
El estrangulador de Tacuba
- Clasificación: Asesino en serie
- Características: Argumentaba que las había matado para probar en ellas su técnica de resurrección que había estado buscando
- Número de víctimas: 4
- Fecha del crimen: Ago.-Sep. 1942
- Fecha de detención: 4 de septiembre de 1942
- Fecha de nacimiento: 1915
- Perfil de la víctima: María de los Ángeles González, 16 (prostituta) / Rosa Reyes, 16 (prostituta) / Raquel Martínez de León, 16 (prostituta) / Graciela Arias Ávalos, 19 (estudiante)
- Método del crimen: Estrangulación con ligadura
- Lugar: México, D. F., México
- Estado: Condenado a 20 años de prisión en 1942. Puesto en libertad el 8 de septiembre de 1976. Murió el 2 de agosto de 1999
Índice
Gregorio Cárdenas Hernández
Wikipedia
Gregorio «Goyo» Cárdenas (Ciudad de México, 1915 – Los Ángeles, 1999), también conocido como el estrangulador de Tacuba, fue un homicida múltiple mexicano que se volvió una celebridad mediática en su país debido a su presunta rehabilitación social.
Infancia y juventud
El multihomicida nació en la ciudad de México en 1915. El daño neurológico que le provocó una encefalitis temprana fue factor decisivo para que mostrara un comportamiento anormal desde niño, especialmente crueldad hacia los animales. Aunado a ello, Cárdenas tenía dificultad para controlar su esfínter. Pese a estas condiciones, demostró tener un alto coeficiente intelectual y fue un alumno destacado desde su educación básica.
A los 27 años se encontraba realizando estudios de Química y, debido a su alto desempeño estudiantil, obtuvo una beca de PEMEX para continuar con su formación académica y colaborar con la empresa paraestatal.
Tiempo después se independizó de su madre y rentó una casa en la ciudad de México, lugar donde posteriormente serían enterrados y descubiertos los cuerpos de sus víctimas.
Asesinatos
Gregorio Cárdenas Hernández cometió sus asesinatos entre agosto y septiembre de 1942, debido a lo cual se le considera un asesino relámpago. El sobrenombre de «estrangulador de Tacuba» se debe a que su residencia estaba ubicada en el famoso barrio de Tacuba de la ciudad de México.
El 15 de agosto de 1942 recibió en su casa a una prostituta de 16 años llamada María de los Ángeles González y apodada «Bertha». Después de sostener relaciones sexuales con ella, Cárdenas la estranguló con un cordón y enterró su cuerpo en su jardín. En los días siguientes asesinó a dos prostitutas menores más. Una de ellas fue inicialmente identificada y sepultada como Raquel González León, de 14 años, hasta que meses después apareció viva, desconociéndose actualmente la identidad de la verdadera víctima. Debido a la fuerte impresión por la noticia de la falsa muerte, la hermana de González León falleció a causa de un infarto. La tercera prostitua asesinada, de nombre Rosa Reyes Quiroz, se negó a acostarse con él e intentó resistir al ataque, sucumbiendo finalmente ante el criminal.
Finalmente, Cárdenas asesinó a Graciela Arias Ávalos, de 21 años, alumna de la Escuela Nacional Preparatoria de la UNAM e hija de un reconocido abogado penalista mexicano, amiga de la cual estaba enamorado. Debido al rechazo amoroso de Graciela y a una bofetada que le propinó por intentar besarla a la fuerza, el homicida la golpeó hasta la muerte en su automóvil, enterrándola posteriormente en su jardín junto al resto de las víctimas.
Curiosidades
Goyo asesinaba a sus victimas, y ya muertas, este les inyectaba sustancias colorantes para que no sean reconocidas por las autoridades, pero los mismos no encontraron ningún signo de que hayan sido inyectadas con alguna sustancia química.
El estrangulador de Tacuba
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Gregorio Cárdenas Hernández nació en la Ciudad de México en 1915. Solamente quince días duró su carrera criminal, pero eso le bastó para entrar en los anales de la Historia como el asesino serial más popular de México. De niño, Goyo sostuvo una relación enfermiza con su madre, Vicenta Hernández, una mujer dominante que lo reprimió hasta su adolescencia. Pese a ello, el altísimo coeficiente intelectual de Goyo hizo que fuese un estudiante destacado. La encefalitis que de niño padeció causó, sin embargo, un daño neurológico irreversible; a raíz de su enfermedad, Goyo padeció de eneuresis y empezó a dar muestras de crueldad hacia los animales: se ensañaba torturando pollitos y conejos. Se casó con Sabina Lara González, de quien se divorció poco después.
