Jean Harris
  • Clasificación: Asesina
  • Características: Celos - Despecho
  • Número de víctimas: 1
  • Fecha del crimen: 10 de marzo de 1980
  • Fecha de detención: 10 de marzo de 1980
  • Fecha de nacimiento: 27 de abril de 1923
  • Perfil de la víctima: Su ex amante el Dr. Herman Tarnower (cardiólogo conocido y autor del best-seller La dieta Scarsdale)
  • Método del crimen: Arma de fuego
  • Lugar: Westchester, Estados Unidos (Nueva York)
  • Estado: Condenada de 15 años a cadena perpetua el 24 de febrero de 1981. El gobernador Mario Cuomo conmuta su sentencia el 29 de diciembre de 1992. Puesta en libertad el 23 de enero de 1993. Muere el 23 de diciembre de 2012
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Jean Harris dispara contra el «Doctor Dieta»

Última actualización: 19 de marzo de 2015

Jean Harris, directora de un colegio femenino en Virginia y amante de Herman Tarnower, el «doctor dieta» de Scarsdale, conducía hacia el estado de Nueva York con el propósito de verle. Junto a su asiento había un revólver cargado.

E1 10 de marzo de 1980, Jean Harris emprendía, por última vez, las cinco horas de viaje que separan Virginia del condado de Westchester, en Nueva York. En el asiento del copiloto había una maceta con margaritas, un revólver Harrington and Richardson del calibre 32 y 34 balas. Jean Harris era directora del Madeira School, un selecto colegio para señoritas en McLean, Virginia, y viajaba con el propósito de ver al doctor Herman Tarnower, el hombre que «engordó», económicamente hablando, gracias a su famosa dieta Scarsdale.

Tenía 57 años y llevaba junto al doctor catorce, pero todo parecía indicar que una mujer más joven que ella ocupaba su lugar. Herman se había negado a invitarla a la prestigiosa cena que la Westchester Heart Association celebraba en su honor y se proponía sustituirla por Lynne Tryforos, la enfermera recepcionista de su clínica Scarsdale.

Cuando llegó a Purchase, zona en la que residían numerosas celebridades, no se sorprendió al encontrar la inmensa casa a oscuras porque sabía que el doctor solía retirarse temprano, hacia las 9,30 de la noche. También sabía que Henri y Suzanne van der Vreken, los sirvientes, estarían allí y que la puerta del garaje estaba abierta. Tomó las flores, la pistola cargada y cinco balas; subió a la casa por la estrecha escalera de caracol que llegaba hasta el garaje y se dirigió a la habitación de su amante. Conocía el camino perfectamente.

Encendió la luz y exigió hablar con él. El doctor, aún medio dormido, lo único que acertó a decir fue: «Dios mío, Jean, es media noche.» Ella no le escuchó, se precipitó hacia el baño y encontró el camisón de su rival, rulos del pelo y restos de su cabello en la ventana.

Para entonces, él ya estaba despierto, despejado y muy furioso. Consiguió apaciguar su histeria abofeteándole dos veces, pero ella metió la mano en su bolso y sacó el revólver; lo colocó junto a su propia sien, pero el doctor intentó arrebatarle el arma y ésta se disparó hiriéndole en una mano.

A pesar del inmenso dolor que sentía, pudo sostener el revólver con una mano mientras daba con la otra a la señal del intercomunicador que tenía en la cabecera de su cama con la intención de alertar a los Van der Vreken. No le dio tiempo. Ella se lanzó a por el arma y, mientras luchaban, se oyó un disparo y el doctor se derrumbó, sangrando, entre el estrecho hueco que separaba las camas gemelas. El revólver se disparó por accidente, pero ella tenía el dedo en el gatillo mientras forcejeaban por su control.

En la planta de abajo, Suzanne, la sirvienta había descolgado el auricular del intercomunicador y pudo oír gritos, disparos y la voz de Jean Harris. Cuando el matrimonio llamaba a la Policía, ésta pasó ante ellos con su elegante camisa blanca manchada de sangre y la mirada extraviada. Fuera estaba lloviendo. Mientras, en el piso de arriba, el cardiólogo Herman Tarnower, se estaba muriendo.

