
La muerte de Nagore Laffage
- Clasificación: Homicida
- Características: Intentó descuartizar a la víctima y le seccionó un dedo, pero desistió al no tener los útiles necesarios
- Número de víctimas: 1
- Fecha del crimen: 7 de julio de 2008
- Fecha de detención: Mismo día
- Fecha de nacimiento: 1981
- Perfil de la víctima: Nagore Laffage Casasola, de 20 años
- Método del crimen: Estrangulación
- Lugar: Pamplona, Navarra, España
- Estado: Condenado a 12 años y 6 meses de prisión el 19 de noviembre de 2009
Índice
- 1 José Diego Yllanes – «He hecho algo muy malo. Tengo a una chica muerta»
- 2 «Un desalmado te ha separado de nosotros»
- 3 Todo queda en manos del jurado
- 4 «Mató a mi hija porque le dijo «no»»
- 5 «Intenté calmarla sujetándola»
- 6 Un amigo de José Diego Yllanes afirma que el acusado era una persona «normal» y que no era agresivo
- 7 La madre del asesino dice que su hijo había sido «responsable» con sus novias
- 8 La huida hacia delante de Yllanes
- 9 «Tenía que haber llamado a mi primo»
- 10 El hombre que estranguló a Nagore pagará su muerte como homicidio
- 11 La caída de un «chico diez»
- 12 Doce años y medio de cárcel para Yllanes por el homicidio de Nagore Laffage
José Diego Yllanes – «He hecho algo muy malo. Tengo a una chica muerta»
Jesús Duva / Eduardo Azumendi – El País
13 de julio de 2008
El psiquiatra que mató a una enfermera llamó a un amigo para deshacerse del cadáver.
«He hecho algo muy malo. Tengo en mi casa a una chica muerta. Necesito que me ayudes». José Diego Yllanes Vizcay, de 27 años, llamó a un amigo sobre la una de la tarde del pasado lunes. Estaba desesperado y no sabía qué hacer.
«Necesito que me ayudes a deshacerme del cadáver», insistió Yllanes, médico residente de Psiquiatría en la Clínica Universitaria de Navarra. El amigo, desconcertado y aterrado, le aconsejó que se entregase a la policía, pero él lo rechazó de plano: «No, no puedo arruinar la vida de mi familia».
La víctima era Nagore Laffage Casasola, una chica de 20 años, estudiante de segundo curso de Enfermería, que estaba realizando prácticas en el mismo centro sanitario que Yllanes. Nagore le conocía de haberle visto por el hospital, pero él nunca había reparado en ella y nunca habían cruzado ni una palabra.
El médico y la enfermera en ciernes se conocieron en realidad sobre las seis de la madrugada del pasado día 7, festividad de San Fermín. El encuentro se produjo en un bar, unas horas después del chupinazo que marca el comienzo del desmadre de las fiestas pamplonesas.
La chica iba con unas amigas, mientras que él se había despedido al filo de la madrugada de su novia, también médico, y continuaba la juerga pese a que llevaba 36 horas sin dormir y muchos cachis (combinados de ron) en el cuerpo.
Nagore y José Diego empezaron a hablar y simpatizaron. Tanto, que sobre las 7.45 se dirigieron hasta un piso de la calle de Sancho Ramírez, en el barrio de San Juan, que había sido comprado por el médico a su familia hipotecándose para una larga temporada.
Un vecino se cruzó con ellos en el portal y más tarde contaría a la policía que le dio la impresión de que no eran una pareja de novios por la forma en que Nagore se dirigía a su acompañante.
Yllanes estaba borracho y le costó trabajo meter la llave en la cerradura de su casa. Una vez en el piso, hablaron, se besaron y se acariciaron, según ha declarado José Diego ante la juez de instrucción número 2 de Aoiz, Estela Arellano. «Fue una cosa consentida, sin que ella pusiera ningún reparo», añadió.
¿Qué ocurrió a continuación? ¿Cuál fue la chispa que provocó que Yllanes agrediera con un objeto contundente a la muchacha? ¿Qué cables se cruzaron en el cerebro del joven médico para acabar asfixiándola y estrangulándola? «Hubo un malentendido», dijo Yllanes en su declaración. Ese «malentendido», según él, se produjo cuando la muchacha creyó que pretendía forzarla a mantener relaciones sexuales plenas.
Hubo un violentísimo forcejeo en el cuarto de baño y en el salón de la vivienda, como prueban los indicios hallados por la Policía Foral, lo que evidencia que la víctima se resistió al ataque, pese a la mayor corpulencia y fortaleza del agresor.
Al ver que la muchacha no respiraba, el presunto criminal se dio cuenta de lo que había pasado: estaba muerta. Transcurrió un buen rato sin saber qué hacer. Luego, cogió un cuchillo y le seccionó la yema del dedo índice de una mano, comprobando lo difícil que resulta cortar un miembro. Le despojó de las joyas. Y después cogió tres grandes bolsas de basura y cinta adhesiva para envolver el cuerpo y así hacer un paquete.
José Diego fue a buscar el coche de su padre, estacionado en su domicilio del número 5 de la Travesía de Acella, y lo condujo hasta el garaje de su propia vivienda. Sin que nadie le viera, bajó en el ascensor el cuerpo exánime de Nagore, sabedor de que su amigo no estaba dispuesto a ayudarle en tan siniestra tarea.
Después de cargar a la víctima en el automóvil, el supuesto homicida se dirigió a una zona boscosa próxima a Orondritz, en el valle de Erro, a unos 35 kilómetros de Pamplona, que conoce porque sus padres tienen allí una vivienda.
Depositó el cadáver de la chica, vestida con el típico atuendo de los sanfermines (pantalón y camisa blancos, pañuelo rojo y una cazadora) y a unos 80 metros dejó una bolsa con las joyas de la víctima y otros objetos (entre ellos el cuchillo usado para seccionarle el dedo).
Horas después, una vecina de la zona descubrió el cadáver cuando uno de los dos perros con los que paseaba olisqueó un bulto. La mujer vio la espalda de la víctima y echó a correr al pueblo para avisar a la policía, que ya había sido también alertada por el amigo al que el psiquiatra había pedido ayuda.
