
- Clasificación: Homicida
- Características: Parricida - Malos tratos - Mató a su mujer la víspera de la vista del divorcio
- Número de víctimas: 1
- Fecha del crimen: 23 de septiembre de 2008
- Fecha de detención: Mismo día (se entrega)
- Fecha de nacimiento: 1942
- Perfil de la víctima: Su esposa, Christine Hedwig Lang, de 66 años
- Método del crimen: Apuñalamiento (11 veces)
- Lugar: Villanueva de la Cañada, Madrid, España
- Estado: Condenado a 15 años de prisión (13 años por homicidio y 2 por violencia de género habitual) el 19 de noviembre de 2010
Índice
Antonio Serrano Checa – «¿Para qué voy a denunciar si no me van a creer?»
F. Javier Barroso – El País
25 de septiembre de 2008
La mujer asesinada en Villanueva de la Cañada llevaba sufriendo malos tratos desde hacía 40 años.
Nati se enciende un cigarrillo. Aspira profundamente y no dice nada. Sus ojos denotan que ha pasado una mala noche, que no ha dormido. Le acompañan dos familiares. Está a las puertas del Instituto Anatómico Forense. Dentro en una de las cámaras se encuentra su madre, Christine Hedwig Lang, de 66 años y origen alemán, la última víctima por violencia machista.
«Gracias por haber venido, pero no voy a comentar nada. Tan sólo que lamento muchísimo que mi madre sea la última de la lista de mujeres asesinadas por este tipo de violencia», se limita a decir tras quitarse el cigarrillo de la boca. Y es que detrás hay mucho dolor y sufrimiento.
Christine Hedwig sufrió 40 años de malos tratos físicos y psíquicos. Casi tantos años como los que llevaba casada con el que sería su asesino, su marido. Éste la mató a cuchilladas la tarde del martes en el chalé que tenían ambos en la localidad de Villanueva de la Cañada y se entregó a la Guardia Civil tras limpiarse y quitarse la ropa manchada.
Hedwig acudió hace un año a la Federación de Asociaciones de Separadas y Divorciadas. Contactó con este colectivo a través de la página de Internet. Nada más llegar, las especialistas le aconsejaron que abandonara su casa y que se metiera en un centro de acogida.
Allí recibiría tratamiento psicológico, además del jurídico. Ella se negó. «¿Para qué voy a denunciar si los jueces no me van a creer todo lo que he estado pasando?», preguntó a las responsables de la federación.
Los malos tratos por parte de su marido comenzaron, según explicó la mujer, al poco tiempo de casarse. No se limitaba a golpes o palizas. «Lo que peor llevaba ella era el abuso psicológico a que la tenía sometida. Su marido había conseguido anular su personalidad totalmente», explicó la presidenta de la federación, Ana María Pérez del Campo Noriega.
La Guardia Civil intentó interrogar al marido, cuyo nombre corresponde a las iniciales A. S. C., de 64 años y nacionalidad española, pero él se negó. Tan sólo se limitó a decir que había tenido una discusión con su esposa y que la había matado.
La titular del Juzgado de Violencia sobre la Mujer número 1 de Móstoles decretó ayer la prisión comunicada y sin fianza para el detenido. Éste, que está acusado de un delito de maltrato en el ámbito familiar con resultado de muerte (homicidio), ingresó por la tarde en el centro penitenciario de Soto del Real, según informó un portavoz del Tribunal Superior de Justicia de Madrid.
«La muerte de esta mujer no es producto de una acción aislada. Como muchas, se veía venir. Finalmente, si la víctima quiere escapar, la matan», explicó Pérez del Campo. Christine Hedwig tenía fijada para las 9.50 de ayer la vista para divorciarse de su marido, con el que estaba casada desde hacía 42 años. Debía celebrarse en los juzgados de la plaza de Castilla, ya que la familia residía en el barrio de Aluche.
