
El Niño del Terror
- Clasificación: Homicida en serie
- Características: Menor de edad (15) - Robos
- Número de víctimas: 22
- Fecha del crimen: 1991 - 1992
- Fecha de detención: 9 de enero de 1992
- Fecha de nacimiento: 28 de febrero de 1976
- Perfil de la víctima: Hombres (taxistas, homosexuales y un oficial de policía)
- Método del crimen: Arma de fuego
- Lugar: Quito, Ecuador
- Estado: Condenado a 4 años de prisión en 1993 (la pena máxima que la ley permitía imponer a un menor). Puesto en libertad en enero de 1996. Asesinado el 27 de febrero de 1996
Índice
Juan Fernando Hermosa
Telegrafo.com.ec
13 de junio de 2014
El ‘Niño del terror’ mataba a balazos. Autor confeso de 22 asesinatos en menos de 4 meses, fue sentenciado a 4 años de prisión.
Antes de cumplir 16 años, Juan Fernando Hermosa había matado a 22 personas, convirtiéndose en el asesino en serie más joven en la historia de Ecuador.
Todos los crímenes ocurrieron en el lapso de 4 meses, en los que asesinó a balazos a 8 taxistas, 10 homosexuales, un chofer de camioneta y su ayudante, y otros 2 más, por lo que el adolescente fue bautizado como el ‘Niño del terror’.
Hermosa fue adoptado por Olivo Hermosa Fonseca y Zoila Amada Suárez, quienes lo llevaron de la ciudad de Clemente Baquerizo, en la provincia de Los Ríos, donde nació el 28 de febrero de 1976, hasta su casa en un populoso barrio en el norte de Quito.
Su padre adoptivo tenía propiedades en la provincia de Sucumbíos, por lo que solía ausentarse a menudo y lo dejaba al cuidado de su madre, que tenía artritis y sufría de sordera.
Al cumplir los 15 años, Hermosa frecuentaba las salas de juegos electrónicos en el sector de La Marín, centro de la ciudad, y conformó una pandilla con 10 amigos de su misma edad, en la que rápidamente asumió el liderazgo.
Frecuentaba bares y discotecas en la zona conocida como el Puente del Guambra, cerca de la Universidad Central; su figura era la de un muchacho cualquiera de contextura delgada que aparentaba debilidad, pero con una mirada profunda marcada por sus ojos saltones.
El 22 de noviembre de 1991, Hermosa y sus 4 amigos salieron de una discoteca cerca al Puente del Guambra, al llegar a la avenida 10 de Agosto pararon un taxi marca San Remo; en el trayecto el ‘Niño del terror’ sacó una pistola y le disparó al conductor en la cabeza, que al instante murió. Con esta arma supuestamente cometió todos los crímenes y posteriormente se determinó que la consiguió a través de un agente.
Uno de los amigos de Hermosa condujo el carro hacia el sur-oriente y luego arrojaron el cadáver en una guardarraya, en el Valle de Los Chillos, donde a la mañana siguiente la Policía halló el cuerpo.
La siguiente semana Hermosa acudió a una peluquería, ubicada en el sur de la ciudad, que era regentada por el travesti Charlie. En ese sitio usualmente le arreglaban el cabello. Ese día llegó con otros miembros de su pandilla, con quienes había estado libando.
Posteriormente se trasladaron a la casa de Charlie, que los invitó a seguir bebiendo. Una vez en el sitio se inició una discusión y Hermosa nuevamente rastrilló la pistola 9 mm que portaba y disparó 5 veces a Charlie cuando intentó pedir ayuda.
Los crímenes sucedieron, especialmente, los fines de semana, lo cual provocó el pánico de taxistas y homosexuales que transitaban por el norte de Quito.
La Policía organizó un escuadrón al mando del mayor Fausto Terán para investigar los asesinatos que no pararon hasta el 9 de enero de 1992, cuando Hermosa fue retenido en un operativo policial en su casa.
La captura de un grupo de delincuentes juveniles, que intentaron robar en el centro de la ciudad, permitió a los uniformados descubrir finalmente quién era el que estaba detrás de los asesinatos.
Con la información de la ubicación del presunto asesino, la Policía organizó un operativo que se inició a las 03:00. El contingente se ubicó en el exterior de la casa donde residía Hermosa.
