
El Asesino del Gallinero de Wineville
- Clasificación: Asesino en serie
- Características: Pederasta sádico - Secuestros - Descuartizamiento
- Número de víctimas: 3 - 20
- Fecha del crimen: 1926 - 1928
- Fecha de detención: 19 de septiembre de 1928
- Fecha de nacimiento: 9 de noviembre de 1906
- Perfil de la víctima: Niño mexicano no identificado / Los hermanos Nelson, de 10 años, y Lewis Winslow, de 12
- Método del crimen: Golpes con un hacha - Arma de fuego
- Lugar: Riverside, Estados Unidos (California)
- Estado: Fue ejecutado en la horca en la prisión de San Quentin el 2 de octubre de 1930
Índice
Gordon Northcott – El Asesino del Gallinero de Wineville
Última actualización: 31 de enero de 2016
Los crímenes de Wineville (también conocidos como asesinatos del gallinero de Wineville) son una serie de secuestros y asesinatos de niños que tuvieron lugar en Los Ángeles de 1928 a 1930. El caso expuso al gran público la corrupción en el Departamento de Policía de Los Ángeles y recibió atención nacional. La película Changeling, dirigida por Clint Eastwood en 2008, se basa en este caso.
Entre los niños que desaparecieron se encontraba Walter Collins, de 9 años de edad, que desapareció el 10 de marzo de 1928 y Lewis Winslow, de doce años de edad, junto a su hermano Nelson, de 10, que desaparecieron de Pomona el 16 de mayo de 1928.
Culpables y juicio
Después de 27 días de juicio, el 7 de febrero de 1929 Gordon Stewart Northcott fue declarado culpable de matar a Lewis y Nelson Winslow y otro niño mexicano no identificado. El jurado lo condenó por secuestrar, abusar sexualmente, torturar, asesinar, y descuartizar a estos y otros niños durante el año 1928. El 13 de febrero de 1929, el Juez Freeman condenó a Northcott a ser ahorcado, sentencia que se llevó a cabo el 2 de octubre de 1930.
Más tarde, Louisa Northcott, madre del condenado, admitió haber asesinado a Walter Collins. Fue condenada a cadena perpetua en la prisión estatal de San Quintín, aunque se cree que Northcott había coaccionado a su madre para cometer el asesinato. En el número de la revista Time del lunes 11 de febrero de 1929, se informó que «Gordon Stewart Northcott, mientras que era juzgado por abusar y asesinar a cuatro niños, escuchó testificar a su madre que no era en realidad su madre, sino su abuela».
Corrupción policial
El escándalo de este caso destapó una gran trama de corrupción en el Departamento de Policía de Los Ángeles. Arthur Hutchins, Jr, un niño fugitivo de Illinois y originario de Iowa, se hizo pasar por el desparecido Walter Collins para obtener gratis un viaje a California.
La policía consideró cerrado el caso y trató de convencer a la madre de Walter Collins, Christine Collins, de que Hutchins era su hijo. Cuando se negó a creerlo, fue internada contra su voluntad en el pabellón psiquiátrico del Hospital General del Condado de Los Ángeles. Sólo después de que Hutchins admitiera la verdad, diez días más tarde, Christine fue puesta en libertad.
Los investigadores encontraron un hacha y restos de huesos, pelo, y los dedos de tres de las víctimas enterrados en cal cerca del gallinero del rancho de Northcott cerca de Wineville, de ahí el nombre de «asesinatos del gallinero de Wineville».
Repercusiones
Debido a la gran repercusión del caso, Wineville cambió su nombre por el de Mira Loma el 1 de noviembre de 1930, debido en gran parte a la publicidad negativa en torno a este caso. Nombres como Wineville Avenue, Wineville Road, Wineville Park y otras referencias geográficas aún recuerdan el antiguo nombre de la población.
