El asesinato de Alejandro I de Serbia

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Asesinato de Alejandro I de Serbia
  • Clasificación: Magnicidio
  • Características: Además de los monarcas, durante el golpe murieron el primer ministro, el ministro de la Guerra y los hermanos de la reina, Nikola y Nikodije
  • Número de víctimas: 2
  • Fecha del crimen: 11 de junio de 1903
  • Perfil de la víctima: Alejandro I de Serbia, de 26 años, y su esposa, la reina Draga Mašin, de 38
  • Método del crimen: Arma de fuego
  • Lugar: Belgrado, Serbia
  • Estado: El golpe de Estado y el asesinato de los soberanos no fue una revolución ya que no cambió el poder político ni el orden social, sino un cambio de dinastía y de gobierno
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El asesinato de Alejandro I de Serbia

José María Ollé Romeu – Un siglo de magnicidios (1964)

Rey de Serbia (11 de junio de 1903)

La historia de Serbia durante el siglo XIX está perturbada por las luchas entre los partidarios de los Obrenovich y los Karageorgevich. Ambas dinastías tenían su origen en acaudalados aldeanos dedicados a la cría de cerdos y se distinguieron en la lucha contra los turcos.

Jorge, el fundador de la dinastía de los Kara, fue el caudillo de los serbios en una insurrección en tiempos de Napoleón. Derrotó al ejército turco y asaltó la ciudadela de Belgrado; pero más tarde tuvo que abandonar Serbia y huir al extranjero.

Milos, fundador de la dinastía de los Obren, pactó con los turcos y formó un pequeño principado autónomo, sometido al vasallaje de Turquía. Algún tiempo después volvió del destierro Jorge Kara, que fue mandado ejecutar por Milos.

A partir de este momento la lucha abierta estalló entre las dos familias y no terminó hasta que la de los Obren fue completamente eliminada. Los Obrenovich representaban las tendencias autocráticas y estaban orientados hacia Viena. Los Karageorgevich eran más liberales y buscaban el apoyo de San Petersburgo.

Durante todo el siglo XIX la dinastía de los Obren ocupo el poder. Pero su reinado estuvo sometido a constantes asaltos de la dinastía rival. De los cuatro Obrenovich que ocuparon el trono, dos fueron desterrados y dos asesinados. Milos, fundador de la dinastía, tuvo que huir al destierro. Miguel III Obrenovich fue asesinado, el 29 de mayo de 1868, por elementos adictos a los Kara. Su sucesor Milan, que en 1882 tomó el título de rey, fue obligado a abdicar en favor de su hijo Alejandro, último vástago de la dinastía.

Alejandro I de Serbia, al llegar a la mayoría de edad, dio un golpe de Estado y gobernó el país dictatorialmente. En política exterior buscó la protección tradicional de Austria. Estos actos le enfrentaron con partidos liberales y nacionalistas servios, que buscaban el apoyo de los Karageorgevich.

Alejandro, además, se enfrentó con la opinión de todo el país al casarse con una dama de compañía de su madre, de dudosa reputación. Al no tener descendencia con la reina Draga intentó nombrar heredero del trono a su hermano político. Estos hechos le desprestigiaron aún más delante de la mayoría de la población. Los Karageorgevich aprovecharon estos intentos favorables y organizaron un complot para asesinarle.

En la tarde del 11 de junio de 1903 un grupo de oficiales penetró en el palacio real, gracias a la complicidad de parte de la guardia. Los conjurados s dirigieron rápidamente a las habitaciones reales y allí mismo mataron a los reyes. Después arrojaron los cadáveres por un balcón. Poco después el jefe de los Karageorgevich fue proclamado rey de Serbia. La lucha había durado treinta y cinco años.

A la nueva dinastía también le cupo una suerte trágica. El fundador fue ejecutado; su hijo Alejandro, desterrado. El nieto, Pedro I, fue el único monarca serbio que murió en su palacio, de muerte natural. Su sucesor, Alejandro, fue asesinado en Marsella, y su hijo, Pedro II, tuvo que huir del país.


Draga y Alejandro de Serbia

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Draga Obrenovic había nacido en el seno de una acaudalada familia Serbia. Cuando solo tenía 15 años se casó con un ingeniero de origen checo llamado Svetozar Masin, del que enviudó apenas tres años más tarde.

Draga fue dama de honor de la reina Natalia, que la tomó bajo su protección. Su puesto junto a la reina propició la intimidad con su hijo, Alejandro I de Serbia. Alejandro había alcanzado el trono con solo doce años. Su padre, el rey Milan, abdicó de modo inesperado cuando su matrimonio, a pesar de haberse celebrado por amor, terminó en divorcio.

