José Franco de la Cruz

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José Franco de la Cruz

El Boca

  • Clasificación: Asesino
  • Características: Violador
  • Número de víctimas: 1
  • Fecha del crimen: 16 de febrero de 1991
  • Fecha de detención: 27 de abril de 1991
  • Fecha de nacimiento: 13 de agosto de 1964
  • Perfil de la víctima: Ana María Jerez Cano, de 9 años
  • Método del crimen: Ocho golpes en la cabeza
  • Lugar: Huelva, España
  • Estado: Condenado a 44 años de prisión el 27 de enero de 1993. Puesto en libertad el 3 de abril de 2012. Condenado a 10 años de prisión el 30 de octubre de 2013
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José Franco de la Cruz – Hallado en aguas del rio Tinto el cadáver de la niña desaparecida en Huelva

Luis Eduardo Siles – Elpais.com

27 de abril de 1991

El cuerpo sin vida de la niña Ana María Jerez Cano, de nueve años, que desapareció en Huelva el 16 de febrero, fue hallado a la una de la tarde de ayer en aguas de la ría del Tinto, a cuatro kilómetros de la capital onubense, por funcionarios de la Policía Judicial que realizaban un rastreo rutinario. El cadáver estaba desnudo y tenía la cabeza separada del tronco.

La noticia conmocionó a una ciudad que durante más de dos meses ha vivido la angustia de los Jerez-Cano, una familia de cuatro hermanos y clase media que vive en la barriada de la Isla Chica, próxima al centro de Huelva.

La niña fue vista por última vez hace más de dos meses, exactamente 69 días. Salió de su casa el sábado 16 de febrero hacia el domicilio de su abuela, a escasas manzanas. Como no la encontró, decidió buscar a su amiga Raquel, que vive en el mismo barrio, Isla Chica, al sureste de la ciudad. A última hora de la noche, los padres de Ana María presentaban una denuncia en comisaría.

El cadáver fue hallado en avanzado estado de descomposición, según algunos testigos. Los agentes lo arrastraron hasta la orilla más próxima, un lugar de difícil acceso. Para llegar, el juez tuvo que ser trasladado en un barco de la Agencia de Medio Ambiente y, después, en una patera.

La Brigada de la Policía Judicial de Huelva venía rastreando la ría onubense desde hace un mes, según fuentes judiciales. «No puedo precisar si con anterioridad habían buscado en ese lugar», dijo un portavoz policial.

Los padres de la pequeña fallecida acudieron a la comisaría sobre las dos de la tarde. «Nos han avisado por teléfono y ha ocurrido lo peor», comentó entre sollozos la abuela de Ana María Jerez.

Llamamiento

La madre de la niña, Adoración Cano, una ATS que durante estas semanas ha asombrado por su integridad, había repetido en la misma mañana de ayer a través de los medios de comunicación su llamamiento «para que dejen en libertad a mi niña».

La noticia conmocionó a los onubenses cuando se dio a través de las emisoras de radio locales. Inmediatamente un coche se echó a las calles para pedir por un megáfono a los ciudadanos que acudieran a la concentración convocada en una céntrica plaza de Huelva, como todos los viernes desde la desaparición de Ana María Jerez.

«Ahora no pedimos la vuelta de la niña, porque ya se ha consumado la tragedia pero queremos que se esclarezca todo hasta el último detalle, que aparezca el culpable», comentó un portavoz de la asociación de padres de alumnos del colegio onubense Juan Luis Vives, donde Ana María estudiaba cuarto curso de EGB.

El cadáver fue trasladado hasta el depósito de cadáveres del cementerio de la Soledad, donde en la tarde de ayer se le iba a practicar una autopsia que tiene que despejar numerosas incógnitas.

«Metieron el cadáver en una bolsa de plástico y era pequeñita, muy pequeñita. No hay derecho», comentó emocionado un testigo del traslado. Una bolsa apareció junto al cadáver, según una de las testigos, Soledad Castillo, vecina de la pequeña, quien ayer repetía que había repartido fotografías de Ana María por todos los pueblos de Extremadura.

Unas mil personas, según la Policía Municipal, se manifestaron ayer ante el Gobierno Civil de Huelva para exigir justicia por la muerte de la niña.


La niña asesinada en Huelva murió de un golpe a las pocas horas de salir de su casa

Luis Eduardo Siles – Elpais.com

28 de abril de 1991

El sepelio de la niña onubense Ana María Jerez Cano, de nueve años, se convirtió ayer en una extraordinaria manifestación de solidaridad. Miles de onubenses, con indignación contenida, acompañaron el féretro de la pequeña, cuyo cuerpo fue hallado el viernes, decapitado, en el río Tinto, a cuatro kilómetros de Huelva, tras 69 días de búsqueda infructuosa.

Fuentes próximas a la investigación declararon a Efe que la niña fue asesinada entre las 24 y las 48 horas después de su desaparición. La gobernadora civil de Huelva, Violeta Alejandre, dijo ayer que la muerte se debió probablemente a un golpe.

Las pruebas tomadas en la autopsia, concluida a las dos de la madrugada, se remitieron ayer a Madrid, y el resultado de la misma no se conocerá en varios días, según fuentes próximas a la investigación. Sólo entonces se desvelarán todas las incógnitas que rodean el suceso: las causas y el momento aproximado de la muerte de Ana María, que desapareció el 16 de febrero cuando iba a casa de una amiga.

El cuerpo pudo ser identificado por un anillo y algunos harapos que conservaba encima. La Policía evitó a los familiares de la pequeña «el trámite de la identificación. No ha sido necesario, pues hubiese significado un momento terrible para cualquiera, dado el pésimo estado del cuerpo», según fuentes policiales.

Huelva vivió ayer un día oscuro. Una jornada en la que la tristeza lo dominó todo. El velatorio de Ana María fue una sucesión de escenas de dolor contenido. Pero la indignación de algunos ciudadanos se desbordó en las proximidades del cementerio onubense de La Soledad.

«Que entreguen al asesino de Ana María al pueblo de Huelva, a los que son padres y madres. Ellos sabrán qué hacer con él», gritaba entre sollozos una mujer.

El Ayuntamiento de Huelva declaró ayer jornada de luto y todas las banderas de la ciudad ondearon a media asta.

