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Día: 26 noviembre, 2017

  • El descuartizador del Sena cazado 22 años después por felicitar a su hijo

    El descuartizador del Sena
    26/11/2017

    El descuartizador del Sena

    Asesinó a su esposa en 1995 y lanzó su cuerpo desmembrado al río parisino. Durante todos estos años ha vivido ocultándose.

    Flashback. Mediados de junio de 1995. La noche ya ha caído sobre el verano de París. Entre las brumas asoma una maleta flotando en las aguas del río Sena a su paso por los Campos Elíseos.

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    Varios viandantes que pasean por los alrededores, sorprendidos por el hallazgo, llaman a la Policía gala, que al instante se presenta allí pensando que puede ser la chica que buscan desde hace varios días. Con esfuerzo y la ayuda de varios buzos los agentes sacan a la superficie aquel bulto. Su desproporcionado peso les hace estar casi convencidos de que es ella.

    Al abrir la maleta, los policías encuentran en su interior el cuerpo decapitado y desmembrado de una mujer joven. Tras practicarle la autopsia, los forenses concluyen que el cadáver es el de Corinne di Dio, una parisina de 32 años a la que se le ha perdido el rastro tres días antes, el tiempo que lleva sin pisar la empresa en la que trabaja como administrativa.

    La Policía Científica gala halla varias huellas cuando analiza la maleta y el cuerpo en busca de pistas que le lleven al asesino. Los investigadores llegan a la conclusión de que pertenecen a un varón, pero son incapaces de ponerle rostro y nombre ya que no tiene antecedentes en Francia y, por lo tanto, no está incluido en ningún fichero de delincuentes con el que cotejar las huellas.

    Durante los días posteriores los agentes llaman a declarar al entorno de Corinne: compañeros de oficina, amigos, familiares... Y también a su antigua pareja, Antonio, un belga de padres españoles que emigraron a Charleroi a mediados de la década de los años 50.

    Aunque en ese momento la relación amorosa entre ambos está rota desde hace meses, la fallecida y él, que trabaja en un mercado de París, tienen un hijo en común de 4 años. De ahí que a los policías les sea necesario interrogar al ex.
  • El crimen de la calle del Calvario, la desesperada historia de un acoso mortal

    El crimen de la calle del Calvario
    26/11/2017

    El crimen de la calle del Calvario

    Jamás sabremos si el asesinato de doña Carmen Alonso, de cuarenta y dos años, viuda de un próspero empresario del Rastro madrileño, se debió a asuntos de amores no correspondidos o a la ambición desmedida de su verdugo, Tiburcio Zarzuelo del Pozo, alias “El Hojalata”. (más…)

    El relato de los hechos, desde luego, refleja un acoso que ni siquiera la justicia pudo detener. Antes de acabar con su vida en plena calle del Calvario le hizo pasar por el doloroso trance de contemplar cómo apuñalaba mortalmente a su hija Remedios, de veinte años. Tras el crimen se dio a la fuga y apareció ahorcado en Villaverde tres días más tarde. El hombre soltó sobre la barra de la taberna de José García una caja de madera con las herramientas de su oficio de vidriero y plomero. Tenía considerable altura, cabello muy oscuro y bigote espeso que apenas se le movía debido al rictus severo de su rostro. Se llamaba Tiburcio Zarzuelo del Pozo. Nombre rotundo, tremendo, que oscilaba entre la mofa y un negro destino en el que quedar fijado para la eternidad. La taberna se hallaba situada justo enfrente de la casa de doña Carmen Alonso, en el número diez de la calle de Lavapiés. Pidió el tercer vino, como cada día desde hacía cuatro años, cuando murió don José Nadal, su patrón y esposo del objeto de su deseo:«su Carmen». Desde el mismo día del funeral, Tiburcio se propuso casarse con ella. Sólo pensaba en eso. «Qué desagradecido, con todo lo que esta familia ha hecho por él», se desahogaba Carmen con su hija Remedios a los pocos días de enviudar, que ya entonces empezó la persecución, y eso que hacía muy poco que Tiburcio había sido contratado para recomponer los objetos que llegaban al negocio de Nadal para ponerlos a la venta a buen precio. Era uno de los puestos más prósperos y de mayor clientela del Rastro. Al fallecer el patrón le mantuvieron el trabajo, a pesar de su mal carácter. Tiburcio, un tipo sumamente antipático y pendenciero, era conocido en el barrio como «El Hojalata» por sus turbios trapicheos. Veintiocho años de vida, de los cuales más de la mitad se los había pasado enfrascado en broncas y bebida.