
Mauricio
- Clasificación: Asesino
- Características: El móvil de los dos asesinatos «no tiene otra explicación que el mero capricho», eligiendo a sus dos víctimas «al azar, por pura casualidad»
- Número de víctimas: 2
- Fecha del crimen: 13 de noviembre de 2011
- Fecha de detención: Mismo día
- Fecha de nacimiento: 1968
- Perfil de la víctima: Manuel Vicente Aguilar, de 32 años / Adrián Adame, de 16
- Método del crimen: Arma de fuego
- Lugar: Mazarrón, Murcia, España
- Estado: Condenado a 34 años de prisión el 11 de octubre de 2013
Índice
- 1 Jorge Agustín Sánchez Romero – El asesino de Mazarrón
- 2 El preso, la pintora y dos muertos
- 3 «Ni siquiera podemos preguntar por qué»
- 4 Declaran culpable de dos asesinatos al acusado del crimen de Mazarrón
- 5 Condenan a 34 años a «Mauricio» por el doble asesinato de Mazarrón
- 6 Aquella noche de perros en Mazarrón
Jorge Agustín Sánchez Romero – El asesino de Mazarrón
Última actualización: 21 de febrero de 2016
Los hechos ocurrieron el 13 de noviembre de 2011. Aprovechando un permiso penitenciario meses antes, Jorge Agustín Sánchez Romero, de 43 años, se fugó de la prisión de Barcelona.
En el mes de noviembre apareció en Mazarrón, Murcia. A los pocos días salió del hotel en el que se hospedaba armado con dos pistolas y un subfusil y cometió dos crímenes.
Primero asesinó a un ciudadano boliviano afincado en Mazarrón. Quince minutos más tarde, disparaba a un joven de 16 años, que murió en el acto. Fue condenado en octubre de 2013 a 34 años de prisión.
El preso, la pintora y dos muertos
Rebeca Carranco – El País
27 de noviembre de 2011
Mar S. subió a la habitación 204 de un hostal de Mazarrón (Murcia) junto a Jorge S. Era domingo, 13 de noviembre. En la recepción pidieron refrescos y café. La policía encontró después restos de cocaína y güisqui en la habitación. Por la noche, Jorge bajó a la calle y, presuntamente, mató a tiros a un hombre de 32 años y a un joven de 16. La Guardia Civil le detuvo en el acto. En ese momento iba solo.
Cuatro días después, los Mossos d’Esquadra arrestaron a Mar en su casa de Barcelona, acusada de intentar asesinar, junto a Jorge, a su exnovio. La pareja llevaba varios meses huida, recorriendo España en un coche robado, con la matrícula cambiada, e identidades falsas.
La mujer, de 37 años, ha sido el gran misterio del doble crimen de Mazarrón. Varios testigos aseguraron que vieron a una chica rubia con el presunto asesino, pero no está claro si le acompañaba en ese momento.
Después de que él disparase en el pecho a un hombre ecuatoriano, y en la cabeza a un chico que paseaba a su perro, ella desapareció. Jorge no conocía de nada a sus víctimas. La Guardia Civil baraja la hipótesis de que el hombre padezca algún trastorno mental.
Además de la tentativa de asesinato, Mar está acusada de robo con violencia e intimidación, falsificación de documentos públicos y usurpación de estado civil. Una ristra de delitos que acaban con los inexplicables crímenes de Mazarrón, pero que no están relacionados directamente con el episodio.
El viaje empieza mucho antes, en el Centro Penitenciario de Hombres de Barcelona, conocido como La Modelo. Mar impartía clases en los talleres de pintura. Allí conoció a Jorge, de 41 años, con el que se embarcó en una relación sentimental, según fuentes policiales.
Él colecciona antecedentes: a los 15 años fue arrestado por primera vez y, desde entonces, acumula 38 detenciones policiales, la mayoría por robos con violencia y atentados contra la autoridad. En 2002, intentó fugarse de la cárcel catalana de Quatre Camins.
Mar llevaba al menos desde 2003 dando clases en la prisión, recuerda un compañero de trabajo en aquella época, Eduard Girbau. Las paredes, la puerta, la ventana… El aula entera era un lienzo para los alumnos, que aprendían con ella cada día, de las tres a las siete de la tarde. La mujer, además, compartía la sala con su madre, que por las mañanas daba clases de mosaico en la misma cárcel.