Inmediatamente comenzó la búsqueda del supuesto autor del crimen, que fue localizado cerca del lugar donde se deshizo del cuerpo. Angustiado por su acción, estaba decidido a no entregarse a las autoridades, y a mantenerse en el bosque y morir de inanición, según fuentes próximas a la investigación.
Tras ser puesto a disposición de la juez Arellano, José Diego prestó declaración con la asistencia del abogado Eduardo Ruiz de Erenchun. «Estuvo llorando sin parar. Reconoció los hechos y se mostró en todo momento muy arrepentido y dolorido por el mal causado», ha explicado el letrado.
José Diego Yllanes jamás había sufrido ningún tipo de alteración mental. El día del crimen bebió mucho alcohol, pero asegura que no consumió ningún tipo de drogas, «al menos de forma consciente». La abundante ingesta de ron hace que aún tenga muchas lagunas en sus recuerdos, según medios conocedores de las pesquisas.
La conducta del psiquiatra resulta incomprensible para sus compañeros de la Clínica Universitaria, que coinciden en que es un chico normal, extrovertido, inteligente, que nunca había causado problemas. Recientemente había publicado, junto con los médicos Adrián Cano Prous y Gloria Sarria Quiroga, un trabajo titulado Mejoría del dolor articular en un cuadro depresivo concomitante tratado con duloxetina.
«Un desalmado te ha separado de nosotros»
Jesús Duva / Eduardo Azumendi – El País
13 de julio de 2008
José Diego Yllanes es hijo de un neurocirujano de origen colombiano, asentado desde hace décadas en España, que trabaja en el Hospital de Navarra. Su madre es enfermera en el centro de salud Doctor San Martín. Él había decidido seguir la tradición -estaba completando el MIR- y tiene una novia que también pertenece a la profesión.
La familia, de clase media -alta, muy conocida en Pamplona, está muy afectada no sólo por el encarcelamiento del joven, sino también por la muerte de la chica. «Yo quiero pedir perdón a la familia de Nagore en nombre de la familia de José Diego, que es consciente de la tragedia que se les ha venido encima», declara el abogado Eduardo Ruiz de Erenchun, defensor del presunto homicida.
Nagore Laffage era natural de Irún (Guipúzcoa). Tras acabar sus estudios en el colegio de La Salle, se trasladó a Pamplona para cursar Enfermería. Ahora había terminado el segundo curso y hacía prácticas en el departamento de Oncología de la Clínica Universitaria de Navarra.
Los padres de la joven -el pintor Txomin Laffage y Asunción Casasola- son también muy conocidos entre los iruneses, sobre todo porque Asunción es miembro de una asociación vecinal y delegada de Comisiones Obreras en una empresa de Lezo. Nagore era la segunda hija del matrimonio (tiene otro hijo mayor, Javier, de 24 años).
«Un desalmado te ha separado de nosotros, pero nunca te arrancaremos de nuestros corazones», aseguraba una esquela publicada por los tíos de la muchacha en la prensa local.
Los vecinos de la calle de Arbesko Errota, domicilio de los Laffage, aseguran que éstos están destrozados. El Ayuntamiento de Irún se personará en la causa ejerciendo la acción popular.
Los padres de la joven asesinada querían incinerar su cadáver, pero la juez instructora no lo autorizó por si fuera necesaria una segunda autopsia. No obstante, fuentes oficiales han informado de que el caso pasará a manos de un juzgado de Pamplona, al inhibirse la juez de Aoiz debido a que el homicidio se produjo en la capital navarra.
Todo queda en manos del jurado
Karim Asry – El País
2 de noviembre de 2009
El proceso judicial arrancará hoy con la selección entre 36 candidatos a los once miembros del jurado -nueve titulares y dos suplentes- que decidirán si José Diego Yllanes es culpable de un delito de asesinato y otro de profanación de cadáver.
Tras la constitución del tribunal popular y las alegaciones, el Ayuntamiento de Irún expondrá un documental que recoge la reconstrucción de los hechos. El interrogatorio del presunto asesino, que ya ha reconocido los hechos, será mañana a las 10.
José Diego Yllanes llamó a un amigo tras acabar con la vida de Nagore, pidiéndole ayuda para deshacerse del cadáver. Éste le aconsejó que se entregase, pero él no quería arruinar la vida de su familia, así que intentó encubrir los hechos.
«Al principio no me gustaba la idea de que un jurado decidiese», explica la madre de la fallecida. «Se les puede confundir, hacerles pensar «parece un buen chico, démosle una oportunidad». Pero ahora estoy convencida de que hay suficientes pruebas en su contra. El tipo este tendrá mucha educación, pero ética, ninguna. Actuó con sangre fría», añade Asun Casasola.
La fiscalía pide un total de 20 años para el acusado, que carece de antecedentes penales. La madre reconoce que será difícil que le caiga la condena íntegra. El joven psiquiatra, según sus compañeros de clínica, era extrovertido, inteligente y nunca había causado problemas. Recientemente había publicado, junto con los médicos Adrián Cano Prous y Gloria Sarría Quiroga, un trabajo titulado Mejoría del dolor articular en un cuadro depresivo concomitante tratado con duloxetina.
El abogado del presunto asesino intentará previsiblemente resaltar que eran Sanfermines y que su cliente había bebido mucho. No se descarta incluso que sostenga la teoría de que su cliente sufrió una enajenación mental durante la noche en la que mató a la joven, intentó esconder el cuerpo y escondió cualquier indicio de lo ocurrido en su piso.
«Mató a mi hija porque le dijo «no»»
Karim Asry – El País
2 de noviembre de 2009
El juicio por la muerte de Nagore Laffage arranca hoy en Pamplona.
No hay tribunal humano que pueda reparar la perdida de una hija, reconoce Asun Casasola, madre de Nagore Laffage, la joven irundarra que murió asesinada en los Sanfermines del pasado año. Aun así, todas sus esperanzas están puestas en el juicio que arranca hoy en Pamplona.