En 1890 Natalia, ya divorciada, se trasladó a su villa de Biarritz llevando consigo a Draga. El rey conoció a la dama unos años más tarde, durante una visita que hizo a su madre. Se decía que el primer encuentro había sido en una ocasión en la que Draga salvó la vida de Alejandro, a punto de ahogarse en una fuente de los jardines de palacio. Fue el comienzo de una apasionada relación que se prolongó después de modo epistolar, hasta que la reina descubrió una de las cartas y, furiosa, expulsó de su lado a Draga.

La reacción de Natalia no logró detener la catástrofe. Por el contrario, Draga se trasladó a Belgrado, donde el rey la instaló en una residencia convenientemente próxima al palacio antiguo. A pesar de la discreción con la que trató de llevar el asunto, toda la corte sabía que se habían convertido en amantes.

Milan pretendía que Alejandro contrajera matrimonio con alguna princesa alemana, puesto que era la mejor opción para mantener el trono. Se encontraba en Carlsbad haciendo gestiones al respecto, pero su hijo no atendía a razones: él quería casarse con Draga.

La dama no era, desde luego, la candidata más adecuada: tenía entre 12 y 15 años más que él, había estado casada anteriormente, aunque no tenía hijos; era de origen plebeyo y no gozaba de buena reputación: se decía que durante los primeros años de su viudedad había mantenido discretas relaciones con caballeros acaudalados, e incluso que había sido la amante de Milan cuando él se reconcilió con su esposa. Esto último, sin embargo, resulta altamente improbable, puesto que Milan parece haberle profesado siempre una viva antipatía, como a todas las protegidas de Natalia.

Pero no terminaban ahí los inconvenientes que presentaba la novia. Para colmo de males, su ambiciosa familia no era ejemplar: su padre falleció en un manicomio, y su madre tenía una inmoderada afición a la bebida.

Draga también tenía sus cualidades: se trataba de una mujer muy inteligente, hablaba cuatro idiomas y era miembro de la asociación de periodistas serbios. De hecho, por la época en la que fue dama de la reina había escrito para varios periódicos. A esto hay que sumar que era aficionada a la poesía y, gracias al interés que Natalia mostró en ella, muy instruida.

Nada pudo detener a Alejandro, y ambos contrajeron matrimonio el 5 de agosto 1900 en la catedral de San Miguel, a pesar de la oposición del gobierno, que dimitió en pleno. El Primer Ministro se hallaba en París. Cuando se enteró de los planes del rey trató de avisar a Milan, pero Alejandro, para impedirlo, les había dado manuales de código incorrectos.

Milan dimitió como comandante del ejército y permaneció en el exilio en Viena. Su hijo hacía que fuera estrechamente vigilado por agentes serbios en todo momento, porque temía que intentase recuperar el poder.

El rey de Serbia tenía 23 años cuando se lanzó a esta unión tan impopular. Hubo protestas, disturbios; Natalia se negó en rotundo a reconocer el matrimonio, y su hijo la desterró por ello. La situación se suavizó un poco cuando llegó la felicitación del zar Nicolás II, indicando así que aprobaba el matrimonio.

Alejandro ya era un monarca impopular desde que había abolido la constitución liberal promulgada por su padre, pero su matrimonio empeoró considerablemente las cosas. Para apaciguar los ánimos de la gente, un mes después de la boda se anunció que la reina esperaba un hijo, pero lo único que se consiguió fue un escándalo: la precipitación había sido tanta que la única conclusión posible era que, de ser eso cierto, el niño habría sido concebido antes del matrimonio.

Parecía evidente que Draga había obligado a Alejandro a casarse con ella haciéndole creer que esperaba un hijo, un embarazo que, además, resultó ser falso, puesto que la reina era estéril.

Draga conocía su infertilidad, y por eso trataba de que su hermano menor fuera designado como heredero. La maniobra no podía ser peor acogida. Los hermanos de Draga tomaban parte en todo, una presencia que llegaba a ser irritante. El pueblo y la aristocracia estaban furiosos, y, lo que era más peligroso, también el ejército y el padre de Alejandro.

Había otro candidato al trono de Serbia: Pedro Karageorgevich, miembro de la familia rival de los Obrenovic. Tenía alrededor de 60 años y había pasado la mayor parte de su vida exiliado en Francia, distinguiéndose como oficial en el ejército. Estaba muy atento al desarrollo de los acontecimientos, y entre todos ellos no podía dejar pasar el que se refería a que la reina se proponía colocar a su hermano en el trono.

Alejandro, al querer que su esposa fuera aceptada a toda costa, inició una campaña de propaganda que llegó al extremo de declarar el día de su nacimiento como fiesta nacional. Ponía su nombre a calles, a edificios, a escuelas… Todo se llamaba Draga. Parecía que tratara de instaurar una especie de culto a la reina, pero todo fue en vano: no logró que su esposa fuera recibida en ninguna corte extranjera y, lejos de calmar las iras de sus súbditos, estas medidas no hacían más que enconarlos.

