
El Doctor Muerte
- Clasificación: Asesino en serie
- Características: Envenenador - No pudo establecerse un móvil para los asesinatos
- Número de víctimas: 15 - 215 +
- Fecha del crimen: 1974 - 1975 / 1977 - 1998
- Fecha de detención: 7 de septiembre de 1998
- Fecha de nacimiento: 14 de enero de 1946
- Perfil de la víctima: Marie West, 81 / Irene Turner, 67 / Lizzie Adams, 77 / Jean Lilley, 59 / Ivy Lomas, 63 / Muriel Grimshaw, 76 / Marie Quinn, 67 / Kathleen Wagstaff, 81 / Bianka Pomfret, 49 / Norah Nuttall, 64 / Pamela Hillier, 68 / Maureen Ward, 57 / Winifred Mellor, 73 / Joan Melia, 73 / Kathleen Grundy, 81
- Método del crimen: Envenenamiento (inyecciones letales de morfina)
- Lugar: Inglaterra, Gran Bretaña
- Estado: Condenado a cadena perpetua el 31 de enero de 2000. Se suicida ahorcándose en prisión el 13 de enero de 2004
Índice
- 1 Harold Shipman
- 2 Un nuevo cadáver engrosa la lista de supuestos asesinatos de un médico de Manchester
- 3 Comienza en el Reino Unido el juicio contra el Doctor Muerte
- 4 El Gobierno británico sospecha que el ‘doctor Muerte’ mató a 300 pacientes en 24 años
- 5 El recluso sonriente
- 6 El doctor Harold Shipman se convierte, con 215 crímenes, en el mayor asesino en serie
- 7 El fin del Doctor Muerte
Harold Shipman
Wikipedia
Harold Frederick «Fred» Shipman (14 de enero de 1946 – 13 de enero de 2004) fue un médico británico, acusado de matar a 218 de sus pacientes, corroborado solamente en 15 de ellos. Es conocido por ser uno de los peores asesinos en serie de la historia moderna.
En el año 2000, Shipman fue condenado a 15 cadenas perpetuas consecutivas por los asesinatos de 15 de sus pacientes.
Después del juicio, la policía siguió investigando los archivos del doctor Shipman o como lo apodaron posteriormente, el doctor «Muerte», ya que se estimaba que Shipman había asesinado muchas más veces y que podría haber llegado a matar a 215 pacientes, probablemente autor de más de 250 homicidios, de los cuales el 80% de ellos eran mujeres. También las edades de las víctimas eran un cuestionamiento para la policía, ya que la persona más joven que Shipman había matado entre esos 15 corroborados, era Peter Lewis de 41 años de edad. Finalmente, las investigaciones terminaron con un posible saldo de 250 víctimas, pero se cerró la investigación con el número oficial de 218 asesinatos altamente probables.
Muchas de las legislaciones británicas sobre cuidado médico y a la medicina fueron repasadas y modificadas notablemente como resultado directo e indirecto de los crímenes de Shipman, especialmente después de los resultados de las investigaciones sobre Shipman (comenzadas el 1 de septiembre de 2000).
Adolescencia y juventud
La madre de Shipman, Vera, falleció en 1963 a causa de cáncer, cuando Shipman contaba con 17 años de edad; Shipman era un niño hiperprotegido y sobrevalorado; cuando enfermó era aliviada por inyecciones de morfina, algo que Shipman utilizaría luego como parte de su ritual de asesino en serie como procedimiento para matar por sobredosis. Tras su fallecimiento, estudió con notas muy discretas en la High Pavement Grammar School, Nottingham, Nottinghamshire, Inglaterra, Reino Unido, y en la Universidad de Leeds desde 1964, donde luego conocería a su futura esposa, Primrose.
Se casaron el 5 de noviembre de 1966, cuando Shipman contaba con 20 años de edad, y ella concebiría el primer hijo de la pareja, Sarah, el día de San Valentín de 1967, cuando el joven Shipman tenía 21 años. Sería la primera hija de un total de 4 hijos. En 1970, Shipman se licenciaría en Leeds y comenzaría a trabajar en Pontefract General Infirmary, en Pontefract, West Riding of Yorkshire.
Tras su muerte, los investigadores llegarían a la conclusión de que la primera víctima de Shipman fue un niño; luego empezó a matar en 1970 a pacientes en custodia policial durante sus trabajos para el servicio carcelario.
En 1974 Shipman conseguiría su primer trabajo estable, 12 millas al oeste de Halifax, West Yorkshire.
En 1975 Shipman sería arrestado por primera vez por falsificar documentos para conseguir petidina para su propio uso, pues se había enganchado a esta droga para soportar el estrés que se causaba a sí mismo por no delegar funciones en enfermeros y en el personal de laboratorio: él mismo ponía las inyecciones y hacía los análisis. Por este hecho, Shipman fue enviado a un hospital de rehabilitación de drogas en North Yorkshire, y después del tratamiento fue declarado rehabilitado. Tras un breve trabajo en Durham ingresa en el centro médico de Hyde, Gran Manchester, en 1977.
Shipman continuó trabajando como médico en Hyde durante la década de los ’80, hasta que en 1993 fundó su propia clínica en Market Street, haciéndose un respetable miembro de la comunidad.