Los policías entraron en una habitación a través de un tragaluz, ya que determinaron que era la del sospechoso, pero Hermosa estaba durmiendo en el cuarto de su madre.
Esa equivocación alertó al joven, que al darse cuenta de la presencia policial empuñó su arma 9 milímetros y empezó a disparar a mansalva.
Los policías repelieron el ataque y se inició una balacera, en medio de la cual Hermosa arrojó una granada a la calle, donde permanecía otro grupo de gendarmes. La explosión tumbó una pared lateral de la vivienda que cayó encima de 2 policías.
En el cruce de balas, la madre de Hermosa fue impactada por varios proyectiles y murió en la escena. Tras 15 minutos de fuego cruzado, el joven finalmente fue sometido sin que haya presentado ni un solo rasguño.
Esa misma mañana, un contingente de 10 agentes trasladó a Hermosa hasta el entonces penal García Moreno, donde sorprendidos comprobaron que el aprehendido era menor. “Quiero dejar en claro que mi nombre es Juan Fernando Hermosa Suárez y que el 28 de febrero cumplo 16 años”, fueron las primeras palabras del que fuera conocido como el ‘Niño del terror’.
En sus declaraciones aseguró que su intención no era matar, “les pedía que se quedaran quietos, que no les iba a pasar nada, pero eso no ocurrió, otra vez me amenazaron con un revólver calibre 22, por lo que utilicé mi arma; y un taxista intentó golpearme con una llave de ruedas, por lo que también me vi obligado a disparar”, confesó.
Después dijo que cometió todos los crímenes, por eso lo condenaron a 4 años de prisión, que era la pena máxima que la ley permitía imponer a un menor.
A los 16 meses de permanecer en la cárcel de menores ya se había convertido nuevamente en líder y logró que su novia Yadira ingrese una pistola en el penal, que la usó para escapar junto a otros 10 jóvenes. Un policía que intentó detenerlos fue asesinado con 5 disparos.
Hermosa huyó a Colombia, donde contrajo amigdalitis y finalmente fue recapturado; pero en 1996 recuperó la libertad, porque cumplió la pena y se fue a vivir con su padre a Nueva Loja, en Sucumbíos.
El 28 de febrero de 1996, el día que cumpliría 20 años, el cuerpo de Hermosa fue encontrado a orillas del río Aguarico. La Policía reveló que al parecer 5 encapuchados lo habrían asesinado.
Su cadáver presentaba signos de tortura, el rostro estaba destrozado por cortes de machete y orificios de bala en la cara. Lo identificaron por los documentos que tenía en la billetera.
Juan Fernando Hermosa – «El Niño del Terror»
Diario Hoy
23 de septiembre de 2007
«Quiero dejar en claro que mi nombre es Juan Fernando Hermosa Suárez y que el 28 de febrero cumplo 16 años.»
Esa fue la primera declaración del adolescente que llevó al borde del pánico a los taxistas, principales víctimas del grupo de jóvenes liderados por Juan Fernando Hermosa, de mediana estatura, contextura delgada, tez trigueña, cabello ensortijado, cara delgada y de finas facciones, según la descripción hecha en HOY, el 21 de enero de 1992.
Las primeras notas de prensa sobre su captura lo ponían a la misma altura del famoso terrorista Ilich Ramírez Sánchez, más conocido como El Chacal.
Las investigaciones han establecido desplazamientos del individuo a Israel y los Estados Unidos, en donde habría recibido cursos de especialización en el manejo de armas, decía HOY en la misma nota.
El relato sobre su detención fue más espectacular aún: Este joven fue detenido en un inmueble de la avenida América, en medio de una feroz balacera en la que murió su madre. En dicho lugar la Policía ingresó a una de las habitaciones a través de un tragaluz y abrió fuego al primer movimiento, pues se suponía que en el lugar dormía el joven (…). Una casualidad del destino hizo que aquella noche el criminal intercambiara las habitaciones con su madre. Esto le permitió advertir los movimientos policíacos y estuvo a punto de evadir la acción cuando saltó a través de una ventana, lanzando al mismo tiempo una granada y abriendo fuego con su arma 9 milímetros.
La novela estaba armada y Juan Fernando Hermosa pasó a ser conocido como el Niño del terror, quien logró dejar en segundo plano la pugna del Partido Unidad Republicana, que ese mismo año llevaría a la presidencia a Sixto Durán Ballén, o la pelea del Gobierno con los farmacéuticos por el alza del precio de las medicinas.
