
- Clasificación: Asesino
- Características: Venganza
- Número de víctimas: 1
- Fecha del crimen: 11 de mayo de 1812
- Fecha de detención: 11 de mayo de 1812
- Fecha de nacimiento: c. 1769
- Perfil de la víctima: El primer ministro Spencer Perceval, de 49 años
- Método del crimen: Arma de fuego
- Lugar: Londres, Inglaterra, Gran Bretaña
- Estado: Ejecutado en la horca el 18 de mayo de 1812
Índice
El único primer ministro inglés asesinado
Luis Reyes – Tiempodehoy.com
11 de mayo de 2012
Cinco presidentes del gobierno español y seis de EEUU murieron en atentado en los siglos XIX y XX, pero hace ya 200 años desde que fuera asesinado un premier inglés, y ha sido un caso único. Entre los primeros había figuras históricas como Prim, Cánovas, Lincoln o Kennedy, sin embargo ¿quién se acuerda hoy de Spencer Perceval?
La propia historiografía británica lo considera uno de los primeros ministros olvidados, al que solo se recuerda por la manera en que murió: de un tiro, en la Cámara de los Comunes, víctima de un ciudadano descontento por una reclamación no atendida. Ni siquiera fue un atentado político en sentido estricto.
Spencer Perceval era hijo segundón del conde de Egmont y pertenecía a la aristocracia inglesa que dominaba Irlanda. Estudió Derecho en Cambridge y se convirtió en un jurista prestigioso. En realidad, se le recuerda más como abogado que como político, por su intervención en lo que quizá ha sido el proceso más escandaloso de la Historia, lo que se llamó la delicada investigación.
La delicada investigación
El príncipe de Gales, futuro Jorge IV, había sometido a un trato infame a la princesa Carolina de Brunswick, su esposa oficial (pues era bígamo y tenía otra esposa secreta). Carolina, harta de humillaciones, se había marchado a Italia a vivir su vida y, al parecer, se había tomado la revancha del infiel esposo con un pasional mayordomo italiano.
Jorge aprovechó la circunstancia para acusar a su mujer de alumbrar un hijo bastardo y demandó el divorcio. Spencer Perceval se encargó de la defensa de la princesa. La acusación de adulterio se vino abajo cuando se demostró que el niño de Carolina era adoptado, pero el Gobierno liberal, próximo políticamente al príncipe de Gales, censuró a Carolina.
Perceval le escribió al rey Jorge III una carta de 156 folios denunciando la escandalosa conducta del príncipe de Gales y solicitando que se permitiese a su defendida regresar a la corte. Cuando el rey lo rehusó, Perceval amenazó con hacer pública la carta, con el cúmulo de escándalos del príncipe de Gales. La carta se hizo famosa antes de conocerse su contenido y empezó a ser llamada El libro. Perceval cumplió su amenaza e imprimió El libro, pero antes de que se distribuyese hubo una crisis de gobierno, cayó el gabinete, fue llamada al poder la oposición y Perceval se convirtió en ministro.
Estando en el Gobierno, Perceval no podía destapar un escándalo que afectase al heredero del trono. Logró que el nuevo gabinete se pronunciase a favor de la princesa Carolina, recomendando su regreso a la corte, y decidió quemar El libro. Sin embargo, muchos ejemplares estaban ya en circulación, y Perceval gastó fondos públicos comprando los ejemplares esparcidos de El libro, que él mismo había publicado, para destruirlos.
La princesa Carolina mostró su agradecimiento a Perceval siendo madrina de su decimotercer hijo. Perceval era un hombre muy familiar y sencillo, de firmes convicciones religiosas, un puritano que no bebía, era adicto al trabajo, repartía parte de sus ganancias en caridad y execraba los juegos de azar, la caza del zorro y las infidelidades conyugales, es decir, las aficiones de los de su clase.
