Gregorio Ramos Rubio

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Gregorio Ramos Rubio

El Culebro

  • Clasificación: Asesino
  • Características: Parricida
  • Número de víctimas: 3
  • Fecha del crimen: 17 de febrero de 2007
  • Fecha de nacimiento: 1948
  • Perfil de la víctima: Su mujer Julia de Castro Illán, de 62 años; su madre, Salvadora Rubio Acedo, de 91, y su hijo, David Ramos de Castro, de 27
  • Método del crimen: Golpes con un hacha
  • Lugar: El Real de San Vicente, Toledo, España
  • Estado: Se suicidó el mismo día arrojándose por la ventana de un noveno piso
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Gregorio Ramos Rubio – Un hombre mata en Toledo a su madre, su esposa y uno de sus hijos y luego se suicida

Elpais.com

17 de febrero de 2007

Un hombre mató presuntamente la pasada madrugada a su madre, esposa e hijo en El Real de San Vicente (Toledo), viajó posteriormente a la cercana localidad de Talavera de la Reina y dejó malheridas con un hacha a otras dos hijas antes de quitarse la vida, ha informado la Delegación del Gobierno en Castilla-La Mancha.

El presunto parricida, de 59 años, Gregorio Ramos Rubio, terminó primero con la vida de su mujer, identificada como Julia de Castro Illán y de 62 años, después con la su madre, Salvadora Rubio Acedo, 91 años, y su hijo, David Ramos de Castro, 27.

Luego se trasladó a Talavera, a 25 kilómetros, y dejó malheridas a sus dos hijas Eva Ramos de Castro y María Ramos de Castro, de 25 y 22 años. El trágico suceso culminó con el suicidio del agresor, que se arrojó a la calle desde el balcón de la vivienda de sus dos últimas víctimas.

La policía localizó a las 7 de la mañana al presunto homicida tendido muerto en una calle de Talavera de la Reina con signos de haber sido atropellado. Posteriormente los agentes descubrieron que el hombre se había lanzado al vacío desde un noveno piso donde encontraron a dos chicas heridas, hijas del fallecido.

La de mayor edad ha sido ingresada en el hospital Nuestra Señora de Prado en estado de observación con heridas leves y la menor ha sido trasladada al hospital Virgen de la Salud de Toledo capital para una intervención de neurocirugía, han informado fuentes del Servicio de Salud de Castilla-La Mancha (Sescam).

Estas fuentes han señalado que la chica se encuentra en estado de shock y no recuerda los hechos. La investigación llevó a los agentes hasta el domicilio del presunto agresor en El Real de San Vicente, donde encontraron los cadáveres de la esposa del fallecido, su madre y un hijo.

«Toda la vida luchando por su familia»

Guardia Civil y Policía Nacional investigan los hechos, de los que se ha hecho cargo el Juzgado número 4 de Talavera de la Reina, que ha decretado el secreto de sumario. El alcalde de El Real de San Vicente, Antonio Rubio García, ha convocado un pleno extraordinario para analizar el suceso, mientras entre los vecinos se ha apoderado una mezcla de conmoción y estupor.

Muchos de ellos se han concretado espontáneamente en la plaza del pueblo y han comentado que no dan crédito a lo ocurrido puesto que el presunto parricida «llevaba toda la vida luchando por su familia», conocida como los culebros, a la que trataba «muy bien» y con la que estaba volcado. Además, han recordado que éste también cuidó durante años a una hermana que tenía enferma, que murió el pasado verano y que dejó su vivienda a las otras dos hijas, heridas en este suceso.

Una de estas dos hijas, la mayor, también padece problemas depresivos, según han revelado los vecinos, que han recordado que el hombre estaba prejubilado, había sido conductor de autobús y era habitual verle haciendo la compra. Por su parte, el hijo había trabajado en una carnicería y en un taller de reparación, pero llevaba meses sin trabajar a consecuencia de las depresiones que padecía.

El Real de San Vicente es un pequeño municipio de la Comarca de Sierra de San Vicente, con una población de 991 habitantes, a 120 kilómetros de Madrid y a 76 de Toledo. Este fin de semana estaba prevista la celebración de los carnavales, pero han sido suspendidos tras conocerse el suceso.

El parricidio múltiple cometido hoy en la provincia de Toledo puede ser considerado uno de los más trágicos ocurrido en España en este siglo.