La imagen que daba era la de un jovencito inexperto sin voluntad propia, controlado en todos sus actos por una malvada seductora mucho mayor que él, una mujer que lo utilizaba en su propio provecho y el de su familia, y en cuyas manos no era más que un pelele. Las críticas a la familia real se convirtieron en delito de alta traición, lo que nuevamente solo sirvió para aumentar la impopularidad de los reyes.

Circulaban rumores de todo tipo con respecto a la reina. Se decía que su hermana iba a tener un hijo para hacerlo pasar por suyo. El pueblo la odiaba tanto que también se llegó a murmurar que había asesinado a su primer marido. Draga vivía aterrorizada por la idea de que sus enemigos la envenenaran, y para prevenirse hacía que probaran toda su comida.

Mientras tanto, Natalia y otros parientes del rey lo presionaban para que se divorciara de ella y se casara con otra mujer más adecuada. La reina temía a su suegro; convenció a Alejandro de que pretendía apartarlo del trono en favor de uno de los hijos que había tenido con su amante griega. Pero pronto Milan dejaba de ser un problema, puesto que fallecía meses después de la boda, con solo 46 años, a consecuencia de una gripe que no pudo superar.

En marzo de 1903 se produjeron serios disturbios en torno a las residencias reales mientras el movimiento antimonárquico se extendía por toda Serbia. La revuelta logró ser sofocada, pero Draga y Alejandro se veían cada vez más abandonados por quienes habían sido sus amigos y partidarios.

El 10 de junio de 1903 tuvo lugar un golpe de Estado en Belgrado. Los reyes habían cenado en compañía de algunos cortesanos y parientes de Draga en el palacio viejo. Se habían retirado a dormir cuando se aproximó un grupo de conspiradores dirigido por militares. Al escuchar el ruido, el matrimonio, aterrado, se escondió en el vestidor de la reina, cuya puerta estaba camuflada de tal modo que parecía parte de la pared. Allí permanecieron mientras las hermanas de Draga eran asesinadas junto a la mayor parte de la corte tan pronto como la muchedumbre irrumpió en palacio.

Al principio la estratagema tuvo éxito. Como no los habían encontrado, pasado un tiempo se atrevieron a llamar desde el balcón a un mayordomo de su confianza. No contaban con que el hombre los delataría. Hacia las cuatro de la madrugada llegaba para ellos una trágica y espantosa muerte. Primero les dispararon. Alejandro recibió 36 balas y Draga 14. Sus cuerpos fueron arrojados por la ventana a un montón de estiércol, y el palacio fue saqueado.

Después de lanzarlos de ese modo a través de la ventana, los atravesaron repetidamente con los sables, los mutilaron y los quemaron. Hay una historia que cuenta que Alejandro aún estaba vivo cuando fue arrojado al vacío, y que trató de aferrarse a la balaustrada de hierro para evitar la caída. Según esta versión, sus asesinos, al no lograr que se soltara, cortaron sus dedos.

Era el final de la dinastía Obrenovic. Inmediatamente Pedro Karageorgevich fue proclamado rey. Se ignora cuánto tuvo que ver con el golpe, pero lo cierto es que los asesinos nunca fueron castigados.

El personaje que lideró a los insurrectos fue el coronel nacionalista serbio Dragutin Dimitrijevic, quien posteriormente fundó un grupo terrorista llamado Unión o Muerte, conocido como la Mano Negra. El grupo estuvo implicado en el asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo en 1914.


Asesinato de Alejandro I de Serbia

Wikipedia

El asesinato de Alejandro I de Serbia tuvo lugar el 11 de junio de 1903 en el palacio real en Belgrado. En el ataque fueron asesinados tanto el rey serbio como su esposa, la reina Draga Mašin, y el acontecimiento fue crucial en la historia del país ya que produjo un cambio de dinastía, de modelo político y de orientación en política internacional.

Alejandro ascendió al trono de su país en 1889, lo que no puso fin a los continuos conflictos entre su padre y su madre. A este periodo de disputas entre sus padres, siguió la formación de un duunvirato de hecho entre Alejandro y su padre -tras la eliminación de la regencia-, hasta su toma del poder personal en 1894.

En 1897 y tras la ruptura entre Alejandro y su madre, se reforzó la alianza entre padre e hijo y se puso fin a los intentos de concordia con los Radicales. El poder gubernamental quedó en manos del soberano, con una prensa censurada y unas Cortes controladas por la policía del régimen real.

A comienzos de 1900, Alejandro prometió casarse con una princesa europea ese mismo año; la sucesión se había convertido para entonces en un problema gubernamental. Con Milan gestionando su boda alemana en el extranjero, el primer ministro también fuera del país y a pesar de la oposición de altos funcionarios y oficiales, Alejandro comunicó a su padre sus planes de boda con Draga Mašin a comienzos de julio.

