, Juliet Marion Hulme, era hija del doctor Henry Rainsford Hulme, un graduado de Cambridge que había sido el director de Investigaciones Operacionales del Almirantazgo de Gran Bretaña durante la Segunda Guerra Mundial y que más tarde se había convertido en conferenciante de la Universidad de Liverpool. De acuerdo a la madre de Juliet, la señora Hilda Hulme, la niña había sufrido colapsos nerviosos durante los bombardeos a Londres y siempre había sido más bien débil. Asistió a escuelas de Liverpool hasta la edad de catorce años. Su padre fue entonces nombrado rector de la Universidad de Canterbury en Christchurch, Nueva Zelanda, y en esta ciudad tipo inglesa y más bien tradicional, la familia comenzó una nueva vida.

JuIiet era una chica sumamente inteligente y no tuvo dificultad para adaptarse a su nueva escuela en Christchurch. Sin embargo, debido a su salud – en una ocasión había pasado cuatro meses en un sanatorio para tuberculosos – no podía tomar parte en los deportes y en los juegos organizados y tenía que pasar bastante tiempo reposando en cama.

Sus padres se alegraron cuando inició una amistad escolar con otra chica que había pasado algún tiempo en un hospital y que también estaba excluida de las actividades físicas normales de los adolescentes. Esta joven, Pauline Yvonne Parker, unos meses mayor que Juliet, tenía antecedentes menos convencionales. Su madre era la señora Honora Mary Parker, de cuarenta y cinco años, y su padre un gerente de una empresa llamado Herbert Reiper. La pareja había durado unida veintitrés años. La señora Baker era conocida como la señora Reiper. No había evidencias de que la vida familiar fuera otra cosa que normalmente feliz.

Los padres de Pauline, al igual que los Hulme, aprobaron en un principio la amistad y se sintieron felices de que su hija pasara la mayor parte de su tiempo libre – frecuentemente durante las noches, los fines de semana y días festivos – en la agradable casa de los Hulme, en Christchurch. Las dos chicas eran bonitas: Juliet, alta y delgada con un cabello largo y hermoso y Pauline, pequeña y morena de intensos ojos color café. Se veían contentas a la manera estudiantil yendo a caminar y al cine juntas, intercambiando libros y ayudándose con sus tareas escolares.

Gradualmente, sin embargo, los padres comenzaron a preocuparse por la intensidad de la amistad. Las chicas resentían cualquier separación y desarrollaron tal obsesión entre ellas que se alejaron de sus familiares y de todos los demás amigos. Pauline y Juliet mostraban abiertamente antipatía hacia sus madres. Hubo discusiones en ambos hogares.

Los padres se consultaron entre ellos, angustiados. Se presentó entonces una solución natural al aceptar el doctor Hulme un nuevo puesto en Inglaterra. Decidió que, camino a su país, dejaría a Juliet en una escuela en Sudáfrica. Pauline suplicó se le permitiera ir también, pero sus padres fueron terminantes en su negativa.

La fecha de partida fijada era el 3 de julio de 1954.

Equivocadamente o no, las chicas determinaron que el obstáculo mayor para sus planes de permanecer juntas – con el tiempo pensaban irse a Estados Unidos – era la señora Parker. Decidieron simple y sencillamente asesinarla.

Persuadieron a la señora Parker que las llevara a un día de campo, de despedida, al bello parque Victoria, en Cashmere Hills, Christchurch. Las chicas llevaron con ellas una extraña piedra de color rosado y un ladrillo envuelto en una media. Se comportaron de manera adecuada, aparentando tristeza, pero resignadas por su inminente separación. La desafortunada señora Parker debe haberse sentido más tranquila por el giro que parecían estar tomando las cosas.

Entonces, tal como lo habían convenido, Juliet apuró el paso y se adelantó a las otras dos. En un claro solitario soltó la piedra rosada sobre el suelo y continuó su paso. Pronto Pauline y su madre llegaron al punto señalado.

– Ah, mira qué linda piedra – gritó entonces Pauline.

Tal como lo habían previsto las chicas, la señora Parker se agachó a recoger la piedra. Paulina sacó el ladrillo de su bolso y golpeó con fuerza la cabeza de su madre.