Gordon Stewart Northcott – «Los Asesinatos del Gallinero de Wineville»
Grotesqueandarabesque.blogspot.com
29 de octubre de 2012
Dentro de la historia del crimen, existen casos de homicidas múltiples que han llamado la atención por ser sumamente atractivos para el público en general, ya sea por su carisma, inteligencia o galantería. Desde el «simpático» Dr. Marcel Petiot, quien antes de ser acusado de asesinar a por lo menos 85 personas, era el alma de toda fiesta gracias a su extraordinario sentido del humor; hasta el encantador Ted Bundy, quien no dejaba de sonreír a las cámaras de televisión, como si se tratara de un artista de cine, a pesar de ser culpable de una serie de crueles asesinatos.
Esta clase de criminales adquirieron un poder mediático que respondía a un interés público más allá de sus delitos, y que se centraba en sus declaraciones, sus vidas, e incluso en sus pensamientos más íntimos. Esto no ocurrió con Gordon Stewart Northcott, un personaje tan repulsivo que sólo despertó antipatía en todos los que lo conocieron.
Otro aspecto llamativo, de este caso en particular, es el cómo quedó al descubierto el alto nivel de corrupción en el Departamento de Policía de Los Ángeles en los turbulentos y oscuros años 30, tomando como referencia la triste y polémica historia de Christine Collins, una madre que perdió a su hijo a manos de Gordon Northcott.
Gordon era un chico con perturbaciones mentales y sexuales graves. Su madre lo sabía bien y, sin embargo, poco hacía al respecto. Más que orientarlo, se dedicaría a complacerlo durante su corta, pero no menos agitada vida. Sarah Louisa Northcott dio a luz a Gordon en Saskatchewan, Canadá, en 1908. Poco se sabe de su infancia, más allá de sus tendencias homosexuales y sádicas. Las retorcidas fantasías de Gordon parecían ser compartidas por su madre, quien lo mimaba y cuidaba.
Los Northcott poseían un rancho en Wineville, cerca de Riverside, California. Se mudaron allí en 1926, y al poco tiempo Gordon comenzó a mantener contacto con un sobrino, Sanford Wesley Clark, de 16 años, a quien invitó a pasar un tiempo con él y su madre en el rancho, para trabajar y juntar algo de dinero. Sanford era sumamente tímido; pero accedió a la oferta y se mudó con ellos en 1928.
El joven Northcott, con 20 años, recibió a su sobrino y le mostró el rancho en donde tendría que trabajar. Pero lo que Sanford ignoraba, era que Gordon se sentía atraído por él, y que sólo buscaba una excusa para que el chico durmiera cerca de su habitación. Al poco tiempo comenzó a hostigarlo sexualmente. Días después, el chico se había convertido en el esclavo sexual de Gordon, quien lo violaba todas las noches y golpeaba constantemente.
Después de un tiempo, Gordon decidió dar un paso más allá. Harto de sólo contar con su sobrino para saciar sus fantasías sexuales, decidió comenzar a violar a otro chicos. Solía invitar a menores desconocidos a su rancho, con la excusa de dejarlos montar a caballo o de trabajar por el día, y así ganarse unos cuantos dólares. Una vez que los chicos caían en su trampa, los violaba y dejaba que se marcharan.
Seguramente por ignorancia o vergüenza, ninguno de los chicos lo delató a la policía o a sus padres; pero Gordon comprendió que su actuar era demasiado arriesgado. Cuando leyó días después, en los periódicos, acerca de la denuncia de un posible pederasta suelto y las declaraciones de algunos niños, su naturaleza de depredador sexual le obligó a planear mejor sus actos, y consideró que raptarlos por tiempo indefinido era mucho mejor que correr el riesgo de dejarlos ir.
Con la ayuda de Sanford (quien debía obedecerlo o recibir una paliza), Gordon comenzó a atraer a muchachos jóvenes. Su forma de ser era demasiado tosca, por lo que le costaba convencer a sus futuras víctimas. De hecho, su apariencia maquiavélica y burlesca tampoco le ayudaba mucho.
