
El crimen de los holandeses
- Clasificación: Asesinato
- Características: Intereses económicos
- Número de víctimas: 2
- Fecha del crimen: 13 de mayo de 2013
- Fecha de detención: 26 de mayo de 2013 - Juan Cuenca Lorente
- Perfil de la víctima: Ingrid Visser, exjugadora internacional de voleibol (36 años), y su pareja sentimental, Lodewijk Severein (57)
- Método del crimen: Golpe en la cabeza (traumatismo craneoencefálico)
- Lugar: Molina de Segura, Región de Murcia, España
- Estado: La Audiencia Provincial de Murcia condenó en 2016 a Juan Cuenca y a Valentin Ion a 34 años de prisión, cada uno, como autores de dos delitos de asesinato, y sentenció a Constantin Stan a 5 meses de cárcel por encubrimiento. Posteriormente, el 16 de marzo de 2017, la Sala de lo Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia de la Región de Murcia aumentó de 17 a 20 años y un día la pena impuesta, por cada asesinato, a Cuenca e Ion, y elevó la condena de Stan a 6 meses y un día por encubrimiento
Índice
- 1 Mentiras, dinero, voleibol y un doble asesinato
- 2 Queda libre por el crimen de los holandeses el ex presidente del club de voleibol
- 3 Cuenca: «Danko mató a los dos holandeses en la ‘casa Colorá’»
- 4 El crimen de los holandeses que estremeció a la Región de Murcia busca justicia
- 5 «Juan Cuenca me pidió que volviera a la casa para llevar a los rumanos a Cartagena. Ahora sé que lo que pretendía era enterrarme a mí también»
- 6 El crimen de los holandeses
- 7 Juan Cuenca y Valentín Ion, culpables de dar muerte a los holandeses
- 8 Juan Cuenca y Valentín Ion, condenados a 34 años por el «caso Visser»
- 9 La fiscal recurre la sentencia del caso Visser y pide que se condene a Stan y a De Alba
- 10 Juan Cuenca: «Reitero mi arrepentimiento»
- 11 El TSJ sube a 40 años las penas de cárcel para Cuenca e Ion por asesinar a los dos holandeses
Mentiras, dinero, voleibol y un doble asesinato
Luis Gómez / Javier Ruiz – Elpais.com
1 de junio de 2013
Ingrid Visser tenía dos vidas por delante y un pasado perfecto, inmaculado: el propio de una deportista que había sido 514 veces internacional con la selección holandesa de voleibol. Recién iniciada su segunda vida había logrado por fin quedarse embarazada. Viajó el día 13 de mayo a Murcia, la ciudad donde compartió algún éxito y vio demasiadas mentiras durante dos años, ya en el ocaso de su carrera. Horas después de su llegada fue asesinada. Su cuerpo, mutilado y torpemente enterrado, apareció dos semanas después junto al de su pareja. La policía está convencida de que hay un trasfondo económico en este suceso que ha resucitado un entorno de dinero fácil, negocios sin apellido y personajes turbios alrededor de un equipo de voleibol.
El crimen de los holandeses tiene suficientes ingredientes como para ser recordado durante largo tiempo en Murcia. Los bajos fondos de los años de la burbuja salen a relucir detrás de un club de voleibol cuyos éxitos sirvieron para promocionar la región.
Ingrid Visser fue contratada en 2009 para jugar en el CAV Murcia 2005. Tenía una experiencia en varios países y había jugado en España en el exitoso Tenerife Marichal, donde se adjudicó la Liga de Campeones en 2004. La oferta económica era muy sustanciosa para una deportista que había superado la treintena. El club de Murcia tenía éxito y, sobre todo, parecía nadar en dinero. Era uno de tantos productos nacidos de la burbuja.
El CAV Murcia era un paradigma. Nació en 2005, a golpe de talonario. Su propietario, Evedasto Lifante, un hombre sin formación, había probado suerte en uno de los clubes de fútbol de la ciudad, el Ciudad de Murcia. En ese club era un secundario y quería protagonismo, así que alguien le recomendó que se marchara al voleibol femenino, un deporte donde hay menos competencia y es sencillo crecer con dinero. Primero quiso comprar el club de la ciudad (Club Voleibol Murcia), pero no lo consiguió. Sus exigencias eran poco claras, según testigos de aquella negociación: no quería gestionarlo, solo justificar el gasto de elevadas cantidades de dinero. Compró otra plaza.
Por aquellos años no tan lejanos abundaban los triunfadores salidos de la nada. Toda fortuna repentina estaba justificada. En Murcia, donde más del 60% de los municipios estaban inmersos en casos de corrupción, había costumbre en la materia. Lifante era uno de esos casos. Posaba para sus primeras entrevistas encima de un Maserati, fletaba vuelos chárter repletos de vecinos de la localidad de Barinas, compraba un autobús de lujo, hacía comprar todos los boletos de lotería que se vendían en una localidad simplemente porque había soñado que allí tocaría el gordo. Su gran éxito fue ser entrevistado en el programa de Andreu Buenafuente. Lifante aseguraba que había comprado esa entrevista.
La prensa celebraba sus excentricidades. Las autoridades le obsequiaban por los éxitos que traía para la ciudad, entre otras cosas porque se encargaba de recordar que militaba en el PP desde los 14 años. Era ya un benefactor, un mecenas. Atrás quedaba un episodio que dio que hablar en Murcia. Era propietario de un céntrico bar llamado Pétalos en el que todo el mundo sabía lo que se cocía por dentro, máxime cuando se anunció en los autobuses municipales con la imagen de una mujer desnuda cubierta de flores. No hacía falta insinuar más.
¿De dónde venían sus ganancias? Afirmaba ser el propietario de una cantera de mármol. Y en esos tiempos, mármol, como pariente noble del ladrillo, era sinónimo de mucho dinero.
Mármol. Ahí estaba la presunta fuente de su riqueza. Era una asociación coherente. La cuestión es que nunca perteneció a ninguna asociación de empresarios del mármol, como ha podido verificar este periódico. Nunca le conocieron actividad relevante en ese sector. Su cantera estaba situada en la Sierra de Quibas, próxima a la pedanía abanillera de Barinas, donde reside y ha sido alcalde pedáneo, en un entorno que se le conoce como la Palestina murciana por su escasa humedad y los palmerales. Su cantera hace décadas que no es explotada. Su empresa, Mármoles Sempere, hace años que no está operativa. Como Yacimientos del Mediterráneo, como tantas otras. Los empresarios del sector eran testigos mudos de esa mentira.
Lifante necesitaba una mano derecha para gestionar el club de voleibol. Él quería la fama y una tapadera. Y el hombre elegido fue Juan Cuenca, un hombre joven entonces (28 años), procedente de Valencia y con alguna experiencia en el voleibol. Tenía una empresa de eventos (Universal Events) y se declaraba militante de las Nuevas Generaciones del PP valenciano. Vestía como un ejecutivo, pelo engominado y aire de galán con su voz seductora. Cualquiera que hubiera preguntado por él en el poco poblado mundo del voleibol femenino habría obtenido sus antecedentes. Había dejado un verdadero pufo en un proyecto financiado por la Universidad de Valencia. Y otro más en un torneo de voleyplaya. Con ese currículo, Juan Cuenca fue elegido para gestionar el club de voleibol que iba a ser el asombro de España y media Europa.
Juan Cuenca fue quien fichó a Ingrid Visser. Su modelo de gestión era muy práctico: contrataba jugadoras muy veteranas. Deportistas con oficio que pueden dar un par de buenos años a cambio de dinero e imponer su clase en una liga no muy potente como la española. Cuenca negociaba los contratos. Prometía mucho. Pagar ya era otra cosa.
Visser tenía el salario más alto, superior a los 300.000 euros, y el primer año logró cobrarlo por anticipado. No así el segundo. Como todas las demás compañeras de aquel equipo, se convirtió en acreedora. Visser había tenido varias discusiones con Cuenca, según sus excompañeras, porque había salido en defensa de alguna jugadora a la que habían cortado la luz de su apartamento porque el club no pagaba el alquiler. Jugadoras como Diana Sánchez y Anaebis Fernández, entrenadores como Pascual Saurín o Venancio Costa reconocen impagos y deudas pendientes. La mayoría tuvo un mal final con Cuenca. «Sabíamos que nos engañaba, pero no dejaba de prometernos que todo se arreglaría. Tenía facilidad para convencer a la gente». Una de las jugadoras confiesa que en el club estaba mal vista la crítica: «Te insinuaban que tenías que tener cuidado con lo que decías, que Murcia es muy pequeña». «Cuenca era un mentiroso compulsivo», añade un exentrenador.
Cuenca era el hombre de Lifante. Él ponía las buenas palabras. Y Lifante, que se paseaba por Murcia con un par de escoltas, ponía la pasta. Actuaban coordinados. Lifante ahora niega que usara escoltas a preguntas de este periódico. Como reniega de Cuenca, a quien acusa de haberle estafado.
Por esa razón, cuando la policía detiene a Cuenca, todo el mundo se gira hacia Lifante.