Milan renunció a su puesto como comandante en jefe del Ejército en protesta por los planes de su hijo; los diversos rumores desfavorables a la futura reina -a la que se tachaba de hija de un demente y una borracha, de antigua amante de Milan y de estéril- hicieron el anuncio de la inminente boda muy impopular.

Tras la boda, la nueva soberana comenzó a interferir en los asuntos de Gobierno y a mostrar una gran influencia en su marido, que trató de mejorar la imagen popular de su esposa. El rey intentó acercarse a los Radicales, que contaban con firme apoyo ruso, pero esto no sirvió para acabar con la oposición; carente de la habilidad de su padre para gestionar la política interior, se enfrentaba a una crisis política creciente.

La noticia aparecida en la primavera de 1901 de que Draga había fingido un embarazo -cuyo parto era inminente- avivó el rechazo popular hacia la soberana. El fracaso de nuevos intentos de mejorar la reputación de la reina dieron paso a otra ola de represión de la oposición.

Incómodo como monarca constitucional, Alejandro trató de interferir constantemente en las labores gubernamentales. Los Radicales, deseosos de acaparar el poder tras su gran victoria electoral del verano de 1901, comenzaron a alejarse del rey, al que empezaron a culpar de la grave crisis económica del país.

En el otoño, forzaron la dimisión del Gobierno de coalición con los Progresistas. Se formó un nuevo Gobierno con el general Cincar-Marcović al frente que incluía militares y Radicales favorables al rey. El gabinete hubo de enfrentarse al rechazo de la oposición y a una gran manifestación encabezada por los estudiantes que el 5 de abril de 1903 exigió la implantación de una Constitución democrática. Tras la dura represión de la marcha, el rey concentró en sí mismo el poder gubernamental.

Alejandro carecía además de firme apoyo de las potencias regionales (Austria-Hungría y Rusia). Por otro lado, las relaciones con los vecinos Montenegro y con Bulgaria eran malas, debido a la permanente disputa por el control de Macedonia.

El régimen del rey Alejandro era cada vez más impopular en todas las clases sociales. En 1901 se organizó una conspiración contra el soberano, fundamentalmente de miembros del cuerpo de oficiales; la prensa de la oposición atizaba el descontento de los militares.

A comienzos de 1903, la situación era de gran tensión y el aplastamiento de las protestas de marzo y los planes del monarca de purgar el Ejército de elementos desafectos aceleraron el plan para eliminarlo.

Temiendo un golpe de mano del rey contra ellos, los confabulados decidieron atacar el palacio real la noche del 9 de junio de 1903. A las 2 de la mañana, en calma total, el palacio fue rodeado de acuerdo al plan. Los atacantes vencieron a los guardias del interior del palacio y procedieron a emplear artillería y dinamita para asegurarse de la muerte de los monarcas, a los que no lograban encontrar.

Los oficiales hallaron finalmente la cámara secreta donde se escondían Alejandro y Draga, que la abandonaron tras serles garantizada su seguridad; inmediatamente, los conspiradores los cosieron a balazos.

Además de los monarcas, durante el golpe murieron el primer ministro, el ministro de la Guerra y los hermanos de la reina. Inmediatamente, se nombró un nuevo Gobierno provisional y se llamó a Pedro Karađorđević para que ocupase el trono vacante.

El golpe de Estado y el asesinato de los soberanos no fue una revolución ya que no cambió el poder político ni el orden social, sino un cambio de dinastía -la Obrenović se extinguió- y de gobierno, así como de política internacional: el nuevo régimen se acercó a Rusia y creció la hostilidad hacia Austria-Hungría, de la que hasta el momento Serbia había dependido política y económicamente.

Primeros años de reinado

Alejandro ascendió al trono de Serbia al abdicar su padre Milan en 1889. La abdicación, un triunfo del modelo de gobierno parlamentario, no puso fin a los continuos conflictos entre el exmonarca y su esposa, en los que se vieron envueltos a menudo los políticos serbios. Durante esta primera etapa de regencia, los Radicales dominaron el Gobierno gracias a su victoria electoral de 1889.

A este periodo de disputas entre sus padres, siguió la formación de un duunvirato de hecho entre Alejandro y su padre -tras la eliminación de la regencia por ambos en abril de 1893-, hasta su toma del poder personal en 1894.

En mayo de ese mismo año, restauró la Constitución de 1869, más conservadora que la de 1888.

Paulatinamente y en especial por la decisión de Alejandro de permitir el regreso de su padre a Serbia a comienzos de 1895 además de la abolición de la Constitución de 1888 y la purga de funcionarios simpatizantes con el partido, la relación entre el rey y los Radicales fue empeorando.

