El caso Calvi
  • Clasificación: Crimen sin resolver
  • Características: Suicidio aparente
  • Número de víctimas: 1
  • Fecha del crimen: 18 de junio de 1982
  • Fecha de nacimiento: 13 de abril de 1920
  • Perfil de la víctima: Roberto Calvi, presidente del Banco Ambrosiano
  • Método del crimen: Estrangulación
  • Lugar: Londres, Inglaterra, Gran Bretaña
  • Estado: En enero de 1989, seis años y medio después de la muerte de Calvi, un Tribunal italiano dictaminó que el banquero había sido asesinado
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El suicidio del banquero asesinado

Enric González – El País

Roma, 10 de junio de 2007

Nunca se sabrá quién mató a Roberto Calvi, el banquero de Dios. Recicló dinero de la Mafia, financió las operaciones anticomunistas del Vaticano en Polonia y América Latina, se asoció con la logia masónica P2 y promocionó con grandes sumas el irresistible ascenso político del socialista Bettino Craxi. Sabía demasiado.

El 5 de junio de 1982, Calvi envió una carta desesperada a Juan Pablo II en la que garantizaba al Papa que no revelaría nada de lo que había hecho «en interés de la Iglesia». También le ofrecía «importantes documentos». La carta no tuvo respuesta. El cadáver de Calvi apareció colgado del puente londinense de Blackfriars sobre el río Támesis dos semanas después, el 18 de junio de 1982.

La policía británica cerró el caso como suicidio, pero lo reabrió años más tarde y dictaminó que fue un asesinato. Un tribunal romano absolvió el pasado miércoles, por falta de pruebas concluyentes, a cuatro acusados de participar en el crimen. El caso no está cerrado, porque los fiscales, probablemente, apelarán. Hay, además, otro proceso en marcha, en el que figura, como presunto autor intelectual del asesinato, el fundador de la Logia P2, Licio Gelli. Pero han pasado ya 25 años, los principales protagonistas de la época han fallecido y todo aparece cada vez más oscuro. La muerte de Calvi está destinada a ser uno de los grandes misterios del siglo XX.

Roberto Calvi (Milán, 1920) ingresó a los 27 años en el Banco Ambrosiano, fundado en 1896 por el eclesiástico Giuseppe Tovini y controlado durante décadas por el Arzobispado de Milán. El Ambrosiano ya era una entidad privada, pero seguía siendo conocido como «el banco de los curas». Calvi desempeñó un papel relevante en la internacionalización del Ambrosiano con la constitución de filiales en paraísos fiscales como Bahamas, accedió a la dirección general en 1971 y lo convirtió en el mayor banco privado italiano.

Uno de los motivos de la rápida expansión del Ambrosiano fue la relación de Calvi con Michele Sindona (Messina, 1920), el banquero de la Mafia. Sindona tenía abiertas las puertas del Vaticano gracias a su condición de asesor oficioso del papa Pablo VI en cuestiones económicas (aún no eran públicas sus conexiones mafiosas) y trató de crear con Calvi algo parecido a un frente bancario católico, capaz de rivalizar con la banca público-laica. Calvi y Sindona se distanciaron poco después. Para entonces, Calvi contaba ya con un nuevo aliado: el arzobispo Paul Marcinkus (Chicago, 1922), director del Instituto de Obras de la Religión (IOR), el banco del Vaticano.

El IOR, fundado como Comisión para las Causas Pías por León XIII, en 1887, se había convertido en un banco importante y muy especial por dos circunstancias históricas. La primera ocurrió en 1929, cuando los Pactos Lateranenses garantizaron la soberanía pontificia sobre unas pocas hectáreas alrededor de la basílica de San Pedro, e indemnizaron a la Santa Sede por la pérdida de los antiguos Estados Papales. El dinero de la indemnización proporcionó una enorme liquidez al IOR, que empezó a invertir sin demasiados escrúpulos (financió, por ejemplo, la mayor parte de la munición empleada por las tropas de Mussolini en sus campañas africanas). La segunda circunstancia fue una ley italiana de 1962 que impuso a la Iglesia católica cargas fiscales sobre los rendimientos accionariales. El IOR reaccionó desplazando al extranjero la mayor parte de sus actividades.

Paul Marcinkus llegó a Roma en 1950 para estudiar Derecho Canónico. Hizo rápidamente amistades en la curia, muy especialmente la del arzobispo Montini, secretario de Estado, que le acogió en la sección inglesa de su departamento. Pocos años después de convertirse en Papa, Montini encomendó a Marcinkus la organización de sus viajes (en uno de ellos, en Manila, Marcinkus evitó con grandes reflejos que el pontífice fuera apuñalado por un demente), le nombró obispo en 1968 y en 1971 le asignó la dirección del IOR.

El obispo Marcinkus y el banquero Calvi establecieron una relación estrechísima. Calvi se acostumbró a asesorar a Marcinkus y a cubrir las pérdidas en que incurría regularmente: al director del IOR no le gustaba invertir, sino jugar en Bolsa. Ninguno de los dos hacía ascos al reciclaje de dinero mafioso a través de su red bancaria internacional. Les protegía Licio Gelli, un personaje singular e influyentísimo. Gelli era gran maestre de la Logia P2, una organización semiclandestina convertida casi en un Estado paralelo, cuyo objetivo final era la implantación de un régimen autoritario en Italia. La P2 gozaba de crédito ilimitado en el Ambrosiano. También recibía del banco millones a fondo perdido un dirigente socialista, Bettino Craxi, que se convirtió en los años ochenta en la figura hegemónica de la política italiana.

El brevísimo papado de Albino Luciani, Juan Pablo I, fue un mal momento para la pareja Calvi-Marcinkus. Luciani, como ex patriarca de Venecia, sabía cómo funcionaban las cosas en el banco vaticano. Quizá como Papa descubrió algunos detalles especialmente alarmantes. Su inesperada muerte, y el hecho de que no se le practicara la autopsia al cadáver, suscitó enormes especulaciones. Se habló de asesinato y Marcinkus fue de inmediato el principal de los sospechosos. Libros como En nombre de Dios, de David Yallop, y ficciones como la película El Padrino III abonaron la tesis de la conspiración homicida.

La llegada al papado de un polaco, Karol Wojtyla, cambió radicalmente la situación. Juan Pablo II estaba muy vinculado al Opus Dei, una organización religiosa en situación precaria (Pablo VI detestaba al Opus y no había querido concederle una posición autónoma en la jerarquía eclesial) pero económicamente potente. El Opus Dei, visto como una fuerza conservadora desde el punto de vista religioso, insistía en que los liberales como Marcinkus abandonaran el IOR; al margen de cuestiones religiosas, el mundillo económico vinculado al Opus sabía que el IOR iba al desastre y, según numerosos testimonios incluidos en el sumario del caso Calvi, se ofrecía a enderezar los balances.

Para Juan Pablo II, sin embargo, la máxima prioridad era la lucha contra el comunismo. El Vaticano empezó a enviar sumas ingentes al sindicato polaco Solidaridad y a organizaciones anticomunistas centroamericanas. Cuando el IOR no podía (por falta de recursos o para mantener un mínimo de discreción) ocuparse directamente de las transferencias, Calvi y el Banco Ambrosiano se hacían cargo de la tarea. El IOR llegó a acumular con el Banco Ambrosiano una deuda superior a los 1.200 millones de dólares, nunca reembolsados.

El agujero creado en el Ambrosiano por las necesidades de Marcinkus (y del propio Papa) empezó a descubrirse en 1981. Calvi sufrió una primera condena de cuatro meses en arresto domiciliario por delitos monetarios. El banquero, acosado, se convenció de que sólo un acuerdo con el Opus Dei podía salvarle. Pensaba que el Opus era capaz de movilizar el dinero suficiente para recapitalizar el IOR y devolver el dinero debido al Ambrosiano; a cambio, la Obra podría asumir un control directo sobre el IOR y las finanzas vaticanas. La idea figura en muchas de las cartas escritas por Calvi en esa época. No existen pruebas de que el Opus Dei participara en el proyecto de salvamento.

El 11 de junio de 1982, Roberto Calvi abandonó Italia desde Trieste, a bordo de un yate. La nave atracó en Isola (Yugoslavia) y el banquero tomó un avión privado hasta Klagenfurt (Austria). Llevaba un pasaporte falso a nombre de Gian Roberto Calvini que le había proporcionado Ernesto Diotallievi, uno de los jefes de la criminalidad común romana. Con Calvi viajaban Flavio Carboni, empresario de la construcción y ex socio de Silvio Berlusconi en Cerdeña, y Silvano Vittor, contrabandista italiano asentado en Yugoslavia. Calvi quería ir a Zúrich. Carboni y Vittor le convencieron de que tomara otro avión privado y se dirigiera a Londres. Los dos acompañantes le buscaron alojamiento en el Chelsea Cloister, un deteriorado edificio de apartamentos, más propio de estudiantes que de banqueros.

Calvi dedicó su última semana de vida a atesorar documentos comprometedores para numerosas personas e instituciones. Esperaba una respuesta a la carta que había enviado a Juan Pablo II, en la que le advertía contra «los enemigos internos» dirigidos, según él, por el secretario de Estado, cardenal Agostino Casaroli. Confiaba aún en salvar el Banco Ambrosiano y su propia vida.

El 18 de junio, Carboni y Vittor le dejaron solo en el Chelsea Cloister. La última persona que vio a Roberto Calvi fue el pintor Cecil Gerard Coomber, residente en el edificio. Hacia las diez de la noche del día 17, el pintor se cruzó por el pasillo con el banquero, a quien acompañaban dos hombres que hablaban italiano.

A las 7.30 del día 18, un empleado del diario Daily Express descubrió un cuerpo que colgaba del puente de Blackfriars. La policía comprobó que se trataba de Roberto Calvi. Llevaba encima dos relojes Patek Philippe y 15.000 dólares en divisas. Cargaba con cinco kilos de piedras en los bolsillos de la chaqueta y en los pantalones. El primer informe forense dictaminó con rapidez que se trataba de un suicidio por ahorcamiento.

En 1988, sin embargo, los tribunales británicos e italianos establecieron que Roberto Calvi había muerto asesinado. Carboni, Vittor, Diotallievi y un dirigente mafioso, Pippo Caló, además de una novia de Carboni, fueron acusados de homicidio. Según la Fiscalía de Roma, los cuatro acusados tramaron un plan y crearon las condiciones para que dos ejecutores desconocidos, de acuerdo con la banda, cometieran el crimen. Siempre según la hipótesis de los fiscales, los dos desconocidos convencieron a Calvi de que les acompañara hasta un barco que, a través del Támesis, llevaría al banquero a alta mar y a América del Sur, donde estaría seguro. Todos los indicios apuntan a que Calvi fue, en efecto, embarcado en una nave. Debió de morir en ella, estrangulado. Luego fue colgado del puente. Como la marea estaba alta, el cuerpo se hundió en el agua hasta las axilas.