Detención
En marzo de 1998, la Doctora Linda Reynolds de la Brooke Surgery en Hyde, frente a la clínica de Shipman, fue a visitar a John Pollard, el coronel de distrito de South Manchester, preocupada por los altos índices de mortalidad entre los pacientes de Shipman. También habló de las cremaciones realizadas, de fallecidos ex-pacientes de Shipman, en su mayoría mujeres mayores. Luego, al finalizar, la doctora diría que Shipman estaba matando a sus pacientes, pero no sabía si era por negligencia o intencionadamente.
El caso atrajo inmediatamente la atención de la policía, quien no tenían suficientes pruebas como para arrestar a Shipman y levantar cargos contra él (en la investigación posterior sobre los crímenes de Shipman, culparían a la policía por asignar oficiales inexpertos al caso). Durante el tiempo de investigación, el caso fue abandonado el 17 de abril, con la eventual detención de Shipman como portada. En ese lapso, Shipman asesinó tres personas más.
La última de estas tres era Kathleen Grundy, una anciana de Hyde. El 24 de junio de 1998 murió en su casa. La última persona en verla con vida había sido el doctor Shipman, quien luego firmaría su certificado de defunción.
La hija de Grundy, la abogada Angela Woodruff, quedó consternada cuando el abogado de su madre, Brian Burguess, le informó que la última voluntad de su madre había sido desheredarla de las 386.000 libras esterlinas que tenía para dárselas a su doctor, Harold Shipman. Woodruff fue a la policía e informó de lo que pasaba. El cuerpo de Grundy fue exhumado y examinado, y fue cuando se le encontraron rastros de morfina. Con estas pruebas, Shipman fue finalmente arrestado el 7 de septiembre de 1998 y le encontraron una máquina de escribir, del tipo usado para falsificar el documento de herencia.
Después de esto, la policía comenzó a examinar otras muertes certificadas por Shipman y elaboró una lista de 15 muertes para investigar. En los 15 casos, hubo sobredosis de morfina. Los certificados de estos 15 pacientes, los había firmado Shipman y explicaban que los pacientes estaban en «mal estado de salud».
Juicio y encarcelamiento
El juicio de Shipman, cuyo juez fue Mr. Forbes, comenzó el 5 de octubre de 1999. Shipman fue procesado por las muertes de Marie West, Irene Turner, Lizzie Adams, Jean Lilley, Ivy Lomas, Jermaine Ankrah, Muriel Grimshaw, Marie Quinn, Kathleen Wagstaff, Bianka Pomfret, Naomi Nuttall, Pamela Hillier, Maureen Ward, Winifred Mellor, Joan Melia y Kathleen Grundy, ocurridas entre 1995 y 1998.
Después de que el jurado deliberase 6 días, Shipman fue condenado el 31 de enero de 2000 por el asesinato de 15 de sus pacientes, a los que mató con inyecciones letales de morfina. El juez lo condenó a 15 cadenas perpetuas consecutivas y recomendó que nunca fuese liberado. Dos años después, el aquel entonces Secretario de Gobierno David Blunkett, aceptó esta recomendación del juez, justo meses antes de que el gobierno británico perdiera el poder de fijar las sentencias mínimas de los asesinos.
En febrero de 2002, Harold Shipman fue expulsado del Registro Nacional de Médicos británicos.
Shipman negó insistentemente su culpabilidad (su defensa disputó la evidencia forense contra él) y nunca hizo declaraciones sobre sus actos. Su defensa intentó, en vano, que no se le procesara por el asesinato de la señora Grundy, alegando que no había motivos suficientes para inculpar a Shipman.
Aunque podrían haber sido traídos al juicio muchos otros casos, se concluyó que sería difícil tener un juicio justo, a la vista de la publicidad enorme que tenía el juicio original. En cualquier otro caso, sería innecesario llevarlo a juicio, estando las sentencias existentes. La investigación contra Shipman, concluyó que el doctor habría matado a unas 250 personas.
Algunas personas dicen que los asesinatos dirigidos hacia mujeres mayores, se debían a que Shipman había sufrido mucho con la dolorosa muerte de su madre que murió cuando él era joven mientras que otros dijeron que era un deseo arrogante de poder controlar quién vivía y quien moría, es decir, de controlar vida y muerte.
Suicidio
En la cárcel su compañero de celda estaba tan aterrorizado por lo que decían de Shipman que decidió suicidarse; pero Shipman le salvó la vida, y desde entonces fueron amigos. Shipman mataba sólo a gente que correspondía a su victimología y con el ritual correspondiente: mujeres ancianas y con inyección de morfina.
Sin embargo, Shipman fue encontrado colgado en su celda de la prisión de Wakefield a las 6:20 AM del 13 de enero de 2004, un día antes de cumplir 58 años y declarado muerto a las 8:10 AM. El servicio carcelario informó que Shipman se había ahorcado en los barrotes de su celda, con las sábanas de su cama. Algunos periodistas británicos expresaron alegría por el suicidio de Shipman y alentaron a otros asesino en serie a seguir su ejemplo. El periódico The Sun fue criticado por su portada festiva anunciando la muerte de Shipman que decía Ship, Ship, Hurra!.
