
La Descuartizadora de Tijuana
- Clasificación: Asesina
- Características: Parricida - Decapitó, desmembró, sacó el corazón y los ojos a su madre y a su hermana por creer que realizaban brujería en su contra
- Número de víctimas: 2
- Fecha del crimen: 9 de junio de 2015
- Fecha de detención: 19 de junio de 2015
- Fecha de nacimiento: 1996
- Perfil de la víctima: Su madre, Yuliya Masney Safonchik, de 42 años, y su hermana Valeria, de 12
- Método del crimen: Estrangulación con ligadura
- Lugar: Tijuana, México
- Estado: En prisión a la espera de ser juzgada
Índice
- 1 Anastasia Lechtchenko confesó en un vídeo que descuartizó a su mamá y a su hermana
- 2 Liberan a mujer que sacó corazón y ojos, de su hermanita y madre
- 3 La cruel confesión de Anastasia
- 3.0.0.1 Después de la confesión del crimen, la libertad
- 3.0.0.2 La confesión
- 3.0.0.3 De la madre: «Tenía cara de que ya sabía que la iba a matar»
- 3.0.0.4 De su hermana: una voz le ordenó sacarle los ojos
- 3.0.0.5 Después de los asesinatos, se fue a correr
- 3.0.0.6 Cuatro entrevistas sobre el crimen, misma versión
- 3.0.0.7 PGJE: juez pidió más pruebas
- 3.0.0.8 Procuraduría entregó averiguación previa incompleta: juzgadora
- 3.0.0.9 «Crimen denota coraje, un sentimiento de frustración grande»
- 3.0.0.10 Continúa ola de sangre
- 3.0.0.11 «Es la mejor mamá del mundo»: Anastasia
- 3.0.0.12 El lunes despedida de Valeria y Yuliya
- 4 La Historia de Anastasia Lechtchenko: «La Descuartizadora de Tijuana»
- 5 «Yo no las descuarticé»: Anastasia Lechtchenko
Anastasia Lechtchenko confesó en un vídeo que descuartizó a su mamá y a su hermana
Minutouno.com
8 de junio de 2015
El escalofriante relato tiene lugar en Tijuana, México, y pertenece a Anastasia Lechtchenko de 19 años. Los cuerpos de sus víctimas fueron encontrados desmembrados, tres días antes de su confesión.
Anastasia Lechtchenko confesó ante las autoridades el 13 de junio ser la autora del homicidio de su madre, Yulya Masney, de 42 años y de origen ruso pero nacionalizada mexicana, y de la hija de esta de 12 años, cuyos cuerpos fueron encontrados descuartizados tres días antes en su casa en Tijuana.
Según reportes de la prensa local, Anastasia dijo que decapitó y desmembró los cuerpos, a los que les sacó el corazón a una y los ojos a otra, para tirarlos por el inodoro por creer que ambas realizaban brujería en su contra.
Aunque la hija mayor vivía en el mismo domicilio con su madre y su hermana, cuando llegaron las autoridades no se encontraba en el lugar, por lo que agentes de la fiscalía se abocaron a localizarla y finalmente la encontraron en el norteño estado de Sinaloa.
En los últimos días sin embargo la joven Anastasia denunció haber sufrido tortura y abuso sexual para que se declarara culpable del asesinato de su madre y de su hermana en Tijuana, México, dijo hoy el abogado de la acusada, versión que fue rechazada de inmediato por la fiscalía.
Gabriel González, abogado de Lechtchenko, dio a conocer a la prensa que la joven de 19 años negó haber cometido los crímenes en su declaración preparatoria ante el Ministerio Público en Tijuana, en el estado noroccidental de Baja California.
«En su declaración muestra los golpes visibles en su cuerpo y que fue abusada sexualmente, de eso hay constancia, y se le aplicó el Protocolo de Estambul, el cual se tiene que aplicar cuando una persona es torturada para obtener una confesión», dijo González.
Añadió que «el médico legista ya certificó las lesiones, (al igual que) la psicóloga en materia de tortura por parte del Tribunal Superior de Justicia».
El abogado reveló que ha pedido al juez de la causa que declare la libertad de su clienta el 27 de junio, cuando vence el plazo para definir la situación jurídica de la acusada, «ya que no se acredita el cuerpo del delito ni la probable responsabilidad en el delito (…) homicidio calificado agravado por razón de parentesco».
Por su parte, el subprocurador Contra la Delincuencia Organizada de la Procuraduría de Justicia (fiscalía) de Baja California, José María González, rechazó los señalamientos del abogado acerca de la tortura y el abuso sexual.
«La institución se basa en pruebas, la inculpada declaró en dos ocasiones ante el Ministerio Público, las dos veces le hicieron certificados médicos, no refirió ninguna agresión de ningún tipo», subrayó.
Dijo que toma los señalamientos sólo como una estrategia de la defensa y que la Procuraduría ha presentado diversos elementos para demostrar que Anastasia Lechtchenko asesinó y desmembró a su madre y a su hermana, incluyendo testimonios de personas a quienes ella confió lo que había hecho.
Liberan a mujer que sacó corazón y ojos, de su hermanita y madre
Elmanana.com.mx
16 de junio de 2015
El juez quinto de lo Penal en Tijuana no otorgó orden de aprehensión urgente en su contra y ahora nadie sabe del paradero de Anastasia Lechtchenko
La joven rusa de 19 años Anastasia Lechtchenko Masney, asesina confesa de su madre y hermana discapacitada, quedó libre en Tijuana debido a que el juez quinto de lo Penal no otorgó la orden de aprehensión en su contra.
La presunta matricida-fratricida, quien al parecer sufría problemas de adicción, asesinó, desembró y sacó el corazón de su madre Yuliya Masney Safonchik y los ojos de su hermana menor de edad Valeria Lechtchenko, porque supuestamente era víctima de brujería por parte de las occisas.
Los restos de la madre y su hija de origen ruso fueron localizados por la Policía dentro de bolsas de plástico en un departamento de Playas de Tijuana, el pasado jueves 11 de junio.
Las víctimas fueron identificadas como Yuliya Masney Safonchik, de 45 años, y Valeria Lechtchenko Masney, de 12, quienes fueron descuartizadas en un inmueble ubicado en el bulevar Paseo Ensenada esquina con De la Lluvia.
La presunta responsable del crimen fue puesta en libertad, pese a que la Procuraduría General de Justicia en el Estado de Baja California solicitó orden de aprehensión urgente, de acuerdo con el semanario Zeta.
Sin embargo, el Ministerio Público está a la espera de que el juez les otorgue la orden de aprehensión ordinaria porque, asienta el reporte, el Código Penal de Baja California marca un plazo de hasta 15 días hábiles.
Al respecto, Igor Lechtchenko, ex pareja de la madre asesinada y padre de la menor fallecida, informó que desconoce el paradero de Anastasia.
«No tengo nada con ella, ninguna comunicación con ella; ella es ciudadana mexicana; yo no sé nada, esto desconozco totalmente», expresó.
La versión fue confirmada a medios de comunicación por Marcelo Muñoz y Javier Guerra, amigos de Igor Lechtchenko, quienes aseguraron que el hombre no tiene bajo su tutela a la joven Anastasia.
«Es falso; queremos que sepa la ciudadanía que en ningún momento fue entregada Anastasia a Igor. Sabemos de antemano que no sabe dónde está», sostuvieron.
La cruel confesión de Anastasia
Zetatijuana.com
22 de junio de 2015
Por qué Anastasia Lechtchenko Masney no estuvo en prisión, es una pregunta que a muchos tijuanenses inquieta. No solo por la saña del asesinato de su madre y su hermana, cuyos cuerpos fueron desmembrados y órganos extraídos, sino porque la joven presuntamente confesó a la autoridad del Estado ser la verdugo de su familia.
La libertad de la joven, cuyos padres son de origen ruso, después de haber confesado un crimen que se percibe armó con premeditación, alevosía y ventaja sobre su madre y su hermana con capacidades diferentes, y su libre andar por Playas de Tijuana, contribuye a la percepción ciudadana de la impunidad que trasciende, con este caso, los límites del crimen organizado y el narcotráfico.
La razón de la libertad de quien se confesó victimaria de su madre y su hermana, se debe a las diferencias que persisten en el método para procurar la justicia y administrar la misma.
Inicia con un choque de conceptos en el proceso judicial entre la labor de la Agencia del Ministerio Público y el Juzgado Quinto Penal, y se encuadra en un desentendimiento entre la Procuraduría General de Justicia de Baja California y el Poder Judicial.
Sin embargo, públicamente, ni el Poder Judicial ni la Procuraduría se han enfrentado. Lo que sí, se culpan una institución a otra, por la libertad de Anastasia.
Después de la confesión del crimen, la libertad
Anastasia Lechtchenko Masney, es de padres rusos que fueron cirqueros, nació en San Luis Potosí, tiene 19 años, y desde hace tres, sus padres empezaron a tener problemas para gobernarla, según se quejaron ante las autoridades de CAPEA en 2013, 2012 y 2015, años en los que fueron a reportar sus desapariciones.
