José Manuel Rubio Jiménez

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José Manuel Rubio

El parricida de Tuéjar

  • Clasificación: Asesino en masa
  • Características: José Manuel no desveló las razones del crimen. El fiscal dijo que «los motivos quedarán siempre para sí»
  • Número de víctimas: 4
  • Fecha del crimen: 19 de noviembre de 2001
  • Fecha de detención: Mismo día (intenta suicidarse)
  • Fecha de nacimiento: 1963
  • Perfil de la víctima: Su mujer, María Pilar Martínez, de 37 años, y sus tres hijos: Sara, de 10; Eva, de 7, y David, de 5
  • Método del crimen: Apuñalamiento
  • Lugar: Tuéjar, Valencia, España
  • Estado: Condenado a 65 años de prisión el 8 de abril de 2003
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José Manuel Rubio – «Nunca diré el motivo», afirma el hombre que mató a su mujer y a sus tres hijos el lunes en Tuéjar

Lydia Garrido – El País

22 de noviembre de 2001

José Rubio, el hombre de 38 años que en la noche del pasado lunes mató a cuchilladas a su mujer y a sus tres hijos menores en Tuéjar, ha asegurado, según fuentes del caso, que nunca dirá el motivo de la discusión que sostuvo con su esposa la noche del crimen.

Rubio entró anoche a declarar ante el juez a las 22.32. Esposado, custodiado por la Guardia Civil, vestido de sport, con un chándal azul oscuro, una camiseta blanca y una sudadera azul clara con capucha, pasó a las dependencias judiciales tranquilo y con el rostro oculto. Allí le esperaba la titular del juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 2 de Llíria.

El acusado esperó durante toda la jornada en los calabozos de la Comandancia de la Guardia Civil en Valencia, después de haber recibido atención médica por las lesiones que se produjo al intentar suicidarse por dos veces tras el crimen múltiple.

Horas antes, los restos mortales de sus víctimas recibían sepultura en el pequeño municipio de Tuéjar, en la comarca de Los Serranos. Más de 1.000 personas acudieron a la iglesia de Nuestra Señora de Los Ángeles. Consternación, dolor y silencio durante una misa, oficiada por el obispo auxiliar de Valencia, Esteban Escudero, que se inició a las 16.45 y se prolongó hasta pasadas las seis.

Los restos mortales de Pilar Martínez, de 37 años, Sara, de 11, Eva, de 7, y David, de 5, fueron después trasladados en coches fúnebres hasta el cementerio municipal, a un kilómetro del pueblo. Nadie se atrevió a romper con palabras el dolor de dos familias rotas por la tragedia.

La policía judicial prosigue las diligencias de la investigación, bajo secreto de sumario, y de la que sólo ha trascendido que Rubio, conocido en su pueblo como el Arenas, porque al igual que su padre se dedica al negocio de la grava, ha confesado ser el autor de la tragedia, que propinó numerosas puñaladas a su mujer y sus hijos (a dos de ellos los degolló) y que, según fuentes del caso, no revelará las causas.

«Nunca diré el motivo», dijo, en clara referencia a la discusión que mantuvo con su esposa en la medianoche del pasado lunes y que originó la tragedia, de la que nada se supo hasta pasadas las ocho y media del martes.

Al cierre de esta edición, se esperaba que la jueza decretara la prisión incondicional para Rubio, en permanente vigilancia ante el alto riesgo de que vuelva a intentar suicidarse. Una de las grandes incógnitas del caso es qué pasó desde que ocurrieron los hechos hasta que Rubio salió de casa, a las siete de la mañana, dispuesto a acabar con su vida.


El parricida de Tuéjar mató a su mujer y a sus hijos con premeditación, según los expertos

Lydia Garrido – El País

23 de noviembre de 2001

José Rubio, el hombre que mató a cuchilladas a su mujer y a sus tres hijos en la noche del pasado lunes, asumió la autoría de los hechos ante la juez asegurando que había consumido mucha cocaína y que la discusión con su esposa se originó por los problemas económicos que «arrastraba» la familia.

Según los psiquiatras y criminólogos consultados, el parricida podría sufrir un trastorno adaptativo con síntomas depresivos que combinado con el consumo de cocaína pueden ser psicótico. Ante una situación que amenazaba a su familia decidió premeditadamente quitarles la vida.

José Rubio aseguró ante la magistrada, según su abogado de oficio -que ayer renunció al caso y ahora la defensa está en el turno de oficio de delitos graves-, que la noche de los hechos «consumió mucha cocaína» y que tuvo una fuerte discusión con su mujer «por la difícil situación económica que arrastraba la familia».

