
Asesinato en el Vaticano
- Clasificación: Asesino
- Características: Según algunas versiones, Tornay mantenía una relación homosexual con la víctima y padecía humillaciones jerárquicas
- Número de víctimas: 2
- Fecha del crimen: 4 de mayo de 1998
- Fecha de nacimiento: 1975
- Perfil de la víctima: Alois Estermann, de 44 años de edad, y su esposa, la venezolana Gladys Meza, de 43
- Método del crimen: Arma de fuego
- Lugar: Vaticano, Ciudad del Vaticano
- Estado: Oficialmente, se suicida disparándose el mismo día
Índice
Cédric Tornay
Última actualización: 23 de enero de 2016
Alois Estermann (29 de octubre de 1954 – 4 de mayo de 1998) fue un oficial principal de la Guardia Suiza Pontificia quien murió asesinado en su apartamento en la ciudad del Vaticano.
Estermann era nativo de Gunzwil, en el Cantón de Lucerna. En 1998 fue nombrado como Comandante de la Guardia Suiza Pontificia.
Según declaraciones oficiales del Vaticano, Estermann y su esposa venezolana, Gladys Meza Romero, fueron asesinados en 1998 por un joven guardia suizo, Cédric Tornay, que después se habría suicidado.
Estermann, excomandante sustituto de la Guardia Suiza, había sido confirmado en su cargo ese mismo día. Tornay anteriormente había sido reprendido por faltas a la disciplina, y había sido pasado por alto para una medalla habitualmente concedida a los guardias después de tres años de servicio.
El Papa Juan Pablo II en persona ofició la misa en el funeral de Estermann.
Teorías de conspiración sobre su muerte
El homicidio ha dado lugar a teorías sobre las razones de su asesinato.
- Según el libro L’Secret Agent du Vatican (2004), por el periodista Victor Guitard, Markus Lobo, exnúmero 2 de la Alemania Oriental de la policía secreta Stasi, declaró que Estermann había sido un agente de la Stasi desde 1979.
- De acuerdo con un artículo editado por Fabio Croce, los tres fueron asesinados por un asesino del Vaticano, debido al profundo conocimiento de Estermann de los tráficos del pequeño estado. Según el libro Poteri forti de Ferruccio Pinotti, Estermann en 1981 viajó varias veces a Polonia para coordinar la llegada de material desconocido desde Escandinavia para apoyar la organización anticomunista polaca Solidaridad.
- El texto «Bugie di sangue en el Vaticano» (1999), escrito supuestamente por «un grupo de eclesiásticos del Vaticano», apoya la hipótesis de que Estermann era la guardia personal del Papa, y que fue asesinado en el transcurso de una supuesta lucha entre el Opus Dei y fracciones masónicas dentro de la jerarquía del Vaticano, ambos tratando de anexarse la Guardia Suiza.
- El periodista británico, John Follain, realizó extensas entrevistas con testigos clave de los asesinatos como base para su libro, City of Secrets: The Truth behind the murders at the Vatican (Ciudad de Secretos: La verdad detrás de los asesinatos en el Vaticano) (2006). Follain desestima especulaciones de que Estermann, su mujer, y Tornay fueron asesinados por terceros o que Estermann haya sido un espía del gobierno de la antigua Alemania del Este. La investigación de Follain indicó que Cédric Tornay, efectivamente, mató a su comandante, y a la esposa de su jefe antes de dispararse a sí mismo. Tornay encontró arcaico el funcionamiento de la Guardia Suiza y estaba resentido por la dominación del contingente alemán suizo mayoritario. Tornay se habría vuelto hacia Alois Estermann por afecto, pasaron por una breve relación homosexual. Su relación se habría deteriorado en acrimonia al enterarse Tornay de que Estermann lo había traicionado con otro guardia. Los estrechos vínculos de Estermann con el Opus Dei, y su negativa final a adjudicar la Medalla de Servicio Benemérito por 3 años de servicio habría llevado a Tornay a una mayor frustración y a la decisión final de matar a Estermann.
- En noviembre de 2011 el abogado de la madre de Tornay escribió una carta abierta al Papa Benedicto XVI para reiterar la solicitud de documentos relacionados con el caso, poniendo en duda la versión oficial.