Los cinco acusados han sido absueltos esta semana.

El Opus Dei fue convertido en Prelatura personal meses después de la muerte de Calvi. Casi al mismo tiempo, un amigo personal de Juan Pablo II, el eclesiástico Pavel Hnilica, compró a Carboni los «documentos comprometedores» que guardaba Calvi antes de morir. No se supo más de ellos. Hnilica murió el año pasado.

En 1987, la policía italiana emitió un mandato de captura contra Paul Marcinkus, acusado de fraude y estafa: Marcinkus exhibió su pasaporte vaticano, que le hacía inmune a la justicia, y siguió al frente del IOR hasta 1989. Desde 1991 fue presidente de la Comisión Pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano. Se jubiló en 1997 y murió en Arizona el año pasado.

Bettino Craxi murió exiliado en Túnez en 2000. Licio Gelli, de 88 años, varias veces condenado por numerosos delitos, permanece en arresto domiciliario a la espera de juicio por el caso Calvi.


El caso Calvi. ¿Un extraño suicidio o un crimen en el que estaban involucrados la banca, los masones y la mafia?

Última actualización: 21 de marzo de 2015

La muerte misteriosa de Roberto Calvi, que apareció ahorcado cerca del puente de Blackfriars, en Londres, podría ser el argumento de una ingeniosa novela de terror. Las circunstancias que rodearon el caso, y que implicaban ciertas traiciones en las más altas esferas de poder, nos demuestran que en muchas ocasiones la realidad supera a la ficción.

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El puente de la muerte

Cuando un italiano elegantemente vestido apareció ahorcado cerca del Támesis, la policía lo consideró un claro, aunque extraño, caso de suicidio. Algunos sospecharon que era una conspiración al más alto nivel.

El viernes 18 de junio de 1982, Anthony Huntley, un empleado de Fleet Street, se dirigía a su trabajo recorriendo la margen del río Támesis en Londres. Al echar una ojeada sobre el parapeto, vio, entre las sombras del puente de Blackfriars, el cuerpo sin vida de un hombre de mediana edad colgando de un andamio, a pocos pasos de distancia.

A las ocho de la mañana, media hora después del descubrimiento de Huntley, los policías desataron los dos nudos dobles que unían al andamio la cuerda de un metro de longitud y depositaron el cuerpo en una lancha. Los casos de suicidio eran tristemente familiares para los agentes que patrullaban a diario el río. Creyeron que éste sería uno más entre los que figuraban en su larga lista.

Los policías sacaron seis ladrillos de los bolsillos del cadáver que yacía ahora en el muelle de Waterloo, y un ladrillo más del interior de los pantalones. Nada sugería un juego sucio. El cuerpo no presentaba heridas y ni la actitud ni la situación del cadáver daban motivos para levantar sospechas.

Emprendieron la tarea de identificar al suicida. El ligero y elegante traje gris fabricado en Milán indicaba que se podía tratar de un hombre de negocios extranjero. Dos costosos relojes Patek Philippe reforzaban esta teoría, que fue confirmada cuando descubrieron que el muerto llevaba encima casi 7.400 libras.

La suma estaba compuesta por dólares americanos y francos suizos, además de cuarenta y siete libras esterlinas y el equivalente a veinticuatro en libras italianas. Faltaba la página «F» de su agenda, que apareció arrugada en el bolsillo del pantalón. En ella figuraban una serie de conocidos nombres italianos.

Como se supo más tarde, muchos de aquellos nombres pertenecían a personajes influyentes y poderosos como Rino Formica, ministro de Finanzas, y Albert Ferrari, miembro de la Logia Masónica conocida como P2 (Propaganda 2). En el bolsillo interior de la americana del muerto estaba el pasaporte. Se trataba de un italiano: el señor Gian Roberto Calvini.

A primeras horas de la tarde, la policía de Támesis solicitó una autopsia, que realizó el patólogo del Home Office, profesor Keith Simpson. Un atento estudio del cuerpo reveló la existencia de sangre alrededor del cuello. Sin ningún género de dudas, Gian Roberto Calvini estaba vivo antes de que la cuerda lo estrangulase hasta hacerlo morir. No aparecieron huellas de lesiones anteriores ni se detectaron sustancias letales. La hora de la muerte se fijó entre las dos y las seis de la madrugada.

Es práctica habitual informar inmediatamente al Consulado o a la Embajada correspondiente de la muerte de uno de sus súbditos. Este procedimiento rutinario se observó en el caso del italiano ahorcado cerca del puente de Blackfriars. Con gran sorpresa por parte de los británicos, la respuesta de los italianos fue todo menos rutinaria.

El cónsul, Teodoro Fuxa, parecía inquieto tras recibir la llamada de la policía de la ciudad de Londres, en cuya zona figuraba Blackfriars. Durante toda la semana anterior la prensa italiana se había ocupado de la misteriosa desaparición del presidente del más importante banco privado, el Banco Ambrosiano.

Este hombre, entre cuya clientela figuraba el Instituto para las Obras de Religión (IOR), una entidad financiera del Vaticano, acababa de ser sentenciado a cuatro años de cárcel y siete millones de libras de multa por evasión de capital. Presentó un recurso de apelación y próximamente se celebraría el juicio. Su nombre era Roberto Calvi.

El nombre del pasaporte del muerto era extraordinariamente parecido al del fugitivo y la fotografía aumentó aún más las sospechas de Fuxa. Cuando al día siguiente llegaron los agentes de Roma, confirmaron que el muerto era Calvi.

La intriga y el escándalo que rodearon el caso en Italia no habían trascendido a Inglaterra. Las consecuencias del fraude descubierto tras la quiebra del banco de Calvi no se conocieron en Londres hasta mucho más tarde. El investigador encargado de la muerte de Calvi, el detective inspector John White, comenzó a estudiar los hechos. Las marcas del cuerpo eran acordes con el suicidio. Por tanto, era obvio que los motivos había que buscarlos entre la maraña de rumores procedentes de Italia.

El banco al que Calvi había dedicado su vida estaba al borde de la quiebra. El banquero se enfrentaba con la posibilidad de la cárcel. Esa podía ser la única salida. Según el inspector White, el caso Calvi se trató, en una palabra, «como un caso rutinario de suicidio».

En contraste con esta flemática apreciación, en Italia aumentaba la ola de especulaciones. Era del dominio público la vinculación de Calvi con la Logia Masónica P2, entre cuyos miembros se contaban los individuos más poderosos de Italia. Muchas de las circunstancias que rodearon su muerte mostraban cierto parecido con prácticas peculiares de algunos rituales masónicos.

Determinados aspectos de la muerte, que la mente racional del inspector White consideraba accidentales, adquirían características siniestras para los medios de comunicación italianos. Algunos grupos masónicos, aficionados a ritos y costumbres sofisticadas, tienen su iniciación en la Fraternidad, una ceremonia que para los no iniciados puede parecer algo siniestro. Con posterioridad se apreciaron ciertas semejanzas entre aquellos «inocentes» rituales y las circunstancias de la muerte de Calvi.

Alrededor de mil personas entre políticos italianos, generales, agentes de espionaje y prestigiosos empresarios estaban relacionados con la Logia Masónica P2. Parece ser que en algunas sectas masónicas acarrea las mismas consecuencias letales que la tradición en las fraternidades de la Cosa Nostra o la Mafia.

Poco a poco fue tomando cuerpo la idea de que el miembro número 943 de la Logia P2, Roberto Calvi, estaba preparando una «lista de nombres» en un último intento de evitar una sentencia de cárcel.

Se sucedieron muchas teorías más. Entre otras, la inevitable de los posibles lazos de Calvi con la Mafia, causa de su ruina. Otra hipótesis apuntaba a que la muerte del banquero estaba relacionada con los millones desaparecidos tras la compra de los misiles Exocet, adquiridos por los argentinos en la guerra de las Malvinas contra Inglaterra.

La investigación judicial sobre la misteriosa muerte de Roberto Calvi quedó fijada para el 23 de julio. A las diez de la noche del primer y único día de encuesta, el portavoz del jurado anunció su veredicto: suicidio. En muchos sectores el resultado se acogió con incredulidad, y esta no fue menor entre la familia de Calvi. Su viuda, Clara, y Carlo, su hijo, protestaron inmediatamente ante aquella conclusión.

La investigación no consideró la dificultad que suponía para una hombre de 62 años, y aquejado de vértigo, realizar los atléticos esfuerzos necesarios para suicidarse de aquel modo. Tampoco apreció el jurado la falta de testigos que demostraran haber estado con Calvi durante sus últimos días.

Las críticas apuntaron también el hecho de que no se hubieran sometido a un examen científico los relojes aparecidos en el cuerpo. Tampoco se tuvo en cuenta la posible relevancia de la profundidad del agua alrededor de los andamios en aquella madrugada del 18 de junio. La prueba más convincente la proporcionó el profesor Simpson al establecer inequívocamente que el cadáver no presentaba señales de violencia.

Por último, y como hecho significativo, el juez de instrucción forense de la ciudad de Londres advirtió a los miembros del jurado que, al emitir su veredicto, quedaban libres de responsabilidades. El veredicto de suicidio fue pronunciado puntualmente. La investigación judicial había durado doce horas. La familia trasladó el cadáver de Roberto Calvi a Drezzo, Italia, donde le incineraron el 13 de noviembre de 1982. Pero el caso no estaba cerrado.

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Origen del Ambrosiano

El Banco Ambrosiano fue fundado por el sacerdote italiano Monseñor Giuseppe Tovini el 27 de agosto de 1894. Tenía el propósito de utilizarlo como contrapeso de la gran banca «laica», es decir, de la que se encontraba en manos de la masonería. Tovini dio a su banco el nombre de San Ambrosio, el santo arzobispo de Milán que en el siglo IV luchó con denuedo por la libertad de la Iglesia católica frente a las interferencias del poder secular. Pronto se la conoció como «la banca de los curas». En los orígenes, y durante su larga historia su situación era muy distinta de aquella a la que la llevó Roberto Calvi con sus conexiones con la masonería.

En 1937 el banco abrió una sucursal en Roma. A mediados de los años 60 ya existían otras cincuenta en toda Italia. Su influencia empezaba a sentirse en todo el mundo tras la creación de un holding llamado «Compendium» y, más tarde, Holding Banco Ambrosiano. Este fue el inicio de una expansión mundial, causa del infortunio de su presidente.