En 1897 y tras la ruptura entre Alejandro y su madre -más favorable que Milan a los Radicales-, se reforzó la alianza entre padre e hijo y se puso fin a los intentos de concordia con los Radicales. El poder gubernamental quedó en manos del soberano, con un primer ministro que no había podido elegir a los ministros de su Gobierno, una Administración purgada de Radicales, una prensa censurada y unas Cortes controladas por la policía del régimen real.

Crisis por el matrimonio del rey

El casamiento del nuevo monarca, soltero, enfrentó nuevamente a sus progenitores: su madre prefería una boda con una princesa rusa o montenegrina; su padre, con alguna princesa alemana. Tras varias gestiones en las cortes europeas en los últimos años del siglo, Alejandro prometió a comienzos de 1900 casarse con una princesa europea ese mismo año. La sucesión se había convertido para entonces en un problema gubernamental.

La candidata respaldada por Austria-Hungría y Alemania, la princesa Alejandra von Schaumburg-Lippe, propuesta por los austrohúngaros en marzo de 1900, pareció recibir la aprobación de Alejandro, que encargó en junio a su padre realizar las gestiones necesarias para organizar la boda. Esta debía cimentar la alianza serbo-austrohúngara y perpetuar el control político de Milan.

Alejandro, sin embargo, ya había conocido a Draga Mašin -doce años mayor que él-, hija del antiguo alcalde de Šabac y viuda de un ingeniero checo. Acogida bajo la protección de la reina Natalia, se convirtió en su dama de compañía en su villa de Biarritz, donde la reina se instaló en 1890.

Alejandro la conoció en 1894 y se enamoró de ella en una visita a su madre en 1897. Atraído por ella, permitió el regreso de Natalia a Serbia en 1895 y, aunque las intromisiones de su madre hicieron que esta se volviese a exiliar en junio de 1897, Draga regresó en el otoño al país, ya como amante del rey, conocida como tal por toda la alta sociedad del país.

Milan, a pesar de su rechazo hacia Draga, la toleró. Draga atrajo a Alejandro -fingiendo para ello incluso tres embarazos- y logró su promesa de matrimonio.

Con Milan gestionando su boda alemana en el extranjero, el primer ministro también fuera del país y a pesar de la oposición de altos funcionarios y oficiales, Alejandro comunicó a su padre sus planes de boda con Draga a comienzos de julio.

Al día siguiente, 21 de julio de 1900 el Consejo de Ministros en pleno, opuesto al casamiento, presentó su dimisión al rey, no sin intentar infructuosamente enviar al exilio a Draga. El soberano aceptó la renuncia de sus ministros después de que estos proclamasen la futura boda y forzó su aceptación por el metropolitano de la Iglesia ortodoxa serbia.

Milan renunció a su puesto como comandante en jefe del Ejército en protesta por los planes de su hijo. Sin Gobierno por el rechazo de los posibles nuevos ministros a aceptar formar uno y con diversos rumores desfavorables a la futura reina -a la que se tachaba de hija de un demente y una borracha, de antigua amante de Milan y de estéril-, el anuncio de la inminente boda resultó muy impopular.

A pesar de lograr finalmente formar un nuevo gabinete, la oposición al casamiento seguía siendo intensa, especialmente entre los militares -ningún general aceptó convertirse en ministro de Defensa del nuevo Gobierno- y la alta sociedad de la capital.

A pesar de los temores de Alejandro de que su padre regresaría y trataría de impedir la boda con el apoyo de los militares, Milan finalmente abandonó la idea, falto de apoyo austrohúngaro. El respaldo ruso a la boda -exagerado por el embajador en Belgrado-, sin embargo, favoreció los planes del rey y la popularidad final de la ceremonia, que se celebró el 5 de agosto de 1900 con más pompa de la planeada inicialmente.

Tras la boda, la nueva reina comenzó a interferir en los asuntos de Gobierno y a mostrar una gran influencia en su marido, que trató de mejorar la imagen popular de su esposa. Se realizó una purga de los políticos y militares considerados desafectos y cercanos a Milan, del que Alejandro temía que regresase con ayuda austrohúngara. Los intentos de que la pareja real fuese recibida en alguna corte europea para aumentar el prestigio de la nueva reina fracasaron.

Crisis dinástica

Alejandro estaba convencido de la hostilidad de los Radicales y de su colusión con Rusia. Este convencimiento, compartido por su padre, hizo que este regresase en 1897, volviese a residir en el palacio real y se convirtiese en jefe del Ejército. Tras el anuncio de boda en el verano de 1900 mientras se encontraba en Austria, Milan, contrario al casamiento, decidió permanecer en el exilio en Viena.