En Tuéjar, según los vecinos y conocidos del bar que frecuentaba, nadie notó en él ningún compartamiento [comportamiento] extraño que se pudiera relacionar con el consumo de cocaína. Nadie sabía que tuviera problemas económicos en la empresa de materiales de construcción al por mayor en la que trabajaba como comerciante autónomo con otra persona.

¿Qué pasó por la cabeza de Pepe, el Arenas? Los expertos consultados, -tres psicólogos (de dos hospitales públicos) y tres criminalistas- coinciden en señalar que José Rubio, por lo que hasta ahora se sabe, no tuvo un arrebato sino que actuó con premeditación.

Esa hipótesis se deduce de que nadie en su entorno más inmediato supiera de problemas en la pareja, de dificultades económicas de la empresa (de hecho no figura en el expediente de la misma incidencia alguna de subastas, demandas, hipotecas o deudas), de problemas con los hijos y de su actitud después del crimen.

José Rubio ha estado, según fuentes hospitalarias y de la Guardia Civil, tranquilo, ha comido, ha dormido, no ha mostrado ninguna actitud extrema, ha mantenido la calma en sus traslados al juzgado, declaró ante la magistrada gesticulando lo justo para indicar dónde apuñaló a sus víctimas, leyó su declaración sin que le temblara el pulso y no consta que haya mostrado arrepentimiento. Esta situación, junto al consumo de cocaína, se ajusta a lo que el DSM4 (Diagnóstico de Salud Mental) define como trastorno adaptativo con síntomas depresivos que combinados con cocaína pueden ser psicóticos.

Uno de los psiquiatras consultados, experto en conductas adictivas, apuntó ayer que el consumo continuado de cocaína produce, entre otras cosas, una distorsión de la realidad. Si, tal como el propio José Rubio declaró, la familia, que no la empresa, arrastraba problemas económicos -que podían derivarse de un elevado consumo de droga- y los percibió como causante de graves consecuencias para su familia, buscó el momento para acabar con la situación segando la vida de su mujer y sus hijos e intentando hacer lo mismo con la suya.

José Rubio, cuya pauta no responde a la del psicópata, conocía los efectos que la cocaína provocaba en él -fuerza y seguridad de las que carecía en otras circunstancias y que le hacían sentirse débil ante su mujer- y ya había decidido cómo poner fin a una situación. Desde su realidad, salvó a los suyos del desastre con su acción.

A medida que pasan las horas, se aproxima su desmoronamiento. Por eso, Pepe, el Arenas, no ha sido internado en una celda sino en el Hospital Penitenciario de Picassent. Según fuentes penitenciarias, un psiquiatra le visitó ayer, hizo su prescripción facultativa y mantendrá en observación al reo durante los próximos días.

José Rubio no ha dado muestras de flaqueza, ningún signo de arrepentimiento. Los expertos consideran, y así lo afirma Ariel de Lucas, trabajador social con toxicómanos y población reclusa, que hasta que no pasen varios días no se harán visibles los signos de su toma de conciencia. Su tranquilidad, su serenidad, su rutina y aparente adaptación a la situación es fruto de su convencimiento de que la realidad que vive es cierta y que su acción ha sido la única posible.

Si se demuestra el cuadro de trastorno adaptativo -su condición de consumidor de cocaína que provocó o incidió en dificultades económicas que afectaban a la seguridad de su familia- con síntomas depresivos, eso ya lo vive ahora. Será cuando se alejen las secuelas de la cocaína cuando visualice el parricidio, ante lo que hay gran riesgo de intento de suicidio y por lo que es estrechamente vigilado.


Crimen en una familia feliz

Lydia Garrido – El País

25 de noviembre de 2001

La más negra de las crónicas del pueblo de Tuéjar se escribía en la noche del pasado lunes 19. Hacia medianoche, José Manuel Rubio Jiménez, de 38 años, segó a cuchilladas la vida de su mujer y sus tres hijos. Siete horas después todo un pueblo entraba en estado de conmoción.

Pepe, el Arenas había matado a Pili (Pilar Martínez, de 37 años), trabajadora social; a Sara, la hija mayor, de 11 años; a Eva, de siete, y al pequeño David, de cinco. Después intentó quitarse la vida autolesionándose con alguno de los cuchillos con los que apuñaló decenas de veces a su familia. Y fallido ese intento, se precipitó con su coche por un barranco a menos de un kilómetro del pueblo. No se dio ni un mal golpe.

