El secuestro de Melodie Nakachian: “Papá, si no pagas, estoy muerta”

El secuestro de la niña Melodie Nakachian el 9 de noviembre de 1987 conmocionó a España con una historia de exotismo, lujo, sombra de ojos y amor de padre.
Este caso sedujo a un público acostumbrado a secuestros sin resolver y coches-bomba porque reunió todos los ingredientes: drama, suspense, publicidad, exotismo y, sobre todo y por encima de todo ello, un final feliz. Estoy hablando del secuestro de la niña Melodie Nakachian en la Costa del Sol.
De su exotismo da muestra el hecho de que, por ejemplo, el padre de la pequeña fuera un financiero libanés que había hecho dinero en Inglaterra y Francia y la madre, una joven cantante coreana de la que quizá nadie recuerde sus canciones, pero sí sus exagerados maquillajes. Son difíciles de olvidar.
Otro detalle: los secuestradores llegaron en yate y algunos incluso frecuentaron a la familia Nakachian en un bien urdido golpe que intentaba culminar con un botín de 1.300 millones de pesetas en billetes de 50 dólares.
Y, por último, allí irrumpieron hasta los geos, ese espectacular cuerpo policial que cuenta con la rara por unánime admiración de la ciudadanía y que, en esta ocasión y para mayor gloria de su historia, salvó sana y salva a Melodie, una auténtica muñeca de larguísimo pelo rubio, atributo que jugó, por cierto, un gran protagonismo. Pero vayamos por partes.