Estos dos personajes estaban ya enterrados en el olvido, una vez que en 2011 se disolvió el club. Cuanto quedaba de su memoria era un reguero de deudas, embargos, requerimientos de pago y multas. Es probable que técnicamente sean insolventes.
No habrían vuelto a la superficie de no viajar Ingrid Visse a Murcia el 13 de mayo y morir el 14 a causa de varios golpes en la cabeza. Ingrid había dicho en casa que viajaba a España a una consulta médica, sin desvelar que ya estaba embarazada de varias semanas porque no quería otro fracaso. Era su segundo intento. Iba con su compañero Lodewijk Severein (57), 20 años mayor que ella, divorciado y con dos hijas. Severein, un hombre de dos metros de estatura, fue entrenador de voleibol. Era considerado por las compañeras como un hombre amable y cariñoso, siempre atento, «que parecía manejar dinero». Nadie ha sabido concretar cuál era su actividad. La portavoz de la familia y un amigo de la exesposa, reconocen no conocer el tipo de negocio al que se dedicaba. «No es relevante», dijo la portavoz. Se le atribuye un beneficio por la venta de una empresa de internet. Participa en la empresa Guna Partners BV, cuya página web se esfumó de la red durante horas tras su muerte, informa Isabel Ferrer. Compartió hace algún tiempo una sociedad en Gibraltar con Cuenca, según algunas fuentes.
La pareja llega a Murcia el lunes 13 de mayo para un viaje de dos días. Alquila un Fiat Panda negro en el aeropuerto de Alicante. Se registra en el hotel Churra. Dejan el coche aparcado en la avenida de Juan Carlos I. A partir de ese momento, desaparecen del mapa. El día 15 no regresan a Holanda como estaba previsto.
Una amiga común de Juan Cuenca y la pareja les conduce a una casa de campo en la pedanía de Fenazar, en Molina del Segura, a unos 20 kilómetros de la capital. Es el inmueble más conocido de la zona. Se le conoce como la Casa Colorá por la pintura de sus paredes. Funciona a modo de casa rural y suele ser alquilado para fiestas y fines de semana. Tiene piscina y una enorme chimenea en el jardín que puede hacer las veces de barbacoa. Dispone de seis habitaciones en su interior. Era una casa demasiado espaciosa para una cita donde, presuntamente, acuden al menos cinco personas: la pareja holandesa, Juan Cuenca y dos rumanos afincados en Valencia que hacen trabajos para éste. Las pruebas forenses prueban que, en esa casa, Ingrid y su compañero recibieron varios golpes en la cabeza hasta morir. Luego, sus cuerpos mutilados fueron introducidos en bolsas de plástico con sosa cáustica para acelerar su descomposición.
La mujer recibió un segundo encargo por mensaje: comprar una radial y sosa. Ella dirigió a la policía hasta ese lugar cuando comenzó a atar cabos. Ahora es testigo protegido en la investigación.
Luego, Ingrid y su novio fueron semienterrados en un limonar, un huerto anexo a una casa en el poblado de Alquería, a unos 40 kilómetros de distancia de la Casa Colorá. No es un lugar discreto: está muy próximo a un cruce de carreteras y a un restaurante y el acceso no es fácil. Según los investigadores, es una de las claves del caso: ¿por qué ese lugar?
La policía cree tener a buen recaudo a los presuntos autores, pero necesita tener la seguridad de que no hay más implicados. Examina los correos electrónicos de la pareja y los enviados por Cuenca y Lifante. Ahora, Lifante manifiesta que Cuenca conocía sus claves y podría haber manipulado su correspondencia. Lifante no ha parado de contaminar el asunto con todo tipo de acusaciones hacia Cuenca, un hecho insólito en un asunto tan grave.
Al crimen de los holandeses le falta un móvil. Eso tiene un riesgo inmediato: sin motivos ciertos, cualquier asesinato entra en el terreno de la especulación.
Queda libre por el crimen de los holandeses el ex presidente del club de voleibol
Europa Press / Agencia EFE – Elmundo.es
2 de agosto de 2013
El ex presidente del Club Voleibol Murcia y actual alcalde pedáneo de Barinas, en Abanilla (Murcia), Evedasto Lifante, acudió este jueves a declarar por su imputación en el proceso que investiga la muerte violenta de los ciudadanos holandeses Ingrid Visser y Lodewjik Severein. Lifante ha sido puesto en libertad por la titular del Juzgado de Instrucción número 5 de Molina de Segura sin medidas cautelares después de desvincularse del doble crimen.
La pareja de holandeses compuesta por la jugadora de voleibol Ingrid Visser se encontraba pasando unos días en Murcia a finales del pasado mes de mayo con la intención de acudir a una clínica de inseminación artificial. Nunca llegaron a la cita. Tras ser denunciada por la profesional sanitaria su desaparecieron [desaparición], sus cuerpos aparecieron semienterrados en una parcela de limoneros. La investigación apuntaba que podrían haber fallecido como consecuencia de un fuerte golpe en la cabeza.
Ante los hechos, Lifante declaró en su día ante la Policía Nacional de Murcia que inició la investigación después de que la familia de Visser también denunciara su desaparición, pero hasta ayer no lo había hecho ante los tribunales.
Lifante fue propietario y presidente del Club Voleibol Murcia 2005, equipo en el que jugó la fallecida y del que era gerente y delegado otro de los imputados que aún permanece en prisión, Juan Cuenca. De hecho, en esta citación se trataba de contrastar las manifestaciones hechas por el ex gerente, que acusó a Lifante de ser quien había planeado los asesinatos.
Se declara «completamente inocente»
La declaración en el juzgado se extendió cerca de 30 minutos y Lifante ha quedado en libertad. La jueza no le impuso ningún tipo de medida cautelar, de forma que no tuvo que pagar una fianza, no se le retiró el pasaporte ni tiene la obligación de acudir periódicamente ante el juzgado, según ha explicado Lifante a Europa Press. El empresario ha rehusado dar información sobre las preguntas que le hizo la magistrada y sobre su declaración, puesto que el proceso se encuentra bajo secreto de sumario y no quiere «perjudicar la investigación».
Su abogado, Fidel Pérez, ha explicado que Lifante ratificó ante la jueza las declaraciones que había hecho anteriormente, y se declaró «completamente inocente». En concreto, dijo a la magistrada que él no tuvo ninguna relación con lo que «hayan podido hacer el resto de implicados».
En cualquier caso, Lifante ha insistido en dar las gracias a la Policía y a la Justicia por su actuación, y ha mostrado su deseo de que el proceso se esclarezca «cuanto antes».
Asimismo, añadió que se sentía perjudicado por Juan Cuenca, al que acusó de que hace unos años llegó a falsificar su firma para poner en venta unas canteras que Lifante posee en la localidad murciana de Fortuna.
El interrogatorio de este quinto imputado se celebró solo en presencia de su defensa y de un representante del ministerio fiscal, ya que por el secreto de las actuaciones no pueden asistir los abogados del resto de imputados.
Los demás imputados continúan en prisión
Por su parte, el letrado de Cuenca, José María Caballero, ha señalado que su defendido continúa en prisión a la espera de que se levante el secreto del sumario para poder tener acceso a las actuaciones judiciales y poder articular así su defensa.
En este caso están también imputados y en prisión C.S. y V.I., dos hombres de nacionalidad rumana detenidos en Valencia junto con Juan Cuenca unos días después de que los cadáveres fueran hallados en una finca ubicada en la pedanía murciana de Alquerías, propiedad de S.A.L, para el que la jueza también decretó la prisión provisional por estos mismos hechos. Así, Lifante se convierte en el quinto imputado tras estos cuatro citados.
Tanto Cuenca como los dos presuntos autores materiales del doble crimen se han negado hasta ahora a prestar declaración en el juzgado al considerar que el secreto de las actuaciones les causa indefensión.
Los hechos se remontan al pasado 13 de mayo
La pareja desembarcó en el aeropuerto de El Altet (Alicante) con la intención de pasar tres días en Murcia. Solo un día después, ambos tenían una cita médica en una clínica de la capital murciana, aunque los motivos de ésta fueron mantenidos en secreto por la familia en todo momento, al entender que no era «relevante» para la investigación.
Ingrid Visser, con 1,90 metros de altura, delgada, rubia y con ojos azul claro, era muy conocida en su país porque había sido una jugadora profesional de voleibol y había representado a Holanda en más de 500 ocasiones en campeonatos, al tiempo que había sido integrante de varios equipos españoles. De hecho, de 2009 a 2011 formó parte del equipo CAV Murcia 2005.
Durante el tiempo que formó parte de la plantilla del CAV Murcia 2005 residió en Murcia con su pareja Lodewijk hasta que, en 2011, ella decidió poner punto y final a su carrera profesional. Después decidieron regresar a Holanda, pero en los últimos dos años han vuelto en varias ocasiones a Murcia para pasar unos días, porque les gustaba la Región y le tienen «cariño».
El 13 de mayo la pareja alquiló un coche en el aeropuerto y se desplazó hasta Murcia, donde se hospedaron en el hotel Churra-Vistalegre. Ese mismo lunes fue el último día en el que se les vio con vida: tras registrarse en la recepción del hotel, volvieron a coger el coche por la tarde y desaparecieron.