Sanford, en cambio, tenía una mirada nerviosa y huidiza. Lo utilizaba para ganar la confianza de los otros muchachos y atraerlos a su rancho. Una vez allí, los encerraba en el gallinero para violarlos y golpearlos de vez en cuando. Llegó a mantener cautivos y amordazados hasta 12 chicos al mismo tiempo, de los cuales abusaba todos los días.
Sarah Northcott no estaba al tanto del desquiciado actuar de su hijo; aunque sí sabía que abusaba de Sanford y parecía no importarle mucho. Pero comenzó a sospechar que algo más ocurría, ante la insistencia de Gordon por mantenerla alejada del gallinero.
Cuando su madre descubrió el aberrante hecho, lejos de horrorizarse, lo reprendió por encontrar cautivos a algunos chicos del vecindario, los cuales lo podrían reconocer y acusar si los dejaba libres. Había uno, en especial, que conocía de vista a Gordon y representaba el mayor riesgo. Su nombre era Walter Collins, de 9 años. Su destino se sellaría ese mismo día.
Instigado por su madre, Gordon tomó la decisión de deshacerse de Walter lo antes posible. Sarah le sugirió que lo matara y lo enterrara en el mismo rancho. Gordon era torpe y sacó a rastras al chico desde el gallinero, al cual planeaba dispararle con un rifle. Su madre volvió a reprenderle. El disparo se escucharía desde bastante distancia y podría alertar a algún vecino. Lo convenció de usar un hacha con la cual solía decapitar a las gallinas, y le dijo que obligara a Sanford a participar del asesinato. De esta forma, él tampoco hablaría.
El cruel plan se llevó a cabo. Sanford se vio obligado a golpear la cabeza del pequeño, con la parte trasera del hacha. Llorando y sin fuerzas, partió el cráneo de Walter Collins sobre un tronco; pero a pesar de los golpes, el chico seguía vivo. Gordon tuvo que intervenir. Lo remató con unos cuantos golpes de hacha y se deshizo del cadáver.
Uno a uno, los chicos del gallinero iban desapareciendo, y en su lugar aparecían otros nuevos. Gordon había descubierto el mórbido placer del asesinato. Violar, torturar y destrozar con su hacha a los muchachos que mantenía cautivos se convertiría en su máximo entretenimiento.
Al mismo tiempo que la orgía criminal de los Northcott se encontraba en su apogeo, la desaparición de Walter Collins era noticia nacional. Su desesperada madre, Christine Collins, lo llevaba buscando durante casi cinco meses, y su gran insistencia y perseverancia habían conmovido a toda la nación. Las críticas empezaron a aplastar a la policía de Los Ángeles, quienes estaban llevando la investigación de forma vergonzosa y negligente.
La desaparición de Walter Collins comenzaba a politizarse, y las autoridades no tenían una sola pista de su paradero. La sensación de que muchas cabezas rodarían en los altos mandos, inquietó a los encargados del departamento, quienes se vieron en la obligación de tener resultados «positivos», sin importar el costo.
En octubre de 1928, la señora Collins quedó impactada ante la noticia que se le daría a conocer tras cinco agotadores meses de búsqueda: su hijo estaba vivo, sano y salvo, y el Departamento de Policía de Los Ángeles la estaba esperando para entregárselo. Se organizó una enorme conferencia de prensa, en la cual se permitió el acceso de todo tipo de fotógrafos y cronistas, con el fin de demostrar que aun se podía confiar en la policía, y que el caso Collins tendría un final feliz.
Christine Collins se presentó ante las luces de las cámaras, en medio de una batahola periodística. Aun aturdida por la noticia y los destellos de las cámaras fotográficas, pudo ver a su hijo entre la muchedumbre, quien corrió a sus brazos, la besó y se aferró a ella con una sonrisa de oreja a oreja.
Cuando Christine logró sacar el habla, le dijo al capitán de la policía J.J. Jones, que ese niño no era su hijo. Presionada por Jones, confundida y con un chiquillo que decía ser su hijo, aferrado a sus piernas, se le pidió a Christine [que] posara para unas cuantas fotos, se llevara al niño a casa y que luego se evaluaría la identidad de éste. La mujer no tuvo más remedio que salir de allí con el chico, bajo el acoso periodístico.