Todo subía a comienzos de 1992, hasta los cigarrillos. Una cajetilla de Lark o Marlboro costaba 1 200 sucres (¢92, cada dólar ese año se cambiaba por 1 293 sucres).
Fue recién a comienzos de febrero que el Niño del Terror comenzó a aparecer en las fotografías, cuando fue a rendir su declaración indagatoria en la Comisaría Segunda Nacional, enfundado en una chompa estilo militar, con jean y zapatos deportivos. Ahí se supo que el grupo no cargaba granadas, solo revólveres que les habían entregado los policías Wilson Rosero Vicuña y Rafael Puchaicela, y que mataban a taxistas y homosexuales para robarles.
También se supo que el grupo solo robaba taxis San Remo, porque eran nuevos y nunca se quedaban en las cuestas, y porque Hermosa todavía guardaba el ingrato recuerdo de cuando unos agentes del Servicio de Investigación Criminal lo detuvieron en un auto similar. Esa dependencia fue desmantelada por el caso de los hermanos Restrepo, pasó a llamarse Oficina de Investigación del Delito (OID) y hoy es la Policía Judicial.
En una batida, en el centro de Quito, nos atraparon a cinco por sospecha de robo. Cuando estábamos en las oficinas de la OID me dijeron que me iban a colgar, dijo Tomás Angulo, quien denunció a Hermosa.
Fue así como el 9 de enero de 1992, policías enmascarados entraron disparando en una casa humilde del norte del norte de Quito, donde hallaron a Hermosa. La única víctima de ese operativo fue su madre, quien sufría de sordera y que quedó tendida sobre la cama.
¿Qué le animaba el hecho de matar?, le preguntó el juez que llevaba la causa a Juan Fernando Hermosa.
Mi intención no era la de matar, les pedía a los señores que se quedaran quietos, que no les iba a pasar nada, pero eso no ocurrió; alguna vez me amenazaron con un revólver calibre 22, por lo que utilice mi arma, otra vez un taxista intentó golpearme con una llave de ruedas, por lo que también me vi obligado a disparar, fue le respuesta de Hermosa, el líder del grupo de 10 adolescentes que se reunían en los cosmos (como se conocían a las salas de juegos electrónicos que proliferaban en Quito) de La Marín. (JT)
El final
La última semana de febrero de 1996, Juan Fernando Hermosa, que había recuperado su libertad en enero de ese mismo año, al cumplir su mayoría de edad -porque así lo establecía el Código de Menores-, fue hallado por un grupo de campesinos a orillas del río Aguarico, en la provincia de Sucumbíos.
Vestía una camisa negra, pantalón concho de vino y calzaba zapatillas de la marca Reebok.
El rostro era irreconocible, tenía la cara hundida con un tiro en la frente y atravesada por varios cortes de machete.
El cuerpo, atravesado por orificios de balas de grueso calibre, presentaba cortes en la espalda, sus manos estaban atadas con alambre galvanizado.
Por los documentos hallados en una cartera café se supo que la víctima era Juan Fernando Hermosa, quien en 1992 fue acusado por el asesinato a sangre fría de 22 personas, entre taxistas y homosexuales.
El joven había llegado a Sucumbíos el 20 de enero de 1996, tras recobrar su libertad, para vivir con su padre que tenía una propiedad en Sacha, cerca a Shushufindi.
Varias veces fue visto caminando solo, hasta que un lunes de febrero desapareció sin dejar rastro.
En su cartera había un carné estudiantil de la unidad educativa Educación a Distancia: Monseñor Leonidas Proaño, la boleta de libertad extendida por el Tribunal de Menores y un recorte de periódico: «El síndrome Hermosa en todo el país».
Juan Fernando Hermosa muere en Sacha
Diario Hoy – Explored.com.ec
28 de febrero de 1996
Quito. El miércoles pasado, a las tres de la tarde, a orillas del río Aguarico, un grupo de campesinos encontró un cadáver.
Cuando, el Intendente de Policía de Sucumbíos, Carlos González y los oficiales de la Oficina de Investigación del Delito de Sucumbíos (OID-S), se dirigieron al lugar, hallaron el cadáver de un hombre joven que vestía una camisa negra, pantalón concha de vino, interior blanco, medias negras, zapatillas Reebock, color blanco con azul.