Desde que decidieron separarse, la mujer se había quedado en la segunda residencia de la familia, en Villanueva de la Cañada. «El maltrato que sufría era habitual, constante y permanente. La mujer tenía un miedo insuperable y una indecisión total. Le ofrecimos un tratamiento integral en nuestro centro, pero ella se negó. Desde luego, no la podíamos obligar», concluyó la presidenta de la federación.
Los vecinos de Hedwig en Villanueva de la Cañada se quedaron anonadados con el final que sufrió la mujer. «La conocíamos desde hacía más de 30 años, cuando compraron la finca. Era una mujer muy educada. Tenía pasión por sus perros y sus plantas. Como no tenía electricidad ni agua corriente, tenía que ir regando uno por uno los árboles», explicó una vecina.
La federación quiere personarse como acción popular en la causa contra el marido de Hedwig. «Todo dependerá de las consideraciones que haga el juez que lleve el caso y de que no nos ponga una fianza que resulte imposible de acceder», concluyó Pérez del Campo.
La décima víctima del año
La lista de mujeres que han perdido la vida víctimas de la violencia machista este año llega tiene ya dos dígitos. La muerte en Villanueva de la Cañada de Christine Hedwig Lang, la décima víctima, hace que a fecha de hoy se haya superado el mismo número de muertes que en el mismo periodo del año pasado (nueve). El año 2007 se cerró con 12 casos, en su mayoría ocurridos en la capital.
Este año ha sido especialmente duro en los dos primeros meses, cuando cinco mujeres murieron a manos de sus maridos y novios. Alcalá de Henares vivió en menos de una semana dos crímenes, en los que perdieron la vida una mujer de 20 años y otra de 44. En este último caso, también fue asesinado a cuchilladas un niño de 11 años.
Los asesinos han utilizado en casi todos los casos las armas blancas para matar a sus compañeras. En dos de ellos, la víctima fue quemada o empujada desde la ventana.
Todos los asesinatos están resueltos y detenidos los autores del crimen. Y es que la forma de actuar de un asesino de violencia machista es casi siempre la misma: o se entrega tras haber cometido el homicidio o se suicida junto a su víctima. Este último caso se dio el 12 de julio en Ciempozuelos, cuando murió María José Sanz Terceño. Instantes después de matarla en el comercio que regentaba la mujer, su atacante se quitó la vida.
Las edades de las víctimas oscilan entre los 20 y los 66 de la última, Christine Hedwig. Por nacionalidades, hay cuatro españolas, dos bolivianas, una alemana, una rumana, una peruana y una colombiana.
Muerta antes que asesinada
Charo Nogueira – El País
22 de octubre de 2010
Christine Hedwig Lang llevaba muchos años muerta cuando una puñalada en el cuello y otras 11 en todo el cuerpo acabaron con su vida. Muerta en vida a base de bofetadas, insultos, zarandeos, silencios, aislamiento y asfixia económica.
Una muerte lenta, a lo largo de 42 años de matrimonio marcados por la dominación absoluta de un marido que sólo la dejó trabajar lejos de él cuando dejó de pasarle dinero. Entonces ella salió de su casa de Aluche, un barrio madrileño de clase media, para limpiar por las casas y poder mantenerse y aportar la mitad de los gastos del piso. Así se ganaba la vida cuando la perdió, el 23 de septiembre de 2008, la víspera de la vista del divorcio que al fin se había atrevido a pedir.
Su marido, Antonio Serrano Checa, un hombre de 66 años con mirada fría y gesto adusto, se sentó ayer en el banquillo de la Audiencia Provincial de Madrid. El fiscal pide para él 18 años de cárcel por homicidio y violencia doméstica habitual.
Al morir, Christine Hedwig Lang -Cristina para los amigos y familiares que testificaron ayer- tenía 66 años y «aparentaba 80». Una mujer consumida que se había casado lozana con Antonio Serrano en 1965, en Suiza. Allí había emigrado él. Allí trabajaba ella, nacida en Baviera (Alemania).