Al día siguiente, lo periódicos ponían en primera plana la fotografía del «feliz reencuentro» de Christine con su hijo Walter, dando por terminada la tortuosa búsqueda de una madre desesperada.
Pero tres semanas después, Christine volvió al departamento de policía, alegando que el chico que le habían entregado no era Walter. El nombre real del chico era Arthur Jacob Hutchins Jr. y estaba siendo parte de un descarado montaje para salvar el pellejo del Departamento de Policía de Los Ángeles.
Ante los alegatos de Christine Collins, las autoridades decidieron silenciarla, enviándola (contra su voluntad) a un manicomio, en donde se la trató con electrochoques, fue drogada, golpeada y obligada a firmar dudosos documentos.
Al mismo tiempo, se hizo correr la voz de que tras los angustiosos meses de búsqueda, la mujer habría enloquecido, siendo incapaz de reconocer a su propio hijo. Pero poco duraría la farsa, pues Arthur terminó por reconocer que Christine Collins no era su madre, y que todo lo había hecho para llegar a Hollywood y emprender una carrera como actor, además de conocer a sus ídolos de la pantalla grande.
Diez días más tarde, y luego de que varios grupos políticos intervinieran y presionaran, Christine fue dejada en libertad. Demandó al Departamento de Policía de Los Ángeles, causando un revuelo de proporciones al dejar en evidencia el nivel de corrupción dentro de éste y, aunque ganó el pleito, jamás se le pagó el dinero de indemnización que le correspondía, una suma total de US 10,800.00.
Mientras este bochornoso incidente terminaba de hundir la credibilidad de la policía, varios reportes de niños extraviados eran opacados por el «Caso Collins». El llamado de una muchacha, alertando a la policía acerca del temor de que su pequeño hermano, Sanford, estuviese siendo maltratado por su tío, en un rancho de Wineville, no despertó grandes sospechas en el departamento. Sin saberlo, estaban a punto de descubrir el horroroso destino de Walter Collins, y una veintena de niños desaparecidos.
Jessie, la hermana mayor de Sanford, avisó a la policía sobre sus sospechas, debido a que había recibido unas cuantas cartas de su hermano, en las cuales decía «estar bien»; pero que le resultaron sumamente sospechosas. Agregó que su hermano era canadiense, y que su estancia en EE.UU. era ilegal, lo que movilizó a las autoridades al rancho de Wineville.
Cuando la policía se acercaba al rancho, Gordon y su madre huyeron despavoridos, logrando cruzar la frontera canadiense con éxito. Sanford, al ver a los oficiales, comenzó a contar su terrible historia, en la cual narraba las terribles torturas y violaciones de las cuales fue objeto. Poco después, dijo haber sido testigo de cuatro asesinatos, perpetrados por Gordon en el gallinero.
Los policías pensaban que el chico estaba tan asustado, que estaba inventando una absurda historia. Iba a ser deportado y estaba temeroso. Pero cuando el muchacho miró las fotos de los niños desaparecidos de Riverside, y reconoció a varios de ellos como víctimas, el asunto se tornó serio… sobre todo cuando identificó a Walter Collins entre los chicos asesinados por su tío.
Los cuerpos, o lo que quedaba de ellos, comenzaron a aparecer en el gallinero del rancho. Entre las plumas y la caca de las gallinas, se encontraron varios dedos pequeños y mechones de cabello. Cerca, en fosas cubiertas con cal viva, más de cincuenta fracciones de huesos parcialmente quemados, le dieron la razón a Sanford.
Gordon Northcott y su madre estaban siendo intensamente buscados por la policía. Mientras tanto, las excavaciones proseguían en el rancho de Wineville, dando resultados cada vez más espeluznantes. Los forenses trataban de identificar a las víctimas; pero al no existir un cadáver completo, poco se podía hacer.
Finalmente, se pudieron certificar tres cuerpos humanos, más otras varias piezas óseas de indeterminada procedencia. Finalmente, Gordon y Sarah Northcott son delatados por uno de sus familiares, en Canadá, y extraditados a los Estados Unidos.
