Antonio Peñafiel Hernández

Volver Nueva búsqueda
Antonio Peñafiel
  • Clasificación: Asesino
  • Características: Venganza - Teniente coronel de la Guardia Civil
  • Número de víctimas: 2
  • Fecha del crimen: 17 de junio de 2003
  • Fecha de detención: Mismo día (intenta suicidarse)
  • Fecha de nacimiento: 1952
  • Perfil de la víctima: El comandante de la Guardia Civil Isidoro Turrión, de 40 años, y Francisco Naharro, un médico civil de 70
  • Método del crimen: Arma de fuego (una pistola marca Star del calibre nueve milímetros Parabellum)
  • Lugar: Albacete, España
  • Estado: Condenado por el Tribunal Militar Central a 46 años de prisión el 15 de junio de 2005
Leer más

Antonio Peñafiel – Un guardia civil cesado mata a un comandante y un médico en la Comandancia de Albacete

Elpais.com

17 de junio de 2003

El teniente coronel Antonio Peñafiel, cesado de destino en la Guardia Civil, ha matado a dos mandos y provocado heridas graves a un tercero en la Comandancia de Albacete. El oficial ha intentado suicidarse y se encuentra ingresado en un hospital en estado grave.

Peñafiel ha conseguido hacerse con un arma en la garita de entrada de la Comandancia y acto seguido se ha dirigido al despacho del comandante jefe, al que ha disparado en el tórax. De allí, el oficial se ha dirigido al despacho del segundo jefe y le ha disparado mortalmente en la cabeza. Lo mismo ha hecho con el médico de la Comandancia.

Todo indica que se trata de una venganza, puesto que Peñafiel ha disparado a aquellos mandos que promovieron su expulsión de la Guardia Civil y al médico, que detectó problemas psiquiátricos en el autor de los hechos.

Las víctimas mortales son el médico del acuartelamiento, Francisco Naharro -padre de la delegada del Gobierno en Castilla-La Mancha, Encarnación Naharro- y el comandante Isidoro Turrión, segundo jefe del acuartelamiento de Albacete.

El teniente coronel también ha disparado contra su sucesor en la jefatura de la Comandancia, Antonio Lázaro Gabaldón, que presenta impacto de bala en el tórax y se encuentra en estado grave.

Finalmente, el agente cesado del Cuerpo se ha disparado a sí mismo y se encuentra ingresado en un hospital de Albacete, donde está siendo intervenido. Su estado es grave.

Peñafiel denunció tratos de favor

El teniente coronel Antonio Peñafiel -exjefe de la Comandancia- denunció tratos de favor y posteriormente fue expulsado del Cuerpo, que alegó «problemas psicológicos» del agente. Peñafiel fue cesado de destino el pasado mes de febrero. Debido a la suspensión de su permiso de armas, el agente se ha hecho con un arma en el interior de la Comandancia, probablemente en la garita de entrada, según el ministro Acebes.

Según informa la Cadena SER, Antonio Peñafiel contactó con esta emisora para explicar lo que consideraba una injusta expulsión de la Guardia Civil.

«Estaba muy nervioso y alterado»

El presidente de la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC), Fernando Carrillo, [manifestó] que el teniente coronel Antonio Peñafiel, desde que fue cesado en su cargo, estaba «muy nervioso y alterado» y «su situación anímica no era la mejor». Lejos de justificar los sucedido, Carrillo ha señalado que el teniente coronel había sido víctima de una «injusticia profesional» y ha calificado de muy positiva la labor de Peñafiel, que según la asociación, logró reducir los índices de inseguridad ciudadana.

Peñafiel cogió el arma en la Comandancia

El teniente coronel Antonio Peñafiel ha entrado desarmado en el acuartelamiento de Albacete hacia las 10.30 horas y se ha dirigido a un despacho en el que habría conseguido hacerse con un arma, según fuentes de la Guardia Civil. A Peñafiel se le había retirado el permiso para llevar armas una vez se hizo efectiva su expulsión del Cuerpo.


¿Un hombre cabal o un desequilibrado?

Elpais.com

17 de junio de 2003

Antonio Peñafiel, el ex teniente coronel de la Guardia Civil que ha matado presuntamente esta mañana a tiros a dos agentes en Albacete, fue destituido el pasado febrero de la Comandancia de la provincia por conductas que revelaban «desequilibrio», aunque no se había concluido su informe psiquiátrico.