El obispo de Huelva, Rafael González Moralejo, presidió la misa previa al entierro. «Su deseo consiste en estar con los padres de Ana María en estos momentos terribles», aseguré [aseguró] el capellán del cementerio de Huelva, Teodoro Bernal.

El féretro fue trasladado hasta el nicho a hombros del padre de la niña, José María Jerez, un funcionario del juzgado de la localidad onubense de La Palma del Condado, que durante estos días ha dado muestras de una integridad extraordinaria. La madre, Adoración Cano, lloraba y repetía: «Mi niña, mi pequeña, me la han quitado».


El presunto asesino de Ana María Jerez pide ser aislado en una celda de Sevilla 2

Juan Méndez – Elpais.com

2 de mayo de 1991

José Franco de la Cruz, de 27 años, presunto asesino de la niña de Huelva Ana María Jerez-Cano, permanece internado, a petición propia, en una celda de aislamiento de la prisión de alta seguridad Sevilla 2, después de que tuviese que ser evacuado de la cárcel de Huelva ante la imposibilidad de garantizar su seguridad física.

José Franco fue reconocido a su llegada a la prisión sevillana por una psiquiatra del hospital penitenciario, y a continuación le fue aplicado, a petición propia, el artículo 32 del reglamento penitenciario, que prevé el aislamiento voluntario del recluso.

José Franco se encuentra en una celda individual del departamento de régimen especial de la prisión sevillana, habitualmente dedicada a la reclusión de presos conflictivos sancionados por el incumplimiento de las normas internas.

Estos presos suelen estar sometidos a una vigilancia especial, con cacheos diarios y con sus derechos en la prisión restringidos, cosa que no ocurre en el caso de los aislamientos voluntarios.

Fuentes de la prisión indicaron a este periódico que el artículo 32 del citado reglamento de régimen interno se puede aplicar a un recluso bien por la decisión del director del establecimiento -como castigo por una conducta conflictiva-, o bien a petición del propio recluso para garantizar su seguridad.

«Refugiado»

Este caso, que corresponde al de José Franco de la Cruz, es denominado en la jerga penitenciaria con la denominación de «refugiado», según indicaron las citadas fuentes. Asimismo añadieron que José Franco podría tener ocasión de salir de la celda y permanecer algún tiempo en el patio de la prisión siempre que no coincidiera con el horario de otros reclusos.

Estos medios señalaron que, en casos como el de José Franco de la Cruz o en el de violadores, el «código de honor de los delincuentes ingresados en prisión es muy peligroso, y, si no se adoptan estas medidas de aislamiento y protección, suelen producirse altercados e incluso agresiones contra el recluso».

Por otro lado, el catedrático de Medicina Legal de la Universidad de Sevilla Luis Frontela manifestó ayer que la próxima semana entregará al juez instructor del caso, Rafael Sánchez, el informe médico-forense practicado sobre el cadáver de la niña Ana María Jerez.

Frontela aseguró que todo su equipo está trabajando «intensamente, muchas horas al día e incluso de madrugada», para entregar el informe en breve, aunque explicó que el grado de descomposición del cuerpo ha dificultado los trabajos.

Luis Frontela agregó que tratará de resolver todos los problemas de interés criminalístico relacionados con el caso. Aunque no quiso desvelar el contenido de los trabajos, el forense sevillano dijo que, genéricamente, «el ADN (ácido desoxirribonucleico) tiene mucho interés cuando en un cadáver o en una persona viva hay restos biológicos del presunto agresor, que, comparando estos restos con sangre con otros elementos, sí puede llegarse a identificar con seguridad».

El catedrático de Medicina Legal, quien no confirmó si a José Franco se le ha practicado algún tipo de análisis, sí señaló que reconoció el lugar donde fue encontrado el cuerpo sin vida de la niña.


Condenado a 44 años «El Boca» por el asesinato de Ana María Jerez

Luis Eduardo Siles – Elpais.com

28 de enero de 1993

José Franco de la Cruz, alias «El Boca», de 28 años, ha sido considerado culpable y pasará gran parte de su vida en la cárcel como autor de la muerte de la niña de Huelva Ana María Jerez Pano [Cano], de nueve años, según ha decidido el juez Francisco Martín Mazuelos.

La Audiencia Provincial de Huelva dictó ayer una sentencia de 44 años de prisión para El Boca por la violación y el asesinato de la pequeña, el 16 de febrero de 1991. El tribunal ha apoyado casi íntegramente la versión del fiscal, Jesús Ríos. «El Boca» violó a la niña y luego la mató de ocho golpes en la cabeza.

La lectura de la sentencia por el juez ponente Francisco Martín duró unos 50 minutos y fue seguida entre gran expectación, con la sala de la Audiencia llena de público, como en los días de vista oral que se desarrolló entre el 12 y el 20 de enero.

La sentencia señala también que Franco no podrá volver al lugar de residencia de los padres de la víctima cuando cumpla la condena o durante los posibles permisos penitenciarios hasta seis años después de ser puesto en libertad. Además, deberá indemnizar con 15 millones de pesetas a la familia.

La madre de Ana María consideró «justa» la sentencia y anunció que luchará para que los condenados por este tipo de delitos «cumplan íntegramente su condena». El defensor, Manuel Villalba, un letrado de 61 años que pidió la libre absolución de «El Boca», no ha conseguido ninguna de sus solicitudes.

El juicio estuvo marcado por la falta de pruebas materiales existentes contra José Franco. La sentencia, de gran precisión técnica -según la opinión de la acusación particular-, se basa en las denominadas pruebas indirectas y en una ordenación racional de los hechos. «Frente a ello no ofrece el acusado coartada alguna. No quiere decirse que tenga que probar su inocencia, sino únicamente que los indicios en su contra no son desvirtuados y que no da una versión racional y coherente de sus movimientos», indica la sentencia.


Un curandero de Huelva asegura en un manuscrito ser el asesino de Ana María Jerez Cano

Chano Montelongo – Elmundo.es

4 de junio de 1995

Cuatro años después del asesinato de la niña de nueve años Ana María Jerez Cano, en Huelva, la confesión póstuma de un curandero que asume parte de la autoría del crimen pone en tela de juicio el sistema procesal que condenó a 44 años de cárcel a «El Boca».

La confesión detalla con tal exactitud los hechos que rodearon el suceso que deja pocas dudas sobre su veracidad. Incluso señala aspectos del macabro crimen totalmente desconocidos por el instructor del caso, detalles que sólo el verdadero asesino de la niña podía conocer.