La madrugada del jueves 11 de junio de 2015, la Policía Ministerial adscrita a la Subprocuraduría de la Zona Tijuana, la detuvo en calidad de indiciada. Unas horas antes, los cuerpos de su madre, Yuliya Masney Safonchik y su hermana Valeria, habían sido localizados en la casa materna ubicada en Avenida Ensenada número 22311, Sección Jardines del Sol en Playas de Tijuana. Las habían asesinado, destazado y dejado sus restos en bolsas negras en el patio trasero del inmueble.
La noche del miércoles 10 de junio, las autoridades llegaron a la casa por dos denuncias:
1.- Vecinos reportaron olores fétidos que salían de la casa en Jardines del Sol.
2.- Una denuncia anónima de una mujer, informando que la joven Anastasia le había pedido ayuda para tirar las bolsas con los cuerpos, porque no tenía carro.
Los agentes de Homicidios se encontraban revisando la escena del crimen cuando Igor Lechtchenko (padre y ex esposo de la víctima, separado dos años atrás de la familia) llegó a la casa porque un vecino le avisó que algo sucedía.
El hombre dijo a los investigadores que la única persona que también habitaba la casa y no estaba entre las muertas era Anastasia, y que el martes 9 de junio, cuando fue a la casa la notó rara, que se puso agresiva, no lo dejó entrar e incluso, lo amenazó con llamar a la Policía. Por eso mejor se fue.
Entonces la PGJE emitió una orden de presentación a nombre de la joven como posible inculpada. La encontraron en una terraza con unas amigas. Desde el primer momento Anastasia decidió confesar que ella las había matado, del motivo, según dijo, fue porque le hacían brujería. Como el asesinato se había dado de tres a cinco días antes de su presentación, no había flagrancia.
El Ministerio Público justificó que no podía retenerla porque era ilegal la detención. Por eso después de tomarle la declaración -proceso que según la autoridad no duró siquiera una hora-, la dejó libre.
Anastasia jamás estuvo detenida. «No tenemos la posibilidad de arraigo (una reforma constitucional quitó facultades a los Estados en 2008), no se da la detención urgente o urgencia administrativa (cuando por la circunstancias no se puede acudir a un juez), porque en Tijuana, si hay Juzgados abiertos, entonces no se da el supuesto. Solicitamos la orden de aprehensión urgente y nos la negaron, no podíamos retenerla» explicó el subprocurador contra la Delincuencia Organizada en el Estado, José María González.
De si existen otros presuntos responsables o sospechosos adicionales, si la joven Anastasia tiene o no la fuerza para destazar los cuerpos, o si de ser responsable recibió algún tipo de ayuda, son factores a los que no se ha llegado. De hecho ni siquiera la confesión de la muchacha ha sido analizada, y menos calificada como válida.
La confesión
Desde que los primeros agentes ministeriales la encontraron, Anastasia Lechtchenko Masney dijo que ella había matado a su madre y hermana. En entrevista con la autoridad, comentó que había leído en internet cómo destazar cuerpos, pero en la declaración formal ya no lo mencionó.
Sobre el caso, los peritos no encontraron ninguna computadora propiedad de la joven en la casa. En su declaración ministerial, la muchacha contó: se desapareció por tres días y regresó a su casa la noche del domingo 7 de junio.
Durante su desaparición había estado con tres hombres distintos a quienes había cobrado por sexo. Explicó que intentó entregarle 3 mil pesos a su madre «para que la quisiera», pero que la mujer se negó a recibirlo, y, según Anastasia, respondió agrediéndola con muchos calificativos humillantes, como que su vida no valía nada, que era poca cosa y otras palabras altisonantes.
De la madre: «Tenía cara de que ya sabía que la iba a matar»
La joven explicó que se fue a caminar y regresó. Encontró a su madre en el sillón, y escuchó una voz que le dijo que la matara «porque es bruja». Con ese mensaje, justificó que por las noches sentía piquetes en el cuerpo por los trabajos de brujería que le hacía su mamá.
Sin escozor confesó: su madre estaba sentada en un sillón en la sala y «… tenía cara de que ya sabía que la iba a matar». Entonces Anastasia se paró atrás de la señora, le puso la soga al cuello, levantó una rodilla y la recargó contra el respaldo del sillón y empezó a jalar. Explicó que su madre tardó en morir, porque que de tanto en tanto, ella aflojaba la soga y se asomaba para verle la cara. Según confesó, la asfixió durante media hora para lograr su objetivo.
De su hermana: una voz le ordenó sacarle los ojos
Continuó Anastasia con su relato: después fue a la recámara de su hermanita Valeria y la asfixió con la misma soga, pero a la niña sobre la cama. Comentó que la carne de la menor era más blandita y que mientras la mataba tocó su corazón y todavía seguía palpitando.
Sobre por qué le sacó los ojos a su hermana, Anastasia comentó varias cosas. Primero que una voz se lo ordenó, después, que sin la mamá, la menor ya no tendría quién la cuidara. Agregó que su madre tenía a la niña como muñeca y que ella tenía una muñeca de porcelana que se parecía mucho a su hermana. Justificó: muerta la madre, la niña podía seguir el embrujo.
En un dejo macabro, la joven relató cómo mancilló el cuerpo de su hermana. Primero intentó sacarle los ojos con una cuchara, pero no pudo. Entonces utilizó un cuchillo. Cuando logró su objetivo, echó los ojos en un vaso y los tiró por el escusado.
Después de los asesinatos, se fue a correr
En la confesión Anastasia explicó que después de asfixiar a su madre y hermana, se fue a correr para tranquilizarse. Regresó de su corrida y jaló el cuerpo de la madre al piso de la cocina. Ahí le cortó la cabeza, después las extremidades y le sacó el corazón, «porque es la única forma de acabar con las brujas».
Metió los restos en bolsas negras de basura. El proceso de desmembramiento del cuerpo de su madre le llevó aproximadamente cuatro horas. Hizo lo mismo con el cadáver de su hermanita, pero con ella tardó tres horas. Después limpió la cocina. Refirió que para las ocho de la mañana del lunes 8 de junio ya había terminado.
Cuatro entrevistas sobre el crimen, misma versión
Anastasia fue entrevistada por personal de la Subprocuraduría de Zona, después por la Unidad de Homicidios, más tarde por el Agente del Ministerio Público y finalmente habló con ella un representante del Consulado Ruso. Al final de las entrevistas, antes de ser puesta en libertad, aun en oficinas de la PGJE, les contestó molesta: «Ya les he dicho mil veces cómo fue».
Del consumo de droga, Anastasia salió negativa en la prueba que le hicieron el 11 de junio, cuando dio su confesión. En la entrevista aseguró que nunca había comprado droga, pero sí había consumido marihuana, cristal y éxtasis, aunque aseguró que el día de los hechos «estaba limpia». Le preguntaron si había sufrido algún tipo de agresión de parte de su padre y argumentó que no. Después de ofrecer su versión de los hechos, continuó en libertad.
PGJE: juez pidió más pruebas
«Solicitamos la orden de aprehensión urgente, que es lo que se hace cuando existe el temor fundado que se pueda evadir de la acción de la justicia», detalló el subprocurador de Delincuencia Organizada, José María González Martínez.
El caso por sorteo llegó al Juzgado Quinto, la juez de entrada les dice que no hay urgencia. «… y en realidad, no me urge, y si me urge, por eso la tuvimos ubicable las primeras horas para saber dónde estaba, ya más tiempo no puedo sin una orden», justificó González.
En la Procuraduría esperaron que la juez les otorgara la orden de aprehensión ordinaria. Sabiendo que la juzgadora saldría de vacaciones el 22 de junio, contaban con que se las liberaría a más tardar el 19 de junio, pero no. El día 15 les dijo que tampoco tendrían la orden de aprehensión ordinaria. «Y señala que no se agotaron varios dictámenes», sostiene el subprocurador.
Cuando en el fuero común eliminaron el arraigo, los reformistas facilitaron los requisitos para las órdenes de aprehensión urgentes.
«Que se acredite el cuerpo del delito, la materialidad del hecho, que estuvieron vivas y fueron privadas de la vida, lo cual se acreditó con la fe ministerial, fotos periciales y el dictamen de necropsia donde científicamente te dicen murieron hace tanto y por sofocamiento. El cuerpo del delito, los cadáveres, las armas. Y datos de la probable responsabilidad de la persona, ahí presentamos la confesión».
Aseguró González que eso es lo que se requiere para liberar la orden de aprehensión. «Los dictámenes que nos pide tardan de cuatro a diez días, obviamente tratamos de sacarlos rápido, pero no tienen relevancia para la orden de aprehensión. Que faltan dictámenes químicos, que si la sangre es de ellas, y vamos a pensar, no es de ellas: no se cae el asunto. Toxicológico de las muertas, que si sale que consumieron droga, eso tampoco justifica nada, ni varía en el fondo; huellas dactilares del lugar, que si aparecen las de otra persona, eso tampoco la exime; tipo de sangre del cuchillo; químico y
material genético de la soga. Eso sirve para sentencia u otra etapa procesal, no para la orden de aprehensión, pero somos respetuoso porque tenemos que serlo».