La represión de aquellos opuestos a su matrimonio no acabó con el rechazo a este, que continuó privadamente. El rey trató de acercarse a los Radicales, que contaban con firme apoyo ruso, pero esto no sirvió para acabar con la oposición. El monarca, carente de la habilidad de su padre para gestionar la política interior, se enfrentaba a una crisis política creciente. Se apartó a los partidarios de su padre de la Administración y del Ejército. La inesperada muerte de Milan de gripe el 11 de febrero de 1901, eliminó, no obstante, parte de la aprensión de la reina a su intervención.

En marzo Alejandro aceptó relevar al Gobierno y encargar la formación de uno nuevo a Radicales -divididos pronto entre partidarios del acuerdo con el monarca y opuestos a ello- y Progresistas, que redactaron una nueva Constitución -promulgada el 19 de abril de 1901- que puso fin al gobierno personal del rey que había comenzado en 1894.

A pesar de su conservadurismo, la nueva Constitución recortaba notablemente los poderes del soberano y los transfería a las nuevas Cortes bicamerales. Alejandro continuaba pudiendo, empero, controlar la composición del Consejo de Ministros y limitar la influencia de los Radicales, de nuevo triunfadores en las elecciones de julio de 1901.

La promulgación de la Constitución, otorgada en parte para asegurar los derechos del heredero al trono que se suponía estaba a punto de nacer, precedió un nuevo escándalo. A finales del verano de 1900 y a pesar de que ello constituía una confesión de relaciones previas al matrimonio, el Gobierno había anunciado por orden real el embarazo de la reina.

Avisados por Natalia de la esterilidad de Draga, los rusos decidieron enviar a sus propios médicos a examinar a la reina; estos certificaron el falso embarazo y la enfermedad de la reina, que sufría un tumor. Draga, que volvió a fingir embarazos el año siguiente, había engañado de Alejandro y la noticia de que no habría heredero avivó el rechazo popular hacia la soberana.

El fracaso de nuevos intentos de mejorar la reputación de la reina dieron paso a otra ola de represión de la oposición. El escándalo hizo que Alejandro, consciente del descrédito popular que había acarreado, tratase de apoyarse cada vez más en los rusos para restaurar su imagen y, en especial, en una recepción imperial a la pareja real, que nunca llegó a tener lugar.

Las nuevas elecciones del verano dieron una amplia victoria a los Radicales. El nuevo Parlamento albergó intensas sesiones con duras críticas de la oposición a la situación del país y al rey, que este no aceptó. Incómodo como monarca constitucional, trató de interferir constantemente en las labores gubernamentales. Los Radicales, deseosos de acaparar el poder tras su gran victoria electoral, comenzaron a alejarse del rey, al que empezaron a culpar de la grave crisis económica del país. En el otoño, forzaron la dimisión del Gobierno de coalición con los Progresistas.

El 19 de noviembre de 1902, se formó un nuevo Gobierno con el general Cincar-Marcović al frente que incluía militares y Radicales favorables al rey. Su programa incluía la reforma de la Constitución y el intento de recuperar el apoyo de los partidos políticos al monarca. En realidad, el gabinete hubo de enfrentarse al rechazo de la oposición y a una gran manifestación encabezada por los estudiantes que el 5 de abril de 1903 exigió la implantación de una Constitución democrática.

Tras la dura represión de la marcha, que acabó con la intervención del Ejército, varios muertos y más de cien detenidos, el soberano suspendió al día siguiente la Constitución durante alrededor de una hora, lo suficiente como para cambiar diversas leyes fundamentales, entre ellas la electoral o la de prensa. La nueva ley y la intimidación policial a los partidos obtuvieron el resultado deseado: unas nuevas Cortes favorables al rey, que concentró en sí mismo el poder gubernamental.

Mientras, en política internacional, el país había abandonado su cercanía a Austria-Hungría que había caracterizado el periodo de más estrecha colaboración entre Milan y Alejandro hasta su ruptura por el matrimonio de este (1897-1900) para apoyarse en Rusia por el respaldo que esta había otorgado a la boda entre Alejandro y Draga.

El amparo ruso fue, empero, intermitente y condicionado y conllevó el empeoramiento de las relaciones con el Imperio austrohúngaro. Una vez quebrantada la promesa de casarse con la princesa alemana en 1900, la actitud del emperador alemán también resultó hostil a Alejandro.

Por otro lado, las relaciones con Montenegro y con Bulgaria eran malas, debido a la permanente disputa por el control de Macedonia. Los intentos de Alejandro de volver a acercase a los austrohúngaros que comenzaron a finales de 1902 resultaron vanos; Viena consideraba que los gestos del rey no eran más que una manera de presionar a San Petersburgo para obtener su favor.