«Solía elegir a dos personas, que vigilaban al resto, porque había materiales que podían ser peligrosos, como las espátulas», recuerda Girbau. Define a Mar como una persona con «un punto bohemio», inquieta, que se preocupaba por enseñar las nuevas técnicas que aprendía a sus alumnos. Según consta en su Facebook, estudió en La Llotja, una escuela de arte y diseño. La familia ha declinado hablar.
En ese contexto, conoció al hombre que la llevó a Mazarrón. Pero antes robaron juntos al exnovio de ella, según fuentes policiales. Ocurrió el 22 de julio. Entonces, Jorge ya había quebrantado el permiso de libertad condicional. A la una de la madrugada del viernes llamaron al timbre del hombre, que les abrió la puerta. Le robaron una Play Station, una cámara réflex, un Ipad, un ordenador portátil, una cadena de oro, relojes, un Iphone, tarjetas de crédito y 3.000 euros en metálico, según esas mismas fuentes. Al hombre lo dejaron en el piso, con un hilo de vida, herido a navajazos.
Los vecinos escucharon a alguien pedir socorro, pero lo atribuyeron a una disputa callejera. Finalmente, el agua que salía del piso provocó filtraciones en la vivienda aledaña. Los ladrones habían dejado los grifos abiertos.
Mar ha asegurado a la policía catalana que se vio arrastrada al viaje criminal en contra de su voluntad. Que Jorge la amenazó. Incluso que la agredió sexualmente. Pero los Mossos otorgan poca credibilidad a su versión. La mujer se esfumó de Mazarrón sin dar parte a las autoridades. Aseguró que viajó a Barcelona porque estaba preocupada por su familia. Varios allegados le recomendaron que se entregara a la policía, según esas mismas fuentes, pero no hizo caso. Al final, fue detenida en su casa.
A Girbau le cuesta creer que su antigua compañera sea culpable. «Sé que Mar es inocente», garantiza. Y critica la gestión del centro penitenciario. La mujer tenía un expediente disciplinario abierto como trabajadora laboral. En «radio patio» lo atribuyen a su relación con un preso, cuenta Girbau. «No es raro, los presos se ligan todo», bromea el exprofesor de informática de La Modelo, que fue expulsado tras varios enfrentamientos con su coordinador.
La Guardia Civil encontró a Jorge mucho dinero al detenerle. Según La Verdad de Murcia, los agentes investigan si había robado antes algún banco. Los Mossos no descartan que pertenezca a la expareja de Mar. Tras ser víctima del brutal robo, él explicó a la policía catalana que había prestado dinero en varias ocasiones a la mujer, con la que mantuvo una relación tormentosa.
Todo lo sucedido a Mar no cuadra con la imagen que tiene de ella Girbau. La define como una persona alegre, de una familia de artistas (su padre también se dedicaba a la pintura), con una vida social activa. Incluso llegó a abrir una sala de exposiciones en el barrio barcelonés de Gracia, según él. «Pero la cerró al poco tiempo», explica Girbau.
Antes de los talleres de pintura en la cárcel de La Modelo, ella, su madre y su hermano colaboraron con una empresa que impartía clases artísticas. La prensa local se hizo eco de un mosaico modernista que los presos elaboraron en una plaza de Barcelona.
Girbau cuenta también que Mar ha sufrido más de una baja por depresión y por problemas pulmonares. Ella, «como todos», dice el hombre, «se enfrentaba con su jefe». «Se le inflaba la vena», recuerda con una sonrisa. Fuentes policiales apuntan a que la mujer habría intentado quitarse la vida en más de una ocasión.
«Ni siquiera podemos preguntar por qué»
Ricardo Fernández – Laverdad.es
29 de septiembre de 2013
Casi dos años después de que los desesperados ladridos de «Hugo» rasgaran el silencio de la noche, anunciando la muerte de su amo, el presunto asesino, Jorge Agustín Sánchez Romero, alias «Mauricio», un delincuente multirreincidente de 43 años, se sentará en el banquillo para responder del más grave de los crímenes: asesinato, y además por partida doble.