Un familiar, avisado por un vecino que vio el turismo en la ladera del río, rescató a José. Él fue el primero en saber de la tragedia y quien trasladó al asesino confeso hasta la Guardia Civil. Desde entonces, quienes conocían a la pareja, es decir casi todos los 1.300 vecinos de ese pueblo situado en el interior de la provincia de Valencia, en la comarca de los Serranos, se pregunta qué pasó por su cabeza, cómo pudo hacer algo así.

Delfín Martínez, alcalde del municipio y amigo del matrimonio, lo definía, tras ver salir los féretros del domicilio familiar hacia el tanatorio, como «un chico jovial, alegre, con mucho sentido del humor, juerguista en el buen sentido de la palabra». De Pili dijo que era «muy cariñosa, una mujer encantadora». Y de ambos, «una pareja ideal, siempre iban juntos».

El dueño del autoservicio contiguo a la finca donde ocurrieron los hechos recordó que aquella mañana vio salir a José a las siete, que los niños siempre compraban en su tienda antes de entrar en el colegio, que nunca les vio discutir, que le parecía una pareja «normal».

Nadie escuchó discusión alguna la madrugada al martes. Los Rubio Martínez vivían en el segundo piso de una finca de tres. Ni un grito, ni una voz, ni un lamento que alterara el silencio de la noche.

Amigos de la pareja aseguran que no tienen constancia de que el matrimonio tuviera problemas. En el colegio, los profesores afirman que los niños «estaban perfectamente integrados, eran alegres, buenos, nunca dieron un disgusto».

Los familiares más próximos que han sido capaces de hacer alguna manifestación creían que Pilar y Pepe eran felices. Pero no era así. El propio José Rubio, tal como explicó su abogado de oficio tras declarar en el juzgado, reconoció que «la noche de los hechos había consumido mucha cocaína y que mantuvo una fuerte discusión con su mujer por la difícil situación económica que arrastraba la familia».

Esa explicación no ha hecho que los vecinos hilvanen detalles como ha ocurrido en otros parricidios. Lo que ocurría entre Pilar y José sólo ellos lo sabían y lograron que nadie tuviera sospecha alguna. José, dado de alta como comerciante autónomo y empresario de suministros de materiales de construcción, mantuvo su negocio sin incidencias. No constan deudas, ni embargos, ni pagos con demora, ni hipotecas. Nada.

La pregunta que aún no tiene respuesta clara es cuál era entonces ese problema económico. Las primeras conclusiones que se desprenden de la escasa información fiable que ha trascendido es que el consumo habitual de cocaína de José suponía para las cuentas domésticas un montante que Pilar no estaba dispuesta a soportar. Fuentes de la investigación apuntan a que José acumulaba deudas por su consumo y que podía haber recibido amenazas que hicieron ya imposible silenciar a su mujer.

El propio abogado, en declaraciones a las puertas del juzgado de Llíria que lleva el caso, eludió contestar sobre la posibilidad de que en la discusión previa a los hechos Pilar planteara poner fin a su matrimonio. «Eso forma parte del secreto de sumario».

Personas cercanas a la víctima consideran que si realmente José arrastró a la familia a un callejón de difícil salida por su adicción, es posible que Pilar dijera basta. Pero esa decisión no la conoció José la noche de los hechos, sabía que eso podía pasar y que con ello su vida sería otra.

Pero ¿por qué mató a sus tres hijos? Quienes conocían a la pareja y han ofrecido testimonios, cuentan que Pepe, el Arenas era un hombre que siempre manejó dinero -porque el negocio que heredó de la familia funcionaba bien-, que era un líder. «El típico que se nota que está, que te ríes con él, que de alguna manera esperas su broma», dice un conocido. Le definen como aparentemente seguro pero con la necesidad constante de ser aceptado.

Pilar, en cambio, era más serena, la «responsable» y más inquieta en su proyección de vida. Tal vez por eso, dicen los expertos, José, antes de que la realidad se hiciera pública y su tormento alcanzara a sus hijos, los mató para ocultarlo.

Ni emoción ni arrepentimiento

José Rubio permanece desde el jueves en el Hospital Penitenciario de Picassent. Los psiquiatras le vigilan de cerca por el alto riesgo de suicidio. Hasta ahora, se ha mostrado sereno y sin arrepentimiento.

Fuentes de la Guardia Civil aseguraron que hasta que la juez decretó prisión, se comportó con normalidad, comió, durmió y en ningún momento se vino abajo. Entró y salió del juzgado sin signos de abatimiento, declaró relatando los hechos sin desmoronarse y leyó su propio testimonio sin que le temblara el pulso.