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Tras siete semanas dedicadas a seleccionar a los doce miembros del jurado, el juicio contra Jean Harris empezó el 21 de noviembre de 1980 en White Plains, Nueva York. Desde el primer momento, el «juicio del asesinato de Scarsdale» se convirtió en noticia; los protagonistas eran personas educadas, sin problemas económicos y muy bien relacionadas. El nombre del doctor era ya familiar y Jean era la respetada y digna directora de un colegio en el sur conservador.

Sin embargo, estos dos sólidos pilares de la sociedad cayeron en el cliché más antiguo del mundo: una mujer mayor humillada asesina a un pérfido conquistador.

Presidió a la sala el juez Russel Legget; Joel Arnou protagonizó la defensa y la acusación estuvo representada por el ayudante del fiscal del distrito, George Bolen. El ministerio fiscal alegaba que Jean Harris había asesinado al doctor Tarnower. Los cargos eran de homicidio en segundo grado, posesión ilegal de un arma de fuego (la pistola estaba registrada en el estado de Virginia, por lo que, legalmente, no podía sacarla de allí).

La defensa mantenía que Jean Harris había ido a la casa de su amante con la intención de despedirse de él y suicidarse después en su invernadero, lugar que le traía recuerdos felices de cuando empezó su historia de amor. Pero, cuando el doctor intentó arrebatarle la pistola, se produjo el trágico accidente.

La confusión fue en aumento cuando el policía Daniel O’Sullivan, uno de los primeros agentes en la escena del crimen, declaró durante una visita preliminar que tuvo lugar en marzo (para determinar si el juicio era necesario), que la acusada le había contado que «había viajado hasta allí desde Virginia con la intención de que el doctor la matara». Jean Harris negó esto además de que quisiera o intentara matar a su amante.

Joel Arnou expuso pruebas que demostraran que su cliente había dejado en orden todos sus papeles, había escrito su testamento y firmado su dimisión. Aunque lo hiciera de modo informal, estos hechos podían interpretarse como indicios de la supuesta pretensión de suicidio. Aun así, se dedicaron muchas horas a determinar las diferentes fases de la depresión de Jean Harris. Cada vez que ella decía que había estado sometida a grandes presiones en su trabajo, que era culpable de no poder hacer frente a la conducta del doctor, etc., conseguía que el jurado se formase la abrumadora idea de que su compañero la había tratado de forma vergonzosa y de que ella había hecho caso omiso a su propio martirio. Parecía natural que explotara tarde o temprano.

La teoría del suicidio se derrumbó cuando George Bolen hizo una pregunta capciosa: «¿Por qué no se suicidó cuando el Dr. Tarnower ya no podía quitarle la pistola?» Después de todo, ella tenía aún suficientes balas como para acabar con todo de una vez. No hubo una sola respuesta convincente a esta pregunta.

Otra cuestión poco convincente fue su versión de lo sucedido aquella noche. Era una mujer muy inteligente y acostumbrada al rigor intelectual; sin embargo, su declaración fue muy confusa. El doctor tenía tres heridas, no dos como ella decía. Por otra parte, su abogado no dejó suficientemente claro el hecho de que ella sufría síntomas de síndrome de abstinencia por la potente mezcla de tranquilizantes y estimulantes que tomaba, desde hacía 10 años, por prescripción facultativa del Dr. Tarnower.

Esta medicación podía, por sí sola, determinar su radical cambio de comportamiento. Tampoco recurrieron a un informe psiquiátrico, lo cual sorprendió bastante al jurado. (La acusada había sido examinada por un psiquiatra poco después de la muerte de su amante).

La situación dio un cambio rotundo cuando se dio lectura, en la sala, a la carta Scarsdale, escrita por Jean Harris y enviada a su amante por correo certificado. Los insultos que dirigía a Lynne Triforos, su paranoica obsesión por minuciosos detalles financieros y su lastimoso y desagradable servilismo, conformaron una visión negativa de la personalidad de la acusada.