Desde la boda comenzaron los malos tratos, según recoge el escrito de la fiscal: «De forma constante ha venido agrediendo, humillando y amedrentando y restringiendo la libertad de su esposa». Nunca hubo denuncia.
Un año después del enlace, en 1966, nació la única hija, Natalia. Ayer testificó voluntariamente, en su calidad de «hija del acusado y de la fallecida», como dijo la presidenta de la sala, María Tardón. Pidió declarar separada de su padre por un biombo.
«Vinimos a España en 1974. Los primeros años había malos tratos, violencia física. Luego llegó el maltrato psíquico. Mi padre anuló a mi madre y en los últimos años la aisló incluso de su familia alemana», relató con entereza Natalia Serrano Lang.
Contó episodios concretos, como aquella agresión en el coche cuando ella era pequeña y gritaba «¡mami!, ¡mami!» mientras caían los golpes; como, muchos años después, su madre le contó que su padre había intentado asfixiarla con la almohada.
Y también que «le pegó para lograr que ella repartiera con él una herencia que acababa de recibir en Alemania». Ella le dio la mitad de los 18.000 euros pese a que quería destinar ese dinero a algo que le hacía ilusión: mejorar la cocina.
«Ella me callaba muchas cosas porque no quería hacerme sufrir, ni indisponerme con mi padre». Al crecer, la hija intentaba «mediar». «Cuando estábamos comiendo mi padre decía: «Esta tía es una mierda, no vale para nada, ni siquiera sabe cocinar». Lo decía delante de ella, igonorándola», relató.
«Él es muy irascible. Si no se hace su voluntad se torna violento. Si se le obedece, es amable y zalamero», describía. «Si la comida no le gustaba, rompía la vajilla».
Cristina, que en los primeros tiempos se había ganado la vida cosiendo en casa, trabajó 15 años en el bar que su marido abrió en Aluche. «Mi padre no la quiso dar de alta en la Seguridad Social para ahorrarse el dinero. Decía que era un gasto innecesario». El bar cerró.
La economía familiar se deterioró y en los años noventa la mujer empezó a trabajar de asistenta para poder subsistir. «El maltrato fue una situación permanente en la vida de mi madre», resumió Natalia.
-«¿Por qué no denunció nunca?», preguntó la abogada de la defensa.
-«Porque tenía pavor. Tenía miedo a mi padre y no tenía dónde ir», respondió la hija.
Tras la muerte de Ana Orantes, la mujer quemada por su marido en Cúllar-Vega (Granada) tras haber relatado sus malos tratos en televisión en 1997 y cuya muerte sirvió de aldabonazo para iniciar la lucha contra la entonces llamada violencia doméstica, Natalia identificó mejor lo que le ocurría a su madre.
A partir de 2000, la relación marital se deterioró «más enérgicamente», según la fiscal. Cristina estaba muy deprimida, pero lo silenciaba, igual que los malos tratos: muchos de sus allegados solo se enteraron de que los sufría cuando murió apuñalada con un cuchillo de cocina.
En verano de 2007, Natalia acompañó a su madre a asesorarse en la Asociación de Mujeres Separadas y Divorciadas. Ella no quiso denunciar las agresiones. Se limitó a pedir el divorcio, pero aún así tenía miedo. Se lo había confesado a su cuñado Francisco, que descubrió el maltrato de Antonio por casualidad en 2004 y afeó la conducta a su hermano. «Creo que no voy a estar tranquila jamás. Creo que siempre le he tenido miedo», le dijo Cristina.
«Discusiones como en todo matrimonio»
Cuando la notificación de la vista de divorcio llegó a su marido, en junio de 2008, Cristina optó por irse a vivir a la caseta de la finca rústica que tenía el matrimonio en Villanueva de la Cañada, al oeste de Madrid. Allí murió apuñalada. Por eso juzgan ahora a su marido, Antonio Serrano, en prisión desde entonces. «Teníamos discusiones como cualquier matrimonio», dijo ayer a preguntas de la defensa. No reconoció más.