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Propaganda 2

La Logia Propaganda Masónica se fundó en 1877 como un lugar de encuentro para los masones de provincias que visitaban Roma y no podían asistir a sus propias Logias. Sin embargo, cuando Lino Salvini, un médico florentino, recibió el nombramiento de Gran Maestre, la Logia adquirió un carácter siniestro. Salvini decidió emplear una parte de ella para apoyar a la derecha política italiana con objeto de controlar Italia en el caso de que se hiciera necesario. Esta Logia recibió el nombre de Propaganda 2 (P2).

A mediados de los 60, P2 constaba únicamente de 14 miembros; pero, tras la reestructuración que Salvini solicitó de Licio Gelli, esta cifra aumentó rápidamente hasta 400, alcanzado en los últimos años 1.000 adeptos. Entre éstos se cuentan jueces, jefes de policía, altos cargos de las fuerzas armadas y de los servicios secretos. Se la conocía como «un estado dentro del Estado».

P2 fue la responsable de la explosión de un tren en 1974, donde perecieron 12 personas, y de la matanza de la estación de Bolonia, en la que murieron 85. También estaba implicada en el secuestro y asesinato de Aldo Moro, el presidente de la Democracia Cristiana italiana, después de que los servicios de seguridad se negaran a llegar a un acuerdo con sus secuestradores de izquierdas.

En 1981, P2 fue descubierta por las autoridades italianas y declarada fuera de la ley. Este hecho provocó la caída del gobierno de Arnaldo Forlani, en cuyo gabinete figuraban tres ministros pertenecientes a la Logia P2.

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Debate abierto: Abandonar la vida

Los métodos elegidos para el suicidio son tan variados como los motivos para llevarlo a cabo.

 

A través de los siglos el suicidio ha llevado consigo un estigma social. En la época medieval, en algunos lugares se quemaban los cuerpos en las encrucijadas, con una piedra sobre el rostro y una estaca clavada en el corazón.

Todavía se practica en ciertos lugares de la India el rito del Sati. Las «honorables» viudas se arrojan a la pira funeraria junto al marido muerto. Algunas de ellas sólo tienen trece años.

En la Inglaterra de 1990 el suicidio no es delito, aunque tanto la ayuda como la inducción al hecho pueden ser motivo de denuncia. Están muy extendidos los veredictos abiertos en casos de suicidio con objeto de suavizar el dolor de la afligida familia.

A lo largo de la historia hemos asistido a suicidios colectivos. Entre otros infames ejemplos modernos podemos citar el de los 910 seguidores de Jim Jones, líder del Culto del Templo del Pueblo, quien les indujo a morir envenenados con cianuro en masa el 18 de noviembre de 1978 en la Guyana.

En 1986, Yukiko Okada, un cantante pop japonés de 18 años, se suicidó tras el abandono de su amante. Durante varias semanas, veintiocho quinceañeras, cinco de ellas el mismo día, siguieron su ejemplo.

Los medios empleados varían tanto como los motivos que conducen a acabar con todo. En Estados Unidos, donde se obtienen fácilmente las armas de fuego, la mayoría de los suicidas mueren de un disparo. Una somera ojeada al tema nos indica que la gente utiliza el procedimiento más a su alcance. La mitad de las mujeres inglesas que se suicidan lo hacen con una sobredosis de somníferos.

Aunque la sociedad aún considera tabú este tema, algunos suicidios se han llegado a considerar acciones heroicas. Cuando el 16 de marzo de 1912 el capitán Oates salió a la nieve helada, el capitán Scott escribió en su diario que «él (Oates) tenía el orgullo de suponer que su regimiento se sentiría satisfecho ante su audaz modo de enfrentarse con la muerte. Todos somos testigos de su valor».

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La falacia de la eutanasia «voluntaria»

Así como los avances de la ciencia han aumentado tanto la calidad como la duración de la vida humana, también se ha avanzado en el tratamiento de las enfermedades terminales, lo que ha conducido a la consolidación de las «unidades de dolor», donde se suaviza el final de la vida.

En los últimos años ha surgido un enconado debate sobre si los ancianos y los enfermos pueden decidir el momento de su muerte o sus allegados contribuir al final de sus días. En cualquier caso, el deseo de no vivir -ya sea en plena madurez (a través del suicidio) o en la vejez o enfermedad (a través de la eutanasia) sólo se comprende ante graves trastornos psíquicos, o bien cuando la carencia de afecto y cuidado familiar y médico empuja a desear abandonar este mundo.

El escritor Arthur Koestler y su esposa, firmes defensores de la eutanasia, se suicidaron en 1978. A lo que está llevando la suavización de las leyes actuales es a que parientes sin escrúpulos precipiten la muerte de sus deudos con objeto de obtener beneficios económicos, o para lograr desentenderse del sufrimiento humano.

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EL DINERO – La carrera por la ambición

El banco de Calvi no era muy escrupuloso con respecto a los medios que empleaba para obtener beneficios. El 943 de la P2 se convirtió en el artífice de una compleja trama que implicaba a los masones, la mafia y a miembros de la Iglesia, y que les condujo a la muerte.

La caída de Roberto Calvi siguió a un ascenso espectacular en los ambientes italianos del poder. Como le consumía la ambición, se introdujo en una enmarañada trama financiera extendida a través del globo, donde se enredaron muy ilustres personalidades.

Aunque muchos aspectos del caso siguen siendo un misterio, lo que se ha llegado a saber parece una espeluznante historia de terror. Dentro de ella aparece la extraña implicación que Calvi trató de crear alrededor de la Banca Vaticana, o IOR. La historia comenzó en los años sesenta, cuando el banquero Michele Sindona se relacionó con el arzobispo Montini de Milán. En 1963 Montini fue elegido Papa con el nombre de Pablo VI.

Sindona intervino en asuntos relacionados directamente con las finanzas del Vaticano y estableció una fuerte amistad con su dirigente, el arzobispo Marzinkus. Sindona era miembro de la masonería y un cargo importante de la Logia P2.

Calvi y Marzinkus se conocieron a través de Sindona, comenzando así la fatídica relación entre el IOR y el Banco Ambrosiano. En 1974 quebró el banco de Sindona en Milán, cuando había depositados en él 26 millones de dólares propiedad del Vaticano. A continuación se produjo la quiebra del banco de Nueva York. En el momento de la muerte del Papa Pablo VI, las finanzas del Vaticano atravesaban por un momento delicadísimo.

Las pérdidas sufridas por el Vaticano tras su relación con Sindona se estiman en un valor comprendido entre los 30 y los 300 millones de dólares, aunque el arzobispo Marzinkus insiste en que, si se tomaban en cuenta los resultados de su asociación anterior con Sindona, el balance arrojaba unos beneficios increíbles.

En los años setenta se estrechan las relaciones entre el Banco Ambrosiano y la Banca Vaticana. Calvi llega a la presidencia del Ambrosiano en 1975 e, inmediatamente, pone en marcha la expansión del banco, uniendo el patronazgo de Sindona a su propia experiencia bancaria. Cuando quiebra el banco de Sindona, el Ambrosiano evita lo peor del escándalo.

Aprovechándose del prestigio de la Iglesia para dar credibilidad a sus resultados, Calvi se sitúa al frente de la mayor banca privada de Italia. Es en esta época cuando entra a formar parte de la P2 y llega a tesorero bajo el control de Michele Sindona y Licio Gelli, Gran Maestre de la P2. Como dijo Calvi más tarde: «Comencé como un criado y me convertí después en amo, sólo para servir de criado a otros amos.»

Calvi deseaba asegurarse el acceso a sumas elevadas en metálico sin levantar las sospechas de las autoridades italianas o de sus propios empleados. Consiguió eludir su detección fundando un banco subsidiario en Luxemburgo, lejos de los ojos inquisidores del Banco de Italia. La Banca Vaticana recuperó veinte millones de dólares de los que, en otras operaciones Calvi había derrochado.

Al mismo tiempo, éste aumentó su participación accionarial en el Banco Ambrosiano hasta un 20 por ciento, aunque, al hacerlo, actuaba en contra de las reglas del propio banco. La opinión pública estaba admirada por el auge del banco bajo la dirección de su presidente. En los Consejos de Administración su palabra era ley. La autoridad de Calvi no se cuestionó hasta casi el momento de su muerte. El estilo retórico que empleaba durante las reuniones era comparable al sermón de un predicador. Las hojas de balance del Banco Ambrosiano iban encabezadas con la frase «Demos gracias a Dios».

A través del banco subsidiario de Luxemburgo, Calvi llegó a disfrazar sumas enormes tras la «fachada» de compañías en América Central y en Sudamérica. Este dinero aparecía en forma de préstamos de bancos europeos, incluido el Midland y el National Westminster Bank. Aquellas sumas se canalizaban a través de Luxemburgo y de unas compañías fantasmas en Panamá, vía Nassau, en Las Bahamas, y en Lima, Perú.

No parece nada seguro que el Vaticano conociese el destino final de su dinero. Lo cierto es que el IOR sabía que los préstamos existían. El arzobispo Marzinkus formaba parte del Consejo de Administración del Banco Ambrosiano de Nassau, lo que hace pensar que quizás él sí lo sabía, aunque el modo de administrar de Calvi, a veces con carta blanca para todos, hace dudar de la transparencia informativa.

Algunas empresas de Panamá eran supervisadas personalmente por el arzobispo Marzinkus en 1981, como consta en dos cartas a compañías interpuestas. Estas «cartas de aliento» se empleaban para acentuar la reputación de las compañías y asegurarse futuros préstamos, aunque el Vaticano no reconocía su responsabilidad en caso de pérdidas.

Este dinero desapareció justamente antes de la quiebra del Banco Ambrosiano. La suma total alcanzaba un valor de 800 millones de libras esterlinas, de las que un gran porcentaje no se ha recuperado. Se desconoce el destino del dinero o la identidad del «hombre de paja» de Calvi.

Algunas teorías indican que la P2, con Gelli a la cabeza, empleaba el dinero para financiar varios proyectos relacionados con la guerra. Entre ellos, el apoyo a ciertos regímenes militares de tendencia derechista, como los de Perú, Paraguay, Uruguay y la «contra» nicaragüense. Otras teorías apuntan a que parte de esa suma se usó para ayudar al ejército argentino durante la guerra de las Malvinas.

De 1970 a 1980, Calvi edificó un imperio cuajado de trampas y fraudes que terminó por destruir a su arquitecto. Sus contactos a alto nivel, tanto con el Vaticano como con los masones, indican que conocía muchos secretos en el campo de la vida política italiana.

Fue inevitable que empezara a ganarse enemigos. El primero, y uno de los más poderosos, fue Michele Sindona, el «padrino» que le introdujo en los ambientes del poder.