Para el jurado era evidente que se trataba de un grito de agonía de una mujer enfadada con su amante y consigo misma por haber llegado a semejante degradación. Puede que los miembros del jurado sintieran compasión por la autora de la carta, pero vieron en ella un motivo convincente para cometer el asesinato.

Aun así, podía haber puesto las cosas a su favor si hubiera mostrado una sola emoción y si hubiera explicado que escribió la carta en un estado de total desesperación. Pero, no mostró ningún remordimiento o vergüenza. «La íntegra Jean», como la llamaban sus alumnas, parecía ahora capaz de cometer un asesinato.

El jurado se retiró a deliberar el 20 de febrero de 1981. Tardó ocho días en tomar una decisión pero, finalmente, hallaron a la acusada culpable de todos los cargos. El 20 de marzo fue sentenciada a 15 años de condena sin posibilidad de libertad condicional y fue trasladada inmediatamente al correccional de Bedford Hills, una prisión de máxima seguridad.

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Cobertura informativa

En el juzgado de White Plains se dieron cita la prensa y la TV de todo el mundo. Jean Harris estuvo sometida a la mirada de la opinión pública durante las 14 semanas que duró el juicio. Sin embargo, como directora que había sido, estaba acostumbrada a dirigirse a un gran número de personas y ser el centro de atención. Sabía perfectamente como manipular a los medios de información en su propio beneficio. Cada día aparecía impecable y muy tranquila. Gracias a los periodistas asistentes, parecía la imagen de la injusticia personificada.

Hubo un momento en que el juez Leggett ordenó a los dos abogados, Joel Arnou y George Bolen, que no hablaran con la prensa. Pero Jean Harris, sin inmutarse, les desafió: ¿Se dan cuenta de la cantidad de veces que hemos tenido que detener el juicio para conseguir pruebas que deberíamos haber tenido? «Me gustaría que la prensa le contara al público lo que está sucediendo».

Durante todo el juicio, se dirigió directamente a la prensa, discutiendo el caso, la conducta de sus abogados y la hostilidad u otros aspectos de los testigos. Siempre daba la impresión de ser la parte perjudicada en lugar de la acusada. La prensa, hipnotizada, la convirtió en una estrella.

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Grados de homicidio

En Estados Unidos el término homicidio se divide y clasifica en distintos grados. Homicidio en primer grado es aquel que implica premeditación y alevosía. En este caso, transcurre un período de tiempo entre el momento en que se piensa en matar a alguien y el momento en el que esta idea se lleva a cabo. Es parecido al cargo de asesinato en Inglaterra y España.

Jean Harris fue acusada de homicidio en segundo grado. Esta acusación no implica premeditación, pero no excluye el irresistible deseo de matar a alguien una vez que se ha conseguido el arma. Supone una sentencia de 15 años sin libertad condicional.

Ella siempre mantuvo que la muerte del doctor Tarnower fue un accidente; que el disparo que recibió fue producto del forcejeo que mantuvieron cuando quiso impedir que ella se suicidará de un tiro.

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PRIMEROS PASOS – La necesidad de ser amada

Hija de un ingeniero de la industria petrolera, Jean Harris, fue una niña brillante que tuvo una sólida infancia de clase media. En estos antecedentes no había indicio alguno del drama y la publicidad en los que se vería envuelta años más tarde.

Jean Struven nació en Chicago en 1923. Fue la segunda de los cuatro hijos de Mildred y Albert Struven. En 1934, la familia se trasladó a Cleveland y Jean ingresó en el Laurel, un, colegio de Shaker Heights conocido por ser muy exigente. Años más tarde, estudió económicas en la escuela superior Smith, donde se graduó en 1945.

Poco después, se casó con James Scholes Harris, un joven al que conocía desde que tenía 7 años, y se establecieron en Grosse Pointe, una población próxima a Detroit. Fue un matrimonio sin incidentes que duró 19 años. Tuvieron dos hijos, David y James, antes de separarse. James era un hombre amable pero poco imaginativo (murió poco antes de que Tarnower fuera asesinado) y Jean Harris no tardó en abandonarle. Después del divorcio ella obtuvo la custodia de sus hijos y se mudó a Filadelfia para comenzar a trabajar como administradora del colegio Springside.

