John Duffy

El asesino del ferrocarril

  • Clasificación: Asesino
  • Características: Violador
  • Número de víctimas: 2 - 3
  • Fecha del crimen: 1985 - 1986
  • Fecha de detención: 23 de noviembre de 1986
  • Fecha de nacimiento: 1956
  • Perfil de la víctima: Alison Day, de 19 años / Maartje Tamboezer, de 15 / Anne Lock, de 29
  • Método del crimen: Estrangulación
  • Lugar: Londres, Inglaterra, Gran Bretaña
  • Estado: Fue condenado a cadena perpetua en febrero de 1988
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John Duffy

Última actualización: 2 de abril de 2015

LOS ASESINATOS – Tras la pista de un asesino

Una serie de violaciones cometidas cerca de algunas estaciones de ferrocarril londinenses acarrearon serias preocupaciones, tanto para la policía como para el público en general. En 1985, sin embargo, las cosas empeoraron aún más, ya que el violador se convirtió también en asesino: tres víctimas en seis meses.

Aquel domingo de invierno de 1985 se hizo pronto de noche. Era el fin de semana comprendido entre Navidad y Año Nuevo: unos días muertos en los que poca gente se movía de su casa. Las calles estaban tranquilas y el andén de la estación de Hackney Wick, en la zona este de Londres, prácticamente desierto, aunque las luces anaranjadas no cesaban de parpadear en medio de la oscuridad. Alison Day, de Upminster, una bonita secretaria de diecinueve años, se subió el cuello del abrigo al bajar del tren. Tenía prisa por llegar puntual a la cita con su novio, por lo que no se fijó en los fríos y penetrantes ojos que la seguían entre las sombras.

Diecisiete días más tarde hallaron el cadáver de Alison. El 15 de enero de 1986 varios buzos de la policía rescataron sus restos de un canal cercano. El asesino había llenado de piedras los bolsillos de la zamarra de la víctima para que el cadáver se hundiera bajo el agua. Cuando encontraron a Alison, las únicas pistas que ofrecía el cuerpo eran algunas fibras minúsculas procedentes de las ropas de su asesino.

Pero no resultaba difícil imaginarse lo ocurrido. Probablemente el criminal la siguió a través de la pasarela de la estación y luego la arrastró hasta un garaje cercano lleno de ratas. Allí le ató las manos a la espalda con un trozo de tela que le arrancó de la falda y, casi con toda seguridad, la violó. Este último hecho era imposible de confirmar con toda certeza, porque el cadáver había permanecido demasiado tiempo bajo el agua. Lo que sí parece seguro es que el asesino la inmovilizó con un torniquete construido con una ramita pequeña y un pedazo de la falda: técnica conocida con el nombre de «torniquete español».

El brutal asesinato de Alison Day marcó una nueva etapa en la caza de un hombre que la policía consideraba sospechoso de una serie de violaciones cometidas en las inmediaciones de varias estaciones de tren londinenses y de otros condados. Los ataques habían comenzado en junio de 1982, cuando dos hombres violaron a una mujer de veintitrés años en la estación de West Hampstead, en la zona noroeste de Londres. Las investigaciones llevadas a cabo por la policía no condujeron a ninguna parte. En julio de 1985 se produjeron tres ataques en una sola noche y aumentaron las presiones sobre Scotland Yard para que encontrara y arrestara al violador de los ferrocarriles londinenses. El resultado consistió en la puesta en marcha de una impresionante cacería policíaca por ordenador, conocida con el nombre en clave de Operación Hart.

Con la muerte de Alison Day la policía temía que el violador se dedicara ahora también al asesinato. Los detectives a cargo del caso se pusieron en contacto con los oficiales de la Operación Hart, pero, aunque Alison fue hallada cerca de la vía del tren, poco más había que relacionara este asesinato con las violaciones de los ferrocarriles. Tres meses más tarde, sin embargo, el eslabón que unía ambos sucesos fue descubierto de un modo brutal.

La tarde del jueves 17 de abril de 1986 Maartje Tamboezer, una estudiante holandesa de quince años, salió en bicicleta de su casa, en el pueblo de Surrey, West Horsley, y se dirigió hacia la localidad cercana de East Horsley. Al día siguiente se iba de excursión, por lo que quería comprar varías chucherías para el viaje. Con el fin de evitar el tráfico de la concurrida autopista A-246, que unía Guildford y Leatherhead, hizo caso omiso de los consejos de su madre y se puso a pedalear por un solitario sendero que cruzaba un soto paralelo a la principal línea de ferrocarril londinense.

Dos cazadores encontraron el cadáver de Maartje a primeras horas del día siguiente. La niña estaba tan horriblemente mutilada, que al principio no reconocieron sus restos como los de un cuerpo humano. La adolescente tenía las muñecas atadas y había sido violada y estrangulada con un torniquete. Antes de emprender la huida, el asesino, en un desesperado intento de ocultar cualquier prueba, prendió fuego a diversas partes del cadáver.

