Eleuterio Sánchez Rodríguez

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Eleuterio Sánchez

El Lute

  • Clasificación: Asesino
  • Características: Robos - «Quinqui» o «quincallero»
  • Número de víctimas: ¿1?
  • Fecha del crimen: 5 de mayo de 1965
  • Fecha de detención: 11 de mayo de 1965
  • Fecha de nacimiento: 15 de abril de 1942
  • Perfil de la víctima: Tomás Ortiz López, de 66 años
  • Método del crimen: Arma de fuego
  • Lugar: Madrid, España
  • Estado: Condenado a pena de muerte el 28 de mayo de 1965. Pena conmutada por 30 años de reclusión el 7 de junio de 1965. Se fuga el 2 de junio de 1966. Detenido 12 días después. Se fuga 1 de enero 1971. Detenido el 2 de junio de 1973. Indultado el 18 de enero de 1981
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Índice

Eleuterio Sánchez, el Lute

Última actualización: 13 de abril de 2016

Eleuterio Sánchez Rodríguez, El Lute (Salamanca, 15 de abril de 1942) es un escritor español; anteriormente fue un célebre delincuente y fugitivo.

Biografía

Nació en una chabola del barrio de Pizarrales, Cabezuela, en el seno de una familia merchera cuyo cabeza de familia estaba en prisión, y fue bautizado en la parroquia del pueblo de Santibáñez de la Sierra.

Adquirió notoriedad social al ser encarcelado durante dos años y tres días por el robo de tres gallinas por necesidad. Poco después, el 5 de mayo de 1965, se produjo un atraco a una joyería en la calle de Bravo Murillo de Madrid, en el cual murió el vigilante de seguridad del establecimiento y fueron robadas 120.000 pesetas. Sánchez fue acusado y sometido a un juicio, en el que se le declaró culpable. Se le condenó a la pena capital, sentencia que fue conmutada por la de cadena perpetua.

En la prisión aprendió a leer y escribir y cantar, estudiando la carrera de Derecho en la UNED sin llegar a finalizar los estudios, ser abogado, ejerciendo como tal en el gabinete de abogacía madrileño de Enrique Tierno Galván. Es autor de una serie de libros autobiográficos: Camina o revienta (1977), Mañana seré libre (1979), Una pluma entre rejas (1981), Entre sombras y silencios (1983), Crónica de un campusiano (1987) y Cuando resistir es vencer (2013).

Pero antes, su gran fama mediática vino de la mano de sus fugas, la primera de ellas desde un tren donde era custodiado por la Guardia Civil en un traslado penitenciario en 1966, tras la que consiguió estar evadido durante trece días hasta ser arrestado; la segunda desde el penal del Puerto de Santa María en la Nochevieja de 1970, tras la que estuvo escondido y fugado durante más de dos años, ayudado por su grupo social, hasta 1973 cuando fue detenido de nuevo. Quedó en libertad definitivamente el 20 de junio de 1981.

El 2 de marzo de 2006 El Lute fue detenido por última vez por la Guardia Civil en la localidad onubense de Punta Umbría tras una denuncia de su esposa por malos tratos. La Audiencia Provincial de Sevilla confirmó definitivamente su absolución por violencia de género en diciembre de 2008, declarando los jueces falsa la denuncia interpuesta dos años antes.

El 3 de enero de 2009 El Lute volvió a salir a la palestra en varios medios de comunicación con la petición de que se declarase «radicalmente nulo» el proceso judicial por el que fue condenado a muerte por haber sido un juicio sumarísimo, sin garantías para el procesado y con una ley franquista.

Tiene cinco hijos, con tres mujeres distintas. Con Consuelo tuvo a José María y David; posteriormente, con Carmen Romero, a Eleuterio, y en su único y último matrimonio, con Carmen Cañavate Hors, tuvo a Ismael y Camino.

Actualmente (2014) reside entre Niebla (provincia de Huelva) y Cabezabellosa (Cáceres).

En la cultura popular

Su historia fue llevada al cine en los años 80 con El Lute: camina o revienta, film que tuvo su secuela, El Lute II: mañana seré libre.

La obra de teatro Eleuterio. Historia de un hombre libre (José Marraco, 2012) está inspirada en su vida.

En 1979, su historia fue relatada en un tema del grupo Boney M en su álbum Oceans of Fantasy. En 2004, Estopa le hizo una canción, «La del Lute», en una edición especial de La calle es tuya. En 2001 Haze tituló una de sus canciones como «El Lute, libre o muerto», con la participación de José Mercé.

El cantautor Joaquín Sabina lo menciona en la canción «Así estoy yo sin ti»: «lascivo como el beso del coronel, furtivo como el Lute cuando era el Lute, así estoy yo sin ti».


Los delincuentes que se enfrentaron a la Policía en la calle Galileo son los autores del atraco de Bravo Murillo

ABC.es

13 de mayo de 1965

Ayer, a las nueve y media de la noche, fue entregada a los representantes de la Prensa, en la Brigada de Información de la Dirección General de Seguridad, la siguiente nota:

«Ha continuado la investigación policial en relación con los hechos ocurridos en el día de ayer en la calle de Galileo.

»Se despliega una intensa actividad para la detención del individuo que se dio a la fuga, que ha sido identificado como un peligroso delincuente llamado Raimundo Medrano González, quien también usa el nombre de Francisco Alvaro Abangelio, conceptuado policialmente como «quinqui».

»Este inviduo [individuo] ha sido reconocido por testigos presenciales como el autor del disparo que hirió a don Francisco Chamorro Ortega el día 1 del corriente, en la carretera de San Martín de la Vega, cuando el señor Chamorro salió en defensa de su novia. También ha sido reconocido por uno de los testigos como autor del disparo que ocasionó la muerte al guarda de la joyería sita en la calle de Bravo Murillo, núm. 242.

»Y por el mismo testigo a que antes se alude, ha sido reconocido también el detenido, Eleuterio Sánchez Rodríguez, como uno de los individuos que tomaron parte en el robo de la joyería antes citada y que huyeron en una motocicleta. En las chabolas donde ambos vivían han sido intervenidos diversos efectos que, indudablemente, proceden de robos efectuados por los mismos y que contribuyen a fijar su participación en los hechos delictivos a que antes se alude.»

Se estrecha el cerco sobre el fugitivo

Al tiempo que la Policía estrecha el cerco sobre el fugitivo, se van reuniendo una serie de datos acerca de su identidad, que le califican como un delincuente peligrosísimo, sanguinario y audaz. Una vez que ha podido ser establecida su personalidad, no ha resultado nada difícil encontrar antecedentes criminales suyos en los archivos de la Policía.

Mediante la exhibición de su fotografía, Raimundo Medrano González (o Francisco Alvaro Abangelio, como también se hace llamar) ha sido reconocido por testigos presenciales y víctimas de algunos de los últimos y más salvajes atentados que han sucedido en Madrid en las últimas semanas.

Todavía está en la memoria de todos el cobarde y vergonzoso asalto que sufrieron, en la carretera de San Martín de la Vega, dos muchachos jóvenes que paseaban con sus novias; en un momento, estos quedaron en un bar a beber cerveza, mientras ellas esperaban paseando. Al oír los gritos de las jóvenes, los dos hombres salieron apresuradamente en su defensa, entablándose una lucha a puñetazos, que resolvió el Raimundo Medrano disparando a bocajarro sobre uno de aquéllos, al que hirió gravemente, luego los dos agresores se dieron a la fuga amparados por la oscuridad de la noche.

Raimundo Medrano González también ha sido identificado por testigos presenciales como el autor del disparo que ocasionó la muerte al guarda de la joyería de Bravo Murillo, 242, cuando salía en persecución de los autores del robo.

Estas dos «hazañas» conocidas del peligroso «quinqui» bastarían para encasillarle dentro del cuadro de «honor» de los más audaces y resolutivos malhechores de la fauna criminal. Pero su agresiva decisión para enfrentarse con la Policía pistola en mano en las calles de Madrid le define también como fiera, que cuando es acosada se vuelve más peligrosa.

Así huyó la tarde del martes de un bar de la calle de Galileo, donde fue intimidado a entregarse, lucha y disparos que costaron la vida a una inocente niña que jugaba a la puerta de su casa esperando la llamada de sus padres para subir a merendar.

Mientras su compañero, Eleuterio Sánchez Rodríguez, era detenido por los inspectores de Policía en la misma calle Galileo, Raimundo consiguió huir después de dejar atrás a sus perseguidores y de abrirse paso entre las personas que, asombradas, le veían correr por las calles con el rostro ensangrentado y el torso desnudo.

Según declaraciones de numerosas personas, Raimundo fue visto poco después el mismo martes en la calle Amaniel y en otras del barrio de San Bernardo, de las que, durante la noche, debió escurrirse hacia su guarida en los barrios de La China y de la Celsa, no lejos del río Manzanares. La Policía le siguió obstinadamente los talones.

Ayer por la mañana fue localizado nuevamente y visto por los inspectores, pero pese a los esfuerzos desplegados para su captura no pudieron detenerle. Durante todo el día continuó la persecución, y a la hora de cerrar esta edición parece que ha sido nuevamente localizado y que su detención es cuestión de horas, pero se quiere apresarlo con las mayores garantías posibles para no poner en peligro a las personas que viven en los alrededores del lugar en que se halla escondido.

Mientras tanto, su compañero, Eleuterio Sánchez Rodríguez, continúa siendo interrogado para el esclarecimiento y mejor composición de los hechos.

Los «quinquis»

Los «quinquis» o «quincalleros» llevan generalmente navajas, pistolas e incluso, en ocasiones, metralletas. Parece ser que entre los «quinquis» existe una especie de compromiso de ayuda mutua y de «ley del silencio», como en la «maffia», y que es castigado en su persona, al salir de la cárcel, o en su familia, quien vulnera esa forma más o menos formal de «juramento».

Esta clase de delincuentes se produce en los bajos fondos de las ciudades, en los núcleos urbanos o rurales de mucha miseria y en ambientes inmorales y de familia de alcohólicos. Hay entre ellos bastantes analfabetos. Son gente «brava», endurecida desde la niñez por los malos ejemplos que ven en sus hogares. Afortunadamente se va extinguiendo este tipo especialísimo de delincuencia en España. Sin embargo, subsisten aún ciertos grupos o bandas de tremenda peligrosidad. Y a este tipo de delincuencia pertenecen Raimundo y Eleuterio.

«El Cariñoso» ingresa en el Hospital Penitenciario

En la nota de la Dirección General de Seguridad que publicábamos ayer, se decía que en la intensa batida que efectuó la Policía en persecución del fugitivo de la calle Galileo, fue localizado un sujeto sospechoso al que se le dio el «alto», sin que acatase la orden.

Al contrario, emprendió la fuga y los inspectores se vieron obligados a abrir fuego sobre él hiriéndole en una pierna. Fue identificado como José Suárez Flores (a) «El Cariñoso», peligroso delincuente que, prácticamente, vive en la cárcel desde el año 1957. «El Cariñoso» no tiene nada que ver con el suceso de la calle Galileo.

Después de tomarle declaración, en la tarde de ayer fue trasladado en una ambulancia municipal debidamente custodiado, al Hospital Penitenciario, desde el Equipo Quirúrgico número 2, en el que había sido internado poco después de su detención.

Hoy será enterrada la niña Raquel Campiña

La parte más dolorosamente trágica de los sucesos que se vienen produciendo ha sido la muerte de Raquel Campiña Díaz. La noticia de su muerte ha conmovido e indignado. Junto al infinito dolor de sus padres se advierte el de toda España, en particular el de las personas más allegadas a la niña.

La maestra de Raquel ha narrado el momento en que tuvo conocimiento de la noticia. «Fue al regresar de la excursión que habíamos realizado a Aldea del Fresno, cerca del río Alberche. Fuimos con más de seiscientos niños, en quince autocares, Raquel no había venido porque su padre vino el día anterior para decirme que la niña no podía ir, puesto que estaba algo delicada y que había que estar muy pendiente de ella. Yo creo que tenían miedo de que pudiese ocurrirle algo.»

Doña Antonia Serrano habla de la niña como alumna: «Llevaba en el colegio poco más de un mes. Venía como si empezara, aunque creo que asistió con anterioridad a otro colegio. Pero en muy pocos días había adelantado muchísimo. Leía y escribía maravillosamente. Personalmente, era una criatura adorable. Ejemplo para sus compañeras.» Sus compañeras y su profesora asistirán esta tarde al entierro de Raquel. Llevarán para ella una enorme corona.

El cadáver de Raquel Campiña fue trasladado ayer desde la Casa de Socorro del distrito de la Universidad al Depósito Judicial de Cadáveres (Instituto Anatómico Forense), para la práctica forense de la autopsia, según determinan las leyes en estos casos.


Condenados a muerte Raimundo Medrano y Eleuterio Sánchez, coautores del atraco a la joyería de la calle Bravo Murillo

ABC.es

29 de mayo de 1965

La Guardia Civil detiene al «quinqui» fugitivo Juan José Benitez Agudo. Al saberse localizado, se entregó. sin resistencia, a la Benemérita, en la Colonia de Mirasierra, de Fuencarral.

La Guardia Civil, después de múltiples gestiones, tuvo conocimiento de que el tercer atracador de la joyería de Bravo Murillo, Juan José Benítez Agudo, se encontraba escondido en la Colonia de Mirasierra, cerca de Peñagrande, en el distrito de Fuencarral.

La 301 Comandancia de la Benemérita, a fin de evitar una lucha violenta que produjera males mayores, hizo llegar a conocimiento del fugitivo la conveniencia de su entrega voluntaria, cosa que dicha Comandancia logró hábilmente, -incluso sin necesidad de poner las esposas al «quinqui», que en aquellos momentos se hallaba desarmado- a las cinco y cuarto de la tarde del día de ayer. Agudo se había deshecho de una pistola.

El detenido fue conducido a los locales correspondientes de la Dirección General de la Guardia Civil, donde se le ofrecieron bocadillos, cigarros y cerveza. Habló espontáneamente y reconoció en su primer interrogatorio su intervención en el atraco de la joyería de Bravo Murillo, pero negando que fuese -contra lo que figura en el Consejo de Guerra- el autor del disparo que mató al vigilante, don Tomás Ortiz López. Acusa de ese hecho a Eleuterio Sánchez Rodríguez, quien a su vez, lo mismo que Medrano, acusó en sus declaraciones ante el Tribunal Militar a Juan José.

A las diez de la noche fue trasladado al Grupo de Servicios Especiales de la Guardia Civil, en la calle de Vallehermoso, 29, para ser interrogado con más amplitud. En su momento será puesto a disposición de la autoridad judicial militar que entiende en este asunto.

El detenido tuvo también por tierras de Ávila su campo de operaciones delictivas. En febrero de 1961, con ocasión de unos robos que se realizaron en templos de algunos pueblos de la provincia de Madrid colindantes con el valle del Tiétar, la Guardia Civil montó el oportuno servicio, que dio como resultado su detención.

En una motocicleta en la que iban otros dos individuos pasó por Piedralaves y al darles el alto la Benemérita abandonaron la máquina y huyeron por el campo, pero Juan José Agudo Benítez fue detenido en El Barraco, a cuarenta kilómetros del lugar donde inició la fuga.

El Consejo sumarísimo

Ayer, a las diez de la mañana, dio comienzo en el edificio de los Juzgados Militares de la Primera Región, en la calle del Reloj, número 5, el Consejo de guerra sumarísimo contra Raimundo Medrano González, de veinticinco años de edad, y Eleuterio Sánchez Rodríguez, de veintinueve, naturales, respectivamente, de las provincias de Cuenca y Salamanca, y la procesada Isabel Monje Viena, de veinticinco años. A Juan José Agudo Benítez, detenido ayer por la tarde, se le instruirá pieza aparte. No fue juzgado ni condenado en rebeldía, como suponían algunos.

Llegada de los procesados

Poco antes de las nueve llegó Isabel Monje Viena, que vestía un jersey azul celeste y una falda con franjas rojas y negras. Es rubia, bien parecida, con el cabello recogido hacia atrás, de semblante sereno, casi inexpresivo, y de buena estatura.

Minutos después entraron en el edificio, por la puerta de la calle de Bailén, los procesados Medrano y Sánchez. Este último bajaba la cabeza. Medrano miraba fijamente a las personas que había en el patio. Fueron conducidos a una dependencia del segundo piso, cerca de la sala de Consejos, donde estaba ya Isabel. Los representantes de la Prensa tenían reservado el primer banco, con pupitres, inmediatamente detrás del asiento destinado a los procesados.

Audiencia Pública

A la voz de audiencia pública se llenó la sala, que no es grande, cuyas ventanas dan al solar de la calle de Bailén, frente a los jardines de Palacio. Con el presidente tomaron asiento, a ambos lados del estrado del Tribunal Militar, los seis vocales, entre los cuales figuraba el ponente de la causa. Frente al fiscal se situaron, a la izquierda del Tribunal, dos defensores.