Cuando Zeta le refirió al subprocurador que según la documentación, fue el Ministerio Público de la PGJE el que pidió los dictámenes periciales y no la juez, y que al presentar la averiguación previa, no explicó por qué no se incluyeron los resultados en el expediente, González Martínez se defendió.
Expuso que los dictámenes periciales se piden en todos los casos, pero los jueces saben que se tardan y sirven para otra parte del proceso, no para la orden de aprehensión. Que en las averiguaciones previas con las que se solicitan ordenes de aprehensiones urgentes, no tienen que justificar la razón por la que no se incluyen los resultados de los dictámenes periciales que son tardados, porque los resultados de esos dictámenes los van anexando al expediente, los adjuntan como van saliendo.
Ejemplificó con asuntos en los que les han liberado órdenes de aprehensión con menos evidencias de las presentadas en el caso de Anastasia, como el de los asesinos de Benjamín Quiroz Gutiérrez, hermano de Melvin Gutiérrez, lugarteniente del Cártel Arellano Félix, a quien mataron el 23 de mayo; no hubo indicios hasta el 5 de junio, cuando un grupo de diez criminales fue detenido en posesión de armas en Rosarito, y dos de ellos, Orión Espinoza y Moisés Castro, confesaron ser los responsables del asesinato.
Procuraduría entregó averiguación previa incompleta: juzgadora
«Yo no pedí las pruebas periciales… yo no la liberé… no evado mi responsabilidad, cumplo con mi obligación», enfatizó la Juez Quinto de lo Penal de Baja California, Ana Isabel Flores Plascencia, respecto a la libertad de la joven de 19 años, presentada y dejada en libertad el miércoles 10 de junio, el mismo día que confesó haber asesinado y descuartizado a su madre Yuliya Masney Safonchik y su hermana Valeria.
Flores Plasencia explicó que ella no otorgó la orden de aprehensión porque el Ministerio Público le presentó una averiguación previa incompleta. Detalló que en el documento, el Ministerio Público ordenó 11 dictámenes que no se practicaron, y no incluyeron la justificación de por qué no se incorporaban las mencionadas pruebas.
Entonces, al considerar que no se había concluido la averiguación previa, ella no podía cumplir con su parte. «Por respeto a la inculpada y a la víctima indirecta que es el padre». Comentó que ni siquiera llegó al punto de revisar la confesión de Anastasia. Ya que tenga todas las pruebas «que pidió el Ministerio Público», entonces ella valorará en qué condiciones se hizo la declaración de la joven, y si hay elementos para considerarla responsable.
Recordó la juez que de acuerdo al Artículo 219 del Código de Procedimientos Penales de Baja California, la confesión sin otros elementos que la respalden, no es prueba única. Reiteró que ella como juez debe decidir con base en el material que recibe, y en este caso, no tenía los elementos suficientes, porque según lo expuesto por el Ministerio Público, faltaban dictámenes ministeriales que él había ordenado.
«Crimen denota coraje, un sentimiento de frustración grande»
Sí de acuerdo al criterio legal que se está aplicando al caso, no es posible asegurar la culpabilidad de Anastasia, resulta imposible también realizar un diagnóstico criminológico sin contacto con ella. Pero la maestra en criminología, Martha Leticia Cruz Ramírez, ofrece un panorama general del caso.
El objetivo al estudiar un asesino es descubrir el epicentro, la clave que lo lleva a desahogar una fantasía de muerte. Explica que en este caso podría ser su madre y hermana. Con la forma en que lo hizo, puede presumirse una personalidad psicópata, mas no asegurarse porque no hay de por medio un estudio profesional.
Pero el crimen denota coraje, un sentimiento de frustración grande, «¿a qué se debe? La pregunta está en el aire». El consumo de drogas no va solo, siempre habrá otra motivación para ejecutar el plan, aunque la especialista dice que quizás existe una falta de atención o afecto que orilló al victimario al uso de estupefacientes.
«Hay drogadictos que roban, que se lastiman, hay drogadictos que andan caminando solos. Yo creo que la afectación cerebral sería dependiendo en qué área», comenta. Según la maestra, actitudes de la mexicana de 19 años pueden tener significados importantes, por ejemplo, el hecho de cortar un cuerpo como confesó que lo hizo, es un signo de desesperación.
«Si ella presume que le quitó el corazón para matar el problema, pues estamos hablando de sentimientos, si le quitó los ojos, podríamos estar hablando de algo que no quería ver, o a lo mejor la niña la estaba viendo matar a la mamá».
Para la especialista, la forma en que Anastasia se deshizo de los restos, meterlos a bolsas de basura, «tiene una simbolización como perfilando un «no sirves, te echo a la basura», entonces, estamos hablando de que denigra a su mamá y a su hermanita».
Sin embargo, la característica central del caso que hace pensar a Cruz Ramírez en un comportamiento psicópata, son sus declaraciones. «La conducta de «no siento nada» tiene que ver con su historia personal, que nunca sintió, tuvo que aprender a ser fuerte, tuvo que aprender a vivir sin esa emoción. Entonces, si en su mente estaba resuelto el problema (con el crimen), tampoco manifestó alegría».
«El psicópata es serio pero sociable y amable, con un buen control de sus emociones, difícilmente cabrá en él un sentimiento de culpa, es muy organizado y exageradamente rutinario. Es pura premeditación, no actuará por impulso y, cuando ejecuta un crimen, lo hace sabiendo que todo está listo».
«Ya estaba en su mente, porque ya estaba estudiando cómo cortar las partes, nos está hablando de una tremenda soledad en la que estaba involucrada la muchacha, de que le ganaron sus pensamientos», dice Cruz.
Desde el punto de vista de la entrevistada, Anastasia difícilmente cometería otro crimen al haber desahogado su coraje, y si llega a tomar conciencia o a sentir poquita culpa, la experiencia le dice que un camino que toma una psicópata es el suicidio.
Continúa ola de sangre
Al cierre de edición, el jueves 18 de junio, en la semana que concluye, habían sido asesinados en Tijuana 13 hombres, dos mujeres, un adolescente y un bebé de dos años.
Ayer jueves mataron a Luis Miguel González, quien estaba en posesión de un documento que acreditaba su presunta residencia en Bell Gardens, California; y por la tarde, dentro de un restaurante en la plaza comercial La Pajarita en Santa Fe, asesinaron a Ernesto Salazar Valdez. Al cadáver le encontraron una pistola fajada en la cintura y dinero. Los antecedentes de Salazar indican que había sido detenido en diciembre de 2014 por la Policía Estatal Preventiva de Sinaloa, a bordo de una camioneta robada, en posesión de un arma y varias municiones.
En un lapso de siete días, solo el lunes 15 de junio no se reportaron asesinatos. El conteo inició el jueves 11, cuando asesinaron a dos hombres. Alfredo Robert Benson murió en el Hospital General, lo golpearon, lo picaron y lo balearon; también acribillaron a María Estela Álvarez afuera de su casa en el fraccionamiento El Florido.
El primer cuerpo decapitado de la semana lo encontraron antes de las ocho de la mañana del viernes 12 de junio, en la colonia Francisco Matamoros de la delegación La Presa, a un costado de una calle de terracería. La cabeza estaba en una caja de cartón, y el resto del cuerpo, en un tambo de plástico azul a un lado, sobre la caja una cartulina con la leyenda: «Ahí Teba Puto Marlon. Lic. Griego Grande Silvestre Y todas las lacras mugrosos del AKILES así los voy a dejar a TODOS atte CTNG», que significa Cártel Tijuana Nueva Generación.
Los restos fueron abandonados por sujetos a bordo de un carro marca Nissan. Lo extraño para las autoridades, es que, de acuerdo al mapa criminal, «El Griego», operador criminal de «El Aquiles», delinque en la delegación Sánchez Taboada, y «El Silvestre» en Cerro Colorado, no en la zona donde encontraron el cuerpo.
El mismo día encontraron el cadáver putrefacto de un hombre en la canalización del Río Tijuana. Ya el sábado 13, el Centro de Mando recibió la notificación de dos hombres asesinados. A Heriberto Montes lo mataron a balazos en su casa en la colonia Rinconada Otay. Y a David Cruz Peñuelas en las afueras de un Oxxo en Urbi Villas del Prado; hay vídeo pero no se puede identificar a los atacantes.
El domingo 14 de junio, según confesaron los detenidos Juan Rodríguez (antecedentes por homicidio en Estados Unidos) y Miguel Barrera, ese día mataron a Wendy Giovanni Martínez e hirieron a otras tres personas porque la mujer les había robado un teléfono celular.
En lunes no se reportaron asesinatos, pero al día siguiente hubo seis homicidios.
A las 12:20 a.m. del martes 16 de junio, en la Zona Norte, dentro de la cajuela de un auto, se localizó a un hombre asesinado, en cuyo estómago había pegado, con un picahielos, el siguiente mensaje: «Se les advirtió a toda la gente que tuviera contacto con los lacras de Aquiles y La Rana los íbamos a silenciar esto va para todos».