Desde el año 2000 se han producido alrededor de 80 casos en los que los homicidas terminan quitándose la vida, y en circunstancias de lo más diversas. Desde hijos con problemas psiquiátricos o de drogas que han acabado con la vida de alguno de sus progenitores antes de hacerlo con la propia, a adultos que acabaron con la vida de un familiar que sufría daños físicos irreversibles, como el Alzheimer. Los más extendidos son los ligados a la violencia doméstica, en el que los hombres matan a sus mujeres o exparejas, y luego acaban también con la vida de hijos comunes.


De abnegado enfermero a parricida

Jesús Duva – Elpais.com

19 de febrero de 2007

«El panorama que tenía Gregorio era desolador: su madre, enferma; su esposa, enferma; su hijo, enfermo, y su hermana Mari Nieves, enferma hasta que murió hace unos meses. ¿Por qué ha hecho ahora esta barbaridad? ¿Quién lo sabe?».

Una vecina de El Real de San Vicente (Toledo) asegura que Gregorio Ramos Rubio, el hombre que se suicidó tras matar a hachazos a su madre, a su esposa y a su hijo, jamás se quejó de la dura vida que llevaba. Nadie le oyó nunca lamentarse y todas las fuentes consultadas coinciden en que nunca le oyeron una mala palabra.

Los cadáveres de Gregorio Ramos y su madre, Salvadora Rubio Acedo, de 92 años, yacían ayer en la sala número 12 del tanatorio de Talavera de la Reina; al lado, en la sala 13, descansaban los cuerpos sin vida de Julia de Castro Illán, de 58 años, esposa del homicida, y del hijo de ambos, David, de 27.

Hoy, lunes, los cuatro serán inhumados en el cementerio de El Real de San Vicente, a unos metros de donde ocurrió la tragedia, tras un funeral en la iglesia parroquial, al que previsiblemente acudirá la práctica totalidad del pueblo.

Gregorio Ramos mató a hachazos a su madre, a su esposa y a su hijo en la casa familiar, sobre las cinco de la madrugada del pasado sábado. A continuación se trasladó a Talavera y atacó a hachazos a sus hijas Eva, de 25 años, y María, de 22, tras lo que se arrojó al vacío desde la novena planta de la vivienda, en la calle del Conde de Pero Moro, en el centro urbano de la ciudad.

A Gregorio, prejubilado desde hace varios años, se le había diagnosticado supuestamente un tumor cerebral, pese a lo cual trasladaba cada miércoles a su hermana María Nieves hasta Talavera para que fuera sometida a hemodiálisis, ya que padecía una dolencia renal desde hacía 22 años. María Nieves falleció el pasado verano, tras lo cual Gregorio decidió llevarse a vivir a su casa a la madre de ambos, la nonagenaria Salvadora, que estaba aquejada de Alzheimer, y a la que sacaba a pasear por el pueblo todos los días.

La esposa del parricida sufría artrosis y «cada vez podía mover menos las piernas», según el vecindario, por lo que Gregorio era quien se ocupaba de hacer la compra y otras muchas tareas domésticas. «Lo hacía sin quejarse y siempre con buena cara», afirma una amiga de la familia.

David, el hijo del matrimonio, sufría fuertes depresiones desde hace años. Había trabajado en una carnicería, pero su mayor afición era arreglar coches y motos, por lo que su padre había decidido habilitarle un pequeño local en una de las viviendas familiares para que pudiera montar allí una especie de taller mecánico. «Cuando me encuentro peor, me recluyo en casa para no parecer más raro de lo que soy», comentó alguna vez David a Diego Guerrero, director de un coro musical de El Real de San Vicente. Éste define al parricida como «un hombre de pocas palabras, por lo que resultaba difícil conocer sus pensamientos».

La joven Eva, de 25 años, que está ingresada en la unidad de vigilancia intensiva del hospital de Toledo a causa de un hachazo en la cabeza, y su hermana, María, de 22 años, tocaban la guitarra en el coro que dirigía Guerrero. María, que padece un ligero retraso intelectual y una dolencia renal, convive con su hermana en un piso del centro de Talavera, ciudad donde la mayor de las chicas trabaja en el hipermercado Carrefour. María seguía ayer ingresada en el hospital de Nuestra Señora del Prado, en Talavera de la Reina.

