
- Clasificación: Homicidio
- Características: Crimen esotérico - Cuatro personas sometieron a una mujer a un ritual porque creían que tenía el demonio dentro del cuerpo
- Número de víctimas: 1
- Fecha del crimen: 1 de febrero de 1990
- Fecha de detención: 1 de febrero de 1990
- Perfil de la víctima: Encarnación Guardia Moreno, de 36 años
- Método del crimen: Ingesta de 250 gramos de sal diluida en agua, bicarbonato y aceite - Golpes y desgarros
- Lugar: Granada, España
- Estado: La Audiencia Provincial de Granada solicitó un total de 5 años de prisión para Mariano Vallejo, Enriqueta e Isabel Guardia y Josefa Fajardo por un delito de lesiones con resultado de muerte y otro de imprudencia temeraria, en 1992
Índice
- 1 El exorcismo del Albaicín
- 2 Una mujer muere en Granada tras una sesión de exorcismo para «expulsarle el diablo»
- 3 Uno de los «exorcistas» del Albaicín describe brutales prácticas sobre la víctima
- 4 Los procesados se acusan mutuamente de inducir al exorcismo del Albaicín
- 5 El forense del exorcismo de Albaicin cree en el demonio
- 6 El crimen del Albaicín
- 7 El macabro exorcismo del Albaicín, Granada
El exorcismo del Albaicín
Francisco Pérez Caballero – Dossier Negro
El 1 de febrero de 1990, una muerte horrenda sacudió el barrio granadino del Albaicín. Un santón llamado Mariano Vallejo, al que apodaban «el Pastelero», aseguraba que era capaz de liberar a los endemoniados que poblaban la tierra. Una mujer, Encarnación Guardia Moreno, de 36 años, desesperada por sus circunstancias, convencida de que la única explicación a sus padecimientos era la posesión, decidió ponerse en sus manos.
El improvisado exorcista, asistido por sus ayudantes, la sometió a un brutal tratamiento, durante el que la obligó a ingerir enormes cantidades de agua con sal, aceite y bicarbonato lo que, lógicamente, la hizo vomitar y retorcerse de dolor. Mariano asegura que entonces ella gritó: «Yo soy Lucifer, príncipe de las tinieblas». Golpeó a la mujer con dureza y la arrojó varias veces contra la pared. Por último, tratando de extraer físicamente el mal del cuerpo de su paciente, desgarró la vagina con sus propias manos y le introdujo una barra de acero por el ano.
A pesar de la tortura, lo que mató a Encarnación fue la sobredosis de sal. Manuel García Blázquez, el médico forense que se encargó del caso quedó hondamente impresionado por el crimen: los testigos decían que la víctima hablaba en lenguas extrañas, con voz de hombre, que llegó a girar la cabeza casi 360 grados, que sus gritos espantaban el alma. ¿Cómo no iban a convencerse de que estaba endemoniada? Si algo de esto era verdad, sin duda habrían pasado auténtico miedo en su presencia.
El doctor no tuvo reparos en admitir que creía en el diablo y que bajó al depósito de cadáveres sin prejuicio alguno, sin descartar la posibilidad de encontrarse con él. ¿Sería aquello una verdadera posesión? A su juicio, no. Una vez frente al cuerpo, pudo ver que aquello no fue una lucha sobrenatural, sino un crimen cometido sobre una pobre mujer. […]
Aún así, como hombre religioso, a García Blázquez, le interesaba el aspecto espiritual del asunto, la mezcla de creencias que llevaron al ritual. Y, como científico, era perfectamente capaz de ordenarlo y analizarlo, así que decidió escribir un libro, en el que justifica cada uno de los síntomas que presentaba Encarnación: tenía un edema en las cuerdas vocales que provocaba que su voz sonara más grave, los ligamentos del cuello estaban afectados, por lo que este era más flexible de lo normal… Solo un fenómeno quedó sin desentrañar: los testigos dicen que se le erizaron los pelos, quedando como acerados. El doctor asegura que es algo imposible y solo puede explicarse mediante la alucinación colectiva.