Sin embargo este diagnóstico no se corresponde con la impresión de algunos de quienes le conocieron. Peñafiel era considerado por sus inferiores un hombre «cabal, tranquilo, perfectamente equilibrado y amante del trabajo», según afirmó el pasado marzo Vicente Tendero, máximo líder de Izquierda Unida en Albacete, formación que expresó su solidaridad con el oficial. El caso llegó incluso al Senado, con una pregunta del socialista Juan Barranco que se interesó por el caso.

La Asociación de Guardias Civiles Coproper y la Asociación Unificada de la Guardia Civil (AUGC) compartían una buena opinión del supuesto homicida. Ambas atribuyeron a la actitud combativa de Peñafiel con los privilegios de los mandos, y no a su supuesto desequilibrio mental, su destitución como teniente coronel y denunciaron en numerosas ocasiones el asunto.

El desequilibrio se habría producido en todo caso, a raíz del cese, según la AUGC, cuyo presidente, Fernando Carillo, ha asegurado que en los últimos tiempos Peñafiel estaba «muy nervioso y alterado».

Según declaró en el momento de la destitución el responsable de Relaciones Institucionales de Coproper, José Antonio Defez, al diario digital de Albacete La Cerca, el teniente Coronel Peñafiel implantó a su llegada a la comandancia un sistema para conocer los trabajos que hacía cada guardia civil, estableció un horario racional para que los agentes conocieran con antelación sus libranzas e hizo una distribución más equitativa de los fines de semana para que no sólo los disfrutaran casi en exclusiva los oficiales.

Malestar entre los mandos

Según Defez ésto empezó a crear un malestar entre los altos mandos de la Comandancia, que se vio agravado cuando Peñafiel comenzó a repartir el complemento de productividad de 1,5 millones de pesetas al mes que recibía la Comandancia y que con anterioridad se distribuía entre 15 de los 20 oficiales que hay en ella y sólo unos pocos agentes de escalas inferiores.

Peor era la impresión que de él tenía el jefe de zona de Castilla-La Mancha, que propuso su cese en noviembre de 2002, un año después de que algunos de sus compañeros comenzaran a notar «conductas fuera de lo normal» y después de que el propio Peñafiel denunciara una conspiración urdida contra él por 17 de sus compañeros.

La destitución, el pasado 25 de febrero, estuvo acompañada de una apertura de expediente por falta grave. Al día siguiente a su destitución, el director general del instituto armado, Santiago López Valdivielso, ordenó también que se le retirara el arma y la licencia para usarla, así como que se le sometiera a una exploración psicológica, que a día de hoy aún no había concluido.

El socialista Juan Barranco, por su parte, hizo una pregunta sobre el asunto en el Senado al ministro del Interior, Ángel Acebes. Según Barranco, Peñafiel «puso orden donde antes había una gran desorganización, implantó servicios nuevos», y un sistema de «horarios». También, según Barranco, implantó «la igualdad, donde existían privilegios y prebendas en el reparto de los pluses».

Acebes contestó que los jefes de comandancia son destinos «de libre designación», cuyo nombramiento y cese se realizan por «consideraciones de idoneidad». En la actualidad había un pleito en marcha.

Peñafiel, nacido en 1952, tenía, hasta su destitución, una buena hoja de servicios, nada llamativa. Antes de Albacete había trabajado en Alcoy (Alicante), en una plana mayor en Galicia y había sido comandante en Madrid. De capitán dio clases en la Escuela de Oficiales de Valdemoro. En la actualidad se encontraba a la espera de elegir destino entre Asturias y Tenerife, según la AUGC.

Oleada de simpatías en Internet

El caso de la destitución de Peñafiel, que se hizo el pasado mes de febrero, pasó desapercibida para la mayoría de los medios nacionales. Sin embargo, tuvo bastante repercusión en el cuerpo, donde se desató una oleada de simpatía hacia el oficial que se plasmó en webs de consumo interno como guardiasciviles.com.

La noticia de su destitución generó en su día casi 40 comentarios por parte de los lectores de la página muchos de los cuales afirmaban -siempre bajo el anonimato que confiere un nick o apodo en Internet- haber trabajado a sus órdenes. La mayoría de las opiniones eran favorables al oficial cesado aunque otros, como Imparcial, lo tildaban de «desequilibrado».