El Tribunal Superior de Justicia de Andalucía ya posee toda la información sobre esta nueva situación. José Barrera Barrio, que se identifica como un brujo, señala que Ana María fue sacrificada durante un rito en honor al demonio en el que se pretendía ofrecer la virginidad de la niña a Satán.

Revelaciones satánicas

José Barrera Barrio renunció a Satán antes de morir en septiembre pasado. Carcomido por el remordimiento y por una enfermedad «extraña» que le devoraba la vida, asustado y tembloroso, narró desde su lecho su más oscuro secreto: el asesinato de la niña de nueve años Ana María Jerez Cano, por el que un hombre, José Franco de la Cruz, cumple condena en prisión desde hace 4 años.

En su confesión, José Barrera se reconoce único autor de la muerte de Ana María, en febrero de 1991, y desvela detalles sobre el crimen muy significativos y desconocidos en la instrucción de la causa, que sólo el verdadero asesino podía conocer. Su relato aclara muchas de las incógnitas que ni la Policía, ni los forenses, ni los testigos pudieron explicar.

El abogado del condenado, José Luis Sanz Arribas, ha presentado al Tribunal Supremo un recurso de revisión contra la sentencia que condenó a 44 años de prisión a «El Boca», por un delito de asesinato y otro de violación que, al parecer, nunca cometió. Los testimonios y manuscritos del «presunto verdadero asesino» y de su confesor son las principales pruebas que presenta ahora la defensa.

Los hechos se remontan al 16 de febrero de 1991, cuando Ana María Jerez Cano fue secuestrada cuando jugaba en las inmediaciones de su casa, en la ciudad de Huelva. Setenta días después, su cadáver fue encontrado en las marismas. Varios golpes contundentes en la cabeza habían acabado con su vida.

José Franco de la Cruz, considerado el «tonto del barrio» y con una larga lista de antecedentes por pequeños hurtos y agresiones, fue detenido poco después acusado de asesinar y violar a la niña. Aunque siempre ha negado su implicación en los hechos, fue condenado el 26 de enero de 1993.

La única prueba de cargo fue la semejanza entre dos fibras de un tejido vulgar que se encontró en la uña de la víctima y en una silla de la casa del acusado. El 9 de agosto del 93, José Barrera, que contaba en ese momento con 36 años, hizo llamar a su presencia a Emilio Martín, uno de los testigos que presentó la defensa durante el juicio.

Por esto y por sus cualidades de vidente-curandero, Emilio fue elegido por Barrera, que se reconoció adorador del demonio y estar poseído por el espíritu de un célebre brujo inglés, para confiarle aquello que inquietaba su alma y no le dejaba morir en paz, según explicó a El Mundo el propio confesor de José Barrera.

Al dictado

Postrado en su cama de Rociana del Condado (Huelva), afectado por una enfermedad que decía desconocer, el brujo recibió a Emilio Martín con un «estoy muy mal y despreciado. Estoy arrepentido y no quepo en este cuerpo» (Barrera sufría hidropesía. Todo su cuerpo estaba hinchado a consecuencia del exceso de líquido y amenazaba con explotar).

Emilio Martín, de 61 años, fue cogiendo al dictado, una a una, las palabras del moribundo. La historia que contó es desgarradora. El 16 de febrero de 1991, a las 16,30 horas, José Barrera recogió a Ana María Jerez Cano junto al kiosco de churros que hay cerca de su casa. La metió en su vehículo y salió de Huelva. El brujo estaba tranquilo. «Satán me protegía». La niña tenía que ser sacrificada para hacerle más poderoso.

Durante la confesión, José Barrera habla en primera persona del plural y deja entrever que hay otras personas implicadas en el asesinato. Sin embargo, a preguntas directas de su confesor, el brujo responde: «Yo sólo confieso mi culpa, los demás pagarán como ellos crean».

Ana María estuvo confinada durante más de una semana en algún lugar que José Barrera se negó a revelar. Según su testimonio, la niña no sufrió los días que estuvo oculta. La noche que murió (tres de la madrugada del martes 26 de febrero al miércoles 27) «estuvo muy contenta y lo último que comió fue un pudin de pasas».

Aquí se dan los primeros detalles significativos. En primer lugar, fija la hora y el día exacto de la muerte de Ana María, algo que fue imposible determinar por los forenses que realizaron la autopsia. En segundo lugar, el dato trascendental del «pudin de pasas», la última cena.

En la autopsia, realizada por los doctores Frontela y Serratosa, se encontró entre los residuos orgánicos encontrados en el cadáver una pipa de uva. Este aspecto ni siquiera se mencionó durante el juicio, sólo era conocido por las personas que instruyeron la causa y, lógicamente, por el verdadero asesino.

Esperando la luna

El brujo mantuvo escondido, «y bien conservado», el cadáver de la niña durante un mes esperando la próxima luna que coincidía ese año con la noche del Jueves Santo al Viernes Santo. El cuerpo sin vida de Ana María fue trasladado en barca, aprovechando las sombras de la noche, por el brujo y otras personas desde el monasterio de la Rábida hasta las marismas que hay en la otra orilla, cruzando el río Tinto.

Ya en tierra, el grupo de personas hizo los preparativos para el ritual. Querían ofrecer a Satán la virginidad de la niña. Separaron la cabeza del cuerpo de la víctima con la intención de pincharla en un palo y que presenciara, a la luz de la luna, la ceremonia macabra que debía finalizar con la quema del cuerpo en honor al demonio.

Impregnaron el cadáver con una sustancia y «por el culo le metí en la ceremonia hierbas impregnadas en una “pocinga” de sangre de un gato negro», dijo Barrera. Este es otro dato revelador. En su informe ante la Sala, los médicos forenses mostraron su extrañeza por el tamaño y características de las manchas de sangre («llama la atención el tamaño de la mancha -4 cmts-, es demasiado para una gota que se desprende y va goteando»).

Los peritos dieron por sentado y por descontado que se trataba de sangre humana y no la analizaron. Según indicó a este periódico el abogado defensor de Pepe «El Boca».

Sin embargo, los forenses no llegaron nunca a asegurar que Ana María fue violada, según indicó a El Mundo el doctor Frontela. «El himen estaba íntegro. No existió acceso carnal vía vaginal y, en el recto, había desgarros que durante el juicio dijimos que pudo ser provocado por el pene o por algún objeto. No había ningún otro indicio de violación», indicó.