Asesinado en el Vaticano el jefe de la Guardia Suiza, que acababa de ser nombrado por el Papa
Lola Galán – Elpais.com
5 de mayo de 1998
El comandante y su esposa murieron por los disparos de un cabo, que se suicidó después.
Alois Estermann, de 44 años de edad, apenas nombrado ayer mismo comandante de la Guardia Suiza por el papa Juan Pablo II, fue hallado muerto horas después en las dependencias que ocupaba en la Ciudad del Vaticano junto a su esposa y al cabo del cuerpo. El sangriento episodio del que en el Vaticano no existen precedentes, al menos en la época contemporánea, provocó una verdadera conmoción en la Santa Sede.
Los cadáveres de Estermann; su esposa, la venezolana Gladys Meza, de 43, y el cabo, Cédric Tornay, de 23, fueron hallados vestidos por una vecina al filo de la medianoche, tendidos en el alojamiento del flamante comandante del Ejército Pontificio, con heridas de arma de fuego.
El portavoz vaticano, Joaquín Navarro-Valls, atribuyó a un rapto de locura de Tornay el asesinato de Estermann y de su esposa, crimen que coronó suicidándose después. El arma de Tornay fue localizada junto a los cadáveres, a los que les será practicada hoy la autopsia, ordenada por el juez vaticano Luigi Marrone.
El Vaticano reaccionó en un primer momento con gran reserva ante un hecho insólito, ocurrido entre los muros de la Santa Sede de dificilísimo acceso a cualquier persona ajena. Pero la reserva oficial dio paso a las declaraciones de Navarro-Valls en un intento justificado de detener la especulación sobre un suceso que provocó enorme expectación en torno a la Santa Sede.
El único precedente que acudía a la memoria era el del hallazgo del cadáver de Albino Luciani, el papa Juan Pablo I a los 33 días de su elección como sucesor de Pablo VI a la silla de Pedro en 1978.
Las primeras hipótesis sobre el asesinato del recién nombrado comandante de la Guardia Suiza no podían dejar de tener en cuenta el hecho mismo del nombramiento de Estermann, anunciado pocas horas antes de su muerte por decisión de Juan Pablo II. La designación de Estermann, nacido en Gunawill (Lucerna), exmiembro del Ejército suizo que había ingresado en el Ejército Pontificio en 1980, había sido uno de los más difíciles de la historia vaticana.
De hecho, el cargo de jefe supremo de la Guardia Suiza -el único cuerpo de ejército que existe en el Estado Vaticano desde la reforma realizada 1970 por Pablo VI- había permanecido vacante desde noviembre del año pasado cuando se jubiló el último comandante, coronel Ronald Buchs. Finalmente, ayer al mediodía llegó la noticia de la elección de Estermann, que durante todos estos meses había desempeñado las funciones de comandante de la Guardia Suiza de forma interina.
La hipótesis barajada por algunos medios, según la cual el episcopado helvético no veía con buenos ojos a Estermann, quizás por falta de linaje aristocrático, y deseaba a toda costa encontrar entre la nobleza suiza una persona más idónea, resulta cuando menos sorprendente.
Otra de las teorías que han circulado para explicar el retraso del Papa a la hora de cubrir un puesto de máximo prestigio, es que la modesta paga que recibe el comandante de la Guardia Suiza -entre 250.000 y 300.000 pesetas mensuales- y las muchas responsabilidades que debe afrontar, hacen el cargo cada vez menos deseable.
Estermann, apreciado por sus hombres (70 alabarderos, un capellán, y 29 suboficiales), culto (se había diplomado en teología) y políglota (hablaba cinco idiomas entre ellos el español) parecía una elección perfecta sobre todo en el contexto de un papado, el de Juan Pablo II, que ha roto moldes en tantas cosas.
El nombramiento oficial y el juramento del nuevo capitán-comandante tendría que haberse producido mañana, cuando se conmemora la muerte de 127 guardias suizos en el llamado «saqueo de Roma» por las tropas del emperador Carlos I de España en 1527. Una fecha que ha pasado a ser la fiesta por excelencia del Ejército Pontificio, creado en 1506, tres años después de que el Papa Julio II De la Rovere, reclamará a las familias nobles de los cantones suizos, que le enviarán soldados para protegerle.