También Justiniano Millán murió en el Hospital General después de ser baleado, pero antes de fallecer identificó a su agresor como «Azael». Luego fue reportado el asesinato del menor de 2 años, Jonathan Zamorano, lo mató el padrastro, al golpearlo, lo estrelló primero contra la pared, y en un segundo golpe, el niño cayó de nuca contra el piso. Después de varias horas de «dormido» se dieron cuenta que se le dificultaba respirar y lo llevaron al hospital, donde murió.
Cerca de las 11:00 a.m. del martes, se reportó un doble homicidio en Cañada Verde, con arma de fuego acribillaron a Ángel López y Julián Canales. Los albañiles se disponían a comer dentro de la casa que estaban construyendo cuando llegaron dos sujetos, los mataron y huyeron en una camioneta Expedition blanca.
A las 5:50 p.m. del mismo martes, la Policía encontró un segundo cuerpo masculino decapitado, dentro de una camioneta verde estacionada a la orilla del Bulevar Rosas Magallón, a la altura del Cañón Herrán en Pedregal de Santa Julia. El letrero que acompañaba el cadáver decía: «Esto les va a pasar a todas las lacras del Aquiles y La Rana».
Después, a las diez de la noche del martes, elementos de la Policía Municipal abatieron al menor Julio Acosta, de 16 años. El reporte oficial indica que los oficiales llegaron en respuesta a una denuncia del padre del adolescente, porque lo amenazó con un arma, y cuando lo encontraron, hizo lo mismo con los uniformados.
Y cerca de la medianoche, Alberto García murió en el Hospital General, tras recibir varios impactos de bala. El miércoles 17 de junio, mataron a un hombre a balazos en El Florido.
«Es la mejor mamá del mundo»: Anastasia
Hace un año Anastasia describió a su madre como guapísima, siempre pendiente de ella y de su hermana Valeria; la mejor mamá del mundo… un encanto. Lo hizo a través de un vídeo de poco más de un minuto en la red social ask.com, en la que los usuarios responden preguntas anónimas; en este caso se le pidió una opinión sobre su madre.
Dijo: «Guapísima, me deja hacer mi desmadre y entiende porque sabe que soy responsable. Siempre está al pendiente, siempre está ahí, para mí, para mi hermana. No importa qué tan raro se haya puesto todo, siempre va a apoyar mis decisiones aunque ella no piense igual que yo. Pero siempre va a estar ahí apoyándome. Es la mejor mamá del mundo. Ella no sabe que estoy hablando así de ella, de hecho nunca le digo. Es un encanto… envídiame».
Su página de usuario está adornada con dibujos de personas con comportamientos suicidas, por ejemplo, una mujer con la soga al cuello, otra ingiriendo pastillas, una más con un revólver en la sien y un hombre con un cuchillo sobre la muñeca. Alguna vez alguien le preguntó el porqué de la imagen, y respondió: «Porque no estoy cuerda».
En esa misma plataforma dijo que su padre le da miedo porque está «pelón y tatuado», y con un «no sé, puede ser, tal vez antes, tal vez después», respondió cuando le preguntaron si consume marihuana.
Anastasia no acostumbró socializar con la comunidad durante los seis años que vivió en la casa de Playas de Tijuana, se le veía salir, entrar y seguido discutir con su madre. Era rebelde, cuentan vecinos y personas cercanas a la familia, y por lo menos no era evidente que apoyara en el cuidado de su hermana.
Lo rebelde, el adjetivo que hasta su padre le cuelga, lo adoptó cuando entró a estudiar la preparatoria, explica Igor Lechtchenko. Si se trata de describirle antes de esa edad -los 15 años-, Igor no tiene otra palabra que no sea «princesa».
«Todos los problemas iniciaron cuando ella salió de la secundaria y entró a la prepa, ahí empezó a ser más grosera, adoptaba unos comportamientos no apropiados para mí. Siempre peleábamos por su comportamiento. Y yo pensé que estaba utilizando algún tipo de droga y por eso la dejé en un centro de rehabilitación, del cual salió el primero de junio de este año».
Antes de ser internada en el centro de rehabilitación, Anastasia estuvo en Culiacán, Sinaloa, adonde se fue sin avisar, para terminar trabajando en un circo propiedad de un empresario con el que Igor tiene amistad.
Mercedes, quien fue amiga de su madre, Yuliya, recuerda que se le veía preocupada por su hija, pero al mismo tiempo sin la capacidad económica para salir a buscarla. No tenía dinero ni para diagnosticar la enfermedad de Valeria, que muy poco aprendía en la escuela, no hablaba y tenía muy poco control de sus movimientos. Otro impedimento para ir en busca de Anastasia.
«Decía, «si a las tres o cuatro de la mañana me dicen que la vieron, yo dejo a Valeria dormida y me voy como pueda, porque yo no tengo mucho para el pasaje, no tengo quién me lleve, pero yo a esa hora dejo a mi niña sola»».
Como matrimonio, el de Igor y Yuliya sobrevivió 20 años, contados después de otros más en los que trabajaron en varios circos. Con la trayectoria a Igor le alcanzó para ser docente en la Escuela de Artes de la UABC, y a Yuliya, por la necesidad de cuidar a Valeria, solo para sobresalir en los festivales escolares del Centro de Atención Múltiple (CAM) Benito Juárez, escuela especializadas para niños con alguna discapacidad.
El CAM está apenas a una cuadra de la casa donde Anastasia -de acuerdo a su confesión- decidió arrancar la vida a su madre y a su hermana.
El recorrido al plantel era prácticamente el único paseo que madre e hija daban, era tan rutinario que vecinos y la comunidad escolar lo refieren constantemente: «salían bien arregladitas de aquí a la una y regresaban como a las cinco», dice Arturo, un hombre que repara y vende aparatos electrónicos al lado del domicilio marcado con el número 2311 de la Avenida Ensenada.
Yuliya era elegante, culta e inteligente, dudan que fuese maestra de piano porque en la escuela hay uno y nunca se sentó a tocarlo. Lo que sí, es que se identificaba como una artista y se notaba por sus gestos y poses. Procuraba siempre participar en las actividades escolares, académicas, culturales o de recreación. Vecinos, amigos y docentes dicen que la noticia les cayó de sorpresa, Igor levanta los brazos y deja caer su cabeza a un lado: «Imagínese a mí».
El lunes despedida de Valeria y Yuliya
Después de haber cremado los cuerpos de Valeria y Yuliya, las personas cercanas a la familia ofrecerán una ceremonia religiosa en una iglesia católica de Playas de Tijuana, a la que acudirá Igor Lechtchenko el lunes 22 de junio. Igor ha mencionado que se mantiene en comunicación con la familia de Yuliya en Rusia para decidir el destino de las cenizas. Sobre Anastasia ahora no quiere hablar, sin embargo, posiblemente después del lunes la busque para internarla en psiquiátrico.
La Historia de Anastasia Lechtchenko: «La Descuartizadora de Tijuana»
Narcoviolencia.com.mx
13 de diciembre de 2015
Anastasia Lechtchenko la joven que pasara a la historia como una de las asesinas matricidas y fratricidas más famosas en México debido a lo sanguinaria de sus acciones y forma fría de manejar los hechos dado que no mostró sentimientos de culpa y arrepentimiento al cometer los asesinatos de su madre y hermana, cuando las asesinó no se encontraba bajo los flujos de alguna droga, estaba consiente de sus actos pero poseída que a decir de ella misma, una voz le decía que las matara, tras cometer el crimen nunca pensó en huir por que creía que lo que había hecho era lo correcto al sostener que su madre y hermana eran brujas y por eso necesitaba matarlas…
«Estoy al límite».
Frase de Anastasia en su cuenta de Facebook
Anastasia Lechtchenko Masney nació en 1996 y la mayor parte de su vida la vivió en Tijuana, Baja California (México). Fue hija de dos inmigrantes ucranianos: Igor Lechtchenko, un entrenador de gimnastas y Yuliya Masney Safonchik, una maestra de primaria y ex-bailarina y acróbata profesional nacida en 1970. Yuliya e Igor se enamoraron cuando trabajaban en el tradicional Circo Ruso.
En 1995, los acróbatas ucranianos decidieron que era momento de dejar la vida circense y establecerse. Escogieron San Luis Potosí (México), donde nació su primera hija: Anastasia, una bebé de cabello rizado, rubio. Heredó la extrema delicadeza del rostro de su madre. Ambos se nacionalizaron mexicanos años después.
Años más tarde se mudaron a Tijuana, Baja California, donde él comenzó a entrenar a gimnastas en el Centro de Alto Rendimiento. Anastasia era una chica normal: iba a la escuela, coqueteaba con los chicos, odiaba a su maestra de Química, le gustaba escuchar música, se quejaba por tener que arreglar su habitación.
En su cuenta de Facebook posteaba canciones, compartía sus sentimientos y emociones, planeaba salidas con sus compañeros. Le apasionaba el cine de terror y las imágenes violentas.