Gregorio Ramos había sido conductor de autobuses de la empresa Cevesa y también había trabajado en la reparación de las carreteras de la región. Hace dos o tres años empezó a sufrir mareos y vértigos y la gente del pueblo cree que eso era debido a un tumor cerebral. Fue prejubilado y desde entonces se había entregado en cuerpo y alma a cuidar de su familia. «El pasado miércoles, le vi en la consulta del médico, me saludó y tenía buen aspecto», recuerda una vecina, la cual no es capaz de encontrar explicación a lo ocurrido.

«Yo creo que mató a su familia sin saber lo que hacía. Es improbable que él asesinara conscientemente a las personas a las que más quería», comenta una vecina. Los numerosos jóvenes que ayer tarde velaban los cadáveres en el tanatorio rehusaron hacer cualquier comentario.

«Antes del crimen, Gregorio habló con mi marido porque quería vender unas tierras. Pero a media tarde del sábado le dijo que ya no quería. Mi marido no le notó nada raro», declara una inmigrante que vive de alquiler en un piso del parricida, que disfrutaba de una desahogada posición económica. «Tal vez no aguantó tanta presión y responsabilidad durante tantos años», concluye un amigo de la familia, tratando de contener las lágrimas.


La ira asesina del hombre tranquilo

Carlos Hidalgo – ABC.es

19 de febrero de 2007

«Nacido, como el toro, para el luto». Estos versos resumen la biografía de Gregorio Ramos Rubio, «El Culebro», de 59 años, que la madrugada del pasado sábado diezmó a tres generaciones de su propia familia: madre, esposa e hijo cayeron a hachazos dentro de su vivienda del pueblo toledano de El Real de San Vicente. A dos pasos del cementerio, que le da nombre a la calle. Lo que son las cosas.

Las otras dos hijas del parricida, que esquivaron la muerte por el mango roto de un hacha, quizá aún no sepan que hoy darán tierra al resto de sus parientes más cercanos. O quizá sí. Cuatro. Sí, cuatro, porque a Gregorio, tras llenarse las manos de la sangre de su sangre, no le quedó otra que lanzarse al duro asfalto desde un noveno piso. No faltan quienes dicen que debería haberlo planeado todo en el orden inverso.

Le hallaron justo enfrente del piso de Talavera de la Reina que había cedido a sus dos niñas: Eva, de 25 años, y María, de 22. Se habían mudado allí, tras años de rondalla en la iglesia del pueblo, para buscarse un futuro mejor haciendo un curso y trabajando en Carrefour, respectivamente. Al mismo piso que, cuando la hermana de «El Culebro» murió el pasado verano, éste heredó.

Dicen que ésa era su mayor pena, la de haber luchado junto a su hermana Nieves durante casi 30 años contra un problema renal -uno de los casos de diálisis más antiguos de Castilla-La Mancha-, y fue la que le llevó a lomos de la depresión. Mascullan en el pueblo que se estaba medicando.

«El Culebro» pasó por encima de un tumor cerebral y de una operación de estómago. Afrontó, dicen los vecinos, la radioterapia de Julia, su mujer, y su dificultad para caminar; la depresión de David, el mayor de sus hijos; se iba haciendo con el Alzheimer de su madre, Salvadora, y con el ser «más niña de lo normal» de Eva, que es la que mejor sigue. «Pero no pudo más».

Ésa es la explicación que dan muchos de sus casi mil vecinos del pueblo, que afrontan con más incredulidad que otra cosa lo ocurrido. Ya vivieron la muerte de un joven electrocutado; el accidente mortal de otros dos, o incluso cuando un lugareño mató a un cuñado porque maltrataba a su hermana. Pero algo como el drama de los «Culebros», en la vida.

«La lavaba y cortaba las uñas»

«Era un hombre muy tranquilo, sociable, siempre bromeando, que fumaba mucho y que se desvivía por su familia. A la madre la lavaba, le cortaba las uñas, la llevaba al centro de salud… No tenía problemas de dinero. Esto es increíble», no paran de repetir los vecinos.

El atropello que fue suicidio

Tampoco sale de su asombro el alcalde, Antonio Rubio, quien tuvo que pedir un vaso de agua cuando la Guardia Civil le llamó alertándole de lo que acababa de ocurrir. Los agentes buscaban a la familia de Gregorio para anunciarle que había aparecido muerto en Talavera. Un atropello sin auxilio, se pensó. Pero cuál sería su sorpresa al encontrar una morgue en casa de los «Culebros». Y el sangriento amago en el domicilio de las niñas.