El rostro era irreconocible.
Además de un tiro en la frente, la cara estaba hundida y atravesada por varios cortes de machete. El cuerpo presentaba huellas evidentes de tortura: cortes en la espalda, las manos atadas en la espalda con alambre galvanizado y orificios de balas de grueso calibre.
Los documentos hallados en una cartera café permitieron su identificación: se trataba de Juan Fernando Hermosa (a) el «niño del terror».
Según el jefe de la OID de Sucumbíos, mayor Carlos Merino, todos los indicios en el cuerpo de la víctima: las manos atadas, los cortes de machete, los disparos y los golpes, conducían a pensar en un «asesinato por vendetta personal».
A un mes de su liberación, luego de cumplir una condena de cuatro años, Juan Fernando Hermosa, quien tenía a su haber el asesinato a sangre fría de 22 personas -taxistas y homosexuales-, encontró una muerte horrenda.
¿Pena de muerte?
Cuando en enero pasado, Juan Fernando Hermosa, fue dejado en libertad, en la opinión pública rondaba una pregunta: ¿cómo puede quedar en libertad, alguien acusado del asesinato de 22 personas y de un intento de fuga, que culminó con la muerte del cabo de Policía, Neptalí Sailema?
La respuesta estaba en el Código del Menor. Cuando Hermosa cometió los crímenes, las leyes establecían cuatro años como pena máxima para los menores de 18 años.
«La condena de Hermosa, se realizó en estricto cumplimiento de la ley», asegura el abogado penalista, Ernesto Albán Gómez. «También su libertad», aseguró en enero pasado, el coronel Luis Durán, jefe de la Oficina de Investigación del Delito de
Pichincha.
Sin embargo, la respuesta no parecía suficiente. ¿estaba Hermosa en condiciones de ejercer su libertad?
En aquellos días, el padre capuchino José Antonio López encargado del proyecto de rehabilitación exhibió una respuesta evangélica:
«Nadie puede garantizar que Juan Fernando no cometa nuevos crímenes. Sin embargo, el ha cumplido con la justicia y ahora tiene derecho a pensar en su futuro», dijo el sacerdote y confesor del «niño del terror». «Yo jamás leí su expediente. No necesito. Le he dicho que me interesa el Juan Fernando de hoy, no el del pasado. Ahí está su expediente, en mi escritorio.
«Cuando salga, le daré un abrazo y mi bendición. El abrazo lo podrá conservar para siempre. La bendición le servirá hasta cuando él quiera», afirmó el sacerdote, empeñado en aquellos días en garantizar la salida discreta de Hermosa.
Sin embargo, la respuesta evangélica dejaba también algunos cabos sueltos.
Durante su prisión, Hermosa no fue sometido a ningún tipo de rehabilitación, relata fray Rolando Cuentas, director del Instituto Virgilio Guerrero.
Por una solicitud expresa de la Policía, Hermosa permanecía aislado de los demás internos del centro, bajo la vigilancia permanente de agentes de la OID. El único contacto que mantenía era con su amigo y cómplice, Luis Quishpe, con su padre y con su confesor.
Sin embargo, ¿podía una pena mayor garantizar la vida de Hermosa?
Fray Rolando Cuentas, quien calificó a Hermosa, como una persona con tendencias psicopáticas, asegura que con el descrédito del sistema judicial y de rehabilitación, «no hay sentencia que borre la ofensa.
La misma opinión es compartida por el penalista Albán Gómez, quien asegura que el supuesto ajusticiamiento revela la falta de legitimidad de la justicia ecuatoriana.
Las últimas horas de Hermosa
La presencia del líder de la tristemente célebre «pandilla del terror» era un secreto a voces en la ciudad de Nueva Loja, donde acostumbraba a pasear algunos fines de semana.
Hermosa habría llegado a la provincia de Sucumbíos el 20 de enero pasado, luego de su liberación. Llegaba a vivir bajo la protección de su padre, que tenía una propiedad en Sacha, población cercana a Shushufindi.
Hay quienes aseguran que visitaba con frecuencia discotecas y prostíbulos, de La Joya, los Sachas, Coca y Nueva Loja.
El padre, Rolando Cuentas, director del Instituto Virgilio Guerrero, asegura que Luis Fernando también fue visto en Quito.