La misma noche del 13 de noviembre de 2011 mató también, supuestamente, al ciudadano ecuatoriano Manuel Vicente Aguilar. Dos asesinatos a los que se suma el cargo de tenencia ilícita de armas, por todo lo cual el fiscal tiene previsto solicitar una condena de 35 años de prisión. Las acusaciones particulares elevan la petición hasta los 42 años.
«Será una experiencia dura, aunque el dolor se ha ido mitigando con el paso de estos dos años», admite Máximo, el padre de Adrián Adame, el joven que fue ejecutado de un disparo a bocajarro en la cabeza mientras paseaba a su perro en un jardín.
Estos días previos al arranque del juicio los ha pasado Máximo, acompañado de su esposa, Toñi, respirando el aire límpido y fresco de la sierra de María, en Almería. Quizás buscando que esos paisajes les insuflen la paz, la serenidad y la fuerza que van a necesitar para encarar el proceso.
«No tengo ningunas ganas de ver al asesino de mi hijo, la verdad. Pero tampoco hubiera querido ver nunca a mi hijo como lo vi aquella noche. Son pruebas muy fuertes que te pone la vida y que uno debe afrontar conforme van llegando. Al asesino no sé qué podría decirle, la verdad. Ni siquiera puedo preguntarle por qué, pues en este asunto no existe un porqué. No puede haber una razón para que hiciera lo que hizo».
Cuatro disparos a bocajarro
Sobre la supuesta autoría de ambos crímenes apenas existe un resquicio para la duda en el sumario. Todos los datos, pruebas y testimonios recabados apuntan a que «Mauricio», que en ese momento se encontraba fugado de una cárcel catalana, llegó en la tarde del 13 de noviembre de 2011 hasta un hotel de Mazarrón, acompañado de una mujer. Estaba obsesionado con que los GEOS lo seguían, de ahí que cambiara de localidad cada pocos días.
Después de descansar un rato en la habitación y de consumir una cantidad indeterminada de cocaína y unos tragos de güisqui, se echó a la calle portando dos pistolas, un subfusil ametrallados [ametrallador] que guardaba en una mochila y pertrechado con un chaleco antibalas.
El ecuatoriano Manuel Vicente Aguilar, que acababa de dejar su aparcado su coche, fue la primera persona con la que se cruzó «Mauricio». Empuñó una de sus pistolas y realizó tres disparos. La víctima, que apenas había tenido tiempo de esbozar una frase a modo de disculpa -«yo no tengo la culpa, man»-, cayó muerto sobre la acera.
En su alocada huida, el delincuente se topó con Adrián Adame, de 16 años, que había salido a pasear a su perro «Hugo». Al pasar por su lado, supuestamente le disparó a bocajarro en la cabeza. El chico murió tres días más tarde en La Arrixaca.
Jorge Agustín Sánchez Romero fue arrestado al cabo de unas horas en las inmediaciones, después de haberse desprendido de la mochila con las armas y del chaleco antibalas. La Guardia Civil no tardó en averiguar que se trataba de un delincuente muy peligroso, reclamado por la justicia y con hasta 26 condenas previas por delitos de robo con violencia, lesiones, desórdenes públicos, atentado, quebrantamientos de condena…
Vistas las consecuencias que tuvo haberle otorgado un permiso penitenciario, pocas dudas caben de que los responsables penitenciarios cometieron un grave error con esa decisión. De ahí que la familia Adame, representada por el despacho López Graña, haya pedido una indemnización a Instituciones Penitenciarias.
Esta reclamación, sin embargo, no deja de ser una anécdota para los padres de Adrián, cuyas preocupaciones están centradas en la pena de cárcel que puede caerle al acusado. «Tenemos la esperanza de que se le impongan los veinte años por cada asesinato que reclama nuestro abogado, porque estamos convencidos de que hubo alevosía, aunque entendemos que el letrado de la defensa hará su trabajo e intentará conseguirle una rebaja sustancial de la pena. Esperemos que el resultado final del juicio no sea un nuevo motivo para lamentarnos».
Mañana podrá verle la cara al presunto asesino. No es una experiencia por la que hubiera querido pasar, «pero no bajaré la mirada».