Pese a que, según un testigo, el hombre había dejado de visitar la finca al menos cuando ella estaba, el 23 de septiembre de 2008, la víspera de la vista de divorcio, acudió a la parcela. «Fui sobre las tres de la tarde a regar, ver los animales [tenían un par de perros] y a lavar el coche». Pasadas las cinco, «cuando estaba preparando un aguacate para comer», llegó Cristina. Según el marido, ella le habló del divorcio «en un tono que nunca había empleado». Él se sintió «frustrado y desilusionado».
Dijo no recordar qué pasó desde ese momento hasta que vio a su mujer «tendida en el suelo, en un charco de sangre». Tenía una docena de puñaladas. Sobre la encimera del cobertizo que albergaba la cocina quedó ensangrentado un cuchillo de tres centímetros de ancho y 17,5 de filo.
El marido fue al cuartel de la Guardia Civil de Brunete. «Me dijo que se había vuelto loco y había apuñalado a su mujer. Llegó limpio», relató como testigo el primer agente que le atendió. La abogada que tramitaba el divorcio de la mujer, aseguró que el marido no quería repartir los ingresos de las pensiones (la del hombre en España y las de los dos en Suiza y Alemania). Pidió para su clienta 375 euros de los poco más de 900 que sumaban. El marido se negó.
Cuatro décadas de agresiones
– Boda. Christine Hedwig Lang y Antonio Serrano se casaron en Suiza en 1965. Un año después nació su hija.
– Residencia. En los años setenta la familia volvió a España. Se instaló en el madrileño barrio de Aluche y puso un bar.
– Asesinato. El maltrato se produjo en los 42 años de matrimonio, según la fiscal. La mujer murió en 2008 tras recibir 12 puñaladas en la finca rústica en la que se había refugiado. Era la víspera de la vista de divorcio.
Confinada en el dormitorio
Charo Nogueira – El País
23 de octubre de 2010
La mujer muerta tras 42 años de maltrato no podía salir de su cuarto sin permiso.
Entre el homicidio y el asesinato. El juicio contra Antonio Serrano Checa, acusado de matar a su mujer a puñaladas en 2008 tras décadas de maltrato, quedó ayer visto para sentencia en la Audiencia Provincial de Madrid.
La fiscal mantuvo su petición: 15 años por homicidio y tres por violencia doméstica habitual. También solicitó que el acusado, de 66 años, no pueda cobrar pensión de viudedad. La abogada del Estado y la acusación particular consideran que la muerte fue un asesinato alevoso. Piden 20 años por este delito y otros tres por maltrato.
La defensora admitió el homicidio, si bien considera que había circunstancias atenuantes y una eximente incompleta, como la alteración psíquica. Aseguró que «no se han concretado los malos tratos» y añadió que, eventualmente, habrían prescrito. Según la calificación provisional de la fiscal, la víctima, Christine Hedwig Lang, los sufrió en los 42 años de matrimonio.
Ayer fue el día de los peritos. El psicólogo que atendió a la mujer con vistas a su posible ingreso en una casa de acogida relató que el marido pasó de la violencia física a la psíquica. «Se exacerbó en los últimos 10 años. Él solo le hablaba para gritarle», dijo.
Le impidió acceder a la cuenta corriente común. La mujer vivía confinada en un dormitorio del domicilio familiar. «Solo podía ir a la cocina o al salón cuando él no estaba». Ni siquiera podía salir a las demás dependencias para limpiar si él permanecía en el domicilio. Y nada de ver la televisión u oír la radio.
