
La Bestia de la Selva Negra
- Clasificación: Asesino en serie
- Características: Violador
- Número de víctimas: 4
- Fecha del crimen: Febrero - Junio 1959
- Fecha de detención: 10 de junio de 1959
- Fecha de nacimiento: 6 de julio de 1937
- Perfil de la víctima: Hilde Conther, de 49 años / Karin Wädle, de 18 / Dagmar Klimek (21) / Rita Waltersbacher (16)
- Método del crimen: Golpes con una roca - Puñaladas con cuchillo
- Lugar: Varios lugares, Alemania
- Estado: Fue condenado a seis cadenas perpetuas el 22 de octubre de 1960. Murió en la cárcel el 27 de diciembre de 2008
Heinrich Pommerenke, la Bestia de la Selva Negra
Norman Lucas – Los asesinos sexuales
Solo diez años después del caso Pleil las hazañas de otro asesino sexual múltiple suscitaron sentimientos tan intensos que la sentencia de cadena perpetua impuesta provocó una agitación que, infructuosamente, buscó la restauración de la pena de muerte en Alemania Occidental.
Heinrich Pommerenke fue procesado en Freiberg, en octubre de 1960, bajo los cargos de cuatro asesinatos sexuales, doce intentos de asesinato y veintiún casos de violaciones, intentos de violaciones y otras agresiones sexuales a mujeres. La acusación, que ocupaba 137 páginas, también se refería a robos con violencia, hurtos y chantaje.
Al igual que Kürten y Pleil, Pommerenke confesó muchos más delitos de los que se le acusaba. Afirmó que era el autor de 65 diversas faltas, muchas de ellas abusos sexuales cometidos en la Selva Negra.
Al ver su cabello rubio, sus grandes ojos azules, su constitución delgada, sus facciones delicadas y un tanto femeninas, y su apariencia de menos de los 23 años que tenía, era difícil pensar que se tratara del hombre sobre el que el fiscal dijo: «El lenguaje humano es inadecuado para describir el horror y la miseria que Pommerenke ha traído a tanta gente».
«La Bestia de la Selva Negra», como lo llamaban los periódicos, se jactó de haber seducido a la primera chica cuando tenía únicamente diez años. A los quince acostumbraba esperar fuera de un salón local de baile en el pueblo de Bentwich, cerca de Rostock, donde vivía en aquel entonces, para «probar su suerte» con jovencitas. De acuerdo a su propia historia, aquellas que se oponían a sus deseos eran derribadas y violadas.
En 1953 huyó de Alemania y se fue a Suiza debido a que tenía miedo de ser procesado por un abuso sexual cometido. Fue deportado de este segundo país después de purgar una sentencia de prisión por otro delito. Entre 1955 y 1957 vivió en Hamburgo y ahí cometió siete violaciones antes de ser encarcelado por robo.
En el verano de 1958 atacó en Austria a dos chicas inglesas que estaban de vacaciones. Se salvaron de ser violadas y posiblemente asesinadas gracias a sus gritos que atrajeron a otros turistas. Heinrich Pommerenke escapó en la confusión general.
-Cuando era un niño -dijo el acusado en la corte-, no tuve ni un solo amigo. Después de un tiempo sentí la urgencia de asaltar mujeres. En una ocasión tuve una novia pero la relación terminó y yo volví a lo mismo. Una noche fui al cine a ver Los diez mandamientos. Vi mujeres que bailaban alrededor del becerro de oro y pensé que eran unos seres muy inconstantes. Supe entonces que tendría que matar.
Continuó describiendo cómo, después de salir del cine esa noche de 1959, vio a una chica -Hilde Knothe, de dieciocho años- y decidió matarla.
-Me sentía atraído por ella -dijo-. Había comprado una navaja de afeitar y la seguí. La golpeé, puse mis manos alrededor de su cuello y la llevé al parque en donde la violé y le corté el cuello.
A una pregunta del fiscal, Pommerenke dijo que las películas eróticas lo ponían «tan tenso por dentro» que sentía que tenía que hacer algo a alguna mujer. Se sentía poseído por una urgencia que no podía controlar.
El primero de junio de 1959 decidió nuevamente cometer un crimen. Había trabajado en alguna ocasión como sobrecargo de trenes en periodos de vacaciones, de manera que sabía por experiencia que «los trenes eran buenos lugares para realizar el trabajo». Compró un billete de andén y se escurrió en el último vagón de un tren que iba de Alemania a Italia. Era ya tarde y la mayoría de los pasajeros dormían cuando recorrió el tren, asomándose a los compartimientos, hasta que vio a una chica estudiante bonita, Dagmar Klimek, que dormía sola.
Se acostó junto a la chica y se sintió poseído por el deseo y la urgencia de matar. La chica despertó y salió al pasillo. Heinrich Pommerenke la siguió porque pensó que iba a dar la voz de alarma hasta que se dio cuenta de que únicamente había ido al baño. Quitó entonces el foco del pasillo y en el momento en que ella apareció en medio de la oscuridad, él abrió una puerta y la arrojó hacia afuera.
Heinrich Pommerenke corrió para el pasillo y tiró del cordón de comunicaciones dos vagones adelante. Cuando el tren disminuyó su marcha saltó y caminó hasta el lugar en el que había caído su víctima. Tardó media hora en llegar hasta donde estaba la chica inconsciente. La violó a un lado de la vía, y después de apuñalarla, hasta producirle la muerte, se alejó.
Aunque la policía alemana había estado durante más de un año en busca de «La Bestia de la Selva Negra» fue, irónicamente, un error involuntario que lo relacionaba con un delito no sexual, lo que llevó al arresto de Pommerenke.
En el verano de 1960 fue a una sastrería de Freiberg para hacer una pregunta en relación a un traje -era un joven impecable que ponía mucha atención en su arreglo- y equivocadamente dejó un pequeño paquete sobre el mostrador. El sastre palpó el paquete y pensó que podía contener una pistola. Como sabía que había habido un atraco armado a un banco de la ciudad el día anterior, informó a la policía.
El paquete contenía, en efecto, una pistola. Los expertos en balística establecieron que correspondía a las balas disparadas en el ataque. Heinrich Pommerenke fue buscado y arrestado. En base a las descripciones dadas por las víctimas de los asaltos sexuales y por la gente que había sido asaltada, se sospechaba que muchos de los delitos habían sido cometidos por la misma persona. Por tanto, el asaltante del banco fue interrogado sobre los asesinatos y las violaciones. La confesión fue completa.
La diferencia entre Pommerenke, Kürten y Pleil consistía en que el primero sentía arrepentimiento por sus acciones.
-Todo lo que hice fue cruel y bestial -dijo en la corte-. En el fondo de mi corazón quisiera no haber hecho nada de esto.