Entró en política tarde y sin esfuerzo, aprovechando el camino de rosas que se ofrecía a los vástagos de la clase dirigente. Cuando un primo suyo heredó el título de conde de Northampton y pasó a la Cámara de los Lores, Perceval heredó a su vez su circunscripción en la Cámara de los Comunes, y fue diputado por ella el resto de su vida.
Políticamente era un seguidor entusiasta del gran dirigente conservador Pitt el Joven, aunque no era estrictamente un miembro del partido tory. Su ideología consistía más bien en una serie de fobias: Perceval estaba en contra de Francia, de la emancipación de católicos que sufrían discriminación civil y política, de la trata de negros y del liberalismo representado por Charles James Fox.
En pocos años fue designado fiscal general y ocupó varios ministerios en gabinetes conservadores hasta convertirse en 1809 en jefe del gobierno. No era un político brillante, aunque sí trabajador eficaz y hombre de principios. Tampoco tenía prestancia física y un miembro de su gabinete, lord Eldon, le puso el apodo de Pequeño P, mientras que un diputado decía de él: «No es un buque de línea, pero lleva muchos cañones, tiene buena estructura y puede navegar en todas las aguas».
En definitiva, un político gris a quien le tocó dirigir Gran Bretaña en tiempos de gravísimos acontecimientos, como la guerra contra Napoleón en España o la gran crisis constitucional de la locura del rey Jorge III.
En 1809 el rey Jorge III comenzó a mostrar indicios de la locura que ya le había afectado 20 años antes. Tras la tragedia de la muerte de su hija pequeña, la princesa Amelia, el estado del rey empeoró hasta el punto de convertirse en un loco peligroso. Perceval tuvo que recurrir a lo que técnicamente era un golpe de Estado constitucional, usurpar el uso del sello del rey, para poner en marcha el mecanismo institucional que permitiera incapacitar al monarca y nombrar regente a su heredero, el príncipe de Gales.
Parecía que Perceval se había puesto la cuerda al cuello al darle la Regencia a alguien que le odiaba por su papel en la delicada investigación. Todos esperaban que el príncipe de Gales se vengara del partidario de su esposa y lo echase -algo que en aquella época podían hacer los monarcas ingleses- pero no sucedió así, sino que lo mantuvo en el cargo. Irónicamente, esa fue la más cruel venganza que pudo tomarse el príncipe de Gales, pues le iba a costar la vida a Spencer Perceval.
¡Murder!
Casi un año después de que comenzase oficialmente la Regencia, a las 5 y cuarto de la tarde del 11 de mayo de 1812, Perceval llegó a la Cámara de los Comunes para atender a una reunión. Al entrar en el vestíbulo, un hombre que le esperaba le disparó un tiro en el pecho casi a bocajarro. «¡Murder!» (asesinato) gritó el primer ministro mientras caía al suelo, aunque otros dicen que fue un piadoso «¡Dios mío!», más acorde con su religioso carácter.
Los presentes pensaron que aquel disparo era la señal para el comienzo de una rebelión, pero no había ninguna conspiración tras el magnicidio. El asesino se sentó tranquilamente esperando ser detenido: era solo un hombre con cuentas pendientes con la burocracia llamado John Bellingham. Bellingham, un comerciante dedicado a negocios de exportación en Rusia, había pasado cuatro años de prisión en ese país por una cuestión de deudas. Al regresar a Inglaterra reclamó repetidas veces una compensación al Gobierno, sin que su petición fuese atendida, lo que le llevó a tomarse lo que consideraba justicia por su mano.
Perceval falleció sobre la mesa de una sala cercana, antes de que llegara un médico a atenderle. Su cadáver pasó la noche en un sofá del salón del Speaker (presidente de la Cámara de los Comunes) y a la mañana siguiente fue trasladado al número 10 de Downing Street, el tradicional domicilio de los primeros ministros. La instrucción del crimen se realizó allí al lado, en la misma Downing Street, pero en un marco extravagante para un acontecimiento como este: el pub El Gato y la Gaita, donde el magistrado llegó pronto a la calificación de «asesinato premeditado». El único que ha tenido como víctima a un premier británico.