Asun verá en la sala por primera vez la cara del supuesto asesino de su hija, José Diego Yllanes, un joven licenciado en medicina de vida ejemplar -estaba terminando la especialidad en psiquiatría-, hijo de un neurocirujano latinoamericano asentado décadas atrás en España.
«Va a intentar darnos pena, va a salir paliducho, con cara de no haber roto un plato en su vida», predice la madre. «Pero los hechos son los hechos. No la mató porque estaba borracho o por enajenación. La mató porque no toleró que mi hija le dijese que no».
Sólo la muerte pudo borrar la sonrisa de esta estudiante de enfermería de 20 años, un suceso que conmocionó Navarra y Guipúzcoa. Su madre cuenta que ha recogido 130.000 firmas exigiendo un «juicio justo y una pena acorde con el delito cometido».
Las recurrentes concentraciones de apoyo, la implicación institucional y el calor de la ciudad de Irún han ayudado a la familia, dentro de lo posible, a metabolizar la perdida de Nagore. Su hija era muy querida. «Tocaba el acordeón en el conservatorio, hacía gimnasia rítmica, iba a todas las colonias de verano, a Londres a aprender inglés, era una persona muy activa», recuerda Asun, enlace sindical en la compañía donde trabaja, presidenta de su barrio y madre de otro hijo, Javier. El padre de Nagore, el pintor Txomin Laffage, también es muy conocido en la localidad.
La muerte de la joven se ha convertido en un símbolo de la violencia machista, y en la causa se han personado como acusación el Ayuntamiento de Pamplona, el Instituto Navarro para la Igualdad, las Juntas Generales de Guipúzcoa y el consistorio de Irún, además de la fiscalía y la familia de la fallecida.
El juicio deberá confirmar el relato de los hechos formulados en los distintos escritos de acusación. Según los mismos, el 7 de julio de 2008, en plenos Sanfermines, José Diego coincidió de madrugada con Nagore en la puerta del piso que ella compartía con varias jóvenes -no consta que se conocieran de antes, pero ambos desarrollaron sus estudios en la Clínica Universitaria de la Universidad de Navarra-.
Ella le dijo algo al oído. Él le propuso que fueran a su casa y ella aceptó la invitación. Al llegar, se besaron en el ascensor y continuaron con el intercambio de caricias hasta que, una vez en el domicilio, Juan [José] Diego le arrancó violentamente la ropa interior y las cosas se torcieron. Nagore se negó entonces a mantener relaciones sexuales con él.
Al ver frustradas sus expectativas y con la joven asegurando que iba a contar lo ocurrido, José Diego, vio peligrar su carrera. La golpeó y estranguló hasta dejarla semi-inconsciente. La joven recobró el aliento para llamar al 112 susurrando que la iban a matar. José Diego volvió a asfixiarla hasta quitarle la vida. Intentó descuartizarla y le seccionó un dedo, pero desistió al no tener los útiles necesarios. Escondió el cuerpo en Orondritz, a 40 kilómetros, volvió a su casa y limpió todo con lejía y amoniaco.
«Intenté calmarla sujetándola»
Karim Asry – El País
3 de noviembre de 2009
Comienza en Pamplona el juicio por el asesinato de Nagore Laffage con un testimonio en vídeo del acusado.
José Diego Yllanes, juzgado desde ayer en Pamplona por asesinato y profanación de cadáveres, dice que no recuerda haber golpeado a la joven irunesa Nagore Laffage hasta matarla tras subir con ella a su casa en la capital navarra el 7 de julio de 2008.
Deja entender que todo fue una confusión, un malentendido. «Era como si uno hablara chino y el otro japonés», explica en su testimonio grabado por la Policía Foral de Navarra semanas después del crimen. «Supongo que intenté calmarla sujetándola», añade ante la insistencia de los investigadores.
El vídeo con sus palabras fue uno de los momentos más impactantes de la primera jornada del juicio, que comenzó con la constitución del jurado. Seis mujeres y tres hombres, jóvenes en su mayoría, deberán decidir si Yllanes era consciente de sus actos cuando mató a Nagore, intentó trocear el cadáver y lo llevó en coche hasta un paraje donde la ocultó entre la vegetación. La defensa tiene previsto alegar que Yllanes, quien declara hoy, actuó bajo los efectos del alcohol.
En su testimonio ante las cámaras de la policía, prestado en el mismo piso donde supuestamente mató a Nagore, el acusado responde «no me acuerdo» a la mayoría de las preguntas comprometidas. Se muestra nervioso y asegura no recordar haberla golpeado. «Nunca he golpeado a nadie», llega a declarar este joven de espalda ancha y brazos fornidos, cuya formación en artes marciales está acreditada.
Sí recuerda intentar trocear el cadáver, pero al darse cuenta de la dificultad, dio marcha atrás: «Cuando vi [lo difícil que era cortarle] un dedo, pensé: «Imagínate una pantorrilla»». «Me he quedado más tranquilo tras ver el vídeo, le retrata tal cual es», afirmó después Javier, hermano de la joven fallecida.
Por la mañana, la madre de Nagore, Asun Casasola, acompañada por más de un centenar de personas, exigió frente a las puertas del Palacio de Justicia de Pamplona «un juicio justo» y una pena acorde con el delito -la fiscalía pide 20 años de cárcel-.
Una nutrida representación institucional, que incluyó a la portavoz del Gobierno vasco, Idoia Mendia; la presidenta de las Juntas Generales de Guipúzcoa, Rafaela Romero, y al alcalde de Irún, José Antonio Santano, todos ellos socialistas, arropó a la familia de la joven.
«No estamos ante un supuesto de violencia de género», quiso responder el juez, Francisco José Goyena, en su intervención al inicio de la vista, solicitando a las instituciones «que no envíen mensajes erróneos».
Una vez dentro de la sala, las amigas de Nagore no pudieron contener el llanto al escuchar el último susurro de la fallecida, una llamada al 112 pidiendo ayuda. «Me quieren matar», parece decir antes de que un brusco sonido interrumpa todo.
El abogado de la defensa, Eduardo Ruiz de Erenchun, explicó que varias de las pruebas serán cuestionadas y que intentará rebatir la imagen de frío y calculador que considera que se ha trasladado a la opinión pública de su cliente.