A pesar del dictamen médico, «El Boca» fue condenado por violación. Sin embargo, la confesión del brujo revela que la niña no llegó a ser violada y que la sangre era de un animal, de un gato. Aspecto que es demostrable si aún se guardan muestras de dicha sangre.

El rito satánico nunca llegó a celebrarse, ya que alguien observó la ceremonia desde la otra orilla. Los adoradores de Satán abandonaron el cadáver sin poder consumar la ofrenda, según confesó el brujo. El cuerpo de Ana María quedó semihundido en el barro, escondido bajo ramas y arbustos. Un mes después fue hallado por unos desinsectadores del río.

El cuerpo presentaba un avanzado estado de descomposición que impidió a los forenses determinar algunos aspectos de la muerte.

Tras el asesinato, José Barrera empezó a ver fantasmas. Pensaba que iban a descubrirlo. Durante la desaparición de la niña, los padres de Ana María llegaron a entrevistarse con Barrera, debido a su reputación de naturópata-vidente-curandero-brujo, para consultarle sobre el paradero de su hija. Por este motivo y por su conducta sospechosa fue llamado a declarar durante el juicio.

El brujo llegó a huir de la provincia y se escondió en Sevilla esperando salir del país. Sin embargo, fue detenido por la Policía y llevado a declarar ante el tribunal. Durante la desaparición de la menor, el brujo quemó accidentalmente su tienda de herboristería cuando intentaba «borrar rastros» sobre el asesinato. Por este motivo fue detenido por la Policía acusado de incendio intencionado, pero nunca se relacionó este hecho con el secuestro y la muerte de Ana María Jerez.

Un proceso plagado de irregularidades

El caso de Ana María Jerez Cano fue muy controvertido en su momento por las anomalías que se cometieron durante todo el proceso. Los abogados del condenado mantienen que José Franco de la Cruz fue la cabeza de turco y que su detención y su posterior condena sólo fue una decisión política para tranquilizar el ánimo de una población que exigía venganza.

La causa estuvo plagada de irregularidades. Empezando por la prueba «incriminatoria», que se presentó en la causa como definitiva y no es más que circunstancial: una fibra encontrada en la uña de víctima y otra, semejante, hallada en una silla de la casa de «El Boca». Los propios forenses indicaron en su informe que esa fibra podía pertenecer a una prenda de gran comercialización en toda la zona.

Además, hay ciertas dudas sobre la correcta obtención de la única prueba, ya que, al parecer, se vulneraron todos los derechos del acusado en el registro de su casa. Además de esto, hay que tener en cuenta que todas las pruebas que se le hicieron al procesado, como la prueba de la saliva para determinar si las colillas encontradas junto al cuerpo le pertenecían, fueron negativas.

Ahora, el caso está en manos del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, que ya posee toda la información sobre las revelaciones de Barrera. El abogado del condenado, José Luis Sanz Arribas, ha formulado varias peticiones al Tribunal encaminadas a demostrar la inocencia de su cliente. Ha solicitado un informe caligráfico de los manuscritos que certifique la autenticidad de los mismos. Además, pide un nuevo informe forense para ratificar los nuevos detalles desvelados por Barrera, como el de la sangre de gato y el de la pipa de uva.

*****

«La niña murió en la ceremonia a Satán, ofreciendo su virginidad»

Chano Montelongo – Elmundo.es

José Barrera no quiso llamar a un sacerdote para confesar su pecado más mortal porque «no quiero a los curas», ni tampoco quiso dejar su secreto en manos de alguno de sus hermanos porque «ellos nunca lo dirían». El brujo quería morir en paz, guardar su secreto hasta su muerte y gritarlo después de ella.

Sin embargo, su alma siguió perturbada hasta el último día de existencia. Llegó a ingresar en un hospital para tratarse la enfermedad que padecía, pero, a la semana, pidió el alta voluntaria y huyó. Temía que su confesor, Emilio Martín, denunciara a la Justicia su crimen antes de que muriera.

Un año estuvo el brujo arrastrando su enfermedad por localidades onubenses hasta que a mediados de septiembre del año pasado su mala vida le pasó factura.

Tras su muerte, Emilio Martín, libre de su promesa de guardar silencio, acudió al abogado de Pepe «El Boca» con dos manuscritos.

El primero, de puño y letra de José Barrera, explica las razones que le han llevado a confesar su culpabilidad: «Yo, José Barrera Barrio, de 36 años de edad, (…) confieso que encontrándome enfermo de una enfermedad que desconozco por el momento, quiero estar espiritualmente limpio y en gracia de Dios. Como creo y espero que cualquier falta cometida en mi vida y en la existencia de la misma sea Dios quien me juzgue y me libere, en este día he puesto mi fe en Emilio Martín Ortega, mediador entre Dios y el hombre, y le hago llegar con mi querida madre este documento. En él pongo mi confesión y mis secretos para que aquí en adelante mi alma no esté perturbada y sus propias oraciones dirigidas a mí sean para limpiar todos los caminos que conducen a la vida eterna. En él delego y me jura que me llevará el secreto hasta la muerte. Rociana a 9 de agosto de 1993».

El otro manuscrito es la confesión y el interrogatorio que hizo Emilio Martín a Barrera. Estos son algunos fragmentos:

-«El 16 de febrero a las 16,30 horas, junto al kiosco de churros recogí a la niña Ana M. Jerez Cano».

-¿La niña murió ese mismo día?

-«La niña murió en la ceremonia a Satán ofreciéndole su virginidad».

-¿Qué beneficios has tenido con esto?.

-«Siempre creí que me hacía poderoso y a él ofrecí mi alma y hoy estoy muy mal y despreciado. Estoy arrepentido y no quepo en este cuerpo».

-¿Cómo estaba el cadáver en las marismas?

-«El cadáver estuvo guardado, bien conservado, esperando la próxima luna, para celebrarlo en la orilla en una ofrenda a Satán. Por el culo le metí hierbas impregnadas en una “pocinga” de sangre de un gato negro. La cabeza de la niña estaba fuera del cuerpo para pincharla en un palo y que presenciara el sacrificio de su cuerpo impregnado en una sustancia con la luz de la luna y la extinción de su cuerpo en honor a Satán».