Declaran los acusados

Declarado abierto el Consejo de guerra: por el presidente, concedió éste la palabra al instructor para la lectura del correspondiente sumario. De la lectura de los hechos se desprendió lo ya conocido por nuestros lectores -con varias contradicciones por parte de los inculpados- y la referencia a otros atracos o robos, como los perpetrados en distintas joyerías madrileñas, situadas en López de Hoyos, Martínez de la Riva y General Perón, así como la agresión al joven carpintero, defensor de su novia en carretera de San Martín de la Vega el pasado día 1 de este mes.

Según el apuntamiento referido, acusó primeramente Raimundo a Eleuterio de ser éste el autor del disparo que causó la muerte al guarda don Tomás Ortiz López en el atraco a la joyería de Bravo Murillo, 242, propiedad del hijo político de la víctima, don Emilio Santos de la Torre.

Después rectificó en aquellas declaraciones sumariales Raimundo Medrano, y dijo que esa acusación no se ajustaba a la verdad, que lo había hecho por enemistad pasajera con Eleuterio Sánchez Rodríguez, con quien riñó al día siguiente del mencionado asalto, y que lo cierto era que el autor del disparo fue el todavía fugitivo, es decir, Juan José Agudo Benítez, que era el último que viajaba en la moto. Esto fue lo último que declaró en la instrucción del sumario.

La lectura de los autos reveló asimismo que el verdadero nombre de la procesada es el que se creía falso -Isabel Monje Viena- y no el que se anunció como verdadero: Angelina García Nieto.

Terminada la intervención del instructor, tomó la palabra el fiscal para interrogar a tos [los] procesador [procesados]. Comenzó con Eleuterio Sánchez. Reconoció éste su participación en el atraco de Bravo Murillo, su rotura del cristal del escaparate y la huida con las joyas en la mano, que luego, cuando arrancó la moto, fue guardando en los bolsillos.

Negó ser el autor de la muerte del guarda, que atribuyó a Juan José Agudo Benítez. Reconoció igualmente su presencia en el asalto a la joyería de Martínez de la Riva y su detención, por robo, en 1962. Negó que hubiera tomado parte en el hurto de la motocicleta. Declaró que, cuando fue detenido, estaba pensando aprender a conducir, pues quería hacerlo con una furgoneta DKW que había comprado.

Raimundo Medrano habló con voz más firme y más aplomo que su compañero. Negó que hubiese agredido a tiros al joven Francisco Chamorro Ortega en la carretera de San Martín de la Vega ni que hubiese molestado a la novia de éste. También negó la acusación de haber perpetrado otros atracos como el de la calle López de Hoyos, el de Carabanchel y el de la avenida del General Perón.

Reconoció su intervención en el asalto a la joyería de Bravo Murillo y dijo que no pudo disparar por dos razones: primera, parque no llevaba pistola (la que cogió la Guardia Civil a Isabel en Peñaranda se la quitó él a Eleuterio -según añade- al día siguiente del atraco), y segunda, porque él estuvo todo el tiempo en la moto, puesta en marcha, para arrancar con ella, como conductor, apenas realizado el robo.

El fiscal le advirtió: «Pero usted es un hombre muy ágil y pudo disparar con una mano al tiempo que conducía con la otra, puesta en el manillar.» A esto, volvió Raimundo a insistir en su negativa. Luego, confirmó que había calumniado a Eleuterio, acusándole de la muerte del guarda, para vengarse de él, pues riñeron días antes. El autor del homicidio, según Medrano, fue Juan José Agudo Benítez, el fugitivo.

La moto, en efecto, la robó. Lo hizo quince días antes del suceso de Bravo Murillo, cuando el vehículo se hallaba estacionado en una calle de Carabanchel. Raimundo confesó después que la noche del atraco de Bravo Murillo durmieron los tres en unos trigales, en las afueras de Madrid, por temor a las consecuencias de aquel disparo, aunque no sabían que el guarda estuviese muerto, ni siquiera herido.

Añadió que afeó su conducta a Juan José Agudo. La pistola que quitó a Eleuterio la enterró en el campo y la sacó días más tarde, después del suceso de la calle de Galileo, cuando abandonó Madrid con Isabel y la criatura de tres meses. La moto, después del atraco, quedó abandonada junto al arroyo Abroñigal. Las alhajas que tenía Isabel en Peñaranda de Bracamonte las había comprado, según él, con el producto de su trabajo.

La declaración de Isabel fue breve. No salieron de Madrid en burro, tornaron [tomaron] un taxi en un lugar campestre que desconoce, ignoraba las actividades delictivas de Medrano, con quien se fue «de paseo a Peñaranda», sin indagar los motivos de aquella súbita salida.

La prueba testifical

El ponente y la defensa hicieron algunas preguntas a los procesados. En seguida principió la prueba testifical, que no aportó nada interesante, salvo el afirmar uno de los testigos que el autor del disparo al guarda era el último de la moto, es decir, el llamado Juan José, de acuerdo con todos los indicios acerca de este caso. No recordaba a los procesados.

Ni tampoco los recordaba Francisco Chamorro Ortega, el novio herido en la carretera de San Martín de la Vega, que entró en la sala con un brazo en cabestrillo. Dijo que, aunque eran las seis y media o las siete menos cuarto de la tarde, no se fijó bien en la cara de su agresor y del compañero de éste, ofensores ambos de su novia y de la otra muchacha.

El fiscal le hizo ver la aparente contradicción con sus primeras manifestaciones ante la Policía. Pero Chamorro insistió en que no reconocía a su agresor. La otra testigo, Alicia Fanjul Martín, mujer de la limpieza de la joyería, no declaró nada de particular tampoco.

Concluida la prueba testifical, se suspendió el Consejo durante quince minutos.

Informe fiscal y de las defensas

Al reanudarse la sesión, informó el Ministerio Público. Rindió un cálido homenaje al vigilante señor Ortiz López, caído en el cumplimiento de su deber, y aludió a Raquelín, la pequeña víctima en el penoso suceso de la calle de Galileo. Se refirió a la condena ejemplar contra los asaltantes del correo de Andalucía en 1924.

No queremos ver, de manera alguna, convertida en una jungla nuestras calles. El Estado y la Ley nos han encomendado la administración de la justicia en este caso, que ha ocasionado gravísimos daños a las personas y a la sociedad. Robos con violencia, enfrentamiento con la fuerza pública, asalto a muchachas… Sólo hay sangre fría, vicio y egoísmo en todo esto. Y lo más grave es que no se trata de un hecho aislado; lo peor es que las bandas de estos delincuentes están formadas por varios elementos -autores, cómplices, encubridores y compradores-, unidos estrechamente entre sí. Hay que contar esto, pues si al principio es anarquía, la actuación de tales gentes puede acabar siendo todo organizado y disciplinado. Hay que impedir que el crimen se enseñoree de nuestras calles, de nuestra ciudad. Desde luego, ni Medrano ni Eleuterio son los autores materiales del disparo. Pero se trata de una acción conjunta, de una responsabilidad colectiva.

La vida de Raimundo está dedicada a la delincuencia. Larga serie de actos delictivos, venta de casi todos los productos de la rapiña «El Gordo», de Alcobendas, también fugitivo. El hecho de que guiase la moto es lo de menos. La personalidad de Eleuterio es muy varia en el mundo del crimen. Carece de aptitudes de jefe. Es valiosísimo elemento colaborador. El autor de la muerte del guarda está fugitivo. ¿Es, ciertamente, quien disparó? Pero eso no merma tampoco la responsabilidad de Eleuterio Sánchez Rodríguez, que fue quien rompió el escaparate y cogió las alhajas. En cuanto a Isabel, participó en el delito de bandidaje como encubridora y, además, es autora de un delito de tenencia ilícita de armas.

Los procesados se ponen en pie, y el fiscal solicita pena de muerte para Raimundo Medrano González y Eleuterio Sánchez Rodríguez, además de las accesorias correspondientes, cien mil pesetas para los herederos de la víctima, y dieciocho años en total (quince por su cooperación en el bandidaje y tres por la tenencia ilícita de armas) para Isabel Monje Viena.

Después, informaron los defensores, que solicitaron presidio mayor para Eleuterio (un hombre arrastrado por su ambiente y por las circunstancias en que vive); presidio mayor en su menor grado (seis años y un día) para Raimundo Medrano González, de acuerdo con el Código Penal común, puesto que tampoco intervino en la muerte del guarda, y seis meses y un día (prisión menor en su grado mínimo) para Isabel Monje Viana, ignorante de todo, según la defensa, compañera inseparable de Medrano y únicamente digna de sanción por la tenencia del arma que Raimundo la confió. A las doce en punto de la mañana quedó vista la causa para sentencia.

Condenados a muerte

Desde la hora indicada hasta la una y cinco estuvo deliberando el Consejo.

Declarados probados los hechos enjuiciados, el Tribunal ha condenado a la pena de muerte a los procesados Eleuterio Sánchez y Raimundo Medrano.

A la procesada Isabel Monje le ha sido impuesta la pena de doce años de reclusión. La sentencia, para ser filme, tendrá que ser aprobada por la autoridad competente.


El Lute y las fechorías de los quinquis

José María de Vega – Quince años junto al crimen

Numerosas veces se ha ocupado «El Caso» de los «quinquis». Como entre los gitanos, entre los quincalleros ha habido siempre muchos, muchísimos -podríamos decir la mayoría- ejemplos de gentes honradas, que se ganan la vida decentemente, comprando y vendiendo, trabajando en sus oficios.

Pero el carácter trashumante de sus existencias, ese andar de aquí para allá, sin meta fija, sin más casa que unos carromatos o unas tiendas de campaña, hacen inevitable que entre ellos sea más fácil que en otras profesiones más sedentarias la presencia de esos seres inadaptados, incapaces de ganarse el pan con el sudor de su frente, propicios a haraganear, a encenagarse en todos los vicios, para pagarse los cuales han de recurrir al robo primero y al crimen, después.

Eso les ocurre a los quincalleros, esos hombres y mujeres que aparecían durante las ferias de los pueblos ofreciendo sus baratijas, chalaneando. Un día, aquí; otro, a muchos kilómetros de aquí. Al principio iban en sus carromatos, tirados por asmáticos borricos, lo cual constituía una inapreciable ventaja para la Guardia Civil, que sabía siempre dónde encontrarlos cuando alguna fechoría señalaba su paso por determinado punto de la geografía española.

Pero después, la mecanización en sus desplazamientos hizo extraordinariamente difícil la localización y, en su caso, la captura de los numerosos malhechores que se ocultaban entre la masa de «quinquis» y gitanos. Motos y furgonetas les ponían, en poco tiempo, fuera del alcance de sus perseguidores, y a veces pasaban años entre la denuncia de un hecho delictivo y la detención de su autor.

Tres de estos «quinquis» iban a hacerse pronto tristemente famosos y a atraer hacia ellos y hacia todos sus congéneres el clamor indignado de la opinión pública, reclamando un castigo ejemplar. Se trataba de tres jovenzuelos, que habiendo sobrepasado en poco los veinte años, ya tenían en sus fichas policiacas una serie de anotaciones que daban fe de su peligrosidad. Se llamaban Raimundo Medrano González, Juan José Agudo Benítez y Eleuterio Sánchez Rodríguez. Este último era más conocido entre compinches y guardias civiles por el apodo de «el Lute».

Los tres, ladrones desde su niñez, forjados en esa dura escuela del hambre y la pelea, decidieron un día formar una banda de atracadores, desdeñando los robos menores, que habían sido hasta entonces su medio de ganarse la vida.

Un día, el 5 de mayo de 1965, los tres, montados en una motocicleta «Montesa Impala»; atracaron una joyería al final de la calle de Bravo Murillo, en la barriada madrileña de Tetuán de las Victorias. El guarda del establecimiento, don Tomás Martínez, que quiso cerrarles el paso cuando ya huían con las alhajas robadas, cayó muerto de un disparo que le hicieron desde la moto.

Naturalmente, la Policía se lanzó inmediatamente sobre la pista de los tres asesinos. Pronto se supo que a una academia automovilística situada en el número 16 de la calle de Galileo, en Argüelles, acudía a tomar lecciones de conducir un joven, propietario de una moto de características similares a la empleada por los atracadores de la joyería. Su nombre, según el Documento de Identidad que había mostrado, era el de Francisco Álvaro Abangelio; pero su fotografía era exactamente igual que la que figuraba en la ficha dactiloscópica de Raimundo Medrano González, viejo conocido -a pesar de su juventud- de la Policía.

Se montó la espera en torno a la academia. A media mañana del 11 de mayo de 1965 regresaban de su lección diaria con el profesor de la academia tres alumnos. Dos de ellos eran Medrano y «el Lute»; el otro no tenía nada que ver con el asunto. Fueron los cuatro -alumnos y profesor- a tomar unas cañas en un bar existente en la esquina de las calles de Galileo y Meléndez Valdés. Los inspectores de la B.I.C. que estaban al acecho penetraron en el establecimiento y les pidieron la documentación.

Los dos «quinquis», después de forcejear con la Policía, salieron huyendo. Pero mientras «el Lute» era detenido unas manzanas más arriba, Medrano, acorralado por un inspector, luchó ferozmente con éste, quien tuvo que sacar su pistola para reducirle. Sonaron cuatro disparos, y una niña de siete años, Raquel Campiñas, que estaba jugando en la acera con unas amiguitas, cayó al suelo mortalmente herida. Raimundo Medrano consiguió escapar.

La trágica muerte de Raquelín, una deliciosa niña, hija única de un matrimonio apreciadísimo en el barrio de Argüelles, levantó oleadas de indignación contra aquellos «quinquis» que constituían una amenaza para la paz, para la tranquilidad pública… Se organizó la caza del hombre, y la Policía en las ciudades y la Guardia Civil en las zonas rurales se movilizaron en un despliegue impresionante que no tardaría en dar sus frutos.

Raimundo Medrano, mientras tanto, tras escapar de la Policía, pasó aquella noche del 11 de mayo escondido en las orillas del Manzanares. A la mañana siguiente había establecido contacto con los suyos, con los «quinquis», entre los cuales había corrido ya una orden, transmitida por ese telégrafo invisible que sirve de medio infalible de comunicación a cuantos están fuera de la ley:

-Hay que salvar a Medrano.

Estaba Medrano amancebado con una gitana llamada Isabel García Nieto, de unos veintitantos años -nadie sabía su edad con exactitud, ni siquiera ella misma, que era analfabeta-, y que usaba también el nombre de Isabel Monge. Tenían un niño de tres meses. Ella era una mujer bravía, que no había vacilado en perseguir a su propia madre, armada de una navaja, porque se oponía a su unión con Medrano.

Este la fue a buscar, y juntos salieron de Madrid, donde sabían que el cerco se estrechaba en torno a Raimundo. Caminaron días y días por caminos y vericuetos de las provincias de Madrid y de Ávila, y es de suponer que en más de una ocasión recibirían ayuda en los campamentos de los errabundos «quinquis», donde la solidaridad es norma, y el silencio, ley.

Y una buena mañana aparecieron en Peñaranda de Bracamonte, donde se celebraba a la sazón una feria, y tras cuchichear con algunos quincalleros de los que tenían allí sus puestos, se dirigieron a un taxista, que estaba al volante de su vehículo del servicio público, y le preguntaron si les podía llevar a Toro.

Sospechando algo el taxista de aquella extraña pareja, se las ingenió para que llegase a oídos de la Guardia Civil la presencia en Peñaranda del hombre aquel, que bien podía ser el buscado por el suceso de la calle de Galileo.

Efectivamente, cuando una pareja de la Benemérita se acercaba al coche para identificar a los viajeros, Raimundo Medrano salió corriendo y se perdió por las callejuelas de la localidad, que demostró conocer muy bien. En el taxi quedó su amante, a la que le fue ocupada una pistola y el documento de identidad a nombre de Francisco Álvaro Abangelio, el falso nombre usado por el atracador.

Demostrando unas condiciones físicas envidiables, Medrano consiguió eludir durante dos días aún la implacable persecución de la Benemérita, desplegada por sierras y llanos en las provincias de Salamanca, Madrid, Toledo y Ávila. Hasta que en esta última, como no podía por menos de suceder, fue capturado tras una breve lucha que demostraba su intención de vender cara su vida.

Conducido a Madrid, se celebró contra él, su amante y «el Lute», el Consejo de guerra sumarísimo, sin esperar a que fuera detenido el otro compinche, Juan José Agudo. Fueron los dos hombres condenados a muerte, y Angelita García Nieto, a doce años de prisión mayor.

Viéndose próximo al patíbulo, Raimundo Medrano expresó su deseo de casarse con su amante. La boda se celebró en la prisión de Carabanchel, adonde fue conducida Angelita desde la de Ventas, donde empezaba a cumplir su condena en el pabellón de madres lactantes. El mismo día en que se celebraba el Consejo de guerra era detenido Juan José Agudo Benítez, el tercer «quinqui». También él compareció veinticuatro horas después ante los jueces militares. Declaró en el juicio:

-Fue «el Lute» quien disparó sobre el guarda de la joyería.

Pero la ley de Bandidaje y Terrorismo cayó sobre él con el mismo rigor, y la sentencia le condenó también a la última pena.

