
Papillon
- Clasificación: Homicida
- Características: Fugas carcelarias
- Número de víctimas: 2
- Fecha del crimen: 26 de marzo de 1930
- Fecha de detención: 7 de abril de 1930
- Fecha de nacimiento: 16 de noviembre de 1906
- Perfil de la víctima: Roland Legrand (un proxeneta) y un compañero de presidio al que mató «en legítima defensa»
- Método del crimen: Arma de fuego (Roland Legrand)
- Lugar: París / Guayana Francesa, Francia
- Estado: Condenado a trabajos forzados a perpetuidad el 26 de octubre de 1931. Tras protagonizar varias fugas, obtuvo finalmente la libertad el 18 de octubre de 1945. Falleció en Madrid el 29 de julio de 1973
Henri Charrière, «Papillon»
Datos extraídos del programa radiofónico «La Noche» de Cadena COPE.
Henri Charrière, alias Papillon, protagonizó fugas increíbles en los pavorosos penales de la Guayana francesa durante toda una larga década y finalmente huyó hacia la libertad desde la Isla del Diablo, un penal insular del que ni antes ni después consiguió escapar hombre alguno.
¿Quién era este individuo cuando fue condenado?
Henri Charrière fue huérfano pronto, a los once años; a los diecisiete se alistó en la Armada Francesa (parece que el ambiente del ejército no le gustó en exceso), estuvo allí dos años. Después, finalmente se afinca en París y allí entra a formar parte de los bajos fondos; un mundo muy relacionado con el hurto, la prostitución, con un incipiente tráfico de drogas… Y, concretamente, el 26 de octubre de 1931 es condenado a trabajos forzados a perpetuidad por un crimen que él siempre negó haber cometido: la muerte de un proxeneta conocido en los bajos fondos de París, Roland le Petit.
La policía le acusó basándose en que Roland le Petit, antes de morir, había dicho que el asesino era Papillon, pero fundamentalmente en el juicio se basa en el testimonio de un soplón de la policía con el que parece que los propios agentes tenían más de un negocio. Y lo cierto es que en el juicio, Charrière niega en todo momento haber cometido ese crimen, niega incluso conocer a este individuo. [A los pocos meses de haber sido condenado Papillon, el soplón que le había acusado fue procesado y condenado a una condena a perpetuidad por tráfico de cocaína].
A Papillon lo recluyen en una de las cárceles, ¿no?
Efectivamente. Después de un tiempo va a la Guayana francesa y en 1933 empieza su primera fuga en compañía de dos convictos, con quienes navega hasta la costa de Trinidad y Tobago [frente a las costas de Venezuela] y finalmente llegan a Riohacha, en Colombia. Es una primera aventura fascinante, porque entran y conviven con una comunidad de leprosos, después una familia inglesa también les proporciona ayuda, pero finalmente llegan a la región de La Guajira, y es cuando Charrière vive la mejor época de su vida carcelaria; un lugar del que recordará haber experimentado la forma más pura de amor y de belleza.
¿Cómo es ésta experiencia que Papillon declara inolvidable y de forma tan grata?
Es una experiencia verdaderamente curiosa, porque él finalmente va a parar a una comunidad de aborígenes, buscadores de perlas, y allí dos hermanas se enamoran a la vez de él. Él más o menos convive con estas mujeres. Es un periodo muy grato de felicidad, pero no de esa libertad final que él anhela; de manera que finalmente decide abandonar el poblado y la huida no acaba bien. Papillon acaba siendo capturado y encarcelado en Santa Marta, en una población colombiana; de ahí se le traslada al penal de Barranquilla, donde vuelve a encontrar a los dos compañeros con los que inicialmente había huido y que éstos habían sido apresados.
Intenta escapar varias veces de esta prisión de Barranquilla y en uno de los intentos se rompe los arcos plantares de los pies y para siempre se queda con los pies planos.