«Me gustaría que el teniente coronel Peñafiel llegara al fondo en este asunto», aseguraba entonces Sandokan, quien decía estar destinado en Albacete bajo su mando. «Conocí a este caballero allá por el año 1984 cuando se encontraba al mando de la compañía de Alcoy y en el tiempo en que estuve a sus ordenes no sentí más que protección, seguridad y bienestar», afirmaba entonces Bandolero. «Me gustaría pedir a la directiva de AUGC [Asociación Unificada de la Guardia Civil] que nombre a Peñafiel socio de Honor de nuestra asociación», concluía Dogan.


Peñafiel se creía «traicionado» por López Valdivielso

Tono Calleja – Elpais.com

18 de junio de 2003

El teniente coronel Antonio Peñafiel, de 51 años, separado y sin hijos, consideraba «una injusticia y una traición» su apartamiento de la Comandancia de la Guardia Civil de Albacete, por lo que trató de que se le escuchara en los medios de comunicación.

Peñafiel, que creía contar con la confianza del director general del instituto armado, Santiago López Valdivielso, se consideró traicionado por éste cuando lo relevó del cargo el pasado febrero alegando que se encontraba en una situación de «inestabilidad o desequilibrio emocional».

El teniente coronel había mostrado a El País su intención de llegar «hasta donde hiciera falta» para conseguir que su caso se conociera y, como él decía, se le restituyera «su honor, dignidad y honestidad profesionales».

Peñafiel había contado que López Valdivielso se había opuesto en un primer momento a relevarlo de manera fulminante sin antes abrir una investigación interna, y en todo momento acusaba de su situación al comandante Isidoro Turrión (uno de los dos guardias civiles fallecidos).

Lo primero que hizo Peñafiel, como confirmaron algunos de sus subordinados en Albacete, fue «intentar llevar la racionalidad a la Guardia Civil», según sus propias palabras. También se propuso acabar con los privilegios de los oficiales del puesto de Albacete.

Para ello repartió equitativamente los descansos de fin de semana, que hasta su llegada disfrutaban casi en exclusividad los oficiales, así como los complementos de productividad de 1,5 millones de euros que recibía anualmente la Comandancia. Antes de su llegada, los complementos sólo se distribuían entre la veintena de oficiales del puesto.

También trató de implantar un sistema de horarios y acabar con la desorganización existente, a su juicio, en la Comandancia albaceteña para que los guardias conocieran con antelación suficiente sus descansos. Precisamente por estas medidas, los guardias de las escalas inferiores le apoyaron.

Peñafiel contaba a todo el que quisiera escucharle que sus problemas empezaron cuando sancionó, el 7 de noviembre pasado, a Turrión, que era su segundo, por no cumplir una orden del general de zona, Juan Carlos Rodríguez Burdalo -conocido como El poeta, ya que ha publicado varios libros de poesía- de pasar revista cada tarde a un puesto del instituto armado en la provincia. El general, durante su etapa como director de la Academia de Guardias Jóvenes de Valdemoro, había tenido fuertes desencuentros con Peñafiel, que era el jefe de estudios del centro.

El mismo día 7, el general abrió una información previa a Peñafiel. Una quincena de oficiales de Albacete declararon contra él. El general elevó el día 16 de ese mes «una propuesta de cese de destino» de Peñafiel, según explicó ayer López Valdivielso.

Éste acordó el 26 incoar un expediente gubernativo por «falta grave» a Peñafiel. «El general había informado de actuaciones no normales en un mando de la comandancia» y «los compañeros habían informado de que tenían la sensación de que no estaba normal, de que no estaba bien», explicó el director general del Instituto armado.

Por todo esto, Peñafiel estaba resentido con el director general de la Guardia Civil (al que había conocido mientras estuvo de segundo jefe en Baleares). También guardaba rencor al médico del acuartelamiento de Albacete, Francisco Naharro, padre de Encarnación Naharro, delegada del Gobierno en Castilla-La Mancha, con quien «desayunaba todos los días». Este médico fue el encargado de firmar el informe médico que certificaba la expulsión de Peñafiel («¡sin haberme visto antes!», contaba).

A juicio del teniente coronel Peñafiel, que en estos momentos se encontraba a la espera de un nuevo destino, el motivo por el que le habían dado de baja de su puesto no era otro que «haber tratado de llevar la racionalidad a la Guardia Civil».