Sin embargo, el Jefe del Estado, haciendo uso de su derecho de gracia, indultó a los tres condenados, conmutándoles la pena de muerte por la de treinta años de reclusión mayor.

Tenía que hablarse aún más de los tres siniestros «quinquis». Raimundo Medrano comparecía, a principios del año 1966, ante la Audiencia Provincial de Madrid, acusado de haber disparado y herido gravemente el año anterior a un joven que salió en defensa de su novia, a la que Medrano y otro individuo no identificado pretendían ultrajar. El hecho había ocurrido en la carretera de San Martín de la Vega, y la Audiencia madrileña condenó al indultado «quinqui» a la pena de siete años de prisión mayor, como autor de un delito de homicidio en grado de frustración.

Aún tuvo que responder Medrano de otro delito ante la Audiencia de la capital. Le acusaba el fiscal de ser él quien disparara -tras arrebatarle la pistola al inspector de Policía que quiso detenerle- contra la niña Raquel Campiñas, que encontró la muerte en la calle de Galileo.

El juicio oral se celebró en octubre de 1966, y durante él, el procesado armó tal escándalo, tachando de mentirosos a los testigos y gritando de tal manera, que el presidente, tras amonestarle varias veces, tuvo que expulsarle de la sala.

Esta vez la sentencia le fue favorable. No se pudo probar que él disparara, ni siquiera que sujetase la mano del inspector durante el forcejeo, por lo que fue absuelto del delito de homicidio, si bien le condenaron a tres meses de arresto por haber falsificado el documento nacional de identidad.

También se había de hablar de su compañero, «el Lute».

Conmutada, como decimos, la pena de muerte por la de treinta años, fue trasladado al penal del Dueso, donde había de cumplirla. Pero el 2 de junio de 1966, el recluso debía ser traído a Madrid para declarar como testigo en el juicio que se seguía contra Raimundo Medrano por la muerte de la niña Raquelín.

Él y otro preso, vestidos ambos con los trajes de presidiarios, viajaban en el tren correo, esposados y conducidos por una pareja de la Guardia Civil. Cuando atravesaban la provincia de Palencia, en las proximidades de Amusco, «el Lute» pidió permiso a los guardias para ir al lavabo. Como éste estuviera ocupado, atravesaron el fuelle de unión con el vagón siguiente. Al llegar a la plataforma de este último, el «quinqui» dio un fuerte tirón a sus esposas, y empujando contra los guardias que le seguían a un muchacho que viajaba allí de pie, se lanzó del tren, que iba entonces a respetable velocidad.

El suelo estaba mojado por las recientes lluvias, lo que facilitó su caída. Los guardias civiles hicieron varios disparos con sus mosquetones y el convoy detuvo su marcha a los pocos kilómetros. Pero ya «el Lute» -hombre, como Medrano, de gran resistencia física- se había perdido en la oscuridad de los campos.

Fueron ciento cincuenta horas las que anduvo el «quinqui» fugitivo por tierras de Palencia y de León. Tras atravesar a nado el canal de Castilla -donde sus perseguidores creyeron que había perecido ahogado- se las ingenió para robar alguna ropa que le permitiera abandonar el uniforme de presidiario que le delataba. Durmiendo de día, andando de noche, su obsesión era llegar a Madrid.

Su fuga no podía durar más. Capturado por la incansable Guardia Civil llegó a la capital, donde declaró:

-Treinta años de presidio son demasiados. Tenía que escaparme. Y me escaparé otra vez en cuanto tenga la menor oportunidad.

Fue traído a Madrid, donde declaró como testigo en el juicio contra Medrano. Más tarde, en noviembre de 1966, compareció ante la Audiencia Provincial de Palencia para responder de los delitos de quebrantamiento de condena, de robos a su paso por los campos… En total, le impusieron veintiún años más de cárcel por sus diversas fechorías.


Año Nuevo en libertad

Almudena López – El País

26 de agosto de 2012

El Lute, una leyenda carcelaria que pasó de enemigo público número uno a ejemplo de reinserción social, huyó la Nochevieja de 1971 del penal de Santa María en una fuga mítica.

En la Nochevieja de 1970, cuando la mayoría de los españoles terminaba de comerse las uvas de la suerte y la televisión pública, la única, retransmitía una actuación de la cantante extremeña Rosa Morena interpretando su popular canción «Échale guindas al pavo», un grupo de cinco presos del penal de Santa María (Cádiz) puso en marcha el plan de fuga que había estado preparando durante varias semanas.

Del quinteto compuesto por Francisco del Río Odruaín, Emilio Gracia Lleret, Francisco Morales Pérez, Floreal Rodríguez de la Paz y Eleuterio Sánchez Rodríguez, alias El Lute, solo uno lo consiguió.

El penal de Santa María era conocido entre los presos de toda España como un lugar demasiado duro. En su interior funcionaba algo parecido a un régimen militar que sometía a los internos a continuas sanciones, celdas de castigo y una disciplina implacable. Allí sobrevivían aquella Nochevieja cerca de 600 reclusos.

El penal se ganó su fama durante casi 100 años: por sus celdas pasaron presos ilustres como Ramón Rubial, exdirigente socialista o Lluís Companys, expresidente de la Generalidad de Cataluña. De sus muros solo ha sobrevivido el monasterio de la Victoria, un edificio del siglo XVI que formaba parte de la antigua prisión.

Fin de año de 1970. Cinco presos preparaban una fuga muy meditada, llena de obstáculos e imprevistos. Eleuterio Sánchez (Salamanca, 1942) tuvo que esperar casi cinco años para poder intentarlo. El Lute cumplía condena por participar en un atraco a una joyería y por estar involucrado en dos asesinatos.

Las horas muertas que pasó cumpliendo condena le dieron de sí para dar vueltas a muchos planes de huida. Pero no fue hasta el último año cuando El Lute descubrió, observando los tejados en uno de sus paseos por el patio, el camino a la libertad. El día elegido debía ser la noche de fin de año que, junto a la Nochebuena, son los dos únicos momentos en los que los encarcelados podían cambiarse de celda y beber alcohol.

El grupo era consciente de que jugaban muchos factores en su contra. El primero, el número de miembros. «Cinco es un grupo muy numeroso para una fuga de estas características. Así que llegamos a un acuerdo. Como la idea surgió de El Lute, él tenía prioridad a la hora de escapar», recuerda hoy Floreal Rodríguez de la Paz, uno de los compañeros de aventura.

La fuga se convirtió en una lucha contrarreloj, ya que contaban con seis horas para llevar a cabo su plan. «Ninguno de nosotros sabía cómo iban a responder las herramientas que habíamos confeccionado con el material de los talleres de la cárcel», recuerda Rodríguez de la Paz. No hacer ruido era esencial y, sobre todo, que ningún chivato diera la voz de alarma.

El vino empezó a hacer estragos entre los presidiarios y, pasada la una de la mañana, los cinco fugitivos se colocaron en el rincón de un pabellón donde dormían 28 presos y cuya pared daba directamente al tejado del comedor. Ese era el camino.

El grupo desplazó las literas, pegadas a la pared, y colgó colchas y mantas para resguardarse de los mirones. En turnos de a dos, picaron el muro con un cincel y una barra de hierro que habían robado del taller de carpintería. Los otros tres bebían con el resto de presos, jugaban a las cartas, cantaban canciones o tocaban una carraca para dar aspecto de normalidad a la noche de fin de año.

«Era necesario que yo me dejara ver mientras mis compañeros trabajaban sin cesar», explica El Lute en su libro de memorias Camina o revienta. Cuatro décadas después, reconoce que Rodríguez de la Paz fue quien más trabajó abriendo el butrón. «Picó la pared con el estilete y extrajo las piedras que formaban el muro. Era un hombre muy fornido», recuerda Eleuterio Sánchez en una terraza en Hervás (Cáceres), donde se protege del calor del verano.

A base de golpes intermitentes, a las 4.30 la pared quedó al descubierto. Los cinco penitenciarios atravesaron en fila india el túnel de 60 centímetros. En el exterior llovía y las tejas resbalaban. «Nunca un preso conoce lo que hay de paredes afuera; por eso, cuando accedimos al tejado, nuestra teoría se nos vino abajo. El recinto estaba completamente iluminado, las luces proyectaban a los tejados y las garitas estaban más pegadas la una a la otra de lo que habíamos calibrado», recuerda Eleuterio Sánchez.

«Yo no era más valiente que el resto, pero tenía cadena perpetua y el miedo es inversamente proporcional a la condena que tienes, así que decidí seguir y Floreal fue el único que me secundó», explica Sánchez.

Cerca del tejado de dos aguas, donde estaban agazapados los presos, había una claraboya que aprovecharon para atar un extremo de la cuerda con la que pretendían saltar la tapia de la cárcel. La otra punta del cordel traspasó el muro y los tres garfios artesanos de hierro se fijaron en la pared. Eleuterio pasó noches en vela dando forma a los ganchos friccionando el hierro con el tirador de la puerta.

«Floreal tensaba la cuerda que me ayudó a impulsarme para dar el salto, pero todo se estropeó cuando los aleros de las tejas se rompieron al apoyarme y la cuerda de 20 metros de nailon cedió. Me quedé suspendido, y los guardias de vigilancia, al oír el estallido de una teja con el cristal, empezaron a disparar. Sin soltar la cuerda, me impulsé hacia el muro hasta que lo abracé y lo salté», recuerda entre risas Eleuterio. «Me tiré de la pared como pude, caí de cabeza y al amortiguar el golpe me doblé el tobillo. Con las prisas, me metí en una ciénaga que pasaba cerca del recinto, me quedé atascado por un momento, después eché a correr».

Eleuterio Sánchez inició la huida tomando la dirección de la vía del ferrocarril que pasaba junto al penal. Aunque pensó en llegar hasta Jerez, a mitad de camino cambió de opinión. Subió a una colina, trepó a un pino y desde allí divisó las luces de los todoterrenos de la Guardia Civil que iban en su captura. Emboscado en el árbol, observó el amplio despliegue de los cuerpos de seguridad. Esperó escondido la llegada de la noche para huir a Jerez y de allí a Sevilla.

«De picar la pared, tuve las manos llenas de llagas y heridas durante más de veinte días. Pero lo peor fueron las torturas a las que me sometieron los ochos meses siguientes. Si lo llego a saber, me hubiera arriesgado a escaparme con él», mantiene Rodríguez de la Paz, un histórico de la CNT al que detuvieron junto a otro compañero en Novelda (Alicante) por tenencia de armas y pertenencia al sindicato.

El 31 de agosto de 1968 ingresó en la prisión de El Puerto de Santa María; tenía 30 años, acababa de ser padre de una hija a la que llamaron Acracia. Después de ocho años fue puesto en libertad. Rodríguez trabajó toda su vida de camionero, oficio que le ha permitido viajar por toda Europa: «Conozco mejor Londres que Alicante», presume.

Algunos diarios de la época recogieron en sus crónicas que El Lute fue el único que escapó de la prisión porque amenazó al resto de sus compañeros con un cincel. «No hubo ningún tipo de traición por su parte. Solo unas ganas locas de salir de esa cárcel. En la prisión encontré a una persona del hampa que se juega la vida por la libertad, y yo, como libertario, le doy mucha importancia a esta actitud. A Eleuterio solo le hago un reproche: su exceso de protagonismo en el relato de Camina o revienta», cuenta con perspectiva Rodríguez de la Paz.

La batida de la policía continuó durante semanas por todas las zonas rurales limítrofes al Puerto de Santa María, pero los cuerpos de seguridad del Estado no dieron con sus huesos hasta pasados dos años. El 14 de junio de 1973 fue detenido junto a su hermano, El Lolo, en las proximidades de Sevilla, después de un formidable despliegue policial.

Aquella mañana, El Lute se levantó temprano y, quizás en un exceso de confianza, fue a un banco a cambiar unas divisas. El empleado le reconoció de inmediato gracias a las campañas policiales. Sin pensárselo dos veces, levantó el teléfono y lo denunció. A los pocos minutos, un grupo de agentes se presentó en su refugio a punta de pistola. «Aguanté demasiado», se sorprende todavía.

Once días después fue enviado al penal de Cartagena. Allí coincidió de nuevo con Floreal Rodríguez, pero por muy poco tiempo. Esta cárcel era la más temida por todos los presos. Le apodaban «La Caja Fuerte». «En el tiempo de recreo hablamos de nuestra fuga», recuerdan ambos, pero a los pocos días al sindicalista le enviaron a Soria. «Había pedido un traslado de prisión un par de meses atrás y estoy convencido de que me concedieron el cambio porque pensaron que podríamos escaparnos de nuevo», asegura Rodríguez de la Paz. «Al menos, le ayudé a escapar de esa cárcel», bromea El Lute.

A pesar de que han pasado más de cuatro décadas, los dos recuerdan muy bien la sensación de tener la garganta seca, el corazón en la boca y la angustia por ser descubierto.

El Lute había protagonizado alguna fuga más y había sido castigado por ello, como cuando el 4 de junio de 1966 se lanzó de un tren en marcha que le trasladaba de Santoña (Cantabria) a Madrid para testificar en la causa contra su compañero de fechorías Raimundo Medrano. Custodiado por una pareja de guardias, al anochecer pidió permiso para ir al servicio. Allí logró abrir las esposas. Al salir del retrete, se lanzó del tren en marcha cuando viajaba a 70 kilómetros por hora por Tierra de Campos (Palencia). Para El Lute, fugarse de una  prisión fue mucho más emocionante que tirarse desde un vagón.

Tras su detención, Eleuterio Sánchez forjó su leyenda: era el enemigo público número uno, el fuguista que se escapaba de los trenes, el hombre al que la Guardia Civil perseguía día y noche. Un icono de las postrimerías del franquismo.

La justicia le acusó de quebrantamiento de condena, de robos, amenazas, sustracción de menores, homicidios, falsedades, tenencia ilícita de armas y atentados. La foto de El Lute con el brazo en cabestrillo, pies descalzos, rostro pálido y demacrado tras ser capturado por la Guardia Civil ha pasado al imaginario colectivo, y hasta mereció que su figura de cera estuviera en un museo.

Eleuterio Sánchez Rodríguez cumplía condena en el penal de Santa María porque el 5 de mayo de 1965 asaltó una joyería en la calle de Bravo Murillo 242, de Madrid, junto a Raimundo Medrano y Juan José Agudo Benítez. Los atracadores lanzaron dos piedras envueltas en trapos contra el escaparate de la joyería. Rompieron la luna del establecimiento y se hicieron con un botín de pulseras, anillos y medallas de oro (objetos por un valor de 175.000 pesetas).

Cuando el trío de ladrones se dio a la fuga, el guarda Tomás Ortiz López, de 65 años, salió del interior del local para recuperar las joyas y retenerles. Uno de los tres, al ver cómo las voces del guarda alertaban al público, le disparó atravesándole el corazón. Ortiz López murió en el acto.

Siete días después del atraco al establecimiento, los inspectores de la Brigada de Investigación Criminal (BIC) localizaron a los dos individuos tomando café en la madrileña calle de Galileo. En el forcejeo, estos hicieron varios disparos. Una de las balas alcanzó a la niña Raquel Campiña, de siete años, que jugaba en la puerta de su casa, y le ocasionó la muerte. El Lute fue detenido. Tenía 29 años de edad y un amplio historial delictivo. En el interrogatorio al que fue sometido se confesó autor del atraco a la joyería.

De aquella fría Nochevieja de la fuga, El Lute conserva los recuerdos y siete fotografías que tardó más de 25 años en recuperar.

«Vivía en Sevilla cuando un hombre se me acercó y me entregó un paquete. Eran las fotos que llevaba en el bolsillo del pantalón la noche de la fuga y que se me cayeron al arrastrarme por el tejado. Fueron tomadas en la prisión el día de las Mercedes (24 de septiembre), una fecha en la que los hijos de los internos podían acceder a la cárcel y un fotógrafo les retrataba junto a sus padres. El Lute se fotografió ese día con sus sobrinos. Aquellos retratos los encontró un guardia de la prisión, que decidió guardarlos. Cuando murió, su hijo decidió buscar al Lute para devolvérselos», explica Eleuterio.

El 19 de junio de 1981, a las once de la mañana, Eleuterio Sánchez recibió un telegrama que le anunciaba su liberación. Una hora después abandonaba el centro penitenciario de Alcalá de Henares, tras 18 años de cárcel. El exconvicto tenía aún pendientes 1.002 años de condena, que en la práctica se traducían en 20.

El Consejo de Ministros, presidido por Leopoldo Calvo-Sotelo, decidió concederle el perdón, al ser un ejemplo de reinserción social que ha logrado superar la marginación a través de la cultura. Eleuterio Sánchez aprendió a leer y a escribir en la cárcel donde también se licenció en Derecho.

A la hora de aplicarle el indulto se tuvo en cuenta que había sido juzgado por la Ley de Bandidaje y Terrorismo, una ley de carácter represivo que data de 1960. Esta ley endurecía las penas. Por ejemplo, un atraco a mano armada que hubiera sido castigado con un máximo de 30 años se convertía bajo esa ley en delito consumado de bandidaje con la posibilidad de pena de muerte.