Sin embargo, las familias de las víctimas expresaron incertidumbre, ya que con la muerte de Shipman nunca tendrían la satisfacción de que Shipman explicara por qué había asesinado a los pacientes. David Blunkett expresaría ante tanto júbilo «Si usted despierta y recibe una llamada diciéndole que Shipman se ha suicidado, usted piensa ¿será demasiado temprano para abrir una botella? y entonces descubre que muchos están lamentados de este hecho», haciendo referencia a la incertidumbre de las familias de las víctimas.
El motivo del suicidio de Shipman nunca fue esclarecido, aunque según su oficial de libertad condicional, Shipman consideraba el suicidio como una manera de que su esposa pudiera recibir una pensión del servicio médico nacional y una suma global, aunque lo habían privado de su pensión. Su esposa recibió una pensión del servicio médico nacional. Si Shipman hubiera tenido 60 años o más, su esposa nunca habría cobrado nada. El estudioso de perfiles del FBI John Douglas ha afirmado que los asesinos en serie están obsesionados con la manipulación y el control y que suicidarse en la cárcel bajo custodia policial, es su gesto final de control.
Una de las preguntas que vinieron después fue el por qué Shipman no tuvo custodia exhaustiva para evitar su suicidio, que sí había tenido en las prisiones de Mánchester y de Frankland, después de haber amenazado con suicidarse.
Poco después de la muerte de Shipman, sir David Ramsbotham escribió un artículo para el periódico The Guardian que condenó las cadenas perpetuas, alegando que si se les diera a los condenados sentencias con posibilidad a la libertad condicional, y no las sentencias indefinidas, los reos tendrían esperanza de salir de prisión y se evitarían suicidios como el de Shipman.
Después del suicidio
No se sabe ni cuando empezó Shipman a asesinar pacientes ni cuántos mató. Un informe hecho en julio de 2002 sobre las actividades de Shipman concluyó que había matado a por lo menos 215 pacientes entre 1975 y 1998, durante su estancia en Todmorden, West Riding Yorkshire (1974-1975) y Hyde, Chesire (1977-1998). La jueza Janet Smith dijo que muchas otras muertes sospechosas no podían atribuirse directamente a él. La mayoría de las víctimas eran mujeres mayores que gozaban de buena salud, según los informes presentados después de su suicidio.
En el sexto y final informe, publicado el 27 de enero de 2005, Smith reveló que creía que Shipman había matado a tres pacientes, y que tenía serias sospechas acerca de cuatro muertes más, entre ellas la de una niña de cuatro años de edad, al inicio de su carrera médica en el hospital general de Pontefract (West Riding Yorkshire). Smith concluyó que el número probable de las víctimas de Shipman entre 1971 y 1998 era 250. En total, 459 personas murieron mientras estaban bajo su cuidado. Es incierto cuántos de éstos eran víctimas de Shipman, pues él era a menudo la única persona que certificaba las muertes.
La investigación sobre Shipman también incluyó recomendaciones de cambios en la estructura del consejo médico general.
Seis médicos que habían firmado cremaciones de víctimas de Shipman fueron acusados de mala práctica por el consejo médico general, que declaró que ellos debían haber notado el patrón de visitas que Shipman efectuaba con sus pacientes antes de que ellos murieran. Finalmente los médicos fueron absueltos de culpa y cargo. La viuda de Shipman, Primrose Shipman, fue citada para dar testimonio acerca de dos de las muertes durante la investigación. Mantuvo su inocencia y también la inocencia de su esposo.
En octubre de 2005, una audiencia similar fue llevada a cabo contra dos médicos que trabajaron en el hospital general de Tameside en 1994, y que no detectaron que Shipman administraba dosis brutales de morfina a sus pacientes.
Hubo otra investigación en 2005 sobre el suicidio de Shipman. Se concluyó que el suicidio no podría haber sido predicho o prevenido, pero que los procedimientos debían no obstante ser reexaminados.
En 2005 se divulgó que Shipman pudo haber robado las joyas de sus víctimas. Sobre joyas por el valor de £10.000 que habían sido encontradas en su garage en 1998, y en marzo de 2005, con Primrose Shipman presionando para que le sean devueltas, la policía escribió a las familias de las víctimas de Shipman para que identificaran las joyas.
Los artículos no identificados se entregaron en mayo. En agosto la investigación terminó con 66 piezas devueltas a Primrose Shipman y 33 piezas que ella confirmó que no eran suyas, y que fueron subastadas. Los ingresos de la subasta fueron a una fundación. La única pieza que volvió realmente a una familia era un anillo de platino-diamante, que la familia identificó con una fotografía como prueba de propiedad.
Un jardín en memoria a las víctimas de Shipman, llamado el Jardín de la Tranquilidad fue abierto en Hyde Park el 30 de julio de 2005.
En la cultura popular
Harold y Fred (They Make Ladies Dead) fueron unas historietas cómicas publicadas por Viz en 2001, en la que también aparecía el asesino también inglés Fred West.
En 2002 se emitió una dramatización televisiva del caso, llamada Shipman, con James Bolam como Harold Shipman.