Los mayores de El Real de San Vicente no recuerdan el por qué del mote familiar. «Se lo pusieron a sus abuelos», indican, antes de recordar la lozana juventud del parricida, en las fiestas del pueblo, «cuando corría en los encierros». Luego, se fue a Madrid como conductor de autobuses en Castro Bonel -ahora Cevesa-, haciendo la ruta de algunos colegios. Ahí sufrió su primer revés laboral, ya que sentía mucha presión. Y volvió a su pueblo, donde trabajó en la construcción de una autovía. «Pero sufría ataques epilépticos, y se tuvo que dar de baja».

Los problemas psíquicos de su familia no terminaron ahí. Su hijo David tenía depresión, y por culpa de ello dejó su trabajo en una carnicería. «Tenía problemas, pero los disimulaba muy bien», comenta uno de sus amigos. Famoso por su maña, David hacía trabajos de mecánico. El viernes por la noche salió de copas. A la una de la madrugada del sábado, regresó a su casa. Una pila de leña cortada con el hacha que acabó con el anonimato de los «Culebros» aún se amontona junto a la puerta. Dentro, les encontró la muerte. «Porque la pena tizna cuando estalla».


El drama de Goro acabó en masacre

Alberto León – Lavozdetalavera.com

20 de febrero de 2007

Ninguno de los cerca de mil habitantes de El Real de San Vicente acierta a comprender las razones por las que Gregorio Ramos Rubio, más conocido por sus vecinos como «Gorín» o «Culebro», cometió en la madrugada del viernes al sábado uno de los crímenes más terribles de los últimos tiempos, suceso que ha conmocionado no sólo a El Real de San Vicente, sino que ha levantado el interés de todos los medios de información del país.

Armado con un hacha, este hombre de 58 años asesinó de forma salvaje a su madre, Salvadora; su mujer, Julia de Castro, y su hijo mayor, David, en el domicilio familiar de la calle Cementerio, número 2, para después trasladarse hasta Talavera e intentar acabar con la vida de sus otras dos hijas, Eva y María, a las que dejó malheridas en un piso de la calle Conde de Peromoro. El epílogo a esta masacre fue el suicidio del parricida, que se arrojó a la calle desde un noveno piso.

Mucho se ha especulado durante las últimas horas sobre los motivos que impulsaron a este hombre considerado por todos como un marido, un padre y un hijo modélico a llevar a cabo este terrible crimen.

Y es que en El Real de San Vicente la gente insiste en que Gregorio Ramos era una persona afable, cuya mayor preocupación era cuidar de su familia, tarea a la que prácticamente se había dedicado exclusivamente en los últimos años. Tanto que este hombre había abandonado su trabajo para cuidar a los suyos, tras años trabajando en la construcción y como conductor de autobuses en la línea entre su pueblo y Madrid, que fue su última ocupación.

El parricida convivía con su madre de 91 años, que padecía Alzheimer, con un notable empeoramiento en los últimos meses; con su mujer de 62 años, que sufría una enfermedad en las piernas; y con su hijo de 27, con síntomas de depresión.

A ello hay que añadir que María, su hija mayor [menor], de 25 años, tenía una discapacidad; que al propio Gregorio le habían detectado un tumor cerebral hace unos años, enfermedad que había logrado superar; y que hace unos meses falleció una de sus hermanas, tras mucho tiempo enferma, de cuyo cuidado el «Culebro» se había ocupado personalmente. Ahora, se ha sabido que el parricida renunció a una ayuda ofrecida por la Consejería de Bienestar Social para el cuidado de su madre.

Todos estos ingredientes, si bien no justifican ni mucho menos tan horrendo crimen, sí al menos están sirviendo desde que la noticia corriera como un reguero de pólvora como pista para saber qué pudo pasar por la cabeza de un hombre entregado a los demás hasta convertirse en asesino en esa fatídica madrugada.

La conmoción en El Real de San Vicente es difícilmente igualable. La localidad serrana, conocida por su belleza y su potencial turístico, ha sido durante los últimos días centro de atención de todos los medios de comunicación. Los vecinos cuentan que Gregorio -Goro, como le conocían en el pueblo- era una persona afable y que la familia era querida y apreciada en el pueblo. Ninguno pudo sospechar ni por asomo la terrible tragedia que se desencadenó en el número 2 de la calle Cementerio, domicilio situado a poco más de 100 metros del camposanto en el que ya descansan los restos de los fallecidos.