La directora de la clínica avisó a la Policía de que la pareja no acudió a la cita. A partir de ese momento, la Policía Nacional entendió que había un motivo para investigar una desaparición y abrió los cauces y protocolos apropiados para su búsqueda.
La investigación condujo a los agentes hasta una vivienda en el municipio murciano de Molina de Segura. Al llegar al lugar, la Policía Científica confirmó que ahí se había cometido un acto violento.
En base a estas pruebas, la Policía procedió a la detención de una persona de nacionalidad española en Valencia, Juan Cuenca, y se averiguó que en una finca de la pedanía murciana de Alquerías podían encontrar más pruebas respecto a la investigación.
Los agentes excavaron la tierra y las primeras pruebas aparecieron a 50 centímetros de profundidad. Más tarde, y a más profundidad, encontraron los restos de dos personas que, según certificaron los investigadores, correspondían a un hombre y a una mujer. Fueron detenidos tres individuos en relación al crimen.
El juzgado de Instrucción número 17 de Valencia ordenó prisión provisional, comunicada y sin fianza para los tres detenidos. Los análisis de ADN confirmaron que los restos mortales se correspondían con los dos holandeses fallecidos, y los estudios forenses determinaron una muerte violenta, idéntica en ambos casos, motivada por traumatismo craneoencefálico.
A finales de junio, los tres detenidos por su presunta implicación en el crimen de la pareja holandesa, volvieron a acogerse a su derecho a no declarar ante la titular del Juzgado de Instrucción número 5 de Molina de Segura, Olga Reverte, quien ratificó la prisión decretada sobre ellos.
Cuenca: «Danko mató a los dos holandeses en la ‘casa Colorá’»
Juan Ruiz Palacios – Laverdad.es
26 de abril de 2014
Juan Cuenca, exgerente del Club Voleibol Murcia 2005 y principal imputado en el crimen de la pareja holandesa formada por la jugadora Ingrid Visser y su pareja, Lodewijk Severein, declaró ayer en el Juzgado de Instrucción número 4 de Molina de Segura que «Danko mató a los holandeses».
Siempre según su versión, el exgerente del Club Voleibol Murcia 2005 aseguró que le pidió a María Rosa Vázquez que fuera a recoger a los dos holandeses a Murcia porque él no tenía tiempo. Ella accedió, y dejó a Visser y a Lodewijk en la ‘casa Colorá’ el lunes 13 de mayo del año pasado. «María Rosa no tiene nada que ver con el crimen», afirmó Cuenca a la juez que instruye el caso, Olga Reverte Villar.
A preguntas de sus dos letrados, Pablo Ruiz y José María Caballero, el principal imputado señaló que el martes 14 por la mañana los holandeses estaban en la ‘casa Colorá’. Allí, Severein le pidió a Cuenca que viajara hasta Valencia «para recoger en el aeropuerto a Dankovich (Danko), un ciudadano de Europa del Este». Una vez que Cuenca lo recogió, lo condujo de vuelta hasta la casa rural de Molina de Segura. «Allí estábamos Danko, Visser, Lodewijk, Valentín, Constantín y yo», aseguró.
Añadió que ese martes por la tarde, Severein, Danko y él fueron hasta el polígono industrial ‘La Polvorista’, «porque sobre las seis de la tarde, más o menos, el holandés y Danko tenían una reunión importante con otra gente. Yo no estuve presente en ese encuentro, ya que me quedé fuera. Cuando ellos terminaron, los tres volvimos a la ‘casa Colorá’, y Constantín se subió a la planta de arriba».
Cuenca, que hasta ayer solo había declarado en dependencias policiales, afirmó que Severein se puso «nervioso» por cuestiones económicas, y que comenzó a amenazarle y a insultarle. En ese momento de la discusión entre Cuenca y el ciudadano holandés, el rumano Valentín Ion intentó mediar, y Severein le dio un golpe. «Después, el holandés sacó una pistola, pero en medio del forcejeo se le cayó al suelo. Fue entonces cuando Visser cogió el arma, pero Danko le propinó un golpe en la cabeza a la jugadora de voleibol». Por su parte, la fiscal pidió que se realice alguna gestión para que se compruebe si en el aeropuerto de Valencia «entró o salió alguien» con el nombre de Danko o Dankovich».
«Nos amenazó»
Cuenca alegó que, una vez que los holandeses estaban muertos, «Danko nos amenazó a los tres -a los dos rumanos y a él-. Nos dijo que si no colaborábamos en hacer desaparecer los cuerpos, mataría a nuestras familias». Según la declaración, al día siguiente, el principal imputado se fue con Constantín a comprar una sierra para descuartizar los cuerpos de la pareja de holandeses. Tras realizar la compra de ese instrumento, el presunto cerebro del crimen le pidió permiso a Danko para volver a Valencia. El ciudadano del Este accedió, con la condición de que al día siguiente volviera a Murcia. Cuenca pensó en el huerto de limoneros de Alquerías, propiedad del también imputado Serafín de Alba, para enterrar los cadáveres de Visser y Lodewijk. «Serafín no sabía nada. Él no tuvo ninguna participación en los dos asesinatos», afirmó, después de explicar que los enterramientos se produjeron el miércoles. La declaración de Cuenca viene a corroborar la versión que ofrecieron en su día ambos ciudadanos rumanos.
Juan Cuenca solicitó declarar voluntariamente a través de sus dos letrados. Seguramente, la comparecencia de ayer fuera el último paso antes de que se cierre la instrucción sobre el ‘caso Visser’. Y es que será un jurado popular el que se encargue de juzgar a los imputados por este doble asesinato.
Relaciones con la mafia rusa
El principal imputado señaló a la juez que Severein tenía relaciones con la mafia rusa y que se encontraba en un mal momento, pues eran evidentes «sus problemas económicos». Cuenca se negó a contestar a a las preguntas de la fiscal y de las demás defensas. Al finalizar la declaración, Melecio Castaño, abogado del rumano Constantín Stan, aseguró que «se ha corroborado lo que manifestó mi cliente, ya que él desconocía lo que iba a ocurrir en esa casa. Sigo insistiendo en que Constantín es inocente, y así lo seguiré manteniendo, porque se encontraba en la planta superior de la casa cuando sucedieron los hechos».
El crimen de los holandeses que estremeció a la Región de Murcia busca justicia
Ana Lucas – Laopiniondemurcia.es
29 de septiembre de 2016
Es posiblemente el crimen más mediático que se recuerda en la Región de Murcia desde que, allá por 2002, una mujer matase a sus dos hijos en Santomera. El caso de los holandeses -primero su desaparición, el posterior hallazgo de los cuerpos y el arresto de los sospechosos- generó una enorme expectación mediática y social, tanto a nivel regional como nacional e internacional.
Desde este miércoles, día 28, cuatro hombres se sentarán en el banquillo para ser juzgados por este asunto. Será en la Ciudad de la Justicia, en concreto en su salón de actos, un lugar que ha sido habilitado especialmente para el macrojuicio, que se espera se prolongue hasta dos meses.
Los cuerpos de la jugadora de voleibol holandesa Ingrid Visser y de su pareja, Lodewijk Severein, eran encontrados en mayo de 2013 de noche, enterrados en una apartada zona de la localidad murciana de Alquerías, en un terreno privado. Los cadáveres estaban desmembrados y dentro de bolsas de basura.
Hacía tiempo que se les buscaba. Hasta un agente de la policía holandesa se desplazó a la Región para colaborar en el operativo policial abierto a raíz de la desaparición de esta jugadora internacional de voleibol y de su novio.
Ambos, según hicieron hincapié entonces sus familiares (algunos también se desplazaron a Murcia), «tenían una relación normal con sus familias y mantenían el contacto con ellos de forma periódica». Fueron vistos por última vez en un lunes de mayo por la noche, a su salida del hotel donde estaban alojados.
La versión oficial sostenía entonces que los holandeses habían venido a Murcia por motivos sanitarios, al parecer para someterse a un tratamiento de fertilidad, y tenían vuelo de regreso a su país a los pocos días.
Era por la noche cuando fueron hallados los cuerpos. Después comenzaban las detenciones y las sospechas de cuál fue la causa. Se hablaba de motivos económicos. Trascendían dolorosos detalles del crimen y las muestras de cariño en redes sociales (donde había circulado la foto de los desaparecidos, para ayudar en su búsqueda) se incrementaban. Medios de comunicación holandeses llegaban a Murcia. Ingrid Visser, que fue internacional con la selección de su país en más de 500 ocasiones, había militado en el CAV Murcia 2005, equipo en el que permaneció desde el año 2009 hasta 2011.
170 testigos y peritos
Para el juicio, que se desarrollará ante un jurado popular, están citados 170 testigos y peritos, entre los que se encuentran los más de ochenta agentes de Policía que intervinieron en las actuaciones.
El fiscal pide un cuarto de siglo de prisión para tres de los acusados: Juan Cuenca -presunto cerebro del crimen-, Valentin Io [Ion] y Constantin Stan -dos rumanos, presuntamente sicarios contratados por Cuenca para acabar con la pareja- por dos delitos de asesinato. Asimismo, pide tres años de cárcel para Serafín de Alba, propietario de los terrenos donde aparecieron enterrados los restos de los holandeses, por un delito de encubrimiento.