Desde la propia Comandancia, varios de los agentes recuerdan que el expediente de Peñafiel es impecable. Su trabajo en la Comandancia de Albacete, según la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC), «originó un descenso importante en el número de agentes con problemas psíquicos, hizo bajar el absentismo laboral por enfermedades psicológicas, los índices de delincuencia sufrieron un importante recorte y los hechos esclarecidos aumentaron en un 15%. Es decir, todo comenzaba a funcionar». «Lo han machacado», decía ayer un guardia que estuvo a sus órdenes.


La familia de Peñafiel exige que salgan a la luz los motivos de su destitución

Juan Vicente Muñoz – Diariodeleon.es

19 de junio de 2003

La familia del teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Peñafiel, que este martes asesinó al segundo jefe y al médico de la Comandancia de Albacete y dejó malherido al actual responsable de la agrupación, reclamó ayer mediante un comunicado que las investigaciones que tanto la Justicia como el cuerpo han puesto en marcha «se lleve a término con todas sus consecuencias».

En la nota, la familia de Peñafiel transmite un «sentido pésame» a las familias de las víctimas del teniente coronel y lamenta «profundamente la terrible tragedia que ha ocurrido», que «nos ha producido un hondo dolor».

Sin querer justificar su actuación -«tendrá que responder ante la justicia de sus actos, sea cual sea el desenlace de su delicado estado de salud»- el escrito sí recuerda que «previamente a los terribles sucesos hay muchas circunstancias profesionales del teniente coronel Antonio Peñafiel que son necesarias aclarar, puesto que representan una parte muy importante en todo lo que ha ocurrido».

Frase que parece hacer referencia a las circunstancias en las que en febrero Peñafiel fue relevado de su cargo como máximo responsable de la Guardia Civil en Albacete. El teniente coronel siempre defendió que su destitución estuvo vinculada a sus denuncias de supuestas irregularidades en el cobro de complementos de productividad entre los mandos, mientras que el Ministerio del Interior justificó su cese por su falta de idoneidad para ocupar el cargo.

Ayer mismo, el ministro del Interior, Ángel Acebes, reiteró en el Senado que la explicación a lo sucedido en Albacete hay que buscarla en el hecho de que el teniente coronel Peñafiel estaba «perturbado en sus facultades». «Los hechos son bastante claros y no debe haber muchas dudas de que un drama de esas características sólo puede deberse a alguien que se encuentra perturbado en sus facultades», añadió.

La familia replica en su escrito que «ha sido siempre un hombre recto y honesto, que ha mirado siempre por sus subordinados dentro del cuerpo, y no consideramos válido que se quiera dar carpetazo escudándose en unos posibles «desequilibrios psicológicos» que, como oficialmente se ha afirmado, no están comprobados».

«Tampoco sirve la respuesta dada por el director general de la Guardia Civil cuando alude a que Antonio Peñafiel estaba demostrando «conductas inadecuadas», sin llegar a especificar las mismas», añade.

El comandante de la Guardia Civil Isidoro Turrión, de 40 años, y el médico del cuerpo Francisco Naharro, de 70, recibieron ayer, a título póstumo, la Cruz de Plata al Mérito del instituto armado, que fue depositada sobre sus respectivos féretros por el ministro Ángel Acebes.

Después, un funeral en la Catedral de Albacete congregó a cientos de personas que despidieron a los dos muertos atenazados por la conmoción que les provocó el suceso.

Los cuerpos del comandante Turrión y del médico Naharro fueron velados durante la mañana en la capilla ardiente instalada en la Subdelegación del Gobierno de Albacete, un edificio situado en la céntrica Avenida de España en el que la hija del doctor, Encarnación Naharro, actual delegada del Gobierno en Castilla-La Mancha, ejerció durante meses como subdelegada del Ejecutivo en esta provincia.

Además de familiares, amigos y compañeros del cuerpo, por allí pasaron, además del ministro Acebes, el director general de la Guardia Civil, Santiago López Valdivielso, y el presidente de Castilla-La Mancha, José Bono, entre otras autoridades regionales y locales.

El momento de mayor tensión se produjo al término de la ceremonia, cuando, ya fuera del templo y en señal de despedida, los compañeros de los fallecidos entonaron el himno de la Guardia Civil. La emoción y el dolor hizo mella en los asistentes, al extremo de que la viuda del comandante Turrión sufrió un desvanecimiento y tuvo que ser asistida.