Un detalle aún hoy alimenta el misterio en torno al caso: fue imposible hacer un reportaje fotográfico sobre el cadáver de Encarnación Guardia. Se intentaron tomar instantáneas con dos cámaras diferentes y no registraron nada. Los especialistas señalan que pudo deberse a la deficiente luz de la morgue.
Una mujer muere en Granada tras una sesión de exorcismo para «expulsarle el diablo»
Jesús Arias – El País
2 de febrero de 1990
Encarnación Guardia, de 36 años, murió a primeras horas de la tarde de ayer en el hospital Virgen de las Nieves, de Granada, a causa de las heridas que recibió durante una sesión de exorcismo celebrada el pasado martes para «expulsarle el diablo del cuerpo», según denunciaron sus familiares.
La mujer, casada y con dos hijos, sufrió desgarraduras en el ano, además de presentar numerosos hematomas, provocados supuestamente por los golpes de un espiritista y un grupo de personas parientes de la víctima. Según un comunicado del hospital emitido a mediodía de ayer, Encarnación Guardia ingresó el martes en estado de coma profundo y shock próximo a una parada respiratoria, con contusiones y hematomas. En el interior del muslo izquierdo se le apreció forzamiento anal y un gran aumento de sodio en la sangre.
El director del Virgen de las Nieves, Nicolás Godoy, explicó antes de que se produjese el fallecimiento que la mujer había ingerido gran cantidad de sal «que está actuando como un veneno». De acuerdo con la impresión de los médicos, a la vista de los primeros anális [análisis], Encarnación Guardia tuvo que ser obligaba a ingerir una pócima de 250 gramos de sal combinada con aceite y bicarbonato.
Según informó su padre, José Guardia, la familia había presentado ya en comisaría una denuncia para esclarecer los hechos, después de que Carmen Guardia, hermana de la víctima, encontrase a Encarnación en la casa de sus primas herida y totalmente desnuda.
El padre añadió que Encarnación había recibido el día antes una llamada de sus primas para que acudiese a una sesión de espiritismo en la casa de éstas, en el número 39 de la calle de San Luis, en el barrio del Albaicín. Veinticuatro horas después no había vuelto aún, por lo que Carmen fue en su busca.
Detenciones policiales
Los familiares culparon de lo sucedido al espiritista de la sesión, de quien sólo conocen el hombre [nombre] y un apodo, Mariano el Pastelero, «y que se dedica al exorcismo». Según José Guardia, el Pastelero ya había efectuado anteriormente sesiones con sus sobrinas, «a las que les tenía comido el coco» después de que la madre de éstas afirmara que «llevaba tres años acostándose con el espíritu de un hijo suyo que había muerto». Encarnación Guardia había estado presente en otra sesión 10 días atrás, y había referido a su familia que se encontraba aterrorizada por lo que había visto y que no pensaba volver más. En aquella ocasión, el espiritista, según Guardia, había dicho que la joven estaba poseída por el demonio y había hecho un primer intento de exorcismo.
La policía de Granada detuvo sobre las cuatro de la tarde de ayer a Mariano Vallejo Fuentes, de 47 años, Enriqueta Guardia Muñoz, de 19, e Isabel Guardia Alonso, de 22, aunque no facilitó ningún tipo de información sobre las posibles acusaciones que se les pudiesen formular.
Uno de los «exorcistas» del Albaicín describe brutales prácticas sobre la víctima
Rafael López – El País
16 de enero de 1992
Mariano Vallejo, El Pastelero, uno de los cinco acusados en el juicio comenzado ayer en Granada por el caso conocido como el exorcismo del Albaicín, en el que falleció Encarnación Guardia tras serle administradas grandes cantidades de sal, aseguró ayer durante la vista oral que el ritual satánico fue instigado por la propia víctima, «poseída por el demonio», y que fue ésta quien sugestionó a todos los presentes.