A sus veintisiete años, Goyo estudiaba Ciencias Químicas; era un alumno tímido y esmirriado, que utilizaba gruesos lentes. Pero eso no le impidió obtener una beca de PEMEX, que le permitió continuar sus estudios. Independizado de la sombra de su progenitora, Goyo rentó una casa en la calle Mar del Norte nº 20, en Tacuba, cerca del Centro Histórico de la Ciudad de México. Allí vivía cuando la noche de 15 de agosto de 1942, a bordo de su automóvil Ford, recogió en la calle a una prostituta de dieciséis años llamada María de los Ángeles González, alias “Bertha”, a quien llevó a su domicilio. Hacia las 23:00 horas, y después de sostener relaciones sexuales con él, la joven fue a lavarse al baño de la casa de Goyo, instante que él aprovechó para estrangularla con un cordón. Una vez muerta, Goyo llevó el cadáver al patio y allí la enterró.
Ocho días después, la madrugada del 23 de agosto, Goyo salió de cacería otra vez. En esta ocasión, la prostituta elegida tenía catorce años. A ella le sorprendió que su cliente tuviera una amplia biblioteca en su casa. De hecho, tras llevarse a cabo el acto sexual, se dedicó a mirar algunos de los libros de Goyo. En eso estaba cuando él la atacó con el mismo cordón. A las cinco de la mañana, ocupaba otro sitio en el patio de la casa de Mar del Norte. Fue identificada originalmente como Raquel González León, pero esta chica apareció viva meses después. Para entonces, su hermano había muerto de un infarto por la impresión y la víctima había sido enterrada con su nombre. ¿Quién era la mujer ultimada esa noche por Goyo? Su identidad jamás se averiguó.
Los lapsos se iban acortando. Goyo esperó solamente seis días antes de ir, la noche del 29 de agosto, a buscar una nueva compañía femenina. La encontró en Rosa Reyes Quiróz, otra menor de edad que no llegó a acostarse con él. Para entonces, Goyo había descuidado su entorno: su laboratorio estaba en desorden, los libros fuera de su lugar, había ropa sucia por todas partes y el polvo empezaba a acumularse en todos lados. Esto provocó cierta desconfianza en Rosa, quien se dirigió al laboratorio para curiosear sobre su cliente. Allí, mientras veía unos matraces y algunos tubos de ensayo, la atacó Goyo. Rosa presentó resistencia. La lucha fue violenta, pero Goyo triunfó. Sin embargo, la expresión de horror en el rostro de Rosa lo impresionó. Turbado, cavó de inmediato la fosa correspondiente. Se dio cuenta de que ya no quedaba mucho espacio en el patio, así que la amarró de pies y manos. A las cuatro de la mañana concluía su faena.
El último crimen ocurrió cuatro días después, el 2 de septiembre. Goyo cortejaba constantemente a una chica llamada Graciela Arias Ávalos, estudiante del bachillerato de Ciencias Químicas de la UNAM, quien aceptaba su amistad. Graciela era una alumna modelo y su padre, un conocidísimo abogado penalista, Miguel Arias Córdoba. Ese día, Graciela esperó a Goyo afuera de la Escuela Nacional Preparatoria. Goyo pasó por ella en su auto, supuestamente para llevarla a su casa, ubicada en Tacubaya nº 63. Goyo así lo hizo; al llegar afuera de la casa de la chica, y aún dentro del auto, le habló de su amor por ella. Graciela lo rechazó, y entonces él intentó besarla a la fuerza. Ella le dio una bofetada y entonces Goyo, iracundo, arrancó de un tirón la manija del automóvil y comenzó a golpear a Graciela en la cabeza hasta que la mató. La sangre empapaba su larga cabellera. Goyo condujo hasta su propia casa. Bajó el cadáver, lo puso sobre el catre donde dormía, lo envolvió en una sábana y, ya en la madrugada del 3 de septiembre, lo enterró.
Para el siete de septiembre, a petición expresa de su hijo, la madre de Goyo lo internó en el Hospital Psiquiátrico del Dr. Oneto Barenque, ubicado en la calle Primavera, en Tacubaya. Adujo que él “había perdido completamente la razón”.