La Guardia Suiza de hoy sigue vistiendo el fotogénico uniforme de gala que diseñó, dicen, Miguel Angel, en las ocasiones excepcionales. Sigue haciendo uso de las alabardas y de los yelmos de estilo español, pero ya son muy pocos los nobles suizos interesados en formar parte de este cuerpo prestigioso.
Alois Estermann tuvo la oportunidad de demostrar su lealtad al Papa y de intentar al menos cumplir la misión originalmente encomendada a la Guardia Suiza cuando el 13 de mayo de 1981 el terrorista turco Ali Agca atentó contra Juan Pablo II. Estermann se lanzó sobre el Pontífice en un intento desesperado y fallido de protegerle de los disparos de Agca. No lo consiguió, pero desde entonces, el futuro comandante del ejército del Papa debió comprender los peligros que puede encerrar el Vaticano.
¿Crimen «rosa» en el Vaticano?
Rubén Amon – Elmundo.es
27 de enero de 2003
Un libro acusa a miembros del Vaticano de manipular el crimen del guardia suizo de 1998. Dice que este cuerpo está desfasado, lo controla el Opus y abundan los homosexuales
El Vaticano ha encubierto sistemáticamente la verdad de un doble crimen, creó las condiciones de fondo para que se produjera y, además, continúa siendo incapaz de garantizar la seguridad elemental de Juan Pablo II en la sede del palacio apostólico.
He aquí las conclusiones que pueden leerse entre las 300 páginas de La ciudad de los secretos (Ediciones Morrow), de John Follain, cuya aparición en el mercado anglosajón ha servido de excusa y argumento para dar una vuelta de tuerca al escándalo de la guardia suiza.
Sabíamos que un cabo del cuerpo, Cédric Tornay, asesinó al comandante Alois Estermann y a su mujer, Glayds Meza, el 4 de mayo de 1998, pero John Follain ha puesto en entredicho la versión oficial de los hechos, ha denunciado un complot y ha dejado en ridículo a la seguridad pontificia.
Es decir, que el homicidio no se produjo por un raptus de locura inspirado en «la evidencia de los celos profesionales». Tornay mantenía una relación homosexual con el oficial superior, padecía humillaciones jerárquicas y decidió poner en marcha el crimen doble y el propio suicidio cuando Alois Estermann le negó el derecho a una condecoración prometida.
«Fue el desencadenante, el último episodio de una relación tormentosa que, en realidad, pone de manifiesto el funcionamiento grotesco de la vigilancia pontificia. No sólo porque los germanosuizos, en mayoría, como Estermann, tienen sometidos a los francosuizos, como Tornay. También porque el cabo suicida había querido promover inútilmente una serie de reformas en beneficio de la propia seguridad pontificia», explica John Follain mientras ojea vorazmente las páginas de La ciudad de los secretos.
La búsqueda sobre la verdad del crimen ha terminado convirtiéndose en el hallazgo de una realidad aún más sobrecogedora. Y es que Juan Pablo II sobrevive en el palacio apostólico de Roma en condiciones de seguridad lamentables, insuficientes e inconcebibles.
Los guardias suizos, únicos responsables de custodiarlo en casa, no pueden utilizar armas de fuego en horarios diurnos, carecen de preparación específica, realizan pruebas de puntería sólo una vez al año y disponen de una armería esencialmente medieval.
«No podía creerlo, pero es así. Nos encontramos ante un cuerpo de seguridad que no ha evolucionado desde el Renacimiento: la guardia suiza fue fundada en 1506 a instancias del Papa Julio II. Son como los actores de opereta, como los extras de una parodia. Sorprenda o no, carecen de soluciones y de medios para poder reaccionar ante un atentado. El Papa es un objetivo sumamente vulnerable», añade John Follain sin alterar el tono de voz.
¿Ejemplos? En caso de producirse un ataque a la figura de Juan Pablo II, los guardias suizos tienen que atenerse al principio de llevárselo en volandas sobre el propio trono y de intentar alojarlo en un lugar seguro. Así está escrito. Así se hará en caso de urgencia.
Éstas y muchas otras contradicciones explican la voluntad reformista de Cédric Tornay. De hecho, el malogrado cabo suizo -23 años cumplidos- propuso una serie de medidas para convertir la guardia pontificia en un instrumento útil, eficaz y moderno.