-¿El que está detenido tiene algo que ver con esto?

-«No, ni lo conozco».

-¿Porqué no te presentaste al juicio?

-«Porque leí en la prensa que demostrarían que «El Boca» era inocente. Pensé que eran capaces de descubrirme».

-¿Dónde estuviste ese día?

-«En Sevilla, esperando irme fuera de España. A las dos de la tarde me avisaron que, tranquilo, que no se demostró nada y regresé a casa».

-¿Cómo es que el fiscal y la defensa no te preguntaron nada?

-«Porque se lo pedí a Satán que tiene mucho poder en la Tierra y en los Gobiernos. Él manda. Ya no puedo seguir hablando más de esto. Estoy muy arrepentido y no puedo vivir».

Tierra de brujos y curanderos

José Barrera era conocido en Huelva y en sus poblaciones limítrofes por sus conocimientos de naturópata y curandero, pero también era conocido, por las personas más próximas, como afamado brujo.

En la localidad onubense de Rociana del Condado, donde Barrera residió durante una época, fueron pocos los que se atrevieron a hablar a este periódico sobre él. «No era un hombre bueno. Nadie sabe lo que hacía exactamente, pero su comportamiento era extraño», éste fue uno de los pocos comentarios que El Mundo pudo arrancar de sus vecinos.

Algunos familiares del brujo ya sospechaban de sus prácticas extrañas y llegaron a comentar que «sólo salía por la noche».

El alto grado de analfabetismo y la ignorancia de una gran parte de la población de esta región andaluza, hacen de Huelva un perfecto caldo de cultivo para todo tipo de creencias y supersticiones. Los videntes, curanderos, naturópatas se extienden como una plaga sobre una población donde reina la incultura.

En cuanto a sectas o grupos de personas adoradoras del demonio, un año antes del asesinato de Ana María Jerez Cano se extendió el rumor por la ciudad de Huelva de que se estaban celebrando ceremonias satánicas en algunas zonas de la región.

Incluso llegaron a producirse varios actos vandálicos en el cementerio de Huelva que fueron recogidos en su momento por la Prensa local. En estas supuestas visitas, los vándalos profanaban tumbas e invertían las cruces del camposanto. La Policía de Huelva jamás pudo aclarar el origen de estos actos.


El Supremo reabre el caso de Ana María Jerez, asesinada en Huelva

Luis Eduardo Siles – Elpais.com

14 de septiembre de 1995

El Tribunal Supremo ha ordenado la revisión del caso del asesinato y violación de la niña onubense de Ana María Jerez Cano, por el que José Franco de la Cruz, «El Boca», de 30 años, lleva en prisión desde 1991.

El letrado de la defensa, José Luis Sainz de Arribas, ha aportado una serie de pruebas, entre ellas el testimonio escrito de un naturópata, ya fallecido, donde se narra con detalles precisos que la pequeña falleció en el transcurso de un ritual satánico.

El Boca cumple una condena de 30 años en la prisión de Sevilla-1.

Las incógnitas se han abierto en un suceso que en su día conmocionó a la sociedad onubense. El recurso de revisión ha sido ordenado por la Sala Segunda del Supremo, y tiene como ponente al magistrado Joaquín Delgado García, el mismo del caso GAL.

La resolución indica que «se autoriza la interposición del recurso de revisión contra la sentencia de fecha de 26 de enero de 1993, dictada por la Audiencia Provincial de Huelva, y confirmada en lo sustancial por la que dictó la Sala Segunda del Tribunal Supremo en fecha 8 de marzo de 1994».

La Audiencia onubense condenó a Franco a 44 años de cárcel. El Supremo rebajó posteriormente la pena a 30. Sainz de Arribas expresó ayer públicamente su satisfacción por la evolución del caso: «Son muy pocas las sentencias en firme vistas por el Supremo que se revisan. El contenido de tal revisión se justifica en el artículo 954 del Código Penal, cuyo espíritu es que una persona puede estar encarcelada por error».

El abogado ha presentado un recurso de 15 folios, basado en el testimonio de Emilio Martín Ortega, un vidente al que José Barrera Barrio, ya fallecido, confesó por escrito haber matado a Ana María Jerez «para ofrecer su virginidad a Satán». Barrera dejó entrever en su relato que otras personas, cuya identidad no reveló, participaron en la siniestra ceremonia.


Sale de la cárcel el asesino de la niña Ana Jerez tras 21 años preso

EFE

3 de abril de 2012

«A mí me han metido 20 años en prisión por la cara», asegura «El Boca». La Audiencia Provincial de Huelva rechazó ayer el recurso de la familia de la víctima contra su liberación.

José Franco de la Cruz, alias «El Boca», que asesinó y violó a la niña de 9 años Ana María Jerez Cano en Huelva en 1991, ha salido a las 10.30 de hoy de la prisión de Morón de la Frontera (Sevilla) tras cumplir 21 años de cárcel.

Sin cubrirse el rostro y vestido con un jersey a rayas y un gorro de lana de montaña y llevando una mochila al hombro, «El Boca» se ha montado en un taxi nada más abandonar la cárcel. «A mí me han metido 20 años en prisión por la cara, por eso cojo un taxi y me voy como un ciudadano libre. Yo no he hecho nada», ha dicho a los periodistas que le esperaban.

El taxi ha entrado en el recinto penitenciario, aunque la policía le ha instado a que se fuera al exterior, donde el expreso ha agregado que no tenía que ocultarse «de nada». Además, «El Boca», que estaba condenado a 44 años de cárcel y ha cumplido dos terceras partes del tiempo máximo que podía estar en prisión, ha apuntado que no ha hecho ninguna terapia de reinserción porque no la necesitaba.

La liberación de «El Boca» se produce después de que la Audiencia Provincial de Huelva rechazara ayer el recurso contra su liberación al denegar que se le aplicara la doctrina Parot sobre acumulación de penas, como había solicitado la familia de la pequeña.

En el auto de la Sección Primera de la Audiencia se desestima una nueva liquidación de condena solicitada por la acusación particular basándose en una sentencia del Tribunal Supremo de marzo de 1994 sobre este caso concreto y en el Código Penal de 1973, vigente cuando acontecieron los hechos.