Hoy en día, a sus 70 años, Eleuterio pasa sus días entre Cabezabellosa (Cáceres) y Niebla (Huelva) escribiendo su tercer libro autobiográfico, Un paseo por la memoria, junto a su mujer Teresa. Lejos queda la imagen del quincallero enjuto, larguirucho y analfabeto de los setenta que durante una época fue el personaje más temido por los españoles.

En la memoria de toda una generación permanece el personaje marginal que se ganó la simpatía de algunos círculos políticos e intelectuales que lo alzaron como símbolo de la reinserción social. En el primero ya no se reconoce; el segundo nunca lo fue. «La cárcel no ayuda. Es un semillero de futuros delincuentes», sentencia Eleuterio Sánchez.


El Lute: miente o revienta

José Luis León – Interviú

17 de abril de 2006

Eleuterio Sánchez, «El Lute», hoy acusado de malos tratos a su esposa, no es abogado, ni fue un hombre pacífico, ni tampoco una inocente víctima de la represión policial franquista.

Eleuterio Sánchez Rodríguez, El Lute, la estrella del firmamento quinqui que durante años brilló con luz propia, está oscureciéndose. Pesa sobre él una orden de alejamiento por malos tratos contra su actual esposa, la enfermera sevillana de 46 años María del Carmen Cañavate Hors, dictada a primeros de marzo por el Juzgado de Instrucción número 4 de Huelva.

A raíz de este escándalo, el 14 de marzo El Lute reaparecía ante la opinión pública. Fue entrevistado por Jesús Quintero en TVE. Eleuterio Sánchez, que había trabajado para su entrevistador hace años como documentalista, explicó que debe su actual situación a una denuncia de su mujer ante la Guardia Civil y los juzgados de Huelva.

Según él, todo ocurrió cuando, sospechando una infidelidad conyugal, decidió seguirla desde su casa de Tomares (Sevilla) hasta Punta Umbría (Huelva), donde ella comió con unos amigos.

Ambos comenzaron a chillarse fuertemente en plena calle. Y el estruendo atrajo a los guardias civiles. Fue así como el antiguo merchero terminó dando con sus huesos en los carambucos (calabozos, en argot quinqui) del cuartelillo. Después vendrían la orden judicial de alejamiento y una prohibición de llamar por teléfono a sus hijos.

Con este suceso y su eco televisivo ha comenzado a resquebrajarse la fama de reinsertado de El Lute, un prestigio que edificó, primero, con sus fugas de leyenda y sus hazañas fuera de la ley, y, años después, con su reconversión en probo ciudadano que había sacado fuerzas para hacerse abogado. Es éste un extremo que ahora refuta Carmen Romero, la penúltima mujer de El Lute. «Eleuterio no es licenciado en Derecho -denuncia Carmen a Interviú-. Ese título (el de la licenciatura de El Lute) no existe».

Los intentos de esta revista por contrastar este extremo con El Lute han sido infructuosos, pero sí ha contestado a Interviú Juan, un amigo de su entorno más cercano y desde la propia casa de Eleuterio: «Él en ningún momento está diciendo que está ejerciendo la carrera de Derecho -dice Juan-, ni ha estado en una sala vistiendo una toga».

La ex esposa de El Lute insiste en que ni siquiera estudió la carrera. En el entorno de El Lute dicen vagamente que sí, pero se niegan a enseñar un título que lo acredite. También contribuyó a edificar el prestigio de Eleuterio Sánchez su autobiografía Camina o revienta, de la que salió la película homónima. En el libro, reeditado hace un año, también parece haber truco.

Interviú ha tenido acceso a un informe interno de la Guardia Civil que ataca algunas de las principales afirmaciones contenidas en la obra. El informe fue elaborado por los Servicios de Información del instituto armado en 1977 por orden de José Antonio Sáez de Santamaría, entonces general de brigada y jefe de Estado Mayor de la Guardia Civil.

La investigación de los agentes cuestiona seriamente la veracidad del contenido de Camina o revienta, que por entonces acababa de ser escrito. En el documento, entre otras muchas cosas, se asegura sin ambages y con todo lujo de detalles que la persona que en mayo de 1965 acabó con la vida del jubilado de 66 años Tomás Ortiz López, guarda de la joyería Emilio, en la madrileña calle de Bravo Murillo, fue el mismísimo Lute. Eleuterio, en su libro, culpa de este homicidio a Juan José Agudo Benítez, uno de sus compañeros en el robo de aquel establecimiento.

El informe, fechado el 12 de septiembre de 1977, aconsejaba a los altos mandos de la Benemérita: «El prestigio del Cuerpo exige una reacción ante las medias verdades y calumnias vertidas en el libro por este delincuente común, tratando de dejar en entredicho nuestra institución».

En otra parte del mismo se recoge: «El trabajo no cumpliría el fin para el que se ha realizado si no transciende al público lector antes de que se proyecte en las pantallas una película que sobre este delincuente se está rodando en la actualidad, la que aumentará aun más la supuesta fama de este individuo».

La película se rodó y estrenó con gran éxito, pero no entonces, sino diez años más tarde. En todo este tiempo el general Sáenz de Santamaría no hizo uso de la información, obtenida por los agentes de la Segunda Sección de Estado Mayor de la Guardia Civil fuera de los circuitos del cuerpo y del Gobierno de entonces.

Hasta que el juez dictó la orden de alejamiento, Eleuterio Sánchez ha estado residiendo con su mujer, María del Carmen Cañavate Hors, en Tomares. Con ella tiene dos hijos de corta edad. La relación nació en 1989. Curiosamente, fue en la playa de Punta Umbría, el pueblo donde ahora se han separado, el lugar donde la pareja vivió momentos de intensa pasión cuando se conocieron. Incluso mostraron su felicidad posando para la prensa del corazón junto a las aguas onubenses. La vivienda de Tomares es un chalé adosado de dos plantas en una zona residencial cerrada. Junto a su casa, El Lute posee otro chalé de iguales características externas que el que actualmente ocupa, y que ha puesto en alquiler.

Sus vecinos de la urbanización tienen al matrimonio en buen concepto: «Son personas muy educadas que siempre te saludan cuando te ven por la calle -cuenta una de sus vecinas más próximas-. No se les había oído nunca discutir ni armar escándalos. Ella -la hasta ahora esposa de El Lute- es una señora poco amiga de contar sus cosas a nadie. Él trabaja vendiendo su libro y dando conferencias, y pasea mucho por esta calle».

Otra vecina no puede creerse la crisis de la pareja: «Será un montaje como los muchos que se ven hoy en la prensa, porque yo los he visto siempre muy juntos ir a comprar a Carrefour. Se notaba que se quieren mucho los dos».

¿Quién mató al guarda?

Para confeccionar el informe que cuestiona el contenido de Camina o revienta, los mandos de la Guardia Civil comisionaron a cinco agentes del Servicio de Información que se leyeron el libro, viajaron a los lugares por donde pasó Eleuterio Sánchez y hablaron con las personas que podían saber algo de él. Familiares de El Lute contaron a los guardias bastantes cosas que sabían de su vida.

La desautorización más importante que contiene el informe hace referencia al delito más grave en el que se vio implicado El Lute: el robo con homicidio de la joyería Emilio de Madrid, en el que cayó tiroteado el guarda Tomás Ortiz López, de 66 años. Los agentes se fijan en un diálogo descrito por El Lute de la página 112 del libro (primera edición): «¿De dónde salió ese tío?, me pregunta Agudo [Juan José Agudo Benítez]. ¿No le viste o qué?, contesté yo [El Lute]. No. Sólo me di cuenta cuando lo tenía encima».

Los autores del informe, tras desarrollar lo que a su juicio ocurrió en el robo de la joyería de Bravo Murillo, sobre la autoría del disparo que mató al guarda aseguran que, «según testimonios de quinquis que estaban detenidos junto con los encausados, el día que les conmutaron la pena de muerte fueron increpados por los quinquis en relación con los hechos y contestó El Medrano: «Fijaos qué mala suerte, el día antes [del robo a la joyería] probamos la pistola en un transformador y Eleuterio no fue capaz de dar un tiro en el blanco, y luego, el otro día en la lamería (joyería, en argot), se vuelve y tasaba al biorro» (mata al guarda, en argot). Esto lo dijo en presencia del Lute, el cual no hizo ninguna objeción».

Los guardias que elaboraron el informe también atacan la versión de que El Lute provenía de una familia no conflictiva. Lo hacen comentando una parte del texto de la página 11, en la que El Lute dice: «Mi padre no se distinguía en nada. Era un español de la mayoría silenciosa».

Los informantes salen al paso y señalan a David Nieto Sánchez, El Patapocha, padre de Eleuterio, como miembro del clan quinqui de Los Castellanos, muy activo y peligroso, y cuentan que se fugó de la cárcel, y de un reformatorio cuando era pequeño, y que usó diversos nombres falsos en su vida delincuencial, José Sánchez Nieto y José Carretero Ferrer.

Y agregan: «Antes y después de nuestra Guerra Civil fue ingresado en varias prisiones al objeto de cumplir condena, entre ellas, las de Salamanca, Zamora, Valladolid y Burgos».

En un anexo del informe insertan los investigadores una serie de delitos de sangre en los que se ha visto envuelta, como víctimas o autores, la familia de El Lute. El primero data de 11 de febrero de 1920, fecha en la que su abuelo, José Manuel Nieto Paredero, fue muerto por la Guardia Civil en el Puente del Congosto (Salamanca) después de desobedecer órdenes de alto dadas por los agentes.

El abuelo de El Lute conducía dos caballerías que previamente había robado en Gallegos de Solmirón. Utilizaba en aquellos momentos el nombre falso de Manuel de San Segundo, tenía 39 años e iba acompañado de un hijo suyo de 12 años conocido como El Pepón y El Cristo Cabrera, con numerosos antecedentes policiales tanto él como sus descendientes.

Incidentes poco conocidos

Según se desprende el informe de la Guardia Civil, la violencia de El Lute no comenzó con el robo y homicidio del vigilante de la joyería en Madrid, sino mucho antes. En la página 93 de la primera edición de Camina o revienta Eleuterio dice: «Tras haber recorrido las provincias de Salamanca, Ávila, Toledo y Cáceres decidí, asqueado de esta vida, volver al barrio de Tornavacas».

La Guardia Civil especifica textualmente en su informe del 77: «Cuando El Lute y su manceba Consuelo fueron detenidos en Badajoz por robo de gallinas, dejaron el carro y la mula con su primo-cuñado Francisco Nieto García, ‘el Chato’ (casado con una hermana de El Lute, María, que usaba los apellidos de Carretero Ferrer). Mientras El Lute estaba en prisión se quemó el carro, pereciendo la mula. En estas visitas que menciona El Lute se dirigió donde paraban su primo y su hermana para exigirles la devolución del carro. Al contarle lo sucedido se enfrascaron en una discusión en la que El Lute sacó una pistola y disparó a bocajarro contra su cuñado, fallando el disparo». La Guardia Civil realizó gestiones para esclarecer los hechos, sin resultados, al no ser habitual entre los quinquis denunciarse entre ellos.

Otro de los capítulos que delatan la violencia de El Lute es el de su fuga de un tren a la altura de la localidad palentina de Frómista el 2 junio de 1966. En aquella ocasión, según relatan los autores del informe, el fugitivo arrojó a un niño de 12 años contra los guardias civiles que lo conducían preso. El niño, al caer, se rompió la clavícula.

Interviú ha hablado telefónicamente con Emilio de la Pinta Illera, quien recuerda aún la agresión: «Yo tenía 12 años. Estaba estudiando. Viajaba en el tren como todos los días y me vi envuelto en aquello. Al día siguiente de la agresión me colocaron la clavícula en su sitio y tuvieron que pasar 30 ó 40 días para ponerme bien. No declaré en el juicio contra ‘El Lute’ porque no me gusta ser protagonista de esas cosas».

El Lute no ha querido darse por aludido por este informe. «¡Ustedes pretenden sacar petróleo de donde no hay agua!», dice airado su amigo íntimo Juan.


«El Lute», trasladado al penal de Córdoba

Manuel Muñoz / Rosa Maria Pereda – El País

22 de junio de 1977

La figura de el Lute se ha convertido en un mito. y un símbolo nacional. Hoy vuelve a estar de actualidad, tras los rumores de un posible indulto, por el traslado de que ha sido objeto, desde el penal de máxima seguridad de Cartagena, hasta el de Córdoba.

Eleuterio Sánchez fue trasladado ayer de la prisión de San Antón, de Cartagena, a Córdoba, en cumplimiento de una orden de la Dirección General de Seguridad. Si bien no se conocen los motivos concretos del traslado, parece ser que no va a ser puesto en libertad por el momento y seguirá cumpliendo condena en la prisión de Córdoba.

Según nuestras noticias, el Lute había salido de Cartagena entre las cuatro y las cinco de la madrugada de ayer, y fue transportado en un furgón celular con fuertes medidas de vigilancia y con el mayor sigilo, siendo su traslado desconocido por la mayor parte de los funcionarios de la prisión de Cartagena. Al parecer, la orden de traslado fue dada finalmente tras unos contactos mantenidos durante varias horas antes entre la prisión y la Dirección General de Seguridad.

Por otra parte, hemos podido saber que al conocer la noticia de su traslado, Eleuterio Sánchez pidió telegrafiar a su hermana para comunicárselo, siéndole denegada autorización. Tampoco se le informó a su salida del lugar de destino del viaje.

Eleuterio Sánchez fue detenido por última vez, el 3 de junio de 1973, en Sevilla, ingresando tres días después en la prisión de San Antón, de Cartagena, de donde salió el 11 de marzo de 1976 para ser operado en el hospital penitenciario de Madrid, de desviación del tabique nasal, pasando el período posoperatorio en la prisión de Ocaña. El 14 de mayo del mismo volvió al hospital penitenciario de Madrid y el 20 de mayo es trasladado de nuevo a Cartagena, donde ha permanecido hasta ayer.

Durante el tiempo de reclusión en Cartagena ha sido sancionado en varias ocasiones, aunque su conducta, en general, no parece haber sido conflictiva. La última vez que sufrió castigo fue en relación con la aparición de sus Memorias.

«Tranquilos, que ya mismo estamos todos fuera», dijo el Lute, al primer penado que se cruzó con él en las galerías del centro de cumplimiento penitenciario de Córdoba. Había llegado con una impresionante escolta; dos jeeps de la Guardia Civil cubrían a un pequeño coche celular en cuyo interior sólo el Lute iba vigilado por seis número de la Benemérita.

Vestía traje de penado, Aparecía como cansado y muy desmejorado de aspecto físico, llevaba en la mano un tablero de ajedrez, un bolso de mano, una caja de cartón y otro equipaje. Tras el cacheo riguroso pasó a las celdas de período.

Su abogado en Córdoba, Rafael María Padilla, integrado en el equipo de los abogados vascos, José María Bandrés y Miguel Castells, con quien se entrevistó El País a las seis de la tarde, interpreta el hecho cautamente de su traslado a Córdoba, como una modificación dentro de su situación de espera de una pronta puesta en libertad. Y a este respecto, aceptó el abogado como indicativo el hecho de la proximidad de Sevilla, de cuya audiencia provincial depende la situación penitenciaria de el Lute. Aceptó la influencia y significado del momento histórico y dijo que para su cliente es motivo de satisfacción reiteradamente solicitado, estar junto a sus hermanos el Lolo y el Toto, internos en la cárcel de Sevilla, con los que, es de esperar, concluyó, pueda reunirse en la prisión de Córdoba, primero, y luego en la libertad.

A la prisión de Córdoba llegaron días pasados, igualmente, diecisiete reclusos canarios, que protagonizaron en las islas una actitud de protesta y entre ellos, cuatro militantes del MPAIAC. Asimismo, permanecen recluidos los presos políticos Blanco Chivite y Trillas Farré.

Piden su indulto

Hace pocos días, la Comisión Internacional de Juristas y el Grupo por los derechos de las Minorías, de las Naciones Unidas, dirigían un escrito al ministro de Justicia, Landelino Lavilla, pidiendo al Rey un indulto particular para Eleuterio Sánchez Rodríguez, más conocido como el Lute.

Dos razones fundamentaban el texto: la primera, que la condena que sufría Eleuterio Sánchez era por aplicación de la ley de Represión del Bandidaje y Terrorismo, que fue derogada en 1971. El Lute fue condenado a muerte por bandidaje, y la pena le fue conmutada por cadena perpetua -treinta años- sin posibilidad de beneficiarse de ningún indulto ni amnistía común.

La segunda razón era la rehabilitación del preso, que, durante los diez años de privación de libertad, salió del analfabetismo, adquirió una cultura y viene mostrando una conciencia cívica que hace pensar que puede reincorporarse a la vida social. Y, especialmente, que puede resultar muy útil para su etnia, para ese pueblo que le considera líder y del que habla en todas sus manifestaciones a la prensa y en sus memorias, de las que un extracto fue publicado en El País Semanal.