Allí acudió, el 8 de septiembre, el subjefe del Servicio Secreto, Simón Estrada Iglesias, para interrogarlo sobre la desaparición de Graciela Arias. Como respuesta, Goyo le mostró unos pedazos de gis y le dijo que eran pastillas “para volverse invisible”. El investigador recrudeció su interrogatorio y finalmente Goyo se derrumbó: confesó que había matado a la chica y que la había enterrado en el patio de su casa.
A las 3 de la tarde de ese día, la policía, acompañada de Goyo, entró a la casa de Mar del Norte; de inmediato vieron un pie podrido que sobresalía del suelo. Excavaron y hallaron los cuatro cadáveres. Goyo los iba guiando.
En su cuarto de estudio, los investigadores hallaron un Diario, escrito de puño y letra de Goyo que decía: “El 2 de septiembre se consumó la muerte de Gracielita. Yo tengo la culpa de ello, yo la maté, he tenido que echarme la responsabilidad que me corresponde, así como las de otras personas desconocidas para mí. Ocultaba los cadáveres de las víctimas porque en cada caso tenía la conciencia de haber cometido un delito“.
El 13 de septiembre, se le dictó auto de formal prisión, y fue recluido en el Palacio Negro de Lecumberri, en el pabellón para enfermos mentales. Sin embargo, sus abogados consiguieron que Goyo fuera trasladado al Manicomio General de La Castañeda, supuestamente para recibir tratamiento. Allí le dieron electrochoques y le inyectaron pentotal sódico para determinar si realmente estaba loco o sólo fingía. Inexplicablemente, de pronto Goyo obtuvo múltiples comodidades: empezó a asistir a las clases de Psiquiatría que ofrecía el director del manicomio, entraba a la biblioteca sin problemas, recibía visitas familiares e incluso se iba al cine con algunas amigas.
El 25 de diciembre de 1947, cinco años después de entrar allí, Goyo se fugó con otro interno y partió rumbo a Oaxaca; veinte días después fue reaprehendido y alegó que no había escapado, sino que se había ido de vacaciones.
Las autoridades decidieron regresarlo a Lecumberri el 22 de diciembre de 1948. Una vez allí, Goyo memorizó el Código Penal, cursó la carrera de Derecho, se convirtió en litigante, realizaba historietas dibujadas por él mismo donde contaba crímenes famosos, e incluso escribió varios libros, entre ellos Celda 16, Pabellón de locos, Una mente turbulenta y Adiós a Lecumberri.
Goyo tocaba el piano que su madre le había regalado, escuchaba ópera, leía poesía, dirigió una revista y comenzó a pintar cuadros. En el penal se casó y tuvo hijos, a quienes mantenía con las ganancias de una tienda de abarrotes que puso dentro de la cárcel. Una vez declaró: “A mí me examinaron como 48 o 50 médicos… unos señalaron esquizofrenia, otros una psicopatía, otros diferentes tipos de epilepsias, otros debilidad mental a nivel profundo. Otros, paranoia. Sí, cómo no”.
En 1976, la familia de Goyo apeló al entonces Presidente de la República, Luis Echeverría Álvarez, quien, al determinar que Goyo era “una celebridad”, terminó por indultarlo. El 8 de septiembre de 1976, “El estrangulador de Tacuba” abandonó la cárcel. Poco tiempo después, mientras Mario Moya Palencia era Secretario de Gobernación, el Congreso de la Unión invitó a Goyo a asistir a la Cámara de Diputados, donde se le brindó un merecidísimo homenaje. Goyo hizo uso de la Tribuna para hablar sobre su vida. Los diputados priístas aplaudieron de pie al primer serial killer nacional, y en sus discursos lo calificaron como “un gran ejemplo” para los mexicanos y “un claro caso de rehabilitación”.
Después, Goyo inauguró una exposición de sus pinturas en una galería de la capital mexicana, y recibió favorables críticas, vendiendo todos sus cuadros a altísimos precios. Abrió además un despacho y se dedicó a litigar. Se hizo una radionovela sobre su vida, que tuvo altísimos niveles de audiencia. Incluso, llegó a hablarse en su momento de erigir una estatua con su efigie en la Ciudad de México.