La sentencia del Supremo, que revoca una de instancia en la que se dejaba abierta la posibilidad de que los beneficios penitenciarios se aplicaran a «El Boca» sobre la totalidad de la condena -44 años- y no sobre los 30 años, excluye, según la Audiencia de Huelva, «toda posibilidad» al respecto.

La madre de la menor asesinada, Adoración Cano, ha dicho que esta decisión judicial «demuestra la falta de sensibilidad y respeto hacia la víctima y el poco compromiso que hay por parte de quienes tienen el poder de que esto cambie».

Ana María Jerez Cano fue brutalmente asesinada y violada en febrero de 1991 y su cadáver apareció en la ría del Tinto, a cuatro kilómetros de la capital onubense, desnudo y con la cabeza separada del tronco. El caso conmocionó a la sociedad de la época.


Detenido El Boca, acusado de un delito de violación en Madrid

F. Javier Barroso – Elpais.com

13 de julio de 2012

José Franco de la Cruz, conocido como «El Boca», ha sido arrestado por la policía de Madrid acusado de haber cometido una agresión sexual el pasado 11 de julio en las inmediaciones de un albergue de la capital. Este delincuente fue juzgado por haber violado y asesinado a una menor de nueve años en Huelva, Ana María Jerez Cano. Franco fue condenado a 44 años, de los que solo cumplió 21.

Quedó en libertad condicional hace un par de meses, pese a los recursos interpuestos por la madre de la menor, Adoración Cano, que pedía la aplicación de la llamada doctrina Parot, que supone el cumplimiento íntegro de las penas. Cano ha asegurado a Efe tras conocer su arresto que «mucho ha tardado» éste en delinquir.

La agresión se produjo la madrugada del pasado 11. Una mujer de 39 años se personaba en una comisaría de policía de la capital y denunciaba que había sido violada en las inmediaciones de un albergue del distrito de Moncloa. Supuestamente fue abordada por «El Boca». Tras amenazarla con un cuchillo de monte, consumó la agresión sexual.

Los agentes establecieron el correspondiente protocolo de actuación en casos de agresión sexual. Fue trasladada al Servicio de Atención a la Mujer (SAM) de la Jefatura Superior de Policía de Madrid, donde le recogieron las ropas a fin de encontrar posibles restos biológicos del agresor. La policía también montó un dispositivo policial para localizar al supuesto agresor. Días antes también había sido arrestado por amenazar a las trabajadoras sociales del albergue presumiblemente con el mismo cuchillo utilizado en la agresión sexual, según fuentes de la investigación.

A las pocas horas era localizado y detenido. Está previsto que pase esta tarde-noche a disposición del Juzgado de Instrucción número 39, en funciones de guardia de diligencias, con sede en la plaza de Castilla. El detenido cumplió su condena en la prisión de Morón de la Frontera (Sevilla).


Media vida en la cárcel

Lorena Correa – Elmundo.es

13 de julio de 2012

Está a punto de cumplir los 50 años y José Franco de la Cruz, alias «El Boca», ha pasado media vida entre rejas por el asesinato de Ana María Jerez Cano, la niña de Huelva de tan sólo nueve años que fue brutalmente violada y asesinada la tarde del 16 de febrero de 1991, mientras la cabalgata de carnaval paseaba por la calles de la ciudad.

Pero éste no ha sido el único delito cometido por Pepe «El Boca», que desde muy joven se convirtió en un conocido de la Policía Nacional por los numerosos rojos, atracos y agresiones que cometió en la ciudad.

José Franco de la Cruz es el cuatro [cuarto] hijo de una familia humilde. Nació en agosto de 1964 y estudió en el antiguo colegio de la Fuente. «El Boca» nunca destacó por ser buen estudiante y no terminó los estudios. Desde muy joven comenzó a cometer pequeños robos en el barrio donde creció, la zona de Isla Chica.

Con 18 años robó una motocicleta y la policía obligó a «El Boca» a devolvérsela a su dueño. Desde ese momento, las entradas y salidas del calabozo eran continuas. Peleas, agresiones y robos con fuerza constan en sus antecedentes policiales.

Antes de cometer el asesinato de Ana María entró en prisión por agredir a un funcionario de prisiones. José Franco de la Cruz, reconoció en una entrevista concedida a El Mundo tras su salida de prisión, que le pegó una paliza porque su víctima trató de acceder a la fuerza a una discoteca llamada La Moni en la que «El Boca» trabajaba como portero.

Fanático del equipo de fútbol argentino

De esta época le viene el sobrenombre de Pepe el Boca. Su familia desconoce el origen del mismo pero pudo ser porque el asesino de Ana María era un fanático del equipo de fútbol argentino Boca Juniors. O, simplemente, por las grandes dimensiones de su boca.

José Franco de la Cruz era una persona altiva, de actitud chulesca y muy conflictiva. Lo era incluso son [con] sus padres, con quienes protagonizaba numerosas peleas en casa. Algunos vecinos de la calle Isla Cristina, donde estaba situada la casa familiar de «El Boca» recuerdan que las broncas eran continuas.

Hay quienes, además, han relacionado al Boca con Santiago del Valle, asesino de Mari Luz Cortés. Los dos asesinos pudieron ser amigos de juventud. Catalina del Valle, hermana del pederasta, ha comentado en más de una ocasión que «El Boca» iba habitualmente a buscar a Santiago a su casa de El Torrejón y que se pasaban el día juntos. Sin embargo, los dos criminales han negado que haya existido tal relación de amistad.

«El Boca» era amante de las motos y se paseaba con una de color amarillo por la ciudad de Huelva. Adulador con las mujeres, también era un apasionado del fútbol y durante algún tiempo ejerció de entrenador de un equipo de juveniles de su barrio. De hecho, la tarde que asesinó a Ana María Jerez Cano, el 16 de febrero de 1991, había quedado con los chicos para el entrenamiento.

Codo con codo con los agentes

Desde que la niña fue vista por última vez, «El Boca» se convirtió en el principal sospechoso de la policía. Durante los 69 días que estuvo en paradero desconocido, José Franco de la Cruz colaboró en las labores de búsqueda. Y lo hizo codo con codo con los agentes. Tanto es así que el asesino condujo a uno de los inspectores, José Olivares, hasta las proximidades del lugar donde se encontraba el cuerpo. Concretamente, a unos cien metros de donde fue hallado.