Medrano acusa a «el Lute» del disparo por el que se les condenó a muerte

El País

9 de noviembre de 1977

Raimundo Medrano, condenado a muerte junto con Eleuterio Sánchez, el Lute, y Juan José Agudo Benítez, ha afirmado que el Lute fue el autor del disparo que mató al guardián de la joyería de Bravo Murillo, en el transcurso del robo que los tres llevaron a efecto, hace ya trece años. según unas declaraciones publicadas por el semanario El Caso.

Raimundo Medrano cuenta en dichas declaraciones- que es el Lute el que ha roto la ley de silencio que se autoimpusieron a raíz de la muerte del guardia. Que los tres decidieron, en caso de ser detenidos, acusarse mutuamente del disparo, para que ni la policía, ni la Guardia Civil, ni los tribunales, pudieran tener claro quién fue al autor material, y salvar la vida. Pero el Lute, afirmando en sus memorias que Agudo Benítez fue el que disparó, ha roto el compromiso.

«Eleuterio -dice- se ha creído que de verdad es el Lute. Posiblemente a otros puede engañar. A mí, no.» Medrano espera en la cárcel de Guadalajara a que se haga efectivo el indulto, para su causa, tras el reconocimiento de la supresión de la ley por la que fueron condenados: la de bandidaje y terrorismo, hoy fuera de rigor.


Eleuterio Sánchez, en una prisión abierta

El País

3 de mayo de 1978

Eleuterio Sánchez, El Lute, quincallero, célebre fuguista, memorialista de éxito, indultado de una pena de muerte, exponente de ciertas minorías marginadas, fue trasladado ayer desde el penal de Córdoba al centro penitenciario de régimen abierto de Alcalá de Henares. Permanecerá entre quince y treinta días en observación antes de desempeñar un empleo fuera de la prisión; empeño en el que pudiera encontrar el apoyo del profesor Tierno Galván, presidente honorario del PSOE.

El director general de Instituciones Penitenciarias, señor García Valdés, tiene este traslado por «muy importante», y de las consecuencias que se deriven de esta experiencia puede depender el que se consolide una nueva etapa en la vida penitenciaria española.

Eleuterio Sánchez permanecerá de quince días a un mes en observación en el centro penitenciario de régimen abierto de Alcalá de Henares, adonde llegó ayer tarde, trasladado desde el penal de Córdoba, donde cumplía condena en régimen cerrado desde hacía dos años y medio.

Eleuterio Sánchez esperaba la decisión de traslado. Incluso ya había comenzado gestiones para conseguir un empleo en cuanto comenzara su vida en el nuevo régimen penitenciario. Ayer fueron desmentidos en Madrid los rumores de que Eleuterio Sánchez trabajaría en el despacho madrileño del profesor Tierno Galván.

Enrique Tierno, que no conoce personalmente a Eleuterio Sánchez, no tiene ahora despacho de abogado. Su oficina es política. Está ayudado por personal afecto al Partido Socialista Obrero Español, del que pasó a ser presidente a raíz de la fusión de este partido con el PSP. Lo que el profesor Tierno ha hecho ha sido prometer a Kristina Bonilla, tutora de Eleuterio Sánchez, que haría todo lo posible por ayudarle a hallar un empleo para El Lute.

Un portavoz de Enrique Tierno destacó ayer el ejemplo que Eleuterio Sánchez puede darles a numerosos presos españoles que tengan el propósito de rehabilitar su vida. «En el caso de Eleuterio Sánchez -dijo el mismo portavoz a El País– no cabe duda de que la prisión ha cumplido su función en la tarea de ayudar a un hombre a volver a la sociedad.»

En la sección abierta a la que ha sido trasladado Eleuterio Sánchez éste vivirá en régimen de observación durante el plazo que ya hemos indicado. El director general de Instituciones Penitenciarias, Carlos García Valdés, dijo ayer a El País que «será la propia sección abierta la que luego nos informe sobre si hemos acertado o no con este traslado. Como estamos seguros de que Eleuterio Sánchez no defraudará la palabra empeñada, después de ese período de observación se le confirmará su situación de presidiario en régimen abierto».

El señor García Valdés no conoce personalmente a El Lute. «Sí conozco la figura y el personaje que él representa. Antes de ser director general yo fui uno de los presentadores de su autobiografía.»

El traslado de Eleuterio Sánchez es calificado de «muy importante» por el director general. De las consecuencias positivas que se deriven de esta decisión depende una nueva etapa en la vida carcelaria española.


«Tenía tres soluciones: idiotizarme, suicidarme o intentar comprender algo»

El País

4 de mayo de 1978

Eleuterio Sánchez, El Lute, es, sin duda, uno de los personajes más populares de la última etapa del franquismo. Desde el pasado martes forma parte del selecto grupo de reclusos -52 en total- que permanecen en la Sección Abierta de la prisión de Alcalá de Henares, con un sistema que le permitirá el salir a trabajar todos los días fuera del recinto y pasar en donde quiera los fines de semana.

Condenado a muerte, conmutada la pena máxima por la de cadena perpetua, Eleuterio Sánchez pasó quince de los 36 años de su vida en los penales más duros y en las condiciones más difíciles. En su día se planteó las tres alternativas que tenía: o idiotizarse, o suicidarse, o intentar estudiar para comprender lo que pasaba.

Optó por esta última.

«El 20 de noviembre de 1975 yo estaba en Cartagena -comenta Eleuterio Sánchez-; fue una alegría inmensa para todos los presos cuando corrió la noticia de la muerte de Franco. Yo llevaba varios días preocupado, inquieto e ilusionado. No conseguía dormir. Precisamente la noche del 20 de noviembre creo que fui el primero en enterarme, de una forma muy anecdótica: estaba en la cama sin poder conciliar el sueño cuando oí que los guardias civiles se lo comunicaban de garita en garita. En ese momento tenía la necesidad de contárselo a alguien, incluso de gritarlo a la galería. Me contuve, pero no pude evitar el despertar al vecino dando unos golpes en el tabique.»

«Personalmente, experimenté una gran sensación de liberación, en su sentido más amplio: liberación para el pueblo, para los quinquis, para mí y para mis compañeros. Los funcionarios nos avisaron de que comprendían nuestra alegría -la muerte de Franco traía consigo un indulto-, pero nos pidieron que no exteriorizáramos en exceso nuestro júbilo, porque, en definitiva, se había muerto un hombre. Mi desilusión fue mayor que la de los demás, porque el indulto real que se concedió al acceder el Rey a la Jefatura del Estado no me redujo en un solo día mi condena.»

Eleuterio desprende una gran sensación de aplomo, de seguridad en sí mismo. Habla con tranquilidad y, sobre todo, con un gran conocimiento de causa.

«La condena y la situación inicial que ya narré en mi libro autobiográfico fue tan fuerte que me dejó completamente groggy en el primer año de vida penitenciaria: no entendía nada, no me explicaba nada, todo me venía grande. En esta situación sólo se podían producir tres soluciones: idiotizarme, pensar en el suicidio como solución -lo que me pasó muchas veces, al igual que a los presos con condenas largas- o intentar comprender qué era lo que se escondía, realmente, detrás de esta situación tan tremendamente increíble en mi caso, los motivos reales, políticos, no los oficiales.»

«Por un conjunto de circunstancias -añade Eleuterio Sánchez- y también de suerte, porque siempre hay un componente aleatorio en la vida humana, me incliné por esta tercera solución y aprendí a leer y a escribir. Después me dediqué a lee [leer] todos los libros a mi alcance, y de esta manera, a lomos de quinqui y payo, intentar comprender a mi enemigos naturales de entonces, los payos. Esa fue la lucha, la batalla cultural que llevé a cabo en mis años de prisión.»

La Sección Abierta de la prisión de Alcalá de Henares, con un aspecto exterior más similar a un colegio mayor modesto o un centro para trabajadores extranjeros, era un desfile continuo de profesionales de la información: diarios, revistas, televisión y radio buscaban las palabras de Eleuterio. Era el personaje del día, ocupando la parcela que suelen disfrutar los políticos.

«Bueno, los libros que comencé a leer en la cárcel eran fundamentalmente libros de moral religiosa. Leí a Santa Teresa de Jesús, a San Juan Bosco, libros de clérigos y también a parte de los clásicos de la literatura española, Calderón, Lope, etcétera. También había un libro de José Antonio Primo de Rivera y uno de Franco que recogía una selección de sus discursos más triunfalistas, los de la posguerra, pero la verdad es que no pude con él, lo comencé a leer, pero me aburría tanta falsedad. Después estudié y terminé el bachillerato y comencé a estudiar Derecho, lo que espero terminar ahora.»

Una excepción

Eleuterio, mal que le pese, puede ser definido como una de las escasas excepciones de la población penitenciaria que consigue, por sus propios medios y en contra de las circunstancias, rehabilitarse social y culturalmente. Esta condición de excepcionalidad conlleva una responsabilidad de la que es muy consciente.

«Lo que más repito, y quizá lo que me interesa más a corto plazo, es romper el mito que existe sobre mí, el personalismo. Mi caso hay que incluirlo en el contexto de los problemas del sistema penitenciario. Creo que lo que importa es la persona, Eleuterio y no El Lute. En función de eso estoy aquí y no en el Penal de Santa María, por ejemplo.

«Desde luego no soy una excepción merecedora del régimen abierto. Me considero un preso más o un recluso, sin más méritos reales -ni a favor, ni en contra- de los 10.000 que componen actualmente la población penal. Espero y deseo que mi caso no sea una excepción privilegiada, aunque también es cierto que en otras ocasiones he sido una excepción en la vigilancia, en mandarme a los penales más duros, en la represión, en suma. Espero y deseo que esto se generalice y que a través de prisiones de régimen abierto, llegue al preso la idea de que puede gozar de esas ventajas sin que ello suponga un «colaboracionismo» al antiguo estilo, es decir, a base de chivateos, traiciones y servilismo.»

La población reclusa española vivió en los últimos tiempos un auge de sus luchas reivindicativas protagonizadas, básicamente, por los miembros de la Copel. Por otra parte, el director general de Instituciones Penitenciarias asesinado Jesús Haddad, inició una reforma importante del sistema que su sucesor, Carlos García Valdés, continúa con igual ardor.

Eleuterio piensa que «las dos luchas se complementan. Pienso, incluso, que las reformas de la Dirección General han surgido como consecuencia de la lucha de Copel, porque fue a través de esta lucha como la sociedad tuvo conciencia de los males que aquejan al sistema penitenciario. Después, tanto Haddad como García Valdés iniciaron esa política de reformas que considero fundamental».


El fiscal pide 3.300 años de cárcel para «El Lute» y sus hermanos

El País

14 de noviembre de 1978

Ayer por la mañana dio comienzo, en la sección primera de lo penal de la Audiencia Nacional, la vista de la causa seguida a Eleuterio Sánchez Rodríguez, El Lute y a sus hermanos Manuel y Raimundo, apodados respectivamente Lolo y Toto. Por los delitos de que se les acusa -quebrantamiento de condena, robos, amenazas, homicidios, falsedades, tenencia ilícita de armas, sustracción de menores y atentados-, el fiscal pide un total de 3.291 años de cárcel, según informó Efe.

Los hermanos de Eleuterio están procesados por haber intervenido en «alguno de los delitos cometidos por él, que suman más de un centenar desde que se escapó del penal del Puerto de Santa María, en la noche del 31 de diciembre de 1970. A las 10,30 horas de hoy se verán los informes y quedará la causa vista para sentencia.

El fiscal pide para Eleuterio Sánchez 1.119 años de cárcel por delitos contra la propiedad; 46 por falsedad en documentos; 126, por sustracciones de coches; 34, por atentados; veintidós, por tenencia ilícita de armas; cinco, por quebrantamiento de condena; cinco, por una amenaza, y once por la sustracción de sus hijos. Estas peticiones de pena y las que se hacen para sus hermanos han quedado ya rebajadas al promulgarse los dos últimos indultos.

Según declaró a El País el abogado y senador vasco de Euskadiko Ezkerra, Juan María Bandrés, defensor de Eleuterio Sánchez, «el sumario tiene más de 12.000 folios y recoge todo lo que se le imputa a Eleuterio desde que se escapó del Puerto de Santa María, hasta su detención. Él ha reconocido que se llevó a sus hijos, que trabajaban la chatarra en los suburbios, aunque afirma que no se los llevó a punta de pistola, sino que se los dieron; reconoce que utilizó documentos de identidad falsos y compró pisos con nombre diferente y admite que inscribió a sus hijos en el Registro diciendo que estaba casado legalmente, cuando sólo lo estaba por sus leyes».

«Con respecto a los delitos contra la propiedad -sigue Juan María Bandrés-, Eleuterio dice que ha robado, porque no podía trabajar ni presentarse en ningún sitio, pero también afirma que ignora si cometió o no justamente los robos que le imputan. A este respecto, hay que tener en cuenta que en esto conviene considerar dos cosas: la tendencia de la policía a largar a un detenido los paquetes pendientes y la tendencia de los presos, que están desesperados en la cárcel, a admitir que han hecho algunas cosas para que les trasladen de un sitio a otro, para hacer turismo carcelario e intentar escaparse. Yo he basado la defensa en el estado de necesidad como eximente incompleto, como atenuante, para intentar que le rebajen a Eleuterio la mayor de las penas, ya que sólo puede cumplirse, según las leyes, el triple de lo que se pida en la más alta de las penas. Si esta fuera de veinte años, teóricamente cumpliría sesenta, aunque el máximo estipulado en la ley es de treinta. Si la pena máxima fuera de seis años, serían dieciocho y con la reducción de los dos indultos se quedaría en unos seis, aunque siguen siendo muchos. Yo he expuesto también que, si la cárcel es para rehabilitar a los internos, El Lute sería un ejemplo, pues es un señor que está en régimen abierto, sale a la calle, trabaja en un despacho y escribe en los periódicos. Esto parece indicar que la cárcel no le es necesaria.»

La situación de los hermanos de El Lute, a los que defiende el abogado Rafael Salazar es, a juicio del senador Bandrés, mejor, «ya que uno de ellos no es reincidente y la reincidencia del otro no está clara, porque hay una confusión de nombres. Además, como nunca han sido condenados, el tiempo que están pasando en la cárcel les sería descontado de la posible condena».

La historia por la que se les juzga

Eleuterio Sánchez se fugó del penal del Puerto de Santa María en la Nochevieja de 1970. Había llegado allí en junio de 1966, tras dos dramáticas y accidentadas fugas. En los más de cuatro años que pasó en El Puerto, su comportamiento fue ejemplar.

El Lute llevó a cabo la fuga de 1970 con la complicidad de algunos compañeros y luego se fue en solitario -sus hermanos, Toto y Lolo, que le esperaban, huyeron al oír los disparos de los perseguidores- y se dirigió a Jerez y Sevilla andando por los viñedos. Detenidos y, posteriormente, puestos en libertad sus hermanos, se instalaron los tres sucesivamente en las inmediaciones de Sevilla y Málaga, donde residieron con sus familias dieciocho meses.

De este período dirá El Lute que todo podría haber ido perfectamente si la policía les hubiese olvidado, pues allí se esforzó en «llevar una vida familiar correcta, sobre moldes payos». Según cuenta en sus memorias, dedicó gran parte de este período a elevar el nivel cultural del clan familiar y a viajar por todo el país. Se hospedaba en casa de quinquis amigos.

En julio de 1971 El Lute llevó a cabo un proyecto que planeaba desde hacía tiempo: reunirse con sus dos hijos, David y José María, habidos con Consuelo García, La Chelo, con la que había roto ya las relaciones. Eleuterio deseaba que los niños estuvieran bajo su tutela, por lo que el 28 de julio se presentó en el barrio de San Fermín, en Madrid, y se los llevó, según se dijo, a punta de pistola. El suceso conmocionó, una vez más, a la opinión pública y contribuyó a dar a la figura de El Lute un halo humano y dramático.

De vuelta a Málaga, Eleuterio y su familia siguieron su vida, que, paradójicamente, se componía de pedagogía, pues el grupo seguía, aprendiendo bajo su dirección, y de delincuencia, a la que recurría como única forma de supervivencia para todos. Cuando la instrucción de sus hijos fue aceptable, les buscó un colegio, para que pudieran seguir una vida normal.

El 14 de julio de 1972 fue herido en el tiroteo que se produjo en la Caja Rural de Cártama (Málaga), cuando un empleado entró en sospechas y avisó a la Guardia Civil. Localizados de nuevo y detenida su familia, los tres hermanos lograron huir varias veces del cerco policial, hasta que llegaron a Sevilla y se instalaron dentro de un colector, donde El Lute escribió parte de sus memorias.

Tras marchar a Granada, donde Eleuterio contrajo matrimonio por el rito caló con una gitanilla, fue nuevamente detenido junto con su hermano Lolo en las proximidades de Sevilla el 2 de junio de 1973, después de un formidable despliegue policial, desde donde fue enviado al penal de Cartagena.