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Michele Sindona

Siciliano, convicto de estafa y asesinato, Michele Sindona era miembro de la P2 y antiguo protector y amigo de Roberto Calvi.

Aunque a nivel internacional era tenido por un banquero respetable, actuaba también para la Mafia como blanqueador de dinero. Conocido de Pablo VI, el Vaticano le encargó algunas de sus inversiones y él fue quien presentó a Roberyto Calvi al arzobispo Marzinkus.

Su falso secuestro en 1979 condujo al descubrimiento de una lista de nombres de la P2 en casa de su amigo Licio Gelli. En 1980 se confesó culpable de fraude y perjurio ante un tribunal de Nueva York.

Internado en la cárcel de máxima seguridad de Volgera, Italia, tuvo el misterioso final que sufrieron otros muchos miembros de la P2. Aparentemente se suicidó con una taza de café en la que había disuelto cianuro sódico. Muchos opinan que fue asesinado para asegurar su silencio. Empezaba entonces a cumplir su condena a cadena perpetua por asesinato.

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El «organizador»

Licio Gelli fue el desafortunado Gran Maestre de la Logia Masónica P2, ahora disuelta. Militó durante la guerra junto al fascismo, pero cambió de partido justamente antes de que ésta terminara, con el fin de salvar el pellejo. En los años cincuenta amasó una fortuna considerable vendiendo armas a los argentinos. Junto con Calvi y Sindona fue uno de los asesores de las finanzas vaticanas a lo largo de los setenta.

En el transcurso de diez años Gelli consiguió que el número de miembros de la Logia Masónica P2 llegara a cerca de 1.000. Al parecer, usaba su archivo de informes confidenciales para chantajear a personajes ricos e influyentes con objeto de que ingresaran en la masonería. Durante su mandato, la P2 estaba preparada para dar un golpe de derechas si los comunistas italianos accedían al poder.

Entre los personajes destacados con los que mantenía relaciones de amistad figuraban el general Perón, de la Argentina; el dictador nicaragüense Anastasio Somoza; y el presidente de los Estados Unidos Ronald Reagan. Corrió el rumor de que había vendido misiles Exocet a los argentinos para ayudarles en la guerra de las Malvinas. En 1981, Ronald Reagan le invitó a la inauguración de su mandato presidencial.

Tras escapar de una prisión suiza, Gelli llegó en avión a Uruguay, donde permaneció hasta 1987. Sólo entonces volvió a Italia para responder de una acusación de quiebra fraudulenta.

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La banca italiana

El Vaticano, como Estado soberano que es, tiene su propia bandera, moneda, pasaporte y funcionariado, así como un reducido territorio en Roma.

De los asuntos financieros se encarga el Instituto per le Opere di Religione (IOR), es decir, el Instituto para las Obras Religiosas.

El IOR resultó involucrado, a través del que fuera entonces su presidente, el arzobispo Marzinkus, por las relaciones financieras mantenidas con Roberto Calvi, Michele Sindona y Licio Gelli. El IOR se asoció directamente al Banco Ambrosiano de Calvi con un 1’6 por 100 del do y también indirectamente a través de la propiedad de sociedades interpuestas.

Calvi usó al IOR como escudo de sus actividades delictivas. Las sospechas de ilegalidad disminuyeron cuando Marzinkus, en 1981, declaró que el Banco Ambrosiano era «una inversión excelente».

Cuando quebró dicho banco, el IOR resultó implicado en el escándalo. Posteriormente, rehusó toda responsabilidad en el pago de la deuda contraria con los acreedores, que alcanzaba la suma de 164 millones de libras esterlinas.

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Paul Marzinkus

El arzobispo Paul Marzinkus es un americano nacido en Chicago. Ha sido el presidente del «Instituto de le Opere di Religione» (IOR) desde 1971.

Se dice que salvó la vida del Papa Pablo VI en un intento de asesinato que éste sufrió en Filipinas. Sin embargo, Marzinkus fue conocido por las relaciones con banqueros del tipo de Calvi, y por los escándalos que siguieron. Mientras duró su asociación con Calvi, Sindona y Gelli, el Vaticano perdió cientos de millones de libras. En 1987, Marzinkus recibió una orden de arresto de la Magistratura italiana por fraude bancario, aunque el tema fue sobreseído al disfrutar de inmunidad diplomática como miembro del Estado Vaticano.

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La silenciosa hermandad

Tras sus puertas cerradas, el mundo secreto de algunas sectas masónicas gira en torno a ritos extraños y a juramentos de fidelidad.

La masonería ha estado siempre rodeada de misterio.

Los no masones, llamados por los iniciados «los profanos», imaginan las actividades masónicas como una serie de ceremonias extrañas, signos secretos de identificación y saludos peculiares. Cuando estalló el escándalo en el que se vieron envueltos, las especulaciones aumentaron extraordinariamente y se extendieron los rumores sobre intrigas a alto nivel.

Existen muchas teorías sobre los orígenes de la Fraternidad. Una de las más verosímiles los presenta como descendientes de los canteros medievales que construyeron algunas de nuestras más hermosas catedrales góticas. Sus miembros se asociaron en las llamadas «logias» con objeto de protegerse entre ellos y proteger su subsistencia a través de la ayuda mutua.

De un modo semejante, las logias han perdurado como agrupaciones locales en las que se instruye a los nuevos masones.

Tras la ruptura de Enrique VIII con Roma, en 1534, el oficio de cantero cayó en desuso y los masones «teóricos», carentes de todo arte, formaron una sociedad secreta con objeto de lograr sus propios fines.

En 1917 se creó la Gran Logia de Inglaterra, que abarcaba «La Antigua Hermandad de Masones Libres y Admitidos». Fue la precursora de la Gran Logia Unida, que continúa siendo el centro espiritual de la masonería de hoy. Su presidente es el duque de Kent, un miembro prominente de la Familia Real, cabeza de todos los masones ortodoxos de Inglaterra y de Gales.

Desde la fundación de la Gran Logia, la masonería creó un «criterio de moralidad» dotado de sus propios signos y símbolos, criterio que se presenta actualmente como propósito fundamental. Las herramientas significaban sus logros morales; por otra parte, el ascenso a través de los favores mutuos se convertía en un atractivo provecho.

La masonería, absolutamente al margen de cualquier religión determinada, borró rápidamente de sus escritos y rituales cualquier referencia a Jesucristo. En vez de ello se referían a Dios como «el Gran Arquitecto» o «el Gran Geómetra». Es bien sabido que pertenecer a la masonería puede ser una gran ayuda para triunfar tras una brillante carrera. Se dice que en Gran Bretaña los masones ocupan posiciones clave en la policía, la Cámara de los Comunes, la Cámara de los Lores y otras altas instancias.

Mientras la mayoría de los masones disfruta de su inclusión en un club selecto, el escándalo continúa acompañado a veces a la silenciosa Fraternidad.

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Ritos secretos

Para llegar a ser un «Gran Maestre de la Masonería», hay que superar tres estadios. Cada uno contiene una serie de acciones rituales cargadas de simbolismo.

La primera exige al iniciado un juramento de silencio sobre los asuntos secretos relacionados con la Hermandad. Hasta 1986 los aspirantes a masones llevaban los ojos vendados, una cuerda alrededor del cuello, y estaban obligados a prestar sobre una Biblia su juramento.

El perjurio acarreaba -según algunos textos- una serie de castigos como «el degüello, el corte de la lengua de raíz y permanecer abandonado mientras la marea sube y baja durante 24 horas».

Los candidatos a maestre imitan ritualmente a Hiram Abiff, un legendario personaje masón que estaba dispuesto a morir antes que revelar su secreto. El nuevo maestre es asesinado simbólicamente e introducido en un «ataúd», algunas veces auténtico, para «resucitar» a continuación.

El carácter anticristiano, especialmente contra la Iglesia católica, que ha caracterizado con frecuencia a la masonería hace pensar en que fuesen las finanzas un modo para jugar malas pasadas al Vaticano.

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Delito y masonería

Intrigas masónicas aparecen en muchos casos criminales. En 1912 el Old Bailey de Londres condenó a Frederick Seddon por el envenenamiento de su casero. Durante el juicio, el acusado descubrió que el juez era masón. En un intento por escapar a la pena de muerte, el reo (masón también) hizo un gesto convenido y declaró: «Juro ante el Gran Arquitecto del Universo que soy inocente.»

El juez replicó: «Usted y yo sabemos que ambos pertenecemos a la Hermandad, pero nuestra Hermandad no alienta el crimen.» Y Seddon murió ahorcado.

Quizás el caso más misterioso fue el de Jack el Destripador. Tras el asesinato de dos personas en Whitechapel, Londres, en septiembre de 1888, apareció en una fachada de la ciudad el siguiente mensaje: «A los judíos siempre se les acusará.» Esta frase se borró por orden del comisionado antes de incluirla en el informe oficial. Tal vez estuviera relacionada con un complot masónico que comprometía al primer ministro lord Salisbury: los asesinatos rituales estaban destinados a distraer la atención del escándalo que atañía al duque de Clarence y a su hijo bastardo.

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LA QUIEBRA – Los millones desaparecidos

El tiempo corría en contra de Calvi. Acusado de delitos de fraude y abandonado por sus valedores, intentó suicidarse. Por fin se lanzó a la última y desesperada aventura.

Cuando en 1974 quebró su banco, Michele Sindona trató de encontrar amigos que le apoyaran. Había muchos políticos y personalidades dispuestos a ayudarle. Tenía muchas razones para esperar lo mismo de su protegido, la estrella naciente del Banco Ambrosiano. Pero Calvi, a pesar de deber su meteórico ascenso a la ayuda de Sindona, se negó a sus peticiones.

Lo más probable es que se produjeran una serie de malentendidos que iniciaron la cadena de acontecimientos y culminaron en la espantosa muerte de Calvi bajo el puente de Blackfriars, en Londres. La venganza de un hombre tan bien relacionado y tan poderoso como Sindona era inevitable.

En el mes de noviembre de 1977 el Banco de Italia recibió una carta de uno de los ayudantes de Sindona. Acusaba a Calvi de evasión de capitales, evasión de impuestos y falsificación de balances financieros. Al mismo tiempo, el banquero organizó una curiosa campaña de panfletos.

La mañana del 13 de noviembre las calles próximas al Banco Ambrosiano de Milán aparecieron cubiertas de octavillas acusando a Calvi de ingresar «diez millones de dólares» en la cuenta de un banco suizo.