Asesinato en la Cámara de los Comunes
Mary Agnes Hamilton
¿Recuerdas lo que soñaste la noche pasada? ¿Era algo que viste, oíste o quizás leíste el día antes? Nosotros a menudo soñamos con acontecimientos pasados, pero a veces, soñamos con algo que todavía no ha sucedido.
En la noche del 3 de mayo de 1812, John Williams, un banquero de Cornwall en el suroeste de Inglaterra, había soñado (un mal sueño) sobre un asesinato en Londres, a unos 370 km.
En su sueño, Williams estaba en el vestíbulo de la cámara de los comunes, en el parlamento de Inglaterra.
«¡Un edificio magnífico!, pero, ¿por qué estoy aquí?», pensó, confundido. «Nunca estuve en Londres.»
Mucha gente entrando y saliendo del vestíbulo. Williams estaba quieto y los veía; unos minutos más tarde, vio a un hombre pequeño con un abrigo azul entrar en el edificio. Todos parecían conocer al hombre y querían hablar con él. Ese hombre atraía mucho la atención, Williams pensó que quizás era un político importante.
En ese momento, Williams vio a un hombre alto. Estaba de pie cerca de la puerta y vestía un abrigo negro con botones de oro, Williams no podía dejar de mirarlo. «Hay demasiada gente aquí», pensó Williams, «pero ¿por qué razón sólo estoy interesado en ese hombre?, no entiendo por qué»
De repente el hombre alto corrió a través de la multitud de gente hasta que enfrente de un hombre pequeño, Williams también vio con horror al hombre alto sacar una pistola de su bolsillo y disparar al hombre bajo que estaba frente a él. El hombre bajo calló al suelo con su mano en la cabeza. «Por favor, ayudadme», gritó.
La Cámara de los Comunes se llenaba de gritos de «ayuda» y «asesinato». Desde todas las esquinas la gente corría para ayudar al pobre hombre. Él estaba extendido en un charco de sangre en el suelo y no se movía. Williams también corrió y tristemente vio a la víctima. «la bala hirió su corazón» pensó Williams «Él no sobrevivirá».
Un doctor, entre la multitud, fue y examinó a la víctima. «¿Quién es ese hombre?» le preguntó Williams al doctor.
«Él era Spencer Perceval, el primer ministro de Bretaña» contestó el doctor «lo siento, pero no puedo informarte de la causa de su muerte».
Spencer Perceval nació en 1762 y fue el primer ministro de Bretaña de 1809 a 1812, era abogado pero en 1796, con 34 años, se convirtió en un miembro del parlamento. Él era un duro trabajador, un hombre popular y al rey George III realmente le gustaba. «Spencer Perceval era un hombre muy honesto» le dijo el rey a todo el mundo «yo realmente puedo contar con él»
«¿Por qué ese hombre mató a Perceval?» le preguntó Williams al doctor. «yo no lo sé» replicó al doctor «quizás por alguna razón no le gustaba Perceval o quizás él es malo»
Williams despertó de su sueño. Él estaba temblando violentamente y sentía mucho calor. También estaba aterrorizado porque el sueño parecía real. No pudo quedarse dormido durante mucho tiempo. «Soy un estúpido, tan solo era un mal sueño», finalmente pensó y pronto se quedó dormido. ¡Inmediatamente tuvo el mismo sueño otra vez! Ahora estaba muy preocupado. Decidió contárselo a su mujer.
«A veces por la noche sueño cosas que ocurren durante el día o sobre lo que pienso» le dijo a su mujer «pero yo no hablé de Perceval no pensé en él. Yo nunca escuché a nadie hablar sobre él. Además, ¿Por qué tuve dos sueños en el que lo asesinaban?»
«Son sueños malos» contestó su mujer «no te preocupes, vuélvete a dormir»
«Pero vive lejos de nosotros» insistió Williams. «Yo nunca lo he conocido o hablado de él»
«Yo a menudo leo sobre él en los periódicos» dijo la señora Williams «eso es probablemente el por lo que has soñado con él».