Nada que ver con la jerarquía vigente ni con los procedimientos de selección. Sorprenda o no, el capellán del cuerpo tiene la potestad de aprobar las novias de los guardias y les constriñe a contraer matrimonio en un plazo de cuatro años para inculcar los valores tradicionales que implica una buena familia católica.
La recomendación matrimonial, por ejemplo, dio lugar a que Alois Estermann se aviniera a casarse por estricta conveniencia. Los compañeros del cuerpo conocían sus afinidades homosexuales, especialmente Tornay, que mantuvo una relación amorosa con él durante los dos años que precedieron al crimen del 4 de mayo de 1998.
El Vaticano señaló aquella misma noche que el guardia homicida sufría un tumor cerebral, que consumía marihuana regularmente y que ambos motivos, amén de los celos profesionales, precipitaron el asesinato de Estermann, con los síntomas de un rapto de locura.
La investigación se prolongó durante nueve meses, pero el informe oficial definitivo no trajo consigo novedades de peso. «Muy fácil», explica John Follain, «el Vaticano ya había decidido cuál era la verdad y ningún hallazgo ulterior podía cambiarla en modo alguno».
El escritor de La ciudad de los secretos, corresponsal del Sunday Times en Roma, acusa a Joaquín Navarro Valls, portavoz del Vaticano, a monseñor Sodano, secretario de Estado, y al cardenal Re de haber manipulado la investigación del crimen para evitar que trascendiera la relación gay y se supieran las insuficiencias de la guardia.
«Lléveselo de aquí»
El propio Tornay sostenía que una cuarta parte de los soldados de Dios eran homosexuales y criticaba abiertamente los procedimientos de selección. Importaba la apariencia, el físico, el origen familiar, la conciencia religiosa, la disciplina, pero los guardias suizos eran -y son- incapaces de reaccionar a la emergencia de un atentado.
«Tenemos plena constancia de que Estermann era muy allegado al Opus Dei, incluso sabemos que muchas de las reuniones de captación se realizaban en la sede de Villa Tevere, donde está enterrado Escrivá de Balaguer. No es una casualidad: la idea de los soldados de Dios tiene mucho que ver con la sustancia de la guardia suiza», explica Follain, quien no tiene miedo a las descalificaciones vaticanas.
Y es que el escritor británico, autor de un libro sobre la mafia y de otro volumen novedoso sobre la vida del terrorista Carlos, sostiene que la conducta de la Santa Sede se ha llevado por delante los principios procesuales y los estrictamente humanitarios.
Especialmente porque la madre de Tornay tuvo que arreglárselas con un cadáver en descomposición y decapitado -«lléveselo de aquí a Suiza porque no tenemos frigoríficos»- y porque nunca ha tenido acceso a la verdad, a los informes, a los testimonios directos.
La discriminación informativa explica que la señora Muguette Baudat decidiera emprender una batalla contra los molinos de viento. Primero exhumó el cadáver de su hijo y después lo sometió al análisis forense. ¿Conclusión? La madre de Tornay, en contra de la versión de John Follain, sostiene que hubo un cuarto personaje en las dependencias vaticanas y que un asesino misterioso obró el triple crimen.
Se trata de una hipótesis bastante radical que contradice la creencia de que el propio Cédric Tornay hubiera escrito una carta donde pedía perdón y trataba de justificar los motivos del homicidio. No importa, la familia del cabo afirma que existe un complejo tramado delictivo, que el muchacho pudo ser forzado a redactar el testamento y que los hallazgos post morten [post mortem] suscriben la idea de un cuarto hombre (o mujer) en el escenario mortal.
La pistola
De acuerdo con un informe forense paralelo, la violenta extirpación de los incisivos centrales de Tornay «confirma» que una mano ajena le introdujo el cañón de la pistola en la boca antes de apretar el gatillo. Además, la trayectoria de la bala y la mecánica del suceso contradicen que el propio cabo disparase el arma.
«Hemos iniciado una investigación porque nos cuesta trabajo creer que mi hijo fuera un asesino y un suicida», señala Muguette Baudat.«No entendemos por qué no se nos ha facilitado una copia del informe forense pese a haberlo solicitado tantas veces, ni por qué existe una oposición tan fuerte a la idea de reabrir el caso».