Aunque Calvi se organizó para pagar de inmediato, el lodo le salpicó inevitablemente. En 1978 el Banco de Italia inició una investigación sobre los asuntos financieros de Calvi. Las mismas investigaciones mostraban las limitaciones del poder del Banco Central. El coma de corrupción que le rodeaba alcanzó a las más elevadas esferas del poder político y financiero. Cualquier ataque contra él era un ataque a estas instituciones.

Recientemente el Banco Central había amonestado a los políticos en dos ocasiones, especialmente a aquellos dirigentes de la Democracia Cristiana que pretendan investigar los delitos financieros de uno de sus más importantes benefactores. El nombre del benefactor era Michele Sindona.

El Banco Central sufría ahora los ataques del tesorero de la P2, cuya influencia era cada vez mayor. El encargado de la investigación del caso Ambrosiano era Mario Sarcinelli. Un hombre honrado y trabajador que se negaba a aceptar mentiras o verdades a medias. El 24 de marzo de 1979, Sarcinelli fue detenido a causa de un tecnicismo legal, con lo que las investigaciones sobre el Banco Ambrosiano quedaron interrumpidas.

Este hecho, conocido como «el asunto del Banco de Italia», ocasionó un revuelo enorme no sólo en Italia, sino en el mundo entero. Aunque Sarcinelli fue rehabilitado en seguida y volvió a ocupar su puesto en el Banco de Italia, los sombríos poderes ocultos de la P2 y del Banco Ambrosiano habían logrado su objetivo. Disminuyó la presión sobre Calvi, quien reanudó sus dudosas actividades.

Sin embargo, hubo un aspecto en aquel asunto que inquietaba al banquero: las amenazas contra su persona que aparecían en los panfletos distribuidos tras la campaña de las octavillas. Era fácil sospechar que provenían de la misma fuente: Michele Sindona.

Calvi se gastó un millón de dólares del dinero del banco en seguridad. Esta constaba de 14 guardaespaldas, perros, y las vallas electrificadas que rodeaban la residencia familiar en Lombardía. Sus obsesiones por la seguridad y por las conspiraciones comenzaron tras recibir amenazas contra su persona y contra los miembros de su familia.

Mientras tanto, continuaba con sus trampas en negocios financieros y préstamos masivos, ahora convenientemente ignorados por las autoridades e incuestionablemente aceptados por su sumiso Consejo de directores del banco.

En la primavera de 1981, Calvi tuvo que enfrentarse a las enormes pérdidas que le ocasionaron sus arriesgadas especulaciones y el Banco de Italia le volvió a acosar por sus infracciones monetarias. Las investigaciones realizadas tras la huida de Sindona condujeron al descubrimiento de una lista secreta de miembros de la P2, entre los que figuraba Calvi. La cuestión empeoró cuando el venerable maestre de la P2, Licio Gelli, huyó también.

El 20 de mayo de 1981, Calvi fue detenido e ingresó en la cárcel de Lodi, a unos 60 km. de Milán. Durante los dos meses que permaneció en ella siguió controlando sus negocios, aunque su credibilidad estaba ya gravemente dañada.

Los dirigentes de la banca del Vaticano, que se percataron de la ilicitud de muchas operaciones, intentaban distanciarse de Calvi. Desconocían los fraudes del banquero, aunque estaban como los demás accionistas profundamente comprometidos en los negocios del Banco Ambrosiano. El hijo de Calvi, Carlo, contó que, cuando solicitó ayuda para su padre, el arzobispo Marzinkus le contestó: «Si lo hago, no sólo se perjudicará la imagen del IOR y del Vaticano, sino la de ustedes, porque nuestros problemas son también los suyos.»

El juicio de Calvi se inició el 10 de junio de 1981 en el Tribunal Central de Sesiones de Milán y duró diez días. Fue declarado culpable de delitos monetarios y condenado a prisión y a una multa de 16 billones de liras, es decir, siete millones de libras esterlinas. Al dictar sentencia, el juez dijo que Calvi «había actuado sin escrúpulos».

Calvi apeló inmediatamente contra dicha sentencia; y, mientras se resolvía el recurso, quedó en libertad con la condición de entregar el pasaporte. Exactamente una semana después del juicio, Calvi volvió al Consejo de Administración del Banco Ambrosiano, donde, en medio de un caluroso aplauso, recibió el unánime voto de confianza de los demás consejeros. A pesar de todo, el tiempo de Calvi se acababa.

A raíz de la divulgación del escándalo y de la creciente pérdida de confianza, los acreedores comenzaron a exigir la devolución de elevadas sumas de dinero. Calvi no podía satisfacerlas. Gran parte de ese dinero no ha aparecido todavía y sobre su destino no caben más que especulaciones.

En marzo de 1982 los accionistas del Ambrosiano comenzaron a sospechar que el banco atravesaba serias dificultades. Uno de ellos escribió al Papa acusando a Calvi de ser «el punto de encuentro de Sindona -representante de la Mafia- con la degenerada masonería». En medio de su desesperación, Calvi recurrió a Marzinkus para pedirle que el Vaticano le proporcionara los medios de evitar la ruina.

La baza de Calvi consistía en una serie de «cartas de aliento» escritas por Marzinkus que demostraban el control que ejercía el IOR sobre muchas de las empresas «interpuestas» del Ambrosiano. Pero, ante el horror de Calvi, sus antiguos amigos «los curas» no participaban en tan sucios tratos y le dejaron solo en aquellos momentos de necesidad. Apelando a la letra pequeña, Marzinkus insistió en que el IOR estaba libre de toda responsabilidad financiera. Las cartas tenían menos valor que el papel en el que iban escritas. Calvi y el Banco Ambrosiano estaban en la ruina. El 17 de junio, Graziella Corrocher, la secretaria de Calvi, se arrojó por la ventana del cuarto piso del edificio del banco. Dejó una nota en la que maldecía a su jefe.

Los sentimientos del banquero durante sus últimos días en Italia han sido tema de numerosas especulaciones. La familia cree que su temor a perder la vida aumentaba al acercarse el momento de la resolución del recurso. Perdida toda esperanza de encontrar una salida a sus problemas, pudo muy bien viajar a Londres en busca de los fondos y de la ayuda de sus amigos de la P2. Según dijo a su familia, la única esperanza que le quedaba era recurrir a la «lista de nombres». Esta podría haber sido la causa de su eliminación.

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La prensa y el poder

Un periódico puede ser un arma poderosa en la lucha entre facciones rivales o sectores de influencia. Esto es especialmente real en Italia, dada la proliferación de tales agrupaciones.

Las noticias de prensa hábilmente manipuladas pueden convertirse en ataques corrosivos a los adversarios o en el favorecimiento de la imagen de un aliado político o financiero. También puede emplearse como el medio más siniestro de propagar ideas y convicciones políticas. Roberto Calvi comprendió muy pronto la importancia de poseer un periódico propio.

La oportunidad surgió a mediados de los setenta. En 1974, el grupo editorial más potente, la familia Rizzoli, compró el Corriere de la Sera, el periódico de mayor circulación en aquella época.

Al poco tiempo, se presentaron en la empresa ciertos problemas que exigían apoyo financiero.

Calvi proporcionó a la familia los fondos necesarios. Al aflojar los cordones de la bolsa, pudo influir en los editoriales políticos del Corriere. De este modo, apoyaba las tendencias políticas de derechas.

Con aquel aporte económico, el grupo editor prosperó y el banquero tuvo acceso a la televisión. El imperio Rizzoli se extendió por todo el mundo, aunque sus intereses radicaban especialmente en los países de Sudamérica.

Al quebrar el Banco Ambrosiano, el imperio de los medios de comunicación se derrumbó también, ya que estaba edificado sobre las inestables finanzas de Calvi.

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PRIMEROS PASOS – Secreta ambición

Introvertido y receloso, Calvi fue siempre un hombre extremadamente reservado. Su carrera triunfal estaba basada en intrigas y en misteriosas influencias.

Roberto Calvi nació en Milán el 13 de abril de 1920; era el mayor de los cuatro hijos de la familia. Su padre trabajaba en el Banco Comercial y desde siempre procuró introducir a su hijo mayor en el sofisticado y brillante mundo de las finanzas.

Los que conocieron a Calvi de niño lo han calificado de reservado y solitario, poco accesible (guardaba «su alma en su armario»). La II Guerra Mundial le obligó a suspender sus estudios en la Universidad Bocconi, de Milán. Se unió al fascismo, convirtiéndose en un soldado entusiasta y cumplidor.

Luchó contra los rusos al mando de un regimiento de caballería. Aunque aquel hecho le produjo una gran impresión, en sus últimos años contaba sus experiencias con todo lujo de detalles. Uno de sus compañeros oficiales dijo de él que «parecía tener diez años más de su edad.»

Calvi, jugando estratégicamente sus cartas como si de una aventura bélica se tratara, procuró relacionarse al mismo tiempo con socialistas y con fascistas. Al acabar la guerra obtuvo un empleo en el banco donde trabajaba su padre y más tarde ocupó durante dos años un puesto en una pequeña sucursal del sur de Italia.

Aunque, según algunos, perdió su empleo a causa de ciertas irregularidades financieras, este hecho no está comprobado. Parece más probable la versión de que su ambición era incompatible con un tranquilo destino en un banco propiedad del Estado. Las brillantes luces de Milán, que comenzaba a reconstruirse después de la guerra, le resultaban mucho más prometedoras.

Tras una afortunada conversación entre su padre y un ambicioso financiero llamado Carlo Canesi, Calvi entró en el Banco Ambrosiano. Se han barajado muchas explicaciones acerca de la misteriosa y meteórica carrera de Calvi. Años más tarde, cuando estuvo sometido a investigación por parte del Banco de Italia, sus interrogadores no podían comprender que un hombre tan poco carismático hubiese llegado a la presidencia del mayor banco privado de Italia.

No cabe duda de que la influencia de Canesi le supuso una importante ayuda. Calvi trabajó para él en el departamento de préstamos y como su ayudante personal en el extranjero. La inteligencia, la capacidad de trabajo y la astucia natural que desplegó en su actividad fueron seguramente el secreto del éxito que alcanzó en medio de aquel mundo implacable.

Calvi se casó en 1952. La novia era una joven menudita y atractiva llamada Clara Canetti a la que conoció durante unas vacaciones en Rimini, en la costa del Adriático. Fue un matrimonio feliz en todos los sentidos. Ella le alegró la vida y procuró interesarle en actividades culturales más atractivas que los grises asuntos bancarios que le obsesionaban. En 1953 dio a luz un hijo, Carlo, y, siete años más tarde, a una hija, Anna.

Sus socios lo consideraban un hombre solitario, reservado y arrogante, que se hacía cargo con frecuencia de los costosos almuerzos tan populares entre la mayoría de los ejecutivos. Era casi obsesivamente misterioso, hasta el punto de que mentir se convirtió para él en una segunda naturaleza.