Declaran culpable de dos asesinatos al acusado del crimen de Mazarrón
Laverdad.es
3 de octubre de 2013
El jurado popular que ha juzgado en la Audiencia Provincial de Murcia a Jorge Agustín Sánchez Romero ha emitido hoy su veredicto, en el que, por unanimidad, lo considera culpable de dos delitos de asesinato por la muerte alevosa de dos personas en la localidad costera de Mazarrón en noviembre de 2011.
Para emitir este veredicto de culpabilidad, los jurados han tenido en cuenta las declaraciones del procesado, que en la primera sesión de la vista oral, celebrada el pasado lunes, reconoció haber disparado contra las víctimas sin darles opción a que pudieran defenderse.
Asimismo, reconoció que había llegado el mismo día de los hechos a Mazarrón armado con dos pistolas y un subfusil que había adquirido en el mercado negro, por lo que el jurado lo considera también autor de un delito de tenencia ilícita de armas.
El veredicto se muestra contrario a que se pueda conceder ninguna medida de gracia al acusado, dada la gravedad de los crímenes.
Las personas que encontraron la muerte a manos de Sánchez Romero fueron un hombre de 32 años, nacido en Ecuador, que paseaba por una calle, y un menor de 16 años, que había salido a pasear a su perro.
Tras hacerse pública la decisión del jurado, el fiscal y las acusaciones ejercidas en nombre de las familias de las víctimas han pedido que sea condenado por dos delitos de asesinato y uno de tenencia ilícita de armas.
No obstante, las penas solicitadas van desde los 15 años propuestos por el primero para cada asesinato a los 20 interesados en nombre de la familia del menor.
Por su parte, la defensa ha pedido las mismas penas que el fiscal y, además, que se declare la insolvencia del acusado.
Será ahora el magistrado-presidente, Álvaro Castaño, el encargado de redactar la sentencia y fijar la condena que proceda en base a lo declarado probado por los jurados populares.
Segunda sesión del juicio
Por la mañana, en la segunda sesión del juicio, Jorge Agustín Sánchez Romero, siguió aquella noche un itinerario más propio de huida y de no ser localizado, cargado con prismáticos, chaleco antibalas, pasamontañas, dos pistolas y un subfusil, además de dos cajas de munición que se encontraron posteriormente en el hostal donde se alojaba, según se ha puesto de manifiesto en el juicio.
Los peritos llamaban la atención en el hecho de que el acusado sabía lo que hacía, era consciente de ello, puesto que los disparos que propinó a sendas víctimas fueron «mortales» y no se hallaron en los cuerpos lesiones de defensa, por lo que tanto el ministerio fiscal como las dos acusaciones particulares que representan a la familia del menor fallecido y a la viuda, dejaron claro que no hubo posibilidad de defensa alguna.
Los policías locales que lo detuvieron también pusieron de manifiesto que en ese momento no se apreciaron signos algunos de embriaguez o de consumo de sustancias estupefacientes, ya que iba «sereno». Mientras que un guardia civil ha puntualizado que se encontraron restos de pólvora en diversas partes del cuerpo, así como en la ropa que llevaba puesta, lo que evidenció que era el autor de los disparos.
Tras la exposición de las conclusiones de las partes implicadas en el juicio, el procesado tuvo derecho a su última palabra y, tal y como ya hizo en la primera sesión del juicio, y lamentó lo ocurrido. En este sentido, la defensa pidió al Jurado Popular que no lo tomaran como a un «monstruo, sino que era obsesión» lo que tenía, ya que «pensaba que le perseguían e iba vestido, como se ha dicho, de «Rambo»».
«Iba bien preparado y las víctimas no pudieron defenderse»
El juicio comenzó con la exposición de un agente de la Guardia Civil que describió el recorrido que siguió el procesado, a su juicio, «lógico y estratégico, ya que era el de una persona que quería esconderse y huir y no el de una persona enajenada».
«Era perfectamente consciente de lo que hacía e iba bien preparado, con dos pistolas, una de ellas la que utilizó para disparar, un subfusil, pasamontañas, chaleco antibalas y prismáticos», ha manifestado, para después poner énfasis en los lugares donde el acusado se ocultó, «zonas donde la visión estaba más dificultada». Cuando se le detuvo, la prueba de residuos de disparo fue positiva, ya que se hallaron restos de pólvora, ha matizó.