«Yo sólo quería ayudarla, pero ella nos dominaba porque llevaba el diablo dentro y hacía con nosotros lo que quería», aseguró Vallejo. Pero el relato del fiscal es bien distinto: Encarnación Guardia, que con anterioridad había participado en rituales de este tipo, había convencido a su familia de que se encontraba embarazada del propio demonio, por lo que se planeó una sesión de exorcismo para expulsar el feto de su cuerpo. Según el fiscal, durante el ritual se produjeron innumerables brutalidades a la víctima: además de administrarle pócimas con alto contenido en sal, sufrió empalamientos anales, golpes y presentaba parte de sus músculos internos arrancados por haberle introducido una mano por vía vaginal y anal.
En la sesión matinal del juicio, El Pastelero, aportó un relato plagado de voces de ultratumba, demonios, apariciones, y contradicciones. Dijo que en el ritual, en el que participaron al menos otras tres personas -Enriqueta e Isabel Guardia y Josefa Fajardo, primas y sobrina de la víctima-, Encarnación suplicaba: «Sacadme este demonio que tengo dentro». Luego se transformaba en diablo y gritaba: «¡Soy Lucifer y no podréis conmigo!».
«Encarnación gritaba como una loca, sacaba la lengua y se ponía muy fea» continuó el acusado. «Estaba histérica, con mirada de odio. Para dominarla, yo tenía que tumbarla y ponerme de pie y de rodillas sobre ella». En un momento de la sesión, Enriqueta habló con la voz de su madre y dijo: «Te detesto como hija porque te has acostado con el diablo. Te condeno a que vagues eternamente por el infierno». A lo que Encarnación contestó: «Soy la mujer de Lucifer y conmigo no vais a poder».
Según el acusado, Josefa «metió la mano en la vagina de Encarnación en múltiples ocasiones, al menos una decena, sin encontrar nada». Añadió que a la fallecida le salió posteriormente «una bola por el ano», que «entraba y salía de su cuerpo» y que Josefa se la arrancó de las entrañas. «Al sacarla, echaba humo y fuego», dijo El Pastelero.
Los procesados se acusan mutuamente de inducir al exorcismo del Albaicín
Rafael López – El País
17 de enero de 1992
Los principales procesados en el juicio del exorcismo del AIbaicyn, en el que falleció Encarnación Guardia, se acusan mutuamente de índucir al ritual satánico. Familiares de la víctima responsabilizaron ayer a Mariano Vallejo, El Pastelero, que a su vez, culpó a la fallecida.
En las sesiones del juicio celebradas hasta ahora nadie ha querido asumir la responsabilidad de la muerte de Encarnación Guardia, propiciada por la ingestión de abundante sal y de brutales maniobras en su cuerpo durante un terrible ritual iniciado el 30 de enero de 1990. Las versiones de las acusadas Isabel y Enriqueta Guardia, primas de la fallecida, estuvieron pobladas de titubeos y rectificaciones tras ser asediadas, principalmente, por la defensa de Josefa Fajardo, sobrina de Encarnación.
Josefa Fajardo también participó en los hechos, aunque se incorporó al ritual algunas horas después de haberse iniciado el exorcismo.
La fase actual de los interrogatorios pretende dilucidar si la principal responsabilidad del crimen recae sobre Josefa o sobre Mariano Vallejo, El Pastelero, que dirigió la sesión como maestro de ceremonias.
Isabel y Enriqueta Guardia recondujeron sus declaraciones iniciales, en las que atribuían mayor culpabilidad a Josefa por haber destrozado los genitales de la víctima, para finalizar acusando en primer término a Mariano Vallejo, El Pastelero.
Las procesadas aseguraron que Vallejo dirigió el ritual, golpeó reiteradamente a Encarnación, manipulé [manipuló] su vagina y su ano e intentó extraerle un hipotético feto demoniaco que resultó ser una almorrana. También dijeron que Mariano Vallejo fue el encargado de suministrar a la fallecida, obligándole a ingerirlos, los brebajes que acabaron con su vida, compuestos por fuertes dosis de sal y otros productos.
Las declaraciones efectuadas hasta ahora van conformando un entramado de acusaciones en las que El Pastelero aparece como el principal inculpado. De ellas se deduce que éste convocó a las asistentes al exorcismo, ordenó la sesión, impidió que el ritual se interrumpiese cuando Encarnación ofrecía ya un claro mal estado y se encontraba fuera de sí, y mandó proseguir «hasta el final», además de que le infligió sucesivos malos tratos.