La licenciada Bustos, que le conoció en el Instituto, asegura que en el feriado de Carnaval, durante una visita que hizo a Lago Agrio, vio a Hermosa caminar a solas por el parque central, en medio del vaho de calor del pavimento. «La gente comentaba el hecho con terror».
«La Policía le tenía bajo vigilancia por cualquier cosa», señala Zurita. Sobre todo después de los dos asesinatos que tuvieron lugar en la zona: el de un taxista y el de un guardián; y tras los asaltos a la cooperativa Baños y a la Garay.
La muerte le llegó a los 20
Dentro de las primeras diligencias realizadas por la OID-S, se determinó que Juan Fernando Hermosa salió de la casa de su padre, ubicada en Sacha, el lunes en la tarde.
Según informó el jefe de la OID-S, a medianoche del mismo día, lo habrían visto en diferentes bares de Nueva Loja. Desde entonces no se lo volvió a ver hasta el miércoles en la tarde, cuando el cadáver de Hermosa, identificado por su padre ayer en la mañana, fue encontrado a orillas del Aguarico. Se presume que el posible asesinato pudo haber ocurrido al mediodía del miércoles.
Entre las pertenencias de Hermosa, se encontró una billetera café que contenía un carnet estudiantil de la Unidad Educativa de Pichincha «Educación a Distancia: Monseñor Leonidas Proaño», con el nombre de Hermosa, la boleta de libertad extendida por el Tribunal de Menores y un recorte de periódico intitulado «El síndrome Hermosa en todo el país».
Varias fotografías de distintas mujeres, muchos números telefónicos y unas seis a siete cartas de amor del año 93-94, de cuando se encontraba recluido en el Instituto Virgilio Guerrero, se encontraron junto a una partida de nacimiento.
Hermosa fue asesinado un día antes de cumplir los veinte años.
Vida y muerte de Hermosa
-En sus declaraciones Hermosa dijo que actuó bajo las órdenes de un militar retirado, el general Joffre Lima, que buscaba vengar la violación y muerte de su hija en manos de un taxista.
-La justicia estableció que Hermosa mataba para robar. Las causas psíquicas profundas, aquellas que se escondían en su mirada enigmática o en la precisión de sus manos al disparar, nunca llegaron a establecerse.
-En contra de Hermosa pesaban también dos intentos de fuga. En la última, ocurrida el 17 de junio de 1993, asesinó al cabo Neptalí Sailema, que intentó impedir su huida.
-Dentro de la cárcel, Hermosa había establecido su reino. «Cría fama y échate a la cama», los jóvenes se allanaban a las decisiones del llamado «Niño del Terror».
-La familia de Sailema nunca pudo establecer un proceso judicial en contra de Hermosa, porque las leyes impiden el establecimiento de dos procesos por el mismo delito.
-Juan Fernando Hermosa, a los dieciséis años fue acusado de asesinar a sangre fría a 15 personas. Número de asesinatos que se equiparan a los que cometió el Caníbal de Milwaukee.
Condenado el «Niño del Terror»
Agencia EFE
10 de noviembre de 1993
Cuatro años estará recluido el más famoso de los delincuentes ecuatorianos, Juan Hermosa, de 17 años, recientemente deportado de Colombia y a quien se atribuyen 20 asesinatos de taxistas, policías y homosexuales, informó el Tribunal de Menores.
Por disposición legal, y dado que no ha llegado a la mayoría de edad, Hermosa sólo puede ser condenado a esa pena, a pesar de que la Policía Nacional lo considera uno de los delincuentes más peligrosos de Ecuador y la prensa local lo denomina «el enemigo número uno».
Al haber estado encarcelado desde 1992, salvo unos pocos meses de fuga de la cárcel y del país, el cabecilla de la pandilla juvenil «del Terror» quedará libre en 1996.
Vida y milagros de Hermosa
Diario Hoy
23 de octubre de 1993
Quito. El 22 de noviembre de 1991 un taxista fue asesinado en el sector norte de la capital. A partir de esta fecha, y hasta el 14 de enero del año pasado, una serie de misteriosos homicidios se repitieron en Quito.
Los taxistas estaban realmente asustados. Lo mismo ocurría con los camioneros y homosexuales, que también comenzaron a desaparecer en las mismas fechas.
Una investigación de la Policía permitió determinar que los responsables de los asesinatos eran jóvenes pandilleros liderados por Juan Fernando Hermosa Suárez.