Eleuterio Sánchez: «Ya no soy ningún peligro para nadie»

El País

15 de noviembre de 1978

«Ya no soy ningún peligro para nadie», dijo El Lute, Eleuterio Sánchez, en su última intervención ante el tribunal de la Audiencia Nacional, que ayer escuchó al ministerio fiscal y a la defensa en la vista de la causa seguida contra él y sus hermanos Raimundo y Manuel, conocidos como Lolo y Toto.

«Tengo mucha ilusión por trabajar -siguió diciendo, ante la pregunta ritual de si tenía algo que alegar-, por ayudar a esta sociedad y a la de los míos, para que no exista un nosotros y un vosotros. Tengo muy buenas perspectivas de trabajo para el futuro, pero no me condenéis -dijo a los magistrados- a esos 1.300 años que se piden para mí, porque en esa situación podría repetirse mi vida anterior.»

Era ya el final de un juicio que, tanto en las conclusiones del fiscal como en la alegación de la defensa, trascendía los límites de un caso particular para referirse de modo inevitable y continuo a toda la colectividad quinqui a que pertenece El Lute.

Comenzó el fiscal, Miguel Ibáñez, justificando la reducción de penas que el mismo ministerio acusador había presentado, con dos argumentos: el primero, la coincidencia con un indulto que, de hecho, había reducido penas por delitos similares, y la segunda, que lleva implícita la necesidad de revisión, en delitos contra la propiedad, de las cantidades robadas y su cuantificación en tiempo de cárcel: «La peseta sufre una devaluación continua que aconsejo al ministerio fiscal considerarla y reducir la petición», dijo.

En su acusación, basada en la consideración de los hechos delictivos como probados, y en la participación de los tres hermanos en ellos, se fijó especialmente en Eleuterio Sánchez, como cabeza de «una estructura familiar cuidada a ultranza», lo que, según el señor Ibáñez, es una de las virtudes de esa etnia, que no calificó, pero que, entre muchos defectos, dijo, tenía esa virtud.

Aunque durante toda su intervención apuntó la necesidad de no caer en el mito decimonónico del bandido señorito, ni en la trampa que representa muchas veces la voluntaria carga de lo que se llama el embolado -esto es, todo el peso de la responsabilidad que se imputa al grupo- por parte del que más pena tiene, el propio fiscal responsabiliza más que a nadie a Eleuterio Sánchez, quien, en sus primeras declaraciones ante el tribunal, el pasado lunes, se había responsabilizado personalmente.

Repasó el fiscal los cargos imputados por orden de actuaciones judiciales y señaló que, por encima de las circunstancias sociológicas, había unos hechos probados, unos delitos y unos personajes reconocidos que fue remarcando paso a paso. Negó que el estado de necesidad fuera un eximente en el caso de El Lute y sus hermanos, y que en la situación actual de desarrollo español, y más en los tiempos que calificó como «la época de la expansión económica», pudiera hablarse, en el caso que trataba, de hurto famélico. «Son tres hombres jóvenes perfectamente capacitados para trabajar», dijo.

Clima de terror

Con el razonamiento en orden contrario llevó su defensa el señor Bandrés, y en su línea, Rafael Salazar, ocupado de la defensa de los hermanos de Eleuterio Sánchez. Juan María Bandrés se refirió, para empezar, a los orígenes de su defendido. «Pertenece -dijo- a un grupo humano marginal, en la extrema marginalidad.»

Y señaló el clima de terror continuo que el propio Eleuterio ha plasmado muy bien en su libro Camina o revienta. Esta marginalidad de quien robó por primera vez a los cuatro años y que se vio sumido en la «máquina infernal», dijo el señor Bandrés, está en todas partes: en los caminos polvorientos, en los suburbios de las ciudades, en los pequeños pueblos. «Pero, sobre todo -dijo-, está en las cárceles, porque estos hombres parecen condenados a pasar la vida, y hasta la muerte, en la cárcel.»

Señaló que, desde bien pequeño, pero, sobre todo, en la misma cárcel, había despertado en Eleuterio Sánchez una rara, insólita vocación por el bien precioso del que se había sentido más desposeído: la cultura. Y que si se llevó a sus propios hijos -que es la sustracción de menores de que se le acusa- fue, precisamente, porque sentía que iban a estar desasistidos en ese terreno, y que él iba a poder ayudarles ahora que, con su propio esfuerzo, y de algún modo constituyendo la excepción del funcionamiento de las cárceles («esas máquinas de destruir personas»), había accedido a ella.

La regeneración de El Lute fue su argumento general: a partir de ahí, en una defensa profundamente profesional, fue revisando caso por caso las acusaciones fiscales. En un momento citó a Blas Piñar, que, en un curso de Derecho procesal había dicho: «El preso tiene derecho a escapar de la cárcel, del mismo modo que el funcionario tiene la obligación de impedírselo.» Y añadió el senador de Euskadiko Ezkerra, tras aludir al informe de la comisión del Senado sobre la situación de las cárceles: «Hay momentos y condiciones en los que irse de la cárcel no es sólo un derecho, sino una obligación.»

Los delitos de falsedad -que eran, sobre todo, la inscripción de sus hijos naturales como legítimos en el Registro Civil- iban dirigidos, según el señor Bandrés, a facilitar una vida normal. En cuanto a la acusación de atentado contra las fuerzas de orden público y de homicidio frustrado, rechazó la intencionalidad que constaba en el sumario, y presentó al propio Eleuterio Sánchez como agredido, y de ninguna manera como agresor.

Por otra parte, el resultado de ese encuentro entre El Lute y los guardias civiles de paisano fue que el propio Eleuterio Sánchez resultó herido, mientras los guardias civiles resultaron ilesos. Apuntó incluso la posibilidad de que, en aquella situación, se diese un caso de abuso de la función pública y extralimitación de autoridad.

En cuanto a los 99 robos de que se le acusa, dijo que en la Costa del Sol se producen muchos de este estilo, que pueden haberle sido endosados, y aceptó que había reincidencia, pero no nocturnidad, puesto que no era por cometer mejor el delito, sino, simplemente, porque andaba huido. Se reafirmó el señor Bandrés en pedir la absolución, dado que el sentido de la pena es la rehabilitación y hay pruebas suficientes de que Eleuterio Sánchez está completamente rehabilitado. «Ya no tiene nada que aprender de la cárcel», dijo.


Magistrados de la Audiencia Nacional piden le sea conmutada la pena a El Lute

El País

28 de noviembre de 1978

Los magistrados de la sección de lo penal de la Audiencia Nacional han propuesto al Gobierno que le sea conmutada a El Lute la pena de doce años de reclusión por seis de caución de conducta, según la sentencia dictada por la Sala de lo Penal de esta Audiencia en la causa seguida contra El Lute y sus hermanos.

La caución de conducta significa que el condenado debe presentar un fiador que se responsabilice de que no va a cometer ningún delito, pues si lo hiciera la conmutación de la pena quedaría sin efecto. La sentencia se refiere a las penas impuestas a El Lute y a sus hermanos por diversos delitos cometidos cuando se fugó del penal de El Puerto de Santa María.

Respecto a Eleuterio Sánchez, la sentencia señala que los magistrados le absuelven de varios delitos de los que le imputara el fiscal, reduciéndosele la pena al triple de la pena más grave, resultando ser ésta de doce años y un día de reclusión.

Igualmente, el tribunal tiene en cuenta las reducciones que le corresponden por los decretos de indulto de 1971, 1975 y 1977, razonando el citado tribunal que es la finalidad de toda pena privativa de libertad conseguir la reeducación y reinserción social del condenado, lo que es un hecho público y notorio en el caso de El Lute.


Eleuterio Sánchez: «No echo en falta la aventura»

Rosa Maria Pereda – El País

2 de enero de 1980

Acaba de publicar su libro Mañana seré libre.

En Mañana seré libre termina Eleuterio Sánchez, antes El Lute, la narración de sus andanzas, desde que lo dejara en Camina o revienta hasta ese momento en que, ya atrapado, ve abrirse las puertas del penal de Cartagena, donde deberá cumplir su condena. «Canallas, sobreviviré: juro que saldré de ésta más fuerte», es el grito y el propósito al volver a la fuerza a esta nueva cárcel.

Ahora, cuando ya han pasado algunos años, Eleuterio Sánchez, que sigue preso en régimen de prisión abierta, es una figura conocida en el mundo literario y en el de la prensa y el derecho, y a veces puede vérsele firmando ejemplares de sus libros.

Toda la popularidad del héroe capaz de vivir sus propias aventuras, capaz de tener en jaque a la Guardia Civil durante años, se ha vuelto también popularidad del escritor que, además, es capaz de contarlas.

«No echo en falta el riesgo», ha dicho a El País Eleuterio Sánchez. «Yo soy un hombre normal, soy muy serio, tranquilo, hasta conservador incluso, en el sentido de que no me gusta molestar a los demás. Además soy prudente… Quiero decir que, efectivamente, mi vida ha estado llena de peripecias, como una novela de aventuras. Pero que, como es de verdad autobiográfica, no queda más remedio que considerarla una tragedia…»

En cualquier caso, la imagen de Eleuterio Sánchez, y sobre todo la de El Lute, es la del héroe popular que, además, siempre vence, aun cuando le ocurran -o quizá por eso- multitud de desgracias.

«Yo no puedo considerarme un héroe. Soy un hombre normal y, como cualquier hombre normal, cuando me he encontrado en unas circunstancias determinadas he visto que se potenciaban y se exageraban posibilidades que todos los hombres normales tienen para su autodefensa. Esas cosas, bueno, virtudes si quieres, que afloran cuando son estimuladas por la situación. Es la situación la que ha permitido que me radicalice. Las luchas. Y luego, sí, ha habido algunos éxitos…»

«Parece que ahora usted ha cambiado de armas, pero no ha abandonado el riesgo.»

«La diferencia está», dice riendo suavemente y señalando los libros que cubren la mesa en una pequeña librería de Moratalaz, donde firma ejemplares, «la diferencia está efectivamente en el tipo de riesgo: estas armas, los libros, la cultura, son más eficaces que la aventura de francotirador, y además están admitidas. Con la otra vida uno se va dejando jirones de piel, literalmente».

La otra imagen de Eleuterio Sánchez es la del preso rehabilitado integrado en la sociedad, como debe ser.

«Para mí, integración quiere decir alienación; así que comprenderás que no me gusta nada. Por eso intento huir del mito falso. Yo no soy ninguna justificación viva del sistema penitenciario español. Yo no soy tampoco «a lo máximo que puede llegar un preso». Si estoy aquí es a pesar del sistema penitenciario, y no por él, y seguramente se debe antes que a nada a lo despiadado que el sistema fue conmigo. Más que a un «deseo de elevarme», por usar las ideas que fundan este sistema penitenciario, a mí lo que me ha movido fue una sensación particular de resistencia, una forma de milicia contra las trabas permanentes… Cuando empecé a estudiar en la cárcel, había que vencer muchos obstáculos. Pero sólo luchando, en silencio, contra todo lo que yo debería resultar, contra todo lo que el sistema espera del preso yo me sentía vivo. Y naturalmente esto era peligroso, porque el sistema penitenciario tiene como fin la integración de los presos al sistema penitenciario y no a ningún otro».

Hace pocos días, Eleuterio Sánchez ha dado una conferencia en Alcalá de Henares sobre criminología, y escuchando al preso estaban el director general de Prisiones, el anterior director general, las autoridades de la sección abierta, etcétera. Lleva ahora el tercer año de Derecho y se va a dedicar a ejercer la abogacía. «Estoy comprometido con la lucha de los marginados», dice, «y me voy a dedicar a defenderles, pero me interesa también seguir escribiendo».

«Es que Camina o revienta estaba sin terminar. Toda la primera parte ya estaba escrita, y son casi tres cuartas partes del libro. La segunda parte la he escrito ya en Alcalá, pero he querido respetar lo que había en ese texto de hace siete años, escrito en su mayoría en el colector de Sevilla, porque había allí vivencias irrepetibles, del momento, que no he querido tocar… Y había también esa voluntad de dar testimonio de una vida, de una manera de vivir. Se completa en este libro la etapa de clandestinidad, del fugitivo que fui. Tal vez lo más nuevo sean las bodas gitanas, porque se rompen, creo, muchos tópicos populares sobre estos ritos, y luego abarca la peripecia de ir fugados, con la familia, asediados por los controles permanentes… Hay momentos curiosos, como cuando estábamos en la cresta de un monte pelado, entre cuatro arbolitos, viendo subir al general Prieto con mil guardias civiles, porque se había desplazado especialmente a Lérida, para dirigir las operaciones de captura… Les veíamos subir, cerrar el cerco. Felizmente se hizo de noche, y yo por la noche me siento moralmente capacitado para pasar entre las piernas de un guardia civil…

«Una parte importante del libro», sigue Eleuterio Sánchez, «pasa en el colector de Sevilla. Cinco personas que sólo salíamos de allí a ratos, por la noche… Y por fin, la fase final del libro es la que corresponde a la detención en Sevilla, el traslado a Cartagena, con todo aquel aparato que parecía que en vez de llevarme a mí iba Franco, con seis coches de custodia, y con el mismo jefe de la Criminal, don Lorenzo de Benito, que iba en plan demagógico, porque había caído la pieza más codiciada, que era yo… Se sobrevive, no lo dudes. Lo más difícil de todo», termina, «es morir».


El Tribunal Supremo aumenta la condena de El Lute

El País

23 de abril de 1980

Preso en régimen abierto en la cárcel de Alcalá de Henares, se mostró ayer perplejo cuando le fue leída telefónicamente una información de la agencia Efe, según la cual la Sala Segunda del Tribunal Supremo ha aumentado tanto sus penas como las de sus hermanos Manuel (Lolo) y Raimundo (Toto).

El señor Sánchez, al que se le conoció durante los años de su vida delictiva como El Lute, no había recibido ayer notificación oficial alguna de la mencionada decisión del Tribunal Supremo. En la nueva sentencia a él le corresponden 1.022 años de prisión.

El recurso que ha estimado, en parte, la Sala Segunda del citado tribunal es el que presentó el ministerio fiscal contra la sentencia en la que la Audiencia Nacional condenó a Eleuterio Sánchez a 813 años y diez meses de cárcel; a Manuel, a 138 años y cinco meses; y a Raimundo, a una pena máxima de 106 años y ocho meses.

Las condenas han sido aumentadas por el Supremo de la siguiente manera: Eleuterio Sánchez ha sido condenado a 1.022 años de prisión; Manuel, a 403 años; y Raimundo, a 334 años.

La pena máxima a cumplir realmente, de acuerdo con el Código Penal, es de treinta años. En la anterior sentencia les correspondía cumplir a los hermanos de Eleuterio una pena máxima de veintiún años. Ahora habrán de cumplir los treinta, igual que Eleuterio, que ya tenía impuesta esta condena total y efectiva.

Los delitos por los que Eleuterio Sánchez y sus hermanos fueron condenados a tan altas penas fueron cometidos entre el 31 de diciembre de 1970, cuando El Lute se escapó de la prisión de El Puerto de Santa María, hasta julio de 1973, cuando ya se había unido a Manuel y Raimundo y juntos hablan realizado cerca de un centenar de robos. En esta última fecha, Eleuterio Sánchez que publicó en un libro la historia de su aventura, fue detenido.

Según la noticia de Efe, en un [uno] de los considerandos de la nueva sentencia, la Sala Segunda del Tribunal Supremo razona que las penas no pueden ser rebajadas por el hecho de que esté rehabilitado el delincuente, aplicándole el arrepentimiento espontáneo. También dice la sentencia que el enjuiciamiento ha de hacerse con arreglo a la ley, pero, si se estima lograda la rehabilitación del delincuente, pueden arbitrarse otras medidas, por lo que la Dirección General de Instituciones Penitenciarias podrá acorta penas.

La sentencia que ahora resulta reformada fue pronunciada ha dos años por la Audiencia Nacional. En aquel documento, recordaba ayer Eleuterio Sánchez, «la Audiencia Nacional hacía un recomendación en el sentido de dejar la condena en seis años de caución, previa presentación, por mi parte, de un fiador».

Eleuterio Sánchez, que actualmente estudia Derecho, escribe en la prensa y se considera otro hombre, considera que «esta sentencia está muy bien para El Lute que está periclitado, pero no para Eleuterio Sánchez».


El próximo Consejo de Ministros puede conceder un indulto general para Eleuterio Sánchez

Joaquina Prades – El País

16 de junio de 1981

El próximo Consejo de Ministros concederá, con toda probabilidad, un indulto general «a todos los efectos» para Eleuterio Sánchez, más conocido con el sobrenombre de el Lute. La concesión del indulto por parte del Gobierno viene precedida de un informe favorable de la Sala Segunda del Tribunal Supremo, en el que, aceptando una petición de la Dirección General de Instituciones Penitenciarias y del propio Eleuterio Sánchez en este sentido, se acepta la «sincera reinserción social» de el Lute, y se declara por tanto partidario de un indulto general a todos los efectos.

En el informe de la Sala Segunda del Tribunal Supremo se enumeran los 97 delitos de robo por los que el Lute fue condenado, en abril de 1980, a más de mil años de prisión, aunque el Código Penal establece que el máximo de tiempo que un preso puede estar ingresado en una cárcel es de treinta años.