Por su parte, los dos policías locales que lo detuvieron recordaban que cuando lo localizaron se percató de su presencia, pero no levantó muchas sospechas ya que iban de paisano y en un coche camuflado. «Al vernos se pegó a la pared e intentó esconderse y cuando lo detuvimos no se apreciaron síntomas evidentes de haber consumido droga o alcohol, estaba muy sereno», argumentaron.
Los médicos forenses explicaron que los disparos que se efectuaron a las dos víctimas fueron mortales. En concreto, el disparo al menor de 16 años fue «mortal», aunque falleció días después en el hospital; mientras que los tres disparos que recibió la primera víctima fueron a «zonas vitales», apreciando en sendos cuerpos que no hubo posibilidad de defensa.
«No es un acto de un loco»
En la exposición de las conclusiones, el ministerio fiscal insistía en este punto, en que no hubo posibilidad de defensa, apoyado por las versiones de una testigo que observó lo ocurrido, así como de la propia confesión que el procesado hizo. «Los hechos están muy probados», dijo.
La acusación que representa a la viuda también ha hecho referencia a que fueron «muertes violentas» y el procesado es autor de dos delitos de asesinato con alevosía, así como de tenencia ilícita de armas con reincidencia.
Mientras que la acusación que representa a los padres del menor resaltó que lo ocurrido «no fue acto de un loco», ya que se trata de una persona que tiene «más de 20 sentencias firmes condenatorias y ninguno de los jueces ha apreciado en su persona alteración mental, quedándole aún de cinco a diez causas pendientes, algunas muy graves».
Además de apoyarse en informes de expertos que constatan que «no tienen mermadas sus facultades mentales», recordó que Jorge Agustín «no regresó de un permiso penitenciario» en la cárcel de Barcelona desde mayo y hasta noviembre estuvo desaparecido.
«Durante ese tiempo tuvo oportunidad obtener placas falsas de matrícula para vehículos, armas, incluso de guerra, dinero en abundancia; un perseguido de la Justicia en busca y captura», comentó.
Condenan a 34 años a «Mauricio» por el doble asesinato de Mazarrón
Laverdad.es
12 de octubre de 2013
La sección tercera de la Audiencia Provincial de Murcia ha condenado a 34 años de prisión a Jorge Agustín Sánchez Romero, «Mauricio», como autor de dos delitos de asesinato -uno de ellos el de un menor de 16 años- en noviembre de 2011 en Mazarrón, con la agravante de reincidencia, según ha informado el Tribunal Superior de Justicia. No obstante, el tiempo máximo de efectivo cumplimiento de las penas no superará los 25 años de prisión.
Además, el magistrado presidente que ha dictado la sentencia ha determinado que el acusado tendrá que pagar en conjunto 700.000 euros de indemnización a los familiares de las víctimas, aunque se declara insolvente, por lo que considera el tribunal que la petición de estas indemnizaciones son «papel mojado» dada su situación actual. En concreto, deberá indemnizar a la viuda en 180.000 euros y a su hijo en 220.000 euros; así como a los padres del menor fallecido en 130.000 euros cada uno y a su hermano en 40.000 euros.
La celebración del juicio oral concluyó hace unas dos semanas, ante un jurado popular que, tras escuchar la versión del acusado declarándose culpable de los hechos y las partes implicadas, emitió un veredicto unánime de culpabilidad para el procesado.
La sentencia declara probado que Jorge Agustín Sánchez Romera salió del hotel en que se hospedaba el día de los asesinatos con tres armas y -al cruzarse con la primera víctima- le disparó de forma sorpresiva en tres ocasiones. Seguidamente, dos calles más adelante, se encontró con el menor, que paseaba a su perro. La sala afirma que le disparó en la cabeza a corta distancia, impidiéndole cualquier defensa.
«Frialdad de ánimo»
El magistrado entiende que «no puede tomarse en cuenta la especial frialdad de ánimo y la situación de indefensión de las víctimas como circunstancias indicadoras de la gravedad del ilícito, porque las mismas ya van comprendidas en su calificación como alevoso, determinando tipificación y penas muy superiores a las del homicidio».
Sin embargo, aclara la resolución, «sí son relevantes los rasgos de su personalidad y los motivos que le han llevado a delinquir» y que el móvil de los dos asesinatos «no tiene otra explicación que el mero capricho», eligiendo a sus dos víctimas «al azar, por pura casualidad». No obstante, a favor del procesado, aunque con «menor importancia», se tiene en cuenta su confesión y las disculpas expresadas a los familiares de las víctimas en el plenario. «Mauricio» está en prisión desde el 14 de noviembre de 2011.