Durante el juicio, sólo se pudo culpar a los Northcott del asesinato de los hermanos Winslow, dos chicos de 10 y 13 años, cuyos cuerpos fueron hallados en el rancho de Wineville, y el de un muchacho mexicano, el cual había sido decapitado, y del cual nunca se supo su identidad. De Walter Collins, sólo se encontraron sus zapatos y un par de falanges que le podrían haber pertenecido.
Gordon daba confesiones incoherentes y se retractaba en cada momento. Seguramente mentía. Por otro lado, su madre aceptaba su responsabilidad como instigadora, quizá intentado encubrir a su hijo. Durante el juicio, y en medio de confusas declaraciones, aseguró no ser la verdadera madre de Gordon; sino que [era] su abuela, y que Gordon era fruto de una relación incestuosa de su padre, quién pasaba sus últimos días en un manicomio, además de haber sido abusado sexualmente desde pequeño.
El jurado se mostró asqueado ante los detalles de los crímenes, y pidió la pena de muerte para ambos. Sanford, por su parte, fue sentenciado a 5 años en un reformatorio y liberado al poco tiempo. Todos sabían que era más víctima que victimario; pero dejarlo libre, a sabiendas de su participación en algunos de los asesinatos (a pesar de estar bajo amenaza de muerte por parte de Gordon), podía ser cuestionado por la opinión pública.
Sarah Northcott fue sentenciada a muerte; pero se le conmutó la pena por ser una «mujer mayor». En su lugar, se le condenó a prisión, de la cual salió en 1944. Fallecería doce años más tarde.
Por otro lado, Gordon Stewart Northcott, tenía sólo veinte años cuando fue sentenciado a muerte por la violación, rapto y asesinato de cuatro niños en el caso de «Los asesinatos del gallinero de Wineville» (Wineville Chicken Coop Murders).
Lejos de lucir arrepentido o pedir perdón, Northcott se dedicó a contradecirse, una y otra vez, en cuanto a su responsabilidad en aquellos horrendos crímenes. Su credibilidad era completamente nula, y aunque Christine Collins se entrevistó con él para saber si realmente había asesinado a su hijo, este lo negó.
A pesar de contar con las declaraciones de Sanford y los zapatos de su hijo (hallados en el rancho), Christine Collins no podía creer que Walter estuviese muerto. Albergaba la esperanza de que el chico hubiese huido del rancho, dejando sus zapatos, y que no volviera a casa, avergonzado por haber sido violado por Gordon.
Su cruzada continuaría varios años más, ante la mirada de quienes sólo podían compadecerse de ella, pues era muy probable que Walter estuviera muerto. Falleció convencida de que su hijo aun estaba vivo en alguna parte.
Poco antes de ser ejecutado, en 1930, Northcott le escribió a Collins para que fuera a conversar con él en la prisión. Le aseguró que le contaría «toda la verdad». Sin embargo, cuando Christine se presentó en la cárcel de San Quintín, Gordon se excusó diciendo que ya no quería verla y que no tenía nada que declarar al respecto. Collins lo enfrentó, pero Northcott sólo dijo: «Yo no sé nada de eso. Soy inocente».
El 2 de octubre de 1930, un tembloroso Gordon Northcott fue llevado hasta la horca, en donde gritó a los presentes que, por favor, rezaran por él. Salvo el sacerdote designado para acompañarlo en sus últimos momentos, nadie más lo hizo. Fue ejecutado y enterrado en el cementerio de la prisión. Se estima que la cantidad de asesinatos perpetrados por Gordon Northcott y su madre, podrían ser 24.
Después de que la funesta historia de los Northcott se hiciera pública, la ciudad se ganó una reputación desastrosa. «Los asesinatos del Gallinero de Wineville» resultaron particularmente repulsivos para la opinión pública. Tanto así, que el 1 de noviembre de 1930, a días de la ejecución de Gordon Northcott, se decidió cambiar el nombre de la ciudad de Wineville por el de Mira Loma, con el fin de borrar, en parte, la mala publicidad que se había ganado.