Les presentaron durante una cena que daban unos amigos comunes, Margie y Leslie Jacobson. Pasaron toda la velada juntos, fascinados por sus respectivos intelectos, y, durante los meses que siguieron, Herman Tarnower, más conocido como Hy, la visitó tan asiduamente que al poco tiempo le propuso matrimonio.

En realidad, el doctor ya había faltado a una promesa de matrimonio con otra mujer de 56 años, nunca había estado casado y no tenía la menor intención de casarse con Jean Harris. Ella, por su parte, se sentía profundamente atraída por la cultura judía a la que él pertenecía y por el estatus social que suponía su profesión.

Aunque sus proyectos de boda nunca se hicieron realidad, pasaron muchas vacaciones juntos en lugares exóticos, y numerosos fines de semana en el Hotel Pierre de Nueva York. Así, de forma más o menos constante, su romance se mantuvo 14 años, durante los cuales Jean prefirió ignorar a las numerosas mujeres que desfilaban por la vida del doctor, así como las cartas de Lynne Tryforos, que fueron llegando desde 1972.

En 1971, Jean Harris se trasladó a Connecticut para trabajar como directora del colegio Thomas y, en 1977, se marchó a Virginia para ocupar un cargo semejante en el colegio Madeira. Durante esta época, se aferró al doctor Tarnower sin darse cuenta de sus claras insinuaciones de ruptura. Fue entonces cuando empezó a martirizarse humillándose una y otra vez: cada vez que iba a casa de su amante, encontraba allí a Lynne Tryforos con sus hijos.

A principios de 1980, Jean Harris llegó al límite de sus fuerzas. La vida en el Madeira se le hizo muy difícil. Se sentía desolada, impotente y despreciada. Estaba muy cansada y deprimida, por lo que, el 6 de marzo, decidió dejar de tomar los tranquilizantes y anfetaminas que Tarnower le había recetado hacía ya mucho tiempo. En medio de esta depresión, se encontró con que el doctor no la había invitado a la cena-homenaje que iba a celebrarse en su honor.

El 10 de marzo, escribió una larga y devastadora carta que le envió por correo certificado (para leerla habría tenido que firmarla). Terminó su testamento y le llamó por teléfono para decirle que tenía intención de ir a verle para hablar con él. «Haz lo que quieras», respondió él. Entonces, abrazó a sus dos perros, se despidió de ellos, tomó su revólver y se marchó.

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DEBATE ABIERTO – La dieta médica Scarsdale

En 1979, el libro de la dieta médica Scarsdale se agotó rápidamente en todas las librerías. Se convirtió en un best seller y proporcionó 6 millones de dólares en derechos de autor. Cuando dispararon contra el doctor Tarnower estaba a punto de salir la undécima edición.

Aunque no estaba especializado en nutrición, el doctor Tarnower llevaba 20 años recomendando a sus pacientes una dieta concreta antes de plantearse la idea de publicarla. Fue un amigo y vecino suyo, Oscar Dystel, director de Bantam Books, quien le aconsejó e insistió sobre esta posibilidad.

Tarnower estaba entusiasmado con el proyecto de transformar su frugal y monótona dieta (requesón, pomelo, espinacas, pollo hervido y col) en un libro atractivo. Samm Sinclair Baker, un escritor comercial, con más experiencia en el tema, se hizo cargo del proyecto y consiguió, ingeniosamente, alargar y embellecer los principios básicos para crear las dietas Scarsdale: la dieta gourmet, la vegetariana, la económica y la internacional.

Jean Harris estaba muy disgustada con el éxito del doctor, ya que, en su opinión, un médico respetado y prestigioso no debería comportarse de forma tan vulgar. (Tarnower, por el contrario, esperaba ansiosamente el momento de repartir ejemplares de su Ebro entre las mujeres invitadas a sus cenas.) No obstante, era tal el rechazo que le inspiraba la empalagoso prosa de Sinclair Baker, que trabajó durante «dos largas se noche y día» retocando y quitando determinados fragmentos para que el resultado final no fuera demasiado degradante para su compañero.