Aquella noche de perros en Mazarrón
José Antonio Hernández – El País
19 de noviembre de 2013
La fría noche de 13 de noviembre de 2011, los ladridos de Hugo eran muy extraños, diferentes… Tocaba la puerta de la casa con las patas delanteras elevadas, como alertando de que algo terrible sucedía.
Desde entonces (acaba de cumplirse el segundo aniversario de los espeluznantes crímenes de Mazarrón, Murcia), Hugo, un schnauzer, de siete años, no es el mismo. En cuanto oye un crujido, cohetes o cualquier ruido extraño «se esconde y se pone a temblar», cuentan a El País Máximo Adame y su esposa, Toñi (ambos en el ecuador de los 40). Son los padres de Adrián, el joven de 16 años en cuyo regazo tantas noches había dormido Hugo. Si Adrián estaba en casa, no se despegaban el uno del otro.
Adrián era quien solía llevarle a pasear al parque que hay enfrente de su casa. Y eso hizo la noche de autos. Sería la última vez. Un hombre vestido completamente de negro y «caminar chulesco» (según vecinos que le vieron aquella noche) se adentró en el parque y, al llegar a la altura de Adrián, extrajo de una mochila negra una pistola negra, marca Glock, y le disparó en la cabeza. Adrián ni se enteró de que le habían quitado la vida. Sin más.
El doble homicida llevaba seis meses fugado de una cárcel de Barcelona
El hombre de negro era Jorge Agustín Sánchez Romero (43 años), el mismo que, minutos antes, también en Mazarrón (36.000 habitantes), varias calles más abajo, había disparado tres veces, con la misma pistola, a otro vecino que paseaba tranquilamente por la calle.
Era una «bestia sin alma», señala Máximo. Un recluso al que su prisión de Barcelona le había dado un permiso de cuatro días en mayo de 2011 y no había vuelto. Un hombre que, en su huida, no hizo otra cosa que agigantar todavía más su negro currículo criminal: tenía 26 condenas a sus espaldas por robos, incendio, lesiones, cuchilladas…
En su fuga por la zona de Levante y Murcia, estuvo acompañado por su novia, Mar Soriguer, una exmonitora de Dibujo de la cárcel Modelo, aunque se conocieron fuera de las rejas. Pese a sus irracionales asesinatos, Jorge no estaba loco (tiene plena conciencia del bien y del mal, según el juez que ahora le ha condenado por dos asesinatos y tenencia de armas a 34 años de cárcel).
El motivo del asesinato de Adrián -y, minutos antes, de Manuel Aguilar, ciudadano boliviano afincado en Mazarrón, que dejó esposa y un hijo de seis años- es «un mero capricho». Así lo dice la sentencia del tribunal de Murcia que lo ha enjuiciado.
Salió a la calle con dos pistolas, un subfusil y chaleco antibalas
El prófugo Jorge Sánchez sembró mucho dolor en Mazarrón esa noche delirante. Y no solo en las familias de las víctimas: aún hoy, los amigos de Adrián siguen llevando velas al monolito que el alcalde de Mazarrón levantó justo en el jardín en el que fue abatido. Y también, seguro, en Hugo, su mascota, testigo mudo del crimen. Su perro lo vio todo la noche 13 noviembre de 2011.
Máximo oyó ladrar a Hugo en torno a las 23.00. El parque, en forma de media luna, con enormes cactus, está justo enfrente. No acierta a definirlos, pero aquellos ladridos no eran los de siempre (pensó que era el preludio del rutinario movimiento de llaves de Adrián abriendo la puerta). Pero la llave no se oía y Hugo insistía…
Al abrir la puerta, Máximo vio luces de neón de coches policiales y se adentró en el parque. Ya estaba allí la policía. Trataban de reanimar a su hijo. Cuando le dispararon tenía las manos en los bolsillos, y seguía con ellas dentro cuando se desplomó sobre el suelo.