El callejón sin salida del teniente coronel

Pablo Ordaz – Elpais.com

22 de junio de 2003

Ya habían dado las diez de la mañana del martes cuando la puerta se abrió y el teniente coronel Antonio Peñafiel asomó la cabeza. Llevaba en la mano un portafolios marrón con sus iniciales grabadas. Vestía de paisano, elegante como siempre, pero sin corbata.

Su expresión fue de contrariedad al ver que el teniente coronel Roberto Lázaro, su sucesor al frente de la comandancia de la Guardia Civil de Albacete, no estaba solo. Aun así, Lázaro, un hombre de 55 años y aspecto tranquilo, lo invitó a entrar:

-Pasa Antonio, pasa.

El teniente coronel Peñafiel, sin pronunciar palabra, hizo con la cabeza un gesto de ahora vuelvo y cerró la puerta. Dos minutos más tarde se escuchó el primer disparo.

El teniente coronel Lázaro y su acompañante, un empresario de Albacete llamado Eduardo Sánchez, se levantaron de sus asientos para averiguar qué estaba pasando. Ni siquiera les dio tiempo a llegar a la puerta. Peñafiel apareció de nuevo. En lugar del portafolios marrón llevaba una pistola marca Star cargada con balas del calibre nueve milímetros Parabellum. La acababa de disparar contra el comandante Isidoro Turrión, de 40 años. Lo había ido a buscar a su despacho, situado también en la primera planta de la comandancia, y lo sorprendió escribiendo. Le disparó en la sien.

«Me llamó la atención que fuera sin corbata». El empresario Eduardo Sánchez tuvo tiempo de fijarse en ese detalle antes de ver cómo Peñafiel disparaba dos veces contra el teniente coronel Lázaro. El primer proyectil le atravesó el pulmón izquierdo y el segundo, el muslo derecho. «Creo», recuerda el empresario, «que el segundo disparo venía para mí, pero Lázaro al caer me salvó la vida».

Peñafiel bajó entonces las escaleras de la comandancia. En la enfermería disparó contra Francisco Naharro, un médico civil de 70 años, y lo mató en el acto. Antonio Peñafiel, de 51 años, volvió luego la pistola contra sí mismo y se disparó en la cabeza.

El teniente coronel Peñafiel había llegado a la comandancia de Albacete el 3 de diciembre de 2001. Venía de pasar un año entero de misión humanitaria en Guatemala y unos meses en Madrid. Llegó solo. Se había separado de su mujer tres años antes y no tenía hijos. Obsesionado con el trabajo, pasó aquella Nochebuena visitando las casas cuartel de su demarcación. El día de Navidad lo vieron almorzando solo en un restaurante de Albacete.

Todos los días visitaba un puesto y se entrevistaba con los guardias, de tal forma que en los primeros tres meses ya había pasado revista a 700 guardias y supervisado 50 acuartelamientos. Lo que vio y le contaron no le gustó, así que se puso manos a la obra.

No pasaron muchas semanas antes de que pusiera la comandancia boca arriba. Revocó un buen número de las órdenes impuestas por su antecesor, el teniente coronel José Luis Madero, a quien en un documento oficial llegó a acusar de «falta de interés» y de «favoritismo» con los mandos en perjuicio de los suboficiales, cabos y guardias. Peñafiel se fue forjando una fama de Robin Hood que exasperaba a sus mandos. Pasaban los días y seguía tan solo como cuando llegó.

Las cosas empeoraron en noviembre de 2002. El día 7, Peñafiel decidió imponer una sanción al comandante Turrión por desobedecer ciertas órdenes. Lo hizo a las diez de la noche. Cuál sería su sorpresa cuando al día siguiente descubrió que el general de la zona, Juan Carlos Rodríguez Burdalo, ya había sido informado a sus espaldas y que, lejos de apoyar su sanción, decidió abrir una investigación para «averiguar las causas de la presunta división existente entre los mandos de la comandancia y su jefe».

Peñafiel, que ya había tenido desavenencias con el general unos años atrás, sintió que había un compló contra él. Sus sospechas se fueron acrecentando cuando el coronel Berrio, nombrado por el general para dirigir la investigación, se entrevistó con sus subordinados, pero sin llegar a pedirle opinión a él. Unos días más tarde, el 26 de noviembre, sólo 11 meses después de llegar al cargo, el teniente coronel Peñafiel fue suspendido cautelarmente de sus funciones y quedó apartado del mando.