Su participación en el libro quedó reflejada en la siguiente dedicatoria: «Nuestro agradecimiento a Jean Harris por su magnífica ayuda en la investigación y redacción de este proyecto». Tarnower, además, le pagó 4.000 dólares. Nada más recibirlos, le escribió inmediatamente una carta en la que decía que preferiría unas vacaciones junto a él.

Hoy día, diez años después, la dieta Scatsdale ha desaparecido sin dejar rastro. Se trataba, fundamentalmente, de un régimen para pacientes con problemas de circulación sanguínea y de corazón a los que se recomendaba no tomar grasas, alcohol, sal y alimentos ricos en azúcar. Era, en definitiva, un compedio de los típicos consejos que suelen dar todos los médicos. Era ideal para personas con excesos de peso, ya que recomendaba seguir la dieta durante dos semanas para después descansar otras dos, es decir, que proporcionaba gran alivio físico y espiritual a cualquier mujer. Por otra parte, se trataba de un ejemplo más de su deseo de controlar sus vidas.

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La carta Scarsdale

«Dos veces he cogido dinero de tu cartera para pagar los daños que tu querida psicópata ha causado en mi propiedad. Yo no tengo dinero para mantener a una amante enferma, tú sí».

Este fragmento es parte de una carta que Jean Harris escribió al doctor Tarnower. «La carta Scarsdale» fue la perdición de la acusada. Hasta el momento en que fue leída durante su testimonio, el jurado había sido comprensivo con tan respetable y disciplinada mujer, pero desde entonces parecía evidente que era capaz de dejarse llevar por una cólera incontrolable. En la sala se oyeron numerosos gritos de angustia y de protesta.

El contenido de la carta es largo y confuso pero en modo alguno incoherente. Está llena de insultos dirigidos a su supuesta rival, Lynne Tryforos, y muestra la obsesión de Jean Harris por el dinero. Con respecto a su relación sentimental, la culpa de la ruptura la tienen todos menos el Dr. Tarnower. Al final de la carta ella le ruega humildemente que le conceda un poco de tiempo.

La carta fue escrita bajo un estado de profundo desequilibrio mental, entre el 8 y 9 de marzo. El día 10 se la envió al doctor Tarnower por correo certificado, sistema que requiere la firma del destinatario. La defensa hizo mucho hincapié en que si Jean Harris se hubiera propuesto matar a la víctima el 10 de marzo, no le habría mandado una misiva que sólo podría firmar, y por tanto recibir, a partir del 11.

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La víctima

Cuando murió, Herman Tarnower, el eterno soltero conocido como Hy o Hi, era un hombre de 69 años muy bien conservado. Nacido en Brooklyn e hijo de unos emigrantes judíos del este de Europa, era un médico concienzudo y terriblemente ambicioso. Su padre trabajó en un negocio de sombreros pero se las arregló para enviar a su hijo a la facultad de medicina de Syracusa, en la que se especializó en cardiología en tan sólo cuatro años.

Tarnower puso mucho empeño en corregir su marcado acento de Brookling. Era tal su ansia de romper con su pasado que se hizo esculpir una tumba en la iglesia anglosajona del condado de Westchester, donde había establecido el Centro Médico Scarsdale. El centro estaba decorado con una gran colección de trofeos de caza.

Otra de sus grandes aficiones eran las mujeres. Por su vida desfilaron gran cantidad de rubias que, por supuesto, no eran judías, (su familia nunca le hubiera presionado para que se casara con una mujer que no fuera judía). Todas eran abandonadas sin contemplaciones en cuanto dejaban de ser sus favoritas. En una ocasión, durante una cena, dejó estupefacta a su invitada, una mujer madura, cuando dijo: «La mujer ideal para un hombre de mi edad debería tener 37 años».