La defensa de Josefa Fajardo pretende establecer que ésta actuó por imperativo de El Pastelero, al manipular también los genitales de Encarnación, y que, en caso de fracasar la sesión por no conseguir extraer el demonio del cuerpo de la exorcizada, su defendida estaba destinada a ser la siguiente víctima.
El forense del exorcismo de Albaicin cree en el demonio
Alejandro V. García – El País
30 de enero de 1992
Manuel García Blázquez, médico cordobés de 45 años, autor de numerosos libros de investigación científica, ultima un relato novelado sobre la muerte de Encarnación Guardia en el curso de un supuesto exorcismo en el barrio granadino de¡ Albaicín, que ahora se juzga en la Audiencia de Granada. García Blázquez, que fue el médico forense en este caso, en tanto que católico practicante, admite la existencia del diablo, si bien matiza que los casos de posesión son rarísimos y que muchos de los descritos son simples ataques de histeria.
Aunque el volumen incluye capítulos puramente científicos, también hay otros ficticios en los que distintos médicos, desde Hipócrates a Freud, dialogan entre sí. Pese a que el libro defiende una tesis racional y explica cada uno de los supuestos fenómenos anormales ocurridos entre el 31 de enero y el 1 de febrero de 1989 [1990], fecha en que la víctima fue sometida al rito criminal, el médico dice que el demonio existe. Por otra parte afirma. que las personas que intervinieron en el caso conocían perfectamente cómo tenían que actuar.
Mariano Vallejo, El Pastelero, el maestro de ceremonias de la chusca y dramática sesión de exorcismo a que fue sometida hasta morir Encarnación Guardia, también conversa en el libro con Freud, Hipócrates y Celso, y expone su parecer y contradice a los antiguos. Es de los pocos capítulos imaginarios de que consta el libro de García Blázquez, un cordobés de 45 años, católico, que cree en la existencia del diablo, aunque opina que en el ritual demoniaco de Granada todo se explica por ciencia y que las incursiones del Maligno son contadas.
El forense decidió escribir el libro desde la fría noche de enero en que hizo la autopsia. «Yo fui al depósito de cadáveres dispuesto a encontrar al demonio. De haber sido así, no lo hubiera ocultado, aunque mi credibilidad como médico se hubiera resentido y me arriesgara a perder el trabajo, pero todo estaba perfectamente claro. Encarnación murió de un síndrome hiperosmolar causado por la ingestión de unos tres kilos de sal disueltos en agua».
El forense ha leído desde los días inmediatamente posteriores a la muerte de la mujer numerosos libros sobre los sorprendentes efectos de la histeria y sobre los rituales satánicos. «La familia de Encarnación Guardia conversa con muertos y aparecidos del mismo modo que otros comentan los programas de televisión. En su escala de valores, la persona de la familia más influyente es aquella que tiene más acceso a platicar con los espíritus. Yo no creía que en nuestra época pudiera ocurrir esto, y me he llevado una sorpresa, pero es así. Así se explica todo lo ocurrido». El libro defiende el fundamento científico de todos los fenómenos supuestamente demoniacos contados al juez por los que trataron de sacar de la matriz de Encarnación un engendro del diablo, operación que ella misma había sugerido.
«Las personas que participaron en el falso exorcismo conocían perfectamente cómo tenían que actuar. Si a Encarnación le hubieran dado en primer lugar la sal diluida en agua hubiera muerto en menos de dos horas. Sin embargo, primero le administraron vinagre y pimienta, que impiden la absorción inmediata por el estómago de la sal, con lo que la sesión de exorcismo se prolongó varias horas, desde la noche del 31 de enero a la madrugada del 1 de febrero». García Blázquez es autor de numerosas publicaciones científicas, pero es la primera vez que ha probado suerte en un género mixto entre el testimonio novelado y la divulgación.
«Incluso los católicos no hablamos hoy del demonio por temor al ridículo. En mi libro busco para todo una explicación científica y cuando no la encuentro lo digo, pero no añado más». Sólo hay un dato para el que el médico no ha encontrado una justificación verosimiI: la erización de los largos cabellos de Encarnación.