Finalmente, en 1934 los tres compañeros de fuga vuelven a ser deportados por el gobierno colombiano a la Isla de Saint-Joseph, nuevamente se le devuelve a jurisdicción francesa; una isla que llamaban la devoradora de hombres, y allí permanece en un régimen de total aislamiento, hasta que se les traslada al penal de la Isla de Royale, donde al poco de llegar Papillon vuelve a intentar otra fuga, que en este caso se frustra porque su cómplice finalmente se chiva y este compañero corre una suerte terrible porque Papillon se venga y consigue matarle. De alguna forma, es curioso, este delito, digamos que se hace bastante menor, se considera en esa isla prisión que ha sido en legítima defensa y se le condena, unido al intento de fuga, a ocho años de aislamiento.
¿Cómo consiguió escapar Papillon de aquel infierno en vida?
Fue una mezcla de voluntad extraordinaria, él se refugia en los momentos de su infancia, y de otra forma, también lo que se produce es un auténtico azar, una verdadera casualidad sin la cual probablemente no hubiera sobrevivido.
Cuando llevaba diecinueve meses, la hija de unos funcionarios, una niña llamada Lissette, cae a un mar infestado de tiburones. Curiosamente aquellos guardias en su mayoría no sabían nadar y el resto se sienten aterrorizados por la situación, y Papillon grita, se ofrece a salvar a esta niña. Dice, y es cierto, que es un gran nadador; le dejan salir, se lanza al mar, arriesga su vida y en esa situación terrible consigue sacar a Lissette. Lógicamente, sus carceleros se apiadan de la situación, aceptan un poco lo que él intenta también parecer (que ha caído en un estado de locura) y finalmente, gracias a esto, le trasladan a un penal manicomio en otra isla menos vigilado y con unas condiciones infinitamente menos duras.
En esta isla manicomio vuelve a intentar la fuga, es apresado y se le traslada al peor de los penales de todas aquellas islas: la Isla del Diablo, un islote rocoso batido por fortísimas corrientes del que absolutamente nadie había conseguido escapar jamás. Pero Papillon no era uno más. Parece que aquellas alas de mariposa que llevaba grabadas en su pecho terminaron batiendo con fuerza para conducirle definitivamente a la libertad.
¿Cómo fue aquella mítica y definitiva fuga?
Fue la definitiva, [y el periodista Miguel Ángel Almodóvar cree] que es el máximo en el que se unen una valentía, una sagacidad extraordinaria y sobre todo una extraordinaria capacidad de observación. Él se puso a mirar muy atento el mar y descubrió que las olas tenían una cadencia y que la séptima era siempre mucho más fuerte que las otras, y él comprendió que aquella séptima ola, a la que bautizó como Lissette, sí que tendría la suficiente fuerza como para llevarle mar adentro. Entonces, con un compañero, con Sylvain, construyen unas grandes bolsas de cocos. Los cocos les van a permitir, sin duda, flotar, ya que actúan como una balsa y, al mismo tiempo, le van a proporcionar una carne con la que alimentarse y le van a proporcionar agua.
El hecho es que se lanzan los dos al mar, van comiendo, van bebiendo; están nada menos que cuatro días con sus tres noches a la deriva y finalmente avistan tierra. Sylvain, cuando ve tierra firme se emociona de tal forma que se lanza al agua, pero no consigue llegar y se ahoga. [Papillon calcula que estaban a 275 metros de la costa]. Charrière sigue aferrado a sus cocos, a su balsa, y con ellos consigue llegar a tierra firm
Papillon llega a tierra, contacta con Cuic Cuic, el hermano de un preso chino al que había conocido en el penal. Con este individuo y con otro amigo armado consigue llegar a Georgetown, y de allí llegan hasta Venezuela. Entonces son recluidos de nuevo en la prisión de El Dorado, donde conoce un sistema penitenciario distinto del de la Guayana, pero no menos cruel, y finalmente sale en libertad el 18 de octubre de 1945. Esta vez no fugado, sino con su carta de libertad en la mano, aunque tendrá que esperar algún tiempo hasta que sus deudas con la justicia francesa queden definitivamente solventadas.