En un episodio de la serie televisiva La Ley y el Orden, llamado «D.A.W.N», los detectives Robert Goren y Alexandra Eames investigan a un doctor sospechoso de ser un asesino en serie. Muchos de los aspectos del episodio hacen referencia a Shipman, como la drogadicción del personaje en su juventud y la cantidad de muertes de las que se le acusaba. En la parte final del episodio, cuando se confronta al sospechoso con las pruebas, aparece un hombre con barba gris y anteojos, muy parecido a Shipman. El episodio también incluye irónicamente a un personaje llamado «Hal Shipman».
The Fall y Jonathan King han hecho canciones referentes a Shipman. La canción de King ha sido muy polémica, ya que 6 meses después los medios la tomarían como medio de defensa hacia Shipman impulsando a los oyentes a no culpar a alguien por influencia de los medios de comunicación.
Un nuevo cadáver engrosa la lista de supuestos asesinatos de un médico de Manchester
Isabel Ferrer – Elpais.com
8 de diciembre de 1998
Harold Shipman, un médico británico de cabecera de 52 años, tiene asegurado un destacado y macabro puesto en la historia delictiva del Reino Unido. Acusado formalmente del asesinato de ocho de sus pacientes, todos ellos mujeres, la policía de Hyde, localidad cercana a Manchester, exhumó ayer un décimo cadáver.
La investigación, que es llevada a cabo con gran sigilo para no herir los sentimientos del vecindario, incluye sospechas de hasta 60 asesinatos más. Él niega los hechos y su esposa Primrose, un año menor, suspira anonadada cada vez que los jueces acusan al doctor de un nuevo crimen.
Los tribunales le han citado ya para finales del mes en curso y para enero próximo. Winifred Mellor y Joan Melia, ambas fallecidas a los 73 años y Bianka Pomfret, desaparecida a los 49, son las tres primeras víctimas de cuya suerte deberá responder ahora Shipman. Otras cinco antiguas pacientes, cuyos nombres aún no han trascendido, figuran en la siguiente lista a examinar por los jueces. Muertas entre 1997 y 1998, el médico fue casualmente la última persona que las vio con vida. Los certificados de defunción llevaban además su firma, algo natural puesto que se trataba de su médico de cabecera.
Cuando el caso empezaba a cobrar fuerza, Shipman accedió a posar unos minutos para las televisiones nacionales. De estatura media, pelo cano y gafas de montura metálica, mostró cierta impaciencia pero contuvo el gesto. En los dibujos realizados en la sala de vistas cada vez que comparece para ser inculpado de otro asesinato, aparece ahora alicaído y cabizbajo. Sus vecinos, que le conocen de siempre, no salen de su asombro.
En cambio, a la hija de Kathleen Grundy, que dio la voz de alarma, la actitud del médico no le sorprende ya.
Cuando su madre, una viuda de 81 años, falleció repentinamente a pesar de su legendaria buena salud tuvo sus dudas. Al descubrir que la anciana había modificado su testamento a favor del médico dos semanas antes de desaparecer tomó una resolución. Si su madre, que adoraba a sus nietos, era capaz de dejarle 75 millones de pesetas a Shipman, había que investigar las causas reales de la muerte.
Desde que fue alertada, la policía se enfrenta a una de las tareas más angustiosas de su servicio. Tiene que exhumar los cadáveres de mujeres que llevan bien poco tiempo bajo tierra y eran conocidas en todo Hyde.
Denis Maher, sacerdote de la parroquia local de San Pablo, acompañó a los detectives hasta el cementerio cuando sacaron a Marie Quinn, de 67 años. Como en otras ocasiones, forenses y agentes actuaron de noche para no atraer curiosos. Con ayuda de una grúa e iluminados por focos especiales, los restos de la mujer fueron depositados en un lienzo y llevados al instituto anatómico para su examen. «Cuando alguien muere y le dices adiós en un funeral pasa una página solemne. Ahora tenemos que regresar y es horrible», ha reconocido el padre Maher.
Bernard Postles, el detective al frente del caso, no quiere fomentar la imaginación popular y repite que no dará cifras de posibles muertes. «Un hombre ha sido acusado de asesinato y el caso está aún pendiente de resolución», dice cuando es preguntado por Harold Shipman. Terapeutas y psicólogos tienen también asignada una delicada labor.
A medida que avanza la investigación, los familiares de las víctimas se hunden cada vez más en la rabia y la desesperación. Confortarles y reunirles para que compartan su dolor y se apoyen mutuamente ha sido una de las primeras medidas adoptadas. En cuanto a Primrose Shipman, nadie en Hyde osa hablar de ella. Libre por ahora de toda sospecha no puede evitar sobresaltarse cuando su hasta hace poco respetado marido accede al banquillo de los acusados.
Comienza en el Reino Unido el juicio contra el Doctor Muerte
Isabel Ferrer – Elpais.com
12 de octubre de 1999
Harold Shipman, un médico de cabecera de Manchester, de 53 años, acusado del asesinato de 15 de sus pacientes, todas ellas mujeres ancianas, ha hecho historia legal en el Reino Unido antes incluso de comparecer ante los tribunales. Su juicio, iniciado ayer en medio de gran expectación, es el mayor proceso por asesinato múltiple registrado en los anales judiciales del Reino Unido.