A Yuliya le encantaba bailar, siempre recordaba sus años en el Circo Ruso. Su familia radicaba en el boulevard Paseo Ensenada n° 2311 esquina con De la Lluvia, en la sección Jardines del Sol, en la delegación Playas de Tijuana, en la fronteriza ciudad de Tijuana, Baja California (México).
Sobre Yuliya
Max Aub fue un amigo de Yuliya Masney Chafonsik escribe una carta donde la describe como culta, amorosa y víctima.
«Me tocó ser hombre y mujer. Como quisiera ser solamente mujer», escribió en el 2014 Yuliya en su muro de Facebook. Eran los días en que Anastasia, su hija de 18 años, estaba desaparecida por que se había escapado por su cuenta a Sinaloa y ella apenas dormía y a veces ni comía, buscándola, atendiendo la casa y cuidando a Valeria, de 11 años y con discapacidad.
En la vivienda de Yuliya, los problemas abundaban y el dinero escaseaba. Estaba muy sola. Igor, el hombre del que se estaba divorciando, la ayudaba poco, muy poco y, a veces, nada.
Hace más de 20 años, Yuliya Masney Chafonsik llegó a México procedente de Rusia con su esposo Igor Lechtchenko. Se conocieron en el mundo del espectáculo, estaban enamorados y tenían muchos planes.
Ella, de 25 años, poseía una belleza que difícilmente pasaba inadvertida; esbelta y de piernas torneadas, era dueña de una abundante melena color oro que resaltaba sus ojos profundamente azules y su sensual sonrisa.
La suerte parecía de su lado pues además de su belleza física y su trato afable, era políglota, bailarina, pianista y estudiosa de la historia universal.
El matrimonio de rusos decidió desertar de la compañía de danza (aunque algunos dicen que de un circo) y probar suerte como bailarines independientes. Cobijados, primero, por la empresa que los trajo a México y después por su talento, la carrera de los bailarines parecía consolidarse.
Incluso se presentaron en programas de televisión como Un Nuevo Día, entonces conducido por Rebeca de Alba y César Costa.
Vivieron en la ciudad de México y después recorrieron otras entidades.
Hace más de una década, se asentaron en Tijuana, Baja California.
En los años noventa, cruzaron a Estados Unidos, pero tuvieron dificultades para acoplarse y los problemas de su relación hicieron que se regresaran a territorio mexicano. Igor y Yuliya se separaron cuando ya habían nacido sus dos hijas, Anastasia y Valeria.
La soledad y la rubia
Entablé una amistad con Yuliya a través de Facebook en marzo de 2014, aunque, personalmente, sólo nos vimos una vez, en mayo del mismo año. Pasé por ella a Playas de Tijuana y la invité a comer a Rosarito.
Me platicó que su hija mayor Anastasia, desde hacía meses, estaba reportada como desaparecida ante las autoridades, aunque para ella, estaba secuestrada, pero no sabía o nunca dijo por quién.
Yuliya era una mujer culta, preparada y muy inteligente, más allá de su evidente belleza física.
Siempre tenía palabras de amor cuando se refería a sus hijas.
Me comentó que los primeros años de Anastasia fueron «mágicos», conviviendo con sus padres y entre presentaciones artísticas de las que formaba parte; parecía feliz. Sin embargo, se atravesaron dos circunstancias que no pudo superar y terminaron por convertirla en una joven desenfrenada: una hermana con discapacidad múltiple y la separación de sus padres.
A pesar de su realidad, entre la austeridad y la pobreza, Yuliya siempre se las arregló para darle un techo, comida y vestido a sus hijas.
El día fatídico que Anastasia, en su estado de drogadicción, se acercó a la casa de su madre y hermana, Yuliya no tenía idea de su estado agresivo y aparente locura.
Ella sólo quería estar bien con Anastasia. Sin duda, fue sorprendida para ser asesinada a traición y dejar, a su vez, sin protección, a la pequeña Valeria.
La presunta frialdad con que actuó Anastasia contrasta, como agua y fuego, con la manera tan hermosa, amorosa y sublime que Yuliya se expresó siempre de su hija mayor.
Tuvimos una gran amistad. La admiré mucho. Su capacidad de plática y de escucha, su nivel cultural y en especial, su interés y conocimiento en la política de México y del mundo, era muy alta. Amaba al país donde creció, Ucrania, y sus raíces rusas, y los defendía a capa y espada -aunque Yuliya nació en Siberia-. Jamás perdió el acento que la delataba como extrajera, pero su cotidianidad al hablar definitivamente era la de una mexicana.
Después de su lugar de origen, amó profundamente a México.
Yuliya amaba las palabras y su significado, le gustaba citar a personajes; su sentir lo transmitió alguna vez en un pensamiento de Víctor Hugo: «La melancolía es la felicidad de estar triste». Así era ella, melancólicamente feliz. Alguna vez escribió sobre los hijos citando a Graham Greene: «Son los hijos los que se apartan de uno. Pero los padres no podemos apartarnos de ellos». Es por ello que Anastasia, al igual que Valeria, siempre estaban en su corazón y pensamiento.
La familia
Para ese entonces, su padre se dedicaba a entrenar a los equipos de gimnasia en la Universidad Autónoma de Baja California. Era un reconocido preparador físico de atletas olímpicos de esgrima.
Yuliya Masney Safonchik daba clases de ruso en la escuela «Benito Juárez». Utilizaba sus cuentas en las redes sociales para enviar mensajes a favor de Ucrania y era una conocida activista a favor de su país y en contra de Estados Unidos. Había sido reina de belleza y gustaba de posar ante las cámaras.
Un día, Anastasia se hizo un tatuaje en forma de corazón detrás de la oreja; la regañaron por ello. Los padres de Anastasia tuvieron una segunda hija: Valeria Lechtchenko Masney, nacida en 2003 y diagnosticada con discapacidad múltiple. La única capacidad que logró desarrollar fue la de caminar sin sentido. Pero no podía hablar y la mirada siempre estaba perdida. La pequeña padecía además un severo problema de autismo, lo que poco a poco debilitó el hogar familiar.
Los padres de Anastasia se divorciaron. La mujer llevaba a su hija menor al Centro de Atención Múltiple Benito Juárez. Anastasia y su hermana Valeria se quedaron con su madre, pero a medida que Anastasia crecía, la situación se hizo más difícil.
A Yuliya le obsesionaba la niña autista y descuidaba a Anastasia para sobreproteger a su hija menor. Su eterna sonrisa contrastaba con la angustia diaria de no saber la enfermedad exacta que padecía su hija, qué sentía. Por qué caminaba, pero no expresaba nada. «No sé qué siente si le duele algo», repetía constantemente.
En 2010, Anastasia entró a la Escuela Secundaria Técnica número 1. A los catorce años probó por primera vez la mariguana, la metanfetamina y el éxtasis.
Luz Aída, una joven profesora de educación especial que atendió a Valeria, diría de la familia Lechtchenko: «Se veían muy normales, pero el problema fue cuando Anastasia creció y entró a la secundarla. Siempre se le veía malhumorada, como enojada con la vida. Esta es mi hipótesis: cuando toda la atención se vuelca a un hijo con educación especial, se puede crear cierto resentimiento en los otros miembros de su familia».
El 9 de febrero de 2015, Anastasia fue reportada como extraviada. Durante un mes, la policía buscó sin dar con ella. El Centro de Apoyo de Personas Extraviadas y Ausentes (CAPEA), emitió una pesquisa para localizarla. Su madre publicó en Facebook una solicitud de ayuda. También se difundieron carteles de búsqueda. Su desaparición desató el pánico en sectores de Tijuana, ya que se pensaba que había sido secuestrada o asesinada.
Cuando estaba lejos, publicó en su muro de Facebook:
«Cuando te das cuenta que eres tan insignificante en el largo camino de un desierto, que la ciudad no es nada comparada con la belleza de la naturaleza que estás viendo, te pones a pensar en el por qué de las cosas, pero, ¡demonios!, no todas tienen un por qué. Entonces sólo sabes que estás agradecido con la vida porque tienes a una familia linda, y buenos amigos, y que hay personas también que sólo vienen a cumplir un papel a tu vida y se van como actores de reparto. Estos pueden hacerte daño o pueden hacerte feliz, pero al final se van y te dejan una enseñanza. A esa gente también le agradezco».
El 27 de febrero Anastasia se comunicó con su madre a través de Facebook y al día siguiente le llamó por teléfono para informarle que había comenzado a trabajar con unos amigos de su familia. Estaba en Sinaloa, a donde llegó por su cuenta propia, según asentó su propia madre en el perfil de Facebook de Anastasia.
El mensaje en Facebook sobre la reaparición
«Atención toda la comunidad de FB, todos los amigos y amigos de los amigos: quiero compartir mi alegría y buena noticia, Anastasia se comunicó conmigo, está en Culiacán, Sinaloa, los detalles de su aventura no sabré decir, cómo y por qué no lo sé. ¡Estamos en hecho a traerla a casa! ¡Pronto todos podemos verla de nuevo! De mi parte de todo mi corazón quiero agradecer a todos por su ayuda, su apoyo, su colaboración, sus palabras de aliento, sin todos ustedes, sin su unidad en esta larga búsqueda, yo sola no podría lograr el éxito! GRACIAS A TODOS USTEDES! ¡Espero que muy pronto abrazaré a mi hija! Yuliya, mamá de una hija rebelde».