Conspiraciones contra la pareja real

El régimen del rey Alejandro era cada vez más impopular en todas las clases sociales. En 1901 se organizó una conspiración contra el soberano, fundamentalmente de miembros del cuerpo de oficiales. Estos no solo se hallaban insatisfechos por el empeoramiento de su situación económica desde la marcha de Milan sino que, en general, condenaban como un baldón del cuerpo de oficiales la boda real con una mujer que consideraban de pasado promiscuo.

La prensa de la oposición atizaba el descontento de los militares. Los políticos, por el contrario, trataron en vano de llegar a un acuerdo con el monarca. A comienzos de 1903, la situación era de gran tensión y el aplastamiento de las protestas de marzo y los planes del monarca de purgar el Ejército de elementos desafectos aceleraron el plan para eliminarlo.

Además de los oficiales del Ejército, la conspiración contra Alejandro contó con la participación de políticos del Partido Liberal y del Progresista, aunque no del Radical, a pesar de ser este el principal partido del país y de oponerse al rey.

Los oficiales confabulados no contaban con política o filosofía de gobierno más allá de la oposición al monarca, unos por razones personales y otros por convicciones nacionalistas. Los civiles tampoco tenían un programa completamente definido; algunos de ellos eran antiguos colaboradores del rey. Aunque genéricamente defendían un gobierno parlamentario y constitucional y una política exterior favorable a Rusia, no existía unanimidad.

Mientras los oficiales preparaban el plan para eliminar a la pareja real, los civiles se preocuparon de buscar un sustituto al rey. Tras descartar la posibilidad de candidatos rusos o alemanes por la oposición de las potencias rivales, se acordó ofrecer el trono al pretendiente de la familia rival a los Obrenović, Pedro Karadorđevic, exiliado en Ginebra.

Pedro mostró reticencias a asociarse a los conspiradores y las negociaciones se llevaron a cabo principalmente a través de sus representantes, más dispuestos que él mismo a respaldar la intentona. El año de 1902, los conspiradores se emplearon en averiguar la postura de Rusia y Austria-Hungría al golpe y a negociar con Pedro. También en extender la red conspirativa a las provincias y a las distintas guarniciones del país.

En varias ocasiones, los confabulados pensaron estar a punto de ser descubiertos y detenidos por la policía, especialmente tras las protestas de marzo de 1903, cuando varios de ellos fueron detenidos.

La dureza del gobierno del primer ministro y general Cincar-Marković, la supresión de las protestas de marzo de 1903, y el golpe de Estado real del 6 de abril de 1903 acentuaron la oposición a Alejandro y aumentaron el número de partidarios del golpe. A comienzos de año, varios planes para asesinar a los reyes en las provincias se habían abandonado por la dificultad de neutralizar al Gobierno desde fuera de la capital.

Desarrollo

Los últimos días de mayo, los rumores sobre la conspiración contra el matrimonio real eran tan intensos que este sólo se sentía seguro en palacio. El propio soberano había recibido un aviso sobre la confabulación el 7 de junio de 1903 de un agente ruso llegado de Bulgaria.

Nerviosos tras los disturbios de marzo que habían producido el encarcelamiento de algunos de los conspiradores y temiendo un golpe de mano del rey contra ellos, el mismo día que el monarca recibía la confidencia del agente ruso los confabulados decidieron atacar el palacio real dos días más tarde, la noche del 9 de junio de 1903.

El plan consistía en enviar al palacio veintiocho oficiales, todos de provincias y sin mando en tropa en la capital, para mandar tres batallones del 6.º Regimiento, el 7.º al completo, una batería de artillería y un escuadrón de caballería, que debían rodear el edificio e impedir el socorro al rey. El ataque se realizaría a las 2 a.m. del día elegido, tras reunir a los oficiales, que pasarían la tarde anterior en grupos separados. El teniente de la guardia Petar Živković se ofreció a abrirles las puertas del palacio. El capitán de la guardia fue drogado.

Al principio el golpe se desarrolló de acuerdo al plan previsto. Mientras el palacio quedaba sitiado alrededor de las doce y media, los conspiradores rodearon las residencias del primer ministro, del ministro de Interior y del de Guerra, y la del presidente del Senado. Tomaron también las oficinas de correos y telégrafos y el ayuntamiento de la capital. No se había informado a los soldados de porqué se les ordenaba marchar hacia el palacio real.

Esa noche se había celebrado una cena y concierto en palacio y el ministro de la Guerra había recibido una carta sobre el inminente ataque, que no llegó a leer. Los soberanos se habían retirado a sus habitaciones hacia medianoche.

A las 2 de la mañana, en calma total, el palacio fue rodeado de acuerdo al plan. Tras franquear las puertas gracias a la ayuda de Živković, los atacantes se abalanzaron sobre la guardia y se incendió el palacio. Tras un intento de la guardia de oponerse a los oficiales que habían penetrado en el palacio, Živković les ordenó no interponerse por orden del soberano.