En este punto los planes comenzaron a fallar. Las chicas pensaban que un solo golpe sería suficiente para matar a la señora Parker. Su historia sería que había resbalado y golpeado la cabeza al caer. Sobreestimaron la fuerza de Pauline y subestimaron la resistencia de su madre. Cuando después de varios golpes más la víctima seguía sin perder la conciencia, Juliet corrió de regreso a ayudar a su amiga. Mientras una detenía a la mujer la otra la golpeaba en la cabeza hasta reducir el ladrillo a polvo. En medio de gritos y súplicas, Honora Parker continuó luchando por su vida hasta que después de veinticuatro golpes en la cabeza y más de otras veinte heridas, la exhausta mujer murió.

Aunque debían haber sabido que nadie creería su historia, Pauline y Juliet llevaron adelante el resto de su proyecto. Regresaron a la tienda del parque que habían visitado temprano esa tarde con la señora Parker y entre sollozos Pauline contó la historia de la tragedia a la propietaria, la señora Agnes Ritchie.

– Mi mami está muy herida – exclamó -. Creo que está muerta.

Juliet sostuvo la versión de que la señora Parker había resbalado en un tablón y se había golpeado en la cabeza con un ladrillo.

Las dos chicas tenían sangre en sus ropas y en sus manos y la señora Ritchie las ayudó a limpiarse. En un principio estaban histéricas. Cuando se calmaron, Pauline elaboró su historia.

– Mientras caía, la cabeza de mi mamá se golpeaba y chocaba – dijo -. Parece un sueño… Pronto vamos a despertar.

Se trataba, sin duda alguna, de un asesinato y nunca se dudó de la identidad de los asesinos. Antes de unas horas ambas chicas habían admitido su culpa. Pauline trató en un principio de proteger a su amiga diciendo que había atacado a su madre mientras Juliet estaba ausente. Pensó que Juliet debía haberse imaginado lo que había pasado, pero esperaba que creyera que la señora Parker se había caído.

Juliet dijo a los detectives que salió de su casa con un ladrillo envuelto en un periódico. Dio el ladrillo a Pauline quien lo metió en una media. Esperaba que la señora Reiper (Parker) fuera atacada mientras estaban en el parque.

– Oí ruidos detrás de mí – dijo -. Era una conversación en voz alta en la que había enojo. Vi a la señora Reiper en una posición un tanto inclinada… Vi a Pauline que la golpeaba con el ladrillo… Regresé, tomé el ladrillo y la golpeé también. Pensé que una de ellas tenía que morir y quería ayudar a Pauline. Fue terrible. La señora Reiper se movía compulsivamente. La detuvimos entre las dos. Cuando la dejamos ya estaba en silencio. El ladrillo se salió de la media con la fuerza de los golpes.

Juliet dijo que ella y su amiga habían discutido con frecuencia sobre asesinatos en relación a las tramas de libros que estaban escribiendo.

La historia completa de la relación entre esas dos chicas y de los sucesos que llevaron a los asesinatos quedó al descubierto en un diario que Pauline llevaba y en la evidencia de psiquiatras que atestiguaron en el juicio de la Suprema Corte, en Christchurch, en agosto de 1954.

Extractos del diario fueron leídos en la corte tanto por el fiscal, el señor A. W. Brown – quien describió el libro como un «espejo de maldad»-, como por testigos médicos llamados para sustentar el argumento de la defensa relativo a la demencia de las chicas.

El señor Brown dijo que el diario revelaba que las chicas se habían entregado a orgías desenfrenadas que las dejaban extáticas, pero exhaustas, y que juntas habían intentado chantajes, robos y sustracción de objetos de tiendas.

Entre los extractos del diario de Pauline se encuentran los siguientes:

14 de febrero de 1954: «¿Por qué no puede mi madre morir? Decenas de miles de personas mueren constantemente. ¿Por qué no mi madre? ¿Por qué no mi padre? La vida es dificil.»

28 de abril: «Dentro de mí hierve una furia en contra de mi madre por ser el principal obstáculo en mi camino. De pronto se me ocurren los medios para librarme del obstáculo. Si muriera… Quisiera hacerlo parecer accidental.»