Los expertos dicen que José sufría una depresión que la cocaína le ayudaba a disimular, que le daba fortaleza para mantenerse tal como todos le reconocían, que no padece una psicosis cocaínica ni cumple el patrón de psicópata. La realidad le superó, se falló a sí mismo como valedor de su familia, percibió como irreversible un problema que no lo era. Fuentes de la investigación señalan que se ayudó de la cocaína para cometer el crimen y aguantar siete horas en su casa.


Un hombre se declara culpable y arrepentido de matar a su familia

Ignasi Muñoz – Elperiodicodearagon.com

25 de marzo de 2003

«Me arrepiento de lo que hice. Soy un buen marido y un buen padre». Estas palabras fueron pronunciadas ayer por José Manuel Rubio, el hombre que la noche del 21 de noviembre del 2001 mató a su mujer y a sus tres hijos en Tuéjar (Valencia) y que ayer fue declarado culpable por el jurado de la Audiencia de Valencia.

El veredicto, decidido por unanimidad, se tomó en pocas horas. El acusado se enfrenta a una casi segura condena de 80 años por asesinato y a una indemnización de 480.000 euros (79,8 millones de pesetas), solicitada por la acusación particular.

En un cuarto de hora, el juicio quedó ayer visto para sentencia, previo veredicto de culpabilidad del jurado popular. La defensa, que en principio admitió el homicidio con el atenuante de enajenación mental por efecto de la cocaína y el alcohol, renunció a la rebaja de la pena a 10 años. Así lo quiso el acusado, que en su último alegato dijo que quería a su mujer y sus hijos «con locura», pero no explicó las razones del crimen.

Su confesión hizo que las partes renunciaran al resto de pruebas, testificales y periciales, y que el magistrado presidente diera por concluida la vista oral.

El fiscal reconoció el arrepentimiento, «lo que evita que los familiares vuelvan a pasar por aquellos dramáticos hechos», aunque admitió que el móvil «quedará para siempre en la mente del acusado». No así los hechos, claros desde el principio.

Rubio admitió que los hechos sucedieron sobre las 20.30 horas en el domicilio familiar, cuando se encontraba acostado en la cama y tomó la decisión de acabar con la vida de su mujer y sus tres hijos. Por lo que se levantó, cogió un cuchillo de la cocina y lo escondió en el pantalón de su pijama.

Rubio degolló a su mujer, Pilar, en el salón de su casa. Luego hizo lo mismo con sus hijos, David, de 5 años; Eva, de 7, y Sara, de 10, que estaban durmiendo.

El asesino se autolesionó con una espada de adorno en un intento fallido de suicidio, que repitió luego lanzándose con su coche por un terraplén. Allí lo encontró su tío, que le acompañó a declarar al cuartel de la Guardia Civil. Según el fiscal, «ni en el momento de los hechos ni ahora», el acusado sufre trastorno mental que influya en su voluntad.

El suceso conmocionó a la localidad de Tuéjar, de 1.300 habitantes, situada en el interior de Valencia. Los vecinos coinciden en que José Manuel y Pilar, casados desde 1989, eran un matrimonio «normal».


El parricida de Tuéjar pide que le condenen a 80 años de cárcel

Lydia Garrido – El País

25 de marzo de 2003

José Manuel Rubio, de 41 años, mató en la noche del 19 de noviembre de 2001 a su mujer y a sus tres hijos. Así lo admitió él ayer en la primera y única sesión del juicio por jurado sobre los hechos. José Manuel no desveló las razones del crimen. El fiscal dijo que «los motivos quedarán siempre para sí».

José Manuel fue el único en declarar por acuerdo de las partes. Tres horas después, el jurado emitió veredicto de culpabilidad por cuatro asesinatos.

«He sido un buen padre y un buen marido». Ésas fueron las palabras de José Manuel Rubio al entrar en la sala del jurado. Se sentó en el banquillo sobre las 10.30. Escuchó al fiscal, a la defensa, a la acusación, al presidente del tribunal y vio a los miembros del jurado. De forma escueta y clara contestó a las preguntas del ministerio público.

Admitió que la noche del 19 de noviembre de 2001 mató a puñaladas a su mujer, María Pilar, de 37 años, y a sus tres hijos: Sara, de 10 años; Eva, de siete, y David, de cinco, y aseguró estar arrepentido. Las razones «quedarán siempre para sí», dijo el fiscal, quien pidió pena de cárcel de 20 años por cada una de las muertes, una indemnización para los padres de la fallecida de 480.809 euros y que se considerara el agravante de parentesco y la atenuante de confesión.