Cuando el escritor Víctor Hugo Rascón Banda montó la obra teatral El estrangulador de Tacuba, protagonizada por Sergio Bustamante, Goyo asistió a los ensayos y desde las butacas ayudó al director a corregir algunos detalles. Sin embargo, terminó distanciándose, molesto por el tratamiento dado al caso, y demandó al director de la SOGEM por plagio, alegando que los derechos sobre la historia de sus crímenes le pertenecían a él. Goyo registró ante Derechos de Autor la narración de su caso. Sin embargo, tras un peritaje de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, perdió la demanda.
Años después, su vida se llevó al celuloide en el documental independiente Goyo, un macabro tributo exhibido en la Muestra Internacional de Cine, realizado por Ricardo Ham y Marco Jalpa, basado en una idea original de Verónica de la Luz, quien también lo produjo; José Estrada hizo una adaptación de su caso en la cinta El profeta Mimí; y el cineasta Alejandro Jodorowski filmó Santa Sangre, su espléndida y enfermiza película, inspirado en la biografía de Cárdenas. Además, el caso de Goyo se estudia desde hace décadas en Criminología y en la carrera de Derecho, en la UNAM.
Gregorio Cárdenas murió el 2 de agosto de 1999 y se convirtió de esa manera en el asesino serial más surrealista de la Historia. El pueblo le hizo canciones, hubo estampitas con su imagen, y fue idolatrado por la gente, que aún recuerda su nombre y obras.
Ha sido además el único homicida que fue becado por una compañía petrolera, aguantó 34 años en prisión, estudió Química, Psiquiatría y Derecho, fue absuelto por el presidente de su país, hizo carrera de abogado al salir de la cárcel, protagonizó docenas de libros escritos por especialistas, se dedicó a la literatura y la pintura triunfando, colaboró en una obra teatral sobre sus crímenes, tuvo su propia radionovela y su película de culto en la Muestra de Cine, registró su caso para cobrar derechos, y además recibió un homenaje en la Cámara de su país, siendo señalado además como ejemplo para sus conciudadanos tras asesinar a cuatro jovencitas. Citando aquella canción de Alberto Cortez: “¡Qué maravilla, Goyo, qué maravilla!”. En ningún país del mundo ocurriría algo similar. Sólo Goyo, nuestro mexicanísimo Goyo, podía conseguirlo.
El estrangulador de Tacuba: Goyo Cárdenas
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13 de abril de 2013
En 1942 todo México se estremeció con los crímenes de Gregorio “Goyo” Cárdenas Hernández, el estudiante de Química que ultrajó, asesinó y sepultó a 4 mujeres en su casa en Tacuba.
Yo recuerdo que lo primero que supe de Goyo, fue que estaba loco y argumentaba que las había matado para probar en ellas su técnica de resurrección que había estado buscando. Esta era la versión que circulaba en mi entorno y la que quedó en mi mente. Ahora hallo en la revista GQ una excelente reseña del caso hecha por Vicente Leñero, en la que me baso para ordenar mis recuerdos y los hechos.
El caso de Goyo alcanzó su clímax el 2 de septiembre de 1942 cuando recogió de la Escuela Preparatoria a su amiga y pretendida Graciela Arias Ávalos, y al descender ambos del auto del crimina,l pretendió este acariciarla y besarla, siendo rechazado por lo que -declaró- enfurecido la golpeó con la manija de la portezuela que arrancó del auto, hasta matarla y luego asustado y lloroso la arrastró hasta el auto y la metió en la cajuela para conducir hasta su casa en Tacuba donde confesó ultrajar varias veces el cadáver y luego cavar una fosa donde la depositó envuelta en una colcha. Ahí permaneció hasta casi el amanecer acariciándola y contemplándola para finalmente darle el último beso, envolverla y cubrirla con tierra.
Pero previamente Goyo ya había matado a 3 mujeres, prostitutas jóvenes que recogió motivado por los rechazos de Graciela.
En realidad el origen de sus odios lo ubicaba él cuando tenía 18 años de edad y fue acusado de estupro y obligado a casarse con Sabina Lara González, una chica a la que luego calificó de “mujer de conducta frágil y liviana”. La boda fue en Texcoco con Sabina embarazada aunque abortó al día siguiente de la boda. Tres años después Goyo obtuvo el divorcio acusándola de adulterio.
En 1942 narraría a los reporteros que esa decepción amorosa hizo nacer en él un odio profundo hacia todas las mujeres, sin embargo, esta como la mayoría de sus declaraciones debe ser tomada con duda pues oscilaba entre ratos de lucidez en que narraba sus crímenes con claridad y otros en los que mostraba locura que se supone fingida y que un tiempo le sirvió para evitar la prisión y ser internado en La Castañeda.