A partir de ese momento, ¿cómo fue su vida en Venezuela?
La de un ciudadano normal, la de un empresario de cierto éxito; él recibe un permiso de residencia, que es prácticamente la ciudadanía; se casa con una española que conoce en Maracaibo, con Rita María Alcocer, con la que estuvo casado hasta el final de su vida, y monta un restaurante, el Gran Café, en Caracas.
Fue precisamente en ese lugar, después de una experiencia en la que él llega a una librería y encuentra un libro de éxito que cuenta las peripecias de una persona, cuando él se pone a escribir sus cuadernos; catorce cuadernos muy sencillos de arillos que escribió precisamente en la terraza del Gran Café.
Se publica la novela en el año 1969. Su título: Papillon. ¿Qué tal repercusión tuvo el libro?
Fue extraordinaria. Hay que decir que el relato original de Papillon está ligeramente retocado por un periodista que le dio forma, lo armonizó, respetando, por supuesto, cada punto de la historia que contaba el autor. Pero es un excelente libro. No solamente por lo que cuenta sino por cómo lo cuenta.
El éxito del libro fue extraordinario, se tradujo nada menos que a veintisiete idiomas y es algo que convierte a Papillon en rico y famoso.
Charrière vuelve a Francia con las garantías de que no va a tener ningún problema con la justicia, pues su delito ha prescrito, se reencuentra con una familia que él no conocía (primos, hijos de los primos… Que le reciben estupendamente) y se encuentra en la cúspide de la fama después de haber estado en aquel lugar rodeado de cucarachas y en una situación absolutamente miserable.
Papillon es una novela fundamentalmente de aventuras, pero también es mucho más que eso, ¿no?
Sin ninguna duda. Es la gran obra de denuncia que desnuda, que pone a la vista del gran público el sistema penitenciario de mediados del siglo XX. […] Fue un impacto fortísimo en la sociedad de su tiempo, que [Miguel Ángel Almodóvar cree] modificó sustancialmente la percepción del delito que se tenía en los ámbitos policiales y judiciales.
Sin embargo, el propio Papillon no se muestra optimista en una entrevista en el año 1973. Un periodista venezolano, Roberto Bennett, le pregunta sobre los cambios que su libro ha provocado. Papillon responde:
«Es difícil decirlo. La putrefacción en la policía se renueva constantemente, sale uno podrido y entra otro peor. Pero creo que en la justicia sí ha habido un cambio. He recibido cartas de magistrados que dicen que desde la aparición de mi libro, entran con otro espíritu en las salas de justicia.»
Sea como fuere, a raíz de la publicación de Papillon, el fulgor personal de Papillon cegó a la alta sociedad parisina, que se lo disputaba en fiestas, en conferencias; se había convertido en un hombre de éxito. Pero Papillon decidió instalarse con su mujer en Marbella…
Sí. Él decía que Marbella y Palma de Mallorca eran de los pocos sitios vivibles que quedaban en el mundo. Él vivió muy feliz en España.
Papillon murió de un cáncer de garganta en Madrid en la madrugada del 29 de julio de 1973 tras dejar atrás cuarenta y ocho años de increíbles aventuras y fugas sin parangón. Dejó una fortuna estimada en doscientos millones de dólares y un modelo de existencia en pos de la libertad.
Henri Charrière
Wikipedia
Henri Charrière, conocido como Papillon (Saint-Étienne-de-Lugdarès, Ardecha, Ródano-Alpes, Francia, 16 de noviembre de 1906 – Madrid, España, 29 de julio de 1973). Acusado por un crimen que según él no cometió, fue sentenciado a trabajos forzados a perpetuidad en las colonias francesas. En su libro Papillon cuenta las memorias de su encarcelación en la colonia penal, sus aventuras tratando de evadirse, sus intentos fallidos, sus amistades y finalmente su libertad.