Encontraron la bicicleta de Maartje cuidadosamente apoyada junto a un árbol. Y, cerca de allí, la policía hizo otro descubrimiento: un trozo de cuerda de nylon de color naranja brillante claramente visible. Alguien la había colocado allí deliberadamente atravesando el solitario sendero y obligando de ese modo a la niña a bajarse de la bicicleta, lo cual proporcionaría al asesino la oportunidad de abalanzarse sobre ella. Los detectives reconstruyeron los últimos y terribles momentos de la víctima, durante los cuales fue arrastrada a punta navaja hasta un bosque cercano; allí le ataron las muñecas, la violaron y la golpearon hasta dejarla inconsciente. Después la estrangularon empleando la propia bufanda de la niña, atada, una vez más, a la rama de un árbol.

Aparte de la cuerda de nylon, el asesino había dejado otras pistas reveladoras: algunos restos de semen y una huella dactilar más pequeña de lo normal. El examen postmortem descubrió también que uno de los huesos del cuello presentaba una fractura cuya forma sugería como causa inmediata un golpe de karate. Al igual que Alison Day, a Maartje la habían atacado junto a la vía del tren y estrangulado con un torniquete improvisado gracias a un pedazo de su ropa. Y, como Alison, las manos de Maartje estaban atadas a la espalda.

La policía de Surrey emprendió la mayor cacería humana habida nunca en el condado. La pista más prometedora la proporcionaron un vigilante de ferrocarril y algunos pasajeros del tren de las 6,07 que hacía el recorrido entre Horsley y Londres. El vigilante recordaba a un hombre de baja estatura vestido con una americana azul que entró corriendo en el andén justo cuando el tren estaba a punto de partir. Con las prisas, había empujado a dos señoras. El vigilante abrió las puertas automáticas para que el hombre pudiera subir al vagón. Una joven pasajera contó que, antes de llegar a su parada, en Bookharn, aquel mismo hombrecillo se la quedó mirando fijamente en varias ocasiones. Dichos informes hicieron que la policía se dedicara a examinar miles de billetes de tren desechados en un infructuoso intento de hallar las huellas dactilares del sospechoso.

Pero los informes del forense fueron bastante más alentadores. Este, después de una serie de pruebas realizadas con los restos de semen de la joven víctima, identificó al asesino de Maartje como perteneciente al grupo sanguíneo A. Y había otra pista fundamental: las manos de la adolescente se hallaban atadas con una cuerda de color marrón muy particular, conocida con el nombre de «Somyarn», que no estaba fabricada con un cordón o un hilo normales, sino a base de papel.

El propietario de la fábrica distribuidora de la cuerda fue capaz de identificar la muestra como perteneciente a una partida que se puso a la venta en 1982. Si se encontrara el rollo de cuerda -razonaban los detectives-, habría una posibilidad de que éste les condujera hasta su propietario, probablemente el asesino de los ferrocarriles. Pero su optimismo duró poco tiempo. No consiguieron sacar nada en claro de aquella pista, y un mes después del asesinato de Maartje Tainboezer recibieron noticias de un nuevo ataque.

La noche de su muerte, Anne Lock se quedó a trabajar hasta muy tarde. Después de salir de las oficinas de South Bank de la London Weekend Television, donde estaba empleada como secretaria, tomó un tren de regreso a su casa en Brookmans Park, cerca de Potters Bar, en Hertfordshire. Era el domingo 18 de mayo de 1986 y Anne llevaba casada exactamente un mes. Cuando, cerca de las diez de la noche, llegó a Brookmans Park, la oscuridad era absoluta. Salió rápidamente de la estación y se dirigió a un aparcamiento cercano donde había dejado la bicicleta, pero se encontró el paso obstaculizado por un banco que alguien dejara atravesado a modo de barricada en medio del camino. Una vez más, la trampa estaba tendida.

El asaltante de la señora Lock la obligó a aparcar la bicicleta, con el candado puesto aún, junto a una tela metálica; luego la acompañó a punta de navaja por un solitario sendero que bordeaba la vía del tren. Anne tenía las manos atadas a la espalda y uno de los calcetines embutidos en la boca; el otro le rodeaba la cara. Lo que siguió no está del todo claro, pero parece casi seguro que también ella fue violada. Prendieron fuego al cadáver y luego lo abandonaron junto a la principal línea de ferrocarril entre King’s Cross y Scotland.

La misteriosa desaparición de Anne Lock, una joven recién casada de veintinueve años, ocurrida tan sólo unos días después de la vuelta de su luna de miel en las Seychelles, pronto se vio rodeada de publicidad. Convencidos de que la señora Lock se había convertido en la víctima del asesino de los ferrocarriles, los detectives de Londres, Surrey y Hertfordshire unieron sus fuerzas en una segunda operación policial a la que pusieron el nombre en clave de Trinity. Comenzaron a estudiar una lista de cinco mil hombres acusados de delitos sexuales con sangre del grupo A o cuyo grupo sanguíneo fuera desconocido. Cada sospechoso fue cuidadosamente investigado por un grupo de detectives que comparaban sus nombres con sus fichas, las cuales contenían su descripción, edad, métodos de asalto y, por supuesto, cualquier relación con los ferrocarriles.