José Franco de la Cruz nunca reconoció los hechos, ni ante los investigadores ni ante el juez. La noche que pasó a disposición judicial se golpeó de rabia contra los cristales de una de las ventanas del Palacio de Justicia y tuvo que ser atendido por los servicios médicos.

Para la madre de Ana María, Adoración Cano, el crimen de su hija pudo evitarse porque años antes José Franco de la Cruz fue denunciado por violar a otra chica también menor de edad. Los padres de la víctima retiraron la denuncia por miedo a represalias y este delito quedó en el olvido.

Desde que fue condenado en 1993 a 44 años de cárcel por el crimen de Ana María, «El Boca» pasó por las prisiones de Huelva, Sevilla, Badajoz o Ciudad Real. Durante su estancia en Badajoz, cuando aún no se había celebrado el juicio, sufrió una herida durante un motín en el que participó el sanguinario José Garfia. «El Boca» y uno de los hermanos Izquierdo, encarcelado por la matanza de Puerto Hurraco, sirvieron de rehenes para los presos exaltados.

Venganza

Durante los 21 años que ha pasado en prisión ha tenido tiempo para casarse y divorciarse. José Franco de la Cruz contrajo matrimonio con una reclusa poco después del juicio. La boda tuvo [lugar] en la misma sala de la Audiencia Provincial que lo condenó por el asesinato de Ana María.

Esta fue una de las escasas ocasiones que pudo salir de prisión. También lo hizo durante el entierro de la madre. En el sepelio «El Boca» cogió el ataúd en sus hombros, gritó que era un hombre libre y además clamó venganza. «Mamá vengaré lo que me han hecho, vengaré lo que te han hecho a ti.»

El matrimonio con la reclusa apenas duró un suspiro y «El Boca» pidió el divorcio meses después. «Me divorcié porque ella empezó a consumir drogas», confesó a El Mundo en una entrevista.

José Franco de la Cruz también dijo a este periódico que ha escrito un diario y ha leído extractos de la Biblia aunque nunca ha creído en Dios. En prisión ha tenido contacto con varios pastores de la Iglesia Evangélica, que le han servido de guía espiritual. Y siempre se ha negado a recibir tratamiento porque considera que no lo necesita.

«Sé que algún día habrá justicia conmigo aunque no sea en este mundo», dijo a este diario. Pero, por el momento, pasará otra temporada en prisión.


Juez: «Usted va a ir a prisión»; El Boca: «Nos volveremos a ver»

José Antonio Hernández – Elpais.com

29 de julio de 2012

Sábado, 14 de julio de 2012, en la sala de vistas del Juzgado número 47 de Madrid. Tras un interrogatorio meticuloso, el rostro de «El Boca», condenado a 44 años por asesinar y violar en 1991 a una niña de Huelva de solo nueve años, se desfiguró. Y dirigió su mirada al juez: «¡Me cago en la hostia!», interrumpió. «Usted va a hundir mi vida, yo no he hecho absolutamente nada, soy inocente… ¡Usted y yo nos volveremos a ver!», amenazó, esposado.

Adolfo Carretero, el juez de Madrid que estaba de guardia cuando la policía le llevó detenido a José Franco de la Cruz, alias «El Boca», le sostuvo la mirada y se mantuvo firme: «Sí, usted va a ir a prisión por alarma social, riesgo de fuga, antecedentes y porque la víctima le ha reconocido como autor de su violación», le informó el juez.

Frente a él, desaliñado, vestido con vaqueros, camisa azul y zapatillas de deporte de color blanco, Carretero tenía al hombre que mantuvo a Huelva y a España en vilo durante las semanas posteriores al fatídico 16 de febrero de 1991.

La pequeña Ana María Jerez Cano desapareció una noche de carnaval. De nada sirvieron las batidas ciudadanas en su busca; 31 días después, sobre las aguas del río Tinto, emergió el cadáver de la menor, desnudo y con la cabeza separada del cuerpo. El suceso aupó a una triste y efímera fama a El Boca, quien en los primeros momentos incluso colaboró en la búsqueda de la niña.

A su afición juvenil por el club argentino Boca Junior [Juniors] o, quizás, al tamaño de su propia boca, debe José Franco su mote. Cuando fue detenido el pasado 11 de julio por otra agresión sexual, en Madrid, apenas llevaba tres meses en libertad tras 21 años entre rejas -en cuatro cárceles distintas- por el crimen de la pequeña Ana María.

Y sin permisos. Su historial delictivo lo desaconsejaba: desde 1982 acumula 17 antecedentes, un asesinato, un intento de homicidio (como portero de una discoteca dio una paliza a un cliente), robos con violencia e intimidación, con fuerza en las cosas y lesiones a semejantes.

El 3 de abril salió de la cárcel de Morón de la Frontera (Sevilla). Lo esperaban muchos periodistas, a los que, ufano, soltó que había estado preso «por la cara». No tengo nada que ocultar, desafió. Tuvo suerte de que la Audiencia de Huelva entendiera que no cabía aplicarle la doctrina Parot, que permite estirar una condena hasta los 30 años, y rechazara un recurso de la familia pidiendo su aplicación. Llevaba cumplidos 21 de los 44 años de condena.

Cuando alcanzó la libertad en abril, puso tierra de por medio y huyó de Huelva. La sentencia le imponía que debía vivir en una ciudad diferente de donde residieran los padres de la niña, que han mostrado su júbilo al saber que el asesino de su hija regresaba de nuevo a la cárcel, de la que no debió salir, denunció la madre.

Eligió Madrid. Y se instaló en el albergue para mendigos La Rosa, en el paseo del Rey, 34. Hasta que el director del centro le expulsó por mala conducta. «El Boca» es un hombre de fuerte complexión, alto, tiene 48 años, nació en un pequeño pueblo de Huelva.

Su aspecto es rudo, con entradas pronunciadas. Aún percibe el subsidio ideado para los expresidiarios, unos 500 euros. Cuando lo cobraba, solía festejarlo a base de copas con dos amigas que conoció en el albergue. Con una, Esther, mantenía relaciones. José Franco no debió moverse el pasado día 11 del chamizo de cartones en el que ha estado viviendo desde que le echaron del albergue. Lo tenía montado justo al lado, al calor del recinto. Dentro conservaba amigos que a veces le dejaban comer a escondidas.