15 de junio: «Prácticamente hoy terminamos nuestros libros. Nuestro tema del día fue el asesinato de mamá. La idea no es nueva, pero en esta ocasión se trata de un plan definitivo que intentamos llevar a la práctica. Lo hemos pensado cuidadosamente y ambas estamos emocionadas por la idea. Nos sentimos un poco nerviosas, pero el placer de la anticipación es grande.»

20 de junio: «Discutimos los planes para asesinar a mi mamá y los dejamos un poco más en claro. Es de notarse que no tengo remordimientos de conciencia.»

21 de junio: «Me levanté temprano y ayudé bastante a mi mamá esta mañana. Deborah (el nombre que utilizaba para Juliet Hulme) me llamó por teléfono y decidimos utilizar una roca en una media en lugar de un saco de arena. Discutimos el plan de principio a fin. Me siento muy emocionada, como si estuviéramos planeando una fiesta de sorpresa. Mi mamá se ha creído todo lo que le he dicho de manera admirable. El feliz acontecimiento tendrá lugar mañana por la tarde. La próxima vez que escriba, mamá estará muerta. Qué triste y, sin embargo, qué agradable.»

El título de lo escrito el 22 de junio era «El feliz acontecimiento» y decía: «En la mañana del día de la muerte me siento muy emocionada. Anoche sentí lo que siento la noche antes de Navidad, pero no tuve sueños agradables.»

En una anotación del diario del 23 de abril, Pauline decía que su Juliet había sorprendido a su madre en cama con un hombre que ocupaba un piso en la casa de los Hulme. Juliet contó el incidente a Pauline quien escribió: «Estaban en la cama tomando té, Juliet sintió una tendencia histérica a carcajearse.» Pauline dijo que el hombre le había dado a Juliet tres mil pesos a solicitud de ella y que las dos chicas estaban ahorrando el dinero para irse a Estados Unidos a escribir novelas y abrirse paso en Hollywood.

La señora Hulme, que era presidenta del Consejo de Guía Matrimonial de Christchurch, fue citada por el fiscal para declarar. Dijo que el incidente había sido descrito en el diario de una manera muy distorsionada y alejada de la verdad. En la noche en cuestión fue al cuarto del hombre porque le oyó dar voces y lo encontró adolorido. Había caído enfermo. Le preparó una taza de té y ella misma tomó una, sentada a la orilla de la cama. Juliet apareció y dijo algo como «así que el globo se fue al cielo. Esperaba que no estuvieran».

La señora Hulme agregó que estaba enamorada de este hombre, llamado Walter Perry y que su esposo y ella ya estaban discutiendo sobre el divorcio.

Walter Perry dijo que la señora Hulme estaba en lo cierto en cuanto a la versión del incidente. Él no le había dado un centavo a Juliet, aunque la chica había tratado de chantajearlo. Estaba enamorado de la señora Hulme y no había ningún ocultamiento al doctor Hulme en cuanto al estado de cosas.

Una de las primeras anotaciones del diario hablaba de «una amistad que se convirtió en vínculo» y mencionaba cómo Juliet y Pauline habían paseado en bicicletas por el bosque y cómo habían vagado «en éxtasis». De noche, cuando Pauline se quedaba en casa de los Hulme, las chicas bailaban desnudas sobre el pasto junto a un templo dedicado a Minerva que ellas habían construido. Se fotografiaban en trajes de fantasía (con frecuencia adoptaban identidades caprichosas: durante un tiempo Pauline decía que era Lancelot Trelawney, un soldado aventurero de Cornwell, mientras que Juliet era Deborah, amante del emperador de Borovnia) y también tenían una colección de fotografías, de ellas, desnudas.

Las chicas compartían un interés apasionado por las estrellas de cine. Pauline apuntó que en una ocasión habían representado la forma como pensaban que distintas personalidades de Hollywood – incluyendo a Mario Lanza y a Orson Welles – harían el amor.

«Nos limitamos a los siete primeros porque para ese momento ya eran las 7:30 de la mañana y las dos estábamos exhaustas», escribi6.

En otras ocasiones su erotismo se manifestó en la representación de la forma como cada uno de los santos haría el amor.

No había duda de que estaban ansiosas por hacer dinero para poder dejar sus casas y estar juntas. Habían realizado expediciones de robo de objetos de tiendas. Pauline había intentado, sin éxito, sustraer dinero del negocio de su padre. Una anotación del diario decía: «Estuvimos hablando acerca de cuánto dinero pueden ganar las prostitutas y cuánto dinero podríamos hacer en esta profesión». ‘Podríamos’ fue gradualmente cambiando a ‘tendremos que’. «Pasamos un día delicioso hablando de la divertida que nos íbamos a dar en nuestra profesión.»