Por entonces la policía contaba con ciertas pruebas médicas que indicaban que probablemente tanto Alison Day como Maartje Tamboezer habían sido asesinadas por alguien que practicaba el karate o algún arte marcial semejante. Después de contrastar sus informes con los de sus colegas de la Operación Hart, llegaron a la conclusión de que las violaciones y los asesinatos de los ferrocarriles estaban relacionados entre sí. Las cuatro fuerzas policiales involucradas en el caso -Scotland Yard, Surrey, Hertfordshire y la British Transport- decidieron conectar sus ordenadores para compartir la información. Así, y con el fin de emprender la mayor cacería humana conocida en Gran Bretaña desde los años setenta, época de las investigaciones en torno al «Destripador de Yorkshire», la Operación Trinity acabó fundiéndose con la Operación Hart.

La lista inicial de cinco mil sospechosos se redujo a 1.999 hombres, cuya descripción y otros detalles más encajaban en el patrón del asesino y violador de los ferrocarriles. En dicha lista, con el número 1.594, figuraba un hombre llamado John Duffy, un menudo irlandés que trabajó como carpintero para los Ferrocarriles Británicos. Su nombre se hallaba entre los de los sospechosos porque en agosto de 1985, después de violar a su ex mujer, tuvo más de un problema con la policía.

El sábado 17 de mayo, un día antes de la desaparición de Anne Lock, John Duffy fue arrestado en la estación de North Weald por holgazán. Duffy llevaba encima una navaja parecida a una automática que declaró solía utilizar en las clases semanales de artes marciales que recibía en Kilburn, en la zona noroeste de Londres. Aunque Duffy fue rápidamente puesto en libertad, el ordenador de la Operación Hart no dejó de registrar su nombre.

Como consecuencia, el 17 de julio se citó a John Duffy para ser interrogado por los oficiales que investigaban las violaciones y asesinatos de los ferrocarriles. Pero el sospechoso se presentó acompañado de un procurador y se negó a proporcionarles muestra alguna de su sangre. Los detectives pronto se dieron cuenta de que el menudo hombrecillo pelirrojo, con el rostro picado de viruela, encajaba perfectamente con la descripción del violador de los ferrocarriles e informaron de sus sospechas al jefe de la Operación Hart, el inspector Ken Worker. Mientras tanto, en el caso de la desaparición de Anne Lock, se produjo un macabro descubrimiento, aunque no por ello menos esperado. El lunes 21 de julio -nueve semanas después de su desaparición- una cuadrilla de trabajadores dedicados al mantenimiento de las vías del tren hallaron el cadáver de la señora Lock cerca de Brookmans Park, en un terraplén cubierto de hierba. La habían estrangulado y después el asesino intentó prender fuego al cadáver.

El hallazgo impulsó a los detectives a concertar una segunda entrevista con John Duffy. Pero descubrieron asombrados que éste se hallaba ingresado en un hospital Psiquiátrico de Friern Barnet, en el norte de Londres, al parecer, aquejado de amnesia. Cuando los oficiales de la Operación Hart intentaron interrogarle, los médicos del hospital se lo prohibieron terminantemente. Como todavía quedaban por entrevistar cerca de un millar de sospechosos, la policía decidió por el momento dejar a Duffy bajo la custodia del hospital.

John Duffy permaneció en Friem Barnet durante un mes. El martes 21 de octubre, dos meses después de que le dieran el alta, una estudiante de catorce años fue asaltada y violada con los ojos vendados en las afueras de Watford. Durante el ataque la venda se le escurrió de los ojos y más tarde la niña sería perfectamente capaz de describir al violador corno un hombre bajito, con el rostro picado de viruela, que iba acompañado de un perro al que llamaba Bruce.

Las sospechas de la policía acerca de John Duffy aumentaban de día en día y los oficiales encargados de la Operación Hart se pusieron a buscar desesperadamente alguna prueba que les permitiera confirmarlas. Dicha prueba les llegó de un modo completamente inesperado.

En el verano de 1986, como los métodos ortodoxos de la policía parecían no llevar a ningún sitio, el jefe de la Operación Hart, el inspector Worker, emprendió un experimento poco habitual: solicitó del profesor David Canter, de la Universidad de Surrey, que revisara toda la información acerca del caso para ver si sacaba alguna conclusión sobre el asesino de los ferrocarriles, empleando para ello una teoría americana conocida como «el perfil psicológico del delincuente» (POP). Después de estudiar los informes existentes sobre los asesinatos y las violaciones, el profesor Canter formuló una serie de interesantes conclusiones. De acuerdo con el método del «centro de gravedad» (que consideraba que los distintos escenarios de los crímenes debían tener como eje central la propia casa del criminal), supuso que probablemente el asaltante vivía en la zona norte de Londres. También concluyó que el asesino era, o había sido, un obrero semicualificado; y que las relaciones con su esposa debieron ser bastante turbulentas.