Era torpe en el trato social, lo que demostraba un trasfondo de inseguridad. Aparte de su familia, una única cosa le interesaba en la vida: el éxito de los negocios.

Los escasos visitantes que conocieron la casa de Drezzo la consideraron fría y oscura. Mucha gente se quedó admirada por sus profundos conocimientos en materia de escándalos financieros, especialmente los que se relacionaban con ordenadores y tecnología electrónica.

Hacia el final de su vida, Calvi se volvió extraordinariamente suspicaz y solía decir a sus familiares que creía que había tramada una conspiración a alto nivel en contra de él.

Para conocer algo sobre los ocultos pensamientos de Calvi, es importante recordar el interés con que recomendaba la lectura de la novela de Mario Puzo, El padrino. Según el hombre que terminó sus días colgando de una cuerda bajo el puente de Blackfriars, en Londres, la novela de Puzo era el ejemplo perfecto de cómo funcionaba el mundo.

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Los beneficios de la guerra

A los 22 años Calvi se enroló en los Lanceros de Novara y, después de un tumultuoso curso de prácticas, marchó al frente ruso para luchar al lado de las tropas de Hitler. La dureza del ambiente coincidía con su carácter introvertido, y la prueba resultó ser un éxito para él.

Un incidente de aquella época que él se complacía en relatar con mucha frecuencia nos proporciona un indicio de los fraudes financieros que se convirtieron en su segunda naturaleza.

En medio del frío espantoso de Rusia, el ejército se vio aislado de las fuerzas de avituallamiento y la tropa obligada a comerse su propia caballería para mantenerse con vida. Cuando se terminaron los animales, Calvi engañó a algunos labriegos para que le vendieran sus caballos con la promesa de una retribución. Aquellas promesas no se cumplieron jamás.

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LA HUIDA – El vuelo del terror

Roberto Calvi viajó a través de Europa hasta Londres en un intento por apuntalar los asuntos de su banco, a punto de desmoronarse. Durante muchas horas temió por su vida, sospechando cada vez más de los hombres que lo vigilaban.

Clara, su esposa, y su hijo Carlo están convencidos de que Calvi murió asesinado. El 24 de marzo de 1983, ocho meses después de la primera vista, el Tribunal Supremo la desestimó y exigió una segunda.

Esta comenzó el 13 de junio de 1983 y duró once días. Declararon unos testigos vitales, que habían acompañado a Calvi durante sus últimos días y sus últimas horas. Entre ellos, Silvano Vittor, su «hombre de confianza». En teoría, el testigo más importante fue un socio llamado Flavio Carboni, que estuvo en Londres con él los últimos días de su vida. Pero Carboni no asistió a la investigación. Estaba encarcelado en una prisión italiana, acusado de intento de asesinato contra el consejero delegado de Calvi en el Banco Ambrosiano, Roberto Rosone.

Nunca se han llegado a explicar de modo satisfactorio los motivos del viaje de Calvi a Londres. Es posible que se dirigiera a Sudamérica o a Estados Unidos, donde había enviado a su mujer y a su hija con objeto de proteger sus vidas.

Hay una teoría más siniestra, basada en las declaraciones de Carboni desde la cárcel de Parma, que afirma que quería entrevistarse con la Logia Masónica de Londres. Allí se pondría en contacto con aquellos poderosos personajes que le ayudarían a obtener los cientos de millones de dólares necesarios para cubrir las deudas de las sociedades interpuestas de la Banca Vaticana. Si fallaba este intento, no tenía más remedio que volver a Italia con la «lista de nombres».

Ciertamente, Calvi se encontraba con graves problemas cuando huyó de Italia. El Vaticano no tenía responsabilidad en el dinero desaparecido y ahora el banquero era un hombre perseguido. Carboni había prosperado desde su asociación con el Banco Ambrosiano y se convirtió en un socio muy cercano al hermético presidente durante los últimos años de la vida de Calvi. Este se encontraba ahora con el problema de obtener un pasaporte, ya que el suyo le había sido retirado después de la acusación de delitos de control de cambios. Carboni fue la solución a su problema. Utilizando sus contactos en los bajos fondos, le proporcionó un pasaporte con nombre falso. Había nacido Gian Calvini.

Calvi nombró guardaespaldas a Sylvano Vittor, quien le había sido recomendado como uomo di fiducia («hombre de confianza»). Vittor declaró ante los tribunales que su cometido fue el de acompañar a Calvi, servicio por el que cobraba.

En la segunda investigación judicial se demostró que Calvi no confiaba del todo ni en Carboni ni en Vittor. En una llamada telefónica, confesó a su hija: «No debemos confiar más en ellos.» Más significativa fue la insinuación que se hizo en la sala a Manuela Kleinszig, la novia de Carboni y su acompañante en Londres durante los últimos días de la vida de Calvi.

El abogado de la familia Calvi, George Carman, manifestó que Calvi dudaba en acudir a una cita concertada con Carboni en el hotel Hyde Park. «La razón era, y usted lo sabe muy bien, que Calvi deseaba un encuentro fuera del hotel, y no en el interior, porque temía por su vida.» Manuela Kleinszig lo negó.

Carman se refirió también a una intervención del juez instructor según la cual no existían sospechas sobre Carboni. «Nunca he insinuado que, si Calvi fue asesinado, Carboni estuviera físicamente implicado. El que conociera el hecho es otra cuestión.»

Tras la decisión de Calvi de huir de Italia, los acontecimientos se precipitaron. Viajó de Roma a Venecia en avión y, desde allí, a Trieste. Vittor le condujo a Yugoslavia y después a Klagenfurt, en Austria, donde se reunió con Michaela Kleinszig, novia de Vittor y hermana de Manuela.

El grupo, Manuela incluida, se trasladó a Innsbruck y a continuación a Bregenz, en la frontera austro-suiza. Allí un amigo de Carboni, Hans Kunz, tenía alquilado un avión que condujo a Vittor y a Calvi desde Innsbruck hasta Londres, donde, tras una corta estancia en Amsterdam, se reunieron con ellos las hermanas Kleinszing. En el vuelo a Londres Vittor y Calvi se presentaron como directivos de la empresa automovilística Fiat. Pasaron las aduanas sin problemas.

Los dos hombres tomaron un taxi hasta la «vivienda segura» que había alquilado Kunz en Sloane Avenue. Era un piso oscuro situado en el bloque de apartamentos Chelsea Cloisters. Aunque a Calvi no le gustó el lugar, Vittor declaró que parecía más animado.

Al día siguiente, ambos hombres se reunieron con Carboni y las hermanas Kleinszig, que acababan de llegar de Amsterdam, en el hotel Hilton International de Park Lane. Calvi se negó a entrar en el hotel, temiendo bien por su vida, bien ser reconocido. Por tanto, los tres hombres y las dos mujeres estuvieron paseando por Hyde Park. El banquero se quejó de su situación y Carboni se comprometió a encontrarle un piso más adecuado.

Al día siguiente, el estado de ánimo de Calvi cambió radicalmente. Vittor declaró que parecía angustiado. Me «confesó que había hablado con su hija para decirle que se fuera a América.» El guardaespaldas pasó la mañana de compras con las dos hermanas.

En la vista Carboni manifestó que durante la mañana del jueves había estado buscando piso para Calvi, aunque no pudo demostrarlo. Aseguró haber estado en distintas direcciones, pero en ninguna de ellas recordaban su visita del jueves.

Después de su expedición matutina, Vittor volvió a Chelsea Cloisters a la hora del almuerzo y pasó la tarde con su cada vez más nerviosa carga. Se confirmó que Vittor había telefoneado por lo menos veinte veces para saber si todo se desarrollaba normalmente durante su ausencia. Antes de entrar en la vivienda tenía que llamar tres veces con los nudillos. Calvi no perdía de vista la única llave que tenían.

A media tarde Vittor bajó a un restaurante cercano donde Manuela y Michaela mataban el tiempo. Para aliviar su aburrimiento, fueron los tres al pub Queen’s Arms, donde pasaron algunas horas más. De vuelta a casa, el guardaespaldas se entretuvo viendo un partido de fútbol por televisión, mientras Calvi, angustiado, hablaba reiteradamente por teléfono.

En la investigación se supo que Calvi había bajado al Queen’s Arms alrededor de las nueve de la noche. Las hermanas Kleinszig, enojadas por haber estado solas toda la tarde, comentaron que parecía inquieto y deprimido y preguntó por Carboni en varias ocasiones. Por otra parte, negaron enérgicamente conocer el temor de Calvi a perder la vida.

Silvano Vittor fue una de las últimas personas que vio al banquero con vida. Carboni volvió por fin a Chelsea Cloisters a las once de la noche. Llamó por el telefonillo interior y les rogó que bajaran. Calvi se negó. Según declaró el guardaespaldas, «Calvi dijo que no tenía ganas. No recuerdo si ésas fueron sus palabras exactamente, pero algo así como que no se sentía capaz.» Ninguno de ellos estaba dispuesto a admitir que el banquero ya no confiaba en su socio.

Vittor bajó entonces a reunirse con él y las dos jóvenes. Estuvieron charlando en el hall y Carboni dijo que pasaría la noche en el hotel Sheraton, cerca de Heathrow. Llamó un taxi y se marchó.

Según se probó en la sala, las Kleinszig se fueron con él. Manuela, su novia, insistió en que pasaron la noche juntos. Para defender su aserto ante Carman, el abogado de la familia Calvi, la joven exclamó entre contrariada e indignada: «Usted puede ser un abogado excelente, con treinta años de experiencia, pero yo estoy aquí por primera vez en mi vida. No le será difícil acosar o irritar a una chica joven.»

Después de despedirse del trío que salió en dirección a Heathrow, Vittor, según su declaración, volvió al piso a medianoche. Subió al apartamento 881 y llamó tres veces, tal y como habían convenido. No obtuvo respuesta.

Insistió e incluso llamó a Calvi a grandes voces, creyendo que se había quedado dormido. Bajó a recepción y pidió al encargado la llave maestra. Michaela Kleinszig declaró que Vittor le dijo más tarde que pensaba que Calvi había salido repentinamente para ir a cenar con alguien. Al cabo de un rato el encargado le entregó, con pocas ganas, una segunda llave.

Aunque entre la declaración de Vittor y la posterior de Carboni desde la prisión se detectaron muchas incongruencias, el único testigo independiente que las contradijo de un modo terminante fue el encargado de Chelsea Cloisters. Afirmaba que Vittor no volvió hasta la 1 ó 1,30 de la madrugada aproximadamente.

Una hora de discrepancia puede ser el resultado de un fallo de memoria por parte de algún testigo. Sin embargo, durante esos minutos cruciales Roberto Calvi, voluntaria o involuntariamente, comenzó su última jornada fatal.