«Quizás los sueños signifiquen que algo malo le ocurrirá a Perceval» dijo Williams, «quizás viaje a Londres y se lo cuento a Perceval»
«No seas estúpido, nada de eso le ocurrirá a Perceval» dijo la señora Williams enfadada «estoy cansada, vámonos a dormir ahora»
A la mañana siguiente, Williams todavía estaba preocupado. Él no podía olvidar sus sueños. Williams trabajaba en un banco. Él fue al banco y les contó a sus colegas el sueño.
«No seas ridículo. Nadie planea matar al primer ministro de Bretaña» dijo un colega «nada parecido ha ocurrido antes, no te preocupes por tus sueños»
«Spencer Perceval no te creerá» dijo otro «Él pensará que estás loco si le cuentas por lo que estás preocupado acerca de él».
Williams escuchó a su mujer y a sus colegas. Él estaba en Cornwall y no hizo nada a cerca de sus sueños.
En la noche del 10 de mayo, exactamente una semana después de que Williams tuviera sus sueños Spencer Perceval también tuvo un sueño. Soñó que estaba en la casa de Commons, andando a través del vestíbulo cuando un hombre con un abrigo negro con botones de oro corrió hasta que estuvo frente a él, cogió una pistola de su bolsillo y le disparó.
A la mañana siguiente, en el desayuno, Perceval habló con su mujer de su sueño.
«Quizás tu sueño significa algo» dijo ella «quizás algo malo ocurrirá, estoy preocupada, por favor, no vayas hoy a la casa de Commons».
«Yo debo hacer mi trabajo. Hay un debate importante esta tarde en la casa de Commons y soy un participante en él» respondió Perceval.
«Papá, yo también estoy aterrorizado» gritó su hijo mayor «tu vida podría estar en peligro».
«Por favor, quédate en casa papá» añadió su hijo pequeño.
«Estáis siendo ridículos» dijo Perceval « ¡Nadie quiere dispararme, es sólo un sueño! ¡No podéis creer en los sueños!» Él se puso su abrigo azul y fue a la casa de Commons. Perceval no lo sabe, pero está cometiendo el error más grande de su vida.
A las cinco de esta tarde, Spencer Perceval salió de una de las habitaciones de la casa de Commons y fue dentro del vestíbulo. Había mucha gente en el vestíbulo y él no vio al hombre alto con el abrigo negro de botones de oro. El hombre estaba esperando detrás de la puerta y viendo cuidadosamente a Perceval. Su nombre era John Bellingham. De repente Bellingham corrió hasta el primer ministro, cogió una pistola de su bolsillo, apuntó al corazón del primer ministro y le disparó.
«¡Crimen!, ayudadme por favor» gritó Perceval. Como él dijo, puso su mano derecha en la cabeza y cayó al suelo.
Mucha gente en el edificio corría hacia Perceval. Ellos intentaban ayudarle pero murió antes que lo ayudaran.
«Cerrar la puerta, que no salga nadie» gritó alguien.
«¿Quién lo hizo?» se preguntaba la gente.
Bellingham no intentó escapar. «Lo hice yo. Soy un hombre desafortunado» respondió él. Él todavía sostenía el arma y no se resistió cuando un guardia lo arrestó. «El gobierno de Gran Bretaña me ha tratado terriblemente» continuó con una voz calmada «yo cogí la justicia por mi mano»
John Bellingham era un hombre inglés de la ciudad de Liverpool. Cuando él era joven y casado decidió abrir un negocio de exportación en Rusia. Desafortunadamente su negocio fracasó y consecuentemente él debía al gobierno de Rusia mucho dinero. Bellingham no pudo pagar el dinero y fue para la cárcel. El embajador británico intentó ayudar a Bellingham pero no pudo persuadir a los rusos de que lo liberaran y Bellingham pasó muchos meses en una prisión rusa.