Primeros años
Charrière nació en Ardèche, Francia. Tuvo dos hermanas mayores. Su madre murió en 1917, cuando Henri tenía casi 11 años, catorce años antes de su reclusión. En 1923, con 17 años, se alistó en la Armada Francesa, y sirvió durante dos años. Tras abandonar la marina, Charrière se convirtió en un miembro de los bajos fondos de París, y se casó con una mujer francesa, con la cual tuvo una hija.
Reclusión
Charrière era un integrante de los bajos fondos de París. Es condenado a trabajos forzados a perpetuidad el 26 de octubre de 1931 por el asesinato de un proxeneta, Roland le Petit. Tras una breve estancia como preso en Centro Penitenciario de Saint Laurent du Maroni en la Guayana Francesa, es trasladado a las Islas de la Salvación (en francés Îles du Salut), pertenecientes también a la Guayana Francesa, donde verdaderamente da comienzo a su extraordinaria historia.
Primera fuga
En 1933, Charrière escapa con éxito del hospital colonial André-Bouron donde era ayudante de enfermería junto a otros dos presos, Clousiot y André Maturette, con quienes navega a lo largo de la costa de Trinidad y Tobago hasta Riohacha, Colombia, travesía durante la que recibe ayuda, entre otros, de una comunidad de leprosos y de una compasiva familia británica; y a la que se unen otros tres fugitivos a los que posteriormente abandonan en Colombia.
Sin embargo, el mal tiempo les impide dejar la costa colombiana y son recapturados y hechos prisioneros. Charrière consigue escapar con la ayuda de otro preso y, tras distanciarse varios días de la prisión, se separan; Charrière llega al poco tiempo a la región de Guajira. Ahí permanece seis meses viviendo en un poblado de nativos buscadores de perlas, donde una joven y su hermana se enamoran de él y se convierten en sus esposas y madres de sus hijos. Allí experimenta la «forma más pura del amor y la belleza», pero llevado por sus deseos de justicia, abandona el poblado en dirección oeste.
La captura
Sin embargo, la fortuna da un nuevo giro y Charrière es capturado y encarcelado en Santa Marta, para ser transferido posteriormente a Barranquilla donde inesperadamente se reencuentra con Clousiot y Maturette. A pesar de numerosos e increíbles intentos de fuga (uno de las cuales tuvo como resultado la rotura de los arcos de sus pies; teniendo los pies planos el resto de su vida), Charrière fue incapaz de librarse de las prisiones y es extraditado de nuevo a la Guayana Francesa en 1934 junto a sus dos camaradas.
Isla de Saint-Joseph
La fuga le costó a Charrière dos años en aislamiento en la isla de Saint-Joseph, tétricamente apodada por los convictos «la devoradora de hombres». Originalmente, los tres fueron sentenciados a cinco años, siendo tres de ellos añadidos por cargos de intento de asesinato a los guardias de los que se deshicieron al escapar del hospital; pero fueron capaces de probar que dichas acusaciones eran falsas, lo que acortó su pena a los mencionados dos años. Sus amigos Clousiot y Maturette corrieron con la misma suerte, que concluyó con la trágica muerte de Clousiot pocos días después de cumplir su pena.
A su salida, Charrière fue transferido a la isla de Royale, donde un informante hizo fracasar un nuevo intento de fuga. Charrière vuelve a ser condenado a ocho años de aislamiento, una pena a la que es casi imposible sobrevivir por su intento de fuga y el posterior asesinato del informador (del que fue exonerado por el atenuante de legítima defensa). Sin embargo fue liberado de su encarcelamiento en solitario después de sólo 19 meses, tras arriesgar su vida tratando de salvar a una pequeña niña de nombre Lissette, de ahogarse en aguas infestadas de tiburones.
Fingiendo demencia
Luego, Charrière fingió locura (teniendo algunos típicos síntomas mostrados por algunos locos reales), en un intento de fuga de la isla manicomio, que era muy poco resguardada. Fue un momento ideal para el escape del manicomio, porque después de iniciada la Segunda Guerra Mundial el castigo por intento de escape fue elevado a la pena de muerte, porque se consideró que además existían cargos de traición a la patria. El fundamento era que si alguien trataba de escapar seguramente estaba tratando de unirse al enemigo. Un loco estaba visto como alguien sin control de sus propias acciones, de ese modo hacía imposible castigarlo por algo -incluido el escape. Desafortunadamente, el intento de escape fallaría, Charrière y su compañero estuvieron cerca de estrellarse contra los acantilados y ahogarse.