Un amigo de José Diego Yllanes afirma que el acusado era una persona «normal» y que no era agresivo
Europa Press
4 de noviembre de 2009
La vista oral del juicio por el asesinato de Nagore Laffage continuó esta mañana con la declaración como testigo de uno de los amigos del acusado, con el que estuvo la noche del 6 de julio, quien calificó a José Diego Yllanes como una persona «normal» y «buen amigo».
«Los que conocemos a José Diego estamos extrañados, era una persona normal», dijo, para añadir que «no sé qué pasaría aquella noche ni por qué» y que «se tiene que hacer justicia». «Jamás en la vida hubiera pensado que pasara esto», apuntó, y expuso que no era agresivo.
El amigo, al que el acusado conoció en la carrera de Medicina y que dijo no conocer a Nagore Laffage, habló de lo que vivió junto a Yllanes la noche del 6 de julio, desde que se encontraran en torno a la una de la madrugada hasta que se despidieron, sobre las 4. Durante su declaración, Yllanes lloró varias veces.
El testigo no pudo especificar cuánto bebió el procesado aunque sí recordó que acudieron juntos dos veces a la barra del bar en la Cuesta de Labrit para pedir dos cubatas de ron y un chupito de tequila cada uno. «José Diego llegó aparentemente sobrio y cuando nos íbamos estaba borracho», expuso, aunque el grado de borrachera no llegaba hasta caerse por el suelo, precisó, a preguntas del fiscal.
El amigo, que recibió un mensaje de móvil del acusado sobre las 6 horas, insistió en que Yllanes estaba «bastante influenciado por el alcohol», de hecho «llegamos a orinar en la barra del bar» en el que se encontraban, si bien podía «deambular, comunicarse y reconocer a la gente».
Preguntado si al acusado le gustaban mucho las mujeres, el amigo dijo que sí, y sobre si había tenido relaciones con otras mujeres estando con su novia oficial, indicó que tuvo una época «más ligero de cascos» cuando ella se encontraba fuera, ya que él consideraba que tenía «éxito» entre las mujeres. Sobre si era agresivo, apuntó que no y que no le ha visto «enfrentarse como para pelearse con nadie» y si es intolerante a la frustración, señaló que «no es la imagen que tengo de él».
También testificó en la sesión de esta mañana la mujer que encontró el cadáver de Laffage en Orondritz, a dos kilómetros del pueblo, sobre las cinco de la tarde, en un lugar apartado, dijo. Lo vio cuando salió a pasear a los perros, envuelto en plásticos, y avisó a su marido y a otra persona. Tras cerciorarse de que era un cuerpo de persona, llamaron al 112. Se trata de una zona, expuso, en la que hay buitres.
Asimismo, un vecino de la zona donde se encontró el cadáver explicó que cuando conducía su tractor se cruzó en una carretera estrecha con el coche Saab 9000 blanco, conducido por «un chico moreno», que precisó que conducía «normal».
Los agentes
Por otra parte, dos agentes de la Policía Municipal relataron que poco antes de la una de la tarde del 7 de julio acudieron, por aviso de la emisora, al domicilio familiar en Travesía Acella y posteriormente al de Sancho Ramírez, donde fue asesinada Nagore Laffage.
Allí comprobaron que olía «mucho» a amoniaco, «había diferencia de limpieza del baño al salón, el baño estaba recién limpio». «Levanté la taza y había una especie de papel con colores marronáceos, como color del yodo», expuso uno de los policías.
Los agentes municipales acompañaron a los padres del procesado al garaje de Travesía de Acella y vieron entonces que no estaba el coche. «El padre dijo «ya se lo ha llevado el cabrón de mi hijo»», expuso, y añadió que querían regresar a su casa «por si volvía su hijo», señaló. Uno de los agentes expuso que el padre llamaba constantemente por el teléfono móvil, era un «llama cuelga» y en una de las llamadas que recibió, en el piso de Sancho Ramírez, habló y dijo: «Que vengas aquí, que te está buscando la Policía».
Testificaron también dos agentes de la Policía Foral, que llegaron a la vivienda de Sancho Ramírez sobre las dos de la tarde para intentar localizar a José Diego Yllanes y quienes también percibieron el olor a amoniaco en el baño. Al bajar al garaje de esta vivienda con los padres vieron que en la puerta de acceso había una cuña y el padre identificó, según dijo, esta cuña con la presencia de su hijo.
Uno de estos agentes acudió por la tarde al paraje de Orondritz, donde fue encontrado el cadáver de Nagore Laffage. Según relató, vio «bolsas de basura que envolvían el cuerpo de un ser humano», que, añadió, «no estaba especialmente escondido».
La madre del asesino dice que su hijo había sido «responsable» con sus novias
Javier Peñalba – Elcorreo.com
6 de noviembre de 2009
Si el miércoles fue el padre del acusado el que tuvo que pasar el mal trago de declarar ante el tribunal, ayer le tocó el turno a la madre de José Diego Yllanes. María Rosario Vizcay no pudo entrar en la sala sin acercarse antes a la progenitora de la víctima para pedirle perdón. «Siento mucho lo que le ha ocurrido a Nagore», se sinceró. El encuentro fue breve, pero intenso. Asun Casasola aceptó las disculpas, aunque le reprochó que no la hubiera llamado antes. «Le dije que ella no tuvo la culpa, que los padres no siempre somos responsables de los actos de nuestros hijos», le contestó la madre de la joven.
Ya en la sala, María Rosario apenas miró unos segundos a José Diego. Explicó que cuando su marido y ella se encontraron con él, su hijo «estaba ido. Decía que le dejáramos, que no podía seguir así».
La madre del asesino de Nagore -para quien las acusaciones solicitan penas que oscilan entre los 20 y 27 años de prisión-, relató que la mañana en la que se perpetró el crimen llamó por teléfono a su hijo «muchísimas» veces. «Cuando me levanté y vi que no estaba en su habitación, me preocupé. La noche anterior había comentado que tenía previsto regresar pronto. Entonces, comencé a llamarle. Lo hice en cantidad de ocasiones», recordó.
