
- Clasificación: Asesino en serie
- Características: Robos
- Número de víctimas: 4
- Fecha del crimen: 1905 - 1906
- Fecha de detención: 2 de junio de 1906
- Fecha de nacimiento: 29 de abril de 1967
- Perfil de la víctima: Ernesto Lafontaine, comerciante francés y primer alcalde de Providencia; Gustavo Titius, empresario alemán; Isidoro Challe, comerciante francés; y Reinaldo Tillmanns, comerciante alemán
- Lugar: Santiago / Valparaíso, Chile
- Estado: Ejecutado por fusilamiento el 27 de marzo de 1907
Índice
Émile Dubois
Wikipedia
Louis Amadeo Brihier Lacroix, también conocido por sus alias Émile Dubois, Emilio Dubois, Émile Murraley o Emilio Morales (Étaples, Pas-de-Calais, Francia, 29 de abril de 1867 – Valparaíso, Chile, 26 de marzo de 1907), fue un ladrón y asesino en serie francés.
Biografía
Fue hijo de Joseph Brihier y Marie Lacroix. Fue un ladrón y asesino en serie, que se hizo famoso en Chile a comienzos del siglo XX al ser acusado y posteriormente condenado por matar, entre 1905 y 1906, a cuatro extranjeros o de origen extranjero, que eran connotados hombres de sociedad. Ellos fueron: Ernesto Lafontaine, comerciante francés y primer alcalde de Providencia —entre 1897 y 1900—;Gustavo Titius, empresario alemán; Isidoro Challe, comerciante francés; y Reinaldo Tillmanns, comerciante alemán.
El asesinato de Ernesto Lafontaine
El primer asesinato de Dubois registrado en Chile ocurrió en Santiago. El cuerpo de Ernesto Lafontaine fue encontrado por Román Díaz, regidor y amigo personal de la víctima, en el escritorio en la oficina que Lafontaine tenía en la calle Huérfanos. Su cuerpo se encontraba mutilado a golpes. Entre otras pertenencias, desapareció un reloj de oro, las llaves de la caja fuerte y dinero en efectivo. Finalmente, este reloj de oro sería un elemento de prueba fundamental, para establecer la culpabilidad de Dubois durante el juicio en su contra, llevado a cabo en Valparaíso.
Los asesinatos en Valparaíso
Finalmente, los hechos que lo hicieron tristemente célebre tuvieron lugar en la ciudad de Valparaíso, donde asesinó a los comerciantes Tillmanns, Titius y Challe. Cuando intentó asesinar al dentista inglés Charles Davies, poco antes del terremoto de 1906, fue capturado y sometido a juicio, siendo ejecutado por un pelotón de cuatro fusileros el 26 de marzo de 1907.
Según los cronistas de la época, las víctimas de Dubois eran usureros, por lo que el pueblo lo tildó en una especie de Robin Hood chileno, considerando los asesinatos como actos de justicia del proletariado contra la burguesía.
Desde entonces, la cultura popular lo ha elevado al estatus de santo popular, transformando su cenotafio (no es una tumba porque allí no están los restos de Dubois) ubicada en el cementerio de Playa Ancha (Valparaíso), en una venerada animita llena de innumerables placas de agradecimiento por favores concedidos.
Ficción
La historia de Émile Dubois y su enigmática personalidad son tratados en la novela Todas esas muertes (1971) de Carlos Droguett, ganadora del premio Alfaguara de ese año.
También se publicó La vida privada de Emile Dubois (Alfaguara, 2004), del cantautor y escritor chileno Patricio Manns, obra que junto con revisitar[Aclaración requerida] al personaje ahonda y reinterpreta la novela de Droguett.