A esa misma calificación de los hechos se unió el letrado de la acusación particular, Roque Gámbaro. La defensa de Rubio, Ángel Miguel Poveda pidió en principio dos años y seis meses por cada muerte, que entendía homicidio, y que se valorara que el matrimonio mantenía riñas constantes, que era consumidor de cocaína, que estaba afectado en su capacidad de juicio, que se obcecó y que confesó.

Pero antes del objeto del veredicto, el abogado modificó en actas su petición, a instancias de su cliente según explicó, y se adhirió a la calificación del fiscal.

En ese relato consta que José Manuel volvió de trabajar y sobre las 20,30 se acostó. «Se levantó después y tomó la decisión de acabar con la vida de su esposa e hijos. Fue a la cocina, cogió un cuchillo, fue al salón, donde María Pilar veía la televisión, se lo clavó por la espalda en el cuello», recoge la calificación.

Y agrega que la acuchilló otras 20 veces, que luego fue al dormitorio del menor de sus hijos y le asestó nueve puñaladas, otras once después a su hija Eva, que también dormía. Por último, fue al cuarto de Sara, la mayor. Estaba dormida y la acuchilló una vez. La pequeña se despertó. José Manuel Rubio afirmó ayer que la cogió y le dijo: «Mi vida, vas a morir, tranquila». La apuñaló 24 veces.

José Manuel Rubio, que en prisión lleva las fotos de su familia, de quien los informes aseguran que consumía cocaína de forma esporádica y que estaba en su sano juicio, sin ninguna perturbación mental, dijo en su último uso de la palabra ante el tribunal: «Quiero a mi mujer y a mis hijos con locura. Cada noche, cuando los tapaba para que no tuvieran frío, pedía a Dios que no les pasara nunca nada, que antes me pasara a mí».


65 años para el hombre que mató en Tuéjar a su mujer y tres hijos

Lydia Garrido – El País

9 de abril de 2003

La Audiencia de Valencia ha condenado a José Manuel Rubio a 65 años de prisión por cuatro delitos de asesinato, el de su mujer, María Pilar Martínez, y los tres hijos de la pareja, Sara, Eva y David. El tribunal ha establecido una pena de 20 años por la muerte de la esposa y 15 por cada uno de los hijos, y fija en 270.455 euros la indemnización para los padres de la fallecida y abuelos de los menores.

El magistrado presidente del tribunal del jurado, Pedro Castellano, que el 24 de marzo tomó declaración en vista pública a José Manuel Rubio, de 39 años, ha tomado en consideración para fijar la pena por los cuatro asesinatos que cometió la inmediata confesión tras ocurrir los hechos, de forma que anula la carga adicional que marca la ley por el parentesco que unía al parricida con sus víctimas.

Según consta en la sentencia, Rubio es condenado a 20 años por el asesinato de su mujer y a otros 15 por dar muerte a cada uno de sus tres hijos. Según Castellano, la rebaja de 20 a 15 años por el asesinato de cada uno de sus hijos es más una cuestión simbólica pero obedece a que, tal como ocurrieron los hechos, «ya no sabía bien lo que hacía».

La decisión del tribunal de la Audiencia de Valencia se ajusta en parte a la petición de las partes. Tanto el fiscal como la acusación particular y la defensa de Rubio solicitaron 20 años de reclusión por cada una de las muertes.

El fallo considera probado que José Manuel Rubio, el 10 [19] de noviembre de 2001, en el domicilio familiar en Tuéjar, sobre las 20.30 se acostó pero no se durmió y por causas, no aclaradas, se levantó poco después, cogió un cuchillo de la cocina y atacó por la espalda a su mujer mientras ella cosía y veía la televisión clavándole el arma hasta en 20 ocasiones.

Después, se dirigió al dormitorio de su hijo David, de cinco años, e hincó el cuchillo en su cuerpo nueve veces. Acto seguido fue a la habitación de su hija Eva, de siete años, a la que apuñaló once veces. Ambos dos menores dormían. Por último, José Manuel Rubio fue al cuarto de Sara, de 10 años, quien se despertó tras el primer corte en el cuello y a la que él dijo: «Mi vida, vamos a morir, tranquila». Tras ello le asestó 24 cuchilladas.

Consta en la sentencia que Rubio era consumidor esporádico de cocaína y que el día de los hechos consumió, sin que le afectara en nada a sus capacidades mentales. Señala el fallo también, que no había constancia de que hubiera desavenencias en la pareja y que Rubio no estaba afectado de psicopatía alguna.

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