El psicólogo relató que la fallecida tenía «un estado depresivo cronificado», algo «muy habitual» en las personas mayores que han sufrido maltrato durante mucho tiempo. Aconsejó a la mujer que ingresara en una casa de acogida. Ella lo rechazó con una pregunta: «¿Quién iba a cuidar a mis perros?».
Lang «focalizaba sus carencias afectivas» en esos animales, según el experto. Además, le preocupaba que la estancia en el albergue le hiciera perder su trabajo de asistenta, del que, a los 66 años, dependía por carecer de pensión en España. «Tenía un sentimiento muy grande de desesperanza por su situación y por su futuro», dijo el psiquiatra.
Llegó el turno de los psiquiatras. Uno de ellos dijo que «creía» que el hombre actuó con enajenación mental y tenía miedo de convertirse en un mendigo cuando la mujer se divorciara.
La presidenta de la sala, María Tardón, le recordó que ese era un término jurídico y no médico. El otro psiquiatra descartó que el acusado evidenciara «trastorno previo o posterior» al crimen en la mujer.
Ocurrió el 23 de septiembre de 2008 en la pequeña finca rural que tenía la pareja en la localidad de Villanueva de la Cañada, a unos 30 kilómetros de Madrid. Allí se había refugiado ella, en una casa que era poco más que un cobertizo. Murió la víspera de que se celebrara la vista del divorcio. Su marido está acusado de haberle propinado 11 puñaladas con un cuchillo de cocina. Varias, como la que le segó el cuello, mortales de necesidad. «Me arrepiento y pido perdón», dijo él al concluir la vista.
Un homicidio (pero no asesinato) de 11 puñaladas
Charo Nogueira – El País
20 de noviembre de 2010
Condenado a 15 años el hombre que mató a su esposa cuando se iba a divorciar tras 42 años de maltrato.
Un crimen que fue un homicidio. El de Christine Lang, la mujer que murió apuñalada por su marido la víspera de la vista de divorcio, el 23 de octubre de 2008. Once cuchilladas que pusieron fin a 42 años de maltrato.
La Audiencia Provincial de Madrid ha condenado al esposo, Antonio Serrano Checa, a 13 años de prisión por homicidio y a dos por violencia de género habitual. Descarta que hubiera alevosía y, por tanto, que se tratara de un asesinato (castigado con entre 15 y 20 años).
Los jueces agravan la pena (el homicidio se castiga con una horquilla de 10 a 15 años de prisión) con la circunstancia de parentesco y el abuso de superioridad al tiempo que la atenúan con la colaboración de la justicia: el condenado acudió a la Guardia Civil para decir que había apuñalado a su mujer y quedó detenido.
La sentencia de la sección 27, de la que ha sido ponente la magistrada María Tardón, atiende en buena medida a la petición de la fiscal, que consideró el crimen como un homicidio. En cambio, la acusación particular (la hija del matrimonio) y la abogada del Estado pidieron que se castigara como un asesinato, al entender que hubo alevosía (se realiza el delito con medios o formas que tienden a asegurar su ejecución sin que la víctima pueda defenderse del atacante).
Para descartar el asesinato, la sentencia argumenta, entre otras cosas: «No estimamos posible concluir que se produjo una efectiva y completa eliminación de las posibilidades de defensa que pudo tener la víctima frente al ataque del acusado que le produjo la muerte». El fallo no es firme. Todo indica que la acusación particular lo recurrirá.
La sentencia relata el «calvario» que sufrió la alemana Christine Lang desde que se casó con Antonio Serrano cuando ambos trabajaban en Suiza en 1965. Desde entonces y hasta su muerte «el acusado iniciaba discusiones con su esposa sin motivo alguno, durante las cuales, con ánimo de menoscabar su integridad, le propinaba bofetadas, empujones y zarandeos, así como gritos e insultos». También la aisló y la asfixió económicamente. La esposa nunca le denunció.