El análisis del profesor Canter, que contenía diecisiete puntos, llegó a finales de octubre y fue inmediatamente introducido en el ordenador de la Operación Hart para confrontarlo con la lista de los 1.999 sospechosos. El ordenador no tardó más que unos pocos segundos en dar su trabajo por terminado y ofrecer el nombre de la única persona que encajaba exactamente en aquel perfil: era John Duffy.

El 11 de noviembre la policía estableció vigilancia las 24 horas del día sobre el piso del sospechoso, en Kilburn. Siguieron sus pasos desde el momento en que salía de casa hasta que regresaba. El propio Duffy acabó dándose cuenta de que le vigilaban y durante algunos días se dedicó a jugar al ratón y al gato con los oficiales que le seguían, intentando escurrirse y, al menos en una ocasión, desapareciendo dentro del vagón de un tren justo cuando las puertas se estaban cerrando. Pero el domingo 23 de noviembre de 1986 varios detectives superiores de la policía dieron la orden de arresto.

Operación Hart

Iniciada en 1985 tuvo un coste aproximado de tres millones de libras y fue emprendida por el inspector Ian Harley. Su nombre completo era el de Equipo de Distrito de Harley para la Violación (Harley’s Area Rape Team: HART). La Operación tenía su sede en Hendon, en el noroeste londinense, y contaba con oficiales de Scotland Yard, Surrey, Hertfordshire y la British Transport. El eje de la Operación Hart era una base de datos que contenía los detalles acerca de 5.000 posibles sospechosos, todos ellos delincuentes sexuales u otros con un historial de violencia en contra de las mujeres. Durante la primera mitad de 1986 la Operación Hart se vino abajo en dos ocasiones y estuvo a punto de ser abandonada definitivamente antes de que la policía descubriera la relación existente entre el violador de los ferrocarriles y el asesinato de Alison Day y Maartje Tamboezer. A partir de este momento los acontecimientos se desarrollaron rápidamente y la red de la policía acabó cayendo sobre John Duffy, el principal sospechoso.

PRIMEROS PASOS – Un cero a la izquierda

El joven estudiante de Kilburn sólo obtuvo fracasos en la escuela. Y cuando descubrió que no podía tener hijos, se dedicó a las artes marciales para fortalecer su «ego».

John Francis Duffy, el segundo de los tres hijos de Philomena Duffy, nació en Irlanda del Norte el 29 de noviembre de 1958. Se le bautizó con el nombre de John en recuerdo del papa Juan XXIII. Cuando nació el niño, la señora Duffy estaba en Dundalk visitando a su familia.

El pequeño John Duffy asistió entre 1963 y 1964 a la escuela infantil de Kingsgate; de allí pasó a la escuela de Haverstock Hill, y después a la de Santo Domingo. Con el aplauso de su familia, una familia estrechamente unida, ingresó en el coro de la iglesia católica de la localidad, donde prestó también sus servicios como monaguillo. A los doce años entró en la Escuela Secundaria de Haverstock; donde, a pesar de su timidez, se aficionó al judo y a la natación y se unió a los Scouts. Pero sus estudios dejaban mucho que desear, así que su futuro profesional acabó limitándose a ejercer algún “trabajo manual”.

En abril de 1975 Duffy fue contratado en calidad de aprendiz de carpintero por una firma de Camden, en el norte de Londres. Aunque logró obtener el título que le acreditaba como miembro del gremio de carpintería y ebanistería, sus compañeros de trabajo no guardaban buen recuerdo de él, y en la firma era conocido por su afición a «remolonear». “John era un hombre incapaz de concentrarse en el trabajo, -comentó uno de sus colegas-. Siempre estaba en las nubes”. Su jefe informó de la escasa rentabilidad de Duffy y en 1978, al acabar su aprendizaje, la compañía no le renovó el contrato. Duffy pasó los dos años siguientes empleado en una empresa constructora londinense, y más tarde, en 1980, obtuvo un puesto en los Ferrocarriles Británicos.

Allí trabajó en el departamento de vehículos y accesorios de la estación de Euston, viajando por toda la línea ferroviaria, lo que le proporcionó un profundo conocimiento del sistema de los ferrocarriles de Londres y sus alrededores. Pero su trabajo no resultó demasiado satisfactorio. Sus colegas le consideraban un hombre solitario y agresivo, y fue despedido después de atacar a uno de sus compañeros.