00.05, 11 de julio, miércoles. Y., inicial del nombre de la víctima, de 42 años, mendiga habitual, se acerca al albergue. Su aspecto refleja el doble látigo del alcohol y las drogas. Una vez más, llega ebria. «Aunque ya bebo menos», contó a la policía después. «El Boca» también admite que esa noche se había entregado a la bebida.

-¿Puedo hacerte una pregunta?

Y. miró hacia atrás y, aunque era de noche, reconoció en seguida a El Boca. De él solo había oído cosas malas.

-No, que tengo prisa, y todavía no me he tomado la metadona.

Según lo manifestado por la víctima ante el juez, «El Boca» sacó entonces un cuchillo de monte, con un filo de sierra y el otro normal, se lo puso en el cuello y le ordenó que se agachara. «O te dejo aquí mismo…», la avisó. Abrió su cremallera, la agarró de los pelos y le impuso una felación.

-¿Eyaculó o no dentro de la boca? -preguntó el juez Carretero a la víctima.

-Sí -replicó ella.

«El Boca» negó todo. «No, soy inocente; no conozco a esta mujer de nada», repuso. Fue ese el momento en que el magistrado le avanzó su destino, avalado por el fiscal.

La camisa blanca de Y., con un leopardo dibujado, acabó bañada en vómitos. Aprovechó que «El Boca» se puso a orinar en la calle para huir y meterse en el albergue. «Me dio mucho asco y vomité», acertó a decir a los empleados del albergue. Balbuceante, les contó lo sucedido y se acostó, tras llorar. Allí estuvo hasta que sobre las ocho de la mañana fue el Samur a por ella, y la policía en busca de «El Boca».

«¿Por qué no llamaron a la policía en ese momento?», reprendió Carretero a los cuidadores del albergue, dependiente del Ayuntamiento de Madrid. «Lo que pase fuera del centro no nos compete», dijeron. «Oiga, ustedes son empleados públicos; podría imputarles una omisión del deber de socorro», espetó el juez Carretero a uno de ellos, trabajador social.

El sábado 14 fue intenso en el juzgado de guardia de la plaza de Castilla. Y es que solo tres meses después de salir en libertad tras 21 años preso por pederastia y asesinato, El Boca volvía a la cárcel.

Requerido por El País, Juan José Camacho, abogado de «El Boca», señala que su cliente «es inocente» y que los testimonios que le han conducido a prisión son «contradictorios e inconsistentes, empezando por la fecha en que esta señora dice que fue violada; mi cliente en ese momento estaba detenido por supuestas amenazas, y de ningún modo pudo ser él».

«Pienso que está en prisión por sus antecedentes y la alarma social, pero no porque haya pruebas: nadie oyó ni presenció nada», expone Camacho, que exige una reconstrucción de los hechos. «Ya he recurrido», anota.

Carretero aguarda la prueba del ADN. Los peritos analizan la ropa y los vómitos. Quieren saber si hay semen en ellos. Si lo hay y el ADN apunta a José Franco, es posible que los otros 10 o 12 previsibles años de cárcel que aguardan a El Boca le quiten de la cabeza su amenaza de volver a encontrarse con el juez Carretero.


«El Boca», condenado a diez años de prisión por violación

Diarioinformacion.com

31 de octubre de 2013

La Audiencia Provincial de Madrid ha condenado a José Franco de la Cruz, alias «El Boca», a la pena de diez años de prisión por un delito de violación con la agravante de reincidencia, así como a una medida de libertad vigilada después por un tiempo de ocho años, según la sentencia a la que tuvo acceso Efe.

El acusado, ya condenado a 44 años de prisión por el asesinato y violación de la niña de 9 años Ana María Jerez Cano en Huelva en 1991, deberá indemnizar con 6.000 euros a los herederos de la víctima, que falleció antes del juicio oral.

En la sentencia, la Sección Séptima de la Audiencia madrileña considera probado que, en la madrugada del 10 al 11 de julio, el acusado se dirigió al albergue «La Rosa», situado en el número 34 del Paseo del Rey.

Allí, coincidió con una mujer, que residía en el centro, la agarró por el pelo, la obligó a sentarse en el suelo, la amenazó con una navaja y la obligó a realizarle una felación, al tiempo que le decía «chupa, guarra».

Con posterioridad, la mujer consiguió levantarse y abandonar el lugar para dirigirse al centro en el que residía, donde recabó la ayuda de los trabajadores que allí prestaban sus servicios.

La víctima, Y.V.L., falleció el 12 de abril de 2013, con anterioridad al juicio oral, que se celebró el pasado 2 de octubre, aunque los magistrados de la Audiencia Provincial [de] Madrid han tenido en consideración su declaración testifical ante el juez instructor.

En el juicio oral, el acusado negó «de forma radical» la autoría de los hechos y aseguró que no tenía necesidad de atacar a ninguna mujer, ya que había tenido relaciones.

Las manifestaciones de la fallecida fueron corroboradas por dos testigos, auxiliares de servicios sociales del Centro Calatrava, que relataron que, «llorando» y «entre balbuceos», la víctima les contó que «El Boca» la había obligado a mantener sexo oral.

Una trabajadora social afirmó que cuando tuvo un enfrentamiento verbal con el acusado en la parte de arriba del centro, al recriminarle que orinara allí, pudo ver que éste portaba un cuchillo.

En la vista, comparecieron dos policías nacionales que intervinieron un cuchillo al acusado, quien manifestó que no portaba arma blanca alguna.

La Fiscalía solicitó una pena de doce años de prisión para el procesado por un delito de agresión sexual con la agravante de reincidencia.

La acusación popular, ejercida por la asociación «Clara Campoamor», pidió la pena de quince años de cárcel, mientras que la defensa mostró su disconformidad con las conclusiones del Ministerio Público y solicitó la absolución de su cliente.

«El Boca» se encuentra en situación de prisión provisional por esta causa desde el 13 de julio de 2013, tras su detención por estos hechos cuando apenas llevaba tres meses de libertad.

Antes, había cumplido veintiún años de prisión por asesinar y violar en 1991 en Huelva a la niña Ana María Jerez Cano, de 9 años, a la que desfiguró.

José Franco de la Cruz salió el 3 de abril de 2012 de la prisión de Morón de la Frontera (Sevilla).

La Audiencia Provincial de Huelva rechazó el recurso contra su salida de la cárcel, al denegar que se le aplicara la «doctrina Parot», como había solicitado la familia de la niña asesinada.

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