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Día: 13 octubre, 2017

  • Piden 46 años de cárcel para el acusado del doble crimen de Arbo, cuyo juicio será para la semana

    Doble crimen de Arbo
    13/10/2017

    Doble crimen de Arbo

    La Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Pontevedra acoge la próxima semana, entre el lunes 16 y el viernes 20, el juicio por el doble crimen de una pareja hallada muerta en un vehículo en Arbo a principios de julio de 2015, donde el único acusado, Arturo Domínguez Sebastiá, será juzgado por un jurado popular por dos delitos de asesinato por los que se enfrenta a una pena de 46 años de prisión.

    En su escrito de calificación, el Ministerio Público acusa al hombre de asesinar a su expareja Beatriz Rodríguez Mariño, de 30 años, y a la nueva pareja de ella, Sergio Rodríguez Fernández, de 36 años, de los que sabía que estarían de madrugada juntos en un lugar oscuro y a los que, «con intención de causarles la muerte, disparó en la cabeza con una escopeta».

    Tanto la Fiscalía como la acusación particular solicitaron en su momento la apertura de juicio por dos delitos de asesinato; mientras que la acusación popular, ejercida por la Xunta, pidió la apertura de juicio por un delito de asesinato. Las acusaciones entienden que concurre sobre ambos la agravante de aprovechamiento de lugar y tiempo, y, sobre ella, también la agravante de parentesco.

    Asimismo, el abogado del Estado ha solicitado que el acusado indemnice al Estado en casi 12.000 euros, por ser la cantidad que abonó la Dirección General de Costes de Personal y Pensiones Públicas al padre del fallecido.

    Tal y como consta en el escrito de conclusiones del Ministerio Fiscal, el acusado mantuvo una relación de nueve años con Beatriz Rodríguez Mariño, con la que tuvo una hija–que contaba con nueve años de edad en el momento del crimen–, y ella finalizó la relación unos meses antes de su fallecimiento.

    Tras ello, el hombre «insistía en reanudar la relación sentimental y la convivencia, tratando de mantener el contacto y frecuentando el lugar de trabajo de la mujer», sobre la que tenía «un carácter posesivo y extremadamente controlador y violento». Así, llegó a vigilarla escondido entre árboles, siguiéndola en automóvil, con un aparato de videograbación o sirviéndose de amigos.

  • Los grandes misterios no resueltos del crimen de Alcàsser

    Crimen de Alcàsser
    13/10/2017

    Crimen de Alcàsser

    La mano muerta, descarnada, emerge de la tierra como pidiendo auxilio. Un apicultor pasa por allí el 27 de enero de 1993 y da parte a la Guardia Civil. El juez de Alzira (Valencia), José Miguel Bort, ordena el levantamiento del cadáver. Antes de remover la tierra, va dictando a su secretario todo lo que ve, y éste, con una caligrafía muy uniforme, escribe: «…en la superficie aparece una mano saliente, deshuesada prácticamente en su totalidad, con dos huesos salientes y un reloj blanco».

    Unos segundos después, unos renglones más abajo, el mismo juez dicta y el mismo secretario escribe: «Retirando la tierra aparece en primer lugar un cuerpo, se aprecia que tiene las manos atadas …»

    ¿Una mano suelta o dos manos atadas tratándose del mismo cadáver?

    Ésta es sólo una de las muchas dudas que se plantean al revisar los 4.000 folios que componen el sumario -recién concluido pero aún secreto- del triple asesinato de Alcàsser (Valencia) y al que ha tenido acceso EL PAÍS.

    El mismo juez de entonces, hoy ascendido y trasladado a Palma, declaró el viernes: «No me acuerdo de por qué se redactó así. Pero estoy seguro de que no obedece a nada raro. Lo que sí me extrañó fue la cantidad de objetos desperdigados alrededor de los cuerpos».

    Por ejemplo, aquella prueba determinante: un trozo de volante de la Seguridad Social con el nombre de Anglés. ¿Cómo estaba allí, casi tres meses después, si el viento siempre castiga esa zona? Algunos siguen usando aquel lugar apartado. Pero el jueves no se veía ni rastro de ellos.

    Tres niñas -Mirian García, Antonia Gómez y Desirée Hernández- desaparecieron el día 13 de noviembre de 1992. Fueron encontradas dos meses y medio más tarde, violadas, torturadas, rematadas por un disparo del calibre 9, enterradas en una fosa de la partida de La Romana, a 420 metros sobre el nivel del mar, en un terreno pedregoso donde el jueves pasado olía a tomillo y romero.