En 2008, alentada por su hija, Lang presentó una demanda de divorcio. La víspera de la vista, Serrano esperó a su mujer en la finca rústica donde ella se había refugiado, en la localidad de Villanueva de la Cañada. Allí le asestó 11 puñaladas con un cuchillo de cocina. El marido cubrió el cuerpo con plásticos, se cambió de ropa y condujo para informar de lo ocurrido en el cuartelillo de la Guardia Civil.
Ayer, otra mujer fue asesinada por su marido, que le asestó numerosas puñaladas mientras dormía. Tenía 32 años, era natural de Barranco Hondo (Tenerife) y madre de dos hijos. Con ella son 63 las víctimas de la violencia machista en lo que va de año.
«No se ha hecho justicia»
Charo Nogueira – El País
21 de noviembre de 2010
Su padre mató a su madre tras 42 años de maltrato – Los jueces le condenaron el viernes por homicidio – Ella ha hipotecado su casa para los gastos del juicio, cuyo fallo va a recurrir.
Se ha quedado al borde de las lágrimas al ver la sentencia que condena por homicidio -y no por asesinato- a su padre por haber matado a su madre. Mejor recurrir que llorar, ha decidido Natalia Serrano Lang. Y eso hará, porque «no se ha hecho justicia».
Llama asesino a su progenitor, contra el que declaró tras un biombo a finales de octubre, cuando se habían cumplido dos años desde el día fatídico: aquel 23 de septiembre de 2008 en que Antonio Serrano Checa mató de 11 puñaladas a su esposa, la alemana Christine Lang, en la casita de campo donde se había refugiado. Era la víspera de la vista de divorcio. La mujer lo había pedido tras 42 años de maltrato sin una sola denuncia.
Natalia Serrano (Fráncfort, Alemania, 1966), administrativa en paro tras acabar su contrato en el Ministerio de Cultura y en tratamiento psicológico desde la muerte de su madre, ha hipotecado su casa para afrontar los gastos del juicio. Siente «terror» a que su padre -condenado a 15 años de prisión- pueda salir de la cárcel en algún momento.
Pregunta. Hija del agresor y de la víctima. ¿Cómo se vive con eso?
Respuesta. No es solo una tragedia tremenda. Vivir con ello es superdifícil. Es algo que vas a tener ahí el resto de tu vida. El dolor se irá mitigando, pero siempre va a estar ahí. También están los problemas burocráticos, legales, financieros con los que uno se encuentra luego.
P. Además de la tragedia…
R. Los funcionarios dan por hecho que uno sabe cómo funciona todo lo que viene después, y no es así. Seis días después del asesinato de mi madre me llamaron para que me presentara en los juzgados sin saber para qué. Me encontré con el juez instructor, la fiscalía y la abogada defensora. Me interrogaron y yo iba sin abogado, sin nada.
P. ¿Se sintió indefensa?
R. Totalmente. Me di cuenta de que, o me andaba lista, o la maquinaria de la burocracia y la legislación me iba a comer viva. En lugar de sentarme a llorar a mi madre, cosa que hacía en la intimidad y por las noches, busqué un buen abogado y vi cómo actuar. No he tenido tiempo para el duelo.
P. ¿Nadie asesora a las víctimas colaterales?
R. No. La intención es muy buena. Al principio se vuelcan, pero me siento sola, desamparada por las instituciones. Me enteré de cómo había muerto mi madre por una providencia del juzgado.
P. ¿Se ha sentido culpable de la muerte de su madre?
R. No, y eso que hay gente [que] lo ha intentado con comentarios como «¿por qué no te llevaste a tu madre?», «¿por qué no denunciaste los malos tratos?».
P. ¿Por qué no lo hizo?
R. Porque llevarse a la persona no arregla el problema. La iba a acoger cuando se produjera el divorcio. Solo cuando había muerto me enteré de que le habían ofrecido una casa de acogida porque tenía un perfil de riesgo. Cuando contaba lo violento que era mi padre, la gente me decía que no era para tanto.