En la época en que estuvo empleado en los Ferrocarriles Británicos, Duffy conoció a Margaret Byrne, su futura mujer, y poco después se casaron, en junio de 1980, en la oficina del registro civil de Camden. Él no contaba con la aprobación de la familia de Margaret, por lo que la ceremonia se celebró en secreto y la pareja no comenzó a vivir junta hasta unos tres meses después de la boda. Al principio, el matrimonio daba la impresión de ser dichoso y los días transcurrían en paz; pero en la primavera de 1982 Duffy, que deseaba tener hijos, se enteró de que una carencia en su organismo le impediría ser padre. Entonces abandonó los Ferrocarriles Británicos y en agosto su mujer se separó de él. Más tarde ella declararía que Duffy intentó suicidarse.

Un mes después Margaret Duffy regresó a su pequeño piso de Barlow Road, en Kilburn, para intentar arreglar su matrimonio. Empleada en dos trabajos de media jornada, Margaret pasaba fuera la mayor parte del día mientras Duffy se quedaba solo en casa viendo películas de miedo y de kung-fu. Esto despertó su interés por las artes marciales y le hizo emprender una campaña de castigo, yendo de aquí para allá como si fuera Bruce Lee. Fue por esta época cuando Duffy comenzó a mostrar tendencias violentas.

En abril de 1983, después de pasar un año en el paro, John Duffy se decidió a “aprender algo” y trabajar como taxista. Adquirió varios mapas y cronometró el tiempo empleado en recorrer varios kilómetros en la motocicleta de su esposa, pero después de asistir a una clase su entusiasmo de desvaneció.

Una vez más se encontraba a la deriva; pasaba un día tras otro alquilando películas de kung-fu y dando palizas a diestro y siniestro, ataviado con su chándal, en las calles londinenses. Más tarde la policía comentó que durante aquellas sesiones de entrenamiento Duffy no hacía sino planear sus asaltos sexuales y las más importantes rutas para emprender la fuga a través de los ferrocarriles y el metro de Londres.

Tras el registro efectuado en el piso de Duffy, la policía encontró un libro titulado Recetas para un anarquista, un manual de la guerrilla urbana de los años sesenta que contenía una lista de métodos para inmovilizar, callar y -en caso necesario- asesinar a las víctimas. El libro insistía en la importancia de los itinerarios a seguir durante la huida, y los conocimientos de Duffy acerca de los ferrocarriles, confirmaban dicha advertencia.

EL ACUSADO – Un hombre con láser en los ojos

La intuición, unida a un metódico trabajo llevado a cabo por la policía, acabaron centrando su atención en John Duffy. Este, en un intento de burlar a sus perseguidores, tuvo la audacia de fingirse amnésico.

Antes de ser arrestado y acusado de los asesinatos y violaciones de los ferrocarriles, John Duffy fue interrogado por la policía en tres ocasiones. Pero lo más irónico para los oficiales encargados de la Operación Hart fue el hecho de que el sospechoso se hubiera embarcado en aquella orgía criminal después de conseguir la libertad bajo fianza en el verano de 1985 acusado de violación.

Un año antes de ser atrapado, Duffy ya se contaba entre los miles de sospechosos cuyos nombres almacenaba el ordenador de la operación Hart. Cualquier hombre británico con un historial de violencia en contra de las mujeres se hallaba en dicha lista. El nombre de John Duffy estaba incluido al encontrarse a la espera de ser juzgado, acusado de la violación de su ex mujer, Margaret. Esta declaró que en junio de 1985, después de separarse, John la había violado en el transcurso de una visita efectuada a su piso de Barlow Road, en Kilburn, para recoger el correo. «En cierta ocasión me metió en la boca un pañuelo hasta la garganta -fue el testimonio de Margaret-, y pensé que me iba a matar.»

De acuerdo siempre con la versión de Margaret Duffy, en agosto se presentó en casa del hombre con quien ella vivía empuñando una navaja y se abalanzó sobre él. Ella intervino, pero su ex marido le dio un golpe fuerte en la cabeza. Después del incidente, tanto Margaret como su novio tuvieron que acudir a un hospital para que les curaran las heridas recibidas.

La señora Duffy acabó presentando una denuncia contra su ex marido. Pero como el asunto era básicamente de índole doméstica, los detectives no llegaron a relacionar aquel delito con las investigaciones por violación encomendadas a la Operación Hart. De todos modos, y a raíz de la denuncia por violación, John Duffy fue interrogado y acusado de atacar y herir al novio de Margaret. Cuando el joven compareció ante los magistrados de West Hendon, la policía, que sospechaba que Duffy no tardaría en atacar nuevamente a su ex esposa, se opuso a la puesta en libertad. Durante dos semanas el acusado permaneció, pues, bajo custodia, pero en el mes de septiembre consiguió la libertad bajo fianza decretada por un magistrado municipal, el juez Peter Archer, antiguo fiscal general. A pesar de las objeciones de la policía, Duffy salió libre. A los pocos días se dedicaba a asaltar y violar a una joven de veinte años en Copthall Park, en el norte de Londres.