Las investigaciones policiales confirmaron que la madre realizó una llamada al móvil de José Diego a las diez y tres minutos del 7 de julio y que alguien descolgó el teléfono, probablemente la propia víctima. La comunicación apenas duró nueve segundos y se cortó porque la madre colgó. «No me di cuenta de que alguien había descolgado», confesó María Rosario Vizcay. Acto seguido, Nagore llamó al 112 desde el móvil del acusado para pedir auxilio.
La madre de José Diego explicó que vio a su hijo por primera vez -después del crimen- sobre la una de la madrugada del día siguiente en Soragain, localidad donde la familia tiene una vivienda. «Estaba bastante ido y con frío», señaló. También explicó que era un joven que no solía salir mucho por las noches y que cuando lo hacía regresaba tarde.
María Rosario reconoció que a veces volvía a casa bebido y que cuando lo hacía les pedía perdón. Recordó, no obstante, que había sufrió dos comas etílicos. La madre de [del] asesino de Nagore manifestó que su hijo no tomaba drogas, «que yo sepa». No obstante, reconoció que ella misma pidió que le hiciesen pruebas de alcoholemia y sustancias estupefacientes tras el asesinato de la joven irundarra, «porque todo era muy extraño».
Indemnización
Dijo que su hijo no era autoritario ni tampoco caprichoso. Que su relación y la de su marido con él era bastante buena, «pero quizás las mujeres entendemos más las cosas», matizó. Tras recordar que su hijo había tenido dos novias, María Rosario señaló que las trataba bien. «Era responsable en sus relaciones, las acompañaba a casa». La madre del procesado también explicó que la última vez que se había limpiado el piso donde se cometió el asesinato fue el día 4 de julio y recordó que en el frigorífico había una botella de ron, prácticamente llena.
María Rosario reveló que la familia se hace cargo de la hipoteca y de los gastos que genera el piso de su hijo desde agosto del año pasado y que José Diego les ha pedido «126.000 euros para tratar de indemnizar a la familia de la víctima».
«Estaba bien»
Además de María Rosario, ayer también testificó la madre de Nagore. Su declaración no llegó a la media hora. Fue intensa y estuvo cargada de emotividad. Asun Casasola aseguró que el asesino de la joven no sólo se llevó a su «niña» sino que ha destrozado a toda una familia.
«Desde hace dieciséis meses no vivo. En casa todos estamos mal. Txomin, mi marido, no habla. Mi hijo Javier tampoco y además está más contestón», lamentó. La madre de Nagore definió a su hija como «una mujer de principios, con carácter, que no violenta». La defensa del acusado no le formuló preguntas y aprovechó su intervención para «lamentar lo ocurrido de todo corazón».
Ayer también testificó una amiga y compañera de piso de la víctima. La joven reconoció que no le extrañó que la víctima y sus asesino se hubieran ido juntos porque se conocían de la clínica en la que ambos trabajaban. Sobre los rumores que señalaban a José Diego Yllanes como un mujeriego, la testigo admitió que «se decía que le gustaban las enfermeras». A su juicio, Nagore no se hubiese ido con un desconocido al que no hubiera visto nunca, y que si se marchó con el acusado fue porque «sabía quién era».
Dijo también que la víctima tenía «carácter fuerte si la enfadabas», pero rechazó que fuera una mujer violenta. Relató que la noche del 6 de julio salió con Nagore Laffage y otras amigas, pero que se separaron sobre la una o las dos de la madrugada. Para entonces, la víctima apenas había bebido. «La dejé bien. Nagore no solía emborracharse», subrayó.
La huida hacia delante de Yllanes
Karim Asry – El País
8 de noviembre de 2009
«El juicio me ha trastocado bastante. El tipo este es médico. ¿Si no te puedes fiar de ellos, entonces de quién? Habrá que pensárselo dos veces antes de irse a casa con alguien que no conozcamos bien. Hasta las vidas más ejemplares pueden esconder un asesino».
Las palabras de esta joven que ha asistido desde el lunes a todas las sesiones del juicio contra José Diego Yllanes resumen adecuadamente el desconcierto causado por el crimen que acabó con la vida de Nagore Laffage el día 7 de julio en los sanfermines de 2008 en Pamplona.
La brutalidad del crimen confesado por Yllanes perturba al venir de alguien con su trayectoria impoluta. Meticuloso, perfeccionista, amante del deporte, con éxito entre las chicas y con una particular predilección por las estudiantes de enfermería como Nagore, según una amiga de la fallecida, Yllanes vive todo lo ocurrido como si fuera un malentendido.
En todo momento, ha tratado de trasladar al jurado que él mismo no se reconoce en lo ocurrido -su defensa recalcó que durante su estancia en prisión preventiva intentó, sin éxito, salvar la vida de un recluso asmático-. Cada vez que decía «vengo a decir la verdad», el público de la sala de vistas hacía visible su indignación. Los murmullos en su contra también restaban también credibilidad al relato de su intención de suicidarse. «No es fácil», respondió a los escépticos.
Sólo Yllanes sabe qué ocurrió entre él y Nagore en el piso donde la mató, aunque durante el juicio insistió en que no recuerda cosas que ya había afirmado en sus primeras declaraciones.
Se sabe que le causó lesiones leves al arrancarle la ropa interior y que Nagore le dijo que no quería seguir adelante. Por motivos que el acusado dijo no recordar, la joven comenzó a decirle que iba a contar todo lo ocurrido, que no se podía creer que un médico actuase así.
«Para él es muy importante la aprobación social, la consideración de chico diez que de él tenía todo el mundo. Puede que obrara por estímulos tan poderosos, por estadios tan pasionales, que se activaron al ver atacado su honor», valoró una de las psiquiatras forenses que se entrevistaron con él tras el crimen.
Todo peligraba si Nagore contaba lo ocurrido: su reputación en la clínica, su relación con su novia, su trayectoria ejemplar siguiendo la estela del padre, también médico…
Tras comenzar la agresión, que tal vez fue motivada por un «arrebato», según una de las forenses, Yllanes tuvo más opciones. Pudo dejar que la joven se fuera, pudo llamar a la policía, pudo asumir que no había manera de salir indemne de aquella situación y cargar con las consecuencias.