Las víctimas confiaron en un profesional que el fiscal describió ayer como un hombre soberbio que mató «por puro placer». Con su barba canosa, el pelo bien recortado y unas gafas corrientes, el aspecto de Harold Shipman no difiere del de tantos de sus colegas que atienden consultas ciudadanas en todo el país. La suya, abierta en Manchester desde hace más de dos décadas, le había convertido en una figura conocida y respetada.
Muchas de sus pacientes eran ancianas con dificultades para moverse, y él las visitaba a domicilio. Algo también común entre los médicos de cabecera británicos. En el caso de Shipman, sin embargo, tanta familiaridad iba a costarles muy cara a 15 de sus enfermas.
Según la acusación, entre 1995 y 1998, el médico las asesinó inyectándoles una dosis letal de morfina. En una ocasión, además, consiguió modificar antes el testamento de la víctima, Kathleen Grundy, antigua alcaldesa de Hyde, localidad cercana a Manchester.
La mujer, aunque tenía 81 años, era activa y vital, pero falleció de repente dejando su fortuna, 400.000 libras (más de cien millones de pesetas) al médico de toda la vida. Las sospechas levantadas por un cambio tan repentino de la última voluntad llevaron a la policía a iniciar las investigaciones. Shipman niega todos los crímenes, pero durante los tres próximos meses deberá explicar las muertes de otras 14 mujeres cuyas edades rondaban entre los 49 y los 82 años.
Teniendo en cuenta que sólo la alcaldesa disponía de una abultada cuenta bancaria, Richard Henriques, el fiscal que ayer abrió el proceso, considera que el médico asesinó otras veces «por puro placer». Sus crímenes, efectuados en el domicilio de las víctimas, la mayoría de las cuales vivía sola, fueron un acto de arrogancia, según la acusación. «Una forma de ejercer un control absoluto sobre la vida, y en este caso la muerte también, de unas mujeres vulnerables», dijo Henriques en el tribunal de Preston, cercano a Manchester.
Primrose, la mujer de Shipman, escuchó algo temblorosa las palabras del fiscal. Convertida en la mejor valedora de su marido, le acompañó el pasado septiembre a comisaría cuando el médico decidió presentarse voluntariamente ante la policía. Los agentes le arrestaron pocas horas más tarde. Sus cuatro hijos, tres chicos y una chica, también le apoyan. Lo mismo ocurre con varios de sus amigos, que lo consideran incapaz de lastimar a nadie.
Las diligencias policiales presentan una imagen bien distinta del acusado. Seguro de sí mismo y respetado por sus vecinos, Shipman permaneció impasible cuando la policía revisaba los historiales médicos de sus 15 pacientes. Durante varias semanas negó con firmeza haber cometido crimen alguno. Sólo la decisión de exhumar los cadáveres, tomada de común acuerdo con los familiares de las fallecidas, le hizo cambiar de actitud. Para la ciudad, que vio cómo eran desenterradas, noche tras noche, todas las mujeres, el vecino de siempre pasó a convertirse en el Doctor Muerte que nadie deseaba tener cerca.
El Gobierno británico sospecha que el ‘doctor Muerte’ mató a 300 pacientes en 24 años
Isabel Ferrer – Elpais.com
6 de enero de 2001
Cuando Harold Shipman, de 54 años, fue detenido en 1998 por haber falsificado el testamento de una de sus pacientes, Kathleen Grundy, de 81 años y antigua alcaldesa de Hyde, la policía de la ciudad de Manchester abrió una de las más penosas diligencias criminales recordadas en la historia criminal británica.
El comisario Bernard Postles sospechaba que la dama en cuestión había sido asesinada y temía que otras ancianas hubieran sufrido la misma suerte. El estudio encargado por Sanidad a Richard Baker, experto en auditorías clínicas de la universidad de Leicester y remitido ayer a la Fiscalía General, ha venido a confirmar los miedos del policía.
Harold Shipman, un hombre muy querido por sus pacientes, no sólo inyectó dosis mortales de diamorfina, un poderoso anestésico, a 15 pacientes indefensas, delito por el que cumple cadena perpetua. A lo largo de 24 años de carrera aplicó sus conocimientos a procurar la muerte de por lo menos 236 enfermos, posiblemente hasta 300, en lugar de aliviar sus dolencias, según el Ministerio de Sanidad.
Estudio secreto
En una labor sin precedentes elaborada en secreto hasta ayer, Richard Baker, antiguo médico de familia como Shipman, examinó los archivos relativos a su colega desde que éste obtuviera el título en 1974. Durante un año, Baker siguió el rastro dejado por el asesino en las localidades cercanas a Manchester donde ejerció hasta establecerse en Hyde.
Baker comparó primero el número de certificados de defunción firmados por Shipman con los expedidos en otras consultas similares de la región. A continuación tuvo que establecer las causas de cada muerte, a base de preguntar a los familiares el tipo de tratamiento que recibieron los fallecidos y los detalles del óbito. Para su sorpresa, la mayoría de los desaparecidos eran mujeres de avanzada edad que perecían de repente en su hogar y a primera hora de la tarde. En todos los casos, el médico las había visitado de improviso.