La suerte quiso que el detective asignado a este caso estuviera también, como miembro de la Operación Hart, tras la pista de John Duffy, por lo que decidió comparar a éste con la descripción que la joven proporcionara de su asaltante. Cuando el 2 de diciembre Duffy compareció ante los tribunales para que le renovaran la libertad bajo fianza, el oficial hizo entrar en la sala a la mujer para ver si le reconocía. Pero no fue así. La joven se hallaba bajo los efectos del «síndrome traumático de la violación», que ocasiona el bloqueo de la memoria a causa de la dura prueba sufrida. Pasó cerca de un año antes de que la chica pudiera identificar a Duffy como su asaltante.

Pero John Duffy sí reconoció a la joven a quien él mismo violara en Copthall Park, y enseguida se dio cuenta del riesgo que corría dejando con vida a sus víctimas. Así que, cuatro semanas más tarde, en Hackney Wick, Alison Day era asesinada.

No obstante, fue la muerte de Maartje Tamboezer, ocurrida en abril de 1986, lo que hizo sospechar por primera vez a la policía que Duffy era el hombre que buscaban. Durante el interrogatorio llevado a cabo a raíz de la denuncia por violación interpuesta por su esposa, Duffy se había visto obligado a proporcionar una muestra de sangre. Su grupo sanguíneo era el A, el mismo que el del asesino de Maartje. El nombre de John Duffy fue rápidamente añadido a un grupo que llevaba la denominación en clave de «hombres-Z» y que incluía a aquellos cuya sangre coincidía con las pruebas realizadas en el cadáver de la adolescente. Así pues, Duffy fue nuevamente interrogado el 17 de julio, pero se negó a proporcionarles otra muestra de sangre. No había pruebas suficientes para detenerle, pero su nombre fue a parar lista de sospechosos.

Aquella misma noche Duffy convenció a uno de sus amigos, Ross Mockeridge, para que le diera un puñetazo en la cara y un navajazo en el pecho, explicándole que la policía intentaba amañar contra él la acusación de violación y asesinato. Luego entró tambaleándose en la comisaría de West Hampstead y le comunicó al sargento que alguien le había asaltado en plena calle, declarando que el ataque le había causado pérdida de la memoria. Al día siguiente Duffy repitió la misma historia ante los médicos que le atendieron en la unidad de psiquiatría del hospital Friern Barnet, donde quedó ingresado durante un mes.

Finalmente, fue la intuición de un detective superior lo que remató la acusación contra John Duffy. El comisario John Hurst, de la policía de Surrey, empleando un sistema conocido como el «análisis del patrón del delincuente», sacó en la impresora de un ordenador de Scotland Yard todos los posibles «modelos» de violación cometidos en Londres. Dicho listado señalaba cuarenta ataques que podían haber sido llevados a cabo por los mismos hombres, pero que estaban incluidos en la lista de las veintisiete posibles violaciones de ferrocarriles investigadas por la Operación Hart. John Hurst se dio cuenta de que esta lista secundaria incluía una violación cometida en Copthall Park el año anterior. Y también se percató de inmediato de que sus características eran muy similares a las del asaltante de Maartje Tamboezer.

El comisario Hurst escogió entonces una brigada de doce detectives para que investigaran el asunto de Copthall Park y les dijo: “Si encontramos al autor de esta violación, habremos topado con el asesino de Maartje”. Los resultados del perfil psicológico del asesino fueron cuidadosamente confrontados con los detalles de la violación de Copthall Park: el nombre de John Duffv encabezaba la lista de sospechosos.

La aguda intuición de Hurst dio sus frutos unas semanas más tarde, cuando Duffy, vigilado las 24 horas del día, salió de su piso de Kilburn y se dirigió a Copthall Park con la aparente intención de planear un nuevo ataque. Después del arresto, los detectives encontraron en casa de sus padres un rollo de cuerda de papel Somyarn. Y las fibras extraídas de la ropa del detenido encajaban con las catorce halladas en la zamarra que Alison Day llevaba en Hackney Wick. La única respuesta de Duffy a todo aquello parecía inevitable: «He perdido la memoria, no puedo recordar nada.»

Cuando catorce meses después, sentado en el banquillo de los acusados de la sala número 1, del Old Bailey, escuchaba atentamente las declaraciones de las mujeres y de las niñas víctimas de sus asaltos y violaciones, aquel enclenque asesino con la cara picada de viruela y rayos láser en los ojos no dejó traslucir ninguna emoción. En calidad de representante de la Corona, Anthony Hooper describió a John Duffy como un hombre perverso, astuto y calculador totalmente consciente de sus actos, que planeaba sus crímenes a la perfección.

Cuando se acercaba el final del juicio, seis semanas más tarde, el juez del caso, el señor Farquharson, aconsejó al jurado que absolviera al acusado del cargo de asesinato de Anne Lock por falta de pruebas.