Siguió viviendo en la comandancia, aguardando sin demasiadas esperanzas una solución a su caso. Se entretuvo jugando al tenis con Julián García, presidente del Club de Tenis de Alicante, y dando largos paseos por la ciudad.

El 25 de febrero fue por fin llamado a Madrid. Allí recibió una resolución firmada por el secretario de Estado de Interior, Ignacio Astarloa, por la que se quedaba definitivamente sin su plaza de jefe de la comandancia de Albacete.

El escrito sólo dice que ha dejado de reunir «las condiciones personales de idoneidad que, en su día, motivaron su asignación». Ninguna explicación más. Peñafiel regresó a Albacete pensando que aún tenía posibilidades de defensa, que Santiago López Valdivielso, a quien conoció durante su etapa en la escuela de Valdemoro, terminaría por echarle una mano.

Sin embargo, al día siguiente recibió una noticia que lo partió en dos. Por orden del director del Cuerpo, se le ordenaba que entregara las armas oficiales. Peñafiel tuvo que leer el escrito delante de un coronel que fue enviado a su casa para retirarle las armas.

La escena no pudo ser más dura para un hombre que llevaba 25 años en la Guardia Civil, hermano, hijo y nieto de guardias civiles: «Vistos los antecedentes de conducta y estado del teniente coronel Antonio Peñafiel», dice la orden, «se deduce que dicho oficial se encuentra en una situación de inestabilidad o desequilibrio emocional, considerando que existen elementos que conducen a poner en duda la aptitud psicofísica para la tenencia y porte de armas de fuego, con peligro para el libre ejercicio de los derechos y libertades de las personas».

Él se negó a entregar las armas y se lanzó a una carrera desesperada por lavar su honor, por demostrar su cordura.

Lo primero que hizo fue acudir a los medios de comunicación. El 27 de febrero, la periodista Inmaculada Ruiz le hizo una entrevista en la SER de Albacete. Le preguntó de qué le acusaban y Peñafiel respondió:

-Una de las irregularidades mayores, y la más sangrante, es el reparto de la productividad. Le voy a leer textualmente de lo que me acusan: «Ha empleado criterios no ajustados a la normativa vigente a la hora de distribuir el complemento de productividad, haciéndolo de forma rotativa entre los cabos y guardias, con la intención de que cada uno de los componentes de las escalas más bajas percibiese al menos dos veces al año este complemento…». Fíjese usted qué gran tropelía estoy cometiendo. Son tan humildes los guardias que cuando su jefe de comandancia les promete que van a recibir dos veces al año 20.000 pesetas de productividad, los hombres ven el cielo abierto. Mire usted, tengo aquí en mi mano tres o cuatro relaciones de mi antecesor en el mando de la comandancia de Albacete. De 27 señores que recibían la productividad, 14 son oficiales. Y sólo hay 20 oficiales. Y los otros 13 que la reciben son suboficiales, cabos o guardias entre más de 600 hombres. Esto es lo que ocurría en Albacete.

Peñafiel empezó así a convertirse en un personaje famoso en la ciudad. Salía en las televisiones locales, en los periódicos, en las emisoras de radio. Contestaba sin tapujos a todas las preguntas. Cuando querían saber si detrás de todo estaba su antigua enemistad con el general Burdalo, él respondía: «Coincidí con él en Aranjuez… Le dije que no se podía hacer una comunión de la hija de un comandante en el chalé del comandante con los guardias sirviendo de camareros. En aquella ocasión, se me abrió expediente».

La inminencia de la guerra contra Irak, primero, y la campaña electoral, después, impidieron que el caso del teniente coronel rebelde fuera noticia más allá de Albacete.

Y la desesperación de Peñafiel fue en aumento. Sólo se calmó al ver que su discurso iba llegando a los vecinos, que las mujeres de los guardias se manifiestan a su favor, y hasta el presidente de la Castilla-La Mancha.

«Me llamó José Bono», explicó en la SER, «y me dijo que todo esto es una injusticia, que si puede hacer algo por mí. Yo le digo: «Señor presidente, usted no conoce mis circunstancias personales, no conoce mis circunstancias profesionales, usted no se puede arriesgar por mí sin conocerme». Y él me dice: «No se preocupe que yo tengo en Albacete mucha gente que me dice lo que es usted y cómo es usted»».