Una vez recopilados los datos, Baker hizo sus cálculos y vio que las cifras no casaban. En un cuarto de siglo, Shipman había informado de 236 muertes más en pacientes a su cargo -casi una al mes- que el resto de sus colegas. Para el comisario Postles, las conclusiones del estudio oficial han corroborado sus peores recelos.
A pesar de que sólo nueve de los 12 cadáveres exhumados hasta la fecha -todos pertenecientes al grupo de 15 mujeres cuyo asesinato ha podido demostrarse- mostraban restos de diamorfina, las circunstancias de la muerte de las 200 personas investigadas por sus agentes son similares a las de este grupo oficial de víctimas.
‘Lees el trabajo de Baker y casi puedes titularlo Muerte al atardecer’, dijo ayer Liam Donaldson, funcionario médico del Gobierno que suele anunciar las medidas sanitarias que afectan a todo el país. ‘La estricta supervisión a que están sometidos hoy todos los médicos británicos, no sólo los de cabecera, impide que este tipo de tragedias pueda repetirse’, añadió ayer, mientras los parientes de los muertos pedían que Shipman fuera juzgado de nuevo por sus crímenes.
Dicha posibilidad ha sido descartada por la propia Fiscalía General, que no cree que el médico pudiera tener un proceso justo a estas alturas. ‘La publicidad dada al caso ha sido de tal magnitud que ningún jurado sería capaz de ofrecer un veredicto ecuánime si lleváramos otra vez a Shipman ante los jueces’, en palabras de David Calvert, uno de sus portavoces. Para los hijos de las muertas, si los tribunales no pueden condenarle otra vez habría al menos que forzarle a que pidiera perdón por sus crímenes.
‘Mientras no lo haga, no tendremos paz. La pena, el horror y la repugnancia que sentimos no cesarán hasta que Shipman explique lo que hizo’, aseguró anoche Jayne Gaskell, que perdió a su madre a manos del médico. ‘La única persona de la que nadie sospecharía algo así’, según la asociación formada por los familiares de las víctimas.
Investigación
Para la juez Janet Smith, de 60 años y miembro del Tribunal Supremo, empieza ahora una de las labores más delicadas de su carrera. Sin fecha definitiva de apertura pero fijada para este año, la investigación que presidirá debe analizar el trabajo de Shipman, así como las negligencias, si es que las hubo, de la división de medicina familiar de la Asociación Médica Británica que le permitieron matar sin ser descubierto durante tantos años, y las normas que rigen el uso de drogas tan fuertes como la diamorfina por parte de los profesionales.
‘Las familias saben que será un análisis prolijo y amargo, pero lo dan por bien empleado si con ello se evitan casos similares’, admitió ayer Ann Alexander, la abogada de los hijos de las fallecidas.
El recluso sonriente
Isabel Ferrer – Elpais.com
6 de enero de 2001
Originario de Nottingham, Harold Shipman obtuvo la licenciatura en medicina en 1970. Seis años después, comparecía por vez primera en su vida ante los jueces por haber sustraído petidina, un sustituto de la morfina, del hospital donde trabajaba. Dicha adicción le valió una multa de 165.000 pesetas y un desprestigio profesional del que le costaría años recuperarse.
Para cuando abrió su propia consulta en Hyde, había pasado más de una década y el médico era uno de los vecinos más respetados de la pequeña localidad próxima a Manchester. Los pacientes se disputaban al especialista siempre solícito y dispuesto a visitarles a domicilio, incluso sin cita previa.
En agosto de 1998, sus aparentes desvelos revelaron un lado siniestro al saberse que la policía local investigaba la muerte de una veintena de sus enfermos.
Un año después, Shipman era sentenciado a cadena perpetua por el asesinato de quince ancianas sin posibilidad alguna de redención de pena por buena conducta. Una condena que cumple en estos momentos en el ala para enfermos mentales de la prisión de Frankland, al norte de Inglaterra.
Allí es despertado todas las mañanas a las 7,45 para trabajar en la traducción de libros al lenguaje braille para ciegos. Allí le visita también a menudo su esposa, Primrose, de 50 años, que le ha defendido en todo momento.
Según los demás presos, la pareja bromea y se muestra alegre y despreocupada durante las visitas. El pasado no lo mencionan nunca, ni siquiera cuando acuden a verle sus cuatro hijos, tres chicos y una chica, de edades comprendidas entre los 33 y los 18 años.
A la policía le sorprende tanta tranquilidad. Desde que el médico fuera encarcelado, agentes llegados de Manchester han intentado hablar con Shipman de lo ocurrido. En especial, les gustaría saber cuántos pacientes murieron a sus manos, porque las cifras manejadas hasta hoy no hacen más que variar. Pero el recluso más odiado del Reino Unido no está dispuesto a satisfacerles. Y guarda silencio.
El doctor Harold Shipman se convierte, con 215 crímenes, en el mayor asesino en serie
Miguel Bayon Pereda – Elpais.com
20 de julio de 2002
El médico de cabecera británico Harold Shipman, de 56 años, se convirtió ayer en el mayor asesino en serie de la historia, con al menos 215 pacientes muertos desde 1975 (todos mediante una inyección letal de morfina).