El Ministerio Público tiene claro que las agresiones se produjeron «sin que las víctimas tuvieran en ningún momento una posibilidad de defensa, por lo sorpresivo del ataque y las circunstancias del lugar en el que se produjo, aprovechándose de esta situación de indefensión».
Ese lugar era la Casa Colorá, un alojamiento rural emplazado en La Hurona (Molina de Segura). Una amiga de Juan Cuenca -la cual no tenía ni idea del plan- se había encargado de reservar el sitio por encargo de él.
En el escrito del fiscal se lee, además, que los acusados «querían, además de causar la muerte, aumentar deliberadamente su dolor, causándoles males innecesarios» a los holandeses.
«Juan Cuenca me pidió que volviera a la casa para llevar a los rumanos a Cartagena. Ahora sé que lo que pretendía era enterrarme a mí también»
Ricardo Fernández – Laverdad.es
5 de octubre de 2016
A veces se permite esbozar algo que parece una sonrisa. Pero está muy lejos de serlo porque solo trasluce tristeza. María Rosa Vázquez vuelve a enfrentarse estos días a la peor pesadilla de su vida: el asesinato y posterior descuartizamiento de los holandeses Lodewijk Severein e Ingrid Visser. Un crimen al que ella contribuyó, inconscientemente, al conducirlos en su coche hasta la casa rural en la que fueron ejecutados. Aunque fue exculpada hace dos años, todavía arrastra su particular condena: no haber dejado de recordar sus rostros ni siquiera por un día.
-Con el arranque del juicio por el ‘caso Visser’, usted vuelve a situarse ahora frente a esos espantosos sucesos. ¿Cómo está viviendo estos momentos?
-Fatal. Estoy muy mal de los nervios y deseando que pase todo. No solo quiero que pase mi declaración, sino que se cierre todo, que es cuando por fin estaré tranquila.
-¿Qué le ocurre a alguien, como usted, cuando pone la televisión y se entera de que dos personas a las que ha llevado a una casa rural están desaparecidas desde ese momento?
-Me puse muy nerviosa y me pregunté qué había ocurrido. «¡Madre mía! Si están desaparecidas desde ese día en que yo las vi… Pues a ver qué ha pasado aquí…». Lo primero que hice es pedir explicaciones.
-Y llamó a Juan Cuenca.
-Me entró un ataque de pánico. Estábamos comiendo mis hijas y yo y me puse tan mala que empecé a vomitar. Después llamé a Juan (Cuenca) y me dijo: «Tú no te preocupes, que esto no va contigo».
-Imagino que no le resultó muy tranquilizador…
-En absoluto.
-Y pensó que había pasado lo peor…
-Aún no pensaba que había pasado lo peor, pero sí que había ocurrido algo. Qué, quién o cómo, de eso no tenía ni idea. Pero sabía que algo les había pasado. Me puse muy nerviosa y empecé a coger miedo. Me dije: «Si algo le ha pasado a esta gente, ¿por qué no me va a pasar a mí?». A partir de ahí solo quise desaparecer, irme de Murcia, porque no quería que a mis hijas les pasara nada.
-Se sentía en peligro.
-Sí, porque no sabía lo que les había podido ocurrir.
-Seamos sinceros: usted ya pensaba que los habían matado.
-Yo no sabía si los habían matado o no. Pero aunque no fuera así, que los tuvieran retenidos o cualquier otra cosa… Yo era la última persona que los había visto. Y pensaba: «¿Por qué no me va a pasar a mí? ¿Por qué no van a venir a callarme la boca?».
-Y se fue a Zamora, donde estaba su marido.
-Me fui. Nadie sabía por qué me había ido.
-Poco a poco empezaría a juntar las piezas del puzzle, imagino. A cuadrar lo que había ocurrido con esos mensajes que había recibido de Juan Cuenca, como aquél que decía que le comprara bolsas grandes y pequeñas, sosa cáustica, una radial, una motosierra…
-Yo seguía pidiéndole explicaciones (a Cuenca), nadie me las daba, esa pareja seguía sin aparecer… Y a Juan lo notaba cada vez más nervioso. Yo no hacía nada más que insistirle. Y él insistiendo en que conmigo no iba la cosa. «¿Pero cómo que esto no va conmigo?», pensaba.
-Tuvo esos días de mayo de 2013 una conversación con Juan Cuenca, algunos de cuyos retazos arrojaban sospechas sobre usted. «¿Seguimos haciendo lo que estaba preparado y lo que se tenga que hacer? ¿Sí o no?», le decía él. ¿A qué se refería con esas palabras?
-No sé a lo que Juan se refería. Yo le hablaba de vender mi coche y él de sus negocios para obtener dinero.
-Porque él le debía dinero, ¿no?
-Juan no, el club (Voleibol 2005, del que Cuenca había sido gerente). Por eso me llevaba un poco ‘engolosinada’, porque decía que se iba a hacer cargo de esa deuda.
-Y le decía que tenía formas de conseguir dinero y de saldar la deuda.
-Sí, decía que tenía negocios.
-¿Con qué motivo le dijo que iba a celebrar una reunión en la Casa Colorá? ¿Le habló de la venta de una cantera de Evedasto Lifante?
-Solo me dijo que venían unos ‘inversionistas’.
-Y esos eran, supuestamente, los rumanos Constantín Stan y Valentín Ion, por un lado, y por otro Lodewijk Severein e Ingrid Visser. ¿Es correcto?
-Así lo creía yo.
-¿Le parecieron los rumanos gente adinerada?
-Yo no sé cómo son los inversores ni qué pinta tienen.
-¿No le dieron mala impresión?
-No. Con uno de ellos ni siquiera hablé. Y el otro, el más mayor, solo me sonrió una vez. No hubo más.
-¿Le habló Juan Cuenca de que tuviera que ir a esa reunión otra persona, un tal Danko o Dankovich
-No. Nada.
-Cuando todo este asunto empezó a venírsele encima, cuántas veces se dijo: «¿Pero cómo has podido ser tan tonta»?
-¡Ja! Todavía me lo sigo preguntando todos los días.
-Visto desde fuera, uno piensa: «¿Cómo no se daba cuenta esta mujer de dónde se estaba metiendo? ¿Hasta dónde llega su ingenuidad?» Porque que te pidan una motosierra, sosa cáustica…, todo eso no parece muy normal para una reunión de negocios, ¿no cree?
-Yo no sabía ni qué era la sosa cáustica ni una radial. Pero si me hubieran explicado lo que era, pues habría pensado que esos inversores, que iban buscando terrenos, igual tenían que cortar un árbol, o marcar un terreno… Yo no sé a qué se dedica cada uno. Yo actué de buena fe, como usted lo habría hecho. Estoy segura de que usted habría hecho lo mismo.
-Yo peco de ser muy malpensado.
-Pues a mí me queda mucho por aprender. Quiero decir, que yo nunca habría pensado que Juan era la persona que ahora sé que es. Si yo llego a saber lo que sé ahora… Porque soy inocente, pero no tanto.
-¿Cómo hubiera definido en aquella época a Juan Cuenca?
-Era un chico con su carrera, con sus estudios, un chico de bien, arreglado… Y que había tenido mala suerte con el club. Pero no sabía nada más de su vida. Me había dicho que era ingeniero, o algo así.
-¿Y cómo lo definiría ahora?
-Pues si realmente resulta ser la persona que parece que es, pues diría que es una persona totalmente calculadora y fría, muy fría. Bastante fría y dudo de que tenga corazón.
-¿Cuántas veces ha pensado en lo que debió pasar esa pareja? ¿Durante cuánto tiempo se ha sacado a Lodewijk e Ingrid de la cabeza?
-Nunca. (La voz se le quiebra por vez primera y las lágrimas afloran a sus ojos). Paso por la puerta del club y los veo esperándome. Cada vez que pasaba por Fortuna no podía mirar. Los veo.
-De poder hacerlo, ¿qué les habría dicho? O a sus familiares.
-Que siento haber sido la persona que les llevó hasta allí. Que evidentemente lo hice sin saber lo que iba a pasar, pero que siento haber sido yo. Lo siento muchísimo y recuerdo perfectamente cómo ella iba jugando con mi hija con el móvil, a los ‘Angry Birds’, y la conversación que llevaban las dos.
-Porque usted, cuando fue a recoger a la pareja para trasladarla a la Casa Colorá, se llevó a sus propias hijas en el coche, ¿no?
-Así fue.
-Cuando conocí ese dato me convencí de que usted no sabía lo que allí iba a suceder. Se lo digo sinceramente. Pensé que ninguna madre, ningún padre en su sano juicio, es capaz de llevar a sus hijos a un lugar donde sabe que se va a cometer un asesinato.
-¡Imagínese! Jamás en la vida haría eso. Pero es que mi hija de seis años, cuando vio a Ingrid en la televisión, ¡la reconoció! Sabía que era la mujer con la que había ido jugando en el coche. Dijo: «¡Mira, mamá! ¡La chica que jugaba conmigo en el móvil!».