Bellingham estaba enfadado. «El embajador británico no hizo suficiente para ayudarme» pensó él «¿por qué no hizo más?».
Tan rápido como Bellingham salió de la prisión, el volvió a Inglaterra. Escribió cartas y habló con mucha gente en el gobierno sobre el terrible tiempo en la prisión rusa. «el gobierno tendrá que compensarme» él se lo dijo a ellos. Pero nadie quería ayudar a Bellingham y se puso más triste. «¿Cómo es posible?» les dijo a sus amigos «yo soy un leal ciudadano británico. ¿Por qué a nadie del gobierno le importa lo que me ha sucedido?» Bellingham decidió escribir al primer ministro Spencer Perceval. «Perceval entenderá mi situación y me compensará» pensó él. Sin embargo ni siquiera el primer ministro le prestó nada de atención a su demanda de justicia.
La mujer de Bellingham vio a su marido convertirse en un hombre triste y amargado. «Por favor, para de escribir esas cartas» le suplicó su mujer «el gobierno no te da su compensación ¿Por qué no intentas empezar un nuevo negocio?»
Sin embargo, Bellingham no quería parar de escribir cartas y hablarle a la gente importante. Un día, en el que él llevaba a su mujer y a otra mujer detrás de él a la secretaría de la oficina del Estado. «Este atrajo la atención de la gente y ellos sabrán cuál es mi problema» pensó él.
Un hombre vio el extraño espectáculo. «Este hombre, Bellingham está completamente loco» dijo él.
Pero nadie entendió como el loco estaba convirtiéndose. «Conseguiré justicia» pensó él «me aseguraré de que el gobierno me presta atención». Este mismo día compró un arma y munición. Él empezó a planear su venganza.
Bellingham empezó a pasar sus noches en la casa de Commons. Él estaba tranquilo en el vestíbulo y observó cómo los ministros entraban en el edificio. Nadie parecía saber que él estaba allí.
En la noche del 11 de mayo de 1812, Bellingham decidió que era hora de su venganza. Él se puso su abrigo negro con los botones de oro, puso el arma en el bolsillo de su abrigo y fue a la casa de Commons. Ahí, él disparó al primer ministro. La bala fue al corazón de Perceval.
La policía siguió investigando. Durante la investigación Bellingham estaba calmado. «Yo he sufrido durante muchos años y ahora, finalmente, mi país oirá la verdad en un tribunal de justicia» le dijo a la policía.
El juicio tuvo lugar el viernes 15 de mayo de 1812, apenas cuatro días después del asesinato. Mucha gente fue al juicio porque sentían curiosidad por ver al asesino y oír su defensa. «Lo siento por la muerte del señor Perceval» dijo Bellingham al tribunal. «Miren, yo no tenía nada en contra de ese hombre, Spencer Perceval, pero yo estaba muy enfadado con el gobierno porque ellos no me ayudaron cuando mi negocio en Rusia fracasó. Yo no maté al hombre, Spencer Perceval. Yo maté a Spencer Perceval, el primer ministro».
Debido a esas palabras, mucha gente que estaba en el juicio opinaba que Bellingham estaba loco. Sin embargo, en la opinión del juez, Bellingham no estaba loco. «Este hombre, Bellingham, sabe lo que hizo» le dijo el juez al tribunal al final del juicio «Él sabe la diferencia entre lo bueno y lo malo. Mi veredicto es que es culpable. John Bellingham morirá ahorcado».
Exactamente una semana después del asesinato, John Bellingham estaba colgado
Cuándo John Williams, el banquero de Cornwall leyó sobre el asesinato en los periódicos, estaba horrorizado. Él viajó a Londres y compró un cuadro del asesinato del primer ministro, incluyendo la localización de la herida y los aspectos físicos de Perceval y Bellingham, que eran iguales que en sus sueños.
John Williams nunca entendió por qué vio el futuro en sus sueños y por qué no soñó con el futuro otra vez.