El indulto afecta, pues, a los treinta años que tiene pendientes Eleuterio Sánchez, ya que los magistrados entienden que «no podemos extremar el escepticismo sobre el valor regenerador del castigo» y, por tanto, «creemos que el cambio experimentado por Eleuterio Sánchez en su deseo de integración a la sociedad es tan completo y sólido que aceptamos favorablemente la petición de indulto».

El ministerio fiscal ha remitido al Ministerio de Justicia otro informe similar, también favorable a la libertad del que fuera el quinqui más famoso de la época franquista. Sólo queda que el Consejo de Ministros acepte la petición de indulto que el próximo viernes será solicitada por el ministro de Justicia, Francisco Fernández Ordóñez.

La historia penal de Eleuterio Sánchez, el Lute, comienza el 21 de mayo de 1965, al ingresar en prisión por una disposición del Juzgado Militar por la que se le condenaba a muerte, pena conmutada por los mencionados treinta años, aunque se advertía que no podían serle aplicados indultos generales ni redención de penas.

Un año después el Lute se evade durante el traslado del penal de El Dueso a Madrid; doce días después es capturado, para volver a fugarse, esta vez de la prisión de El Puerto de Santa María, en Cádiz, el 1 de enero de 1971.

Dos años y varios meses después vuelve, de nuevo, a ser capturado e ingresado en prisión, hasta que un indulto de 1980 le deja en libertad, aunque queda retenido por un sumario de la Magistratura de Utrera en el que se le acumularon todas las causas de los años que estuvo evadido, que son los 93 delitos de robo ya mencionados, así como otros por tenencia ilícita de armas, utilización ilegal de vehículos, cinco delitos de falsificación y otros tantos de falsificación de matrículas.

El 2 de mayo de 1978 ingresó en la sección abierta procedente de Córdoba. Se le concedió el segundo grado de cumplimiento (prisión atenuada con posibilidad de salir al exterior) y el tercer grado el 3 de julio de 1978. En la actualidad, Eleuterio Sánchez goza de libertad relativa, ya que tiene la obligación de pernoctar cada día, excepto los sábados, en la prisión de Alcalá de Henares.


Eleuterio Sánchez abandonó emocionado la prisión de Alcalá de Henares

El País

21 de junio de 1981

«La emoción es tan intensa que no puedo decir lo que siento; los extremos se tocan, y no sé decir si es alegría o tristeza», declaró ayer Eleuterio Sánchez, el Lute, en su primer día de libertad después del indulto. A las once de la mañana de ayer llegó a la prisión de Alcalá el telegrama que contenía la orden de puesta en libertad de Eleuterio Sánchez, y una hora más tarde éste abandonó el centro penitenciario, en cuya sección de régimen abierto ha permanecido los últimos tres años.

Según informa Efe, Eleuterio Sánchez dijo que El Lute es un mito, y los mitos no necesitan la libertad. «Sin embargo», añadió, «yo siempre he estado preso y nunca he creído en El Lute».«La libertad me ha costado dieciocho años de cárcel, con cortas interrupciones de fugas. Es más de la mitad de mi vida, ya que ahora tengo 39 años».

Eleuterio Sánchez tenía aún pendientes 1.022 años de condena, que en la práctica se quedaban en unos veinte años.

Dijo que para él la libertad es una cosa muy seria, que ahora está en sus manos y que la responsabilidad es muy grande. «A pesar de la imagen del delincuente despreocupado y siempre pensando en pasarlo bien, yo nunca he sido así».

Cuando entró por primera vez en la cárcel no sabía leer ni escribir, y hoy tiene varios cursos de la carrera de Derecho y ha escrito tres libros. «Lo bueno de la cárcel es que tienes tiempo libre y puedes aprovecharlo; eso es lo que yo he hecho, pero no por la cárcel, sino a pesar de ella». La cárcel no está hecha para ayudar, afirma Eleuterio Sánchez, sino para castigar, «y eso lo comprendo, porque si no mucha gente sin trabajo querría ir a ella».

«Ahora tengo mi medio de vida. Estoy preparando mi cuarto libro y voy a viajar para promocionar mis obras y acudir a las conferencias donde no podía ir antes. Lo que quiero ahora es sentir que efectivamente soy libre».

La liberación

Hacia las once de la mañana de ayer se recibió en la prisión de Alcalá el telegrama oficial en que se comunicaba a la dirección la orden de puesta en libertad de El Lute, cumpliendo así el acuerdo adoptado por el Consejo de Ministros del viernes pasado, en el que se concedió indulto general.

Hacia las once y media llegó Eleuterio Sánchez a la prisión, ya que desde el jueves estaba fuera disfrutando, al igual que los demás reclusos de la sección abierta, de un permiso de fin de semana. Eleuterio Sánchez había permanecido en contacto casi permanente con la prisión, en espera de que se recibiera la orden de libertad.

Una vez en el centro penitenciario, firmó la puesta en libertad en presencia de los responsables del mismo y según los trámites habituales que se siguen en toda puesta en libertad en la sección abierta. A continuación recogió sus efectos personales del interior de la prisión y salió a la calle, donde le esperaban su mujer y numerosos periodistas.

El director de la prisión, Jesús declaró a Radio Nacional de España que cuando El Lute abandonó la prisión le dijo: «A partir de hoy empezamos a ser más amigos». El director, que fue testigo de la firma del último documento que dejaba a El Lute en libertad, afirmó que ahora es un hombre nuevo, que aún no se cree que está libre, y que las relaciones mantenidas con él habían sido amistosas y en absoluto comparables a las que suelen existir entre directores y reclusos.


Eleuterio Sánchez, puesto en libertad esta madrugada sin cargos en su contra

El País

29 de noviembre de 1981

Eleuterio Sánchez ha sido puesto en libertad a las 2.20 horas de esta madrugada, por orden del juzgado de guardia número 15 de los de instrucción de Madrid. «He sido puesto en libertad sin cargos», declaró Eleuterio a su salida del juzgado, y agregó: «Este caso ha sido una tontería. Se han desproporcionado los términos. Sólo se trataba de una pistola de gas, de juguete. Yo no soy un pistolero, y con esto se da a entender hasta qué punto no se respeta la rehabilitación de un preso.»

Por otra parte, su abogado, Juan José Aguirre, declaró: «El juez le ha puesto en libertad sin cargos, al no encontrarse indicios de posesión ilícita de armas. En estos momentos continúan las diligencias previas sobre un posible tráfico de armas, aunque éste no tenga relación con Eleuterio Sánchez.»

El Ministerio del Interior facilitó a las 9.15 horas de la noche de ayer una nota oficial en la que se informa de que a primeras horas de la madrugada del día 26, funcionarios de la comisaría de Arganzuela detuvieron a Basilio Talón, sospechoso de haber comprado y estar en posesión de un revólver marca Ruby calibre 28, comprada en el mercado clandestino.

Ya en las dependencias policiales -prosigue la nota del Ministerio del Interior- Basilio Talón declaró haber comprado el mencionado revolver en julio de 1979. Al ser preguntado por la policía sobre el paradero del arma, el detenido afirmó que dos o tres meses después de su compra, se lo había entregado a Eleuterio Sánchez.

Ante estas declaraciones, los inspectores encargados del caso, procedieron a la detención de Eleuterio Sánchez quien, según se afirma en la nota oficial, reconoció que hace dos años, Basilio Talón le había entregado un revólver detonador que aun guardaba en su domicilio. Posteriormente, los funcionarios policiales encontraron en la vivienda de Eleuterio Sánchez un revólver detonador y unas pistola detonadora.

La versión del Ministerio del Interior señala que las declaraciones efectuadas tanto por Talón como por Eleuterio Sánchez coinciden en la versión dada sobre las circunstancias que rodearon a la entrega del arma.

Así, Basilio Talón ha declarado que el revólver lo había comprado a una persona llamada Carlos en el mercado clandestino y que pagó 45.000 pesetas. La compra del arma obedecía a su intención de asesinar a su esposa, quien había huido con una notable cantidad de dinero y con sus hijos.

Dos meses después de la compra del arma, se encontró en el pub «El Corzo», situado en la calle Sánchez Barcaiztegui con Eleuterio Sánchez, al que conocía tras haber coincidido en una ocasión en la cárcel de Carabanchel. Una vez allí, Basilio Talón contó a Eleuterio Sánchez los planes que tenía respecto a su mujer. «El Lute» consiguió disuadirle de sus proyectos y como prueba de sus nuevas intenciones, Basilio Talón sacó del cinturón el revólver que había comprado y se lo entregó a Eleuterio.

Este, quien según la nota oficial, se encontraba acompañado de dos mujeres, llamó a una de ellas, una argentina llamada Miltra y le pidió que guardara el arma en el bolso ya que él no podía llevarlo consigo por estar en régimen abierto en la cárcel de Alcalá de Henares, a donde tenía que regresar a las diez de la noche. Después de ese encuentro, Basilio Talón no ha asegurado que no volvió a saber nada del arma aunque se encontró con Eleuterio Sánchez.

La nota oficial concluye asegurando que las versiones de ambos detenidos sólo difieren en la naturaleza del arma, ya que Eleuterio Sánchez ha declarado que el revólver que le entregó Basilio Talón y que ha sido encontrado en su casa es un detonador.

La agencia Efe informa de que las dos pistolas de fogueo fueron encontradas una, en una caja de cartón y otra, en un bolso de su esposa. Según las declaraciones de la compañera de El Lute, ella misma se había metido la citada pistola en su bolso porque unos días antes se le había acercado una persona en actitud sospechosa, cuando caminaba por el barrio madrileño del Parque de las Avenidas, y se había asustado mucho.


Detenidos los presuntos homicidas de «el Toto», hermano de Eleuterio Sánchez

Anna Galceran / Carlos Funcia – El País

10 de febrero de 1986

Francisco Manuel Rivero Sánchez, de 19 años, detenido anteayer en Parets del Vallés junto con su padre, se ha declarado autor de la muerte de Raimundo Sánchez Rodríguez, el Toto, de 32 años, hermano de Eleuterio Sánchez, el Late [Lute], y de haber arrojado su cadáver a un pozo en las afueras de Alcalá de Guadaira (Sevilla). Manuel Rivero declaró a la policía barcelonesa que disparó contra el Toto cuando éste había entrado a robar en la tienda que su familia poseía en Alcalá de Guadaira.

Francisco Manuel Rivero Sánchez, detenido junto con su padre, Manuel Rivero Rubianes, de 42 años, declaró a la policía de Barcelona que en la noche del 24 al 25 del pasado mes de diciembre escuchó ruidos en la tienda que su familia poseía en los bajos de su vivienda.

Padre e hijo bajaron a su establecimiento comercial, donde sorprendieron a un ladrón, que empujó a Manuel Rivero, según las declaraciones que ambos efectuaron a la policía. Francisco Manuel Rivero disparó contra el ladrón al ver que éste amenazaba con una barra de hierro a su padre.

Al descubrir que era el Toto, decidieron tirar el cadáver a un pozo al temer, según afirmaron, represalias de sus familiares. Días después, los Rivero cerraron la tienda y se trasladaron a casa de un familiar en la población de Parets del Vallès.

La policía de Alcalá de Guadaira informó que ayer fue encontrado el cadáver de un hombre en el pozo señalado por los Rivero.

El pasado jueves, Eleuterio Sánchez informó en rueda de prensa de la desaparición de su hermano, denunciada a la policía a finales de diciembre. Eleuterio, acompañado de Estrella, la mujer de el Toto, vaticinó la muerte de su hermano.

Eleuterio Sánchez explicó que el Toto, al que calificó de «introvertido y, últimamente, desequilibrado por ser heroinómano», se marchó de su casa el día de Nochebuena un tanto nervioso porque estaba sin un duro.

«Se marchó con el mono y debió de entrar en algún establecimiento para robar, y, a lo mejor, le sorprendieron, le dieron algún estacazo y, al amparo del bullicio de aquella noche, escondieron el cadáver», dijo. El Toto estuvo cinco años en la cárcel hasta que El Lute pagó en 1978 la fianza para que fuera puesto en libertad.


«El Toto», vida y muerte de un perdedor

Carlos Funcia – El País

16 de febrero de 1986

El hermano de Eleuterio Sánchez encontró el final cuando perpetraba su único robo en solitario.

Raimundo Sánchez Rodríguez, el Toto, hermano de Eleuterio Sánchez, murió en la Navidad de 1985 de un tiro de escopeta en la espalda cuando intentaba robar para proveerse de heroína. Era casi un hijo para sus hermanos mayores.

Aunque externamente tenía su genio y «no era ningún tonto», en las interioridades de una familia tan jerarquizada como la suya era el más diligente y servicial, «un chico candoroso», según Eleuterio. Se unió a sus hermanos cuando se les conocía como el Lute y el Lolo, tras la fuga del primero del penal de El Puerto de Santa María. Estuvo cinco años en prisión preventiva y entre rejas se enganchó a la heroína.

Pese a que distan tan sólo ocho kilómetros -desde que hace 32 años naciera en Dos Hermanas, en el seno de una familia numerosa y variopinta- hasta las profundidades de un pozo en Alcalá de Guadaira, el itinerario humano de Raimundo Sánchez Rodríguez, el Toto para sus allegados, ha tenido numerosos avatares.

En una familia de diversa procedencia cuya labor se basaba en distintas modalidades de nomadismo, el Toto debió de ser el pequeñajo menudo y dicharachero, de cuando en cuando enredoso, y casi siempre nervioso por no estarse quieto.

Eleuterio reconstruye velozmente algunas imágenes de entonces: «Mi hermano era feliz llevando a beber a una charca a una mula enjuta que yo tenía. Tenía el lomo como una sierra y parecía que el Toto se partía en dos cuando trotaban». Hasta los ocho años vivieron continuadamente de pueblo en pueblo, ejerciendo de mercheros. Luego, Eleuterio se fue por su lado, aunque nunca perdieran el contacto.

Como muchos en Andalucía, llegó a la madurez a los 10 o a los 11 años. Raimundo se inició en lo que no necesita especialidad, y conoció la salida y puesta del sol en una misma jornada. Luego, con algunos miembros de su familia que se procuraban el alimento como caldereros, tuvo la ocasión de contrastar su tierra natal con otras más sobrias, como Castilla y Extremadura. Esa suerte exploradora le ocuparía unos cinco años, los de su adolescencia.

En 1967 moría su padre. Desde ese momento, Sebastián, el Lolo, arrostraría el papel de mayorazgo para sus menores. El Lolo se hizo cargo de sus hermanos pequeños, y ahora, el joven Raimundo, cultivó otras disciplinas, como la de peón de albañil, recolector de algodón y aceituna, vendedor, tendero y, en general, aquello que sus hermanos le ordenasen en buen fuero consuetudinario.

De boca en boca

De pronto, Eleuterio comienza a ser el Lute. Los Sánchez Rodríguez comienzan a correr de boca en boca entre los españoles de la etapa final del franquismo, tras la mítica fuga del penal de El Puerto de Santa María. «El Lolo y el Toto querían venir conmigo», susurra Eleuterio. «Les daba igual vivir en Sevilla que en Málaga, pero la policía detectó que se fueron de sus hogares y los buscaron a ellos para llegar a mí».

Fueron dos años y medio de intensa búsqueda policial en los que el Toto pasó de los 18 a los 20 años. «Por entonces», recuerda Eleuterio, «yo les procuraba documentos de identidad y de conducir falsos; incluso libros de familia. Cuando yo caí, cayeron ellos. Pensaron que mis delitos eran imputables a ellos y pasaron a una prisión preventiva por una suma de supuestos pequeños delitos».

Sebastián y Raimundo estuvieron en la cárcel desde 1973 hasta 1978. Salieron en libertad con una sentencia absolutoria. Si el Lolo era fuerte y superó el trance, el Toto llegó al punto de no retorno y se sumergió en la época menos diáfana de su vida. «El Toto, era un jovenzuelo espigado y barbilampiño cuando ingresó en la cárcel».

«Cuando salió», relata Eleuterio, «ya no era el hijo de los hermanos mayores. Estaba constantemente irritado y con un inmenso vacío espiritual». El desequilibrio carcelario le produjo la adición. «Cayó en la paradoja de ser heroinómano y querer ser honrado y trabajador. Quería mantener su vicio afilando cuchillos». «Siempre fue un pobrecito y un perdedor».

A poco de recuperar la libertad visitó a un amigo suyo en Camas. Su amigo tenía una sobrina llamada Estrella Peralta Flores. La visité [visitó] durante dos o tres días, y en una semana se casaron. Desde entonces el matrimonio repartió su vida entre Sevilla y Alicante, donde vive su hermana Esperanza.

Primero vendió ropa, pero el caballo se lo llevaba todo. Nació Jeanette, que tiene ahora cinco años. Se hizo afilador. Estrella desgrana algunas interioridades de su vida en común: «Se levantaba a las ocho o las nueve, desayunaba y se iba a afilar. En casa hablaba muy poco».