Pero optó por la huida hacia delante: siguió entonces golpeando y asfixiando a la joven hasta causarle la muerte. Intentó trocear, sin éxito, el cuerpo. Y terminó arrojándolo en un paraje lejano, despojado de elementos identificatorios. Todo ello a pesar de que varias testigos le vieron irse con Nagore y la combinación de cámaras de seguridad y rastreo de llamadas telefónicas permitiría [a] la Policía reconstituir el recorrido de ambos.
El primer día del juicio, hizo un enésimo intento para salvaguardar su imagen tapándose la cara con una carpeta ante la cámara del fotógrafo. El gesto no podía ser más inútil: la cámara de vídeo de la sala distribuía las imágenes en directo a los 41 medios acreditados.
Las frases del juicio en Pamplona
– José Diego Yllanes, autor de la muerte de Nagore.
«Recuerdo el instante de estar encima de Nagore apretándole el cuello. Sí, la maté, pero no quise hacerlo».
«No recuerdo haberla golpeado», dijo a pesar de que la agresión se produjo durante varias horas.
«No sé por qué no la dejé salir de casa. A mí no me gusta irme enfadado con nadie».
«Quería tener margen para suicidarme», dijo sobre los motivos por los que limpió el piso y llevó el cadáver hasta un paraje de Orondritz.
– Asun Casasola, madre de la joven fallecida.
«Queremos justicia, para, después, poder juntar a la familia e intentar seguir viviendo».
– Guillermo, conocido de José Diego Yllanes que denunció el crimen.
«Yllanes me dijo que iría a la Policía más adelante, cuando se hubiese muerto una abuela suya en Perú».
«Dijo que ella le pegó primero».
«Yo persistía en la idea de que se entregara, me dijo que si le delataba, se suicidaría».
– El amigo que bebió con José Diego horas antes del crimen.
«No estaba tan borracho como para hacer una barbaridad. Estaba influenciado, pero podía andar, no se caía. Yo creo que sabía lo que hacía».
– José Luis, padre del acusado.
«Encontré a mi hijo en la parte de atrás del coche en Sorogain, tiritando, hipotérmico, diciendo que había hecho una barbaridad, que quería morir».
– Las compañeras de piso de Nagore.
«Nagore se confió porque sabía que trabajaba en la clínica».
– Las psiquiatras peritos del Instituto de Medicina Legal de Navarra.
«El acusado no presentaba ninguna alteración ni de la percepción, ni de pensamiento, ni de memoria».
– Las psiquiatras peritos de la defensa.
«Yllanes padece un trastorno mixto de personalidad con rasgos narcisistas, paranoides y obsesivos».
«Presentaba una intoxicación etílica», dijeron, pero una de ellas consideró que esta sería «más bien leve».
«Tenía que haber llamado a mi primo»
Karim Asry – El País
8 de noviembre de 2009
Poco después de que José Diego Yllanes, 1,82 metros de altura y unos 80 kilos de peso, supuestamente asfixiara hasta la muerte a la joven Nagore Laffage, de 1,66 metros y 56 kilos, el joven juzgado por asesinato y profanación de cadáveres trazó en su mente un paralelismo entre lo que estaba viviendo y Very Bad Things, una comedia negra estadounidense.
«Si quitas el horror de la escena, la tragedia de la muerte, todas las implicaciones éticas y morales que te han metido en la cabeza desde la primaria, ¿sabes lo que nos queda? Un problema de 47 kilos que hay que transportar del punto A al punto B», argumenta en la cinta uno de los personajes para convencer a los demás de enterrar en el desierto el cuerpo de la prostituta que muere accidentalmente en una despedida de soltero en Las Vegas.
Esta película fue la referencia que Yllanes, que estaba completando el MIR, le dio a Guillermo, un conocido que trabajaba con él en la Clínica de la Universidad de Navarra, para explicarle lo ocurrido. El acusado no aclaró por qué recurrió al también psiquiatra, que se encontraba de guardia en el centro hospitalario y tenía un vehículo con un maletero amplio.
Este fue el error que propició que Yllanes fuese detenido tan rápido, debido a que Guillermo denunció los hechos nada más despedirse de él. A partir de ahí, la Policía Foral de Navarra se puso a investigar lo ocurrido y avisó a sus padres. «Tenía que haber llamado a mi primo», reflexionó Yllanes tras ver que no iba a recibir la ayuda que buscaba.
El jurado, compuesto por seis mujeres y tres hombres, de apariencia joven en su mayoría, tendrá decidirá [que decidir] el grado de consciencia de Yllanes cuando mató a la joven e intentó esconder el cuerpo. Su defensa alega que pudo actuar bajo la influencia de un delirium causado por el alcohol.
El joven que bebió con Yllanes esa noche dijo que estaban borrachos, pero no como para cometer una «barbaridad». Incluso una de las peritos psiquiátricas contratadas por la defensa apuntó que, si hubo intoxicación etílica, esta fue «más bien leve».
El hombre que estranguló a Nagore pagará su muerte como homicidio
El País Pamplona
14 de noviembre de 2009
José Diego Yllanes, el joven psiquiatra que mató a la estudiante de enfermería Nagore Laffage en los sanfermines de 2008, será condenado por homicidio. El jurado explicó ayer en Pamplona que le considera así «no culpable» del delito de asesinato que solicitaban la fiscalía y las distintas acusaciones.
Su veredicto estima que Yllanes no aprovechó la situación de aturdimiento e indefensión de la víctima provocada por los golpes que él mismo le propinó antes de estrangularla hasta la muerte. Sí considera que el delito de homicidio se llevó a cabo con la agravante de abuso de superioridad.
El tribunal popular ha estimado las cuatro atenuantes planteadas por la defensa: embriaguez, confesión, reparación del daño y arrebato.