Peñafiel iba y venía por la ciudad como alma en pena. Vendió los pocos enseres personales que tenía y se trasladó a la residencia de oficiales de la base militar de Los Llanos.

Sin embargo, utilizó la cafetería de la comandancia para reunirse con todo el que le quería escuchar. Allí -en una imagen por lo menos pintoresca- se entrevistó con el coordinador provincial de Izquierda Unida, con los miembros de la Asociación Unificada de la Guardia Civil, con representantes de Comisiones Obreras y de UGT.

Delante de todos ellos abrió su portafolios marrón y les mostró sus 300 folios que, según él, lavaban su honor y demostraban su cordura. A nadie le pareció que Peñafiel estuviera loco, quizás sí demasiado obsesionado con su situación, convencido de ser el único héroe honesto en medio de la corrupción generalizada.

La dirección general de la Guardia Civil tiene documentos que demuestran que Peñafiel no fue tan Robin Hood como decía, ni bajó las cifras de delincuencia en la zona tanto como presumía, pero no tiene respuestas a una pregunta fundamental: ¿por qué se dejó que Peñafiel se quemara a fuego lento durante cuatro meses, sin darle una salida ni investigar las irregularidades que denunciaba?

Antes del mediodía del martes 17 de junio, al Hospital Universitario de Albacete llegaron cuatro ambulancias. Dos llevaban los cuerpos ya sin vida del médico y el comandante. Las otras dos eran la del teniente coronel Lázaro y la de Peñafiel. Los dos han sobrevivido y ahora se encuentran a unos metros el uno del otro. Sus familias no se han visto. La del teniente coronel Lázaro recibe visita tras visita. La del teniente coronel Peñafiel sigue sola día tras día.

Dicen que no pueden buscar justificación a un crimen tan horrendo. Pero que su Antonio no estaba loco. Su hermano José pone un ejemplo: «Usted puede tener al perro más bueno en su casa. Pero si lo maltrata un día tras otro, si le hace la vida imposible, el animal terminará por morderle. Por más noble que sea».


El teniente que mató a dos compañeros dice que «una mancha roja en el cerebro» le impide recordar

20minutos.es

26 de mayo de 2005

El teniente coronel Antonio Peñafiel declaró ayer ante el Tribunal Central Militar que una «mancha roja en el cerebro» le impide recordar haber matado a dos guardias civiles y herido a otro en la Comandancia de Albacete el 17 de junio de 2003 y dijo que su herida en la cabeza fue de «un disparo que me hicieron» ese día.

El miércoles, pasadas las 10:00 horas, el tribunal inició con la declaración de Peñafiel el proceso en el que se juzgan los delitos por los que el fiscal pide 62 años de cárcel y la defensa la absolución por enajenación mental transitoria para el exjefe de la Comandancia de la Guardia Civil de Albacete.

Peñafiel ha sido acusado de asesinar al segundo jefe de estas dependencias, Isidoro Turrión, y al médico del acuartelamiento, Francisco Naharro, y de herir de gravedad al que entonces era el jefe de la Comandancia, Antonio Lázaro Gabaldón, para posteriormente dispararse en la cabeza.

Sobre este impacto, Peñafiel rechazó la hipótesis del suicidio y dijo que «alguien» le disparó. En este sentido, explicó que un disparo a bocajarro produce quemazón en la piel, algo que «nunca tuve en mi cabeza», agregó, una argumentación contraria a lo que hasta ahora se manejaba en la instrucción del caso.

En respuesta al interrogatorio del fiscal, acusación particular, abogado del Estado y defensa, Peñafiel mostró su «profundo» arrepentimiento por esta «tragedia» de la que dijo haberse enterado días después, al despertarse en el Hospital General Universitario de Albacete a través de su hermano y los recortes de prensa que daban cuenta de los hechos a los que no dio crédito, dijo.

Tuve una mancha roja en el cerebro o la mente nublada que me llevó a cometer los hechos hoy juzgados.

El teniente coronel admitió que su recuerdo del día 17 de junio de 2003 termina con su entrada al acuartelamiento, pero que a partir de ese momento «tuve una mancha roja en el cerebro o la mente nublada que me llevó a cometer los hechos hoy juzgados», una mancha que definió como una «expresión gráfica» de lo que sintió en la mañana de ese día.