«Ella se encuentra sana y salva, en ningún momento fue privada de su libertad, en ningún momento fue abusada», declaró el jefe de CAPEA. No fue la única ocasión; con anterioridad se había ausentado de su casa por periodos cortos. En todos esos casos, reaparecía a las pocas horas.
«En Culiacán estaba con amistades no muy recomendables», reveló uno de los agentes asignados al caso. Lo que no imaginaban sus padres era que, desde años atrás, Anastasia se había hecho aficionada a varias drogas; primero en afán experimental y luego como adicción.
Anastasia utilizaba la red social ask.com, en la que se acostumbra responder a preguntas anónimas que otras personas hacen a los usuarios. El perfil de Anastasia tenía como fondo dibujos de escenas suicidas: una mujer con una soga al cuello e ingiriendo pastillas, otra con una pistola en la sien.
Una persona le preguntó: «Explica el por qué de tu background (fondo) de ask (la red social)», a lo que ella respondió mediante un vídeo de tres segundos: «Porque no estoy cuerda».
Había buscado trabajo sin encontrarlo en su ciudad natal. Los roces con su madre a causa de su hermana menor eran cada vez más desagradables. La idílica imagen proyectada por Yuliya hacia el exterior era una farsa; en su casa, lo que se vivía era una constante confrontación.
Desde días antes del asesinato, Anastasia iba y venía. Un vecino, Héctor Durazo, señalaría: «Unos días antes escuché que le gritó desde el portón a Yuliya: «te voy a matar, hija de la chingada». Era una loca, siempre estaba drogada».
Anastasia estaba harta. Decidió deshacerse de su madre y de su molesta hermana. Durante varias semanas se dedicó a planear el crimen; investigó en varias páginas de Internet dedicadas a asesinos en serie y a criminales famosos. En muchos de esos casos encontró inspiración para realizar sus criminales planes.
Según diría después, Anastasia estaba segura de que su madre y su hermana «eran brujas; ellas querían matarme. Muchos verían en esto sólo un pretexto para fingir demencia, con la finalidad de ocultar la frialdad con la que el crimen había sido cometido. Era obvio que sus búsquedas en la red revelaban otra cosa. También buscó en Internet cómo matar brujas y llevar a cabo el desmembramiento de los cadáveres; por ello los cortes serían hechos con precisión.
El domingo 7 de junio, la gente vio a Yuliya viva por última vez; era el día de las elecciones. Ese día, Valeria y ella vieron a Igor por última vez. El lunes 8, Anastasia se decidió; se preparó mentalmente para lo que iba a realizar. Tomó un cuchillo de cocina y acechó a su madre. En un descuido, la atacó. Yuliya estaba sentada en un sillón y allí la ultimó. «Creo que mi mamá ya sabía que la iba a matar y no opuso resistencia».
Después caminó hasta el cuarto de su hermana Valeria. Con la niña no tuvo mayor problema: se paró al borde de la cama y levantó su pequeño cuerpo para ahorcarla con la misma soga que a su madre. «La voz de un hombre me decía que acabara con ellas».
Debido a su discapacidad, Valeria no pudo gritar. «Tardé un poquito menos, veinte minutos. Pero su cuerpo seguía calientito». Luego se fue porque había leído en Internet que para desmembrar un cuerpo tenía que esperar a que se enfriara. Hora y media después regresó.
El único que escuchó los gritos de Yuliya fue un sastre que vivía justamente atrás de la casa de las Lechtchenko. Desde las 21:00 horas se escucharon lamentos, gritos, pero no llamó a la policía porque últimamente los gritos eran constantes y, además, hablaban en ruso. «No entendí nada», dijo. Su inacción le costó la vida a las víctimas.
En su confesión, explicaría que el asesinato fue en defensa propia: desde hace días sentía piquetes en la espalda y pulsaciones en el cuerpo que no la dejaban dormir. «Tenía tiempo que mi mamá se dedicaba a la brujería, y mi hermana era una muñeca, su aliada, su títere. Y para que no continúen esos trabajos también hay que matarla. Para matar a una bruja, a ese espíritu maligno, hay que cortarle partes inferiores» y se aseguró de que su hermana también muriera, para terminar con ese encanto negativo.
A ambos cadáveres les extrajo el corazón y a Valeria le sacó los ojos, arrojándolos por el inodoro. A su hermana además la decapitó. «El cuello, la piel de atrás del cuello, estaba calientita y eso que ya no tenía la cabeza», diría después.
Primero intentó sacarle los ojos con una cuchara, pero como no pudo, fue por un cuchillo a la cocina. Luego descuartizó los cuerpos, poniendo los pedazos en bolsas negras para basura. Sabía perfectamente dónde cortar. Tomó tres cuchillos con diferentes grosores y filos. Los encajó hasta el fondo de la axila y en la unión de la pelvis con las piernas. Con Yuliya tardó cuatro horas, relativamente poco tiempo porque era muy delgada. Con Valeria tardó tres horas.
Al terminar de desmembrar los cuerpos, notó que las paredes y los muebles estaban salpicados. Aunque lo había hecho con precaución, era imposible que no quedara en el piso un charco de sangre. En el fregadero de la cocina seguían las cabezas que había degollado seis horas antes. «Tuve que cortarles las extremidades para que ya no viajaran los espíritus. Y a la títere, la muñeca; había que sacarle los ojos».
A las 23:00 horas salió a una farmacia cercana a comprar bolsas negras para basura. Se sentía muy tranquila. Eligió una pequeña caja con diez bolsas de 70 por 90 centímetros que le pareció la más práctica. «Traía puras monedas; las bolsas costaban $24.90, pero la muchachita no completaba, así que se fue corriendo», diría la empleada de mostrador que le cobró aquella noche a la adolescente.
Regresó rápido a su casa. Las líneas de expresión de su rostro estaban descompuestas; le punzaba el ojo izquierdo. Metió los cuerpos desmembrados en tres bolsas negras y después se fumó un cigarro.
Anastasia aseguraba tener la mejor mamá del mundo
Hace más de un año antes del crimen, Anastasia usaba una red social llamada Ask.fm, donde publicaba en vídeos acerca de su vida, en una de esas publicaciones fue cuestionada sobre su madre y la respuesta que dio sorprendería a cualquiera.
En esa ocasión, la chica describió a su madre como la mejor persona del mundo.
«Es guapísima, además me entiende y me deja hacer mi desmadre, siempre está al pendiente, siempre ha estado ahí para mi mamá y para mi hermana, no importa que tan raro se haya puesto todo».
Además la joven aseguró que su madre siempre iba a estar ahí para ella, creo que tengo la mejor mamá del mundo, mencionó.
«Nunca le digo que es la mejor mamá del mundo, es un encanto de verdad y la quiero mucho», concluyó.
Al día siguiente, Héctor Durazo y Arturo Torres, vecinos, vieron entrar y salir a la joven. Estaba muy tranquila y salía de vez en vez a fumar cigarrillos. Incluso, llevó a varios amigos a su casa. Se quedó en el departamento con los cadáveres durante dos días, hasta que fue a visitar a unas amigas. Para entonces, el hedor se notaba hasta las casas vecinas. La ausencia de las mujeres fue notada por los compañeros de trabajo de la catedrática.
El miércoles 10 a las 23:00 horas, unos vecinos reportaron fétidos olores que provenían del inmueble. Las cerraduras de la casa no estaban forzadas. Al acudir al sitio, policías municipales verificaron el contenido de varias bolsas de plástico negras, de las utilizadas para la basura, y descubrieron que las mismas contenían restos humanos, por lo que solicitaron la presencia del Ministerio Público del Fuero Común. Los restos estaban putrefactos a causa del calor y llenos de moscas y gusanos.
Mediante las investigaciones preliminares de agentes de la Unidad Orgánica de Homicidios Dolosos se estableció la identidad de las víctimas, pero en la residencia no había persona alguna y al indagar entre los vecinos surgió el nombre de Anastasia.
La policía la buscó y consiguió ubicarla en un domicilio de la misma zona, donde fue detenida junto con dos mujeres más. Cuando los agentes le preguntaron si sabía por qué estaban ahí, respondió: «Porque maté a mi madre y a mi hermana».
Al retornar los agentes a la escena del crimen, ya había arribado el esposo y padre de las víctimas y de la asesina. Había sido notificado por las autoridades. Lo detuvieron también. Los cuatro fueron remitidos en calidad de presentados para que rindieran su declaración ministerial en torno a los hechos.
En el cuarto de interrogatorios, Anastasia parecía otra: llevaba la cara lavada, el pelo rubio desaliñado sujeto en una coleta, una chaqueta azul y pantalones de mezclilla. Pero la pose seguía siendo altiva y sostuvo de frente la mirada a los agentes investigadores. Se sabía hermosa y el empoderamiento que su crimen le había dado, le brindaba la fuerza para enfrentarse a los sabuesos.