-Y usted se querría morir…
-¿Qué le digo a la cría? Aún hoy no le he dado una explicación. ¿Qué le voy a decir? Soy incapaz.
-Todo se le estaba viniendo encima, ¿pero pensaba que se iba a ver viendo imputada? ¿Imaginaba que se iba a meter en un lío tan grande?
-No.
-¿No? ¿Por qué?
-Yo había informado a la Policía de que había llevado a esa pareja hasta allí. No hubiera sido capaz de callármelo. Si aún ahora no duermo…, pues imagine si no llego a contarlo. No hubiera podido vivir tranquila. Nunca pensé que me iba a pasar eso. Yo sabía que no había hecho nada y estaba segura de que era imposible que me metieran en ese asunto. El mundo ya había sido bastante injusto conmigo como para añadir eso.
-Pero se vio metida en el embrollo y lo que parecían indicios inculpatorios no dejaban de surgir. Habría un momento en que no sabría cómo salir de esa situación…
-Desde fuera nada parecía tener explicación, aunque para mí todo era muy claro. Yo quería hacerle entender a la jueza que todo estaba clarísimo. Y no entendía cómo los demás no lo veían como yo.
-¿Por eso cambió de abogado?
-Evidentemente. Necesitaba un penalista y Raúl (Pardo-Geijo Ruiz) me daba toda la confianza del mundo. Yo sabía que no tenía que estar donde estaba y necesitaba que alguien contara mi verdad. Raúl lo vio claro desde el principio.
-¿Hubo un momento en que Juan Cuenca le pidió que volviera a la casa para hacer un viaje con los dos rumanos?
-Sí. El mismo día 13 (después de llevar a los holandeses a la casa), Juan me dijo que si podía volver al día siguiente y llevar a los dos rumanos a Cartagena. Le contesté que yo no era taxista de nadie y que bastante tenía con que hubiera bajado a Murcia a por los dos holandeses.
-¿Y qué se supone que tenían que hacer Valentín y Constantín en Cartagena?
-Como le dije que no lo iba a hacer…, pues no me comentó más.
-¿Piensa que podía esconder Juan Cuenca algún otro propósito detrás de esa propuesta?
-Sí. Enterrarme.
-¿Enterrarla? ¿A usted?
-Sí. Seguro. Vamos, ¡seguro!
-¿Piensa que no habría dudado en quitarse a usted de en medio?
-Creo que no. Me ha costado mucho convencerme de ello, porque no lo veía. Pero es capaz de eso y de mucho más. Y pienso que no lo hicieron el primer día por mis hijas, porque estaban ellas presentes. Mi vida me la salvaron mis hijas, porque de otra forma de allí no salgo. ¿A cuento de qué me dijo que subiera a esas personas a la casa? Si el ya vino a Murcia pensando en lo que iba a hacer… yo entraba en ese lote. Vamos, si es que lo tenía ya pensado…
-Bueno, bajar desde Valencia a una reunión e ir pidiendo por el camino bolsas de basura, productos de limpieza, una radial… Para una reunión de negocios no se piden esas cosas.
-Ahora lo sé.
-Pero, en fin, para eso está el juicio.
-Evidentemente.
-¿Cómo ha cambiado su vida desde aquellos días? ¿Ha regresado a Molina de Segura?
-Sí, he vuelto a Molina. He retornado a la normalidad. A la normalidad desde fuera. Pero estoy segura de que muchos trabajos para los que he echado un currículo…, pues no me han llamado porque en cuanto ponen mi nombre en internet… Y ha cambiado mi vida en que no sabía lo que eran los psicólogos y ahora lo sé; en que no sabía lo que eran las pastillas para dormir y ahora lo sé… Todas esas cosas.
-La relación con sus vecinos, con su gente más próxima, ¿se ha visto afectada?
-No. Para nada. Toda la gente de El Ranero, donde yo nací, me ha apoyado y jamás nadie dudó de mí. Yo soy una persona… no voy a decir que sea Santa Teresa de Calcuta, pero sí soy bastante buena. Y quien conoce a mi familia y me conoce a mí, sabía que eso era imposible. Nadie ha dudado. Pero entre quienes no me conocen, pues habrá de todo y he escuchado muchas tonterías. ¿Que he perdido alguna amistad? Pues también, aunque no me importa porque eso no son amigos. He tenido mucho apoyo. Hasta querían recoger firmas de apoyo.
-Oiga, ¿y a su marido cómo le planteó lo que estaba pasando? ¿Eso cómo se dice? «Cariño, estoy metida en un caso de doble asesinato».
-Mi marido ya se enfadó bastante conmigo cuando se enteró de que había llevado a esa pareja hasta la casa rural, porque me había llevado a las crías en pijama y se había hecho tarde. «Tú para qué tienes que hacerle favores a nadie, y por ahí con las crías, por esos caminos…», me dijo. Pero cuando le cuento lo que le cuento…, pues imagínese. Pensó lo mismo que yo: «Estás viva de milagro». Él no es tan confiado como yo.
-¿Y ahora cuál es su último deseo?
-Que pase todo. Que a quien sea culpable lo condenen, y por mi parte que lo condenen para siempre. Pero que esto termine ya. Quiero dejar de darle vueltas a este tema.
El crimen de los holandeses
Christian Campos – El Caso
Ingrid Visser soñaba con abrazar a su hijo, sentir sus latidos cerca del corazón, acariciarlo. A sus treinta y seis años, la exjugadora de voleibol parecía que al fin iba a tener la oportunidad de alcanzar un título para el que llevaba preparándose una buena parte de su vida. Sin embargo, nunca llegaría a ver aquellos ojos pequeños ni a sentir el amor que estaba creciendo en su interior desde hacía seis semanas. Una mente criminal había escrito su destino.
Más de tres años después, la mirada hermética de Juan Cuenca ante el tribunal no dejaba traslucir ningún sentimiento de culpa. Como si en realidad los asesinatos de Ingrid, Lodewijk y el hijo que ambos esperaban no fueran con él. Para eso estaba Dankovich, ese misterioso gánster del este de Europa al que había hecho responsable de las muertes. Sólo había un problema. Y era que ninguno de los investigadores había sido capaz de encontrar al ruso. Pero éste enigma, al menos éste, iba a quedar resuelto de un momento a otro.
La desaparición
La exjugadora de voleibol Ingrid Visser, y su pareja sentimental Lodewijk Severein, de cincuenta y siete años, sentían una atracción especial por la ciudad de Murcia. Esta fue una de las razones que se expusieron desde el inicio para explicar el sentido más profundo de un viaje que, en un principio, parecía que sólo había sido programado para acudir a una citación médica. En concreto, a una clínica de fertilidad donde la exdeportista estaba tratando su embarazo.
Una vez que llegaron a la Península Ibérica, Ingrid y Lodewijk subieron a un vehículo alquilado en el aeropuerto alicantino de El Altet y se desplazaron directamente a la capital del Segura, donde estuvieron hospedados hasta bien entrada la tarde de aquel 13 de mayo de 2013 en el hotel Churra Vistalegre. Mientras todo esto ocurría, un grupo de personas protegidas por las sombras del anonimato realizaban los últimos preparativos de un plan siniestro. Aquella tarde, los dos holandeses tenían que desaparecer de la ciudad sin llamar la atención. Y así fue. Fueron vistos y no vistos.
La alerta sobre la desaparición se efectuó cuatro días después. Fue la propia directora de la clínica Tahe Fertilidad la que en un momento dado decidió ponerse en contacto con la Policía para referir unos hechos que consideraba sospechosos. El primero, que Ingrid Visser no hubiera acudido el 14 de mayo a su control de embarazo; un desplante para el que en esos momentos no tenía ninguna explicación. Ni siquiera una respuesta. Asimismo, estaba la no menos tranquilizadora evidencia de que la pareja no había regresado a Holanda. Y eso que la vuelta había sido programada para el día siguiente a la citación médica.
Comienza la investigación
La búsqueda de la Policía dio en unos días con una pista que marcó el rumbo de la investigación: el hallazgo del vehículo. El mismo que la pareja había alquilado para trasladarse a Murcia desde el aeropuerto, y el mismo que posteriormente había vuelto a utilizar para abandonar la zona del hotel. Según nos cuenta el periodista y profesor Juan José Lara Peñaranda, el coche, un Fiat Panda, fue encontrado aparcado en «perfectas condiciones enfrente del Pabellón de Deportes de Murcia». Un lugar que, curiosamente, los dos desaparecidos conocían a la perfección, puesto que tan sólo dos años antes había sido la sede del Club Atlético Voleibol Murcia 2005.
El equipo de voleibol, fundado en el año 2005 a iniciativa del polémico empresario Evedasto Lifante, consiguió reunir numerosos títulos a lo largo de su breve trayectoria. Éxitos a los que también contribuyó la holandesa Ingrid Visser con su trabajo desde la temporada 2009-2010, cuando fue fichada por el gerente de la entidad, el ahora procesado Juan Cuenca Lorente; un personaje oscuro, mentiroso compulsivo, y «especialista en asumir deudas ajenas» como explica Juan José Lara a El Caso.