La mitad de los policías que atendían el otro asesinato se desplazaron corriendo al parque donde yacía Adrián. Una empleada del hotel Costa, en el que esa tarde se habían hospedado con nombres falsos Jorge y su novia Mar (La Rubia, como la llaman los investigadores), pasaba por allí y vio tendido en el suelo a Adrián. A solo 400 metros estaba la Guardia Civil con el otro cadáver.
Al llegar Máximo, su hijo aún respiraba, pero moriría horas después en el hospital Virgen de la Arrixaca de Murcia (el padre donó sus órganos).
«No dábamos crédito a lo que estaba ocurriendo en Mazarrón», señalan fuentes de la Policía Local. «Dos muertos en cuestión de minutos, uno tras otro. Temíamos que hubiera algún asesino múltiple». Desde los 14 años, la vida de Jorge había estado asociada a reformatorios y cárceles. Su aspecto de buena persona le granjeó los primeros permisos carcelarios.
Unos minutos antes Jorge Sánchez había matado a un transeúnte
La Rubia declararía más tarde que, tras fugarse de la cárcel, Jorge la amenazó de muerte para que estuviese con él. Y que la noche de Mazarrón, ciego de cocaína, salió en busca de «unas personas que decía que le perseguían».
Una vecina, Mónica, que fumaba un pitillo en la terraza de su casa, vio la escalofriante escena del primer asesinato. Observó al hombre vestido de negro cruzarse con otra persona con la camisa roja, franquearla, darse la vuelta y descerrajarle tres tiros. Lo dejó en el suelo y siguió andando hacia la plaza del Molinete.
Allí estaban, solos, Adrián y Hugo. Cuentan Máximo y Toñi que Hugo, el perro, se ha vuelto más desconfiado. Hugo está al lado, en un rincón, y les mira cuando hablan con El País. Mira con recelo al visitante. «Por cómo llegó aquella noche, debió verlo todo… Y supongo que estuvo un rato junto a mi hijo, tocándole en el suelo y, al ver que no se movía, vino ladrando a la casa», explica Máximo.
Mientras, el asesino huía. Fue detenido por dos policías de Mazarrón sobre las cuatro de la madrugada. Pretendía volver al hotel. Iba descalzo, embarrado. En sus calzoncillos ocultaba un fajo de billetes de 50 euros. No se resistió. Admitió el primer crimen y dijo no recordar nada del segundo, el de Adrián.
Máximo está «indignadísimo». «El juez le ha puesto la pena mínima, solo 16 años por cada asesinato. Podía llegar hasta los 20 y lo ha dejado en lo mínimo. Se ha dejado llevar por la falsa voz frágil y arrepentida de ese asesino en el juicio». Jorge reconoció ambas muertes y pidió perdón. A través del despacho jurídico López Graña, la familia ha demandado a la Generalitat de Cataluña, responsable de la prisión que dio el permiso carcelario, para que les indemnice con 400.000 euros.
El animal, que vio todo el suceso, alertó a los padres del chaval
No se sabe si la noche homicida Jorge discutió con su novia. En un vídeo se les ve salir juntos del hotel. Entre sus negras vestimentas y una mochila llevaba dos pistolas y un subfusil. Y, puesto, un chaleco antibalas. Mar se quedó en la furgoneta Citroën Yumpi con la que se habían desplazado ese día a Mazarrón desde la vecina localidad de Águilas. Allí llevaban escondidos dos meses.
Detenido él, la última vez que se vio a La Rubia en Mazarrón salía del hotel con un bolso. Y dentro, un perrito. Se subió a un autobús y volvió a Barcelona. Fue detenida siete días después. Ella también huía de la policía. La buscaban porque facilitó que Jorge, al poco de salir de la cárcel, robara y acuchillara 25 veces a su exnovio. Las heridas le han dejado parapléjico (el padre de Adrián y el exnovio se han hecho amigos por Internet).
Ante tanta sinrazón, Máximo se consuela con que la muerte de su hijo «ocurrió porque una conjunción de cosas predeterminó que ocurriera». Subiendo unas escaleras de la casa, a la izquierda, está intacta la habitación de Adrián. Aquel 13 de noviembre, Hugo estuvo tumbado en la puerta toda la noche… «Pero desde entonces, y eso que la habitación siempre la tenemos abierta, el animal no ha vuelto a entrar en ella, y hace ya dos años», dice Máximo con congoja.