Así lo establece una investigación judicial abierta tras la sospecha de que los 15 asesinatos por los que fue condenado a cadena perpetua en 2000 no fueran los únicos. La pesquisa, que incluso sostiene que la cifra de asesinatos podría alcanzar los 260, concluye que Shipman era un ‘adicto al crimen’. El médico, apodado El Doctor Muerte, siempre ha negado las imputaciones.
La investigación, conducida por la magistrada del Tribunal Supremo Janet Smith, de 60 años y una figura carismática en el Reino Unido, se ha nutrido de informes policiales y médicos y de testimonios de familiares de las víctimas. La juez ha examinado un total de 888 muertes de pacientes de Shipman. Una segunda fase de la investigación pretende saber cómo fue posible la impunidad de Shipman y sentar las bases para impedir casos así.
La investigación califica esa impunidad de ‘horrible e inexplicable’. ‘Ha sido un trágico fallo en los sistemas lo que ha permitido que los crímenes de Shipman permanecieran ocultos muchos años; traicionó la confianza de la gente y también a la profesión a la que tan mal sirvió’, dijo ayer John Chisholm, de la Asociación Británica de Médicos.
Shipman, prevaliéndose de su profesión, médico de cabecera, mató inyectándoles morfina (era adicto) a 171 mujeres y 44 hombres, de entre 93 y 41 años. El asesino múltiple empezó su negro recorrido en 1975 en Todmorden: la víctima fue Eva Lyons. Su escalada criminal, paralela a la profesional, prosiguió en en el centro sanitario Donneybrook de la pequeña localidad de Hyde, cerca de Manchester, donde cometió 71 crímenes. En esa misma ciudad, el respetado y querido Shipman, estableció en 1992 consulta privada en una céntrica calle: allí planearía 143 asesinatos. Tal fue la concentración, que hasta siete víctimas vivían en la misma manzana.
‘Nadie que lea el informe de la investigación puede evitar quedar anonadado por la enormidad de los crímenes cometidos por Shipman y, como yo, por la simpatía hacia sus víctimas y los familiares. Es un completo y meticuloso recuento de la criminalidad de Shipman, cuyo grado no creo sea posible en otro hombre’, declaró la magistrada Smith, quien ofreció toda su solidaridad a las víctimas y las familias.
Las conclusiones oficiales, que detallan cada caso, se facilitaron a los familiares de las víctimas el pasado miércoles, para dar un margen antes de que la noticia apareciese en los medios. ‘Tanta gente se siente tan hundida, tan sacudida por la noticia de que su padre, su madre o su abuela no tuvo la muerte en paz que creían, sino que fueron asesinados’, se lamentó ayer Denis Maher, párroco católico de Hyde.
El informe hace recomendaciones para corregir los fallos que permitieron que se prolongara la siniestra actividad de Shipman. Por ejemplo, pide controlar más rigurosamente los fármacos que utilizan los médicos e insta a vigilar los procedimientos oficiales post mortem con las víctimas, tras constatar que a pocos de los asesinados por Shipman se les realizó la autopsia y que en la mayoría de los casos se practicó inmediatamente la cremación.
Además, el criminal indicaba, en los certificados de defunción, falsas causas de muerte, con lo que la versión pasaba a ser oficial. De hecho, Shipman certificó en 25 años la muerte de 521 personas (300 veces más que el médico que más certificados había expedido en el Reino Unido).
Estos clamorosos datos, sin embargo, no levantaron la sospecha de nadie, como tampoco lo hizo el que el 80% de sus pacientes falleciera sin la presencia de un familiar (el doble de la media británica). Muchos murieron entre la comida y el té, aunque los expertos aseguran que no puede hablarse de unas horas más propicias que otras para el deceso.
‘Mataba, y después se comportaba de muy variadas formas y ofrecía múltiples explicaciones de lo que había pasado. La manera de matar de Shipman, incluso ante los familiares, y cómo salía sin sospechas sería calificado de invención si apareciera en una obra de ficción’, explicó la magistrada.
Testamento falso
La detención de Shipman se produjo en 1998 por falsificar a su favor el testamento de su última víctima, Kathleen Grundy, de 81 años, ex alcaldesa de Hyde. La heredera legítima advirtió la maquinación y presentó denuncia. La espoleta policial se activó. El comisario Bernard Postles, quien ya sospechaba que Grundy había sido asesinada y que podía haber precedentes, abrió una investigación en toda regla. Exhumó 12 cadáveres y encontró en todos ellos restos de morfina. Comparó circunstancias y ató cabos.
Cuando le detuvieron, Shipman tenía en el registro de su consulta 3.000 pacientes.
La policía excluyó ayer la apertura de un nuevo proceso porque, dada la publicidad generada por el caso, no puede garantizarse un jurado imparcial. La mujer de Shipman, Primrose, declinó hacer comentarios. Siempre le ha apoyado.