Escape de la Isla del Diablo
Después de «recobrar la cordura», Charrière pide ser transferido a la Isla del Diablo (en francés «Île du Diable») la más pequeña de las tres islas de la Salvación. Las autoridades coloniales estuvieron felices de hacerlo porque de aquella isla rodeada por fuertes corrientes se decía que era imposible de escapar. Durante su permanencia en la Isla del Diablo, él decide que todos sus intentos de fuga fueron muy complicados. Su nuevo y simple plan sería arrojarse al mar desde los riscos usando una bolsa con cocos como balsa.
En las preparativos iniciales del escape, Papillon observa que las olas repiten una particular sucesión. Cada séptima ola parece más grande y fuerte que las otras y que la séptima sería lo suficiente para empujarlo muy lejos de la isla a alta mar. Después de muchos experimentos con sacos de su peso en cocos, él nombró a la séptima ola Lissette, como a la niña por la que arriesgó su vida para salvarla.
Charrière convence a Sylvain, un compañero convicto, de acompañarlo en el escape. Él y Sylvain pasan cuatro días y tres noches a la deriva en el mar, flotando en sus bolsas llenas de cocos y sobreviviendo gracias a la pulpa de coco. Por desgracia, Sylvain dejó prematuramente la balsa y se hundió en las fangosas arenas movedizas, desapareciendo cuando las olas mojaron su débil trampa. Estaba a menos de doscientos setenta y cinco metros de la tierra prometida. Charrière esperó hasta que las olas pusieron su balsa en la sólida costa.
En tierra firme
Habiendo alcanzado tierra firme, Charrière se puso en contacto con un chino mayor de nombre Cuic Cuic. Papillon le hizo saber que el hermano de Cuic Cuic llamado Chang lo ayudó a escapar de la Isla del Diablo. Charrière se escondió en el refugio de Cuic Cuic, y juntos (también con la compañía de un amigo armado), escaparon en un bote hacia Georgetown, capital de la Guayana Inglesa. Incluso cuando pudo haber vivido en libertad, él y otros cinco luego continuaron por tierra hacia Venezuela, donde fueron capturados y encarcelados en las Colonias Móviles de El Dorado, prisión localizada en El Dorado (un pequeño pueblo minero de oro en la Guayana venezolana que fue llamado así por el mito de la Ciudad del Dorado), donde se sorprendió del trato que recibían los prisioneros, como notó de una manera similar a la que los franceses trataban a los convictos en las galeras del siglo XVIII y XIX.
Charrière fue finalmente puesto en libertad el 18 de octubre de 1945. Se asentó en Caracas, contrae nupcias con Rita Alcover y se naturalizó como ciudadano venezolano en 1956. Siguió siendo un fugitivo de la justicia francesa hasta que su causa prescribió en 1967 por el paso del tiempo. Según él mismo lo cuenta en su libro Banco (la segunda parte de Papillon), un miembro del cuerpo de seguridad del general Charles De Gaulle le da la noticia en América antes de una visita del entonces presidente francés a Venezuela y Colombia, pudiendo con el tiempo retomar sus lazos familiares, volver a su Francia natal y conocer a muchos miembros más de su familia, ahora orgullosos del tío aventurero que todos los periodistas querían entrevistar. En 1970 Charrière es contratado como guionista y actor en el film Popsy Pop protagonizado por Claudia Cardinale y Stanley Baker.
Su muerte ocurrió en Madrid, debido a un cáncer de garganta en 1973.