Para la policía, existían claros indicios de que Anastasia Lechtchenko era la autora del homicidio y descuartizamiento de su madre y su hermana. «De las pesquisas se fortalece una hipótesis en la Investigación, en el sentido de que el entorno familiar pudo ser la causa principal del hecho», confirmó la Procuraduría General de Justicia.
El alcalde Jorge Astiazarán Orcí declararía: «Es algo muy lamentable y no podemos justificar el hecho violento, desgraciadamente las Investigaciones hasta ahorita apuntan a que está relacionado un familiar, que es lo más triste».
Las dos chicas que estaban con la joven sospechosa fueron puestas en libertad, al comprobarse que no tenían relación alguna con el crimen. Quedaron padre e hija en calidad de presentados, rindiendo su declaración. Sin tapujos, Anastasia confesó el crimen.
En su declaración ante agentes de la Unidad de Homicidios Dolosos de la Procuraduría de Justicia del Estado, la joven de 19 años confesó que a su madre, Yuliya Masney Safonchik, de 45 años de edad, la ultimó ahorcándola y apuñalándola con un cuchillo de cocina. A su hermana menor, Valeria Lechtchenko Masney, autista de nacimiento, la mató de igual forma y la decapitó.
«Eran brujas», aseguró, «por eso las maté. Intentaban embrujarme y alguien, una voz, me pidió que las matara. Les saqué el corazón y las decapité porque ésta es la única manera de acabar con las brujas». En el momento del crimen, Anastasia no se encontraba bajo el influjo de las drogas.
Su padre, al reclamar los cadáveres de su ex esposa e hija, le dijo a los agentes del Ministerio Público que tenía sentimientos encontrados y no le interesaba mucho el caso.
El jueves 11, los agentes investigadores indicaron que Anastasia era la única persona implicada en el doble asesinato, por lo que, debido a las evidencias encontradas, el viernes 12 fue consignada. Tras ser girada la orden de aprehensión, fue internada en la penitenciaría.
El 13 de junio, Igor Lechtchenko publicó en su cuenta de Facebook:
«Muy buenas tardes a todos mis amigos y contactos de Facebook. Primero que nada quiero agradecer su apoyo y compresión en estos hechos que acaban de pasar; yo estoy bien dentro de lo que cabe en esta situación, pero no puedo contestar todos los mensajes que me llegan por falta de tiempo. Pero aprecio a todos por sus ganas de ayudar y sí voy a necesitarla por lo mismo de los trámites futuros. Yo estoy consciente; pero espero la respuesta de los familiares de Yuliya, su hermano y mamá, qué quieren hacer ellos con los restos de Yuliya. Otra vez muchas gracias a todos».
En un acto de extraña justicia a la mexicana, Anastasia quedó libre debido a que la juez quinto de lo Penal, Ana Isabel Flores Plascencia, no otorgó la orden de aprehensión en su contra. La asesina fue puesta en libertad, pese a que la Procuraduría General de Justicia del Estado de Baja California solicitó orden de aprehensión urgente. Al no otorgarla, el Ministerio Público quedó a la espera de que el juez les otorgue la orden de aprehensión ordinaria porque, asienta el reporte, el Código Penal de Baja California marca un plazo de hasta quince días hábiles, que en la práctica son tres semanas.
Anastasia confiesa cómo mató a su madre y hermana durante el interrogatorio con los policías ministeriales. Anastasia narró cómo, porqué y desde cuándo asesinó a su mamá Yuliya Masney y su hermana Valeria.
La confesión en este vídeo es la primera que hizo a policías ministeriales cuando la arrestaron tras descubrirse los cadáveres. Jamás incrimina a nadie más sobre los hechos y en un principio define a su mamá como su madrastra, lo propio sobre su hermana.
En noviembre de 2012, la misma jueza ordenó la liberación de Jaime Ochoa y Erasmo Ramírez, también homicidas confesos, autores del asesinato del comerciante Rafael Garibay; a la confesión de los criminales se había agregado la identificación visual hecha por la esposa y la cuñada de la víctima, quienes también fueron lesionadas en el ataque.
En aquella ocasión, la inepta jueza ordenó la liberación tras aplicar reformas al Código Penal, hechas para el Nuevo Sistema de Justicia Penal, que aún no iniciaba funciones en Tijuana, y consideró que «no se aplicaba la extensión de la flagrancia».
El miércoles 17 de junio, se celebró una gran fiesta para reunir fondos y apoyar al entrenador, en la casa de Enrico Carmona «Rico». Fue una noche de karaoke con la presencia de sonideros, payasos, cuentacuentos, cantantes y DJ’s. Se vendió música y bebidas alcohólicas y se cobró la entrada. Era un gesto solidario con el hombre que había sido amigo de tanta gente y cuya familia fue una de las más queridas.
La chica se fue a la playa con una bolsa de galletas, unos cigarros y un encendedor, a contemplar el atardecer; un reportero la vio allí, sentada sobre la arena. La entrevistó; cuando le preguntó cómo estaba, la asesina respondió que «muy bien; me encuentro bien, pero tranquila más que nada; más que bien, tranquila» y que en los últimos días sólo se había alimentado de comida rápida.
Su padre, Igor Lechtchenko, aseguró desconocer el paradero de su hija. «No tengo nada con ella, ninguna comunicación con ella; ella es ciudadana mexicana; yo no sé nada, desconozco totalmente», aseguró.
Los amigos del entrenador declararon: «El hombre no tiene bajo su tutela a la joven Anastasia. Es falso; queremos que sepa la ciudadanía que en ningún momento fue entregada Anastasia a Igor. Sabemos de antemano que no sabe dónde está». El caso es que entre dimes y diretes legales y familiares, la bellísima descuartizadora quedó libre para deambular por cualquier parte de México o el extranjero.
Diez días después del crimen, fue detenida otra vez. El viernes 19 de junio la encontraron paseando en el Parque México. La arrestaron y la trasladaron al Centro de Readaptación Social de Tijuana para que enfrentara el proceso penal.
El lunes 22 de junio, se celebró la misa de las víctimas en la iglesia Santa María Estrella del Mar, ubicada sobre el Paseo Ensenada, del Fraccionamiento Playas de Tijuana. Los asistentes llevaron globos blancos.
Los vecinos colocaron ramos de flores, veladoras y juguetes afuera de la casa. También les preocupaba el gato de la familia. Desde los asesinatos, solo y hambriento, el gato no paraba de llorar.
El viernes 26 de junio del 2015 se le dicto auto de formal prisión y le espera una condena de hasta 80 años por sus crímenes.
Anastasia Lechtchenko seguirá presa en la penitenciaría de La Mesa en la ciudad fronteriza de Tijuana en México, donde le espera una condena de hasta 80 años, luego de que el Juzgado Quinto Penal ratificó el auto de formal prisión por el homicidio agravado por parentesco.
«Yo no las descuarticé»: Anastasia Lechtchenko
El Universal
28 de marzo de 2016
De aquella tarde en que Anastasia Lechtchenko pasó el primer filtro de revisión en la penitenciaría de Tijuana no recuerda mucho. Es como si no hubiera existido aquel momento en que atravesó el alambre de púas, e intercambió la colorida camisa que llevaba por un suéter de algodón.
Recuerda algunas sensaciones: el sopetón de agua congelada que cayó sobre su cuerpo, cuando tomó un baño. O el escozor -que empezaba en la frente y terminaba en el cuello- cuando la sal de sus lágrimas le provocó una pequeña reacción alérgica.
Sus memorias comienzan un día después. Por un breve, muy breve segundo, recordó 10 números al azar. «Seis, seis, cuatro, uno, ocho, cuatro, nueve, ocho, cuatro, seis». Tironeada por nervios y la curiosidad, caminó al teléfono del penal al que había ingresado unas 24 horas antes.
Con cada número que marcaba fue recordando la nariz, la boca, un par de ojos azules. Antes de terminar comprendió que era el número de celular de su madre. No colgó: esperó eufórica a que contestara.
-Creo que durante dos semanas le marqué a mi mamá, porque yo quería hablar con mi mamá. No comprendía qué pasaba, marcaba y marcaba y me mandaba a buzón. Yo me quedaba pensando ¿qué hago? Y otra vez marcaba el número. Siempre, siempre esperaba una respuesta.
Anastasia recuerda apenas sensaciones de aquellos primeros días en reclusión: más agua helada, el ardor en los pómulos, y los instantes de euforia cuando timbraba el teléfono.
-Yo esperaba que viniera por mí, no entendía por qué no venía. Estaba en un estado de shock; de verdad, yo pensaba que estaba encarcelada por consumir drogas -aprieta los ojos y suelta un largo quejido.
Durante 15 días, Anastasia -de 19 años- esperó a su madre, Yuliya Masney, una pianista ucraniana, hasta que en un «flashazo de memoria» también recordó el celular de su padre, un gimnasta ruso.