La madre del cabo suizo ha decidido recurrir a un gabinete especializado en causas de resonancia internacional. Nada menos que el estudio Brossolet-Verges, cuyos letrados asesoran a Slobodan Milosevic en el Tribunal de La Haya y parecen dispuestos a romper la muralla vaticana en busca de una verdad que parece inaccesible.
De momento, los abogados han encomendado un examen forense alternativo a un especialista de la Universidad de Lausana, Thomas Crompecher, cuyo informe deja en evidencia las conclusiones del Vaticano. No existe la menor constancia de que Cédric Tornay padeciera un tumor, ni puede demostrarse que el miembro de la guardia suiza hubiera utilizado la pistola de trabajo, una Sting 75, para quitarse la vida después de haber cometido el doble crimen.
¿Por qué? El orificio de salida de la bala comprende únicamente siete milímetros, es decir, 2,41 menos de cuantos requieren los proyectiles de una Sting 75. Sin olvidar que esta pistola resulta tan robusta y pesada que no puede accionarse con sólo tres dedos desde la distancia que consta en el informe vaticano.
«No se trata de especulaciones, sino de pruebas», señala el abogado Luc Brossolet. «Tenemos el derecho a confrontar nuestro informe con el del Vaticano. De otro modo nos sentiremos obligados a pensar que detrás de este crimen se hallan otros misterios a los cuales no se quiere dar respuesta. Cédric Tornay fue asesinado».
La Santa Sede dio carpetazo al caso tras nueve meses de investigaciones. Hicieron falta 10 pruebas periciales y el testimonio de 38 personas para «demostrar» la hipótesis menos embarazosa: Cédric Tornay tenía envidia de Alois Estermann, recién ascendido a comandante.
La conclusión no justifica que el subordinado asesinara a la mujer del oficial, Gladys Meza, venezolana, a menos que los celos no hubieran enrarecido una tormentosa relación triangular de la que no existe constancia en el informe vaticano. «Porque estaban vestidos», según explicó Navarro Valls aquel 4 de mayo.
«La responsabilidad del Vaticano es bastante obvia: primero, porque ha creado las condiciones para que se produjera el crimen. Me refiero al hecho de que la guardia suiza sobrevive como un cuerpo desfasado, propicio a los celos, a las humillaciones que ejercen los suizos de origen alemán contra los suizos franceses. En segundo lugar, porque ha procedido sin la menor transparencia. Este libro nunca habría existido si la Santa Sede hubiera contado la verdad», explica su autor con la esperanza de que el libro, un día, también se pueda leer en italiano, sin miedo, en las propias dependencias vaticanas.
Mientras tanto, la guardia suiza parece haber tenido en cuenta algunas de las reformas que propuso Cédric Tornay. Los ascensos ya no están estrictamente vinculados a la edad, se ha adoptado un cierto nivel de profesionalismo y de preparación, incluso han sido admitidos algunos agentes cuyo aspecto se aleja del tradicional estereotipo ario.
Por ejemplo, Dhani Bachmann, de 22 años, nacido en la India, abandonado en un orfanato del norte del país asiático y adoptado por una pareja suiza cuando tenía cinco años. «Los cambios son pocos y pequeños en relación a la importancia que reviste la integridad del Papa», explica Follain. «No olvidemos, además, que existe una rivalidad inconcebible entre los guardias suizos» -los únicos con derecho a custodiar la casa del Papa (palacio apostólico)- «y el servicio de seguridad general, que tiene la prerrogativa de vigilar a Juan Pablo II de puertas para afuera. No cooperan entre sí. Al contrario, se hacen la vida imposible».
Crimen anunciado
El propio Cédric tuvo la oferta de cambiarse de cuerpo y estuvo a punto de aceptarla para reciclarse con los enemigos de la seguridad general. Estaba desorientado, llegó a escribir una carta de dimisión que nunca vio Estermann y que ahora tiene su madre. El documento reviste interés porque menciona las discriminaciones, delata el anquilosamiento del cuerpo y anticipa una cierta premeditación respecto a los crímenes que vendrían más adelante.
De un modo u otro, Cédric Tornay se reconocía forzado a adoptar una decisión traumática que después cristalizaría el 4 de mayo de 1998. Ese mismo día, dejó escrita otra carta de despedida, cuyo contenido sólo fue revelado parcialmente a la prensa.