La historia es retratada en la película del 2008 Changeling, dirigida por Clint Eastwood y protagonizada por Angelina Jolie y John Malkovitch.
Gordon Northcott – «El Asesino del Gallinero»
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«¿Es usted un demonio? Soy un hombre… y por lo tanto tengo dentro de mí todos los demonios.» – Gilbert Chesterton
Gordon Stewart Northcott nació en Saskatchewan (Canadá) pero se crió en la Columbia Británica. Fue hijo de George Cyrus Northcott y de su esposa, Sarah Louise. Gordon se mudó a Los Ángeles, California (Estados Unidos) con sus padres en 1924.
Northcott era un granjero de corazón. Su mayor ambición era poseer una granja propia. Ahorró un par de años y compró una parcela en Wineville, California. Allí construyó una granja de pollos con la ayuda de su padre, quien estaba en el negocio de la construcción.
Para 1926, el sitio estaba listo. Sin embargo, había otro motivo para la deseada independencia de Northcott: a lo largo de los años, había desarrollado una enfermiza atracción sexual por los niños. Según declararía años después, gozaba al fantasear con cuerpos infantiles desnudos, violentados por él. Primero de manera tímida y después dando rienda suelta a su obsesión, Northcott fue transformándose en un depredador sexual.
Northcott se sentía atraído sexualmente por su sobrino, Sanford Clark, de trece años de edad, quien vivía con él. El niño se vio obligado a enviar cartas a su hermana mayor, Jessie, diciéndole que estaba muy bien en la granja de Northcott. Pero en realidad era violado casi todas las noches y obligado a ayudar en las tareas más pesadas.
Cuando se hartó del chico, Northcott decidió arriesgarse y comenzó a buscar niños con los cuáles satisfacer sus impulsos sexuales. Le resultó extremadamente difícil acercarse a los chicos y conseguir que alguno accediera a acompañarlo. Desesperado, decidió echar mano de la violencia… Northcott comenzó a secuestrar niños.
El modus operandi utilizado por el pervertido joven de treinta años consistía en recorrer con una vieja furgoneta las rutas próximas a Wineville, y aún las calles de ciudades más distantes.
Cuando avistaba a algún niño que intuía apto a sus fines -y lo suficientemente ingenuo como para subirse a un vehículo con un desconocido- descendía del rodado y le soltaba al infante la primera historieta que le venía a la cabeza. Por ejemplo, le aseguraba que sus padres estaban internados tras sufrir un accidente y que a él lo habían enviado para llevar al chico al hospital.
Como siempre iba acompañado de otro menor (que era su sobrino de 16 años, Clark, a quien éste mantenía amenazado) la presencia de aquél tranquilizaba a los jovencitos, los cuales acababan por aceptar subirse a la fatídica camioneta conducida por el monstruo.
Los llevaba a bordo de su camioneta hasta su granja donde después los guiaba al gallinero y era aquí en donde procedía a amarrarlos. Los desnudaba, acariciaba torpemente los cuerpos infantiles y después los violaba. Al principio se limitaba a amenazarlos y los dejaba irse. Pero después, abrigó el temor de que alguno de esos niños pudiera denunciarlo, así que decidió conservar a los chicos secuestrados.
Su gallinero empezó a llenarse de niños. Veinticuatro chicos serían la lista total de sus víctimas. Los mantenía atados y disfrutaba acudiendo allí por las noches, seleccionando a uno o dos de ellos, llevándolos a la habitación de junto para golpearlos y violarlos, llegaba a ser tan sádico que incluso violaba a su víctima delante de los otros niños para infundir el terror. Esta práctica le resultó más agradable, pues ya no tenía que arriesgarse a buscar nuevas víctimas tan seguido. Northcott llegó a tener a diez o doce niños secuestrados, de los cuales abusaba continuamente.