La familia de la víctima, destrozada por el fallo después de meses exigiendo públicamente «justicia», anunció que esperará a ver la sentencia antes de plantearse recurrir. «El jurado me ha decepcionado, no ha estado a la altura», declaró Asun Casasola, la madre de la fallecida. «Está clarísimo que es un asesinato», añadió, desolada, casi sin palabras.
El letrado de la familia recalcó que la graduación de la sentencia será determinante. El juez que preside el tribunal, Francisco José Goyena, decidirá, entre otras cosas, si las cuatro atenuantes que rebajarían la condena de Yllanes a entre 5 y 10 años se ajustan a la jurisprudencia. La fiscalía pide ahora 12 años y medio de cárcel para el acusado. La defensa de Yllanes solicita siete años.
La estrategia de sembrar dudas impulsada por la defensa surtió efecto. Muchos elementos que se dieron por sentados durante el juicio, como que es la propia joven la que pronuncia la palabra «matar» en una llamada efectuada a SOS Navarra después de que comenzara la agresión, no convencieron del todo a las seis mujeres y tres hombres que componían el jurado.
Sí consideran probado que ambos llegaron al piso y comenzaron una relación; que ella interpretó algunos de sus movimientos como un intento de violación, le amenazó con denunciarle y destruir su carrera y que Yllanes respondió tapándole la boca y golpeándola. También dan por probado que intentó, sin éxito, descuartizarla y que trasladó el cadáver hasta un paraje lejano.
La caída de un «chico diez»
Javier Peñalba – Diariovasco.com
15 de noviembre de 2009
José Diego Yllanes se autodefine como un hombre muy sensible al que no le van las «falsedades» y que nunca busca venganza, «porque con eso pierde tiempo y energía».
José Diego Yllanes Vizcay. Veintiocho años, 1,82 de estatura, 80 kilos de peso, licenciado en Medicina, realizaba la especialidad de Psiquiatría. Estaba en cuarto año. Le restaba poco menos de uno para terminar. Un chico bien parecido que gustaba a las mujeres, tenía éxito entre ellas y, según su primera novia, se «dejaba querer», además de por ella, por otras. «No les hacía ascos», afirmó su expareja. En su entorno más próximo estaba considerado como un buen amigo, un chico excelente, trabajador…
Lo tenía todo: una buena familia, un piso que acababa de comprar, un coche, otra novia… Hace sólo diecisiete meses la vida le sonreía y de qué manera. Hoy, apenas le esboza una triste mueca.
José Diego Yllanes, natural de Pamplona, vive horas amargas. Hasta el viernes serían probablemente las más agrias de su existencia. Pero anteayer, el jurado le insufló una buena dosis de oxígeno y probablemente de optimismo al considerar que el delito que cometió cuando dio muerte a Nagore Laffage no era asesinato, sino homicidio y con las cuatro atenuantes que había planteado su abogado: confesión, arrebato, intoxicación y reparación del daño, y únicamente la agravante de superioridad física esgrimida por las acusaciones.
Tal vez hoy, en la prisión de Pamplona, se muestre algo más animado, pero su declive es inevitable. Su caída se produjo la mañana de San Fermín del año pasado cuando se fue con la joven irunesa a su casa. Allí, la golpeó de manera brutal y la estranguló.
¿Cómo un «chico diez», como le definieron amigos, allegados y psiquiatras que le han tratado, un joven médico con tanta proyección en la vida pudo llegar a cometer semejante bestialidad? Las opiniones son divergentes. Al margen de las consideraciones del jurado, expertos consultados creen que fue un acto de pura manifestación de violencia contra una persona que hizo tambalear el castillo que había construido. Para otros, un arrebato, una pérdida momentánea de la razón derivada del consumo de alcohol.
Los acontecimientos se desencadenaron en el piso del acusado, en la calle Sancho Ramírez. Era la casa que Yllanes había adquirido, aunque todavía vivía en el domicilio de sus padres.
«Cuando él y Nagore iniciaron aquella relación sexual con tanta violencia, la víctima se quedó sorprendida ante aquella expresión de agresividad que no esperaba y le dijo: «basta». Nagore puede que creyera que iba sufrir una agresión sexual y cuando le amenazó con denunciarle, Yllanes temió que el conocimiento público de aquellos hechos fuese a echar por tierra su mundo, todo el mundo que había construido. No podía permitirlo. Ése fue el detonante de lo que posteriormente llegaría, de la paliza que sufrió la joven y de su estrangulamiento. La bola se fue haciendo tan grande que ya no pudo pararla», afirma un observador del proceso judicial.
Una aproximación
Nueve días de juicio es tiempo suficiente para realizar cuando menos una aproximación a la personalidad del acusado.
José Diego es el mayor de dos hermanos. Su padre, de 65 años y natural de Perú, es cirujano cardiovascular y trabaja en el Hospital de Navarra. «Siempre tenía expectativas muy altas sobre mí, sobre todo en el tema de los estudios, de la tesis, ser bueno en lo mío», ha llegado a afirmar el acusado de su progenitor, según se refleja en el informe que dos psiquiatras realizaron del acusado.
La madre, María Rosario Vizcay, de 55 años, ATS de profesión, trabaja en el ambulatorio Solchaga. «Aparentemente es más tranquila, está contenta con la vida, es acogedora y tranquilizadora», dice el acusado de ella. A su hermana, un año menor que él, la describe «responsable, nerviosa, poco ambiciosa. Yo soy justo al revés».
El entorno de Yllanes le considera engreído, y narcisista. ¿Pero cómo se ve el acusado a sí mismo? «Si estás a buenas conmigo, muy bien, pero si no es así, fuera», afirma. Asegura que no le van las «falsedades», que es muy «sensible», que nunca busca venganza, «porque con eso pierde tiempo y energía», dijo a los peritos que presentaron un informe favorable de él. Nadie lo podría creer tras su proceder en el caso de Nagore.
«No doy suficiente confianza para que no me hagan daño y cuando la doy y me fallan, sí guardo resentimiento», asegura.
Es consciente de que la vida le había ido de cara. «Casi todo lo que he hecho me ha salido bien y hasta tus propios amigos te putean porque no les mola que todo te vaya tan bien», explicó a los expertos que le atendieron.