Vittor se acostó preocupado por la ausencia de Calvi, suponiendo que volvería pronto. Era consciente de la inutilidad de salir en su busca ya que no tenía idea de dónde podía estar ni con quien.

A la mañana siguiente descubrió horrorizado que no había vuelto. Confesó que había sentido pánico. Sin dejar ni siquiera una nota de explicación, se fue a Heathrow y tomo el primer avión hacia Viena.

El comportamiento de Carboni ese día fue igual de sorprendente. Como no recibiera respuesta de Chelsea Cloisters, se puso en contacto con unos antiguos amigos, los Morris, que vivían cerca de Heathrow. Pidió a la hija menor de éstos que le sirviera de intérprete y Odette, una joven de 21 años, aceptó.

Carboni se alojó en un hotel próximo a Chelsea Cloisters y rogó a Odette que fuera a entregar a Vittor una carta escrita de su puño y letra, pero firmada con el seudónimo de Odina. La nota decía: «Querido SHvano: Vittor, he telefoneado repetidas veces sin obtener respuesta. Por favor, dime dónde puedo reunirme contigo y llama inmediatamente a Aldi y a Vitti.»

Al tratar de explicar tan extraños comportamientos, Odette Monis declaró que ella se limitó a hacer lo que le pedían. Refiriéndose a Carboni añadió: «Era obvio que no quería aparecer por allí.»

Carboni alegó que se enteró de la muerte de Calvi a última hora de la tarde y que sintió «pavor». Después de pasar la noche con los Morris, tomó un avión hacia Edimburgo en compañía de Odette. A primera hora de la mañana Hans Kunz lo recogió y ambos se marcharon a Suiza.

Carboni y Kunz no pudieron declarar como testigos en la segunda investigación judicial. Independientemente de las pruebas que los relacionaban con los últimos movimientos de Calvi, es difícil ajustar las piezas que ellos representaban en aquel rompecabezas. Aunque los resultados de la investigación no implicaban ni a Vittor ni a Carboni en la muerte de Calvi, se descubrieron algunos hechos sorprendentes.

Poco después de la muerte del banquero, Carboni ingresó un millón de libras en la cuenta de un banco privado a nombre de su novia Manuela Kleinszig. La joven, que manifestó ignorar la suma exacta, dijo que era una demostración de respeto y del cariño de Calvi hacia ella.

También fue sorprendente el hecho de que Calvi apareciera con el bigote afeitado. Carboni insistía en que, cuando se reunieron en el hotel Hilton International, ya no lo llevaba. Vittor, sin embargo, que lo acompañó durante los últimos días de su vida, afirmaba que se lo afeitó la mañana del 17 de junio. Si decidió quitárselo o lo hicieron sus asesinos continúa siendo una incógnita.

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Flavio Carboni

Calvi conoció a Carboni, un acaudalado terrateniente sardo, en el mes de agosto de 1981, en una fiesta en el yate de este último. El estilo de vida del brillante sardo era absolutamente opuesto al del discreto Calvi: coches veloces, una vida social agitada y varias amantes. Aquel magnate de 50 años alardeaba de sus relaciones con ministros del gobierno, con masones importantes y con los bajos fondos. Uno de sus socios de este turbio ambiente era Danilo Abbruciati, que murió de un disparo cuando intentaba asesinar a Roberto Rosone, el consejero delegado del Banco Ambrosiano, en abril de 1982.

Calvi quedó deslumbrado con las promesas de Carboni de proporcionarle contactos que le darían acceso al poder. Carboni alardeó también de poder concertar entrevistas de Calvi con altos personajes de la Curia vaticana y con dirigentes de diversas organizaciones católicas. En correspondencia, Carboni fue generosamente retribuido por Calvi. Posteriores investigaciones revelaron que 14 millones del dinero del Banco Ambrosiano habían ido a parar a una cuenta personal suiza a nombre de Carboni y de su novia, Manuela Kleinszig.

Carboni no se presentó en las investigaciones judiciales que se celebraron tras la muerte de Calvi, aunque fue una de las últimas personas que lo vio con vida. Aun se desconoce el papel que jugó Carboni, el hombre que organizó el viaje del banquero a través de Europa, en todo el asunto. Lo que sí se descubrió es que, al poco tiempo de la muerte de aquél, depositó 530.000 dólares a nombre de Ernesto Diotavelli, otro de sus contactos con los bajos fondos.

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Veneno y parálisis

En la segunda investigación se insinuó que Calvi pudo estar drogado y, por tanto, no ofreció resistencia a sus asesinos.

Si le suministraron una fuerte dosis de curare, sufriría una parálisis total y sus enemigos hubieran podido trasladarlo fácilmente. El curare es una droga utilizada en el ambiente médico como relajante muscular y se emplea habitualmente en la cirugía abdominal. Es un anestésico poderoso que surte profundos efectos, por lo que debe administrarse en dosis muy reducidas.

Esta droga se obtiene de la corteza de unas plantas de la familia de las strychnos. A este género pertenece la estricnina, un veneno que también se extrae de ellas.

Los indios sudamericanos la emplean en su estado original impregnado con ellas la punta de las flechas destinadas a la caza.

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El enigma de Blackfriars

En la segunda investigación se fijó la hora de la muerte de Calvi antes de las dos de la mañana. Según este dato, los especialistas llegaron a determinadas conclusiones que contradecían la teoría del suicidio, elaborando al tiempo una alternativa extraordinariamente ingeniosa en medio de su simplicidad

El estudio de los niveles de flujo del Támesis durante la noche de la muerte de Calvi niegan la teoría del suicidio.

El tablazón de madera que Calvi tuvo que recorrer estaba sumergido la noche de la muerte.

Pudo haber trepado hasta la parte superior del andamio, pero los ladrillos que llevaba consigo, el vértigo que padecía y su edad lo hacen improbable.

Lo más probable es que Calvi fuera asesinado. Pero ¿cómo?

El procedimiento más fácil para llegar a la barra del andamio de donde pendía el cuerpo de Calvi a las dos de la mañana era acceder desde el río mismo.

Por otra parte, el nivel del río permitía que una barca pequeña navegara al pie del andamio.

Desde dicha barca se alcanzaba fácilmente el segundo tubo del andamiaje.

Si Calvi estaba drogado, habría sido relativamente sencillo rodearle el cuello con una cuerda y dejarle medio flotando.

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VEREDICTO FINAL – Balanceándose en el vacío

En la segunda investigación surgieron nuevas pruebas que sugerían una siniestra versión de los hechos. Pero continúa siendo un misterio lo que realmente le ocurrió a un hombre arruinado por su propia ambición.

Las últimas horas, los últimos minutos de la vida de Roberto Calvi, siguen siendo un enigma, aunque los escasos hechos averiguados sugieren que el banquero se encontró con su extraño e ingeniosamente maquinado destino.

En la primera investigación se determinó la hora de la muerte de Calvi entre las dos y las seis de la mañana. En la segunda, ciertos datos la fijaron cerca de las dos. Laurence Ekblom, un veterano ingeniero hidrográfico con treinta años de experiencia en estudios sobre el Támesis, proporcionó datos veraces sobre la altura exacta que alcanzaban las aguas cuando se descubrió el cuerpo muerto de Roberto Calvi colgando sobre ellas.

La autopsia reveló que el cuello de Calvi no había sufrido los daños que se hubieran producido en el caso de una «caída libre» en el vacío. Parecía más apropiada la suposición de que el agua había frenado dicha caída. Según Ekblom, el nivel del agua a las dos de la mañana hacía posible aquella teoría. Tampoco había tragado agua, lo que indicaba que la cabeza había permanecido encima de ella. Confirmaba esta tesis tanto el nivel del agua en el momento de la muerte como el hecho de que los documentos que aparecieron en el bolsillo de la americana de Calvi estaban empapados.

Los relojes que llevaba el banquero sirvieron para confirmar el momento exacto de su muerte. El de la muñeca no se presentó como prueba en la primera instrucción. Estaba muy oxidado y marcaba la 1,52. El otro apareció en el bolsillo interior de la americana; estaba averiado y señalaba aproximadamente las seis de la mañana.

Ahora que estaba definitivamente fijada la hora de la muerte, la teoría del suicidio de Calvi fue haciéndose cada vez más débil. Para empezar, en aquellos momentos la plancha de madera sobre la que se suponía había caminado para llegar al andamio estaba cubierta por agua.

Su otra única opción habría sido la de trepar por los tubos del andamiaje. Esto hubiera supuesto un gran esfuerzo incluso para un hombre atlético tres veces más joven que él. No se podía decir que, con 62 años, Calvi se encontrara en plena juventud. Además, padecía de vértigo y no sabía nadar.

Las pruebas en contra del primer veredicto no terminaban allí. George Cannan, el representante de la familia Calvi, se había referido a aquellos ejercicios gimnástiscos como «curiosas maniobras». Más curiosas aún si se tenían en cuenta los ladrillos embutidos en los bolsillos, que pesaban más de seis kilos.

Se pudo comprobar que aquellos ladrillos procedían de una obra que se estaba realizando a unos 275 metros hacia el sur del río. Uno de ellos estaba metido en la parte anterior de los pantalones. No quedaba ya más que la inverosímil posibilidad de que la víctima hubiera recorrido todo aquel trecho en tan absurdas condiciones.

Esta posibilidad implicaba que Calvi se hubiera izado hasta el andamiaje y se hubiera metido el ladrillo en el pantalón, abrochándose después. Todo esto antes de lanzarse a la muerte. Para realizar su hazaña, tendría que haber sido un hombre hábil y fuerte. Era bien sabido que en un dedo de la mano tenía una llaga que cubría habitualmente con esparadrapo. Cuando se encontró su cadáver no lo llevaba y la herida no se había agravado.

Además, el bolsillo de la americana en el que se suponía que había llevado el ladrillo estaba ocupado con dos pares de gafas en perfectas condiciones. Si a ello añadimos la cuerda y la dificultad de anudarla con los dedos helados por el frío de la madrugada, su hazaña era comparable a las del legendario Harry Houdini.

Aunque habría podido suicidarse con aquel procedimiento, no parece que tuviera que llegar a esos extremos, ya que entre sus pertenencias apareció un envase lleno de pastillas tóxicas.

La certeza del suicidio se iba, pues, desvaneciendo, pero era difícil demostrar que el fin de Calvi había sido aún más siniestro. La familia declaró que en las últimas semanas Calvi temía por su vida y a menudo llevaba un arma consigo. Un hombre desquiciado seguramente se habría pegado un tiro.