Tantos era los que secuestraba que llegó un punto en que las continuas desapariciones de niños levantaron una ola de inquietud entre la gente de las cercanías y las autoridades comenzaron a investigar. Aparecieron notas en los periódicos y se sintió inseguro. Si alguno de los niños escapaba sería el final para él.
Uno creería que al verse en esta difícil situación, Northcott empezaría a ser más cuidadoso e incluso disminuiría sus ataques en contra de los niños… pero no… el monstruo que tenía adentro se estaba descontrolando y su mente enfermiza pronto se pondría en marcha para aumentar el nivel de sadismo.
Varios días después, recibió una llamada telefónica de su madre, Sarah Louise Northcott. Ella le dijo que iría a visitarlo a la granja y que iba a permanecer durante unos días con él.
Northcott liberó a la mayoría de los chicos que había secuestrado, llevándolos de regreso al pueblo de Wineville y amenazándolos para que no hablaran. Pero al final no pudo con su genio y se quedó con cuatro niños a quienes mantuvo amarrados, amordazados y escondidos en los gallineros para su disfrute personal: eran dos hermanos, Lewis y Nelson Winslow, de doce y diez años de edad, secuestrados en Pomona el 16 de marzo de 1928; un niño mexicano de quien nunca se averiguó su nombre y otro niño llamado Walter Collins.
La madre de Northcott ya sospechaba de que su hijo era un pederasta y lo comprobó cuando fue al gallinero y se encontró con los cuatro niños atados. De inmediato reconoció al niño Collins que era un conocido. Desesperada, la madre de Northcott por le sugirió a su hijo que matara a éste niño para que no lo delate [delatara] y que lo haga [hiciera] acompañado de su pequeño sobrino Clark para que éste sea [fuera] cómplice… Northcott accedió.
Fue al gallinero llevando el hacha que utilizaba para decapitar a las gallinas e hizo que su pequeño sobrino fuese quien matase a Collins. El pequeño, al no tener fuerza, dio varios golpes entre llantos pero no logró matar al niño, luego probó la madre y al final el mismo Northcott fue quien dio el golpe de gracia para terminar decapitando al pequeño Collins.
Mientras el niño Collins era asesinado, su desaparición recibía atención nacional y la policía de Los Ángeles hizo un seguimiento de cientos de pistas sin éxito. La policía, ante la publicidad negativa y el aumento de la presión pública para resolver el caso, se mostraba desesperada. La presión de la madre del niño, Christine Collins, era mucha y el asunto comenzaba a politizarse por lo que la policía confeccionó un macabro plan para mejorar su imagen.
La policía avisó a Christine y a los medios de prensa de que habían encontrado a su hijo, la madre se encontró con el niño pero resultó ser un impostor que se parecía a su hijo, la misma se quejó pero la policía la obligó a tomarse una foto abrazada con el niño bajo amenazas, al final la misma accedió por el temor.
Tres semanas después, Collins volvió al departamento de policía a quejarse, por lo que fue encerrada en un manicomio en donde recibió maltratos, electrochoques y golpizas para que firmase una confesión en donde reconocía al niño como su hijo. Pero 10 días después fue liberada ya que el niño impostor escribió una confesión y los medios se enteraron. Collins demandó al departamento y dejó al descubierto la enorme corrupción de la policía.
Mientras esto sucedía, la sed de sangre se había apoderado de Northcott, que de pederasta, violador y secuestrador se había convertido en infanticida ya que al final terminó por golpear, decapitar y quemar las cabezas de los otros tres niños restantes para luego hacerlos añicos, cavó fosas y los enterró en lugares cercanos al gallinero aplicándoles cal viva para acelerar la descomposición.
Cuando los niños fueron asesinados, la madre de Northcott volvió a Canadá, dejando de nuevo a su hijo solo con su sobrino Clark… Pero entonces algo ocurrió. Jessie, la hermana mayor de Clark, dijo a la policía acerca de sus sospechas de que su hermano era maltratado por Northcott.