Un fallido intento de asalto perpetrado por Juan Fernando Hermosa y sus secuaces, permitió a los investigadores dar con el paradero de parte de los miembros de la banda que luego adoptaría el nombre de «La Pandilla del Terror», quienes denunciaron a su líder.
Un hermetismo total rodeo, entonces, a la captura de los delincuentes juveniles, luego de un fallido intento de la Policía que había capturado a unos jóvenes por equivocación.
Allanamiento y captura
En la noche del nueve de enero de 1992, policías enmascarados entraron disparando en una humilde casa ubicada en el norte de Quito. Su objetivo, capturar a un menor de edad que había sido acusado de ser el cabecilla de toda una banda juvenil de delincuentes, que mantenía en suspenso a toda la ciudad, por la serie de asaltos, robos y asesinatos de taxistas, camioneros y homosexuales.
La noche del operativo, el joven Juan Fernando Hermosa estaba con unos amigos, y con su madre, una mujer enferma que sufría de sordera.
Al darse cuenta del ingreso de la policía, Hermosa usó su pistola de nueve milímetros. Sin embargo esto de nada valió, puesto que la policía lo capturó junto con nueve jóvenes más, y dio muerte a su madre, que quedó tendida en la cama, donde recibió los disparos.
El joven Hermosa, que en un principio dijo ser mayor de edad, antes de ser recluido en el Penal García Moreno pasó por varios reformatorios, entre ellos el Hogar de Tránsito, de donde ya había escapado con anterioridad.
Asimismo estuvo en el Instituto Virgilio Guerrero de Quito, donde según afirman las autoridades, Juan Fernando conoció a sus compañeros y compinches que lo acompañaron en las fechorías que realizó la «Pandilla del Terror».
En los 22 juicios que se siguen contra Juan Carlos Hermosa, se le acusa da haber dado muerte a 22 personas en el transcurso de seis meses.
Fuga en dos oportunidades
Luego de su captura, Juan Fernando Hermosa y sus «compinches», fueron recluidos en el Penal García Moreno, pero organismos defensores de los Derechos Humanos ayudaron a tres de los jóvenes a comprobar que eran menores de edad.
Juan Fernando Hermosa, Luis Anibal Quisphe y Milton Robalino Velin, comprobaron ante los jueces competentes que eran menores de edad y la autoridad ordenó su traslado al Hogar Virgilio Guerrero, de donde fugaron dos de los jóvenes que fueron recapturados a las pocas horas de la evasión al ser identificados por el propietario de un hotel en donde tenían previsto esconderse.
En su última fuga asesinó a un policía
El 17 de junio de 1993 Juan Fernando Hermosa, Milton Rabalino Velin, Luis Anibal Quisphe y 18 menores de edad, fugaron del Instituto Virgilio Guerrero, a pesar de encontrarse bajo vigilancia del personal de guías de dicho centro y de agentes de la OID de Pichincha.
La noche de la evasión los agentes Francisco Herberto Acurio Salguero y Jorge Rodrigo Pillaza Tupiza, vigilaban la celda de Juan Fernando Hermosa y su cómplice Milton Robalino. La celda de Luis Anibal Quisphe estaba custodiada por el cabo Neptario Sailema Hurtado y el Policía Sixto Rodolfo Vega Calero, quienes además, realizaban el control externo del Instituto Virgilio Guerrero.
El cabo Neptario Sailema Hurtado intentó impedir la fuga masiva y fue asesinado con cinco disparos hechos, según las investigaciones y declaraciones de Luis Anibal Quisphe, por Juan Fernando Hermosa.
Amenazas de muerte
Cuando el menor Juan Carlos Hermosa -cabecilla de la famosa «Pandilla del Terror»- fue detenido en enero del año pasado, juró que cuando esté libre se vengaría de todas las personas que de una u otra forma le hicieron daño, acusándolo de ser el responsable de por lo menos 15 asesinatos de taxistas, camioneros y homosexuales.
«Acabamos con los taxistas. Comenzamos con los camioneros y acabaremos con los agentes de la OID. Cuando salga los mataré a ustedes también», fue la sentencia que Juan Fernando Hermosa y su pandilla dejaron junto al cadáver de un camionero, asesinado en Guangopolo, en la Vía a los Chillos.
VÍDEO: JUAN FERNANDO HERMOSA CONFIESA ANTE LAS CÁMARAS