«Unos días más tarde de la muerte de la mujer visité a los detenidos, que estaban en celdas separadas, y todos coincidieron en el detalle del pelo. Eran cabellos largos, de 40 o 60 centímetros, y los músculos capilares no tienen fuerza para erizarlos». Esta circunstancia no fue probada en la autopsia, aunque el forense no duda del testimonio de los inculpados. «Si ocurrió de esta manera fue un caso de alucinación colectiva», señala.
El crimen del Albaicín
Manuelcarballal.blogspot.com.es
5 de febrero de 2007
Texto escrito por la criminóloga Pilar Abeijón
Encarnación Guardia Moreno, contaba con 36 años cuando decidió someterse a un ritual exorcista creyendo que un diablo poseía su cuerpo. Ese ritual le costaría la vida. Sucedió en el Albaicín granadino, el 1 de febrero de 1990.
Encarnación había sido invitada a una sesión de espiritismo por una tía suya que aseguraba tener dones de mediumnidad y comunicarse con una entidad que «hablaba a través de ella». Ese día, el espiritista sería un curandero conocido como Mariano Vallejo «El Pastelero». En el transcurso de la ceremonia, éste dijo que «veía» como un ser demoníaco estaba intentando apoderarse del cuerpo de Encarnación, y la mujer se fue a casa asustada.
A pesar de su escepticismo inicial, la idea la fue obsesionando poco a poco, hasta el punto de «sentir algo raro en el interior». Sus dos primas, también asiduas a las sesiones espiritistas, no tuvieron dificultad en convencerla que volviese al lugar para que el Pastelero expulsara al ser, y así librarla del demonio.
A las cuatro de la tarde del día siguiente, al ver que no regresaba a casa, una de sus hermanas acude a buscarla preocupada a casa de sus primas, pero una vez allí no la dejan entrar diciéndole que «no debía interrumpir la sesión». La mujer cuenta lo ocurrido a su padre, y ambos acuden otra vez a la casa. Al entrar, y para su sorpresa, encuentran el cuerpo de Encarnación desnudo y amoratado en el suelo en medio de un charco de sangre…
Rápidamente, el cuerpo malherido es trasladado a un hospital granadino e ingresando en Cuidados Intensivos, pero fallece al día siguiente a consecuencia de un edema cerebral, por una gran cantidad de sodio ingerida que había afectado a su sistema nervioso.
El hecho es inmediatamente denunciado a la policía, que detiene como presuntos culpables de un delito de homicidio a Mariano Vallejo, a Enriqueta e Isabel Guardia Alonso, primas de la fallecida, y a Josefa Fajardo, su sobrina, aunque investigaciones posteriores darían como resultado la implicación de más personas acusadas de complicidad, como María Alonso Vaca, la propietaria del apartamento.
Enriqueta, una de las personas que presenciaron el brutal crimen, asegura que antes de la muerte de Encarnación todos estaban aterrorizados, pues ésta repetía constantemente «presa de un ataque de histeria y gritando como una verdadera poseída que era la esposa de Lucifer, y que iba a engendrar al demonio si no la ayudaban».
Esta actitud de la víctima que según los informes médicos era producto de una depresión nerviosa, fue interpretada como una posesión demoníaca, y la mujer empezó a ser sometida a numerosas torturas, cada una más brutal que la otra, con la finalidad de impedir que naciese tal diablo. El macabro exorcismo se desarrollaría en tres etapas:
En un principio, Encarnación se vio obligada a ingerir una pócima compuesta por 250 gr. de sal diluida en agua, bicarbonato y aceite, lo que le produciría un coma profundo del que no llegaría ya a salir. Después, el mismo Pastelero le propinó una brutal paliza lesionándola por todo el cuerpo además de golpearla lanzándola varias veces contra la pared.
Y para concluir la ceremonia, acompañado por una de las familiares de la víctima procedió a la expulsión del demonio… destrozando el recto de la «poseída» con una barra de hierro y desgarrando con sus manos la vagina para extraeerle el paquete intestinal, según sus propias palabras, con el propósito de «desprender del interior de su cuerpo el engendro de Satanás».