Pauline había tenido una relación sexual con un muchacho. En su diario había apuntado que se había quedado con él hasta las primeras horas de la mañana y que había sido sorprendida en el acto por su padre. Esta relación no le produjo felicidad, pero obtenía cierto placer describiendo los detalles a Juliet.

Una mujer que se encontraba en la apretada audiencia se desmayó después de oír una anotación del diario, particularmente explícita, que terminaba diciendo «Para este momento no hay nada que consideremos como demasiado repugnante o asqueroso».

El doctor Bennett dijo que una anotación del diario decía: «Nos levantamos alrededor de las diez y comimos frambuesas con crema que nos hicieron sentirnos mal. Después nos sentamos en el auto y hablamos sobre, a quiénes dejaríamos con vida si acabáramos con el resto del mundo. Escribimos una lista y pasamos un tiempo maravilloso».

De acuerdo con las anotaciones en el diario, conforme pasaba el tiempo, la exaltación, aparentemente producto de orgías verbales que duraban toda la noche, era mayor. Estas eran descritas en el diario como «divinas y gloriosas».

El doctor Bennett dijo que en una entrevista Juliet le había contado sus ideas sobre el cielo y el paraíso. Creía que ella y Pauline encontrarían a todos los que habían conocido en la tierra. A la pregunta de si esperaba encontrarse con la madre de Pauline con sangre en la cara respondió:

– No llegaría en ese estado. En todo caso, ella estaría en el cielo y nosotras en el paraíso.

Se le preguntó entonces sobre posibles remordimientos por la muerte de la señora Parker.

– Nada de remordimientos. Por supuesto, no quiero que mi familia se vea envuelta, pero hemos sido terriblemente felices desde que sucedió. Ha sido una bendición encubierta.

El doctor Bennett dijo que Pauline le había comunicado no estar arrepentida. En su opinión no estaban sanas mentalmente.

– Para nosotros – sanos, espero – fue un crimen tan bestial, tan alevoso y tan inmundo que sale fuera de todo límite de cordura – dijo -. Está a mil kilómetros de la cordura.

Otro psiquiatra de la defensa, el doctor R. W. Medlicott, dijo que Pauline y Juliet vivían en un mundo fantástico elaborado por ellas mismas, con una religión, un dios y un paraíso fabricado en sus mentes. Creían que sólo había 25 personas que, como ellas, tenían una parte especial en el cerebro que les permitía ver «el cuarto mundo». A la pregunta del doctor Medlicott en cuanto a si pensaban que si en realidad hablan sido escogidas por Dios respondieron:

– No lo pensamos. Lo sabemos.

El doctor Medlicott continuó su relato en la corte.

– Estas chicas – dijo – se regocijaron por su crimen y no mostraron ninguna apreciación emocional razonable por su situación. En ambas es aparente una inversión del sentido moral.

Sufren una paranoia de un tipo exaltado, en un medio de folie à deux, un término utilizado para describir demencia comunicada.

Aunque se dio cuenta de que ellas trataron de hacerse pasar por dementes en el primer encuentro – lo que determinó que descartara declaraciones que habían hecho – el estudio de sus pasados y del diario la convenció finalmente de que realmente eran dementes.

– No hay pruebas de que la suya fuera una relación física – agregó -, pero hay muchos indicios en el diario de que la hubo. Con frecuencia la homosexualidad está unida a la paranoia.

El señor Brown preguntó al doctor Medlicott cómo actuaban las chicas cuando estaban solas.

– Había escenas de amor.

– Amor es una palabra suave – señaló el señor Brown.

El doctor Medlicott dijo al ser interrogado en relación a Pauline que el hecho de que hubiera intimado con un muchacho no impedía la existencia de deseos «no-naturales».

El psiquiatra estuvo de acuerdo en que fantasear y tener diferentes ideas sobre Dios y la otra vida no era evidencia de locura. Las chicas conocían la ley pero no la respetaban. Consideraban que su acción al matar a la señora Parker era moralmente correcta de acuerdo a sus propios patrones.