La disolución del equipo de voleibol por problemas económicos en 2011 no sólo trajo consigo la pérdida del trabajo para sus jugadoras. El compromiso era mucho más consistente, ya que según pudo saberse en esos instantes, el club de Evedasto Lifante había contraído una deuda económica bastante considerable con sus trabajadores. De esta manera, en el caso concreto de Ingrid Visser, la entidad deportiva tenía que pagarle una cantidad estipulada en alrededor de 240.000 euros. Dinero que la propia internacional holandesa aún no había recibido el día en que sus familiares tuvieron conocimiento de la extraña desaparición.
Tras al hallazgo del Fiat Panda, los investigadores tardaron poco tiempo en impulsar una búsqueda que desde el primer momento se presentó harto complicada. De hecho, los agentes tuvieron que solicitar la colaboración de sus homónimos holandeses con el fin de conocer los contactos que Ingrid y Lodewijk tenían en España. Y tal vez la Policía habría tenido que enfrentarse a un trabajo todavía más arduo si no hubiera sido por una filtración inesperada que guió definitivamente a los uniformados hasta un alojamiento rural situado en una pedanía perteneciente al término municipal de Molina de Segura.
Esta casa rural, con una antigüedad de al menos 150 años, escondía entre sus estancias una de las claves que los investigadores llevaban buscando durante los últimos días. Cuando los agentes llegaron allí, lo primero que llamó su atención fue el ambiente aparentemente tan higiénico que presentaba el salón principal. El lugar estaba decorado con dos sofás, una chimenea y una amplia mesa que bien podría haber sido utilizada hasta por catorce comensales. La sorpresa, no obstante, sobrevino después, justo cuando la Policía extendió el Luminol por el suelo de la citada habitación y aparecieron de inmediato unos restos de sangre que demostraban de forma fehaciente que allí se había producido un crimen.
Por si aún quedaba alguna duda, los peores presagios se confirmaron con la detención del primero de los cuatro procesados, Juan Cuenca Lorente. Arrinconado contra las cuerdas de la culpabilidad, el exgerente del CAV Murcia 2005 no tuvo más remedio que conducir a los investigadores a un limonar ubicado en la pedanía de Alquerías, situado a unos cuarenta kilómetros de distancia del alojamiento rural investigado, donde los agentes pudieron descubrir para su pesar el destino tan aciago que habían corrido los holandeses. Era el 26 de mayo de 2013, y a buen seguro que los defensores de la ley y el orden no esperaban percibir tan nítidamente el horror que se destapó al extraer la tierra que cubría aquel túmulo impío. Delante de ellos, envueltos por bolsas de basura y mantas, se encontraban los cuerpos descuartizados de los dos desaparecidos. ¿Cómo había podido ocurrir algo así?
Confesiones
En aquel instante del juicio, Juan Cuenca parecía decidido a confesar la verdad sin importar a quien pudiera llevarse por delante. El gran problema que tenía era la credibilidad que sus palabras pudieran despertar entre los nueve miembros del jurado popular. La tarea no era fácil, ya que el procesado, decidido a dar versiones, incluso se había atrevido a señalar unos años atrás a su antiguo jefe, el empresario Evedasto Lifante, como el autor intelectual de los asesinatos.
Rodeado de miradas apremiantes, el exgerente tomó la palabra y reconoció al fin la inexistencia de Danko, el mafioso procedente del este de Europa al que había recurrido en declaraciones anteriores para explicar la muerte de los holandeses. Según esa versión, facilitada ante el juez el 25 de abril de 2014, todo había sucedido al día siguiente de la llegada de los holandeses a la «Casa Colorá» de Molina de Segura; un alojamiento que Cuenca había mandado alquilar a su amiga María Rosa Vázquez.
Juan Cuenca aseguró que ese día, el 14 de mayo de 2013, Lodewijk Severein le pidió que recogiera al misterioso Dankovich en el aeropuerto valenciano de Manises, y que seguidamente lo llevara al alojamiento rural. Una vez allí, el exgerente tuvo que acompañar al gánster y a la futura víctima a un polígono industrial conocido como «La Polvorista» porque «el holandés y Danko tenían una reunión importante con otra gente». Cita en la que él, por supuesto, se mantuvo al margen.
El problema sucedió a la vuelta, justo cuando, según la declaración del procesado, comenzó una fuerte discusión entre éste y el holandés por cuestiones económicas. En palabras de Cuenca, la dialéctica se convirtió en una auténtica refriega en el momento que Valentin Ion, un rumano que también sería detenido posteriormente junto a otro compinche de su misma nacionalidad, intervino en la discusión con ánimos apaciguadores y recibió un golpe del propio Severein, quien a su vez acababa de sacar una pistola. En teoría, a partir de ese momento, los acontecimientos se precipitaron: Danko había matado al holandés y golpeado de forma mortal a Ingrid porque ésta tenía el arma de su novio entre las manos.
Sin embargo, todo era mentira. Ni Dankovich existía, ni Severein tenía una pistola, ni, desde luego, la discusión se había producido en los términos planteados. En realidad, el crimen formaba parte de un oscuro plan cuyo maestro de ceremonias, a tenor de la nueva confesión dada a conocer en la Sala, era el propio Cuenca, quien había contratado a los rumanos Valentin Ion y Constantin Stan en su propia tierra, Valencia, para que se deshicieran del holandés con el pretexto de que se sentía amenazado por éste. Según el exgerente, la muerte de Ingrid Visser habría venido por añadidura: simplemente por ser la acompañante del objetivo principal.
De esta manera, la confesión inesperada del valenciano hizo posible conocer un nuevo desarrollo de los acontecimientos que, a decir verdad, sólo variaba en la autoría de los hechos. Así, en esta inesperada versión, el rumano Valentin Ion tomaba el papel que anteriormente había ocupado Dankovich, y aprovechaba una supuesta discusión surgida entre Juan Cuenca y Lodewijk Severein para golpear brutalmente a la pareja de novios con un jarrón y «una escultura o cenicero» que se encontraban en la vivienda.
Antes de finalizar su confesión, Cuenca manifestó ante la atónita sala que, además de las nuevas revelaciones, había otras dos personas que habían tenido conocimiento de los crímenes: Serafín de Alba, dueño de la finca de limoneros donde aparecieron los cadáveres, y que también estaba sentado en el banquillo acusado de encubridor, y María Rosa Vázquez, la persona que había llevado a los holandeses en su coche hasta la «Casa Colorá», y que sólo estaba citada en el juicio en calidad de testigo.
Por su parte, Valentin Ion, aunque sí que reconoció haber matado a la pareja a golpes de jarrón y cenicero, no admitió en un principio que el crimen hubiera sido premeditado. Una aseveración que presentaba varias evidencias en su contra, entre ellas, los 1200 euros que Juan Cuenca le había entregado en aquellos días como adelanto por unos servicios que resultaban difícilmente explicables de otra manera. Tal vez por eso, el abogado defensor del rumano, el controvertido Fermín Guerrero, le recomendó por lo bajini que se encomendara a la sinceridad como había hecho su colega unos minutos antes si no quería verse perjudicado.
El público asistente no podía evitar mostrar su estupefacción. Y es que, ahora sí, las nuevas revelaciones permitían ahondar en una incógnita que había sido bastante comentada a lo largo de la instrucción: si Ingrid Visser había muerto por acompañar a su pareja sentimental al alojamiento rural, algo que la posterior declaración de María Rosa Vázquez pondría en duda al señalar que Cuenca le había pedido que recogiera a dos personas en Murcia, parecía que el objetivo principal del plan era el propio Severein. ¿Por qué? ¿Qué ocultaba aquel holandés de 57 años?
El negocio oculto
El periodista Juan José Lara, auténtico experto en la crónica negra murciana, cuenta en declaraciones a El Caso que, un tiempo antes del viaje definitivo a Murcia, Lodewijk Severein envió una serie de correos electrónicos a Juan Cuenca que sugieren una vinculación económica. Estos emails, que fueron remitidos por el holandés en un perfecto inglés y firmados con el sobrenombre de «Louis», serían utilizados por el exgerente del CAV Murcia 2005 para explicar ante su señoría el motivo del crimen.
Así, el procesado hizo referencia a un conocido correo electrónico recibido en febrero de 2013 en el que aparecía la fotografía de una pistola bajo la frase «Bonita, Walther P5» y un emoticono sonriente realizado con las teclas de un dispositivo. Tal y como explica Juan José Lara, «el valenciano hizo mención a este email ante el juez para manifestar que la víctima le tenía amenazado» al reclamarle una cantidad monetaria que según Cuenca no le debía. No obstante, la interpretación de ese mensaje también podría ir en otra dirección, en el sentido de que el holandés, a través de esta comunicación, lo que en realidad pretendía era mostrar su interés en adquirir dicha arma.