En definitiva, era un hombre intrigante y superficial, cuya introspección provocaba miedo o aburrimiento en cuantos le conocían. Curiosamente, el doctor nunca leía novelas y jamás tenía tiempo para lo que implicara el desarrollo de la personalidad o psicología de un individuo.

Siendo así, no sorprende el hecho de que subestimara la complicada personalidad de Jean Harris. Probablemente, pensó que había dejado su postura perfectamente clara frente a todas las mueres de su vida. Este era su orgulloso lema: «Yo no amo a nadie, no necesito a nadie». Desgraciadamente para el pobre doctor, Jean Harris no pudo comprender este mensaje tan frío.

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Leyes sobre armas

Jean Harris fue sentenciada a cuatro años por posesión de un arma en el Estado de Nueva York, y a tres más porque su posesión no tuvo lugar ni en su trabajo, ni en su lugar de residencia. En Estados Unidos, donde obtener armas de fuego es relativamente fácil en comparación con Europa, las leyes que regulan todo lo concerniente a las licencias son, sin embargo, muy rigurosas. Cada Estado tiene su propia legislación con respecto a las armas, pero si un residente de un Estado cualquiera cruza con un arma una frontera estatal, el delito se transforma inmediatamente en un asunto federal y conlleva a una sentencia más dura. De acuerdo con las leyes federales, es un delito utilizar un arma en cualquier Estado que no sea aquel en el que está registrada.

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Conclusiones

Tras el juicio, Jean Harris fue conducida a la prisión de Bedford Hills, en Nueva York, donde todavía cumple condena. En 1982 intentó en vano llevar a cabo una apelación. Dos años más tarde sufrió un ataque al corazón de que se recuperó lentamente. Aunque no cumplirá los requisitos para su libertad condicional hasta 1996, cuando tenga 72 años, pidió clemencia al Gobernador Cuomo, durante la Navidad de 1988 (una fecha tradicional en la que el Gobernador atiende tales peticiones). Su súplica fue denegada.

Jean Harris no es la típica reclusa, es decir, es blanca, de clase media bien educada. Ha utilizado sus conocimientos académicos y sus habilidades literarias para llamar la atención sobre la situación de las mujeres en las prisiones y la ausencia de medios de rehabilitación para las delincuentes. Ha escrito dos libros, «Stranger in two worlds» (Extraña en dos mundos) y «They always call us ladies, Histories from prision» (Siempre nos llaman señoras, Historias de la prisión), que documentan la destrucción espiritual y ponen de manifiesto la inutilidad de la rutina carcelaria.

También ha colaborado en la fundación de un centro para niños en el que los hijos de las reclusas puedan jugar normalmente con sus madres durante determinadas horas de visita. En agosto de 1988 apareció en el programa nacional de la ABC «Good Morning, America», ocasión en la que denunció la lamentable situación del sistema penitenciario para mujeres.

Su caso llamó la atención de célebres escritores como la criminóloga Shana Alexander, que escribió «Very much a lady» (Toda una señora) y la crítica literaria Diana Trilling, autora del libro «The death of the Scarsdale diet doctor».

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Bibliografía

  • Alexander, Shana, Very Much A Lady. Little, Brown and Company, 1983.
  • David, Jay, The Scarsdale Murder: The Slaying of Dr. Herman Tarnower of «The Complete Scarsdale Medical Diet.» Leisure Books, New York, NY, 1980.
  • Harris, Jean, Stranger in Two Worlds. Zebra Books, Kensington Publishing Corp., New York, NY, 1986.
  • Harris, Jean, They Always Call Us Ladies. Charles Scribner’s Sons, New York, NY, 1988.
  • Harris, Jean, Marking Time. Zebra Books, Kensington Publishing Corp. New York, NY 1993.
  • Spencer, Duncan, Love Gone Wrong: The Jean Harris Scarsdale Murder Case. Signet Book, New American Library, New York, NY 1981.
  • Trilling, Diana, Mrs. Harris: The Death of the Scarsdale Diet Doctor. Harcourt Brace Jovanovich, New York and London, 1981

 


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