Otros tres médicos, sin embargo, consideraron que Pauline y Juliet estaban sanas. Uno de ellos fue el doctor Kenneth Stallworthy, superintendente del Auckland Mental Hospital.

– Sabíamos que lo que hacíamos era malo – dijo Pauline a Stallworthy -. Sabíamos que en caso de ser atrapadas seríamos castigadas. Hicimos todo lo posible por no ser descubiertas. Tendría que haber estado absolutamente loca para no saber que matar va en contra de la ley.

Stallworthy habló en la corte.

– No encontré evidencias de que vivieran en un mundo ilusorio – dijo -. Su imaginación, común en la adolescencia, no constituía un delirio de grandeza. Las chicas tenían cierta justificación para su imaginación… En las entrevistas, Juliet dejó ver un vocabulario y una perspicacia para responder preguntas difíciles que correspondían a una persona sumamente inteligente de una edad mucho mayor.

El doctor J. D. Hunter, superintendente del Sunnyside Mental Hospital, de Christehureh, también pensaba que las dos chicas eran particularmente inteligentes y completamente cuerdas. El doctor James Saville, médico del mismo hospital, dijo que había tenido cinco conversaciones con las chicas, quienes en un principio se sintieron inclinadas a pretender estar dementes pero que más tarde dijeron que querían ser consideradas como cuerdas.

– Juliet me dijo – contó el doctor Saville – que en caso de ser encontradas dementes posiblemente saldrían del hospital mental para cuando tuvieran dieciocho o diecinueve años. Dijo que no consideraba que pudieran salir tan pronto en caso de ser consideradas sanas mentalmente condenadas.

Este testigo agregó que no conocía de ningún crimen cometido en combinación por dos personas dementes.

El jurado, compuesto en su totalidad por hombres, se tomó apenas un poco más de dos horas para rechazar el alegato de la defensa de que Pauline y Juliet no estaban en su juicio cuando mataron a la señora Parker. Fueron sentenciadas a ser detenidas durante el término que fijara su Majestad y fueron mandadas a prisiones separadas por 650 kilómetros.

Las chicas continuaron su educación en la cárcel y ambas aprobaron sus exámenes de ingreso a la universidad. Juliet se convirtió en una modista experta que hacía sus propios diseños en lugar de seguir los patrones de Vogue que le mandaban sus amigos. Confió a una compañera de prisión que esperaba abrir su propia tienda de ropa cuando saliera de la cárcel. Diseñó y se hizo de su propio guardarropas «de salida», incluyendo un abrigo que era una adaptación de una casaca de oficial alemán. De acuerdo a esta otra prisionera, Juliet dijo que en caso de haber sido un hombre – lo que hubiera preferido a ser una mujer – le habría gustado ser un oficial alemán.

Juliet mostró evidencias de cierta habilidad literaria. Se dice que durante su periodo de reclusión terminó al menos una novela.

Las dos chicas fueron puestas en libertad condicional en noviembre de 1959. Parece ser que Juliet dejó Nueva Zelanda unas semanas después para encontrarse con su padre en Inglaterra. Sus padres, que con anterioridad ya lo habían planeado, se divorciaron un poco después del juicio.

Pauline se convirtió al catolicismo mientras cumplía su sentencia de cárcel por cinco años y expresó su deseo de hacerse monja. Se cree que entró a un convento o que fue a realizar labores de misionera a los países atrasados de África.

Juliet y Pauline parecen haberse idealizado la una a la otra en una forma narcisista, lo que significa que en realidad se habían enamorado de sus propias imágenes.

En los sueños desagradables tenidos la noche previa al crimen trataron de aparecer algunos sentimientos normales. Parece que la razón por la que las chicas pensaron que les gustaría convertirse en prostitutas era permanecer alejadas de los hombres, de quienes tomarían dinero y a quienes convertirían en sus «súbditos y esclavos». Este desprecio hacia la otra gente era típica de la actitud de los asesinos de moros Brady y Hindley. En un nivel profundo debe haber habido en ellas un proceso muy destructivo, orientado y que les era imposible detener. Sin embargo, a pesar de la base enteramente horrible y falsa con que llevaron a cabo su terrible matricidio, pudieron mantener cierto tipo de equilibrio psíquico.

 


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