En septiembre de 1928, la policía de Los Ángeles llegó a la granja de Northcott en Wineville. Mientras se dirigían hacia allá, Gordon Northcott los vio. Supuso que iban por él y decidió escapar: huyó en su camioneta rumbo a Canadá, para cruzar la frontera. Mientras tanto, la policía encontró a el [al] pequeño Clark en el rancho y lo pusieron bajo custodia. El niño se asustó al ver a los agentes. Supuso que se estaban allí a causa de los asesinatos… y Clark les contó toda la macabra historia a los policías.
Los policías no podían creer lo que escuchaban y terminaron por pedirle al niño que les muestre [mostrase] dónde estaban los cuerpos. Clark los guió y empezaron a cavar hasta que dieron con los restos humanos y se dio la alarma. Durante la investigación del asesinato, la policía descubrió tres tumbas. También descubrieron algunos efectos personales de los tres niños desaparecidos, el hacha manchada de sangre, restos de cabello y los dedos de las víctimas enterradas por Northcott y cubiertas con cal.
Para entonces, Sanford Clark había realizado una extensa declaración sobre los asesinatos y además tuvo que ver una larga serie de fotografías, para identificar a aquellos niños que hubieran sido secuestrados por Northcott. Entre ellos, señaló a Walter Collins y a los hermanos Winslow.
La policía había pedido la extradición de Sarah Louise y se había girado una orden de aprehensión contra Gordon Stewart Northcott, quien seguía fugitivo. Fue a refugiarse a casa de su hermana, quien se enteró de la búsqueda policíaca y lo denunció. La policía canadiense llegó a arrestarlo y Northcott no opuso resistencia. Fue interrogado durante largas jornadas. Finalmente, aceptó sus crímenes e inculpó a su madre y a su sobrino.
Los periódicos publicaban notas todos los días sobre los «asesinatos del gallinero» y bautizaron a Gordon Stewart Northcott como «El Asesino del Gallinero».
La madre de Northcott fue sentenciada a cadena perpétua pero fue liberada 12 años después debido a su avanzada edad.
Tras mucho deliberar, un jurado determinó que Sanford Clark tenía poco de victimario y mucho de víctima; a fin de cuentas, había sido obligado por Northcott, quien lo había violado y golpeado por años. El chico fue sentenciado a cinco años de prisión, recluido en una institución especial y liberado poco tiempo después.
El 8 de febrero de 1929, Gordon Stewart Northcott «El Asesino del Gallinero» fue declarado culpable de tres asesinatos, y el día 13 el juez lo condenó a ser ahorcado… al final, a Northcott no le importó, ya que le encantaba llamar la atención de los medios y se reía durante todo momento.
Christine Collins visitó a Northcott en la prisión para hablar con él y preguntarle sobre su hijo. Northcott estuvo contradiciéndose durante toda la entrevista por lo que la [al] final Christine llegó a la conclusión de que el asesino estaba loco y de que tal vez su hijo estaría vivo. Collins buscó desesperadamente a su hijo hasta los últimos días de su vida pero nunca lo encontró.
El día de su ejecución, como un último detalle macabro, antes de que el verdugo accionara la palanca para abrir la compuerta que dejaría caer su cuerpo, Northcott gritó a la gente ahí reunida que por favor dijera una plegaria por él. Excepto el capellán de la prisión, nadie más lo hizo. Gordon Stewart Northcott «El Asesino del Gallinero» fue ejecutado el 2 de octubre de 1930, dentro de los muros de la Prisión de San Quintín, donde también fue sepultado.
Debido a la gran repercusión del caso, Wineville cambió su nombre por el de Mira Loma el 1 de noviembre de 1930, debido en gran parte a la publicidad negativa en torno a este caso. Sin embargo, nombres como Wineville Avenue, Wineville Road, Wineville Park y otras referencias geográficas, aún recuerdan el antiguo nombre de la población y con ello, los crímenes que allí ocurrieron.
Los crímenes de Northcott y la trágica historia de Christine Collins inspiró a Clint Eastwood para realizar la película The Changeling (El intercambio) basado en la búsqueda frenética que realiza Collins para encontrar a su hijo.