Una inyección de morfina en la memoria
‘Mi madre tenía fe total en él y eso es lo más doloroso para mí: puedo verla sonriéndole mientras él le ponía aquella inyección; ella creía que era para curarla’, recuerda Chris, directivo del Manchester City, cuya madre, Violet Bird, de 60 años, murió en 1993 por una sobredosis de morfina que le inyectó Shipman. El doctor escribió en el certificado de defunción que Violet había muerto de un ataque cardiaco.
Nacido en un barrio obrero, Shipman, a los 17 años, asistió a la lenta agonía de su propia madre por un cáncer de pulmón, y vio cómo los médicos, para aliviar el sufrimiento de la enferma, le ponían cotidianamente morfina. Esta droga, quizá fijada por aquella imagen, estaría siempre presente en la vida de Simpson.
Testimonios de compañeros de clase le describen como estudiante de medicina fascinado por fármacos y drogas. En 1976, al año siguiente de su primer asesinato, Shipman fue condenado a una multa por haberse apoderado de estupefacientes para su propio uso. ‘Estaba deprimido’, declaró.
Nunca más volvió a tener problemas con la justicia, pero la investigación ha demostrado que era adicto a la petidina, estupefaciente de la familia de la morfina. Esta adicción pasó inadvertida para la mayoría de quienes le rodeaban.
Casado desde los 18 años con Primrose, con quien tendría cuatro hijos, Shipman era idolatrado por sus pacientes (le llamaban cariñosamente Fred).
Cuando finalmente se le juzgó como asesino en serie, Shipman no admitió nunca ser culpable y mantuvo un mutismo férreo. Sólo en las primeras horas de detención expresó que tenía ‘voluntad de control sobre la vida y la muerte’. Llegó a confiar a un policía: ‘Soy un ser superior’.
Sin duda es el mayor asesino múltiple del Reino Unido. Hasta ayer lo era John Thompson, que en 1980 mató a 37 personas al incendiar un local en el Soho londinense. El siniestro récord mundial acaso lo tenga el colombiano Pedro Alonso López, llamado el monstruo de los Andes, que fue condenado en 1980 por 57 asesinatos pero de quien se sospecha que mató a 300 personas en Colombia, Ecuador y Perú.
En el juicio de Shipman no pudo establecerse móvil para los asesinatos, y se descartó el factor económico (la falsificación del testamento que destapó el caso es considerada un hecho único en su trayectoria criminal). ‘Es posible que haya sido un drogadicto del crimen’, dijo ayer la magistrada Smith.
El fin del Doctor Muerte
Lourdes Gómez – Elpais.com
14 de enero de 2004
El infame Harold Shipman, apodado Doctor Muerte y conocido como el mayor asesino en serie de la historia británica (se le atribuyen más de 215 crímenes de pacientes), se ahorcó ayer en el interior de su celda de Wakefield (Inglaterra). Aprovechó las sábanas de su camastro para colgarse del cuello desde las rejas de la ventana.
El suicidio de Shipman, aún sin confirmar oficialmente, anula cualquier esperanza de los familiares de las víctimas por llegar a conocer el motivo de sus asesinatos. En las pesquisas policiales, y a lo largo del proceso judicial, en 2000, el Doctor Muerte ni admitió su culpabilidad, ni expresó arrepentimiento. Tampoco se inmutó cuando el jurado dio por probada su responsabilidad directa en la muerte de 15 personas, pacientes en su consulta de la seguridad social de Hyde.
Una investigación judicial posterior le identificó como el asesino de entre 215 y 260 pacientes, a lo largo de 23 años. La mayoría eran mujeres mayores. Antes, el juez le había condenado a cadena perpetua por la quincena de asesinatos.
Shipman se ganaba la confianza de sus pacientes, a los que solía visitar en casa (sobre todo a las mujeres). Cada uno «sonrió y le agradeció mientras se sometía a sus cuidados mortales», según le espetó el juez.
A ningún otro criminal británico se le atribuye tan elevada cifra de víctimas. Su caso es igualmente notorio por escaparse a la tipología clásica de un asesino en serie. A Shipman no se le descubrió ningún motivo sexual o material. Los ancianos murieron sin sufrir, confiados y en la más absoluta tranquilidad. Se creían al amparo de un médico atento, honesto y respetado por la comunidad. Pero él les inyectaba diamorfina.
Era «adicto al asesinato», según las conclusiones de la investigación que falló, sin embargo, a la hora de revelar el motivo de dicha adicción. Otras fuentes comentaron ayer que Shipman actuaba contra pacientes que le irritaban e intervenía en otros para evitarles el sufrimiento que él mismo observó en su madre antes de sucumbir a un cáncer.
Las sospechas se desataron en 1998 a raíz de un testamento alterado por una de las víctimas de Shipman días antes de morir. Para entonces, 215 personas, y otras 45 probables, habían recibido dosis mortales de diamorfina. Los asesinatos se produjeron en Hyde y en Todmorden (norte de Inglaterra), donde ejerció Shipman desde 1975.
La investigación en torno al caso Shipman aún no ha concluido y posiblemente ya jamás consiga aclarar lo ocurrido. Quedará por esclarecer cómo pudo emitir tantos certificados de defunción sin levantar sospecha, cómo pudo almacenar tanta heroína química un médico con antecedentes penales por drogadicción, y sobre todo, cuál fue el móvil de sus crímenes.