Papillon
Papillon detalla sus presuntos y numerosos escapes, intentos de fuga, aventuras y recapturas de su encarcelamiento en 1932 hasta su escape final hacia Venezuela, donde se conviertió [convirtió] en residente en 1945, se casó y se cree que fue el fundador del famoso club nocturno «Mi Vaca y Yo» en Baruta y del restaurante «Gran Café», en el Boulevard de Sabana Grande, en Caracas, en cuyas mesas escribió sus memorias. No obstante, sí estableció un Café en la esquina de la Avenida Francisco Solano, cruce con la avenida Principal de Las Delicias. Aún continúa existiendo el referido café, con fotos de Papillon que decoran sus paredes, donde curiosos se deleitan al ver a este personaje sentado en las afueras del Boulevard de Sabana Grande, donde acostumbraba fumar un habano.
El título del libro es el sobrenombre de Charrière, debido a su tatuaje de mariposa en su pecho (papillon quiere decir mariposa en francés). La veracidad de lo acontecido ha sido cuestionada, aunque el autor, excepto por algunos huecos en su memoria, siempre la defendió. El gran crítico Morlans nos dice que la obra constituye uno de los mayores hitos de la literatura francesa.
Charles Brunier, un antiguo preso y amigo de Charrière confesó en el año 2005, que Charrière obtuvo muchas de sus historias de otros reclusos, incluso del mismo Brunier, constituyendo un trabajo más de ficción que una autobiografía. El periodista Gérard de Villiers dedicó un libro de investigación Papillon épinglé (1970), a demostrar cuánta fábula escondían en realidad sus famosos libros.
Banco
Banco, la secuela de Papillon. Aquí se relata el camino azaroso recorrido por el autor desde su liberación en América hasta su consagración en la literatura mundial, camino tanto o más peligroso que el presidio en el cual también se relatan muchos pasajes de la situación política en Sudamérica en esa época, y de como esto tuvo influencia en la vida de Charrière, una segunda parte muy digna de leer, escrita en el mismo estilo ameno y directo.
Entrevista a Papillon (Henri Charrière)
Ubaldo Nicchi – Clarín literario / Elhistoriador.com.ar
13 de abril de 1972
«La bofetada fue tan fuerte que necesité trece años para sobreponerme. No fue un sopapo corriente, y para dármelo se esmeraron al máximo.» Con estas palabras abre Henri Charriere, conocido en el ambiente delictivo por Papillón, su autobiografía de 500 páginas. Alto, macizo, de rostro trabajado, mirada firme, voz espesa y gestos mesurados, es un auténtico francés. Estuvo en Buenos Aires, y su gente y sus calles le hicieron acordar de su querido París. Ayer un paria abandonado a su suerte, hoy se ha convertido en un «best-seller» que cautiva a millones de lectores. Una profunda ansiedad de vivir es su rasgo más notable. Este reportaje exclusivo refleja las inquietudes y preocupaciones de un hombre que escapó del horror.
Charriere, usted vive actualmente en América latina desde hace algún tiempo. ¿Cuál es su visión de nuestros problemas?
América latina se encuentra llena de materia prima maravillosa: petróleo, cobre, manganeso, hierro, toda la materia prima que necesita el mundo está en América latina. Pero toda esa cantidad prodigiosa de materia prima no está industrializada. Entonces vende a países que la industrializan, especialmente a Norteamérica, que le paga lo menos posible y que le vuelve a vender esa materia prima manufacturada y convertida en productos de consumo indispensable. Latinoamérica se encuentra en estos momentos con más dictadura que democracia. Volvió al cuartel y los militares han vuelto a dirigir la mayoría de eso que se llama «república Sudamericanas». Ese régimen, al margen de que sus resultados sean positivos a corto o largo plazo, está montado sobre una filosofía política desastrosa, puesto que también a corto o largo plazo despierta el extremismo. América latina va a soportar, de aquí a veinte o treinta años, una explosión demográfica considerable, particularmente Brasil, que tiene noventa millones de habitantes y que el año 2000 va a ser un bosque de 180 millones de habitantes. Además Brasil está industrializándose con pujanza, con técnica, y eso va a hacer de ella una nación muy poderosa en el equilibrio de Sudamérica.