Tras insistir en que no estaba en su «sano juicio» afirmó que no era capaz de entender ni se reconocía como persona capaz de cometer los hechos contra sus compañeros de Comandancia con los que dijo mantenía una «buena amistad».

Asimismo, confesó que la acumulación de todos los malos momentos vividos durante los once meses «insufribles» que estuvo al frente de la Comandancia, cargo del que fue cesado en el mes de febrero del mismo año, «nubló su mente». Si me hubieran concedido el traslado hoy no estaríamos hablando de esta tragedia.

Entre las causas de la situación que le llevaron a cometer los hechos, Peñafiel apuntó a su antecesor José Luis Madero; al comportamiento del general jefe de la Benemérita de Castilla-La Mancha, Juan Carlos Rodríguez Burdela; y a la decisión del entonces director general de la Guardia Civil Santiago López Valdivielso por su orden de retirarle las armas y no concederle un traslado a Sevilla.

Sobre este último punto, agregó que fue «desposeído arbitrariamente de su arma y munición reglamentarias» y precisó que si se hubiera admitido su petición de traslado formulada dos meses antes de los hechos «hoy no estaríamos hablando de esta tragedia».

Al término de la vista oral, el abogado de Peñafiel, Marcos García Montes, destacó que «ha quedado acreditado» que el teniente coronel «ha sufrido persecución, acoso y derribo» y que con su testimonio «ha demostrado que no recordaba nada» por sufrir «una enajenación mental transitoria».

El teniente cumplió con su amenaza de que los cimientos de la Guardia Civil iban a temblar.

Por el contrario, uno de los letrados de la acusación particular, José Joaquín Ramón, resaltó que Peñafiel ha puesto de manifiesto que «lo recordaba todo» y añadió que «no hay ninguna duda» de que el teniente coronel «cumplió con su amenaza» de que «los cimientos de la Guardia Civil iban a temblar», tal y como declaró antes del suceso.

Este proceso, al que están citados más de una treintena de testigos, se prolongará durante una semana.


Condenado a 46 años de cárcel el teniente coronel que mató a dos oficiales en Albacete en 2003

EFE

16 de junio de 2005

El Tribunal Militar Central ha condenado hoy al teniente coronel Antonio Peñafiel a un total de 46 años y 2 meses de cárcel por haber matado a dos oficiales y herido a un tercero en la Comandancia de la Guardia Civil de Albacete en 2003 y ha determinado la responsabilidad civil subsidiaria del Estado.

Peñafiel ha sido condenado a 20 años de prisión por atentado con resultado de muerte del comandante Isidoro Turrión, 16 años por asesinato con alevosía de Francisco Naharro, nueve por atentado con resultado de lesiones de Lázaro Gabaldón, y 14 meses por tenencia ilícita de armas.

Los hechos por los que fue condenado Peñafiel ocurrieron el 17 de junio de 2003, cuando el teniente coronel entró en el cuartel de Albacete y mató a tiros al segundo jefe, el comandante Isidoro Turrión, y al médico Francisco Naharro, e hirió de gravedad al jefe de esas dependencias, Antonio Lázaro Gabaldón.

Rasgos paranoides

El Tribunal ha determinado además la pérdida de condición de guardia civil de Peñafiel, su inhabilitación absoluta para desempeñar cargo público y la prohibición del derecho a recibir o comunicarse con las víctimas durante diez años a contar desde el cumplimiento de la condena, según fuentes de la acusación.

El fiscal y la acusación particular solicitaron en sus conclusiones 62 años de prisión para el teniente coronel, pena que el tribunal militar rebajó al tener en cuenta como circunstancia analógica el trastorno de personalidad mixto con rasgos paranoides y narcisistas que padecía Peñafiel, y que pudo incidir en que no controlase sus actos el día de los hechos.

Los miembros del Tribunal que enjuiciaron a Peñafiel citaron esta mañana a los abogados para firmar el acta del juicio oral y a los procuradores para notificarles la sentencia, en la que además determinaron que el Estado responda subsidiariamente por las indemnizaciones a las víctimas o sus familiares. En los siete días que duró el juicio, se presentaron las pruebas documentales y comparecieron alrededor de cuarenta testigos y peritos, así como el procesado al inicio y al final del mismo.

Uso de cookies.

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies.

ACEPTAR
Aviso de cookies