En este singular caso lleno de hipótesis y contradicciones para justificar su causa, además del exorcismo, se ha barajado también la posibilidad de que la víctima estuviese embarazada de seis semanas y el supuesto ritual no fuese más que un aborto casero. La autopsia rechazó está explicación al determinar que la víctima no estaba embarazada.
Por otro lado, se cree que todo fue un acto de sadomasoquismo llevado a un límite demasiado extremo, entre la víctima y el Pastelero. Algunos familiares hablan de las inclinaciones masoquistas de Encarnación, y todo el pueblo conocía al hombre como una persona extremadamente violenta.
El juicio, considerado como uno de los más famosos en la crónica negra, daba comienzo el 15 de enero del año 1992 con las declaraciones de los acusados. Debido a las constantes contradicciones, el reparto de las culpas no quedó en esos momentos claramente definido. Vallejo admitió haber realizado las prácticas exorcistas a petición de los familiares de la víctima y siguiendo las indicaciones de Encarnación, que le iba indicando cada uno de los pasos que tenía que dar para conseguir la expulsión demoníaca.
También acusó a Enriqueta e Isabel de haber sido quienes convencieron a la víctima a comparecer en el ritual, además de estar presentes y haber preparado la pócima de sodio. Pero éstas negaron toda participación, acusando a su vez al Pastelero de haber forzado a la víctima a someterse al macabro ritual.
Josefa Fajardo reconoció haber sido la encargada de introducirle la mano por el ano a la víctima y pincharle la vagina con una aguja caldeada al fuego, afirmando que todos habían contribuido a la «expulsión».
Finalmente, tras varias sesiones de juicio, la Audiencia Provincial de Granada pidió un total de 5 años de prisión para los principales inculpados, por delito de lesiones con resultado de muerte por un lado e imprudencia temeraria por otro (al no haber intención de matar a la persona, no se puede considerar como un delito de homicidio). Para María Alonso, se solicitaron 2 años y medio de arresto por no haber impedido la comisión de los delitos. Además, también se reclamó una indemnización de cuatro millones de pesetas para cada uno de los dos hijos de Encarnación.
El macabro exorcismo del Albaicín, Granada
Labitacoradelmiedo.wordpress.com
16 de junio de 2011
Un macabro suceso tuvo lugar el 1 de febrero de 1990 en el granadino barrio del Albaicín. Encarnación Guardia Moreno era sometida a un exorcismo que acabaría con su vida después de varias horas de interminable sufrimiento.
Encarnación Guardia Moreno había estado trabajando en Francia en un hotel durante ocho años. Al dueño de ese hotel se le relacionaba con prácticas espiritistas y de magia negra, en las que se cree que Encarnación participaba. En uno de esos rituales hay una orgía de los participantes en la que Encarnación cree quedarse embarazada del «demonio».
Regresa a Granada y se encuentra con que varios miembros de su familia dicen comunicarse con el espíritu de su primo José Guardia Alonso, recientemente fallecido de leucemia. Las sesiones espiritistas para comunicarse con el fallecido se hacen asiduas, tanto que Encarnación en una de ellas presa del más absoluto delirio asegura que tiene el demonio en el cuerpo y pide a sus primas Enriqueta e Isabel y al curandero Mariano apodado «el pastelero», que la ayudasen a sacar el hijo del demonio de sus entrañas.
Así comenzó un macabro exorcismo en el que se la ofrece beber un brebaje compuesto de vinagre y sal en grandes cantidades, entre vómitos y espasmos encarnación ingería una y otra vez el brebaje, viendo que la pócima no surtía efecto alguno deciden atarla y golpearla repetidamente instándola a que sacara al maligno de su cuerpo. Finalmente, calentaron un aguja al fuego y su propia sobrina Josefa Fajardo se la introdujo por la vagina al rojo vivo, no satisfecha con la punción introduce su mano por el ano de Encarnación y le extrae los intestinos por el mismo, para «desprender del interior de su cuerpo el engendro de Satanás».