Iniciado su “romance” con Graciela en 1942, sufrió varios rechazos de su parte, y tras uno de ellos el 10 de agosto de ese año, recogió a la entrada de Chapultepec a María de los Ángeles Moreno (o González Moreno) prostituta de sólo 16 años que se hacía llamar Berta, a la que llevó a su casa y asesinó sorpresivamente mientras usaba su wc. Ya muerta, la violó y sepultó en una fosa de no más de 1 mt de profundidad, aún con restos de su vestido y una pañoleta cubriendo su cabeza.
A Raquel Martínez de León (o Martínez León), de sólo 14 años la ahorcó mientras hojeaba un libro esperando que él preparara unos tragos. La sepultó en el jardín junto a la primera fosa. Una versión dice que la verdadera Raquel apareció viva meses después cuando su hermano había muerto de un infarto por la impresión y la víctima se había sepultado con su nombre. Las autoridades no investigaron más y se ignora quién fue la verdadera muerta por Goyo esa noche.
A Rosa Reyes Quiroz que recogió por el Ángel, la ahorcó mientras curioseaba el laboratorio instalado en su casa. Ocupó la tercera fosa.
Todo este tiempo su actitud en público siguió siendo la del estudiante serio y dedicado de siempre según declararon sus amigos: Juan Antonio Rodríguez de la Rosa, el Punto Negro y Jorge Roldán, el Calavera, pero el 3 de septiembre, tras la muerte de Graciela, confesó su crimen a Juan Antonio y luego a su madre aunque diciendo a esta que había sido en forma accidental. Ella, asustada, acudió a un abogado amigo, Eduardo Sandoval Obregón, quien le aconsejó huir o internarse en un sanatorio para enfermos mentales, opción que eligieron acudiendo al del Dr. Oneto Barenque. donde fue localizado el día 7 por Simón Estrada Iglesias, subjefe del Servicio Secreto que dirigía entonces Leopoldo Treviño Garza, a quien recibió dando un puñado de gises a los que presentó como píldoras para la invisibilidad, creación suya.
Unos dicen que de ahí fue llevado a interrogatorio, confesó sus crímenes y mostró los cadáveres, otros que estos ya se habían descubierto al buscarlo en su casa de Mar del Norte 20, el caso es que con ello estalló el escándalo periodístico mayor al de la entrada de México a la II Guerra Mundial.
Un año tardó su juicio donde más que sus crímenes se debatió su estado mental, por lo que se nombró una comisión de peritos psiquiátricos integrada por los doctores Jesús Gómez Robleda, Raúl González Enríquez, Jesús Sordia Gómez y el criminólogo Alfonso Quiróz Quarón.
Ese año estuvo recluido en Lecumberri, pero luego logró ser trasladado a La Castañeda a cargo del Dr. Guevara Oropeza donde se le concedieron muchas libertades por su conducta tranquila, favoreciendo su fuga en 1948. Fue recapturado en un pueblito de Oaxaca y ubicado definitivamente en Lecumberri.
La versión más aceptada es que en su estancia se dedicó a estudiar Derecho obteniendo en 1980 su título de abogado y dedicándose a asesorar a otros presos, además de escribir 5 libros sobre cuestiones penales: Celda 16, Pabellón de locos, Una mente turbulenta, Adios Lecumberri y Campo de Concentración, ninguno sobre su caso. Sin embargo más recientemente alguien relacionado con la prisión señaló que esto es falso, que Goyo conoció a alguien ducho en cuestiones legales en la prisión y le empezó a ayudar a realizar escritos de menor importancia para los presos, conservando esa tarea a la salida o muerte de su mentor. Yo me inclino por la primera versión.
También contrajo matrimonio estando en prisión y fue padre de 5 hijos.
Me llama la atención la similitud de su caso con el de Caryl Chessman (El bandido de la luz roja) quien también estudió derecho, se representó a sí mismo y escribió varios libros donde analizaba cuestiones legales- que fueron bien calificados por los conocedores- y una novela.
También me llama la atención que al estilo de criminales gringos, Goyo logró matrimonio con una mujer que no conocía antes de entrar a prisión, lo cual implica que ella buscó conocerlo siendo ya un criminal convicto.