De hecho, los mensajes que fueron enviados posteriormente por Lodewijk Severein no parecían encerrar ningún tipo de intención intimidatoria. Frases como «tu historia del dinero no es trasparente», «Tenemos que trabajar duro en nuestra relación» y «Lo mejor ahora es no vernos hasta que hayas enviado el dinero» evidencian que la víctima esperaba recibir con ansiedad una cantidad monetaria por parte de Cuenca que nunca llegaba, y que al parecer iba más allá de la deuda que el CAV Murcia 2005 tenía contraída con su pareja sentimental.
Esta certeza queda reflejada a lo largo del proceso de instrucción y en las declaraciones del propio Cuenca, en las que éste reconoció haber creado junto a Severein una sociedad en Gibraltar denominada «Granmar Stone Trade». Según los investigadores, Cuenca habría utilizado esta corporación para tratar de vender una cantera productora de mármol que en verdad no le pertenecía, puesto que era propiedad de su antiguo jefe, el empresario Evedasto Lifante. Aunque el valenciano negó dicha operación, los contratos de compraventa no mentían.
Siguiendo con estas evidencias, y a tenor de las revelaciones que se han producido a lo largo de estos últimos años, surge una hipótesis que podría explicar el doble asesinato: Cuenca habría prometido a Severein saldar la deuda que el equipo de voleibol tenía con Visser mediante la creación de una sociedad en Gibraltar a través de la cual podrían vender la cantera de mármol a un inversor desconocido. Sin embargo, había un pequeño problema, y era que para crear esta nueva corporación era necesario que el holandés adelantara diez mil euros. Un dinero que finalmente sería distraído por Cuenca y conduciría al crimen.
Algunos cabos sueltos
El «caso Visser» contiene numerosos interrogantes; un conjunto bastante amplio de cabos sueltos cuya existencia se han ido conociendo paulatinamente desde el comienzo de la investigación. Tal y como apunta el periodista Juan José Lara, entre esos enigmas está ‘M’, un individuo sin identificar al que Severein hace referencia en varios de sus correos electrónicos, por ejemplo, el fechado el 15 de abril de 2013 en el que el holandés le comenta a Juan Cuenca: «Espero que tú y M aportéis el dinero que me dijiste que iba a estar aquí la semana pasada».
Siguiendo con el misterio en torno a tan enigmático personaje, existe un hecho bastante llamativo que tuvo lugar el 14 de mayo de 2013 (al día siguiente de los crímenes). Ese día, Francisca, la dueña de la «Casa Colorá», observó a dos individuos que salían del alojamiento en un vehículo blanco. Al parecer, uno de ellos, por la descripción facilitada posteriormente, podría ser Juan Cuenca, pero el otro, que portaba una agenda de color oscuro en el regazo, fue identificado por la señora como el supuesto Dankovich. Sin embargo, ante la inexistencia confesa del gánster por parte del valenciano, la pregunta se hace inevitable. ¿Quién era el acompañante?
Por otro lado, el nivel de participación que tuvo Serafín de Alba en los crímenes y en los negocios de Juan Cuenca también ha hecho correr ríos de tinta. Y es que este hombre, aparte de ser el dueño del terreno donde fueron enterrados los cadáveres (según él sin su conocimiento) también parece ser que estaba al tanto de las extrañas operaciones del valenciano. Una prueba de ello es que, según nos explica Juan José Lara, el acusado «siempre recibía una copia de los correos electrónicos» que Cuenca enviaba sobre la creación de la sociedad de Gibraltar. Además, estuvo presente en algunas reuniones donde se trató la venta de la cantera, y según un apunte de Severein que fue mostrado hace unos días en la Audiencia Provincial de Murcia, se sugiere que Serafín recibiría medio millón de euros tras la consecución del citado negocio.
Tampoco está del todo aclarado el papel que desempeñó Constantin Stan, el otro rumano que había sido contratado por el exgerente. En el juicio, Valentin Ion afirmó que su compatriota sólo había participado en la ocultación de los cuerpos, ya que se encontraba en estado de embriaguez cuando sucedieron los asesinatos. Un testimonio que, lógicamente, fue apoyado en todo momento por el aludido al asegurar que, desde el instante en que había llegado por la mañana a la «Casa Colorá», no había dejado de empinar el codo. No obstante, esta manifestación difiere de los posicionamientos y de la declaración de María Rosa Vázquez, que indicaban que Juan Cuenca y los rumanos llegaron a la casa rural en torno a las siete y media de la tarde, y los holandeses fueron recogidos apenas una hora después.
Por último, esta selección de cabos sueltos se cierra con la participación en el caso de la citada María Rosa Vázquez, quien en todo momento se ha definido a sí misma como una víctima más del plan de su examigo Juan Cuenca, al que definió en una entrevista reciente como una «persona totalmente calculadora y fría». Además, según su propia declaración, en ningún momento habría conocido las intenciones de este individuo con aquella pareja de «inversionistas».
Las sospechas, sin embargo, se centraron en María Rosa Vázquez por varios motivos, entre ellos un mensaje enviado por Juan Cuenca en mayo de 2013 en el que le preguntaba «¿Seguimos haciendo lo que estaba preparado y lo que se tenga que hacer? ¿Sí o no?», o aquel otro en el que le pedía bolsas de basura grandes y pequeñas, sosa cáustica y una radial. Unos instrumentos que, dicho sea de paso, resultan poco habituales en reuniones de negocios.
Juan Cuenca y Valentín Ion, culpables de dar muerte a los holandeses
Laopiniondemurcia.es / Agencia EFE
27 de octubre de 2016
El jurado popular que desde el pasado 28 de septiembre ha juzgado en Murcia a los acusados del asesinato de la jugadora holandesa de voleibol Ingrid Visser y de su pareja, Lodewijk Severein, ha declarado culpables a Juan Cuenca y Valentin Ion e inocente a Constantin Stan.
Además, ha señalado como no culpable al cuarto acusado, Serafín de Alba, dueño del huerto de Alquerías donde fueron enterrados los cadáveres de la pareja.
El veredicto declara probado que tanto Cuenca, exgerente del club murciano de voleibol donde jugó Visser, como Ion, de nacionalidad rumana, participaron en la muerte violenta de la pareja el 13 de mayo de 2013 en una casa rural de Molina de Segura.
Emitido el veredicto popular, el presidente del jurado, el magistrado Enrique Domínguez, ha ordenado a las fuerzas de seguridad que retiraran las esposas a Stan, también de nacionalidad rumana, que ha quedado libre.
El jurado considera también que Cuenca e Ion acabaron con la vida de Visser y Severein sin que ninguno de ellos tuviera la menor posibilidad de defensa.
Finalmente, señala que ninguno de los dos son merecedores de ninguna medida de indulto.
Conocido el veredicto, será ahora Domínguez el que redacte la sentencia y fije las penas que deberán cumplir.
Deberá aplicarles la atenuante de dilaciones indebidas porque los jurados consideran que la causa tuvo en la fase de instrucción una duración más prolongada de lo habitual.
Por el contrario, se oponen a que se les aplique la de confesión de los hechos solicitada por las defensas al entender que tanto Cuenca como Ion no fueron siempre veraces al declarar sobre lo ocurrido.
Juan Cuenca y Valentín Ion, condenados a 34 años por el «caso Visser»
Laverdad.es
4 de noviembre de 2016
La Audiencia Provincial de Murcia, conforme al veredicto del Tribunal del Jurado, condena a Valentín Ion y Juan Cuenca a 34 años de prisión cada uno como autores de dos delitos de asesinato
El magistrado presidente del Jurado 1/2015, encargado del enjuiciamiento de los acusados de la muerte de una pareja de nacionalidad holandesa cuyos cadáveres fueron hallados descuartizados en una finca rural, establece en la sentencia que ambos condenados deberán indemnizar a la familia de las víctimas con un total 200.000 euros.
Constantin Stan, respecto a quien el Tribunal Jurado solo consideró probada su participación en el descuartizamiento y enterramiento de los cadáveres, es condenado a la pena de prisión de 5 meses como responsable de un delito de encubrimiento. Este también está obligado a indemnizar una suma de 16.000 euros, que deberán recibir la madre y el hermano de la mujer y a las dos hijas del hombre asesinado.
La resolución acoge las penas solicitadas por el Ministerio Fiscal y la acusación particular, después de que el Tribunal Jurado considerara que concurre en este caso la atenuante muy cualificada de dilaciones indebidas.
La sentencia no es firme y contra ella cabe recurso de apelación ante la Sala de lo Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia de la Región de Murcia.
La fiscal recurre la sentencia del caso Visser y pide que se condene a Stan y a De Alba
Agencia EFE – Laopiniondemurcia.es
23 de noviembre de 2016
El Ministerio Público ha recurrido la sentencia dictada tras el veredicto del jurado popular que juzgó a los cuatro acusados en el asesinato de la jugadora holandesa de voleibol Ingrid Visser y de su pareja, Lodewijk Severein, y que declaró culpables a dos de ellos e inocentes a los otros dos.
Por su parte, uno de los abogados que ejercieron la acusación particular en nombre de las familias de las víctimas ha declarado que tienen en estudio si apelan igualmente la sentencia, aunque aún no lo han decidido.
En el escrito del recurso presentado por la Fiscalía, se reitera la solicitud de condena del ciudadano rumano Constantin Stan, para el que solicitó dos condenas de 25 años de cárcel cada una de ellas por los dos asesinatos, pero que el jurado popular encontró no culpable.