Nadie dijo a los periodistas, por ejemplo, que el testamento arrancaba con un argumento incriminatorio: «Querida madre, espero que me perdones por lo que he hecho, pero fueron ellos quienes me condujeron a hacerlo», escribió de puño y letra.
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Cédric era un francófono, uno de segunda
Mª Teresa Benítez de Lugo
El ejército más pequeño y más antiguo del mundo -cinco siglos- tiene problemas para reclutar a nuevos miembros. El último comandante en dejar su puesto, el coronel del Estado Mayor del Ejército suizo Pius Segmuller, abandonó por razones familiares el pasado octubre.
Sin conseguir reorganizar este cuerpo que exige que los jóvenes helvéticos sean católicos practicantes, solteros y medir más de 1,80 de estatura. Según el historiador suizo Alain Jacques Tornare, «aunque los candidatos pueden venir de cualquier cantón, la mayoría de ellos proviene de los cantones suizos de habla alemana, donde la religión católica es predominante».
Sólo hay unas pocas excepciones, como en el caso de Cédric Tornay, francófono del cantón de Valais. Además, los comandantes de la guardia pontifical suiza son de lengua alemana y las órdenes están dadas en este idioma debido a una tradición ancestral anterior al nacimiento del Estado suizo actual en 1803 y, por este motivo, muchos francófonos quedan excluidos por no hablar alemán ni someterse al espíritu germánico.
«Los guardias suizos, con su vistoso uniforme diseñado por Miguel Angel, no son decorativos. Son verdaderos soldados que manejan armamento sofisticado y que se rigen por un reglamento militar», continúa Tornare.
Hay grandes diferencias entre los oficiales y los soldados. Ésto últimos tienen un sueldo precario que ronda los 1.000 euros al mes, están obligados a vivir en colectividad y aceptar la ley del silencio.
Muerte en el Vaticano
Mundocriminal.wordpress.com
8 de febrero de 2012
Un crimen, tres cadáveres, dos guardias suizos, Opus Dei y una más que posible relación homosexual. Si a esto añadimos el hecho de que todo transcurre en la ciudad del Vaticano tenemos material más que interesante para una novela de Dan Brown. Pero no, se trata de un crimen real que conmocionó a la sociedad italiana.
Noche del 4 de mayo de 1998 en la ciudad del Vaticano, Alois Estermann, de 43 años de edad y cercano al Opus Dei, acaba de ser nombrado comandante de la Guardia Suiza, el ejército más pequeño del mundo y el cual tiene como función proteger al Sumo Pontífice y la sede de la Iglesia católica.
Pocas horas después en su apartamento se descubren tres cadáveres. Se trata del propio Estermann junto a su esposa, la venezolana Gladys Meza, y el joven miembro de la guardia suiza, el cabo Cédric Tornay, de 22 años y nacido en el cantón suizo de Valais. Según la Santa Sede, «en un arrebato de locura el cabo mató con su pistola a su comandante y a la esposa de éste».
Estermann llevaba 16 años casado con Gladys Meza, venezolana seis años mayor que él, con quien nunca tuvo hijos. Ambos eran miembros del Opus Dei.
Lo truculento del asunto, las víctimas y el hecho de ser miembros de la guardia suiza hace que el crimen despierte rápidamente un gran interés. La explicación dada por la Santa Sede no convence «un arrebato de locura». Bien, pudiera ser, pero incluso esos llamados arrebatos de locura tienen alguna causa que lo motive, no ocurren porque si. Nadie quita vidas sin un motivo. ¿Qué llevó al joven cabo Cédric Tornay a cometer el crimen?
El caso presenta algunas incógnitas a nivel criminológico o de investigación: ¿Por qué sólo se recogen cuatro casquillos si Tornay dispara cinco veces? ¿Por qué la puerta de la vivienda está abierta cuando se descubren los cadáveres? ¿Por qué si Tornay utilizó su arma para suicidarse cayó hacia delante sobre ella, cuando lo más normal es que hubiese caído hacia atrás?
El hecho de que el crimen transcurra e implique a empleados del Vaticano, una institución hermética de por sí, no favorece que se solventen estas y otras cuestiones. Esto propicia que surjan diversas teorías para explicar los crímenes. A continuación vemos algunas de las más extendidas:
-Según el libro Agente secreto en el Vaticano, año 2004, del periodista Victor Guitard, desde 1979 Estermann habría sido un agente de la Stasi (servicios secretos de la República Democrática Alemana) según declaraciones del antiguo nº dos de esta organización, Markus Wolf. Este hecho, aunque fuera cierto, no explica de por sí los crímenes.