Fuera de su familia, el Toto no tenía amigos. Si acaso, algunos conocidos en Dos Hermanas. Le gustaba la música de Pink Floyd y de Bob Dylan. Salían poco; al campo, o, de cuando en cuando, a algún bar. «En los últimos meses», señala Estrella, «estaba más agobiado, estaba todo el día afilando y volvía sin dinero».

En Nochebuena se fue definitivamente. Ese día tenía su dosis, pero no tenía dinero para comprar la del día de Navidad. Estrella y Eleuterio aseguran que estaba tranquilo cuando salió de casa. «Si es verdad que Dios existe, sabe que no miento si digo que era la primera vez que emprendía un robo en solitario», dice enérgico Eleuterio.

Penetró en un almacén de telas en Alcalá de Guadaira. «Lo tendría ya avistado, porque sabía que no le costaría vender pronto la ropa para procurarse la dosis», dice su hermano; según sus declaraciones, le dispararon por la espalda y lo remataron en el suelo. Luego, asustados quizá al conocer la identidad del muerto, lo arrojaron a un pozo y huyeron a Barcelona. Una llamada anónima delató la pista de los autores. Las circunstancias de la muerte trata de esclarecerlas el Juzgado número 13 de Sevilla.

Su entierro fue testigo de tres historias muy distintas. El Toto, el más joven, es el peor librado, porque, enfermo de heroína, murió cuando robaba por primera vez en solitario. Entre los vivos, reciben el pésame José Ángel, pobremente vestido, a quien se concedió un permiso especial para acudir al entierro. El Angelito llegó a pesar 90 kilos, pero un atraco, del que fue víctima, le dejó en coma durante tres meses, y ahora es flaco, despistado y ausente. Cumple condena de 20 años en Segovia por homicidio frustrado y tenencia ilícita de armas. A su lado estaba Eleuterio, vestido de chaqueta y chaleco de piel, y a quien todos obedecen.

Los Simios, comparsa de El Puerto de Santa María, cantaron en varias cárceles andaluzas, entre el alborozo de los presos, un pasodoble que recoge la historia de Eleuterio. La copla termina: «Ya todo son parabienes para el temible burlón; / hasta le ofrecen millones por hacerle una canción. / Su vida, su aventura / (al que le pese, reviente) / han hecho de el Lute un, quinqui señor».


El Lute: «Me siento crucificado»

Joseba Elola – El País

19 de marzo de 2006

Eleuterio Sánchez, paradigma de la reinserción social con la democracia, revive los días de guardias civiles y juzgados tras la denuncia de su mujer por malos tratos.

Hasta el pasado 28 de febrero, Eleuterio Sánchez era el paradigma de la reinserción social, el vivo ejemplo de la reeducación en prisión, un mito. Ese día, su mujer interponía una denuncia en el cuartel de la Guardia Civil de Punta Umbría por un presunto delito de malos tratos. Al día siguiente, en el Juzgado número 4 de la Audiencia Provincial de Huelva se le imponía una multa de 2.000 euros y una orden de alejamiento. «He pasado de héroe a villano de un tirón», dice el exconvicto salmantino, de 63 años.

Hacía tiempo que no aparecía en las crónicas de sucesos. Llevaba lo que se suponía era una vida tranquila en su chalet adosado de Tomares, a las afueras de Sevilla. Solía pasar tiempo en casa, según cuentan sus vecinos. Una casa de 300 metros cuadrados que destaca por la techumbre de lona verde que decidió levantar para proteger su Audi de la lluvia. Un pequeño limonero y unas cuantas plantas abandonadas flanquean la entrada a esta vivienda de paredes blancas, teja roja y ventanas enrejadas.

Allí escribía, preparaba sus conferencias, y salía de viaje de cuando en cuando para presentar las reediciones de sus libros autobiográficos. Este mes tenía cinco conferencias programadas. Tenía.

Decidió retirarse de la primera línea de la actividad pública hace 18 años. Huyó de Madrid en 1988, cansado de acudir a manifestaciones a sujetar pancartas, harto de ser convocado en distintos foros intelectuales por su condición de expreso que se sacó la carrera de Derecho en prisión y consiguió dar la vuelta a una vida de detenciones y fugas: «Me sentía caricaturesco, vivía de la gloria pasada».

Fue en 1988 cuando se trasladó a Sevilla para trabajar como documentalista en El perro verde, programa de Jesús Quintero, y cuando conoció a Carmen, con la que se casaría nueve años más tarde. Ella tenía 27 años; él, 45.

Muchos vecinos de Punta Umbría desconocían que tuviera un apartamento en tercera línea de playa. No sabían que veraneaba en ese edificio de ladrillo visto hasta que saltó la noticia. A él le gustaba pasar allí sus vacaciones, desapercibido. Para estar tranquilo. Hoy, en Punta Umbría, todos saben que El Lute tiene allí casa.

A las 12.15 del 28 de febrero, la Guardia Civil recibía una comunicación y le sorprendía en la Avenida de las Rías discutiendo con su esposa. Pero Eleuterio ya llevaba tres días en Punta Umbría, según él mismo cuenta. Se le suponía de viaje en Santander, llamó a su esposa para decir que la cosa se alargaba, que se quedaría allí unos días más, pero había diseñado una estrategia para sorprenderla junto a «su acompañante».

Sin pasar por su casa de Sevilla, se trasladó directamente a la localidad onubense para comprobar si era cierto lo que lo que le había dicho el detective que había contratado. Quería verlo con sus propios ojos. Aquella mañana, por fin vio a Carmen «y a su acompañante», y empezó a disparar con la cámara. «Lo hice muy mal, me sorprendieron enseguida». Se acercó a tres metros del «acompañante» y le gritó: «Tú, fuera». Y el hombre «salió medio corriendo, era muy machote», relata Eleuterio.

«¿Ahora qué, ahora me lo vas a negar?», le espetó a su esposa. Ella se quedó «paralizada, atónita y temiendo mi reacción», prosigue Sánchez, que la conminó a que entraran en el coche. «Mi reacción fue increíble: verla tan sorprendida y asustada fue suficiente satisfacción». A los dos minutos, llegaba la patrulla de la Guardia Civil. Cuarenta años más tarde, el uniforme verde, de nuevo en su camino. Cuarenta años más tarde, pasando de nuevo noche en el calabozo.

Ésta es la versión de Eleuterio Sánchez de lo sucedido aquella mañana. Su mujer no quiso hacer declaración alguna. «Cometí un error», dice Sánchez. «Soy muy personalista, me gusta intervenir y quise ser el testigo».

El abogado de Carmen, Jesús Molina, insiste en que ella se ratifica en todo y que la vía penal sigue su curso. No quiere añadir nada más. Ahora, de lo que se trata es de ver cómo se consigue el divorcio y la liquidación de bienes. Las diligencias ya han sido remitidas al Juzgado de Violencia Doméstica de Sevilla, que se hace cargo del caso.

«Parecían una pareja feliz, solían irse a la compra de la mano», cuenta una vecina de la urbanización de Tomares. «Si alguien le decía Lute, siempre pedía que le llamaran Eleuterio», añade otro. «Yo jamás he escuchado gritos ni nada, eran muy cariñosos», dice un vecino más cercano. «Ella era muy callada y muy buena persona», asegura un cuarto. No quieren dar su nombre. Los amigos de la pareja tampoco quieren hablar.

Eleuterio Sánchez confiesa que llevaban año y medio en crisis. «Había aburrimiento, apatía, y una incomunicación relativa. Yo podía tener un desliz, o ella, no somos perfectos, pero eso no necesariamente tenía que significar la desunión de la familia». Su mujer le había planteado la separación en varias ocasiones, pero él se empeñaba en arreglarlo: «Quería salvar los muebles».

Él asegura que jamás la pegó. «Dialécticamente puedo ser vehemente, pero nunca paso de ahí». Y agrega que un periódico madrileño publicó que hay un parte de lesiones, fechado el 17 de febrero, que no existe. La parte contraria mantiene que el parte existe. «Ella denuncia que el 17 de febrero se produce una agresión», cuenta Eleuterio Sánchez, «y que fue a un ambulatorio». El día 16, dice, él estaba en el hotel Palace de Madrid en unas entrevistas y el 17 viajó a Santander a una presentación de su libro.

La denuncia que presentó Carmen en Punta Umbría no fue porque El Lute la agrediera aquella mañana. Denunciaba que los malos tratos venían produciéndose de forma habitual y pidió la orden de alejamiento porque se sentía amenazada. El juez también decidió, como medida cautelar, que se mantuviera alejado de sus dos hijos durante treinta días.

La noche que Eleuterio Sánchez pasó en el calabozo de Punta Umbría fue bien distinta a la de aquellos 12 días en la célebre DGS de la Puerta del Sol. Corría el año 65 y siempre recordará la falta de luz diurna, la bombilla eternamente encendida, los portazos cuando abrían o cerraban la celda. Le aplicaron la ley de bandidaje y terrorismo y no consiguió salir de prisión hasta 1981.

No se le otorgó la libertad en la amnistía del año 78. Tan sólo un régimen abierto. «Fue muy duro, me obligaron a ser mi propio carcelero». Dice que es lo peor que le pueden hacer a un fuguista, que le dejen la puerta abierta. Abierta le dejaron la puerta del calabozo en Punta Umbría, según cuenta. «Se portaron muy bien, fuimos a picotear a un bar de enfrente, el Old Tavern, en plan colegas», recuerda.

La casa que tiene Eleuterio al lado de su adosado en Tomares se alquila y también es suya. Dice de hecho que una de sus ocupaciones actuales es administrar «su pequeño patrimonio». Lleva publicados cinco libros. De la reedición de Camina o revienta lleva vendidos 17.000 ejemplares, según cuentan en la editorial cordobesa Almuzara. Ahora prepara un libro sobre los mercheros, que comparten con los gitanos el nomadismo, pero no son gitanos.

Eleuterio eleva el puño al cielo y clama contra «un país de manolas, toreros y culebrones». Rompe un extremo del sobre de azúcar que estaba abriendo, lo lanza con rabia, y el papelillo blanco cae en la infusión de menta poleo que está a punto de tomar. Las lágrimas empiezan a deslizarse por los surcos profundos de su piel. «Me siento crucificado. Me han impedido ver a mis hijos, no puedo ni siquiera contestarles si me llaman al móvil», dice. Tiene cinco hijos. El mayor ya tiene 45 años y es camionero. Los dos que tuvo con Carmen, enfermera, son una chica de 13 años y un chico de 15.

Sostiene que la ley contra la violencia de género es injusta y que eso genera más violencia. Piensa escribir un artículo al respecto cuando tome algo de distancia, cuando no se note que respira a través de las heridas. «Es arbitraria y unilateral, y por ello, anticonstitucional: sólo se escucha lo que diga la mujer, al hombre no se le escucha».

Terminado el encuentro, Eleuterio Sánchez se aleja caminando por el arcén de la carretera, las manos en los bolsillos, cabizbajo.


Confirmada la absolución de El Lute por maltrato

El País

18 de diciembre de 2008

La Audiencia de Sevilla ha confirmado la absolución a Eleuterio Sánchez Rodríguez, El Lute, el hombre cuyas fugas de la cárcel se seguían apasionadamente en la España del final del franquismo y que, gracias a su esfuerzo, se convirtió en una persona culta. La exesposa de El Lute recurrió el fallo absolutorio dictado por un juzgado sevillano después de que ella le acusara de delitos de violencia de género y amenazas.

La sentencia de la Audiencia insiste en que no ha quedado demostrado que El Lute golpeara a su exmujer, M. C. C. H., en una discusión el 16 de febrero de 2006 en el domicilio familiar de Tomares (Sevilla), ni que la amenazara de muerte el 28 de febrero de 2006 en Punta Umbría (Huelva).

La decisión de la Audiencia de Sevilla, contra la que no caben más recursos, considera que El Lute y su exesposa, con la que tuvo dos hijos, mantenían en 2006 una relación «muy deteriorada, con mutuas imputaciones de infidelidad» y que ambos tenían la intención de liquidar los bienes que se consideraban comunes.

Tras el fallo judicial, El Lute manifestó que estudia la posibilidad de demandar a su exesposa por denuncia falsa, daños y perjuicios, así como al juez de Huelva que trató este caso por denegarle el derecho constitucional del hábeas corpus (derecho del detenido a ser oído por el juez).


Sevilla, el punto y final de la fuga más larga de El Lute

ABC.es

4 de junio 2013

El pasado 2 de junio se cumplieron 40 años de la detención de Eleuterio Sánchez «El Lute» en la barriada de Juan XXIII.

«Ahora vas a descansar, Eleuterio», dijo un policía que había tomado parte en la detención de «El Lute» el 2 de junio de 1973 en Sevilla; a lo que le respondió el «quinqui» -como se referían al delincuente en las crónicas de la época-: «¿Sabe usted que tiene razón? Ya estaba siendo esto demasiada lucha. Ya me encontraba cansado».

Eran las ocho menos cuarto de la tarde de ese 2 de junio cuando Eleuterio Sánchez, alías «El Lute», era detenido junto a su hermano Manuel «El Lolo» tras dos años y medio de fuga, en la barriada sevillana Juan XXIII. Se ponía fin así a ocho años de fechorías que tuvieron en vilo a todos los españoles durante los años 60 y 70.

Eleuterio Sánchez Rodríguez (Salamanca, abril 1942) antes de ser el famoso Lute, fue conocido por ser un habilidoso ladrón de gallinas, por lo que fue apresado en 1962. Era la primera vez que Eleuterio pisaba una prisión, en esta ocasión, durante unos meses en la de Badajoz.

Dos años más tarde, y tras mudarse a Madrid con Consuelo García «La Chelo», su mujer por aquellos entonces, volvía a ser encarcelado, aunque por poco tiempo, por robo de cobre. No sería hasta en 1965 cuando El Lute pasaría a estar en boca de todos.

El 28 de mayo de ese año, con otros dos compañeros, atracaba una joyería de la calle Bravo Murillo de Madrid. El botín entre joyas y dinero sustraído: 500.000 de las añoradas pesetas. Las víctimas: un vigilante de seguridad que resultó muerto durante el atraco y una niña, varios días después, al intentar detener a El Lute y uno de sus secuaces. Sólo lograron apresar a El Lute.

Por estos hechos, un Consejo de Guerra condena a muerte a Eleuterio Sánchez, pena que más tarde le sería conmutada por 30 años de reclusión.

Las fugas de El Lute

Comenzaría en ese momento una lucha incesante por salir de prisión a toda costa. El penal de Dueso, en Santander, sería el punto de partida. El 2 de junio de 1966, cuando era trasladado desde Dueso a Madrid para testificar contra uno de sus compañeros por el asesinato de la niña, logró huir esposado, lanzándose del tren en marcha -que circulaba a 70 kilómetros por hora-. Herido, cruzó a nado el canal de Castilla y recorrió 170 kilómetros hasta que, doce días más tarde, fue detenido por una pareja de la Policía de Tráfico en la carretera de Zamora-Salamanca.

El 24 de noviembre de ese mismo año se celebra en Palencia el juicio contra El Lute por la fuga del tren. En total, se le condena a 21 años de cárcel y a diversas indemnizaciones, entre otras, el pago de 70 pesetas a la dueña de una gallina robada. Otra vez las gallinas…

No quería ahí la cosa. El 1 de enero de 1971, para recibir con ganas el año y aprovechando la condescendencia otorgada en la prisión de El Puerto de Santa María por ese día, reclutó a un grupo de reclusos para fugarse de la cárcel. Con un plan perfectamente trazado, fue el único que logró escaparse pese a que todos conocían el propósito. Desde entonces, sobre el paradero de El Lute surgían todo tipo de conjeturas día tras día, mes tras mes… pero nada.

En varias ocasiones consiguieron dar con la pista del «quinqui» sin resultado, como las veces que lo vieron en Villarverde, en Málaga, en Alcalá de Guadaíra o en la frontera vascofrancesa. Grandes batidas se realizaban cada vez que «saltaba la liebre» sin obtener resultados.

Fue entonces, en junio del 73 cuando El Lute caería. Tras pasar por tierras del Levante español, El Lute fue localizado en la provincia de Sevilla, donde vivían familiares y amigos. Un chivatazo ponía a la Policía de Sevilla en alerta: un individuo con características muy similares a las de El Lute se encontraba en la capital hispalense con un coche de matrícula de Cádiz de color amarillo -nada llamativo-.

Tras averiguar que dicha matrícula era falsa y después de un dispositivo de vigilancia de 72 horas, El Lute y El Lolo, que iban armados, fueron sorprendidos en plena calle. Se resistieron, tiroteo incluido que se saldó con un policía herido. La detención en Comisaría fue casi una fiesta. El mito volvía a prisión, comenzaba la leyenda.

Tras pasar por las prisiones de Cartagena y Córdoba, a Eleuterio Sánchez, en 1980, le conceden el régimen de prisión atenuada por buen conducta, con la obligación de pernoctar diariamente en la prisión de Alcalá de Henares. En 1981 se le otorga el indulto general a todos los efectos. No obstante, en 2006 El Lute pisaría la prisión por última vez por una denuncia de malos tratos en 2006, en la localidad onubense de Punta Umbría.

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