Siempre le ha gustado la seguridad física, mental y afectiva. «Tolero mal la incertidumbre. Soy muy «amarrón» -de amarrar- a todos los niveles. No me gusta perder el control», afirma.
Su madre cree que es un «perfeccionista», que siempre se ha esforzado muchísimo. El padre dice de él que «es como yo, siempre al límite, demasiado exigente».
Los padres han asegurado que jamás pensaron que su hijo pudiese cometer un crimen así. Sorprende la frase de uno de los progenitores cuando en una entrevista con los psiquiatras que elaboraron el informe manifestó: «Me resulta imposible aceptar que asfixió a esa chica sin más». Fuentes consultadas precisan que este «sin más» denota cierto grado de prepotencia.
Su hermana, que no ha declarado en la vista, manifestó a los psiquiatras contratados por la familia que la actuación del acusado era «incomprensible con su forma de funcionar. No cuadra con nada de su vida previa. Él planifica todo en su vida y lo que hizo después de la muerte no tiene sentido».
Entre compañeros de la clínica gozaba de gran estima. Le definen como un «chico diez», aunque «algo inmaduro emocionalmente».
Egoísta y frío
Nadie de su círculo más próximo dice de él que es una persona fría, calculadora y egoísta. Sin embargo, expertos consultados consideran que su comportamiento tras matar a Nagore desvela que «sólo pensó en él y los suyos. En ningún momento reparó en la víctima. Sólo buscó la manera de deshacerse de ella para que sus padres no vieran el cuerpo, para no darles un disgusto. No tuvo un sólo gesto hacia la víctima. La despreció más si cabe cuando decidió amputarle su dedo».
Y respecto a su manera de desenvolverse, mostró poseer una mente calculadora, gélida. «Tras hacer lo que hizo evidenció tener un comportamiento y una actitud claramente encaminados a llevar a cabo una conducta y un resultado que es el que voluntariamente quiso.
Todo lo hizo de la manera que él entendió que era la más óptima. Nada le apartó de ese camino. Llegó incluso a chantajear a su amigo. Le amenazó con suicidarse si le delataba. Todo con la finalidad de alcanzar su propósito», afirma un experto. «Él, siempre él».
Doce años y medio de cárcel para Yllanes por el homicidio de Nagore Laffage
Mikel Ilundáin – Elmundo.es
20 de noviembre de 2009
Dieciséis meses después de que José Diego Yllanes Vizcay matase a Nagore Laffage en su piso de Pamplona durante los Sanfermines del pasado año, el magistrado del proceso por la muerte de la joven, Francisco Goyena, ha condenado al joven psiquiatra a una pena de 12 años y seis meses de prisión. Goyena, en la sentencia, ha calificado los hechos como constitutivos de un delito de homicidio con el agravante de abuso de superioridad.
Es el punto final del juicio más mediático de los últimos años en Pamplona, que comenzó el pasado 2 de noviembre y que tuvo como fecha clave la del viernes pasado, cuando un jurado popular compuesto por seis mujeres y tres hombres declaró a Yllanes culpable del delito de homicidio, tal y como solicitaba el abogado defensor, y no de asesinato con alevosía, como pedían el fiscal y las acusaciones.
Yllanes, 26 años, ha permanecido interno en la cárcel de Pamplona desde julio de 2008 y durante el proceso judicial celebrado las últimas semanas volvió a reconocer ser el autor de la muerte de Nagore, pero aseguró no recordar las motivaciones que le llevaron a cometer el crimen, ni los detalles posteriores al estrangulamiento de Nagore.
El jurado popular admitió todas las atenuantes solicitadas por el abogado defensor, Eduardo Ruiz de Erenchun: intoxicación etílica, arrebato, confesión y reparación del daño, además de la citada calificación de los hechos de homicidio. La defensa pedía siete años de cárcel para su cliente. Sin embargo el magistrado tan sólo ha contemplado dos de las cuatro atenuantes: reparación del daño y embriaguez leve.
La Fiscalía solicitó una pena de 12 años y medio, el tiempo al que efectivamente ha sido condenado Yllanes, mientras que el resto de las acusaciones pidieron 15 años y medio de cárcel por homicidio y profanación de cadáveres.
En conversación con ElMundo.es, Miguel Alonso, representante de la familia ha analizado antes de conocerse la sentencia que una condena a más de diez años significaría «un triunfo» de las acusaciones.
No obstante, la ley establece un plazo de 15 días para recurrir la sentencia, algo que probablemente hará la familia de Nagore, tal y como anunció su madre tras conocer el veredicto.
Posibles recursos
Por su parte, el abogado Miguel Alonso Belza, que ha ejercido la acusación particular en nombre de la familia, estudiará si hay una «puerta abierta al cambio de calificación» penal por asesinato. «Mi primera impresión es que no cierra ninguna puerta a posibles recursos», ha afirmado respecto a la sentencia.
Así, ha recordado su opinión de que la clave de la calificación penal está en la consideración de la existencia de alevosía (que otorgaría a los hechos la entidad de asesinato, con mayor peso punitivo) en la muerte de Laffage, en la que el jurado solo ha apreciado homicidio con abuso de superioridad.
Al respecto, ha dicho que «la diferencia entre la alevosía y el abuso de superioridad es un matiz muy técnico. Vamos a ver cómo lo ha redactado el presidente para incluso, si es posible, continuar por la vía de intentarlo calificar en la segunda instancia como un asesinato», ha dicho respecto a la posibilidad de recurrir ante el Tribunal Superior de Justicia de Navarra.
En todo caso, ha advertido que «no creo que haya causa de nulidad, pero ha podido haber un error en la valoración de la prueba» por parte del jurado popular, que no ha advertido alevosía.
Respecto a posibles recursos, el letrado de la familia de la víctima ha avanzado su intuición de que la defensa de Yllanes «supongo que también estudiará las posibilidades, porque la sentencia es mucho más gravosa, mucho más dura para ellos que lo que habían solicitado», ya que pedían 4 atenuantes y 7 años de prisión, frente a los 12 años y medio de prisión y dos atenuantes dictados.