El 26 de febrero de 1988 el jurado declaró a John Duffy culpable de dos asesinatos y cinco violaciones. El juez dictó la sentencia de cadena perpetua para el acusado y comentó: «La perversidad y bestialidad empleadas por usted contra esas jóvenes son prácticamente indescriptibles.» Tras una breve mirada dirigida a su madre, John Duffy, el asesino de los ferrocarriles, desapareció para siempre tras las rejas.

Una pista: el grupo sanguíneo

Cuando Maartje Tamboezer fue asesinada en abril de 1986, enviaron su ropa al laboratorio forense del Ministerio del Interior, en Aldermaston, Berkshire, para ser examinada. Las huellas de semen halladas en las ropas de la niña indicaban que la sangre del asaltante pertenecía al grupo A. Pero una persona de cada tres tiene dicho grupo sanguíneo, así que se realizó otra prueba más precisa para limitar el campo de investigación. Los científicos examinaron una enzima que se encontraba en las muestras llamada fosfoglucomutasa (PGM), y descubrieron que el asesino de Maartje pertenecía a uno de estos tres grupos: grupo PGM l+, grupo PGM 2+ 1 + o PGM 1 + 1. Dicho examen hacía que la policía pudiera eliminar a cuatro de cada cinco posibles sospechosos de acuerdo con el grupo sanguíneo, lo cual suponía una importante ayuda para estrechar el cerco en torno a un solo hombre.

Ataques contra Hart

Aunque desde el inicio de la investigación se sospechó de John Duffy, pasó más de un año antes de que la policía lo localizara con toda precisión.

Después del juicio, la Operación Hart sufrió numerosas críticas y se sugirió que la policía se había entretenido demasiado con el trabajo del ordenador cuando los oficiales deberían haber estado interrogando sospechosos. Los altos cargos de la policía rechazaron la acusación señalando el papel fundamental desempeñado por Hart al seleccionar la información que conduciría no sólo al arresto de Duffy, sino a la captura de otros violadores.

Sin embargo, el sistema de comunicaciones de la policía era tan complicado que, en la época en la que Duffy pasó de la violación al asesinato, llegaron a perder por completo a una posible testigo. Antes de la muerte de Alison Day, el asesino había seguido a una mujer en un tren en la zona habitual de los crímenes. La señora se puso en contacto con dos comisarías de policía londinenses ofreciendo su ayuda en la búsqueda del “violador de los ferrocarriles”. Pero nadie llegó a pasar sus mensajes.

También fueron criticadas otras fuerzas policiales. La de Hertfordshire rastreó la vía del tren cercana a Brooksmans Park durante seis semanas sin encontrar el cadáver de Anne Lock. Varios obreros de la vía férrea lo hallaron por casualidad un mes más tarde.

MENTE ASESINA – En guerra con las mujeres

Las dudas acerca de su propia virilidad hicieron que John Duffy se convirtiera en un demente convencido de que violar a las mujeres le hacía más hombre.

Provenía de una buena familia: sus padres eran personas trabajadoras que creían firmemente en el valor de la honradez. Pero John Duffy acabó transformándose en un monstruo que se dedicaba a merodear junto a las vías del tren y sus alrededores en busca de víctimas a las que aterrorizar, degradar, violar, estrangular, quemar y asesinar. Cuando empezó a cumplir sentencia, lo único que su madre, Philomena Duffy, pudo comentar fue lo siguiente: “No me importa lo que digan de mi John. Jamás podré creer que sea culpable de tanto horror… mi John, no.»

A Duffy, con su 1,60 escaso de estatura, le atormentaba un profundo sentimiento de inadaptación y dicho sentimiento se acentuó aún más cuando en 1982 le dijeron que su escasa cantidad de espermatozoides le impediría tener descendencia. Los detectives del caso opinaban que Duffy comenzó sus violaciones al ver como se venía abajo su anhelo de ser padre.

Mientras tanto, sus relaciones matrimoniales se hicieron cada vez más tirantes y él se decidió a desahogar su creciente frustración en Margaret, su mujer. En el pequeño piso de dos habitaciones de Kilburn las discusiones estallaban a menudo, y con frecuencia acababan violentamente. Antes de mantener relaciones con su mujer, a Duffy le gustaba maniatarla firmemente. En cierta ocasión presumió abiertamente ante ella de haber violado a una niña, e incluso llegó a mostrarle el pequeño equipo estereofónico que había robado a la víctima. También le echó la culpa a su esposa de que no tuvieran hijos. La pareja se separó dos veces, la última en junio de 1985. “La violación -le comentaría más tarde a un amigo- es el acto más natural que puede realizar un hombre”.