Biografías
Existen al menos dos biografías de Émile Dubois, publicadas ambas en 1907, año de su fusilamiento; sin embargo la inverosimilitud de los hechos narrados, la total discordancia entre ambas y el anonimato de los autores (en el caso del primero se trata de un Alias y en el segundo los autores afirman transcribir un manuscrito que les llega anónimamente) es presumible que sean ambas apócrifas. Estas biografías son las siguientes:
- Émile Dubois. Relación verídica de sus crímenes y aventuras de Inocencio del Campo, Imprenta y Litografía Universo, 1907
- La verdadera historia de Dubois: las memorias del célebre criminal: su vida en Francia, Inglaterra, Venezuela, Perú, Bolivia y Chile: sus compañeras Ursula y Elcira por E. Tagle M. y C. Morales F.
Émile Dubois – El enigmático asesino de Valparaíso
Rúbila Araya – Escaner.cl
La importancia de sus víctimas y la alevosía sus actos lo convirtieron en el más temido de su tiempo, pero su misteriosa personalidad y la tela de dudas que cubrió los acontecimientos en los que estuvo envuelto, hicieron de él uno de los criminales más atractivos de la historia.
Cuando Valparaíso, -hoy lleno de visitantes deseosos por disfrutar los atributos que hace poco lo convirtieron en un patrimonio de la humanidad-, vivía sus episodios más añorados de prosperidad. Cuando la escena estaba dirigida por el progreso, y sus protagonistas eran exitosos empresarios, que desde lejos habían venido a asentarse en la ciudad… un enigmático personaje se incorporó al reparto, provocando temor y revuelo popular, y poniendo en jaque la existencia de estos renombrados hombres de sociedad.
Es el ya casi mítico Emile Dubois, quien en su tiempo se convirtió en un tema común en la opinión pública, al parecer, no sólo por el número de sus víctimas, sino más bien, debido a la posición social de éstas, ya que, probablemente, si se hubiese tratado de pobres y simples ciudadanos, la conmoción causada en los medios de comunicación de la época y el interés del sistema judicial por resolver el caso, no habría sido tal.
“Un nuevo asesinato ha venido a agregarse a la larga lista de los crímenes alevosos de que en el último tiempo se ha hecho víctimas a personas conocidas del vecindario de Valparaíso…
…Es así este crimen la repetición de los demás de que han sido víctimas personas de posición en Valparaíso y que por desgracia, han quedado sin esclarecimiento y sus autores en la más completa impunidad”. (El Mercurio, 8 de septiembre de 1905)
Pero más allá de la connotación social que pudo haber dado aún mayor realce a los actos atribuidos a Dubois, hubo un factor determinante en la consecución de su popularidad y en el hecho de que hoy sea uno de los asesinos más famosos de la historia criminal porteña, y por qué no decirlo, nacional, éste es su extremadamente atractiva personalidad, la cual queda en evidencia en las muchísimas crónicas que se escribieron a su respecto y las declaraciones dadas por él mismo, publicadas en esos años por el diario El Mercurio.
Los crímenes por los que se responsabilizó a Emilio o Emile Dubois, -ya que nunca se confesó culpable, ni se comprobó su participación en todas las muertes-, fueron el de Ernesto Lafontaine, el único cometido en Santiago, ocurrido en marzo de 1905 en su oficina de calle Huérfanos; el del comerciante Reinaldo Tillmanns, el cuatro de septiembre del mismo año; el del ciudadano alemán Gustavo Titius, el 14 de octubre de 1905; y el del francés Isidoro Challe, dueño de una tienda en calle Condell, el 15 de abril de 1906.
Pero fue un acto fallido el que hizo caer a Dubois en manos de la justicia, una tarde de junio de 1906, cuando un conocido dentista de apellido Davies, en la puerta de su domicilio de Plaza Aníbal Pinto, puso resistencia a un individuo, que al ver malogrado su ataque, emprendió fuga por calles Melgarejo, Blanco y Errázuriz, para ser finalmente capturado y llevado a la comisaría.