Él le informaría por segunda ocasión, que estaba encarcelada por el asesinato y desmembramiento de su madre y de su hermanita de 8 años. Ahora comprende que, obviamente, el celular de Yuliya siempre la mandaría a buzón.
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Para llegar a la iglesia del penal de Tijuana hay que pasar cuatro filtros. Se localiza a un costado del patio central. Atravesarlos costó a El Universal ocho meses de peticiones a las autoridades penitenciarias, evaluaciones sicológicas y una firma de Anastasia.
Es Jueves Santo, en los teléfonos de la penitenciaría unas 100 internas hacen fila para llamar a sus familiares. Anastasia espera.
-Desde que venías escuché tus tacones, no sabes, tacones, qué envidia tengo -sonríe y se sonroja. Hace casi nueve meses, la imagen de esta joven de 19 años dio la vuelta al mundo.
Una fotografía acompañaba titulares escandalosos: «Rusa descuartiza a su madre». Ella, delgadísima, con un vestido ceñido color púrpura y el pelo naturalmente rubio hasta la cintura sonreía discretamente.
«Primero degollé a mi mamá, le corté los brazos y las piernas. Y luego hice lo mismo con mi hermanita», relató la joven sin inmutarse en el vídeo, y explicó que las mató con un «cuchillo» porque «eran brujas» y le «hacía daño con eso».
Clarín, 29 de junio, 2015.
Anastasia lleva el pelo recogido en una coleta, un pants y una camisa gris. Habrá ganado unos tres kilos. Labios rosados, nariz afilada. Su piel se ha vuelto traslúcida porque raramente le da el sol. Fue detenida el 7 de junio de 2015, presuntamente por haber sometido, acuchillado y asfixiado a su madre, hasta dejarla sin vida. Seguiría con su hermanita, Valeria, con discapacidad múltiple.
Le habría sacado los ojos y echado al baño, para después con tres cuchillos caseros, cortarles las piernas, brazos y cabezas en el fregadero de su cocina. Los cortes quirúrgicos. La joven de 53 kilos lo hizo sola, sin ayuda, «porque eran brujas», aseguró en ese entonces la fiscalía.
-Yo me declaré culpable, es el problema. Y la verdad es que yo había consumido drogas, cristal durante cinco días. Así que cuando me detuvieron me dijeron que si me declaraba culpable me iban a sacar. Me pegaron una cachetada, y me asusté, yo venía bajo el influjo de drogas -recuerda y ahoga un sollozo.
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En junio de 2015, cuando detuvieron a Anastasia Lechtechenko [Lechtchenko], la fiscalía norteña se convulsionaba: la procuraduría había detenido a Anastasia y una juez la habría liberado por falta de pruebas. Ante la polémica, la joven fue reaprehendida y encarcelada por una confesión que habría hecho a los agentes.
Anastasia explica que por ese entonces había abandonado la escuela, empezó a consumir drogas y fue internada en un centro de rehabilitación. Al salir buscó a otras personas que le llenaran los bolsillos de drogas. A los cinco días, cuenta, decidió regresar a casa de su madre.
-Llegué y la casa estaba cerrada, y nosotros teníamos escondidas las llaves en la lavadora. Yo voy a la lavadora, agarró las llaves. La casa está echa patas para arriba, la ropa estaba en el sofá, y mi cuarto todo estaba desecho.
Mi mamá me había pedido que limpiara el patio, entonces me puse a barrer. Había una casita de aluminio atrás, que estaba entre cerrada, me di cuenta que venía un olor extraño de ahí, y cuando me acerqué -un largo silencio, se tapa la cara con la mano izquierda y los ojos se le ponen húmedos-, pues miré una bolsa, y caminé para allá y abrí la bolsa, y pues eran los restos de mi familia. De verdad, no sé cómo decir esto, pero la cabeza estaba hasta arriba de mi mamá dice y la respiración se le vuelve pesada.
Anastasia puede ser culpable o inocente de los hechos que se le imputan, puede mentir o decir la verdad respecto a las confesiones arrancadas, pero los peritos adscritos notificaron que en los cuchillos con los que habría asesinado a sus familiares, se localizó un perfil genético de un individuo del sexo masculino, que no presentaba parentesco biológico.
También anotaron que en las bolsas donde se hallaron los cuerpos no se localizaron huellas latentes. La joven delata que apenas ha dejado la pubertad: se preocupa por la fotografía que le van a tomar o por los comentarios que sus amigos le han contado lo que otros cuelgan en redes sociales.
En el penal le suministran flupazin, un fármaco antisicótico, porque antes del asesinato la joven ya había sido internada en un hospital de salud mental, pero por falta de recursos no se le pudieron suministrar medicamentos.
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En julio los policías grabarían y filtrarían ilegalmente las confesiones de la joven durante su detención. Fue el propio abogado de oficio, quien dejó estipulado judicialmente, que Anastasia rindió su declaración «manifestando hechos irreales, incoherentes». Esa declaración fue vital para encarcelarla.
-Nueve meses encerrada. Estoy en actividades, me levanto, voy a lo que son mis actividades diarias, maquillaje, talleres contra la violencia… En mi celda todos son muy amables, las cinco personas son muy atentas conmigo. Aquel día cuando descubrí a mi familia, le quería contar a un amigo, y yo le quería contar a alguien que no le importara que estuviera drogada, porque sabía que mi papá me iba a regañar. Porque yo no entendía nada. Si yo hubiera pensado las cosas y hubiera estado normal hubiera llamado a la policía, pero no lo hice y ese fue mi gran error.
Le llamé a una amiga, la llevé a la casa y le dije que yo había encontrado eso, que yo no lo había hecho. Le dije a mi amiga que qué hacíamos, que si llamábamos a la policía y me llevó a su casa, y ya llegaron los ministeriales por mí; ella les dijo que yo las había matado.
Adentro del carro, uno me mete una cachetada y me dice: «declárate culpable y te voy a dejar salir». Pero yo venía en una situación de drogas, y ya estaba muy drogada.
Me manipularon y después de todo eso me llevaron a diferentes lugares, con diferentes personas hablé, a todas les dije que yo era culpable, y al final del caso ahí me grabó en el carro diciendo eso. Después me arraigaron y abusaron de mí.
Estaba tan drogada, que yo pensé que me agarraron por drogas, yo no me acordaba lo que pasó con mi mamá, yo pensé que me agarraron por drogas, yo en mi mente no carburaba que ellas no estaban aquí conmigo, de verdad. Sí, yo pensé que todo iba a estar normal, que todo iba a estar normal y yo iba a ir a mi casa.
Mi mamá era muy linda, muy buena persona, siempre sonriente, le gustaba ir a la playa conmigo, tomarnos un café. ¿Que por qué peleábamos? Por la escuela. Ella me pedía mucho que me volviera a meter y esos eran nuestros conflictos, pero nada que sea grande, por ningún motivo válido por el cual me acusan podría hacer eso.
El problema es que yo confesé algo que no hice y ahora estoy en esta situación, en donde me duele mucho la pérdida. No pude ni siquiera ir a la misa, no me pude despedir y eso me duele; no pude ir con mi papá, tomarlo del hombro, porque es algo que nunca vamos a olvidar nunca, ni él ni yo. Yo me declaré culpable; sólo dije que yo lo hice, pero no detalles. Me acuerdo, me decían «diles que las cortaste», y lo único que dije «primero las corté», y después me fui a correr. Porque yo no carburaba y lo demás lo pusieron.
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Anastasia cree que algún día demostrará que fue utilizada por el sistema para solucionar rápidamente un asesinato sin indagar, y en el que ella, dice, no participó. Piensa en sus enemigos, pero no encuentra. Recuerda que su madre salía con varios hombres a la vez, tal vez alguno de ellos, pudo cometer el asesinato.
-No me acuerdo de nada, estoy en blanco, como me dieron mi primera ropa, yo no me acuerdo de nada de eso. Pero yo me esfuerzo y me frustro porque no me acuerdo. Yo hasta los dos meses o tres, empecé a llorar mucho. Miraba una película en la tele y me acordaba cuando la miraba con ella (mamá).
La joven acusada de descuartizar a su madre y hermanita hace casi nueve meses, extraña el sabor amargo de una Coca Cola; un buen disco de Pink Floyd, su grupo favorito. Le ha agarrado un gusto tremendo a los libros de Gabriel García Márquez, recién terminó de leer Crónica de una muerte anunciada.
Pero cuando menos lo espera, le vienen reminiscencias de aquel día: la cabeza cercenada de Yuliya, adentro de una bolsa de plástico negra la deja inmóvil.
-Viene una estela, un olor como a hierro, a metal mezclado con fruta podrida. Porque aquel olía como a fruta podrida. Es un olor que si lo imaginó me retuerce.
Anastasia cierra los ojos, exhala aire y vuelve abrir los ojos: cuando salga estudiará enfermería e irá a vivir a Ensenada con su padre, Igor Lechtchenko. Quiere sustituir, el sonido de los candados que cierran las rejas, por el susurro del viento que mece las olas cada noche.