¿Qué es para usted la democracia?
La democracia es el peor sistema, pero también es el mejor. El peor sistema porque se basa en la cantidad y sufre de numerosos errores y defectos. Pero pese a eso, no existe una política más aceptable para los hombres libres.
¿Usted opina entonces que los movimientos revolucionarios en América latina tienden al socialismo?
¡Seguro! La situación actual de todos estos países va a reventar un buen día…
¿Esa tendencia es general en el mundo o solamente característica de los países subdesarrollados?
En el mundo es diferente, porque la situación de los países industrializados es diferente. Norteamérica entra ahora en China, que tiene 720 millones de habitantes. Entra allí para industrializar como ayudó a industrializar en su momento a Rusia. ¿Usted se imagina que esos 720 millones de personas van a ser en el año 2000 más de mil millones? ¡Más de mil millones de personas de un país industrializado! Además la posición de China es muy distinta que la del Japón. Japón conserva su tradición cultural pero no exporta filosofía. China exporta filosofía, ideas nuevas, una gran cantidad de ideas positivas.
¿Cuáles son esas ideas nuevas, ese aporte filosófico que hace o haría China actualmente?
China va a sustituir la filosofía marxista del comunismo como existe actualmente en Rusia; es decir, convertido en un imperialismo. Liberar al hombre es completamente diferente que manejarlo. Esa distinción del pensamiento maoísta atrae muchos alumnos, especialmente entre la juventud, puesto que la juventud se está desperdiciando en razón de que se enfrenta o pertenece a partidos políticos más viejos que Matusalén.
¿Cómo juzgaría el sistema en que vivimos? Usted está autorizado a juzgarlo puesto que lo ha padecido hasta en sus aspectos más brutales…
Bueno, que hay que rectificar nuestra forma de vivir. Si somos un pueblo subdesarrollado somos una rueda de una inmensa máquina. Vivimos con dos medidas: distancia y tiempo. Nuestro propio sistema de vida ha destruido la familia, porque la madre y el padre trabajan afuera y entonces se pierde esa cosa tan importante que es la unión familiar, la comunión familiar, la dulzura, la ternura, una cantidad de cosas…
¿Cree usted que los sistemas políticos actuales son inspirados por filosofías humanistas?
No, de ninguna manera. De ninguna manera desde el momento en que existen miles y miles de personas que son marginadas o que deben soportar condiciones infrahumanas de existencia. Entonces ocurre que cuando sucede un acto de violencia política todo el mundo, es decir, la clase media y la clase privilegiada grita y condena. Pero si se muestra llorando a la familia de un raptado, entonces todo el mundo llora por la familia. Entonces, ¿por qué no se muestran las miles de familias que viven de manera infrahumana, enfermos, sin trabajo, analfabetos, en América latina…? ¡Ese es el caso! Muy bien, todo el mundo llora por la situación de un hombre, pero todo el mundo está indiferente por esos millones de personas, esas miles de familias que no soportan una temporada breve de desesperación sino que consumen su vida, desde que nacen hasta que mueren, en la desesperación… Yo no soy juez ni partido; yo solamente expongo. Porque quizá tales actos quieren hacer despertar a quienes se despreocupan de cierta clase social y obligarlos así a rectificar una forma de vida y una forma de dirigir el mundo y la sociedad.
¿Entonces usted admite acción directa como acto político?