P. ¿Se llega a considerar que la violencia es normal cuando se convive con ella?
R. Sí. Hubo una época en la que yo pasé por un sometimiento similar en una relación de pareja. Lo hablaba con mi madre y ella me decía «hija, es que los hombres son así». Hasta que un día dije ¡qué van a ser así! Entonces volví a la lucha de explicarle que ella no podía seguir así.
P. ¿Qué edad tenía usted?
R. Cerca de 30 años. Mi madre venía de una situación muy difícil. Hija de la guerra, con un padre violento que se ensañaba con su mujer y con su hija. Mi padre se encargó de continuar con ello. La aislaba y así ella no podía ver que había otro tipo de vida. Empezó a descubrir eso cuando tomamos la decisión de que se divorciara.
P. Parece una condena hereditaria. Su abuela, su madre y usted han sufrido malos tratos.
R. Sí. Va pasando de generación en generación. Adoptamos los modelos de conducta que vemos en casa y si no tienes la posibilidad de salir de ese círculo te crees que es algo normal y te quedas atrapada.
P. Su madre aguantó 42 años antes de pedir el divorcio.
R. Yo le di el empujoncito. Una tarde me dijo «hija, he estado escuchando un programa de Gemma Nierga sobre mujeres maltratadas psicológicamente y, por lo que han contado, a mí me parece que yo lo soy». Eso fue en agosto de 2007. Fue como quitar la espita de la granada. «¿Así te das cuenta, con todo lo que yo te he dicho durante años?», le contesté. Ella estaba muy deprimida. Tan anulada que cuando la abogada le preguntaba algo me miraba para que contestara yo. Y eso una mujer que era enfermera de neonatos, hablaba cuatro idiomas y le interesaba la vida.
P. ¿Por qué quedó atrapada con esas cualidades?
R. Porque mi padre la tenía aterrorizada.
P. ¿El detonante del crimen fue el divorcio?
R. No. Fue el dinero, el reparto de los bienes que había que hacer. Él la ha matado porque no hizo su santísima voluntad, como siempre había hecho.
P. ¿Qué siente hacia su padre?
R. Algo de indiferencia y una inmensa tristeza por cómo nos ha destrozado la vida a todos, incluido a sí mismo. No era necesario. Podíamos haber sido muy felices. Somos personas de clase media, una familia más de Aluche [un barrio de Madrid]. Jamás le voy a perdonar la vida que le ha dado a mi madre, sobre todo el último año.
P. ¿En qué se apoya para salir adelante?
R. En mi madre. Lo único que quiso es que yo fuera feliz y lo intento por ella. Me gustaría luchar contra la violencia de género, pero no sé cómo. Ojalá mi experiencia le sirva a alguien.
P. ¿Qué planes tiene?
R. Estoy muy despistada. He esperado el juicio para que hubiera una especie de corte y poder empezar. Pero ahora veo que no se ha acabado todo. Tendré que estar pendiente del recurso, de si él ha pedido reducción de condena, tercer grado… No me puedo olvidar aunque quiera. Es como si me acompañara un fantasma.
42 años de maltrato, 11 cuchilladas y un homicidio
– La alemana Christine Hedwig Lang y el español Antonio Serrano se casaron en octubre de 1965 en Suiza. Según la sentencia de la Audiencia Provincial de Madrid, los malos tratos duraron desde la boda hasta la muerte de ella, en septiembre de 2008.
– La familia se instaló en Madrid en 1974 y abrió un bar. Al final, la mujer tuvo que ganarse la vida con un trabajo de asistenta. Era enfermera.
– La Audiencia Provincial ha condenado al marido a 13 años por homicidio con abuso de superioridad y agravante de parentesco. Descarta el asesinato por no considerar probada la alevosía. Considera atenuante que él se entregara a la Guardia Civil. El fallo añade otros tres años de prisión por violencia de género habitual. Dicta alejamiento de la hija durante 20 años.