Al no encontrarse las llaves de la puerta de la cámara principal donde se esperaba encontrar a los reyes, se dinamitó. Uno de los edecanes del rey, que debía de haber franqueado el paso al palacio y no lo hizo, fue asesinado por Dragutin Dimitrijević, Apis.

La explosión hizo temblar al edificio y alarmó a la vecindad. La detonación y los disparos alertaron a los gendarmes cercanos, que comenzaron a disparar contra los asaltantes. Los gendarmes de una comisaría cercana fueron derrotados por los soldados que rodeaban el palacio y los del interior fueron convencidos de que los soldados estaban allí por orden del rey, que pensaba exiliar a la reina aquella noche.

Los atacantes vencieron a los guardias del interior del palacio; procedieron además a emplear la artillería y la dinamita para asegurarse de la muerte de los monarcas, a los que no lograban encontrar. El palacio se encontraba en total oscuridad, habiéndose perdido la iluminación eléctrica, lo que forzaba a los asaltantes a buscar a los monarcas en la penumbra de las velas.

Temiendo en cualquier momento la llegada de tropas de auxilio al rey y desconfiando de sus propias fuerzas, que desconocían el propósito para el que se las había movilizado, los oficiales redoblaron sus esfuerzos para tratar de encontrar a los soberanos.

Los oficiales forzaron al ayudante del rey, Lazar Petrović, a llamarlo para hacerle creer que el golpe había fracasado y podía abandonar su escondite. Uno de los oficiales encontró la cámara secreta y entonces Petrović, tras intentar convencerles de que el rey no se encontraba en ella, se ofreció a hacerle salir a cambio de su seguridad.

Antes de salir, el rey preguntó si podía contar con la lealtad de sus oficiales, que estos confirmaron para, a continuación, coserlo a balazos nada más abandonar su escondrijo. Petrović, que había ocultado un arma y trató de defender al monarca, cayó muerto también. La reina, que se abalanzó sobre Alejandro para tratar de protegerlo, recibió dieciocho balazos; el rey treinta. A continuación, los cadáveres de los monarcas fueron mutilados con sables. Los soberanos fallecieron a las 3:50 a.m. del 7 de junio de 1903.

Solo entonces los oficiales comunicaron a las tropas que ocupaban el palacio la muerte del rey, que fue celebrada. Los cuerpos de los soberanos fueron lanzados por una ventana del palacio al jardín. Los cadáveres fueron retirados cerca de las cuatro de la mañana, a petición del embajador ruso, que se había acercado al palacio desde su residencia, a unos metros del mismo.

Además de los monarcas, durante el golpe murieron el primer ministro, el ministro de la Guerra y los hermanos de la reina, Nikola y Nikodije. El ministro de Interior, dado por muerto, logró sobrevivir al ataque. El comandante de la División del Danubio, que trató de oponerse al golpe y movilizar tropas en su contra, también murió.

Inmediatamente tras la muerte de los soberanos, los confabulados nombraron un nuevo Gobierno provisional. Lo formaron cuatro miembros de la conspiración contra Alejandro junto con seis representantes de los principales partidos, aunque ninguno de sus dirigentes principales, que en aquel momento no se hallaban en la capital. Encabezó el nuevo gabinete Jovan Avakumović.

Los cadáveres de los monarcas, junto con los de otras víctimas del golpe, se trasladaron a la iglesia de San Marcos en lujosos ataúdes en la madrugada del 12 de junio de 1903. Tras un servicio religioso al que asistieron como testigos algunos de los confabulados y que vigiló la gendarmería, se enterró a los soberanos alrededor de las 3 de la mañana.

Consecuencias

La misma mañana del día 12, el nuevo Gobierno restauró la Constitución de 1901 y convocó la Asamblea de Diputados (en serbio Skupština) y el Senado al día siguiente, según estaban constituidos antes de las elecciones de 1903. Los conspiradores, sin embargo, carecían de un programa político más allá de su oposición a los monarcas asesinados.

La mayoría defendía una vuelta a la dinastía Karađorđević, aunque una minoría abogaba por la creación de una república, algo inaceptable para Austria-Hungría y Rusia, por lo que se optó finalmente por llamar a Pedro I de Serbia.

El golpe de Estado y el asesinato de los soberanos no fue una revolución ya que no cambió el poder político ni el orden social, sino un cambio de dinastía -la Obrenović se extinguió- y de gobierno, así como de política internacional: el nuevo régimen se acercó a Rusia y creció la hostilidad hacia Austria-Hungría, de la que hasta el momento Serbia había dependido política y económicamente.

La nueva etapa que comenzó con el asesinato de Alejandro, Draga y parte de su Gobierno llevó a una creciente independencia económica del Imperio austrohúngaro, una mayor libertad política, y una vuelta a la política nacionalista y expansionista, que aumentó los conflictos con los países vecinos.

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