A las cuatro de la tarde del siguiente día y al ver que no regresaba a su casa, una de sus hermanas decide ir a buscarla a casa de sus primas; pero no la dejan entrar ya que «la sesión no debe ser interrumpida». La hermana extrañada regresa a casa y le cuenta lo sucedido a su padre y ambos se dirigen en busca de Encarnación. Lo que se encuentran al abrir la puerta es el cuerpo de su hija y hermana, desnudo, amoratado y en medio de un charco de sangre.
Rápidamente avisan a una ambulancia que traslada el cuerpo al hospital Ruiz de Alda de Granada e ingresa en la UCI, pero muere al día siguiente de un edema cerebral ocasionado por una gran ingestión de sodio que ya había minado su sistema nervioso de forma irreversible.
El juicio dio comienzo el 15 de enero de 1992 con las declaraciones de los acusados. Debido a las constantes contradicciones, el reparto de culpas no quedó claramente definido. «El pastelero» reconoció haber practicado el exorcismo a petición de los familiares de la víctima y siguiendo las indicaciones de Encarnación, que le iba dictando los pasos para expulsar el ser demoníaco de su cuerpo. Acusó a Isabel y Enriqueta de convencer a la difunta para que asistiera al ritual y de haberle dado la pócima de sodio; pero estas negaron cualquier participación, acusando a su vez a «el pastelero» de ser el único culpable. Josefa Fajardo reconoció haber introducido la mano en el ano de la víctima y pincharle la vagina con una aguja ardiendo, afirmando que todos habían participado en el macabro suceso.
Finalmente, la Audiencia Provincial de Granada pidió un total de 5 años de prisión para los inculpados, por delito de lesiones por un lado y de imprudencia temeraria por otro. Para María Alonso, propietaria del inmueble en donde sucedieron los hechos, se pidieron 2 años y medio por no haber impedido estos.
Lo misterioso de este dantesco suceso viene de la mano del propio médico forense, Manuel García Blázquez, quien efectuó la autopsia al cadáver de Encarnación.
Este caso de exorcismo fracasado resulta extremadamente interesante porque ha sido largamente documentado en un minucioso trabajo por el médico forense Manuel García Blázquez, del Instituto Anatómico-forense, en su libro El exorcismo del Albaicín (ed. Comares, Granada, 1992). En él se recogen detalladamente todos los hechos que rodearon este caso escalofriante.
El análisis forense dictaminó que tenía los músculos del cuello aflojados hasta el límite, como si su cabeza girase en redondo 360 grados. Los forenses iban tomando fotografías, tanto en película normal como en instantáneas Polaroid que servirían para avalar los hallazgos del doctor García Blázquez y los otros especialistas. Las diferentes imágenes se fueron depositando sobre una mesa, vueltas hacia abajo para evitar que la luz de los tubos fluorescentes dañara la emulsión. Al terminar el estudio, bien entrada ya la madrugada, se dispusieron a comprobar el resultado obtenido en las instantáneas. Inexplicablemente, la mayoría de éstas aparecían veladas, y las que habían logrado impresionar alguna imagen las mostraban tan borrosas y distorsionadas que no resultaban válidas.
Por fortuna aún quedaban los dos carretes de 36 exposiciones que contenían el material más interesante y que serian revelados al día siguiente.
Pero al igual que los anteriores, éstos amanecieron defectuosos. La filmación de vídeo que se realizó también apareció velada, aunque pruebas posteriores demostraron que la videocámara se encontraba en óptimas condiciones. Se dirigieron nuevamente en compañía de la magistrada encargada del caso al Instituto Anatómico Forense para realizar un nuevo reportaje fotográfico. Pero, una vez más, el material fotográfico apareció velado.
Esta inaudita sucesión de errores se achacó a la iluminación defectuosa. La voz gutural, muy ronca, de la poseída, fue atribuida por el forense a un edema encontrado en las cuerdas vocales.
Encarnación tenía una lesión muscular en el cuello debido a una torsión exagerada, como si girase la cabeza en redondo, los forenses estimaron que una lesión así sólo pudo producirse «cuando la víctima era ya cadáver». El único fenómeno inexplicable para el forense fue el del erizamiento capilar. No se conoce ningún fenómeno que explique que un cabello pueda erizarse hasta quedar rígido como un alambre.