-Otra de las teorías habla de una lucha de poder interna en el Vaticano entre el Opus Dei y elementos masónicos con el fin de controlar bajo su mando a la Guardia Suiza. Muy novelesco, Dan Brown cien por cien. Sin comentarios.
-El periodista británico, John Follain, llevó a cabo un intensivo trabajo de entrevistas a testigos claves de los crímenes para documentarse para su libro Ciudad de Secretos: La verdad detrás de las muertes en el Vaticano (2006). En el libro se rechaza la hipótesis de que Estermann, su esposa, y Tornay fueran asesinados por un cuarto sujeto. Todo indica que Cédric Tornay mató a su comandante y a su mujer antes de dirigir el arma contra sí mismo.
La investigación descubrió que la Guardia Suiza se regía por normas muy arcaicas y que existía resentimiento por el trato de favor hacia la facción germano-suiza de la Guardia frente a la franco-suiza. Al parecer existió una corta relación homosexual entre el joven Tornay y Estermann. Esta relación se deterioró en gran medida cuando Tornay descubrió que Estermann había centrado sus atenciones en otro joven guardia. Este hecho, unido al desprecio profesional que sintió Tornay al no serle concedida la medalla por los tres años de servicio, fue lo que motivó el crimen.
La pulcra y puritana versión oficial aseguraba que Cedric Tornay tenía trastornos psicológicos y aquella noche, producto de un agravamiento de su cuadro clínico y el recelo que sintió ante el distinguido logro de Estermann, decidió quitarle la vida al comandante y a su esposa, suicidándose posteriormente.
El caso quedó cerrado cuando al realizarse la autopsia de los tres cuerpos, se encontró un pequeño tumor en el cerebro de Tornay. Un hallazgo muy conveniente, aunque poco creíble como explicación. Aún existiendo ese dudoso tumor sería la primera vez que se considera a una malformación de ese tipo responsable penal de un crimen de semejantes características.
El escritor Massimo Lacchei habla en su libro Verbum Dei et Verbum Gay cómo las relaciones homosexuales eran comunes entre los guardias e incluso entres éstos y obispos y cardenales. Massimo Lacchei junto con otras fuentes refieren que Estermann se había casado por consejo de sus superiores, advirtiéndole que no era posible ascender siendo un adulto soltero. Estermann era conocido por su promiscuidad gay y Tornay pasó a ser uno de sus favoritos. Ambos mantuvieron relaciones regulares durante dos años.
La Guardia Suiza es el ejército de la Ciudad del Vaticano. Fundada el 26 de enero de 1506, está formada por poco más de un centenar de soldados, y se encarga, junto al Servicio Vaticano de la Policía Italiana, de la seguridad de los habitantes de esta ciudad-estado tan especial. Para entrar a formar parte de ella se exigen una serie de requisitos imprescindibles. Entre ellos, ser católico, soltero, tener entre 18 y 30 años, ser ciudadano suizo y de aspecto bien parecido.
Mi opinión es mas favorable a la última teoría, el motivo sexual-pasional. Además de que los indicios apunten en este sentido, es más coherente, normal y racional. Acorde con la teoría de la navaja de Ockham. La explicación más plausible es la que tiene más posibilidades de ser real. No le busquen tres pies al gato ni crean en complicadas y novelescas conspiraciones. El sexo y los motivos pasionales son dos de las tres razones fundamentales en todos los homicidios. ¿Os imagináis cuál es el tercero?, sí, el dinero.
Aunque las mentes ingenuas y bien pensantes crean que el sexo no podría ser un detonante en un entorno como el Vaticano, les aseguro que sí, va en la condición humana. Y no ha sido el único caso. En enero de 1998, por no remontarnos muy atrás en el tiempo, un mayordomo papal llamado Enrico Sini Luzi fue estrangulado en su piso, en una muerte con tintes de venganza homosexual.
La investigación posterior descubrió que de día asistía con devoción al Papa, con sus guantes blancos y su traje de gala, mientras que de noche se relacionaba con chicos de alquiler y formaba parte del submundo de la prostitución homosexual en Roma. Aún no se ha encontrado a su asesino.