Carman formuló una nueva teoría. Una barca pequeña ocupada por Calvi y sus agresores pudo acercarse al puente de Blackfriars. En la madrugada del 18 de junio la altura del agua alcanzaba los dos metros; un hombre de pie pudo colgar la cuerda de la segunda barra del andamio. El cronometraje era perfecto. La patrulla de vigilancia abandonó el puente a la una de la mañana. La siguiente no llegaría hasta las cuatro.

El patólogo declaró que no había restos de droga en la sangre del muerto. Sin embargo, los expertos en toxicología manifestaron que la aplicación de una mascarilla impregnada de cloruro de etilo podía privar de conocimiento varios minutos sin dejar huellas. La cara de Calvi estaba perfectamente afeitada cuando la policía descolgó el cadáver. Al eliminar el bigote, minimizaban la posibilidad de detección de cualquier droga.

Uno de los especialistas que actuó en el caso fue el doctor Roy Goulding, el primer director de la Unidad Nacional de Toxicología en el hospital Guy de Londres. Sugirió que, una vez inconsciente, Calvi recibió una inyección de un producto tipo curare.

Podía explicar la ausencia de huellas del pinchazo. El doctor Goulding se aplicó dos inyecciones para demostrar su aserto. Diez horas después, sus colegas no hallaron ninguna huella en su cuerpo.

El 27 de junio de 1983, para descanso de la familia Calvi, aunque no para su completa satisfacción, el jurado se inclinó por un veredicto abierto. A pesar de que se habían aclarado muchos detalles sobre los últimos momentos de Calvi, quedaba un trasfondo incompleto y confuso. Bruce Kitchen, el director de la investigación, admitió más tarde que si se hubiera dado a conocer todo el pasado de Calvi y sus asociados, el veredicto habría sido de asesinato.

Hay que admitir que los motivos para el suicidio de Calvi eran evidentes: había sido acusado de transacciones monetarias fraudulentas y «habían desaparecido» de su banco 1,4 billones de dólares. Un día antes de su muerte, el Consejo de Administración del Banco Ambrosiano le había privado de sus omnímodos poderes.

Los motivos para el asesinato eran aún más convincentes. Aunque desde un principio los delitos financieros de Calvi eran graves, no implicaran necesariamente una sentencia de prisión. Por otra parte, su familia manifestó que Calvi se había sentido extraordinariamente nervioso por su propia seguridad y la de los suyos antes del viaje a Londres.

Las conversaciones que mantuvo con su hija Anna son sumamente esclarecedoras. Seis días antes de salir de Italia, el 15 de junio, la llamó: «Me marcho a un lugar donde podré trabajar sin que me interrumpan.» Después se puso de nuevo en contacto con ella y le habló de que estaba tratando de resolver un grave problema: «Un problema con el Vaticano; este problema tengo que tratar de resolverlo con el Vaticano.»

Profundamente preocupado, insistió en que aquel asunto suponía una enorme cantidad de dinero. Anna declaró en el interrogatorio: «Me quedé impresionada porque me dijo que hay gente dispuesta a matar por esa suma».

Antes de que su padre se marchara a Londres, su hija sorprendió una conversación mantenida con Carboni. Calvi le decía: «Dígales a todos que estoy harto y no quiero que las cosas sigan así… Dígales que si no hacen lo que yo quiero, diré lo que sé de todos ellos».

Al ser interrogada Clara Calvi sobre el miedo que sentía su marido ante determinadas personas importantes y poderosas, ésta respondió: «Estaba muy asustado, mucho, mucho.» Negó que su marido fuera capaz de suicidarse. Admitió también que todavía pensaba que su propia vida estaba en peligro.

Ni en la primera investigación ni en la segunda salieron a relucir detalles de la conexión de Calvi con la Mafia o su pertenencia a la ahora dispersa Logia Masónica P2. Aunque la policía británica y las dos investigaciones prestaron poca atención al hecho, había cierta semejanza entre la muerte de Calvi en el puente de Blackfriars y algunos ritos masónicos. En ciertas ceremonias de iniciación se coloca un lazo alrededor del cuello del nuevo masón. El distintivo de la Logia Masónica P2 es un fraile negro. Los ladrillos ásperos y rotos también tienen un significado: representan al «profano», es decir, en lenguaje vulgar, al no masón. Las bóvedas y las escaleras son también símbolos importantes en los rituales de la secta.

En la Inglaterra medieval las sentencias por traición conllevaban un castigo masónico, especialmente el de «atarlo a un poste durante dos crecidas del flujo del río». Si Calvi hubiera sido descubierto tres horas más tarde, su cuerpo habría sido inundado dos veces en el transcurso de doce horas.

En el informe de la segunda investigación Carman, el abogado de la familia Calvi, afirmó: «Sabemos que Calvi murió asesinado a manos de alguien». Y continuó: «Somos absolutamente incapaces de decir quién es ese alguien… pero existen pruebas irrefutables de que o fue encargado de hacerlo o se vio obligado a matar».

Aunque los tribunales italianos declararon en 1989 que Calvi había sido asesinado, nadie ha podido, hasta este momento, determinar con certeza quiénes fueron los autores del crimen.

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El maletín de Calvi

Cuando Calvi tomó un avión hacia Londres, llevaba consigo un maletín negro repleto, al parecer, de documentos secretos, llaves de cajas de seguridad y material a propósito para hacer chantaje. Lucía las insignias RC grabadas en oro.

El maletín desapareció en algún momento, en algún lugar. Flavio Carboni, que acompañó al banquero en sus últimos días, aseguró que Calvi lo tenía en su poder durante su estancia en Londres. Otros dicen que lo perdió o se lo robaron en Yugoslavia.

En 1986 reapareció en manos del miembro del Parlamento Italiano, el senador Giorgio Pisano, de filiación derechista. Dijo que se lo había comprado a unos desconocidos por 23.000 libras.

Se abrió ante las cámaras y en su interior aparecieron 23 llaves, dos pasaportes diplomáticos nicaragüenses, un certificado de garantía de un brillante, una tarjeta postal de la catedral de Milán, algunas fotos familiares y varias cartas.

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El veredicto italiano

En enero de 1989, seis años y medio después de la muerte de Calvi, un Tribunal italiano dictaminó que el banquero habla sido asesinado. Los tres jueces descartaron la posibilidad de suicidio al final del pleito que la mujer de Calvi, Clara, entabló con la compañía de seguros a la que exigía 3,5 millones de libras.

Los jueces sospecharon que a Calvi lo llevaron en una barca al puente de Blackfriars, lo estrangularon y luego colgaron su cuerpo de las barras del andamio. Después de considerar las pruebas obtenidas tras la reconstrucción del crimen con la ayuda de dos acróbatas, se comprobó que el cuello de Calvi no mostraba las huellas propias de un ahorcado. La autopsia demostró que no había ruptura de los cartílagos, lo que sugería que el banquero habla muerto con anterioridad.

Esto contradecía las conclusiones de Keith Simpson. Este forense opinaba que las dos marcas que mostraba el cuello de Calvi habían sido producidas por la cuerda que lo rodeaba y por el peso del cuerpo al caer en el vacío, lo cual confirmaba su versión del suicidio.

La policía británica afirmó que el veredicto se basaba únicamente en conjeturas. Por otra parte, en abril de 1989, uno de los personajes centrales del asunto, Licio Gelli, en una entrevista televisada, expresó su convicción de que a Calvi lo habían «suicidado» o, lo que es lo mismo, lo habían asesinado.

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Conclusiones

Desde que en 1983, tras la segunda investigación se declaró el veredicto abierto, el asunto Calvi, o caso Calvi, ha ocupado con frecuencia los titulares de los medios de comunicación.

En mayo de 1987 dos especialistas reprodujeron la muerte bajo el puente de Blackfriars a petición de la señora Calvi, en el pleito que ésta mantenía con la compañía de seguros.

En noviembre de 1983, Sindona escribió a Clara Calvi desde la prisión de Otisville, en Nueva York. En su carta expresaba su esperanza de que la familia «adoptara el silencio apropiado» sobre la muerte del banquero.

En febrero de 1984, Bettino Craxi, entonces primer ministro, hizo unas declaraciones acerca de la segunda investigación sobre la muerte de Calvi. Opinaba que Licio Gelli no era más que un títere a las órdenes de los miembros más poderosos de la P2 y que la muerte del banquero habla sido probablemente planeada por asesinos «conectados con la Logia».

En diciembre de 1984 Ugo Niutta, un encumbrado industrial italiano socio de Roberto Calvi, apareció muerto en su habitación de un hotel londinense. El aparente suicidio del magnate adquirió tintes siniestros cuando se llegó a saber que había sido administrador de la P2.

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Fechas clave

  • 1968 – Roberto Calvi conoce a Michele Sindona.
  • 1971 – Roberto Calvi conoce al arzobispo Marzinkus.
  • 1975 – Roberto Calvi es nombrado presidente del banco Ambrosiano.
  • 1978 – El banco Ambrosiano investigado por el Banco de Italia.
  • 1979 – Detención del investigador del Banco de Italia.
  • 17-03-81 – La lista de nombres de la P2 incluye el de Roberto Calvi.
  • 20-05-81 – Detención de Roberto Calvi.
  • 10-06-81 – Comienza el juicio.
  • 20-07-81 – Roberto Calvi es condenado a cuatro años de prisión.
  • 02-06-82 – El arzobispo Marzinkus se niega a hacerse cargo de las deudas del Banco Ambrosiano.
  • 11-06-82 – Roberto Calvi huye de Italia.
  • 15-06-82 – Calvi y Vittor se alojan en Chelsea Cloisters.
  • 16-06-82 – Calvi y Carboni se reúnen en Hyde Park.
  • 17-06-82 – El Banco Ambrosiano despoja a Calvi de sus poderes. La secretaria de Calvi se suicida. Calvi desaparece de Chelsea Cloisters.
  • 18-06-82 – Aparece el cadáver de Roberto Calvi ahorcado bajo el puente de Blackfriars.
  • 23-07-82 – Primera investigación judicial sobre la muerte de Roberto Calvi.
  • 26-08-82 – El Banco Ambrosiano se declara en quiebra.
  • 13-11-82 – Incineración del cuerpo de Roberto Calvi en Drezzo, Italia.
  • 29-03-83 – El lord jefe de justicia Lane anula el veredicto de suicidio de la primera investigación.
  • 13-06-83 – Juicio de la segunda investigación.
  • 27-06-83 – El resultado de la instrucción concluye en un veredicto abierto.
  • 26-06-89 – Los tribunales italianos lo transforman en veredicto de asesinato.

 


VÍDEO: BLU NOTTE – «IL BANCO AMBROSIANO E IL CASO CALVI» (ITALIANO)


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