Durante el juicio, Margaret describió con detalle cómo era la vida junto a él. Y comentó que “aquel hombre encantador con el que me casé se acabó convirtiendo en un loco furioso de mirada realmente aterradora”

En la cacería en pos de Duffy los detectives utilizaron una técnica revolucionaria, empleada en Estados Unidos con notable éxito y conocida como “Perfil Psicológico del Delincuente” (POP). Los oficiales de la Operación Hart encargaron a David Canter, profesor de psicología aplicada de la Universidad de Surrey, que elaborara el perfil psicológico del asesino basándose en el estudio de las víctimas.

De acuerdo con algunos detalles, aparentemente insignificantes, extraídos de los numerosos informes reunidos por la Operación Hart, el profesor Canter hizo saber a la policía que el asesino vivía en la zona de Kilburn-Cricklewood, en el noroeste de Londres. Canter dedujo -y lo hizo acertadamente- que se trataba de un hombre casado, probablemente con una infancia y unas relaciones familiares bastante problemáticas, y un solitario con escasos contactos femeninos. Y seguramente era también un obrero semicualificado cuyas relaciones con el público brillaban por su ausencia. Duffy resultó ser, en efecto, un carpintero.

El perfil elaborado por el profesor acertaba en trece de los diecisiete puntos propuestos. A pesar de todos los preparativos, John Duffy fue incapaz de ocultar pistas reveladoras de su identidad y comportamiento, así como del momento, el lugar y la brutalidad de los ataques. Hasta sus propias palabras acabaron traicionándole: después de una violación cometida en Hadley Wood, en el norte de Londres, en febrero de 1985, le preguntó a la víctima si alguna vez se había planteado aprender técnicas de defensa personal.

Después del juicio, el profesor Canter explicó: “El delincuente deja siempre alguna huella de su personalidad en el propio acto delictivo. Cualquier comportamiento personal muestra ciertas características únicas para aquel individuo, así como una serie de patrones fijos que son típicos del subgrupo al cual pertenecen él o ella. Tan sólo un ejemplo: los delitos cometidos por personas en paro suelen llevarse a cabo en horas de trabajo con más frecuencia que los perpetrados por quienes cuentan con un empleo”.

El profesor Canter continuaba así: “En la esencia de la violación existe una actividad sexual anómala. A la gente le resulta enormemente difícil ocultar o enmascarar ciertos aspectos de su comportamiento sexual que indican el tipo de personas que son. La variedad de violaciones es inmensa. Nosotros nos fijamos en cómo el asaltante aborda a la víctima, qué es lo que le hace atacarla y lo que ocurre después. A partir del ensamblaje de todos estos factores intentamos elaborar un retrato global del violador”.

El perfil que el profesor Canter realizó acerca de Duffy fue acogido como un importante avance en el estudio psicológico del comportamiento delictivo. La Asociación de Oficiales de la Policía creó un comité especial para discutir los resultados del caso. Fruto de este comité fue un programa de investigación, dirigido por el profesor Canter, cuya finalidad era la de trazar una estructura estrictamente científica para la elaboración del perfil del delincuente.

Las víctimas

  • Alison Day. Diecinueve años. Fue descrita en el tribunal como “una chica con corazón de oro”. Al cumplir trece años conoció a Paul Tidiman y cinco años más tarde se comprometieron en matrimonio. Cuando Duffy la asesinó, Alison volvía de la imprenta donde estaba empleada y se dirigía a una cita con Paul.
  • Maartje Tamboezer. De quince años, era la mayor de los tres hijos de un ejecutivo holandés que trabajaba para una compañía petrolífera y residía en West Horsley, Surrey, en una casa alquilada. El día después de ser asesinada, Maartje iba a hacer una excursión con su colegio. Duffy la asaltó cuando la niña se dirigía en su bicicleta a East Horsley con el fin de comprar algunas chucherías para el viaje. Había planeado acercarse a una tienda próxima a su casa, pero alguien le dijo que los artículos de la de East Horsley eran mucho mejores.
  • Anne Lock. De veintinueve años, era una secretaria que trabajaba para la London Weekend Television. Anne se hallaba a tan sólo unos pocos minutos de su casa de Brookmans Park, Potters Bar, cuando fue asesinada. Llevaba casada solamente un mes y hacía una semana que había vuelto de su viaje de luna de miel.

Fechas clave

  • 07/85 – Tras la violación de tres mujeres en una misma noche, se inicia la Operación Hart.
  • 29/12/85 – Asesinato de Alison Day en el este de Londres.
  • 15/01/86 – Hallazgo del cadáver de Alison.
  • 17/04/86 – Asesinato de Maartje Tamboezer en Surrey.
  • 12/05/86 – Interrogatorio de John Duffy.
  • 17/05/86 – Asesinato de Anne Lock en Hertfordshire.
  • 17/07/86 – John Duffy, interrogado por la Operación Hart.
  • 21/07/86 – Hallazgo del cadáver de Anne Lock.
  • 23/11/86 – Arresto de Duffy, acusado de asesinato.

 


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