El caso sigue bajo secreto sumarial decretado por el Juzgado Número 4 de Talavera. aunque hay indicios para reconstruir la cruel película de los hechos.

Según todos los indicios, Gregorio Ramos, tuvo que aprovechar el sueño de sus familiares para cometer el parricidio; mantener la sangre fría para trasladarse a Talavera y allí intentar asesinar a sus hijas; y es muy posible que se suicidara creyendo que eran cinco víctimas mortales, y no tres, las que se habría cobrado en su matanza. Por «fortuna» para Eva y María, su verdugo creyó que había terminado con sus vidas antes de saltar al vacío desde el noveno piso.

Pero la película de la investigación siguió un hilo absolutamente inverso: hacia las 7:00 horas del sábado 17 de febrero se descubrió el cuerpo sin vida de Gregorio tras arrojarse del edificio. La Policía Nacional de Talavera se hizo cargo del caso pero en un principio no sospecharon que detrás de aquella muerte había una tragedia de mayor magnitud, sino que podría tratarse de un atropello y la posterior huida del causante.

Las Fuerzas del Orden intentaron contactar con la familia de El Real de San Vicente para que identificara el cadáver, pero ya nadie podía responder en su domicilio.

Fue un pariente próximo el que advirtió a los investigadores que las hijas del suicida vivían en la misma calle en la que habían encontrado su cadáver; de este modo, al entrar en su domicilio descubrieron a las jóvenes, de 22 y 25 años, con graves heridas en el cuero cabelludo y en estado de inconsciencia. Parece que al criminal se le rompió el hacha que blandía ya antes de partir de El Real, lo que pudo salvar la vida de las chicas. Poco después, la Guardia Civil encontró en el domicilio familiar de El Real de San Vicente los otros tres cuerpos.

Los cuerpos sin vida de la madre, la mujer y el hijo de Gregorio fueron llevados en la tarde del sábado hasta Toledo, donde se les hizo la autopsia antes de ser trasladados el domingo al Tanatorio de los Hermanos Agüero, donde fueron velados junto a quien durante años fue su mejor protector antes de convertirse en su verdugo.

Al cierre de esta edición, la hija mayor de Gregorio, que sufrió heridas más leves, evolucionaba favorablemente en el Hospital Nuestra Señora del Prado, mientras que la más pequeña estaba ingresada en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Virgen de la Salud de Toledo, donde permanecía estable dentro de la gravedad por el traumatismo craneoencefálico severo que le produjo el furibundo ataque de su padre.

Mucho tiempo van a necesitar los vecinos de El Real de San Vicente para olvidar esta desgracia; pese a ello, insisten en asegurar que «Gorín» -apelativo con el que le denominaban los más próximos al parricida- era una buena persona y que nunca le hubieran considerado capaz de esta atrocidad.

Quien más y quien menos sólo se explica el triple crimen «por un ataque de locura». Desgraciadamente, sólo el asesino sabe por qué llevó a cabo uno de los sucesos más sangrientos de la historia reciente de nuestro país y, por supuesto, el hecho más luctuoso en nuestra comarca.

Crespones negros y banderas a media asta

Nada más conocer la magnitud del suceso, el Ayuntamiento de El Real de San Vicente declaró luto oficial en la localidad serrana, colocando las banderas a media asta, donde lucían los crespones negros. Además, se suspendieron todos los actos relativos al Carnaval, una fiesta que tiene gran seguimiento en el municipio y que el fin de semana había atraído a gran número de visitantes. Tan sólo la soldadesca de la localidad hizo sonar sus tambores en señal de duelo en la mañana del domingo, a la salida de misa.

Nadie en El Real daba crédito a lo sucedido y buen ejemplo de ello es su alcalde, Antonio Rubio, amigo de Gregorio Ramos y quien fue uno de los primeros en conocer la mañana del sábado una noticia tras la que tardó varios minutos en poder reaccionar.

Además, las calles del municipio se vieron invadidas desde primeras horas de la tarde del sábado por una auténtico ejército de medios de comunicación, convirtiendo las calles de El Real de San Vicente y, sobre todo, laos [los] exteriores de la casa donde se produjo el parricidio, en un plató de televisión. Prácticamente todas los medios de comunicación abrieron sus ediciones del sábado y el domingo con esta desgraciada noticia.

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