Asimismo, ha pedido que el dueño del huerto de Alquerías donde fueron enterrados los cadáveres desmembrados, Serafín de Alba, igualmente absuelto por el veredicto popular, sea condenado a tres años de cárcel, como encubridor.
Sostiene el Ministerio Público, por tanto, que los indicios de culpabilidad que aparecieron durante las sesiones del juicio contra ambos son «abrumadores», y cita entre ellos tanto las contradicciones en que incurrieron ambos acusados como lo acreditado con las pruebas que se practicaron en la vista oral.
Señala también que esas pruebas acreditaron que mintieron en el juicio, lo que se acreditó con las pruebas testificales y con los informes aportados por las compañías telefónicas sobre el posicionamiento de sus teléfonos móviles en el momento de los hechos.
Fuentes de la Fiscalía mostraron su contrariedad cuando se hizo público el veredicto del jurado y señalaron las dificultades que entraña revocar una sentencia absolutoria en aplicación de las jurisprudencia consolidada del Tribunal Constitucional y del Tribunal Supremo.
Según esa jurisprudencia, al no poder repetirse las pruebas practicadas en la vista oral del juicio contra el que se apela, resulta prácticamente imposible anular la sentencia, a no ser que la misma resultase ilógica, absurda o irracional.
Cuenca e Ion, condenados
La sentencia redactada por el magistrado-presidente del jurado, Enrique Domínguez y notificada a las partes el pasado tres de noviembre, condenó al otro ciudadano rumano, Valentin Ion, como autor material del doble crimen, a dos penas de 17 años de cárcel cada una. Ion contó con detalles en la vista cómo acabó con la vida de Visser y su pareja.
La misma condena impuso al otro acusado declarado culpable, Juan Cuenca, gerente del club de voleibol donde jugó Visser y cerebro de la trama, que confesó en el juicio que tenía un plan para dar muerte a los holandeses.
Juan Cuenca: «Reitero mi arrepentimiento»
Alicia Negre – Laverdad.es
11 de marzo de 2017
Juan Cuenca, el principal condenado por el asesinato y descuartizamiento de la holandesa Ingrid Visser y de su pareja, Lodewijk Severein, reapareció ayer públicamente. El exgerente del Club Voleibol Murcia 2005, que cumple condena en la prisión de la localidad alicantina de Villena, siguió a través de una videoconferencia la vista que celebró la Sala de lo Civil y lo Penal del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) para estudiar el recurso presentado por la Fiscalía contra la sentencia del ‘crimen de los holandeses’.
Cuatro meses después de que acabase uno de los juicios más mediáticos de los últimos tiempos, Cuenca, que ya lleva tres años y ocho meses entre rejas, ofreció a través de la pantalla una imagen visiblemente deteriorada. Al término de la vista aprovechó su derecho a la última palabra para ratificar la declaración de culpabilidad que ya realizó durante el juicio y para reiterar su arrepentimiento.
La única ausencia
El principal condenado fue el único de los implicados que no siguió la vista desde el Palacio de Justicia de Murcia. El traslado desde la cárcel de Valentín Ion retrasó la vista, que fue presidida por el magistrado Miguel Pasqual del Riquelme, máximo responsable del TSJ. Como ya se avanzó, la fiscal del caso, Verónica Celdrán, defendió su recurso contra la sentencia del tribunal del jurado, que condenó a Cuenca e Ion a 34 años de cárcel por el doble asesinato y absolvió, sin embargo, a Constatín Stan y al sospechoso de encubrimiento Serafín de Alba, dueño de los terrenos de Alquerías donde fueron sepultados los cadáveres.
La representante del Ministerio Público sostuvo que el jurado no fundamentó adecuadamente esas decisiones y reclamó la nulidad de la vista únicamente para Stan y De Alba. A su entender, el tribunal popular no aclaró debidamente por qué tuvo en cuenta unas pruebas y otras no y por qué descartó aquellas que conducían a la participación de Stan como autor del doble crimen junto a su compatriota condenado. «No se ha dado una explicación a (que se desechara) la pluralidad de indicios que había contra ellos y a las fuertes contradicciones en las que incurrieron», recalcó la fiscal. Esta reclamó, con carácter subsidiario, que se rebaje la apreciación de la atenuante de dilaciones indebidas, por los retrasos en la investigación judicial del ‘caso Visser’, ya que, remarcó, «el parón en la causa se debió a problemas técnicos» y durante ese lapso se siguieron practicando pruebas.
Los letrados de la acusación particular -que representa a las familias de las víctimas-, Javier Martínez y Miriam Van de Velde, se adhirieron a la petición del Ministerio Público y remarcaron que la conclusión final del jurado «es absurda, injustificada y sorprendente».
El abogado Fidel Saura, que representa a De Alba, rechazó de plano este recurso y sostuvo que el fallo del tribunal popular «fue perfectamente lógico y lícito». El letrado Melecio Castaño, que defiende a Stan, remarcó que el veredicto del jurado, decidido por unanimidad, «no puede ser más claro» y sostuvo que, debido al problema existente con la transcripción de las grabaciones, «la causa se retrasó un año y siete meses».
El letrado Pablo Ruiz-Palacios, defensor de Cuenca, sostuvo en este sentido que la dilación «extraordinaria» registrada en el procedimiento solo puede imputarse al juzgado de instrucción, «por seguir con algo que estaba mal hecho desde el principio». Fermín Guerrero, el letrado defensor de Ion, no pudo comparecer en la vista por problemas de salud, pero fue sustituido por Pedro Julián Pozo, que solicitó que se mantenga la atenuante de dilaciones indebidas como muy cualificada.
Stan, que llegó a pie al Palacio de Justicia, remarcó en la vista que «soy inocente de matar a estas personas». Subrayó que «soy culpable de muchas cosas, pero un asesinato es algo muy grave», e incidió en que «cuando estaba en el chalé nunca pensé que iba a pasar esto». A las puertas del juzgado aseguró no sentirse preocupado por una posible anulación del fallo que lo podría volver a sentar en el banquillo. «Confío en la Justicia española porque no es una justicia dictatorial», señaló.
Ion, por su parte, remarcó al tribunal que su compañero, Stan, nada tuvo que ver con el doble crimen. «Él no participó en lo ocurrido», subrayó. «Yo nunca le dije lo que iba a pasar. En aquel momento entendía menos el español y no lo sabía». De Alba optó por no pronunciar palabra.
El TSJ sube a 40 años las penas de cárcel para Cuenca e Ion por asesinar a los dos holandeses
Laverdad.es
17 de marzo de 2017
El asesinato de la jugadora holandesa de voleibol Ingrid Visser y de su pareja, Severein Lodewijk, les saldrá más caro todavía a Juan Cuenca y Valentín Ion. La Sala de lo Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) de la Región de Murcia ha aumentado de 17 a 20 años de cárcel la pena impuesta, por cada asesinato, a cada uno de los dos condenados por el crimen de los holandeses tras estudiar los recursos de la Fiscalía y de la acusación particular. Así, tanto Cuenca como Ion pasarán de cumplir 34 años a 40 por los dos asesinatos, según el fallo del TSJ.
Estima el tribunal que la circunstancia atenuante de dilaciones indebidas debe ser aplicada a los tres condenados como simple, y no como muy cualificada, que fue lo que acordó el jurado popular ante el que se desarrolló la vista oral. De esta manera, el TSJ de Murcia ha estimado una mínima parte de los recursos que presentaron la Fiscalía y la acusación particular contra la sentencia dictada en este caso.
En sus recursos, concretamente, las acusaciones también habían reclamado la condena por dos asesinatos para el ciudadano rumano Constantin Stan (que solo fue condenado por encubrimiento), y la del dueño de los terrenos donde fueron enterrados los cadáveres, Serafín de Alba, como encubridor, aunque finalmente la Sala no ha accedido a ello. En cuanto a Stan, que fue condenado a cinco meses de prisión por un delito de encubrimiento, la Sala de lo Civil y Penal del TSJ eleva esa condena a seis meses y un día.
No se revoca el fallo
Con esta decisión, la Sala desestima además el recurso presentado por la Fiscalía el pasado mes de noviembre, en el que la representante del Ministerio Público, Verónica Celdrán, reclamaba la nulidad del juicio respecto de Stan y De Alba por existir «razones legales más que suficientes para revocar las resoluciones del jurado popular» respecto de uno y otro acusado. La fiscal y la acusación particular reiteraron en la vista que se celebró la semana pasada para resolver los recursos presentados que la conclusión del jurado fue «absurda e injustificada».
A su entender, el tribunal popular no aclaró debidamente por qué tuvo en cuenta unas pruebas y otras no y por qué descartó aquellas que conducían a la participación de Stan como autor del doble crimen junto a su compatriota condenado. «No se ha dado una explicación a (que se desechara) la pluralidad de indicios que había contra ellos y a las fuertes contradicciones en las que incurrieron», recalcó la fiscal. Pese a todo, la Sala del TSJ no estimó este extremo del recurso del Ministerio Público.