El aprehendido declaró ser Emilio Dubois Morales, “injeniero en minas” (nótese la ‘j’, estilo ortográfico de la época), quien de inmediato fue vinculado con la saga de asesinatos y se puso a disposición de la justicia. Su verdadera identidad nunca estuvo del todo clara, decía a veces que era colombiano de padres franceses, y otras, se identificaba como un ciudadano francés llamado Luis Amadeo Brihier Lacroix, hijo de José Brihier y María Lacroix.
En una crónica aparecida el 16 de junio de 1906 en El Mercurio, a propósito de su detención, se lo describe como “de estatura mediana y contestura bien organizada. Bigote y perilla rubia y peinada hacia atrás. Su mirada y frente denotan altivez y audacia (…) pedía dinero prestado, valiéndose de mentiras más o menos hábiles a muchas personas, y había adquirido entre no pocos la fama de petardista”.
A partir de las primeras informaciones sobre Emile, el personaje comienza a crecer con las historias cada vez más fantásticas que le atribuyen a su trayectoria, convirtiéndolo desde ese entonces en toda una leyenda.
“Su personalidad, a medida que se van acumulando detalles sobre ella, va adquiriendo tintes más enérjicos. Se le cree autor de un asesinato alevoso en Oruro; de haber asesinado a los señores Lafontaine, Tillmanns, Titius y Challe, y, por último, autor de otro crimen en el sur del país, adonde llegó como colono. Ha sido jefe revolucionario en Colombia. Ha estado en África, en Europa, en Arjentina…
El misterio que aún rodea a los crímenes que vinieron sucediéndose en Valparaíso, le da todavía mayor carácter de personaje de novela”. (El Mercurio, 3 de julio de 1906).
El indicio que terminó por inculparlo, fue un reloj Waltham que había pertenecido a Lafontaine y que con el nombre de Luis Brihier, habría empeñado en la agencia “La Bola de Oro”. El proceso a cargo del juez del crimen de Valparaíso, Santiago Santa Cruz, fue implacable, y ni el indulto que su abogado pidió al presidente Pedro Montt y que el Consejo de Defensa del Estado le negó por una mayoría de nueve votos, lo salvaron. Emilio Dubois fue condenado a muerte por el homicidio de Ernesto Lafontaine.
Durante su espera en la cárcel de Valparaíso, ocurrió el terremoto del 16 de agosto de 1906, debido al tumulto y destrozos corrió el rumor de que el peligroso criminal se había fugado, por lo que “se dio orden de hacer un rejistro, encontrándosele debajo de unas latas completamente transformado, y abrigado con un poncho. Además, se había afeitado la pera, para desfigurar el rostro. Los grillos y las esposas habían sido limados. Interrogado en el acto, contestó que un compañero de prisión le había proporcionado un poncho y un sombrero y que había hecho limaduras; pero que no tenía intención de fugarse”. (El Mercurio, 25 de agosto de 1906).
Dubois permaneció entre rejas hasta su ejecución, la cual se llevó a cabo no sin que el día anterior el reo contrajera matrimonio con Úrsula Morales, la madre de su hijo. Se cuenta que la madrugada del 27 de marzo de 1907, minutos antes de cumplir su fatal sentencia, Emile tuvo un conmovedor último encuentro con su familia; posterior a eso, Úrsula se retiro a una casa cercana a la cárcel, desde donde se escuchaban sus desgarradores lamentos, simultáneamente, en la entrada del recinto, su inocente pequeño recibía contento las monedas que por lástima le daban los asistentes al macabro espectáculo.
El que casi cien años después se convirtiera en un popular santo milagroso, ya en el banquillo de fusilamiento, se negó a que fueran vendados sus ojos y se dirigió a los curiosos presentes, diciendo: “Se necesitaba de un hombre que respondiese de los crímenes que se cometieron y ese hombre he sido yo. Muero, pues, inocente por no haber cometido yo esos crímenes, sino porque esos crímenes se cometieron. Ejecutad”. (Emile Dubois, en El Mercurio, 27 de marzo de 1907).
VÍDEO: ÉMILE DUBOIS – DE CRIMINAL A SANTO