Yo conocí a esta señora en 1973 aproximadamente, cuando tras una huelga en la UNAM, se inició la práctica de buscar espacios externos para continuar clases y fuimos a parar al Colegio de Abogados de México que presidía entonces el Dr. Guillermo Vázquez Alfaro y varios permanecimos ahí tras la huelga ayudando en su campaña electoral y en el bufete gratuito. Fue en este donde recibí a una mujer de edad media, aspecto común a la que pregunté que necesitaba y me informó que su esposo estaba detenido sin que se le hubiera dictado sentencia desde hacia 30 años y etc… La conduje a un privado donde estaba una compañera a quien completó la historia y recuerdo que ella le comentó con tranquilidad y hasta con gusto ¡Ah, eso está muy fácil! lo que despertó una sonrisa especial en la mujer. Yo conocía lo suficiente de la historia de Goyo y su situación legal como para identificar el caso, así que en la primera oportunidad me acerqué a ella y le pregunté ¿no sabes quién es? refiriéndome al detenido y ella me miró con sorpresa y me dijo No. Goyo Cárdenas, le dije. Ella repitió su mirada y preguntó ¿Quién es ese?
El caso es que informé a los encargados del servicio que me pasaron con el Dr. Alfaro que organizó una rápida reunión y planeó la inclusión del caso en un programa televisivo que iba a iniciarse en canal 13 con el apoyo, tengo entendido de Doña Esther Zuno ¿Quién va a atenderlo? preguntó y le dijeron Pues la recibió Héctor.
No, no, necesitamos alguien de experiencia. y ahí terminó mi contacto con el asunto.
Ignoro que pasó después pero la señora nunca volvió por ahí. Yo creo que sabía que nada se lograría por abogado alguno y solo buscaba atraer la atención hacia el caso de su esposo. De hecho la familia de Goyo acudió al Presidente Echeverría y una versión dice que él lo indultó en tanto que otra señala que finalmente se dictó sentencia en su caso, la causa penal 1350/42, el caso es que en septiembre de 1976, desaparecido Lecumberri como penal y con Goyo en el Reclusorio Oriente quedó en libertad tras 34 años de prisión, 14 más de los 20 con que lo habían condenado en 1942.
Salió el 8 de septiembre y fue a dar gracias a la Virgen de Guadalupe y luego se instaló con su familia en General Argumedo 73, atrás de Lecumberri desde donde -se dice- siguió litigando y editó una historieta con relatos de Lecumberri. Yo recuerdo esa revistita que nunca leí, con portadas propias del género alarmista en las que ignoro si narraba casos reales o ficticios, pero nunca su caso. Este lo registró a fin de cobrar regalías.
A poco de su salida, fue invitado por el entonces Secretario de Gobernación, Mario Moya Palencia a la Cámara de Diputados para exaltarlo como modelo de rehabilitación. Ahí, el primer asesino serial mexicano, habló sobre su vida y fue ovacionado de pie por los diputados priístas.
Existen diversas versiones de la historia de Goyo, algunas causadas por él mismo en sus variaciones en sus declaraciones, otras quizá por errores en información periodística y alguna más producto de la mala transmisión de boca en boca de su historia. Se dice que en su cuarto de estudio, los investigadores hallaron un diario, de puño y letra de Goyo . Unas veces dijo que violaba los cadáveres de las mujeres y otros que las mató tras tener sexo (con excepción de Graciela que mató primero). También se comenta que confesó tener una dificultad sexual y que buscaba un remedio para ella y que en su jardín se hallaron el cadáver de un ganso y un conejo en los que narró haber probado sustancias con las que dio en su busca de un remedio. También se dice que se propuso hacerle un monumento…
Años después, su vida se llevó al celuloide en el documental independiente “Goyo”, un macabro tributo exhibido en la Muestra Internacional de Cine, realizado por Ricardo Ham y Marco Jalpa, basado en una idea original de Verónica de la Luz, quien también lo produjo.
Se dice que “El profeta Mimí”, de José Estrada es una adaptación de su caso. Yo sabía que ese film narraba un caso que realmente ocurrió en los sitios donde se filmó.
Alejandro Jodorowski filmó “Santa Sangre”, película calificada de espléndida y enfermiza, inspirado en Goyo.
También hubo una película pornográfica centrada en sus supuestas orgías que al parecer se ha perdido.
El caso es muy estudiado en Criminología y en Derecho.
Goyo Cárdenas murió el 2 de agosto de 1999. Su leyenda, continúa.