¡Es que se justifica! ¡No la admito, se justifica! Es una respuesta a la injusticia cotidiana. Es como en la revuelta estudiantil de mayo de 1968 en París. Piden diálogo con los profesores pero los profesores se encierran en una torre de marfil y no quieren dialogar con los estudiantes. No podemos descender a discutir con los alumnos, alegan. Pero cuando los alumnos han quemado cuatrocientos coches, entonces sí admite y aceptan dialogar y discutir…
Hay propiedad positiva y negativa. El industrial que no es cobarde y que pone su genio, su trabajo y su capital para producir, empleando miles de personas o aunque sea en una pequeña industria, merece respeto. Pero si es un capitalista cobarde, no hace otra cosa que prestar su dinero a los bancos y enriquecerse mediante una gran cantidad de combinaciones y maquinaciones bancarias, donde en un momento dado su dinero le rinde más que si lo hubiera invertido en una industria y no tiene los problemas laborales. Pero también hay industriales voraces que, yo creo, ganan demasiado. Creo en la supervisión por los sindicatos de la contabilidad de las industrias en donde ellas despliegan su labor. El socialismo en sí no es tampoco, si no está aceptado por todo el mundo, la conclusión perfecta; pero por lo menos tiene una necesidad acuciante de justicia social. Actualmente, en la Argentina, la masa más importante es la clase media. Aquí hay más clase media que en cualquier parte del mundo. Pero hay una clase media en corbata, elegante, que vive en una «miseria dorada» porque tiene una cantidad de problemas para poder sufragar sus gastos de familia, de vivienda y de vivir de alguna forma un poco elevada, que la obliga a tener dos empleos o más. ¿Qué vida, entonces, es ésa?
¿Ve usted alguna solución inmediata?
No conozco muy bien a la Argentina y sus problemas como para hacer previsiones. Lo que yo sé es que en la Argentina, como en casi todos los países latinoamericanos, hay una clase marginada; esa clase marginada, en un pueblo grande y civilizado, no puede existir. Vosotros tenéis en el porvenir una aventura brillante, por la inmensidad del territorio como por la minúscula población, por las enormes riquezas inexploradas y por la capacidad técnica de vuestro pueblo.
¿Cuál es su opinión sobre los movimientos de izquierda de Latinoamérica?
Hay muchas izquierdas. Hay una izquierda condicionada a las órdenes de Moscú; hay otra influenciada por la filosofía maoísta; y hay otra que se identifica con el nacionalismo y que es la más interesante, puesto que sacan de ellos mismos la solución de su país sin recibir órdenes del exterior, y como conocen mejor que cualquiera los problemas de su país y como les gusta vivir al pueblo, son los más autorizados para intentarlo.
¿Qué veredicto pronunciaría sobre este siglo, que es también su siglo?
Este siglo tiene solamente una cosa importante: la evolución técnica, en donde se han hecho maravillas. Pero ha resultado un fracaso total por la paz, por el respeto del individuo y por la repartición de la riqueza. Y es un fracaso total porque los trusts y los monopolios son más poderosos que nunca y no abandonan esa guerra de veinticuatro horas sobre veinticuatro por la posesión de más riquezas, por más expansión y más beneficios económicos. Nos encontramos además demasiado condicionados por la sociedad de consumo, ya que estamos provocados por todos los medios de difusión a consumir y consumir. Entonces, este hombre que está «supervisado», siempre está insatisfecho y motivado constantemente a comprar más cosas inútiles. Por el sistema de venta a crédito, el hombre está empeñado para toda su vida, desde el momento que nace hasta que muere, porque deberá comprar hasta el pedazo de tierra para su entierro a crédito. La sociedad de consumo en un país superdesarrollazo convirtió al hombre en una molécula de un átomo. La gente vive frustrada y disminuida porque no hay tiempo, en ese tiempo que uno vive, de vivir.
¿Cómo explica usted que la misma sociedad que una vez lo condenó ahora lo ha convertido en una vedette?
Francia, no en vano, es la cuna de los derechos del hombre. Francia puso a mi disposición todos los medios de difusión oral, escrita y visual para que yo hiciera un cara a cara con el sistema jurídico-policial francés. Eso fue extraordinario. Yo soy ahora ciudadano del mundo, pero quien me hizo ciudadano del mundo fue el mismo pueblo francés que me sentenció brutalmente y me trató como una inmundicia de la sociedad. El tratamiento bárbaro y medieval de su policía pesó sobre algunas conciencias.
AUDIO: LA HISTORIA NEGRA – HENRI CHARRIÈRE